16 - PARAÍSOS FISCALES

 

 

 

 

 

Ministerio de Antigüedades y Patrimonio Cultural,

El Cairo, Egipto.

 

 

 

Naguib tenía sobre su mesa el plan de vuelo de los americanos, y la escolta asignada por el ministerio de defensa para ellos. Serían dos hombres, un sargento y un soldado, ambos jóvenes y bastante novatos.

Podría haber sido peor, pensó.

No le gustaba la idea de que el avión privado de aquel magnate evitara las zonas de control de aduanas, e incluso que tuviera un espacio reservado en el aeropuerto de Luxor. La documentación tampoco detallaba las personas que viajaban, aunque él sabía muy bien de quiénes se trataba. Era evidente que Fox Corporation gozaba de muy buenos contactos en las altas esferas; y un talonario casi ilimitado, algo de lo que él mismo podía dar fe.

A primera hora, y antes de entrar al ministerio, informó a Arkan de las novedades que tanto esperaba. El resto de la mañana permaneció sin salir de su despacho. Ni siquiera lo hizo para tomar té, ni para relajarse unos minutos paseando por los pasillos como hacía habitualmente. Se encontraba tenso, nervioso y muy asustado. Hasta el momento se había limitado a suministrar documentación falsa, a facilitar la entrada o salida del país a activistas, y a permitir el robo de antigüedades con el fin de financiar la Yihad. Pero en lo que se estaba involucrando ahora era algo muy gordo. Algo que podía salpicarle fatalmente si salía mal. Incluso saliendo bien, tenía muchas posibilidades de que lo relacionaran. Él era un superviviente político. Se limitaba a mantener una postura de simpatía hacia los radicales, ayudándoles en lo que podía; y de esa manera se aseguraba un cargo en caso de un posible cambio de gobierno, solo eso. Hasta ahí nada malo, sabía que otros lo hacían también. El problema surgiría si se producía un conflicto internacional; entonces rodarían cabezas y la suya sería una de ellas, dicho de una manera literal. Por eso, le sudaban las manos y no había sido capaz de comer nada, porque sabía que ya era demasiado tarde para retirarse; y si lo hacía, su vida no valdría nada. Estaba involucrado hasta el cuello y no existía marcha atrás.

Le tranquilizó pensar que el dinero que tenía en paraísos fiscales sería suficiente para vivir desahogadamente lo que le quedara de vida; si las cosas se ponían feas siempre le quedaba la opción de largarse del país. En unas pocas horas podría estar fuera de Egipto. Cuando la investigación llegara hasta él, ya estaría lejos. Eso apaciguó un poco sus nervios, y fue capaz de ocupar su cabeza con otros asuntos. Pero antes de hacerlo, volvió a consultar la cifra que había logrado acumular a base de aceptar sobornos y colaborar con los Hermanos Musulmanes.

Incluido el último pago de Dawson Fox, el montante ascendía a veintisiete millones y medio de dólares americanos. La mayoría de esos billetes estaban manchados de sangre inocente, aunque en eso no pensó.

 

Expedición Atticus
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