La herida

I

La hoja dormida bajo el viento

es un barco para la herida.

El tiempo perecedero es la gloria de la herida,

y el árbol que sube por nuestras cejas

es un lago para la herida.

La herida está en los puentes

cuando se alarga la tumba,

cuando se alarga la paciencia

entre los bordes de nuestro amor y nuestra muerte.

La herida es un gesto.

Está en las travesías.

II

A la lengua de timbres asfixiados

yo le otorgo la voz de la herida.

A la piedra que viene de lejos,

al mundo seco, a la aridez,

al tiempo transportado en camilla de hielo,

le enciendo el fuego de la herida.

Y cuando la historia arda en mis vestidos

y las uñas azules crezcan en mi libro.

Cuando le grite al día:

¿quién eres tú?,

¿quién te ha arrojado en mis cuadernos

y en mi tierra virgen?,

notaré cómo brillan en mis cuadernos

unos ojos de polvo.

Oiré decir a alguien:

Yo soy esa herida que comienza a crecer

en tu historia pequeña.

III

Te he llamado nube,

¡oh herida y paloma del adiós!

Te llamé pluma y libro.

Y es ahora cuando empiezo a dialogar

con la lengua hundida

en las islas viajeras,

en el archipiélago de la vieja caída.

Es ahora cuando enseño a dialogar

al viento y las palmeras,

¡oh herida y paloma del adiós!

IV

Si en el país de los espejos y los sueños

tuviera un puerto.

Si poseyera un barco

y los restos de un pueblo.

O una ciudad tuviera

en el país del llanto y de los niños.

Haría con todo ello

una limpia canción para la herida.

Aguda como flecha

que traspasara árboles,

piedras y firmamentos.

Tan tierna como el agua.

Igual que la invasión,

desafiante,

atónita.

V

Llueve sobre nuestros desiertos,

¡oh mundo engalanado del sueño y la nostalgia!

Llueve, y agítanos, a nosotros, que somos

palmeras de heridas.

Y pártenos dos ramos

de un árbol enamorado del silencio de la herida,

de un árbol que vele sobre la herida

con las cejas y las manos arqueadas.

¡Oh mundo engalanado del sueño y la nostalgia!

¡Oh mundo que me cae sobre la frente!,

como la herida dibujado.

No te acerques, la herida

está más cerca que tú.

No me tientes, la herida

es más bella que tú.

Y esa magia lanzada por tus ojos

sobre los reinos últimos

ha sido sobrepasada por la herida.

La pasó, sin dejar una vela seductora,

sin dejarle una isla siquiera.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961

Versión de Pedro Martínez Montávez