16

 

 

 

Las lágrimas continuadas sumieron a Paula en un sueño ligero, atormentada por el recuerdo que no deseaba revivir pero que estaba ahí.

Había llorado, gritado, y se había enfadado porque él no había ido a buscarla dejando claro que ella no merecía la pena… Había pasado el tiempo pendiente del reloj y, cuando había llegado la hora a la que debería haber estado esperando para ser la elegida, se rindió.

Sería muy fácil para Sash… para el Herr buscarle sustituta en una habitación llena de copias de ella. De hecho, Paula era una burda imitación de la original, nunca tendría ese estilo, esa clase ni esa seguridad al comportarse. Ella lo había tenido todo de él: amor, deseo, respeto… y, una vez que no lo quiso, lo dejó libre, pero se le olvidó devolverle su corazón.

Así pues, se revolvía inquieta en su duermevela cuando un sonido incansable martilleó en sus oídos. ¿Qué sería?

Decidió ignorarlo y tratar de entrar en un sopor profundo que se llevase parte del dolor, pero el sonido persistía.

Parpadeó y bostezó intentando concentrarse lo bastante para saber qué producía ese ruido, hasta que se percató de que era el timbre de la puerta. Alguien llamaba.

Se quedó inmóvil. Por un instante acarició la idea de que pudiese ser él, de que lo hubiese dejado todo por ella, de que se hubiese dado cuenta de que era algo más que sexo…, pero no deseaba engañarse con imposibles. Hacía ya rato que la elección habría acabado, ahora mismo estaría con la afortunada que hubiese decidido quedarse para sí esa noche. Quizá ni siquiera se había percatado de que la elegida no era ella bajo la máscara…, ¿qué importancia tenía?

Se levantó a abrir la puerta, que no dejaba de molestarla, y, al hacerlo, se encontró con un desconocido. Su mirada gris era acerada, fría como su comportamiento, y provocó un escalofrío en el cuerpo de Paula. No de placer o excitación, sino de miedo. La misma mirada que tenía su padrastro el día que había decidido tratar de abusar de ella.

—¿Quién es…? —trató de preguntar.

Pero su voz se vio interrumpida por el cuerpo del hombre, que la atrapó por la cintura y acalló sus gritos con una de sus manos sobre su boca. La tenía presa.

Un pánico ya conocido se introdujo en su cuerpo despertando viejos horrores, recordando antiguos miedos…

Paula pataleó todo lo fuerte que pudo, pero no fue capaz de revolverse entre los grandes brazos del hombre.

¿Sería el castigo de Sasha por incumplir el contrato?

No quería pensar que Sasha estuviese involucrado; ella no era lo suficientemente importante para él como para que se tomase tal molestia.

Trató de morder la mano del hombre, que apretaba fuerte su boca y su nariz, impidiéndole respirar, haciéndole sentir que le faltaba el aire, y las lágrimas afloraron de nuevo.

Ese hombre iba a hacerle daño, quizá iba a terminar con su vida. Sólo deseaba que al menos no la violase antes de matarla. No soportaría que ningún otro estuviese dentro de ella, quería que el recuerdo de Sasha permaneciese para siempre, el único hombre que había logrado hacerle sentir…

El extraño hombre de mirada fría la tiró sobre la cama y sacó un arma de sus pantalones. Con un gesto de su gran mano le indicó que no hiciese ningún ruido, y Paula obedeció. Era consciente de que, si no hacía lo que le ordenaba, iba a perder la vida en ese momento. Aunque, ¿qué sentido tenía alargar el final?

Caminó despacio hasta colocarse más cerca de ella.

—Desnúdate, puta —espetó.

—No —contestó sin pensarlo.

—Entonces, primero te mataré y después te follaré. No me importa si estás respirando o no.

Paula pudo ver en los ojos del hombre que no bromeaba, que iba a ensuciar su cuerpo con sus manos, su boca y su polla, y la sacudió una arcada de asco que no fue capaz de controlar.

Si iba a tener que padecer esa intrusión, prefería estar muerta.

Se levantó de la cama y se quedó de pie frente a él.

—Si me quieres, acaba conmigo primero. No voy a dejar que me violes mientras esté consciente.

—Como prefieras. Él no merece tanto la pena —masculló con su acento cargado de erres—. No sé por qué perdéis la cabeza de esa manera por él.

—Para mí, sí, he sido sólo suya. Y no seré de ninguno más, así que date prisa y dispara.

 

 

Sasha no podía creer lo que sucedía. Al llegar al que suponía que era el apartamento de Paula, la puerta estaba abierta y, al entrar, se había topado con ese hombre que la apuntaba con el arma.

Las palabras que Paula pronunciaba lograron que su corazón paralizado desde hacía mucho tiempo comenzase a latir con furia.

Se abalanzó sobre el hombre que amenazaba a la mujer de la que se había enamorado, la que había logrado que el agujero en su pecho de nuevo estuviese ocupado por un nuevo corazón, uno más fuerte y mejor, y de un golpe en el costado lo desequilibró y lo tiró al suelo.

El agresor, que no esperaba la aparición de Sasha, perdió el arma, que rodó bajo la cama. Paula no podía creer lo que veía, Sasha había regresado por ella. ¿Sería posible…?

No podía estar segura, pero ahora, pese al miedo, se sentía feliz.

Aunque era algo menos corpulento que el otro ruso, Sasha era más ágil y fuerte y golpeaba sin compasión el rostro del hombre, que no tenía ni una sola oportunidad para defenderse.

—¡Es suficiente, Sasha! —gritó Paula—. ¡Lo vas a matar!

En ese momento, él pareció recobrar la cordura y observó sus manos manchadas de sangre. Sangre que goteaba por ellas, sangre a causa de las heridas que él causaba. Esa sangre que le recordó que una vez casi había matado por Anya y otra vez había estado a punto de hacerlo, aunque ahora por motivos diferentes.

Se detuvo y se levantó del suelo.

—¿Te ha enviado ella o has venido por tu propia cuenta, Dmitry?

—Me ha enviado ella —asintió aturdido el ruso.

—Vete —ordenó Sasha al hombre—. Coge a Anya y largaos de aquí. Dile que ahora la dejaré sin nada.

El hombre se levantó y se marchó a toda prisa, dejando su arma olvidada. Sasha se volvió hacia Paula, que lo miraba sorprendida, asustada y…

—Lo sé, soy un monstruo. Entiendo que no quieras estar a mi lado nunca más, pero quiero que sepas que nunca te haría daño —balbuceó tratando de convencerla.

—Has regresado… ¿por mí?

—¿Lo dudabas?

Paula asintió. Lo dudaba incluso ahora que lo tenía frente a sí.

—¿Estás bien? ¿Ha llegado a hacerte daño? —preguntó él angustiado mientras tocaba sus brazos y su rostro en busca de alguna lesión.

—Estoy bien, más o menos… Algo asustada, pero has llegado a tiempo.

—He pasado tanto miedo —confesó él.

—¿Qué sucedió? ¿Quién es esa mujer? —preguntó Paula, creyendo que era el momento para hablar.

—Sentía tanto dolor cuando Anya me dejó… que sólo encontré consuelo en el vodka. Me pasaba los días y las noches buscando un local abierto al que no le importase servir más bebida a un borracho. Una noche, necesitaba sacar el dolor como fuese y comencé una pelea con el tipo de al lado. No sé quién era, no sé su nombre…, no sé por qué. Supongo que su único pecado fue estar en el sitio equivocado. Lo golpeé hasta casi matarlo…, y por poco lo hago. Cuando me di cuenta, apretaba tan fuerte la navaja entre los dedos de mi mano que estaba sangrando, como ahora. Entonces la dejé. Dejé el arma en el suelo, junto al hombre malherido. Dejé junto a ese hombre mis recuerdos, a Anya, a mi familia…, todo.

—Lo siento tanto —musitó Paula llorando.

—No tienes por qué. Tú no fuiste la culpable, fui yo —contestó Sasha, malinterpretando sus palabras.

—Por eso te gustan como yo… ¡¿Crees que de esa forma estás de nuevo con ella?! Aléjate, vete…, no quiero tenerte cerca, me engañaste…

—Sé que estás enfadada, pero…, escúchame, necesito explicarte…

—No hay nada que explicar, Sasha, ¿o debo llamarte Herr? Me mentiste.

—No, nunca hice eso. Al principio no sabía que eras tú. Cuando lo supe, quise decírtelo, de eso era de lo que quería hablar contigo. Quería que supieras quién era en realidad…

—Y ¿quién eres? ¿Un rico excéntrico que se divierte follándose a mujeres que le recuerdan a otra a la que amó y con la que no tuvo un final feliz? Eso he sido para ti, una copia con la que revivir todo lo que ella te hacía sentir. Pues ve con ella, ha venido a buscarte.

—No la quiero. Ya no.

—¿Estás seguro?

Paula se detuvo, necesitaba que Sasha dijese algo que la hiciera creer que de verdad la necesitaba a ella, que lo suyo significaba algo más que un sexo fantástico. Esperaba que dijese que sentía por ella algo profundo, pero esas palabras no llegaron.

Sasha la miraba, podía ver lo que sufría, y no le agradaba ser el responsable de su dolor. No sabía qué hacer, pues no estaba seguro de poder darle lo que deseaba, ¿acaso podría volver a amar? Lo dudaba, tal vez ese sentimiento que creía tener por ella no era más que un anhelo que lo confundía. No podía prometerle nada, no podía asegurarle que le daría algo más de lo que ya existía entre ellos. Quizá la amara, pero ¿cuánto duraría?

De repente, dudaba: ¿de verdad no sentía nada por Anya? ¿Eran reales las palabras que le había dedicado o habían sido tan sólo una venganza por todo el daño que le había ocasionado? No podía estar seguro y, por eso, antes de continuar destrozando a esa mujer, tenía que cerrar ese capítulo de su vida que se titulaba «Anya».