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Sábado, 10 de Septiembre

 

Ese sábado se habían levantado temprano y habían ido a buscar a Marta, a Pablo y a Lucía. Cuando Marta se enteró que iban a un desembalaje a Cuenca y que iban a grabar a Laura, no se lo pensó dos veces y se apuntó a la excursión. Necesitaba salir de casa, y por si eso fuera poco, podría ver a su amiga en acción delante de una cámara. Laura, por supuesto, no se opuso a que vinieran, era su mejor amiga y le apetecía pasar un rato con ella, además, hubiera sido imposible decirle que no, se la veía muy emocionada.

Pablo también se había apuntado en el último momento, había decidido que le hacía falta desconectar del trabajo. La semana siguiente, su proyecto salía a producción, por lo que las últimas semanas habían sido muy duras, muchas horas en la oficina y pocas de esparcimiento con la familia. Les había explicado que todos los desarrollos realizados por su equipo estaban ya en producción, lo único que quedaba era que el balanceador apuntara a las nuevas máquinas, donde se habían realizado los despliegues de los aplicativos. Ya no les quedaba mucho más por hacer, así que decidió ir con ellos. Sabía que todavía no había terminado, le preocupaban los días posteriores a la puesta en producción, se avecinaban días duros, repletos de incidencias hasta que estabilizaran el software.

Laura aún se reía recordando la cara de Jose mientras Pablo les contaba todo eso, decía que era como si hablaran en otro idioma, al fin y al cabo todos eran informáticos menos él, así que razón no le faltaba.

El día anterior, cuando salió de la tienda, Laura se había acercado a por una furgoneta de alquiler. Como siempre que iba a comprar muebles, alquilaba una furgoneta para luego poder trasladarlos a su taller.

En ese momento, Jose iba conduciendo, se le veía muy feliz, de hecho, iba tarareando alguna cancioncilla, que Laura no supo reconocer.

—A ti te pasa algo. ¿Me lo vas a contar? —Jose la miró de reojo y le sonrió.

—¿Recuerdas el caso del que te hablé? ¿El exmarido que mató a su exmujer y a la actual pareja de ésta? —Laura asintió. Cómo no iba a recordarlo, si la televisión estaba haciendo mucha publicidad de él—. Pues ya tenemos al exmarido. —Laura le miró sorprendida, por lo que ella sabía no tenían pruebas.

—¿La científica ha encontrado algo? —Preguntó imaginándose que al final habrían logrado encontrar alguna prueba física en el lugar de los hechos que inculpara al marido.

—No, mejor que eso. —Hizo una pequeña pausa dando más expectación a la explicación que venía a continuación—. El exmarido dio una brutal paliza a la chica con la que está liado, la prostituta que te comenté. Por lo visto, llegó borracho al piso donde viven juntos y ella estaba con un cliente. Entre el alcohol, los celos y su agresividad, la pobre chica se llevó una buena tunda. —Jose recordaba perfectamente su cara cuando hablaron en el hospital, apenas podía abrir los ojos por la hinchazón de los golpes recibidos.

—¿Cómo está la chica? —Preguntó Laura.

—Ella está bien, un brazo roto y unos cuantos moratones. Se recuperará.

—¿Y el cliente con el que estaba no hizo nada para detenerlo?

—Nada de nada, salió por patas en cuanto apareció él por la puerta gritando improperios. —Jose hizo una pausa mientras adelantaba a un par de camiones y comprobaba que el coche de Pablo siguiera detrás de ellos—. La mujer lo ha denunciado. Y no sólo eso. Ha confirmado que la noche de autos no estaba con ella, que ella estaba con un cliente.

—Pero eso no es suficiente para detenerlo, ¿no? Sólo se ha quedado sin coartada. Ahora tenéis que demostrar que estuvo allí.

—¡Qué impaciente eres! —Jose la miró y le sonrió—. Aún no he terminado. Nos dijo donde había guardados algunos objetos que el exmarido se llevó de la casa de su exmujer y que dejó en casa de la chica. Objetos que por cierto, se llevó la misma noche que los mató. —Laura abrió los ojos de la sorpresa.

—¿Y estos objetos tienen sangre o algo que demuestre que estuvo allí? —Laura se imaginaba que sí puesto que Jose estaba muy contento.

—Efectivamente, el laboratorio lo ha confirmado, hay sangre de la exmujer y de su pareja, huellas del exmarido, etc. Lo tenemos. —Jose hizo una pausa—. Lo que me sorprende es que con la limpieza que hizo en la casa de la exmujer, no se molestara en limpiar los objetos que se llevó.

—Me imagino que no se le ocurriría que su pareja lo denunciara, la debía de tener muy asustada.

—Supongo que tienes razón. —A Jose se le había pasado por la cabeza, que quizás la chica había querido inculparlo del asesinato, en venganza de la paliza que le había dado. Aunque poco después se confirmó que no era así—. De todas formas, al interrogarlo, con las pruebas que teníamos, se rindió a lo evidente y detalló todo lo ocurrido. Así que caso cerrado y con confesión. —Sentenció.

—¡Felicidades! —Sonrió Laura—. Es un caso que ha tenido mucho seguimiento en la televisión, menos mal que ha terminado bien. Bueno, me refiero, encerrando al culpable. —Jose asintió en silencio, pensando en todos los delitos que llegaban a comisaría por violencia de género.

Unos minutos después, estaban aparcando enfrente de una nave enorme, donde se iba a llevar a cabo de desembalaje.

—¿Qué tal el viaje? —Se habían acercado al coche de Pablo, donde estaban sacando a Lucía del coche, la niña estaba llorando.

—Pues muy relajado, hasta ahora. —Aseguró Marta—. Ha venido durmiendo todo el camino, pero se acaba de despertar y tiene hambre. Voy a darle de comer en el coche, en cuanto terminemos, os pasamos a buscar dentro.

—De acuerdo. —Laura cogió de la mano a Jose y se dirigieron a la nave.

La entrada estaba en un alto, de forma que se podían ver los diferentes puestos repartidos en todo el interior del local. Jose estaba sorprendido por el tamaño, no se imaginaba que se pudieran amontonar tantos trastos.

—Parece que hemos llegado de los primeros. No hay mucha gente. —Laura dio un dulce beso a Jose en la mejilla—. Genial, así nadie me quitará piezas interesantes. —Subió ambas cejas varias veces en gesto conspiratorio. Jose soltó una carcajada.

—Igual que una niña pequeña. Anda, vamos. —Jose sabía que todo lo referente a mercadillos, tiendas de segunda mano, desembalajes y demás, excitaba sobre manera a Laura.

Bajaron los escalones que les separaban de los puestos y fueron revisándolos de uno en uno. Laura se acercaba a los diferentes enseres y se ponía a contarle cómo los podía transformar o en qué los podía convertir, su imaginación era sorprendente, aunque en la mitad de los casos, Jose no veía las posibilidades que ella parecía tener tan claras.

Laura estaba analizando un chinero, mientras Jose revisaba una colección de cómics, cuando aparecieron Marta y su familia.

—¿Habéis grabado ya? Es que después de darle de comer, la hemos tenido que cambiar, luego ha vomitado y otra vez la hemos tenido que cambiar. —Laura sonrió a su amiga, en ese momento sintió un poco de alivio al no tener que ocuparse de un bebé, claro que otras veces, sentía algún pinchazo de envidia.

—No. Tranquila. Todavía no he visto nada interesante para el próximo programa. —Suspiró resignada.

Laura dejó apartados varios muebles para su tienda, algunos eran pedidos que le habían hecho algunos de sus clientes y el resto los pensaba poner a la venta, después de darles su toque particular. Pero no encontraba nada que le llamara la atención para el siguiente programa que tenía que grabar.

Ya estaba poniéndose nerviosa, cuando encontró una silla de estilo fernandino que le encantó. Le pareció ideal para su grabación, aunque el resto no parecía compartir su entusiasmo.

Empezó a contarles a todos lo que podría decir sobre ella, de forma que estuvo practicando, hasta que pensó que ya era suficiente, que sus ideas estaban ordenadas y no se trababa en las explicaciones.

Llamó a Tony, quién le cogió el teléfono enseguida.

—Hola Laura. ¿Dónde estás? —Laura le explicó en qué puesto se encontraban. Por lo visto, ellos estaban en el otro lado de la nave, pero ya se ponían en marcha hacia allí.

Tony apareció con una sonrisa en la cara y Berta, a su lado, llevaba cara de pocos amigos, parecía estar bastante molesta por la interrupción. Laura hizo las presentaciones oportunas, y le indicó a Tony la compra que iba a realizar, para que éste le dijera dónde debía colocarse.

—Laura, no irás a salir con esas pintas. —Era Berta la que hablaba. Se miró a sí misma y vio que iba cómoda, con unas zapatillas de lona, unos vaqueros y una camiseta, le pareció apropiado para el sitio en el que se hallaban—. Espera un momento Tony. —Aunque a Berta no le había sentado bien que la interrumpieran en medio de su grabación, cuando ya estaba a punto de terminar, no por eso iba a dejar a Laura salir con esa cara de cansada. Sacó de su bolso, un poco de maquillaje, colorete, unas sombras muy suaves y un pintalabios, y en unos minutos la dejó como nueva. Se quedó contemplando su obra, y asintió despacio cuando se sintió conforme con su trabajo—. Ya está.

—Muchas gracias, Berta. —Dijo Laura agradecida y completamente sorprendida, pues no se esperaba ese comportamiento, y menos, con lo enfadada que parecía al llegar. Miró a Marta, que le estaba haciendo una seña con el pulgar levantado, indicándole que aprobaba el trabajo de Berta.

Jose y los demás se apartaron para no molestar a Tony y a Laura. Ella se estaba colocando donde le iba indicando Tony, de forma que tuviera la mejor luz y el mejor encuadre, según le iba diciendo. En cuanto estuvieron preparados, Tony le hizo un leve gesto a Laura con la mano, indicándole que ya podía empezar.

—Buenos días. Nos encontramos en un desembalaje en Cuenca… —Hizo una pausa, se había quedado en blanco—. Perdón, vuelvo a empezar. —Tony asintió suavemente, empezaba a pensar que esto les llevaría más de lo que había pensado. Laura respiró profundamente tres veces para tranquilizarse, miró a Jose a los ojos y sintió todo su apoyo. Comenzó de nuevo más relajada—. Buenos días. Nos encontramos en un desembalaje en Cuenca. Aquí me he encontrado con mis compañeros Berta y Tony, nuestro cámara, y he pensado que sería interesante mostraros el mueble que vamos a restaurar en el programa de hoy. —Hizo una breve pausa y señaló la silla que quedaba a su izquierda—. Es una silla fernandina. Este estilo es español, para que luego digan que en España no se creó ningún estilo propio de muebles. —Laura sonrió a la cámara—. Son muebles bastante ostentosos, inspirados en la antigüedad grecorromana. Como podéis ver en esta silla, el respaldo representa una lira. Además, tiene patas de sable, muy características de este estilo, sobresalen respecto al asiento, son cónicas y se asemejan a un sable, de ahí su nombre. Este tipo de patas se utilizaron por primera vez en Grecia. —Laura iba mostrando todo esos detalles a cámara para que todo el mundo entendiera perfectamente lo que decía. Hizo otra pequeña pausa y se quedó mirando directamente a la cámara—. Es una silla de caoba, como la madera es de muy buena calidad, no la pintaremos. La limpiaremos, mataremos la carcoma que parece que la acompaña, y sacaremos a la luz la belleza de su madera. Aunque antes, veamos lo que cuesta. —Laura llamó amablemente a la persona responsable de ese puesto y le preguntó el precio—. Pues no te voy a regatear, porque por esta silla me parece un precio muy justo. —Laura, con una sonrisa radiante, le ofreció su mano para cerrar el trato. Volvió a mirar a la cámara—. Ahora nos vemos para restaurar esta preciosa silla.

Laura se quedó mirando a todos, expectante. Marta aplaudía a su amiga sin hacer ruido puesto que Lucía se había quedado dormida de nuevo.

—¿Y bien, qué os ha parecido? —Tuvo que preguntar, porque nadie decía nada.

—A mí me ha parecido que has estado muy natural. —Le dijo Jose sonriente.

—Para ser una primeriza, no ha estado mal. —Dijo Berta con suficiencia.

—Te comes la cámara. —Dijo Tony—. Has estado muy bien.

—¿No he sido aburrida con datos que no interesan?

—Yo creo que has dado los justos, no has aburrido al televidente ni has mostrado desconocimiento. ¿Quieres que lo repitamos? —Tony empezaba a pensar que Laura iba a ser como Berta, una perfeccionista.

—¿Por qué? ¿No me habéis dicho que he estado bien? —Tony le sonrió, no era una perfeccionista, por lo menos aún, era la inseguridad de la novata.

—No creo que haga falta. Ha quedado bien. —Confirmó Tony.

—Pues nada, si ya hemos terminado aquí. Nosotros tenemos que seguir trabajando. —Dijo Berta dándose la vuelta y poniéndose a andar.

—Nos vemos, chicos. —Dijo Tony que se fue detrás de ella, algo incómodo con la brusquedad de Berta.

—¿Desde cuándo son pareja? Debe ser complicado aguantar a alguien como Berta. —Dijo Jose mientras veía como se alejaban de ellos.

—Que yo sepa no son pareja. —Laura se encogió de hombros. Aunque se quedó pensando en lo que había dicho Jose, normalmente, no se equivocaba, solía tener muy buen olfato para esas cosas. Ella suponía que debía de ser por su trabajo, percibía gestos y complicidad entre personas que a ella le pasaban desapercibidos.

Todos se pusieron en marcha para continuar mirando algunos de los puestos que aún quedaban pendientes.

—Mientras hablaba te miraba a ti, en vez de a la cámara, como si te contase la historia de forma íntima, sin nadie a nuestro alrededor. —Le susurró a Jose. Éste se había dado cuenta, imaginó que estaría nerviosa ante la cámara, y actuar de esa forma le habría hecho sentirse más cómoda. Al fin y al cabo, estaba empezando y no estaba acostumbrada.

—No se ha notado, y además, ha hecho que transmitieras a la cámara todo lo que querías. Ha quedado natural e interesante. Yo tengo ganas de saber más sobre el estilo fernandino. —Jose sonrió y ella le dio un suave empujón.

—Qué tonto eres a veces. —Ella también sonreía.

Dieron una vuelta por los puestos. Laura compró alguna cosilla más para la tienda y Marta compró un viejo juguete de madera que le recordaba a su infancia, para decorar la habitación de la niña.

Cuando Lucía se volvió a despertar, se dieron cuenta de que empezaba a acercarse la hora de comer, por lo que decidieron irse a un restaurante no muy lejos de allí que había reservado Marta, y que aparecía recomendado en varias webs que estuvo mirando.

Asesinato en antena
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