EDITORIAL
LA SF COMO SUBGÉNERO
Desde estas (y otras) páginas hemos defendido tantas veces la validez e importancia de la SF como manifestación cultural específica de nuestra era tecnológica, que parece contradictorio que hablemos de pronto de la SF como subgénero. Pero la plena comprensión de un fenómeno cultural exige analizar no sólo sus aspectos más válidos, sino también su manipulación comercial y los subproductos resultantes de su degradación.
A este respecto, hay que señalar que una de las principales causas del generalizado desprestigio de la SF es su habitual degradación a nivel de imagen (cine, comic). Resulta paradójico que una manifestación cultural propia de nuestra época se haya adaptado peor que otras a los nuevos medios de comunicación. Mientras que la narrativa testimonial, el humor, el relato histórico o incluso el surrealismo han encontrado en el cine una inmensa ampliación de sus posibilidades, dando lugar a innumerables obras de calidad, la buena SF sigue estando casi exclusivamente en los libros.
Hay excepciones, por supuesto, pero en una proporción realmente ridícula; cada vez que me piden que dé una relación de buenas películas de SF, me ponen en un aprieto. El cine de SF (y lo mismo puede decirse del comic) por lo general se limita a utilizar los elementos meramente formales del género, para suministrar una ambientación insólita y unos decorados efectistas a las tramas más tópicas.
Esta trivialización resulta especialmente obvia en algunas adaptaciones cinematográficas de novelas de SF, al comparar la obra literaria con su versión fílmica. En El último hombre... vivo (enigmático título hispánico, con puntos suspensivos y todo, de Omega man) tenemos un ejemplo claro y reciente: basado en la excelente novela de Matheson Soy leyenda (Minotauro), el film ha recogido únicamente los aspectos anecdóticos de la narración, dando lugar a un convencional relato de aventuras en el que algunos aciertos cinematográficos no compensan la topicidad del planteamiento.
En la serie de películas «de simios», que tanto éxito comercial están teniendo, vemos el mismo proceso, aunque en dos etapas: a partir de una novela interesante (mejor dicho, basada en una idea interesante, pues en conjunto la novela es más bien floja), El planeta de los simios, de Pierre Boulle, se realizó el homónimo film, bastante mejor que la narración; pero, vistas las posibilidades comerciales del tema, no tardó en aparecer una «segunda parte» —Regreso al planeta de los simios— en la que los mismos elementos (personajes, decorados, actores) del primer film son utilizados para producir una tópica cinta «de intriga y acción» (bastante mala, por cierto). La tercera y la cuarta, que no he visto, es de temer que sigan en la misma línea.
En algunas (muy pocas) ocasiones, sin embargo —y ahí es donde se entrevén las inmensas posibilidades del cine de SF— a partir de una narración mediocre se obtiene un buen film. Es el caso, como ya he señalado, de El planeta de los simios. Es el caso de 2001, pues la cinta de Kubrick es infinitamente más interesante que la anodina novela que Clarke escribió simultáneamente a la realización de aquélla. Y es el caso de La amenaza de Andrómeda, recientemente estrenada (la película) y reeditada (la novela: Bruguera, colección «Libro Amigo») en España, donde la pericia de Wise (el realizador del inolvidable Ultimátum a la Tierra) ha convertido una novela artificiosa, prolija y básicamente conformista (el típico best-seller prefabricado) en un film tenso, absorbente y de intención polémica. La ambientación del superlaboratorio en el que se desarrolla la mayor parte de la acción es de las más serias y eficaces que he visto, en el sentido de que cumple perfectamente su función de enfrentar al espectador con la tecnología avanzada, sus posibilidades y los riesgos derivados de su manipulación por las clases dominantes.
Este tipo de films, en los que la traducción de la idea en términos audiovisuales supone un enriquecimiento de la misma, son los que señalan el camino de un auténtico cine de SF, aún en mantillas.
Porque mientras los temas y símbolos de la SF sigan utilizándose para realizar westerns camuflados, insoportables series de TV para retrasados mentales e historietas como las que circulan por nuestro país (aunque sea en edición de lujo), habrá que seguir hablando, y sobre todo a nivel de imagen, de la SF como subgénero.