7 El urbanista Norberto di Spagnuolo me cuenta que la división del espacio según las clases sociales es un fenómeno de las capitales europeas, y que en Madrid, durante la Restauración o Regeneracionismo, las Sociedades de la Vivienda Benéfica (beneficencia ilustrada mezclada a veces con socialismo utópico), regentadas por la clase alta («señoras ociosas con dinero»), cuando aún quedaba espacio en la llamada «cerca de Madrid» («antigua muralla real y luego muralla social», según Di Spagnuolo), planearon el desarrollo de viviendas en buenos pero nunca excelentes lugares de la ciudad, y también que el espacio vertical estuviera ordenado según las categorías sociales y sus poderes económicos. La finalidad de tal división era atajar las revueltas obreras, y para ello llegó a alojarse al empleado en la casa del patrón (planta baja: porteros y servicios; principal: los más pudientes y/o dueños del edificio; entresuelo: segundos en categoría; 1.º: clases medias formadas, profesores, intelectuales, altos empleados; a partir del altillo: servidores de las casas principales y artesanos. Cada piso tenía su tamaño y valor respectivo, su altura, su decoración externa y su vindicación en la fachada). Al parecer, se temían las consecuencias de la 1.ª Internacional, y la solución fue intercalar al proletariado entre las clases medias y medias-altas por ordenación vertical y tamaño residencial —Argüelles, La Latina y parte del Centro serían buenos ejemplos de esto—. También me cuenta Di Spagnuolo que con la República llegó el Ministerio de la Vivienda, que se decidió por las separaciones horizontales, y que luego el ministerio franquista siguió esa línea, endureciendo los repartos horizontales por barrios y distritos.<<