LIBRO II

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Dio después Shamhat a Enkidu una de sus túnicas y él se vistió con ella[108]. Tomándolo de la mano, lo llevó, como a un niño[109], hasta las cabañas de unos pastores.

Maravillados, los pastores se juntaron en torno a él. «¡Qué hombre tan grande!», susurraban. «Cuán parecido es a Gilgamesh, alto y fuerte, son sus músculos como la piedra». Lo llevaron hasta su mesa y pusieron frente a él pan y cerveza. Enkidu se sentó y se quedó mirando. Nunca había visto la comida de los hombres, no sabía qué hacer. Dijo entonces Shamhat: «Adelante, Enkidu. Esto es comida, es lo que nosotros, los humanos, comemos y bebemos». Probó el pan con cautela. Comió luego un pedazo, comió toda una rebanada, luego otra, comió hasta saciarse[110], bebió siete jarras de cerveza, su corazón se aligeró, su rostro se encendió y cantó con alegría. Se cortó el pelo, se lavó, se untó la piel con delicado aceite, y se volvió completamente humano. Resplandeciente, parecía hermoso como un novio. Cuando los pastores se acostaron, Enkidu partió armado con venablo y espada[111]. Ahuyentó leones y lobos, toda la noche guardó los rebaños, permaneció despierto y los guardó mientras los pastores dormían.

Un día, mientras yacía con Shamhat, levantó la vista y vio pasar a un joven. «Shamhat», dijo, «trae a ese hombre aquí. Quiero hablar con él. ¿Adónde va?». Ella lo llamó, se llegaron al hombre y dijo: «¿Adónde vas con tanta prisa?». Dijo el hombre a Enkidu: «Me dirijo a un banquete de bodas. He colmado la mesa de exquisita comida para la ceremonia. El sacerdote bendecirá a la joven pareja, los invitados se regocijarán, el novio se retirará y la virgen aguardará en el lecho nupcial a Gilgamesh, rey de la bien murada Uruk[112]. Pues él es quien yace primero con la esposa. Una vez él lo ha hecho, lo puede hacer el novio. Este es el orden que los dioses han decretado. Desde el momento en que cortaron el cordón umbilical del rey, el himen de todas las jóvenes le ha pertenecido».

Al oír estas palabras, el rostro de Enkidu empalideció de cólera: «Iré a Uruk ahora, al palacio de Gilgamesh, rey poderoso. Lo desafiaré. Le gritaré en su rostro: “¡Yo soy el más poderoso! ¡Yo soy quien puede hacer temblar el mundo! ¡Yo soy supremo!”».

Juntos marcharon a la bien murada Uruk[113], Enkidu al frente, tras él Shamhat.

Cuando entró en la calle principal de Uruk, la gente se reunió en torno a él, maravillada, la muchedumbre se arremolinaba para verlo, como un niño pequeño besaban sus pies. «¡Qué hombre tan grande!», susurraban. «¡Cuán parecido es a Gilgamesh! No es tan alto, pero sus huesos son más fuertes. Creció en el monte, pastando con las gacelas, lo crio la leche del antílope y del venado. En verdad que Gilgamesh ha encontrado su igual. Este hombre salvaje puede rivalizar con el más poderoso de los reyes»[114].

El rito nupcial había tenido lugar, tocaban los músicos sus liras y tambores, comían los invitados entre cantos y risas[115], dispuesta estaba la novia para Gilgamesh como si fuera un dios, aguardaba en el lecho para entregarse a él, en honor de Ishtar, para olvidar a su esposo y entregarse al rey[116].

Cuando Gilgamesh llegó a la casa nupcial, allí estaba Enkidu. Plantado como una roca, ocupaba la puerta. Lleno de furia, Gilgamesh lo agarró con todas sus fuerzas, enormes brazos se trabaron con enormes brazos, chocaron sus frentes como toros salvajes, ambos hombres se tambalearon, cayeron contra las casas, las jambas temblaron, se estremecieron los muros, rodaron por las calles luchando cuerpo a cuerpo, sus miembros se entrelazaron, cada uno de aquellos enormes cuerpos intentando deshacerse del abrazo del otro[117]. Finalmente, Gilgamesh derribó al hombre salvaje y lo sujetó contra el suelo con su rodilla derecha[118]. Lo abandonó la cólera. Volviéndose, quiso marchar. La lucha había terminado. Dijo Enkidu: «Gilgamesh, eres único entre los hombres. Tu madre, la diosa Ninsun, te hizo más fuerte y valiente que cualquier mortal, y con justicia te otorgó Enlil la realeza, pues es tu destino gobernar sobre los hombres[119]». Se abrazaron y se besaron. Se dieron la mano como hermanos. Uno junto al otro caminaron. Se convirtieron en amigos verdaderos[120].