CON MIEDO EN EL CUERPO

(unas palabras a modo de prólogo)

Un poco de historia

En 1987, fecha en que Valdemar inició, con más ilusión que otra cosa, su ya larga andadura, aún no eran frecuentes los ordenadores en las oficinas. El nuestro, un IBM XT de más de cinco kilos de peso y un precio próximo a los 5000 euros de hoy, tardaba más de dos horas en hacer la revisión ortográfica automática de una novela de 250 páginas. En aquel entonces hacíamos un poco de todo, traducíamos y corregíamos nosotros mismos algunos de nuestros libros, y aprendimos el noble oficio de la edición a trompicones, de un modo autodidacta, superando errores y múltiples escollos. Producir libros no era técnicamente tan fácil como ahora. Corregíamos pruebas en ristras de papel impreso por una impresora matricial de tinta, donde los textos estaban sembrados de comandos muy parecidos a los que se emplean todavía hoy en el lenguaje html para indicar cursivas, sangrías de párrafos, alineaciones, etc. Las cubiertas las montábamos en una mesa a base de Letraset y pegando los elementos como si fueran cromos. Pero la vocación, llámese voluntad, especialmente cuando uno es joven, se cree capaz de superar todas las deficiencias y obstáculos que se va encontrando en el camino a su objetivo. Y el nuestro era poder vivir de algo que constituía una de nuestras mayores aficiones: los libros; poder vivir de publicar libros. Pero también nos habíamos impuesto unas condiciones a las que no queríamos renunciar: hacer los libros con la máxima calidad que nos permitiesen nuestros escasos medios; no publicar atendiendo exclusivamente a criterios comerciales (lo cual nos ha dado muchos quebraderos económicos), sino mantenernos firmes en nuestra línea editorial, alejados de modas literarias, tendencias gráficas, imposiciones de mercado, etc., como norma de respeto hacia nosotros mismos y nuestros seguidores. En eso hemos estado los últimos 25 años.

Había que empezar por algún lado, así que en enero de 1987 Valdemar se da a conocer al público lector español con La rebelión de los ángeles, de Anatole France, y La puerta abierta, de Margaret Oliphant, primeros títulos de la recién creada colección Tiempo Cero (nombre muy apropiado para aquel momento). Ese fue nuestro estreno. La colección llegaría a los 34 títulos con autores conocidos, como Arthur Conan Doyle, H.G. Wells, Ambrose Bierce, Horacio Quiroga o H.P. Lovecraft, y otros no tan conocidos, como Oscar Panizza, George Rodenbach, Roland Topor, Villiers de L’Isle Adam o W.H. Hodgson. Tres años después, a Tiempo Cero le salieron dos hermanas, a cual más peculiar: la colección Los Archivos de Baker Street, dedicada a dar a conocer los más destacados pastiches o remakes contemporáneos del genial Sherlock Holmes; y Weird SF, colección creada para poner al alcance de los aficionados las obras más destacadas de los autores pioneros de la Ciencia Ficción, serie dirigida por un debutante Jesús Palacios, colaborador asiduo e imprescindible de Valdemar desde entonces y durante estos 25 años. Ninguna de estas colecciones existe en la actualidad.

Nuestro ritmo de publicaciones por aquel entonces no llegaba ni a una novedad al mes, por lo que nuestros ingresos no nos permitían alcanzar un nivel plenamente profesional en el mundo de la edición. En esta situación crítica nos planteamos el dilema de la siguiente manera: o lo dejamos en este punto y nos llevamos el bagaje de una interesante experiencia editorial, o nos liamos la manta a la cabeza y empezamos a producir títulos de forma regular y suficiente para las múltiples necesidades que tiene cualquier sello editorial: pongamos… un par de novedades al mes. Fue entonces (1991), en ese turning point, cuando surgió la idea de una colección, la colección Gótica, dedicada a la novela gótica y a los autores clásicos del terror, que aún permanece abierta y que se ha convertido a lo largo de los años en uno de los signos de identidad más conocidos y perdurables de Valdemar, consolidándose además como la colección de referencia en el género. Los primeros títulos, Los episodios de Vathek, de William Beckford, Klosterheim o la máscara, de Thomas de Quincey, Los misterios de Udolfo, de Ann Radcliffe y El monje, de M.G. Lewis (en traducción de Francisco Torres Oliver, todo un referente en el género), tuvieron una venta lenta e irregular. No obstante, la colección fue asentándose y cosechando adeptos irreductibles de forma que en diciembre de este aciago 2012 aparecerá Noctuario, de Thomas Ligotti, número 90 de la colección.

Al tiempo, Valdemar decidió diversificar su oferta y creó la colección Avatares (junto con la Gótica, la más longeva de la editorial), dedicada a las «Biografías, Memorias, Viajes, Aventuras y Literatura General» y destinada en principio a un público más amplio. Sus primeros títulos: En los mares del Sur (un libro de memorias y viajes), de R.L. Stevenson, El libro de Lovecraft (novela con HPL de protagonista), de R.A. Lupoff, Lovecraft, una biografía, de L. Sprague de Camp, y Confesiones de un artista de mierda, una peculiar novela de Phillip K. Dick, evidenciaban nuestra querencia por los autores de género.

Fueron años ciertamente difíciles: no es fácil dar a conocer y asentar una editorial nueva entre los lectores y libreros españoles, especialmente si no se cuenta con apoyo financiero como era nuestro caso. Ante la falta de un fondo de catálogo suficiente, el fracaso comercial de un solo título podía poner en riesgo la continuidad de la editorial. Era como jugar a la ruleta rusa, era divertido e intenso.

Tras estos primeros siete años de travesía, en 1994 surge la idea de crear una colección de bolsillo (El Club Diógenes, un nuevo guiño a los aficionados, como bien sabrán los sherlockianos), abierta a todos los géneros, de mayor ritmo y difusión gracias a su menor coste y precio, destinada a los lectores más jóvenes y/o con menos capacidad adquisitiva. El Club Diógenes, que hoy supera los trescientos títulos, es otro de los pilares fundamentales en los que se apoya la supervivencia de la editorial. La colección El Club Diógenes, de la que en aquellos años publicábamos unas dos novedades al mes, nos proporcionó estabilidad, un suelo, una base sobre la que crecer y diversificarse. Nuestra «especialidad» en literatura fantástica y de terror pierde algo de peso dentro del catálogo de Valdemar en favor de otras líneas editoriales. Surge Planeta Maldito (colección dedicada a textos malditos, libertinos, surrealistas y marginales) de una forma espontánea, con la idea de dar continuidad a un libro provocador e inclasificable, Conos, de Juan Manuel de Prada, que publicamos en 1996 con gran éxito, como título «fuera de colección». Planeta Maldito albergaría textos de Sade, Apollinaire, Wilde, Panero, Barón Corvo… Un año más tarde lanzamos una colección de narrativa histórica (Valdemar/Histórica), dirigida por Alfredo Lara (otro de los colaboradores imprescindibles de la editorial), centrada especialmente en autores clásicos del siglo XIX y principios del XX.

El último año del siglo XX Valdemar da un salto cualitativo al inaugurar una colección de clásicos universales modernos y contemporáneos, en ediciones cuidadas y críticas (Valdemar/Clásicos) con el primer tomo (de tres) de A la busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, cuyos derechos habían entrado unos años antes en el dominio público. Hasta entonces, la edición en siete volúmenes de bolsillo de Alianza Editorial había gozado durante décadas de una cierta exclusividad, pero ahora se abría una puerta para la incorporación de notas y criterios filológicos y de traducción más modernos que mejorarían notablemente el texto. Esa era la idea, comentada y compartida con Mauro Armiño, traductor, crítico teatral, experto en cultura francesa y con dos Premios Nacionales de Traducción en su haber. El proyecto asustaba, ciertamente: la traducción de la obra completa y la elaboración de miles de notas, índices, introducciones y otros materiales críticos no podría llevar al traductor más voluntarioso menos de cinco años de arduo trabajo. Mauro había traducido ya cerca de una veintena de obras para Valdemar, pero nunca antes nos habíamos enfrentado a una edición tan compleja y extensa. A pesar del riesgo asumido, todo salió bien, la edición recibió buenas críticas y poco a poco se fue convirtiendo en la edición de referencia de la magna obra de Proust en nuestro país. Al año siguiente el Ministerio de Cultura español otorgó el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial a Valdemar, y en esta decisión tal vez tuvo algún peso el esfuerzo titánico y la valentía a la hora de abordar la edición de este clásico del siglo XX. También en 2001, para completar la diversificación de líneas editoriales que nos habíamos propuesto años antes ante el temor de vernos constreñidos al reducido círculo de aficionados a la literatura fantástica y de terror, se presentó en las librerías españolas la colección Intempestivas, dedicada a textos de no-ficción (ensayos, filosofía, historia de la cultura, etc.), pero desde una óptica fundamentalmente polémica, provocadora y contracultural, con autores como Camile Paglia, Aleister Crowley, Adam Parfrey y otros.

Finalmente, y para no aburrir más a los lectores, cabe destacar otro hecho relevante en la historia de la editorial ocurrido en los últimos años, pero este sí relacionado con la literatura de terror (con todo, nuestro palo favorito). En 2005 aparece en la colección Gótica el primer tomo (de dos) de la narrativa completa de un autor fetiche y maestro de escritores de terror, H.P. Lovecraft, en edición crítica a cargo de Juan Antonio Molina Foix, editor, traductor y colaborador asiduo de Valdemar, así como editor literario y traductor de la serie Sherlock Holmes/El Canon, edición crítica y erudita (y para muchos la edición definitiva) de las historias completas originales del genial detective.

Pero no acaba aquí la historia… como demuestra el hecho de que en 2011 lanzamos (de la mano de Alfredo Lara) una nueva colección, la colección Frontera, que alberga y albergará los grandes clásicos de un género no demasiado prestigiado en nuestro país: el western.

(continuará)