25
Cuando llegaron a casa de Marta, ésta estaba bañando a Lucía. Así que Laura se fue al baño con ellas, mientras Pablo y Jose se sentaban a tomar algo delante de la televisión.
—Hola guapa. —Laura se acababa de asomar por la puerta, encontrándose con una tierna escena, en la que Marta estaba echando crema hidratante a la niña, mientras le daba un suave masaje y le hacía carantoñas. Lucía, tumbada en el cambiador, no paraba de reír con los gestos de su madre.
—Hola, dile hola a Laura. —Decía Marta con voz infantil. Ella se acercó a darle un besito a la niña, que no dejaba de sonreír, muy atenta a los movimientos de Laura—. ¿Qué tal habéis aparcado?
—Bien, hemos tenido suerte, a la vuelta de la esquina se iba uno y lo hemos dejado ahí. —Marta estaba poniéndole un divertido pijama de patitos a la niña, entretanto, ésta ya empezaba a cerrar los ojos.
—Me parece que hoy no va a dar ninguna guerra para dormirse. —Ambas sonrieron con cara de bobas, mientras observaban lo tranquila que se había quedado la niña. Lucía ya había caído en los brazos de Morfeo, por lo que su madre la cogió con cuidado de no despertarla.
—Si me dieran un masaje todas las noches, como el que le has dado tú, yo también caería en un santiamén. —La llevaron juntas a la cuna, donde la dejaron sin hacer ruido al salir.
Cuando llegaron al salón, se encontraron a los hombres viendo el final del partido de la liga de ese día y despotricando contra los árbitros y jugadores, por lo que ellas se fueron a la cocina a ponerse algo de beber, ya que el partido no las interesaba lo más mínimo.
Mientras Laura se servía un vino tinto, como era su costumbre, y Marta hacía lo propio con un mosto, se fijó que la mesa estaba abarrotada de platos, repletos de embutidos y diferentes canapés.
—Los ha hecho Pablo mientras yo daba de cenar a la niña. —Dijo Marta fijándose en donde estaba puesta la mirada de su amiga. Laura pensó que todo tenía muy buena pinta, estaba deseando hincarle el diente a alguno de los aperitivos que le habían llamado especialmente la atención.
—Menos mal que te ayuda un montón, aunque creo que piensa que no hemos comido en toda la semana. —Laura oía a sus antiguas compañeras de trabajo quejarse de sus maridos o parejas, según ellas, apenas las ayudaban y tenían que organizarse muy bien entre trabajo, hijos y labores de la casa. Aún le parecía increíble que eso ocurriera en pleno siglo XXI, aunque también estaba convencida que algunas exageraban. Desde luego, con Pablo y Jose no era el caso, estaba segura de que si no fuera por ellos, ellas se morirían de hambre. Rio para sí por su absurda idea.
Cuando regresaron al salón, el partido ya había terminado, por lo que Jose y Pablo las ayudaron a poner la mesa. Entre todos, tardaron unos instantes en llevar toda la comida que había preparada. Después de sentarse, empezaron a probar algunos de los canapés que había cocinado Pablo, y le felicitaron, porque todos estaban de acuerdo en que le habían salido deliciosos.
—¿Qué tal llevas la vuelta al curro? —Marta resopló resignada.
—Fatal. —Dijo sin rodeos—. Vuelvo el lunes y no tengo ninguna gana. Tantos meses entre baja y vacaciones, prácticamente seis, ya no me voy a acordar de nada. Me va a costar ponerme al día. Me agobia sólo el pensarlo.
—Y sin prácticamente. —Dijo Pablo—. Estuviste de baja antes de dar a luz más de un mes, más los cuatro de baja por maternidad y casi un mes de vacaciones. Uuuuffff, suena mucho tiempo. —Pablo sonreía, aunque con la mirada que le echó Marta se le quitó de inmediato la sonrisa de la cara.
—Va a ser muy duro. Tanto tiempo desconectada. Y lo peor, es lo que voy a echar de menos a Lucía. Hasta ahora no me he separado de ella casi ni un segundo, en contadas ocasiones, ya sabes. Pero ahora… —Negó con la cabeza, le entraban escalofríos sólo de pensarlo—. Me veo llamando a todas horas a ver si está bien, si ha comido, etc, etc.
—Anímate. Además, has pedido jornada reducida, ya verás que rápido se pasan las mañanas. —Intentó consolarla Laura.
—¿Con quién la vais a dejar? —Preguntó Jose. Le parecía tan pequeña, que parecía imposible desprenderse de ella para llevarla a una guardería, aunque entendía perfectamente que era muy difícil poder dejarla en otro lugar.
—La idea es que una semana esté con mis padres y otra semana con los suyos. —Contestó Pablo, y Marta hizo un gesto de cabeza indicando que no les quedaba otra.
—Bueno, seguro que los abuelos están encantados. —Laura se imaginaba a los padres de ambos con la niña, la iban a malcriar seguro.
—Claro que están encantados, pero también hay que tener en cuenta que tienen cierta edad, y que es una paliza para ellos. —Reconoció Marta
—¿Cuándo habéis pensado llevarla a la guardería? —Marta se encogió de hombros, cada vez que hablaba con Pablo de este tema, cambiaban de opinión.
—Habíamos pensado que para septiembre del año que viene, pero habrá que ir viendo, quizás la llevemos antes. Ya veremos. —Pablo la cogió de la mano. No querían llevarla muy pequeña, pero Marta tenía razón, sus padres ya estaban muy mayores, quizás para ellos sería demasiado pesado el cuidar de un bebé, con todo el trabajo que implicaba.
—Por cierto, se me olvidaba. ¿A qué no sabes con quién desayuné ayer? —Laura miró a Marta con aire conspiratorio, ella se la quedó mirando intentando adivinarlo, pero le parecía imposible, podía ser cualquiera.
—Ni idea, ¿con quién? ¿alguna de las chicas? —Laura negó con la cabeza.
—Con Miguel Millán. —Dijo Laura, como si hubiera desayunado con el mismo Dalai Lama. Marta abrió los ojos como platos, sorprendida.
—Venga ya. —Laura cogió su móvil y le enseñó una foto en la que aparecían ambos—. ¡Qué fuerte!
—Sí, y es un encanto. —Aunque era verdad, Laura quería picar un poco a su amiga—. Tan guapo como siempre.
—Jooooo… ¿y lo vas a volver a ver? —Los chicos no paraban de mirar a la una y a la otra, como si fuera un partido de tenis, no tenían ni la más remota idea de quién estaban hablando ni por qué estaban tal alteradas.
—¿Nos vais a decir quién es Miguel Millán? —Preguntó Jose con curiosidad.
—¿No lo conoces? —Marta miraba indistintamente a Jose y a su marido, los cuales negaban con la cabeza, extrañados.
—Era el hombre del tiempo más conocido de los noventa. Todas las chicas estábamos loquitas por él. —Explicó Laura.
—Aunque es gay, nos lo encontramos una vez tomando algo en Chueca, aunque lo vimos de lejos. No había quién se acercara a él, estaba rodeado de gente. —Continuó Marta.
—Pero de eso ya han pasado más de quince años. —Pablo las miró como si fueran quinceañeras.
—Imaginaros que os presentaran a Julia Roberts. ¿No os pasaría algo similar? —La comparación de Laura era un poco exagerada, pero esperaba que con ella las entendieran y no las tomaran por tontas.
—No es lo mismo. —Dijo Jose sin pensárselo dos veces—. Julia Roberts es… —Se quedó callado al ver la cara que le estaba poniendo Laura, aunque sabía que el gesto de enfado era de broma.
—¿Es qué? —Preguntó Laura con sorna.
—Creo que es mejor que te calles. Digas lo que digas, no vas a quedar bien. —Le aconsejó Pablo. Todos se echaron a reír.
—Bueno, y cuenta, ¿lo vas a volver a ver? ¿cómo lo conociste? Cuéntamelo con todo lujo de detalles. —Marta seguía intrigada.
—Pues ayer estaba desayunado con Bea, la modista, te he hablado de ella en alguna ocasión. —Marta asentía expectante—. Pues Miguel Millán apareció con Alberto, mi jefe, y como el bar estaba petado, se sentaron con nosotras a la mesa. Como te decía, es muy majo. Es una nueva incorporación de la plantilla.
—¿Y qué va a hacer? ¿Presentar un programa de decoración? —Dijo Marta escéptica.
—Se va a ocupar de un nuevo programa de entrevistas, para CanalInfo, donde irán personajes relevantes de diversos ámbitos. De hecho, lo que me contaron, es que estaban intentando empezar el primer programa con una exclusiva de Tanya. Aún están en tratos con ella, por lo que no es seguro. Alberto piensa que es una oportunidad para que cuente a todo el mundo lo que realmente ocurrió, para que la opinión pública no la condene antes del juicio. —Hizo una breve pausa para tomar aire—. Su abogada está analizando la entrevista que le van a hacer en el programa, no quiere ninguna encerrona ni nada parecido para ganar audiencia. Realmente, por lo que me han contado, lo que quiere es redactar ella misma todas las preguntas, para que Tanya lleve bien preparadas las respuestas.
—¿Y le van a dejar hacer eso?
—Supongo que sí. En MediaCorp nadie quiere hacer daño a Tanya, al contrario, todo el mundo la aprecia mucho. —Se encogió de hombros—. Ya veremos en qué queda todo esto.
Continuaron cenando y charlando tranquilamente. Laura y Jose les contaron su viaje a Burdeos, por el que Marta y Pablo sintieron un pelín de envidia, con Lucía pensaban seguir viajando, pero no iban a poder hacerlo al mismo ritmo de antes.
También les pusieron al día de lo poco que habían encontrado en la investigación sobre el asesinato de Blair. Marta era la mejor amiga de Laura y ésta se lo contaba todo, tenía plena confianza en ella, por lo que no dudaron en informarles de todos los detalles. Quizás, desde fuera, lo vieran con otra perspectiva que les ayudara a encauzarlo.
—Por cierto, ahora que hablas de Lorenzo Blair. Tengo información sobre él que he sacado de Internet. —Laura dio un sorbo a su café, mientras prestaba atención a lo que decía Marta—. Toda es de revistas del corazón de los últimos años. No sé si habrá algo que os ayude, pero he encontrado cosas que me han parecido interesantes.
Se levantó y se dirigió a la habitación que hacía la función de despacho. Ellos se quedaron sentados esperando a que apareciese, intrigados por lo que hubiera podido averiguar. Cuando volvió al salón, llevaba una carpeta de un grosor considerable, la abrió y pudieron observar un montón de impresiones a color de diferentes artículos de revistas.
—Tú te aburres mucho, ¿no? —Laura estaba alucinada con toda la información que había recabado su amiga, y que estaba esparciendo por encima de la mesa, cubriéndola por completo. De la cena ya sólo quedaban las tazas de café que Pablo se dispuso a recoger de inmediato.
—Por supuesto que no. —Marta le dio un suave empujón a su amiga—. Es que Lucía es tan buena, que me deja trabajar tranquila. Además, le llama mucho la atención la pantalla y las imágenes que aparecen en ella. Supongo que será por los colores. —Sonrió y se encogió de hombros, mientras recordaba la risita de su hija mirando la pantalla del ordenador. Empezó a mostrarles los primeros artículos que había depositado encima de la mesa—. Básicamente todos los artículos hablan de fiestas a las que iba Lorenzo Blair acompañado de chicas más jóvenes que él. Incluso artículos de cuando empezó su relación con Tanya Petrova. Durante un tiempo aparecieron mucho en las revistas del corazón. —Laura observaba algunos de los artículos que le mostraba Marta, se fijó que incluso había algunas frases subrayadas.
—¿Y hay algo interesante? —Preguntó Jose, nunca se sabía si sólo iban a encontrar meros chismes o algo que les sirviera.
—Hay un par de artículos que me han llamado especialmente la atención. —Marta les enseñó el primero, que era de hacía casi veinte años, estaba marcado con un post-it morado para ser fácil de localizar entre tanta documentación.
—¿De dónde has sacado esto? —Marta sonrió orgullosa de las averiguaciones que había realizado.
—Qué te crees, que eres la única que sabes hacer tareas de investigación. —Lo dijo con cierto tono de retintín por lo que todos rieron—. Mira, éste es Blair con Manuela Lozano. ¿No es la mujer que se encarga del departamento de Compras en tu trabajo? —Laura se acercó más la foto, intentaba reconocer algo de la actual Manuela en la guapa joven que aparecía en ella. De joven también vestía impecable, pero no llevaba permanente rubia, de hecho, era morena. Pero sí, los ojos eran los de Manuela. Era impresionante el cambio que había dado, de joven era una beldad y ahora no era ni una sombra de lo que fue, tan vulgar.
—¿Has leído algo sobre que estuviera embarazada? —Marta levantó las cejas haciéndose la interesante con una sonrisa socarrona.
—Por supuesto. Está todo aquí. —Jose estaba tan alucinado como Laura. Marta era una caja de sorpresas—. En estos artículos se habla de su embarazo y su posterior aborto. Ninguna publicación comenta si fue un aborto natural o un accidente. Excepto esta reseña de una “revista” —Marta hizo el gesto de entrecomillar la palabra— en la que se menciona que Blair y ella tuvieron una pelea, ella acabó cayendo por las escaleras y ese fue el motivo por el que perdió el bebé. Pero tened en cuenta, que esta revista no es nada fiable, es de esas que se inventan cualquier cosa, o las exageran con tal de vender. De hecho, la cerraron un par de años después. —Laura puso cara de no entender—. Los famosos que aparecían en sus páginas, empezaron a demandar los bulos que publicaban. Las altas multas impuestas en los juzgados, le costó a la revista declararse en quiebra.
—Madre mía Marta, te vamos a tener que contratar para que nos ayudes. —Jose seguía sin creerse toda la información que tenía, y aún quedaban un montón de artículos.
—Y otra historia que me ha parecido también muy interesante es ésta. —Les pasó varios artículos también marcados con un post-it morado. En las fotos aparecía una morenaza muy guapa cogida del brazo de Lorenzo Blair.
—Parece que antes le gustaban morenas. —Sentenció Pablo, que sabía que últimamente las modelos que le acompañaban eran rubias.
—La gente cambia. —Le dijo su mujer mientras le daba un beso en los labios—. El caso, es que con esta chica llegó a prometerse. Parecía que ambos estaban muy enamorados. —Hizo una breve pausa, a lo que el resto reaccionó acercándose más a ella, no querían perderse detalle de lo que les fuera a contar a continuación—. Pero algo pasó entre ellos. No he encontrado ninguna información a ese respecto. Lo único que sé es que rompieron el compromiso.
—Puede ser por cualquier cosa. Esas cosas pasan todos los días. —A Pablo no le sorprendían nada esas situaciones.
—Lo sé. Pero en este caso, ella se suicidó. Se tiró desde un duodécimo piso. Desde la terraza de la casa de su hermana cuando ésta había ido al supermercado a comprar algo de comida. —Todos se quedaron muy sorprendidos con las declaraciones de Marta, ninguno se esperaba algo así.
—¿Sabes cómo se llamaba? —Preguntó Laura puesto que las fotos no decían nada.
—Clara Lázaro. Pero no sé si es su nombre real o nombre artístico. Presentaba programas de moda en la televisión, además de ser modelo. —Dijo Marta muy segura de sí misma, había leído mucho sobre ellos en los últimos días—. Fue un duro golpe para Lorenzo Blair. En algún sitio he leído que fue el amor de su vida.
—¿Y qué pasó con Lorenzo? —Preguntó Jose que ya no sabía qué esperar.
—En aquel tiempo trabajaba aquí en España para una importante compañía. No era directivo, pero debía de tener un cargo destacado. Después de esto, desapareció un tiempo. Volvió a Londres donde estuvo trabajando en varias empresas, hasta que entró a trabajar en MediaCorp cuando la empresa se estaba creando. Después de algunos años se vino a España de nuevo para fundar MediaCorp España. —Todos se quedaron mirando con pena las fotos de la chica muerta. Se la veía tan joven, feliz y guapa, parecía tenerlo todo, pensaba Laura. Marta continuó hablando—. Lorenzo Blair era mitad español, padre inglés, madre española. Y se ha pasado la vida de un país a otro.
—No sé si preguntar. ¿Has encontrado algo más? —Jose se había quedado admirado de todas las indagaciones de Marta.
—No, lo siento. El resto, son chicas con las que estuvo un tiempo, breve o largo, depende. Pero ya no ocurrió nada interesante, me refiero, a que ninguna le dejó huella. Hasta que apareció Tanya Petrova en su vida, de la que se enamoró locamente y con la que se casó. Aunque volvió a las andadas, no podía resistirse a una chica bonita. Y eso es todo. Podéis llevaros todos estos papeles a casa, quizás encontréis algo que a mí se me haya pasado por alto. —Entre todos amontonaron todos los folios que había desparramados por la mesa en un único paquete y lo dejaron dentro de la carpeta. Marta se la pasó a Laura para que se la llevara, la estudiara y rebuscara todo lo que quisiera en los artículos.
—Bueno, y qué tal si nos tomamos una copa y jugamos a algo. —Pablo ya había dado por finalizada la conversación sobre la investigación. Esperaba que para concluir la velada se entretuvieran un rato con una partida de alguno de los juegos de mesa que tenía.
—Por supuesto. —Dijo Laura, a ella también le apetecía divertirse un rato y no pensar en Blair. Pablo empezó a ponerles una copa a cada uno, excepto a Marta que prefirió seguir con mosto.
—¿Aún le das el pecho? —Laura supuso que no quería beber por ese motivo.
—No, acabo de dejar de dárselo. Como vuelvo a trabajar no voy a poder, y tampoco estoy por la labor de estar sacándome leche en la oficina. Así que el médico me ha dado unas pastillas para cortarla. Es que llevo tantos meses sin beber, que no sé qué ocurriría si me tomara una copa. —Se encogió de hombros—. Y no pienso perder por ese motivo. —Todos rieron.
Para esa ocasión, Pablo les sacó un juego de cartas. —Las partidas son rápidas, por lo que se hace muy ameno. —Les explicó, ya que ninguno de los dos había jugado nunca—. Lo primero que hay que hacer es repartir los roles, unos serán mineros y otros saboteadores. Los primeros se encargan de excavar túneles para llegar al oro, que son estas cartas —en ellas aparecían unas grandes piedras de oro en el interior de una mina— y los saboteadores, como su nombre indica, se encargan de hacer que esto no ocurra. Si los mineros llegan al oro, ganan, si no lo consiguen, ganarían los saboteadores.
—Parece sencillo. —Dijo Laura mirando las diferentes cartas que conformaban la baraja.
—Creo que se enterarán mejor jugando una partida. —Repuso Marta.
Empezaron a jugar y así estuvieron hasta las tantas de la madrugada, hora en la que Lucía empezó a llorar, presumiblemente porque tenía ganas de comer, ya que como se había quedado dormida después del baño que le había dado su madre, se había ido a la cama sin cenar.
En ese momento, Jose y Laura decidieron que ya era hora de volver a casa y dejar a la familia descansar.