Hasta que el chino se da la vuelta de pronto, aferra a Fidu por un brazo y lo lanza por encima de su cabeza. El portero aterriza pesadamente sobre la espalda con un estruendo que hace temblar los cristales del gimnasio…
Tomi mira preocupado a Nico, que lo tranquiliza:
—Está claro muy que finge…
Los dos luchadores se ponen otra vez en posición. Esta vez Liao hace una zancadilla a Fidu y le salta sobre la barriga, inmovilizándolo en el suelo.
Tomi vuelve a mirar a Nico:
—¿O sea que ha vuelto a fingir?
—Creo que sí… —dice Nico, menos convencido.
La tercera vez, Liao se tumba de espaldas, aferra a Fidu por un brazo, le planta un pie en la panza y le obliga a hacer una especie de cabriola por el aire. Las ventanas vuelven a temblar…
El instructor pita para señalar el fin del combate y ayuda a Fidu, al que le cuesta ponerse de pie. Dos nuevos chicos entran en el tatami.
Tomi y Nico bajan de las gradas y se acercan a su amigo.
—Pero ¿has fingido? —pregunta Nico.
—No —responde Fidu, con una mueca de dolor—, las llaves eran todas de verdad.
—¿Y por qué nos haces una reverencia ahora? —pregunta Tomi.
—No estoy haciendo ninguna reverencia —responde el ex portero con otra mueca—. No consigo enderezar la espalda.
Jueves.
Champignon acaba de colgar en el tablón los resultados del domingo.
Aquí están:
—¡¡¡Los Diablos han empatado!!! —grita de felicidad Nico.
—¡Maravilloso! —chilla João.
—¡Viva! —exclaman a coro las gemelas.
Diablos Rojos 0 - Real Baby 0. El equipo que va en primer lugar no ha ganado, de modo que solo siguen separándole de los Cebolletas dos puntos.
—Es mérito del Gato, que ha detenido a los Diablos —comenta Tomi—. Tendré que invitarle a otra naranjada sin azúcar…
—Todavía podemos ser los primeros de nuestro grupo —dice João, eufórico—. Si les ganamos cuando juguemos contra ellos en la última jornada, ¡les superaremos!
—No pensemos ahora en los Diablos —aconseja Champignon—, entrenemos con ganas y basta. El domingo nos espera el Arco Iris, que a la ida nos hizo sudar. Vamos…
Los Cebolletas recogen las bolsas y se dirigen a los vestuarios.
Pero les detiene una voz a sus espaldas:
—¿No queréis saber qué notas tenéis?
Tino cuelga el MatuTino del tablón de anuncios.
Tomi lee y fulmina con la mirada al pequeño periodista:
—¿Solo un 7? ¡Pero si hice mucho más que Nico, al que le has puesto un 8…!
—Él metió un gol —explica Tino.
—Pero ¡por churro! —responde Tomi—. El gol lo metió el viento.
—No es verdad —dice Nico—. Tiré con efecto y logré aprovechar el factor viento: ¡lo hice con toda intención!
—No tienes ni idea de fútbol —dice Tomi a Tino y se dirige irritado hacia los vestuarios.
Nico lo sigue con la cabeza gacha. Le han sentado mal las palabras de su capitán. El número 10 estaba muy orgulloso de su gol, que evitó la derrota de los Cebolletas…
Champignon, que ha seguido la escena, se acaricia el bigote izquierdo. Esa historia del MatuTino empieza a disgustarle.
Al final del entrenamiento, Tomi se encuentra con Eva. Naturalmente, en cuanto ve al capitán de los Cebolletas, Bulldog se pone a gruñir.
—¿No tendrá la intención de merendarse mis calcetines? —pregunta el número 9.
—Tranquilo —contesta Eva con una sonrisa—. Bulldog ya ha comido. Tomi, tengo que pedirte un gran favor.
—Dime —replica él, mientras deja en el suelo su bolsa de fútbol.
—Como sabes, el sábado me voy de excursión a Toledo con el colegio —explica la bailarina—. Estaremos fuera una semana y me gustaría que cuidaras de Bulldog.
—Estás bromeando, ¿verdad, Eva? —replica Tomi con una risita.
—No. Te estoy pidiendo que te quedes a mi perro en tu casa durante una semana —responde Eva con total seriedad.
El capitán mira a Bulldog, que se vuelve a poner a gruñir.
—Pero ¿no ves cómo me trata? —pregunta Tomi—. ¡Me odia! Dentro de una semana este tigre se me habrá comido toda la ropa que guardo en los armarios. ¿Por qué no se lo pides a Pedro, que es tan amigo suyo?
—Porque mientras esté fuera me gustará pensar que está contigo. Y además, así estaré segura de que te acuerdas un poco de mí —responde Eva.
Tomi no se esperaba una respuesta tan alentadora.
Se siente con la espalda contra la pared, como Fidu después de una llave de Liao, y farfulla unas palabras:
—Bueno… Tengo que pensármelo… es decir, tengo que preguntárselo a mi madre… mi padre está construyendo la nave del Corsario Negro… pero si ellos están de acuerdo…
Eva sonríe con satisfacción y coge a Bulldog en brazos:
—¡Gracias, Tomi! Sabía que me dirías que sí.
—En realidad todavía no he dicho que sí… —aclara el capitán de los Cebolletas.
Eva ignora el detalle y continúa:
—Te daré la lista de las cosas que puede comer. Y por favor: Bulldog está acostumbrado a dar un paseo todas las mañanas a las siete para hacer pis.
—¿A las siete de la mañana? ¿También los domingos? —pregunta Tomi de lo más preocupado.
Ya se está viendo medio dormido con un collar en la mano en los jardines mientras ese bicho con su hocico chato trata de pegarle bocados a sus calcetines…