AGRADECIMIENTOS
Este libro no hubiese jamás existido de no haber sido por personas que impulsaron el proyecto desde un inicio y colaboraron permanentemente con él. Es entonces un deber placentero agradecer a todo el equipo de El Mostrador, y muy especialmente a Héctor Cossio, por el espacio abierto no solo a mí, sino a todo el mundo académico llano a debatir —una pequeña odisea en el periodismo chileno actual—; a Juan Manuel Silva, por haber volcado su sensibilidad hacia la matemática y haberme guiado hacia editorial Planeta —aunque lo primero debe ser considerado una victoria póstuma de Ramanujan (capítulo 30), en torno a quien gira uno de sus poemas—; a Pablo Véliz, por su confianza y por haberme asistido técnicamente con paciencia, diligencia y amabilidad en un principio; a Nicolás Libedinsky, por su trabajo «liresco» de recomposición (por tachadura y reescritura) de muchos de estos relatos —incluyendo sus títulos—, por el cual quizás debiese considerarme a la vez «halagado y ofendido»; a Mario Ponce —un apasionado por la promoción de la matemática en Chile—, por haberme gentilmente entregado muchas ideas y sugerido varios temas que quedaron plasmados a lo largo del texto; a Gladys Bobadilla, por su histórico artículo en la Revista del Profesor de Matemática sobre la dura historia de —entre otras— Hipatia, Germain, Kovalévskaya y Noether, el cual inspira en parte los capítulos 20 y 21 de este libro; a Christian Bonatti, por aquellas viejas discusiones en Lima, París y Olmué de las que brotó el concepto de «matemática y esencia»; a Hernán Aburto, por haber compartido conmigo sus elucubraciones matemáticas desde los ancestrales tiempos de liceo hasta el día de hoy y, en particular, por haberme instruido sobre el sorprendente episodio geométrico ligado a nuestra bandera; y a Víctor Navas y Yanina Piñones, por su trabajo sistemático de edición en inspiradas reuniones que usualmente devenían en conversaciones sobre la civilización griega, el valor cultural del fútbol o la importancia de la enseñanza de la gramática para la estructuración del pensamiento matemático…
Muchas de las ilustraciones que amenizan estas páginas fueron tomadas directamente (y con la debida autorización) de la web (muchas veces desde Wikipedia); otras fueron ya sea enteramente producidas o bien modificadas por Carolina Muñoz a partir de un original disponible en internet; finalmente, las imágenes de corte más netamente matemático fueron producidas por Alejandro Astudillo. Mención especial merecen ciertas ilustraciones tomadas de la obra de Alison Haltenhof, Paola González, Fernando de la Rocque, Jos Leys y Pasquale D’Silva, así como algunas fotografías realizadas por Geir Da Silva y Dante Yovane. Todos ellos accedieron gentilmente a que sus imágenes fuesen incluidas en este libro, y mis agradecimientos van también para cada uno.
Por razones de espacio, resulta imposible enumerar aquí a todos quienes, en columnas específicas, me señalaron imprecisiones, mejoras, correcciones y reelaboraciones. La lista de estas personas es extraordinariamente larga, especialmente porque en la frenética etapa final de confección del libro, cada nuevo capítulo fue subido a mi cuenta de Facebook para someterlo al más implacable escrutinio público. Y si bien no todas las sugerencias fueron implementadas, el simple ejercicio de afirmación de lo ya escrito, en contraposición a lo sugerido, fue un trabajo de singular valor. Por lo mismo, aun cuando no siempre estuve de acuerdo (y corro el riesgo de haber cometido numerosos errores por ello), les estoy profundamente agradecido a todos.
No puedo, sin embargo, dejar de agradecer explícitamente y de manera especial a Rafael Benguria, Cecilia Biott, Mariela Carvacho, Miguel Castillo Didier, Paulina Cecchi, Víctor Cortés, Alicia Dickenstein, Antonieta Emparán, Jessica Fuentealba Quilodrán, Jessenia Fuentes, Sandra Garrido, Étienne Ghys, Harald Helfgott, Laura Iñón, Rafael Labarca, Daniel Navas, Rodrigo Navas, Valentina Norambuena, Héctor Pastén, Scarlett Plaza, Gonzalo Robledo, Anita Rojas, Mariel Sáez, Andrés Susaeta, Ferrán Valdez, Jaime Vergara y Julio de Villegas, así como a mis antiguos compañeros de aulas del liceo, por todos sus permanentes comentarios sobre varios pasajes del libro. Adicionalmente, agradezco nuevamente a Juan Manuel Silva por su paciente trabajo de reelaboración y edición final, así como a a Ian Campbell por su diseño de portada.
En nuestra vida científica, los matemáticos debemos sobrellevar permanentemente el terror a dejar por escrito una afirmación falsa. Añádase a esto, en el contexto de la divulgación, el malestar de haber ocultado por ignorancia una forma de verdad. Por todo ello, agradezco a Mahdi Teymuri Garakani por indicarme (a propósito de «El triunfo de los hexágonos», capítulo 3) que, contrariamente a lo que figura en gran parte de la literatura (incluida mi columna original en El Mostrador), Reinhardt no fue alumno de David Hilbert, sino de Ludwig Bieberbach. Mis agradecimientos van también para Jash Lodha, por hacerme notar la relevancia del trabajo matemático de Aryabhata de la India, perfectamente comparable (y a veces superior, aunque unos siglos posterior) al de los antiguos griegos (capítulo 7). De la misma forma, agradezco a Mahsa Allahbakhshi por hacer lo propio en torno al impresionante trabajo de Omar Jayam, matemático y poeta persa, cumbre de la época dorada de la cultura musulmana en tiempos en los que el oscurantismo religioso ensombrecía a Europa. Agradezco igualmente a Cristóbal Rivas, por informarme que, en estricto rigor, el Premio Nobel de Economía no existe, y que el galardón que suele ser presentado con este nombre en realidad lo otorga el Banco de Suecia (capítulo 22). Mención especial merece Carlos Basso por señalarme, a propósito del caso de Boris Weisfeiler (capítulo 26), que su obra de periodismo de investigación ya permitía descartar un par de pistas falsas, a la vez de corroborar algunas hipótesis lúgubres. Finalmente, quisiera agradecer a Fanny Espinoza, del Museo Histórico Nacional, por su interés y amabilidad en mi investigación sobre la geometría de la bandera de la Independencia de Chile (capítulo 1), así como a Nelda Jaque, María José Moreno y —nuevamente— a Rafael Labarca, por haberme impulsado a continuar este estudio más allá de mi columna original. Sin duda alguna, este episodio desconocido y casi secreto de nuestra historia no solo merece ser ampliamente difundido, sino que requiere además de mayor investigación y análisis por parte de historiadores profesionales. Es una feliz coincidencia que mi escrito al respecto salga a la luz pública en formato impreso y de manera masiva el mismo año del bicentenario de nuestra bandera.
Las columnas de divulgación que dieron origen a este libro fueron parcialmente financiadas por los proyectos Fondecyt 1 120 131 y 1 160 541, así como por los proyectos Anillo 1103 (Centro de Sistemas Dinámicos y Temas Relacionados) y 1415 (Geometría en La Frontera). Agradezco a Conicyt no solo por este apoyo, sino también por haber abierto un espacio a la divulgación científica en muchos proyectos de investigación.
En consideración a que las sociedades científicas de nuestro país no reciben aportes permanentes del Estado, la mitad de las entradas percibidas por este libro serán donadas a la Sociedad de Matemática de Chile para actividades de difusión a la comunidad.
El Ingenio (Cajón del Maipo),
enero de 2017