Capítulo 16

Viernes 21 de noviembre de 2008

Luka aparcó el coche y salió corriendo hacia el portal de su casa. Se le había echado la hora encima. Llevaba toda la tarde en casa de Pili probándose los zapatos de su amiga —era lo único en lo que coincidían sus tallas—, experimentando con miles de maquillajes distintos y ensayando diversos tipos de peinados. Más o menos lo tenía todo decidido. En la mochila llevaba los zapatos negros de charol y las sandalias de vestir blancas, el maquillaje de tonos terrosos y el de tonos rosados y el collar de cristales Swarovski. Ahora solo quedaba decidirse por un vestido y listo, mañana era la inauguración de la exposición y quería estar lo más guapa posible. Miró el reloj que guardaba en el bolsillo —algún día recordaría ponerle una correa—. ¡Ay señor! Las nueve y media pasadas y había quedado con Alex a las nueve… No quería ni pensar en la bronca que se iba a llevar. Apresuró el paso hacia el portal, metió la llave en la cerradura y en ese momento la llamaron. Giró sobre sí misma y allí estaba él, en la puerta del bar de la esquina con sus vaqueros desgastados y las sempiternas deportivas blancas, la chaqueta de cuero abierta y un jersey de cuello vuelto gris. Guapísimo, como siempre.

—Hola, preciosa —se acercó Alex recorriendo los pocos metros que les separaban—, estaba tomando algo mientras te esperaba —comentó antes de saludarla en condiciones, es decir con un beso largo, apasionado y húmedo. ¡Faltaría más!

—Hola, Alex, siento haber llegado tarde, pero se me echó el tiempo encima sin querer y para colmo de males he pillado caravana en la glorieta de arriba —comenzó Luka la excusa, tan rápido que apenas respiraba—, intenté irme por la de abajo pero…

—Shh… —la silenció con otro beso antes de que se asfixiara—, ya imaginaba que llegarías tarde, de hecho, llegas incluso pronto para mis expectativas.

—¿Sí? —respondió patidifusa… ¿Llegaba pronto? ¿Desde cuándo?

—Claro. —La miró y se echó a reír—. Luka, cielo, despierta, que no soy idiota, cuando alguien queda con otro alguien el tiempo tiende a pasar muy rápido. A mí me pasa y a ti te pasa y a todo el mundo le pasa. No hay problema.

—¿No? —Increíble.

—Claro que no. —Apoyó la mano en su espalda y la guio de nuevo hacia el portal—. Deja la mochila en casa y luego vamos a la mía. Estoy deseando que la veas. Te va a encantar, ya verás… he pensado que…

—Espera. —Se plantó ella en la puerta—. ¿Quieres que vayamos a tu casa esta noche?

—Lo estoy deseando. Está algo desangelada, pero he pensado que lo mismo podría poner algunas fotos en las paredes, como en la tuya, y no sé… a ver qué se nos ocurre porque lo cierto es que da un poco de grima verla tan vacía… —Estaba entusiasmado, no podía evitarlo, tenía casa nueva desde hacía quince días y ella aún no la había visto. Deseaba que le gustara, que se sintiera cómoda, que pusiera su granito de arena y la convirtiera en la casa de ambos.

—Pero eso no puede ser —repuso Luka entrando en el ascensor.

—¿Por qué? —Se apagó el brillo en sus ojos y la desilusión hizo presa en sus rasgos.

—Porque no puedo dejar a mis niñas solas, y además tengo que prepararme para la exposición de mañana, eso lleva tiempo y muchas pruebas…

—¿Por qué no puedes dejar solos a los bich… animales?

—Porque tengo que darles de comer. —Abrió la puerta del ascensor.

—Bueno, eso no es problema. Les pones ahora de comer, nos vamos a mi casa, la ves y luego volvemos a la tuya y ya está. Mañana por la mañana ya me harás el «pase» con los modelos para la expo…

—Mmh… —Se lo pensó una milésima de segundo, lo cierto es que tenía muchas ganas de ver el sitio—. Vale, si es así no hay problema.

—Te va a encantar. Ya verás.

Luka entró en casa, vació la mochila y se dispuso a alimentar a sus niñas.

Alex se apoyó en la encimera de la cocina y esperó. Esa noche la pasarían íntegra en su ático… él había dicho que volverían… pero no cuándo.

Había sido una buena semana. El sábado pasado recibieron la visita de Dani y Cía. Cada uno de los amigos había llevado algo, Pili un par de tortillas, Javi un par de cajas de cerveza, Ruth canapés calientes y Dani… bueno, Dani se llevó a sí mismo que era más que suficiente. Por lo demás la tarde discurrió entre risas y algún que otro intento de seducción a Dani por parte de Alex. No muchos, una mano en el muslo en un momento determinado, un brazo sobre los hombros en otro, alguna que otra confidencia al oído. Estaba todo orquestado: cuando Luka se tocaba los labios significaba que se iba a dar la vuelta con cualquier excusa y entonces Alex sacaba la artillería pesada, al principio Dani no le había dado importancia, cosa que a Luka le sentó fatal, así que llevó a Alex a la cocina y le ordenó que hiciera… Alex se quedó de piedra y se negó, Luka le recordó el tatuaje que Dani supuestamente había visto y el intento de seducción para menage a trois y Alex salió decidido de la cocina —al estilo del toro cuando ve un trapo rojo—, se sentó en el sillón al lado de Dani y esperó… cuando Luka volvió a tocarse los labios, Alex atacó. Se acercó hasta que su muslo se apretó contra el de Dani y luego, inclinándose muy ligeramente sobre su oído, susurró:

—¿Te gustaría ver cómo ha quedado la nueva cama de mi dormitorio en el ático? —Joder, casi escupió las palabras, pero lo había logrado, más aún sabiendo que Dani tenía conocimiento de lo de su cama de dos por dos metros en la habitación de los espejos.

En ese momento Luka se volvió y Alex aprovechó para separarse a una distancia prudencial y guiñarle un ojo. Dani no solo estaba perplejo, sino colorado como un tomate, algo que Alex jamás habría imaginado ver. La noche trascurrió sin más incidentes, siempre y cuando no contasen como tales la fobia de Dani a sentarse cerca de Alex y su repentina mudez, mudez que dejó a todo el mundo alucinando —Ruth incluso le puso una mano en la frente preocupada por si estaba enfermo, pero no, no tenía fiebre—. Cuando todos se fueron, las carcajadas de los dos compinchados se oían por todo el bloque y, cómo no, la Marquesa se enfadó y lo hizo saber a través de radio-ventana.

Durante el resto de la semana, Alex puso en marcha un plan bastante ambicioso y que esperaba diese sus frutos. Se había propuesto introducirse paulatinamente en la rutina de Luka o al menos todo lo lentamente que su escasa paciencia le permitía. Decidió mandar un e-mail cada noche, y el martes —al principio decidió intentarlo un día a la semana— la invitó a comer en la cafetería del polígono —un sitio neutral, nada romántico y lleno de obreros—. Para su sorpresa, Luka aceptó. La comida fue perfecta, amena y divertida y se despidieron con un beso que le valió a Alex una noche de sueños y una erección dolorosa. La próxima semana volvería a intentar comer con ella y, si volvía a aceptar, en un par de semanas subiría a dos días. A ver si había suerte. Las tardes, sin embargo, resultaron sumamente frustrantes ya que Luka salía pitando del trabajo a Estampa para montar la exposición. Alex se planteó ofrecer de nuevo su ayuda, pero al final decidió que eso podría considerarse acoso y aceptó como buenamente pudo la ausencia de su chica.

Luka terminó sus tareas y se fueron al ático dando un paseo; al fin y al cabo estaba a escasos quince minutos de distancia y, por qué no decirlo, Alex estaba deseando pasear con ella agarrados de la mano. Era una idiotez y una cursilería, pero le hacía ilusión… ¿Qué pasa? ¿No puede tener un hombre una pizca de romanticismo?

Luka al principio se sintió asombrada cuando él tomó su mano, eso era cosa de adolescentes no de adultos, pero qué demonios, se sentía en la gloria, así que la mano se quedó donde estaba.

Durante el camino charlaron sobre la exposición, habían trabajado muchísimo en ella los tres, Ruth había gestionado cada problema, Dani había iluminado cada cuadro y ella misma había montado cada marco, y el resultado era inigualable. Al día siguiente a las seis de la tarde se abriría al público. Todos estaban muy nerviosos, Ruth seguía en Estampa, pero Dani y Luka habían preferido escaparse ese día para intentar calmar los nervios.

Luka respiró hondo, nunca había invitado a nadie a ninguna de las exposiciones que montaba. A nadie excepto a sus amigos y su familia, pero claro, estos no contaban. Sus padres seguían en la playa —la suerte del jubilado— y su hermano estaba en Bilbao con su mujer, así que imposible que viniera… miró a Alex y se preguntó si su Drácula particular estaría igual de interesado que el «aliño de ensaladas» en sus exposiciones, o sea, NADA. En fin… como siempre decía: el «no» ya lo tenía…

—¿Vas a venir mañana a la inauguración? —preguntó interesada.

—Por supuesto, ¿a qué hora tenemos que salir de aquí? —contestó él dándolo por sentado.

—Eh… —¡genial!—, se abre al público a las seis, nosotros deberíamos estar sobre las cinco como mucho, así que tenemos que salir de casa a las tres y media más o menos.

—¿Una hora y media para llegar a la calle Gregorio Marañón? —Ese trayecto se hacía como mucho en media hora, pensó atónito—. ¿No crees que es un poco exagerado salir tan pronto?

—Bueno, es que… —¡Qué narices! Era su vida y la dirigía como quería, si a él no le gustaba que no fuese. Inspiró, exhaló y se lanzó—. Mar y su abuela van a venir conmigo en el coche. —Lo miró fijamente.

—Perfecto, así las conozco —respondió Alex sonriendo, otro punto a su favor, si conocía a su ahijada y se la ganaba para su causa, tendría el camino mucho más fácil.

—¿Sí? —Luka se quedó plantada en el sitio. ¿No le importaba? Es más, ¿le parecía bien? Increíble, quería ir a la galería de arte y además le parecía bien que fueran con más gente. Impresionante.

—Por supuesto. Es alguien importante para ti, tú eres importante para mí, ergo Mar también es importante para mí. Es lógico que quiera conocerla, ¿no crees? —Y no solo conocerla, era indispensable caer bien a la cría… no creía que tuviera muchos problemas, se solía llevar bien con los niños.

—Eh… visto así… es lógico. —Pasmada, le acababa de dejar pasmada. ¿Ella era importante para él? Lo miró con los ojos entrecerrados… ¡Ni de coña! Estaba claro que el pobre llevaba tanto tiempo sin follar, doce días, para ser exactos, los mismos que ella, que haría lo que fuera por tener sexo esa noche… ¡Y ella también, qué carajo! Así que obvió lo absurdo de la «importancia» y dio por zanjado el tema. Mañana ya se vería.

—Ya hemos llegado —comentó Alex parando frente a un portal.

Luka observó asombrada, estaban frente a uno de los edificios más imponentes de la calle Retamas y él sacaba las llaves y abría la puerta del portal. ¡Tenía que estar montado en el euro para alquilar un ático ahí!

—¿Vives aquí? —exclamó asombrada.

—Por ahora. Lo he alquilado por seis meses prorrogables y con opción a compra. La verdad es que está tirado de precio, con esto de la crisis inmobiliaria los alquileres han bajado mucho y dentro de seis meses, si lo quiero comprar, seguro que se habrá devaluado, así que es una buena inversión.

—Pero… tiene que salirte por un ojo de la cara.

—No te creas. Novecientos al mes más comunidad y gastos de luz, agua y demás. No es tanto.

—Uff, yo pago trescientos noventa por mi piso y me cuesta Dios y ayuda acabar el mes.

—¡Vaya! No te he visto gastar apenas, por lo que me inclino a pensar que te pagan una mierda, quizá deberías plantearte pedir un aumento de sueldo a tu jefe.

—¿¡A Gabriel!? Le daría un ataque al corazón y en cuanto se recuperase me despediría… quita quita.

—Tú misma. Pero deberías imponerte un poco más, es solo un gallito.

—Un frustrado.

—Un estirado.

—Tiene el palo de una escoba metido por el culo.

—Y el pene tan diminuto que nadie se acuesta con él.

—Ni pagando.

Se miraron y se echaron a reír. ¡Dios! Era una gozada meterse con su jefe en compañía de Alex.

Entraron a la finca, el portal tenía las paredes y el suelo forrados de mármol —o algo que se le parecía muchísimo— y el ascensor era más grande que la cocina de Luka. Alex pulsó el botón del último piso y aprovechó los escasos segundos del viaje para darle un beso abrasador, uno de estos besos que empiezan con un contacto brusco de labios y acaban en una lucha de lenguas. Uno de estos besos en los que las manos vuelan por el cuerpo del contrario buscando botones, cremalleras y piel. En definitiva, uno de esos besos que dejan insatisfechas a ambas partes cuando por avatares de la vida —o cuestiones de tiempo— las puertas del ascensor se abren. Con la respiración agitada salieron dando tumbos, chocándose contra las paredes sin dejar de besarse una y otra vez hasta llegar a la puerta del ático, allí se demoraron unos segundos mientras Alex deseaba fervientemente convertirse en pulpo para contar con seis brazos más, cinco para abrazar y acariciar a Luka y uno para buscar las puñeteras llaves, pero la naturaleza es severa e hizo al hombre con solo dos, por lo tanto no le quedó más remedio que separarse como buenamente pudo de su chica y buscar en el bolsillo —disminuido por la intromisión de su erección— las malditas llaves. No obstante, la naturaleza, además de severa, también es sabia y sensata, y al crear de esta manera al hombre obligó al semental a parar, lo que dio el necesario respiro al cerebro para reevaluar la situación.

Alex inspiró hondo. Se había propuesto esa misma mañana no tumbar a Luka en el suelo y hacerle el amor a la desesperada. Quería seducirla lentamente y, sobre todo, anhelaba compartir su hogar con ella, crear un hogar con ella y para eso era necesario enseñarle la casa y hacerle ver lo desangelada que estaba sin su presencia. Por tanto, se tranquilizó, recolocó su erección en los pantalones —¡le apretaban considerablemente!—, abrió la puerta, la miró e improvisó.

Luka estaba acalorada, húmeda y totalmente dispuesta, por eso cuando Alex se separó y comenzó a rebuscar en sus bolsillos para a continuación abrir la puerta y mirarla sin mover un músculo, se sintió un poco intimidada. ¿Por qué no la hacía entrar, la tumbaba en el suelo y la follaba salvajemente?

Entonces él hizo lo único que ella jamás habría imaginado. Se agachó ante ella, pasó una mano por detrás de sus rodillas y la otra por su espalda, la elevó a pulso y cruzó el umbral con ella acurrucada entre sus brazos. Delicadamente. Dulcemente. Cariñosamente. Como una novia la primera vez que penetra en su nueva morada.

—Este es mi humilde hogar —comentó Alex en el vestíbulo mientras la dejaba en el suelo—. Acompáñame.

Y Luka lo acompañó.

Era increíble. Del vestíbulo salían dos puertas, una daba a un office tan grande como el dormitorio de Luka que a su vez daba a una cocina no muy grande, pero perfectamente equipada. El office lo dominaban una rinconera y una enorme mesa de roble y en la pared libre un armario de unos dos metros hacía de despensa. Salieron de nuevo al vestíbulo y atravesaron la otra puerta, daba a un salón impresionante con un mueble de obra de pared a pared que contenía una televisión LCD de ni se sabe cuántas pulgadas, Alex aclaró orgulloso que la tele era de su propiedad… ¡Hombres! A ella lo que le impresionaba era el tremendo espacio que había a su alrededor, las paredes vacías y sin vida, el sillón impoluto, sin marcas de uso, el mueble solitario y desocupado. Adornos estériles e impasibles se perdían en su inmensidad, un par de figuritas de porcelana, algún libro elegante sin ninguna historia dentro que contar… ¡Qué frialdad!, las paredes tan blancas, tan sosas, ¡tan aburridas!

El viaje continuó a través de un pasillo kilométrico de paredes igual de anodinas que el salón con cuatro puertas que rompían la rutina. Tres de ellas daban a unas habitaciones, y cada habitación era igual a la anterior, con una cama, una mesilla y un armario empotrado. En la que supuestamente sería la habitación de matrimonio, una puerta daba a un aseo del que lo mejor que podía decirse es que parecía esterilizado. ¡Qué insipidez! La última de las puertas daba a un cuarto de baño titánico, pero que en lugar de impresionar daba la sensación de que era como de hospital. Todo blanco. Cortinas blancas, paredes blancas, suelo gris. Un espejo, un armario, una estantería, una ducha con hidromasaje, un bidet y un retrete. Ninguna colonia, ni peine, ni nada. Solo un dispensador de jabón y un juego de toallas blancas. Era monocromático. Luka miró a Alex entristecida. ¿Cómo podía vivir aquí?

—Bueno… está muy limpio y ordenado. —No se le ocurría qué decir.

—Es muy frío, ¿verdad?

—Un poco.

—El ático está mejor, lo he puesto a mi… gusto.

—Genial.

La guio de vuelta al salón hasta la escalera de caracol que había ubicada en una esquina y subieron. Luka no pudo evitar una exclamación cuando vio el ático, era… ¡descomunal!

—¡A que es increíble! —exclamó Alex con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Ajá!

No le salían las palabras, «increíble» se quedaba corto. El ático era un espacio totalmente diáfano de unos cuarenta metros cuadrados, con todas las paredes forradas de espejo y el suelo de parquet. Se accedía a él por la escalera de caracol que quedaba justo en la esquina norte. En la pared oeste unas puertas cristaleras inmensas daban a una terraza casi tan grande como el ático, aunque completamente vacía. La pared sur estaba ocupada por una mesa de pie de mármol y superficie de cristal de al menos dos metros por metro y medio pegada a los espejos, la cama estaba ubicada en la pared que quedaba libre… si es que a esa monstruosidad se la podía llamar cama, colocada sobre un futón de estilo japonés apenas levantaba veinte centímetros del suelo, eso sí, medía por lo menos dos metros por dos; y por último, aunque no menos impactante, un sillón diván en piel blanca sin respaldo y con grandes apoyabrazos. Luka giró sobre sí misma incrédula, intentando abarcar todo en su cabeza.

—¡Vaya!

—¿Qué te parece? —preguntó Alex impaciente, con la alegría en la cara y una tremenda erección en los pantalones… ¡La de cosas que iban a hacer allí!

—Bueno… esto… —¿En qué estaba pensando Alex para amueblar así una habitación?—. ¿Duermes aquí?

—¿En esta cama enorme y súpercómoda? —preguntó a su vez sin responderla—. Ven, pruébala. —La tomó de la mano exultante.

—No… si grande sí que es. Pero…

—¿Pero? —Alex paró en seco y su pene perdió algo de tersura… no le había gustado nada el tono de voz.

—¿Es fácil encontrar sábanas para este tipo de cama?

—Pues no sé, las compré directamente en Internet. —¿Y a quién coño le importan unas sábanas de nada teniendo una cama de dos metros cuadrados?

—Lo que me imaginaba… ¿Y por qué es tan baja? ¿No sería mejor haberla colocado sobre un canapé de estos abatibles? Lo digo porque así además de espacio para meter cosas, también estaría un poco más alta… no sé… tiene que ser complicado levantarse de un sitio tan bajo… está casi a ras del suelo.

—Eh… pues no había caído en eso —comentó extrañado… ¿Qué más daba la altura? Lo importante era todo el espacio que tenían para retozar.

—Bueno, de todas maneras, también es que yo lo veo desde la perspectiva de mi casa, que es tan pequeña que tengo que buscar soluciones para la falta de espacio, pero a ti aquí no te hace falta —continuó diciendo al ver la cara de desilusión que ponía él.

—Efectivamente.

—Y la mesa… mmh… ¿este cristal es realmente una baldosa grabada de 19mm?

—Sí. ¿Qué te parece? ¿A que es impresionante?

—Sí, pero… bueno… a ver… Es que la baldosa grabada es un cristal para suelo, de estos que se ponen para pisar sobre ellos.

—Ya lo sé. Me he informado —contestó él algo quisquilloso.

—Ajá… Entonces… ¿Para qué has puesto un cristal de suelo en una mesa? ¿Vas andar sobre ella? ¿Y por qué no tienes sillas? Me refiero a que si hay una mesa en una habitación debería haber sillas para sentarse, ¿no? ¿Y por qué pegada a la pared? Eliminas el espacio de por lo menos cuatro comensales… No sé… me resulta muy extraño.

—Aps. Mmh… —¡Vaya! No estaba saliendo exactamente como él pensaba, vamos, ni remotamente parecido a lo que esperaba—. Esto… ¿alguna pregunta más y así las respondo todas juntas?

—Eh… si te sienta mal me callo.

—No, no me sienta mal, es solo que no esperaba esta reacción.

—Bueno. Pues nada. Mira es un sitio precioso, divino de la muerte, me encanta, de verdad… pero es que no le veo ninguna utilidad.

—¿No le ves ninguna utilidad?

—No, en las paredes de espejo no puedes colgar cuadros ni fotos porque no puedes taladrar. Por otro lado la cama y la mesa… bien, son divinas… pero la cama se me antoja muy grande y muy baja, y a la mesa, obviando que tiene un cristal para pisar, resulta que no tiene sillas para poder sentarse, luego esta eso… —dijo señalando hacia la esquina—, el sillón diván…

—¿Qué le pasa al sillón diván?

—Que no tiene respaldo.

—Lógico, es un sillón diván, no tiene que tenerlo.

—Ya, pero cuando te sientes en él te darás con la espalda en la pared, o tendrás que sentarte muy tieso para no darte; no lo veo cómodo y ocupa muchísimo espacio, por lo menos mide dos metros de largo y además es demasiado claro, se va a ensuciar enseguida… Y cuesta un huevo limpiar la piel. ¿De verdad duermes aquí?

—Eso espero —contestó. No es que fuera a dormir, pero se había hecho ciertas ilusiones… ilusiones que ella está tirando por la borda a pasos acelerados.

—¿Y dónde guardas la ropa?

—¿Qué ropa?

—La que te quitas para dormir. ¿Dónde la dejas? No hay ningún armario, ¿qué haces? ¿Te desvistes en los dormitorios de abajo y luego subes a dormir aquí? Y si te entra sed o ganas de ir al baño ¿Tienes que bajar a media noche las escaleras para ir a la planta de abajo? No sé… no parece un sitio cómodo para usar de dormitorio… No te molestes… ya te digo que es precioso, pero… no lo veo nada útil —respondió mordiéndose los labios, no quería quitarle la ilusión, pero tampoco iba a decirle que lo veía como lo mejor del mundo…

—Aps… —No había contado con la vena práctica de Luka—, lo cierto es que dormir, lo que se dice dormir, no pienso hacerlo aquí.

—Ufff… menos mal… empezaba a pensar que eras un sibarita de esos que prefiere el esplendor a la comodidad. Pero… si no duermes aquí, ¿para qué has montado así esta habitación? —Los muebles le tenían que haber costado una pasta gansa, pensó Luka, ¡¡qué tontería comprarlos para no usarlos!!

—Mmh… a ver… el armario y las sillas que no están, lo cierto es que no había caído en ello hasta que me lo has mostrado tú. —Se acercó a ella—. En cuanto al sillón sin respaldo —la agarró por la cintura—, es que no pretendo sentarme en él —deslizó las manos por su trasero—, mi intención es tumbarte a ti sobre él, desnuda, con tu cabeza apoyada en un reposabrazos y la mía entre tus piernas, así que cuanto más largo mejor. —Le presionó las nalgas hasta que Luka quedó tan apretada contra él que sintió su erección pulsar en el abdomen.

—Vaya… —Así que el diván era para eso… pues entonces sí que tenía una gran utilidad.

—Con respecto a la cama —mordisqueó su oreja—, te imagino corriendo por el ático mientras yo te persigo —se frotó contra ella a la vez que recorría sus costillas con las yemas de los dedos—, estás riéndote a carcajadas porque no te atrapo, y de un solo paso te subes a la cama —las caricias alcanzaron los pechos, rodeándolos por debajo—, saltas sobre ella burlándote de mí, tus tetas suben y bajan con cada salto, los pezones duros y sonrosados —acogió cada seno en la palma de la mano y acarició los pezones con el pulgar lentamente, hasta que estuvieron tal cual los describía—, y en ese momento me abalanzo sobre ti, te atrapo con mi cuerpo tumbándote sobre la cama, te resistes entre risas ciñendo con tus piernas mis caderas. —Deslizó las manos por los costados, acoplando una en las nalgas mientras la otra recorría la grieta entre estas para acabar hundiéndose entre las piernas con la palma descansando en el trasero y los dedos acariciando la vagina por encima de la ropa, presionando la cara interna del muslo y alzándolo hasta que quedó rodeando la cadera masculina, juntando así los genitales de ambos—. ¿Te lo imaginas?

—Sí. —Luka recorrió sus fuertes brazos, le acarició la clavícula y acabó abrazándose a su cuello lamiéndole los labios mientras se pegaba más a él, moviéndose contra su pene endurecido.

—¿Quieres saber qué más he imaginado? —pudo decir antes de que ella le mordisqueara el labio inferior.

—Sí —respondió respirando en su boca, introduciéndole la lengua y acariciándole el paladar.

Alex la acarició mientras la guiaba a través de la habitación hasta la mesa. Paraban a cada segundo para saborearse y acariciarse mutuamente. Si alguien los hubiera visto desde fuera pensaría que estaban bailando con las piernas enredándose y los brazos trabándose unos a otros.

Luka chocó contra la mesa y aprovechó la ocasión para sentarse sobre de ella, abriendo las piernas e instando a Alex para que se acoplara entre ellas, pero él negó con la cabeza y se alejó observándola, deleitándose con la visión de sus labios hinchados y sus pezones visibles a través de la blusa que llevaba puesta.

—No es así como te he imaginado —dijo agarrándola de la cintura para bajarla.

Cuando Luka posó de nuevo los pies en el suelo se vio girada de repente hasta quedar colocada de frente a la mesa. Sus ojos se abrieron de par en par. Se veía reflejada en los espejos que cubrían las paredes.

—Mírate. Eres preciosa.

Tenía el pelo revuelto, los ojos brillantes, la blusa azul celeste que llevaba dejaba bien claro que estaba muy excitada, la parte inferior de su cuerpo era perfectamente visible gracias a que la mesa era de cristal, los pantalones vaqueros, los zapatos bajos… se veía todo y a la vez no se veía nada, porque estaba demasiado cubierta por la ropa.

Vio y a la vez sintió las manos de Alex recorriendo la cintura de sus pantalones, desabrochando el botón e introduciendo la mano, vio el tanga asomando por encima de la muñeca de su amante mientras este recorría el pubis hacia la vulva, vio hundirse la mano y sintió cómo los dedos acariciaban su clítoris dejando un rastro de fuego líquido en todo su cuerpo. Se vio a sí misma abrir las piernas pidiendo más, facilitando la entrada. Oyó sus jadeos cuando la petición le fue concedida. Observó a Alex apoyar los labios en su cuello y lamerla suavemente, le vio cerrar los ojos mientras se pegaba más a ella y friccionaba la polla contra su trasero.

Alex sacó la mano del interior de los pantalones y la fue subiendo lentamente por el abdomen dejando un camino húmedo a su paso. Desabrochó uno a uno los botones de la blusa y se la quitó lentamente, dejando aparecer poco a poco la clavícula, el pecho, los brazos. Recorrió la espalda hasta desabrochar el sujetador y luego lo enganchó entre sus dedos, deslizándolo por los brazos hasta dejarlo caer al suelo.

Luka se miró al espejo de nuevo, vestida solo con los vaqueros se veía perfectamente cada uno de sus michelines, cada una de las pequeñas estrías de su tripita, cada uno de los desperfectos de su figura. Se echó hacia atrás sobresaltada pegándose contra el pecho de Alex. ¡Señor, qué espectáculo estaba dando! Alex la miraba a través del espejo sin perderse un detalle, bebiendo de cada gemido y suspirando por cada trozo de piel que afloraba, buscando la pasión en los rasgos de ella, no el susto ni el arrepentimiento.

—Mírate bien. No te estás viendo como yo te veo —le susurró al oído—, eres muy bella, la mujer más acogedora que he visto jamás. Observa tus brazos, largos y bien formados, perfectos para abarcarme entre ellos. —Deslizó las manos por sus brazos obligándola suavemente a alzarlos hacia atrás, haciendo que le rodearan la nuca, impulsando los pechos hacia fuera al arquear la columna—. Contempla tus pechos, perfectos para mis manos. —Se lo demostró acogiendo uno en cada mano, con las palmas abiertas y los pezones surgiendo entre los dedos índice y corazón; juntó los dedos pellizcando los pezones entre ellos, originando que estos se irguieran a la vez que rayos de deseo recorrían el cuerpo femenino hasta la ingle traspasándole el corazón—. Admira tu abdomen, tu tripita dulce y cómoda, no sabes cuánto deseo reposar mi cabeza sobre ella y mirarte desde esa posición, como hice la primera vez en el hotel… He soñado con ello desde entonces, me he tumbado boca arriba en la cama imaginando que la almohada bajo mi cabeza era en realidad tu tripa. Cerraba los ojos y recordaba tus pechos mientras reposaba sobre ti, saboreaba en sueños el aroma dulce de tu cuerpo… me he masturbado una y otra vez imaginándolo. —Le recorría el abdomen dibujando círculos en el ombligo, acariciando cada estría, bajando hasta el pubis para subir acto seguido y hundir los dedos en la suave piel de su estómago a la vez que presionaba su pene endurecido contra ella—. No se te ocurra decir que no eres perfecta. No se te ocurra siquiera pensarlo, porque te estarías mintiendo a ti misma. Mírame. —Ella lo miró y encontró la verdad en sus ojos—. ¿Crees que te estoy mintiendo? —Alex esperó su respuesta, la mirada franca y serena llena de convicción.

—No.

—¿Cómo eres?

—Preciosa.

—No lo olvides —dijo retirándole el pelo de la nuca para poder besarla allí.

Alex se arrodilló ante ella totalmente vestido, le quitó los zapatos y subió por los tobillos hasta llegar al final de las medias para volver a bajar mientras las iba enrollando hasta deshacerse de ellas. Recorrió con caricias las pantorrillas, la cara interior de las rodillas, los muslos, llegó a la cinturilla de los vaqueros y esas manos suaves y pacientes se introdujeron por debajo de los pantalones y del tanga bajando ambas prendas poco a poco, lamiendo cada rincón de piel que iba apareciendo, saboreando cada recodo, sintiendo en su pene escalofríos de placer con cada beso que depositaba. Cuando la tuvo totalmente desnuda se incorporó hasta quedar de pie tras ella. Luka intentó girarse, pero unas fuertes manos se anclaron en su cintura impidiéndoselo. Se quedó quieta, expectante.

—Es mi fantasía, déjame hacer a mí. —Le acarició con el aliento la nuca.

Apoyó una mano en la espalda femenina y la instó a que se inclinara sobre la mesa hasta tocar con los pezones ardientes el frío cristal. El placer fue instantáneo, un jadeo surgió de los labios de Luka, todo su cuerpo se estremeció. Se miró en el espejo. Tenía los brazos extendidos sobre la mesa, estaba pegada a ella desde la cintura hasta la yema de los dedos. El trasero al aire, en pompa. Las piernas abiertas. Y Alex observando detenidamente todo su cuerpo. Vio cómo se quitaba el jersey y dejaba su fabuloso torso desnudo, pero no hizo intención de deshacerse de más ropa. Ella gruñó, Alex sonrió.

—Ten paciencia —susurró mientras se inclinaba sobre ella.

Apuntaló las manos en la mesa a ambos lados de sus caderas femeninas, presionando la erección enfundada en vaqueros contra su vagina impaciente. Con los ojos cerrados y la cabeza caída Alex gimió deleitándose con la sensual fricción. Pasados unos segundos comenzó a lamer y mordisquear la columna vertebral mientras las manos se deslizaban hasta las nalgas masajeándolas, apretando los dos cachetes entre sí para a continuación recorrer la unión entre ellas hasta encontrar el perineo y masajearlo con los dedos. Siguió recorriendo con labios y dientes toda la longitud de la espalda mientras los dedos se introducían en la vagina, humedeciéndose para a continuación encontrar el clítoris y acariciarlo.

Eran tantas las sensaciones que recorrían el cuerpo de Luka a la vez que apenas podía respirar entre jadeos, pero Alex era implacable. Cuando sus labios llegaron a las nalgas, se entretuvo jugando con ellas, mordiéndolas con ímpetu para luego lamerlas y calmarlas, recorriéndolas con besos ligeros mientras se arrodillaba tras ella con sus ojos a la altura de la vulva. Transitó con la lengua el perineo hasta llegar a la hendidura de la vagina para una vez allí introducirla en ella, lamiendo su jugo, bebiendo con fruición mientras sus dedos hacían milagros con el clítoris, apretándolo y pellizcándolo, recorrió el sexo femenino mordisqueando la zona interior de los muslos, acercándose hasta el clítoris para alejarse sin llegar a tocarlo, introduciendo una y otra vez los dedos en el agujero ardiente.

Luka no podía controlar las sacudidas de placer que recorrían su cuerpo, la espalda se arqueaba, los labios se abrían buscando aire entre jadeos, los pezones se frotaban contra el frío cristal. Estaba a punto.

Alex sintió las primeras contracciones de la vagina en sus dedos y en vez de continuar con el juego, los sacó totalmente mojados y emprendió el camino de retorno al perineo y más allá, hasta encontrar el principio de las nalgas, las sujetó con las palmas y hundió los dedos entre ellas separando ambos cachetes mientras la lengua ascendía por el perineo para a continuación comenzar a recorrer lentamente el canal entre ellas. Luka se tensó bajo la caricia prohibida.

—Tranquila, si quieres lo dejo —dijo respirando agitadamente.

—No… no. —Sintió su aliento sobre el ano y un estremecimiento hizo mella en ella— continúa, pero…

—Cuando digas basta, paro. Tranquila, no voy a hacer nada, ni siquiera me acercaré, solo quiero jugar un poco.

—Adelante —asintió dudando ante el placer proscrito.

Alex deslizó la lengua por la grieta entre las nalgas evitando certeramente el rosado orificio mientras sus dedos volvían a masajear el clítoris.

Luka sentía la suave y húmeda caricia transitando desde la vulva hasta el coxis una y otra vez, rodeando el anillo de músculos formado por el ano sin llegar jamás a tocarlo. Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo mandaban señales ígneas a su cerebro haciendo temblar cada centímetro de su piel.

—Súbete a la mesa —le oyó decir entre el estruendo de su jadeos.

Alex pasó una mano por su cintura y tiró hasta incorporarla, Luka se dejó hacer desmadejada, con sus dedos escurriéndose a lo largo del cristal hasta quedar posados en el borde.

—Échate hacia atrás y apoya tu espalda en mi pecho ordenó él.

Luka obedeció y Alex la agarró por la cintura levantándola a pulso como si no pesara nada a la vez que la hacía ascender deslizándola por el pecho, las piernas colocadas a ambos lados de los muslos masculinos. Cuando Luka sintió que se le acababa el apoyo aferró las muñecas de Alex y mantuvo el equilibrio con los brazos tensos hasta notar el cristal bajo las plantas de sus pies. Estaba de pie sobre el cristal «pisable» de la mesa.

—Ponte a gatas.

Luka posó rodillas y manos en el vidrio y levantó la mirada al percibir un movimiento frente a ella. Era su reflejo en el espejo. Se veía totalmente salvaje en esa postura. El cabello cayendo sobre sus hombros, los pezones erectos sobresaliendo entre los largos mechones y Alex detrás de ella observándola como si fuese lo más preciado del mundo. Lo vio pisarse las deportivas hasta quitárselas, observó los movimientos rápidos y nerviosos que hacían sus manos mientras se desabrochaba y quitaba los pantalones sin dejar de mirarla ni un momento. Vio aparecer su pene erecto, terso e inhiesto, el glande hinchado y encarnado llorando lágrimas de semen. Lo vio acariciarse con la palma de la mano por toda su longitud a la vez que presionaba en su espalda con la mano libre instándola para que la arqueara y para que elevara las nalgas, y así luego abandonar el masaje de su polla ansiosa y colocar ambas manos en el interior de los muslos femeninos trazando el sendero de la vulva, pasando los pulgares por el canal entre las nalgas separándolas mientras el resto de los dedos abrían la vagina.

—Te ves exquisita desde aquí. Ojalá pudieras verte como yo lo hago.

Una de las manos abandonó su puesto para dirigir el impaciente pene a la entrada de la vagina, una vez ubicado empujó poderosamente, hundiéndose por completo en ella. Un gemido asomó a los labios de ambos. Se retiró lentamente hasta dejar el glande apoyado en la entrada y embistió para a continuación quedarse muy quieto dentro de ella. La asió por las caderas obligándola a balancearse sobre él, adelante y atrás una y otra vez, haciendo que su polla entrara y saliera de ella con un ritmo lento al principio que luego fue incrementando su velocidad. Alex acompañó los movimientos presionando contra ella cuando chocaban los genitales e intentando seguirla cuando se separaban. Movió una mano hacia las nalgas y recorrió con el pulgar el ano, tocando el centro del orificio con la punta del dedo, presionando rítmicamente pero sin introducirlo mientras su otra mano bajaba por el pubis hasta el clítoris, pellizcándolo y frotándolo sin piedad. La respiración de ambos se aceleró, los jadeos apenas les permitían respirar, la sangre latía con fuerza por sus venas, el calor recorría su cuerpo instalándose en los genitales.

Alex sintió la vagina comprimiéndole el pene en espasmos arrítmicos y sin ser consciente de ello bombeó con más potencia casi al límite de la razón; se corrió con fuerza mientras Luka emitía un jadeo que se convirtió en grito y le extrajo hasta la última gota de semen con las contracciones de su orgasmo.

Luka acabó desmadejada sobre el cristal, Alex se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo.

Pasado un momento, Luka recuperó las fuerzas suficientes para sentarse sobre la mesa y observar a su alrededor.

—Mmh, creo que le acabo de encontrar la utilidad a esta mesa —comentó como quien no quiere la cosa.

—Ya te lo dije —respondió la voz de Alex desde el suelo.

—Pero sigo pensando que tal cual lo has montado es poco práctico. —Bajó de un salto de la mesa.

—¿Qué? —Alex levantó la cabeza, intrigado… ¿poco práctico? ¡Después de lo que habían experimentado le parecía poco práctico!

—Y seguimos teniendo demasiados despistes —continuó Luka sin hacerle caso, de pie frente a él mirándole con los ojos entornados, pensativa.

—¿Despistes? —¿De qué narices estaba hablando?

—A ver, primer despiste: no te has puesto condón. —Alzó un dedo—. Segundo despiste: no te has corrido fuera. —Alzó otro dedo—. Tercer despiste: se me han olvidado el primero y el segundo despistes y al sentarme se me ha salido todo el semen y he puesto perdido el cristal de la mesa. —Alzó el tercer dedo mientras fruncía los labios.

—Vaya.

—Exacto. Si hubiera un aseo aquí podría lavarme en un momento pero como no lo hay, tengo que bajar por las escaleras desnuda y goteando entre los muslos… Por si fuera poco, tú —dijo señalando hacia el trasero desnudo de Alex— estás sentado sobre el parquet, desnudo y sudoroso, así que lo estas manchando de lo lindo… claro, que como no hay sillas no tienes la opción de sentarte en una. —Lo miraba sonriendo pícara—. Así que míranos… —dijo poniéndose en cuclillas para quedar a la altura de Alex—: Aquí estamos, sucios y pringosos sin un mal trapo con el que limpiarnos porque a ti y a tu desocupado cerebro masculino no se os ha ocurrido montar todo este tinglado abajo, cerca de un baño —comentó dándole golpecitos con el puño en la cabeza, como comprobando si estaba hueca—. ¿Y ahora qué hacemos?

—Pues yo y mi desocupado cerebro no tenemos ni la más remota idea, por lo que esperamos que tú y tu cerebro repleto de ideas nos deis una solución —comentó él aún sentado en el suelo.

—Pues bien, solo se me ocurre una idea… —respondió poniéndose en pie a la vez que sonreía y alzaba varias veces las cejas.

—¿Cuál?

—¡Tonto el último!

Y salió corriendo como alma que lleva el diablo en dirección a las escaleras. Alex apenas tardó un segundo en correr tras ella. Las carcajadas de los dos retumbaban en el piso vacío mientras Luka entraba a la carrera en la imponente ducha de hidromasaje con Alex pisándole los talones.

—Ah, se siente. He llegado primero —dijo cerrándole la mampara en las narices.

—Y un cuerno.

Alex la abrió de nuevo, se introdujo en la ducha y aprovechó los chorros del agua en su beneficio… iba a ser una noche muy larga… y divertida.