PERROS DE PAJA: UNO CONTRA TODOS

Daniel Melnick tenía en propiedad los derechos de adaptación de una novela titulada The siege at Trencher’s farm, del escritor escocés Gordon M. Williams, y estaba dispuesto a producirla con Martin Baum, el jefe de la ABC Pictures. Un primer guión se le encargó a David Zelag Goodman, pero su trabajo no convenció a Baum y Peckinpah fue contratado para reescribirlo junto a Goodman y dirigir la película por 200.000 dólares. Sam había comentado en más de una ocasión que no volvería a dirigir una película tan violenta como Grupo salvaje, pero parece ser que esta vez la elección le pareció adecuada para su carrera. Una noche de borrachera le confesó a un amigo: «¿Que quieren ver cerebros salir disparados? Pues yo se los daré».

En agosto de 1970 tenía a punto una primera y estupenda reescritura del guión que incluía varios cambios en la adaptación, entre otras cosas rejuveneció a la pareja protagonista y se deshizo de su hija. Aún siguieron diversas revisiones durante los cuatro meses siguientes y luego vino el cambio de título. Baum estaba convencido de que el título de la novela, El asedio a la granja Trencher, le sonaría a la gente a western, así que Sam bautizó la película Perros de paja, tomando un pasaje de El libro de los 5.000 caracteres, del filósofo chino Lao Tzu, que aseguraba que el Cielo y la Tierra son implacables y tratan a sus criaturas como a perros de paja. Estupendo.

Entre los nombres que surgieron para el personaje de David Sumner estaban los de Beau Bridges, Stacy Keach, Sidney Poitier, Jack Nicholson o Donald Sutherland, antes de que se decidiera contratar a Dustin Hoffman por 600.000 dólares. La película se había planteado como producto modesto, pero la firma de la estrella garantizaba muchas cosas y el presupuesto se dobló de 1.070.221 dólares a 2.117.263 y se le adjudicaron sesenta y un días de rodaje en Inglaterra, en St. Buryan, en la península de Cornwall. La actriz seleccionada para el papel de Amy, consideradas Judy Geeson, Jacqueline Bisset, Diana Rigg, Helen Mirren, Carol While, Hayley Mills y Charlotte Rampling, fue la joven veinteañera Susan George, una intérprete poco destacada con experiencia en la televisión y algún papel sexy en películas inglesas. La chica firmó por doce semanas de trabajo con un salario de 10.000 dólares semanales.

Si algo preocupó verdaderamente a los inversores cuando empezó el rodaje de Perros de paja fue el alcoholismo desaforado de que hacía gala Sam. En cierta ocasión, a dos semanas del comienzo, Ken Hutchinson estaba durmiendo, más que nada por superadas ampliamente las tres de la madrugada y porque al día siguiente tenía que interpretar varias escenas. De pronto la puerta de su habitación en el hotel se abrió de un golpe y apareció Sam con una cinta de indio en la cabeza, un poncho mejicano y una botella de tequila en la mano: «Hermano perro, vámonos a ver el mar». La hora, la tormenta que estaba cayendo y las excusas de Ken no sirvieron de nada, y el actor condujo su coche hasta Land’s End, en donde se sentaron a escuchar el mar, bebieron tequila y Sam le enseñó la letra del «Butterfly mornings», una de las canciones de La balada de Cable Hogue. Pese a las inclemencias del tiempo y todo lo demás, Hutchinson confesó no haber sido tan feliz como entonces en toda su vida. El actor hizo amistad con el director y continuamente se les podía encontrar enzarzados en feroces «luchas indias» en los pasillos del hotel o en cualquier otra parte. Un corte en el brazo con unos cristales durante una de esas peleas entrañables llevó a Hutchinson al hospital (otro brazo accidentado fue el de T.P. McKenna, que aparece en la película en cabestrillo a causa de una borrachera con bronca final de las que organizaba el director). Los días siguientes a la escapada nocturna Sam se presentó al rodaje totalmente destrozado, incapaz de dar pie con bola. El productor se planteó cancelar la película ante semejante caos, pero antes hizo visitar a Sam por un médico, que le diagnosticó una neumonía como un piano y lo hizo hospitalizar de inmediato. Su contrato fue paralizado circunstancialmente y Dustin Hoffman sugirió que fuese sustituido en la dirección por Peter Yates. «Fue una experiencia muy dura —decía Hoffman después—, pero me gustó trabajar con él. Tenía la espontaneidad de un niño». Baum voló a Londres y visitó al enfermo para darle un ultimátum amistoso y casi lastimero. A los cinco días Sam abandonó el hospital (no dejó de beber, pero rebajó sus dosis), en donde le habían administrado, entre otras cosas, inyecciones de vitamina B12 que restauraban todos los nutrientes que el alcohol había quemado en su organismo. Quedó tan impresionado por los efectos de las vitaminas que se las llevó consigo y durante los siguientes siete años estuvo inyectándose diariamente.

La violencia de Perros de paja, tan cacareada después, estallaba en la historia tras la violación de la protagonista, una escena que Susan George decidió no interpretar en un momento ya avanzado de la producción. Así lo comunicó al productor y luego al director. Susan aseguró no creerse capaz de hacerlo, no sabía lo que Peckinpah le pediría a la hora de la verdad y se sentía aterrorizada. Tras varias conversaciones y discusiones fuertes le pidió claramente a Sam que le dijese exactamente lo que quería de ella en esa escena. Sam escribió algo en un trozo de papel y se lo dio a la chica: «Ojalá nunca me hubiese escrito aquello. Era espantoso, horrendo». Susan le respondió que ella no podía cumplir con lo que le pedía y propuso expresarlo todo con sus ojos y con algunos movimientos corporales. Así quedó el trato: si la propuesta de Susan daba resultado, todo arreglado. El primer día que se filmaba la escena Sam se plantó de piernas cruzadas en el suelo frente al sofá en donde sucedía el hecho. No le dirigió la palabra a Susan durante el tiempo que dedicaron a esa escena, limitándose a provocar a Del Henney con frases que ofendían sus capacidades amatorias. Después de visionar las tomas (sin permitir que Susan accediese a la sala) Sam le tomó la mano a su actriz y le dijo: «Lo has conseguido, pequeña». Susan recuerda que cuando se filmó la violación Hoffman no apareció por allí y que al día siguiente la trató como si ella le hubiera sido infiel. La relación amistosa que mantenían y que en los ensayos llegó a propiciar algunos diálogos espontáneos entre ellos que luego se utilizaron en la película, se enfrió desde aquel momento y Hoffman se mantuvo cada vez más distante.

El 29 de abril de 1971, tras sesenta y seis intensas jornadas, se terminó de rodar Perros de paja. Para el montaje Peckinpah se rodeó de un equipo formado por Tony Lawson, Paul Davies, Roger Spottiswoode y Bob Wolfe. La película, que inauguró antes del título el significativo epígrafe Sam Peckinpah’s…, costó 3.251.794 dólares y se preestreno en San Francisco con el previsible revuelo: un tercio de la audiencia la tachó de obscena y abandonó la sala antes del final, y Melnick aguantó que un tipo bajito e irritado le llamase a la cara roñoso y podrido pornógrafo, entre otros sutiles calificativos. Entendida como una celebración de la ultraviolencia y el fascismo por algunos espectadores y como una señal de alerta sobre la violencia intrínseca al ser humano por otros, el mismo Peckinpah se pronunció de las dos maneras en diferentes declaraciones, llegando a utilizar, a veces, las dos interpretaciones en una misma entrevista para absoluta confusión pública y corrosión de conciencias cinéfilas acomplejadas: como tiene que ser. Time y Newsweek calificaron la película de brillante, mientras The Atlantic, Variety, The New York Times, Life y The New Yorker lo hacían de fascista y misógina. La popularidad alcanzada por el nombre del realizador mereció un sketch en el show televisivo de los Monty Python en el que, con el título de «Sam Peckinpah’s versión of Salad Days», se mostraba una elegante fiesta en la campiña inglesa que se transformaba en un absurdo baño de sangre a cámara lenta. Censurada y cortada en varios países, en España fue desprovista de casi un cuarto de hora que incluía la segunda violación, aunque no la presencia del violador. El incomprensible corte de metraje (probablemente debido a que la segunda violación se entendía contra natura) mereció las protestas indignadas de Susan George cuando visitó nuestro país para presentar la cinta.

Perros de paja, el primer film de Peckinpah que se desmarcaba del género western.

RECURSOS EMOCIONALES O SOLO LAS TONTAS SE ENAMORAN

Sam con Katy Haber

Antes de pasar a su siguiente trabajo, mantengámonos en Londres durante unas líneas para conocer a otras dos mujeres importantes en la vida de Sam: Katy Haber y Joie Gould. La primera entró a trabajar en Perros de paja como secretaria de producción (la séptima, ya que las anteriores no pudieron soportar al bueno de Sam: «no entendían mi letra», decía él). Katy era una voluptuosa (así la han descrito los cronistas) chica de 26 años nacida en Londres con ascendencia judía de Checoslovaquia. La primera vez que leyó el guión de la película se asustó al llegar a la escena de la violación y creyó estar trabajando para Jack el Destripador, pero Sam le hizo unos cariñitos, le dijo cosas preciosas y Katy se dejó deslumbrar y pasó a convertirse en la mano derecha del genio. Joie Gould era la secretaria de Ken Hyman, con la que Sam mantenía una de sus aventuras. El personaje de Amy en la película era clavado a Joie Gould hasta en su forma de vestir. Cuando Joie leyó el texto comentó que el personaje de la chica era horrible, «no tiene ni una sola cualidad que la redima, ¿por qué David se casó con ella?». Sam le propuso que intentase reescribir alguna escena para hacer el personaje más agradable, pero cuando Joie le mostró lo que había escrito el realizador lo rechazó juzgándolo «demasiado sentimental». En un arrebato de esos que se tienen con las mujeres Sam le propuso interpretar ella el papel, pero cuando la chica se presentó al casting y todos descubrieron su potencial interpretativo, el cineasta se echó atrás; según comentaba más tarde Joie, «la reacción positiva de todo el mundo le creó ansiedad, creo que nunca se planteó en serio que yo pudiese hacer el papel y cuando vio una posibilidad real se alarmó». Que Joie hubiese hecho la película habría representado para él en ese momento una especie de infidelidad, así que el asunto se dejó correr. Katy Haber sufrió una primera herida grave cuando una mañana de rodaje fue a despertar a Sam y se lo encontró revuelto entre las sábanas con Joie. Pronto Katy asumió que Sam era así y estuvo con él los siguientes siete años, asegurando después haber sido una de las personas más importantes en la vida de Sam, aunque a él le costase reconocerlo, «él no quería que una mujer le controlase la vida, no quería que nadie le controlase la vida». Melissa Peckinpah, una de las hijas del director, describió la relación como una de las más disfuncionales que ella había visto nunca. «Después del affair con Joie, Papá trataba a Katy más como una criada que como una novia. Ella era para él un recurso emocional».