Noveno:
EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
…por qué te tengo que encontrar si no te
me has perdido…
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ,
El otoño del patriarca
1. TU VERDAD DE PAN BENDITO
ATENTO, ELECTOR: Espérame que te voy a necesitar más que nunca, no te me escondas, no te me vayas: Tú tienes que estar allí cuando yo necesite que alargues la mano para que yo recupere todo lo que perderé, de ello estoy seguro, al abandonar a mi madre; aún no: está viva mi madre y yo dentro de ella en los últimos días de mi gestación, está viva mi madre sentada en el Templo de San Felipe Neri en Oaxaca, rodeada de florones y mirando (puesto que aún no me puede mirar a mí!) a un Santo Niño de Atocha vestido con brocados y plumas color de rosa y si ella mira al Santo Niño a ella la mira con una mezcla de melancolía y de pasión desmedida nuestro cuate Huevo pero ella y yo sabemos que algo va a ocurrir, una premonición temblorosa nos hace verte a ti, papá, corriendo por la carretera en una motocicleta Kurosawa destartalada, arrancada al cadáver de un centinela yanqui, lejos de la tentación del dulce trópico veracruzano, lejos y de vuelta a la altura sagrada, veloz por el camino de Orizaba y Tierra Blanca y el río Tuxtepec, montaña arriba, por Cuicatlán rumbo a Oaxaca, mi padre, que dejó atrás a Bubble Gómez con su camión refrigerado lleno de cadáveres comestibles y a Colasa Sánchez y el profesor Will Gingerich reunidos para bien o para mal, mientras que tú, papá, no tienes por qué dudar, será para bien, para bien será que corras hacia nosotros, hacia mi madre y hacia mí, seguro del lugar donde nos vamos a encontrar, cuál otro podría ser, veme diciendo?
Oh, como te veo, papá, alto y color gitano y ojiverde y cegatón y tenso, cada músculo de tu rostro afilado, más recortado que nunca, el mal estado de la carretera pegándote y rebotándote en las meras pelotas, que es donde sientes el peligro físico de la carretera, su violencia, sus baches, y que yo siento contigo porque por allí nos relacionamos tú y yo, con un carajo, por allí empezamos: allí fue inventada la América, allí fue deseada, allí fue necesitada, y no en otra parte: América está en los cojones de mi padre!
QUIEN CORRE EN MOTO por la carretera Cristóbal Colón a Oaxaca, mar amotinado de baches, y mi padre dice hijo no nazcas sin mí no nazcas a medias hijo mío espera a tu padre ya voy hacia ti ya mero voy llegando espérame tantito Cristóbal espérame esperanza detén el tiempo ya mero llego Ángeles no te acabes de ensimismar sin mí no llegues a partir sin mí no cierres todavía el círculo sin mí no sean ustedes dos nada más sino nosotros tres siempre tres no me dejes fuera de tu halo Ángeles déjame entrar a tu luz no te acabes tu luz sin mí no te lleves tu aire sin mí no tengas a nuestro hijo sin mí mira que ya vengo de vuelta perdóname y perdóname sobre todo por no explicarte que me alejé de ti por motivos que nunca comprenderé del todo, pero que empecé a entender sabes hasta cuándo? hasta que vi al profesor gringo y a Colasa Sánchez arriesgarse a compartirlo todo hasta el temible mito hasta el doloroso pasado a trascender en el peligroso amor de una pareja la estupidez social de la reputación las apariencias las convenciones porque si una pareja se quiere de veras Ángeles eso es lo más revolucionario del mundo eso cambia al mundo sólo esto no hay que hacer nada más sino vivir un amor mandando a la chingada los qué dirán qué dijeron qué pasó antes serán o no serán harán o no harán con los que llena sus días la clase media sin imaginación sin amor sinsin la sustitución de cantidades posibles de amor por cantidades equivalentes de cosas y yo perdido y desorientado no llegué a eso sino que entre mi revolución conservadora y tu revolución izquierdista metí una pasión que se llama celos y una justificación que se llama machismo y con ellas no supe imaginar lo peor que podía pasarme: no que yo te engañara Ángeles sino que tú ya no pensaras más en mí eso me mató de celos eso es lo que me arrancó de mi justificación sensual: un mundo en el que tú pudieras seguir viviendo con nuestro hijo sin quererme más sin pensar siquiera en mí: no tuve más celos de otro o de otros sino de mí Ángeles en el instante en que imaginé ya no tu ausencia lo confieso o la del niño sino mi ausencia en el mundo tuyo y de nuestro hijo: tu luz sin mí tu aire sin mí tu cuerpo sin mí es lo que no puedo soportar desde ahora y por eso regreso a que me perdones y me admitas de nuevo en tu luz en tu aire en tu carne: escúchame Ángeles y Cristóbal: mis palabras son un grito de socorro! Freno, derrapo, el polvo me envuelve.
ENTRÓ MI PADRE al templo en Oaxaca: gloria dorada, intenso olor de flores y vecinas panaderías, incienso y losas recién lavadas; llegó hasta ella, tocó su hombro. Ella no lo miró. Se levantó el velo y le mostró la nuca.
Mi madre dejó caer el tomo de Platón publicado por la UNAM con tapas verdes y el escudo negro POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU.
Tuvo que levantarse el pelo largo que prometió no cortarse más hasta no terminar de leer el Cratilo.
Huevo los miró juntos y se levantó del banco.
Salieron Huevo y la Niña Ba, él con sus patas planas y su cabeza calva, ella primorosa con su batón escolar a cuadros y sus trenzas y su carita redonda.
Y mi corazón entristecido: no te vayas, niñita, no me dejes solo, Niña Ba! Qué pasa si ahora, como parece, todo se perdona y la pareja se rehace y yo me quedo solo: quién sino tú puede acompañarme, niñita, Niña Ba: Recuerda que yo soy el único que te mira tal como eres! No olvides eso! No me olvides a mí!
Ah, el egoísmo del amor. Nadie hace nada para acercarme a la niña que se va siguiendo a Huevo por el pasillo de la Iglesia de San Felipe Neri en Oaxaca una mañana de octubre de 1992. Ella se voltea tomada de la mano de nuestro cuate y me mira:
Me hace una seña de despedida con la manita levantada a la altura del cachete.
Adiós. Hasta luego. Nos vemos, niñita dulce!
El templo está solo a esta hora.
Mi padre mantiene en alto la larga cabellera de mi madre. Acerca los labios a la nuca perfumada de mi madre. Desnuda sólo la espalda, los hombros, la nuca. Mi padre besa la suavidad incomparable del cuerpo de mi madre. Ángeles le da a él el éxtasis de la fragancia ácida de sus axilas, alas diáfanas; le da sus hombros, buenos para un llanto copioso y líquido; le da la alada virtud de su seno blando y la quinta esencia dormilona de su espalda leve: aspirándola toda, enamorado para siempre de lo suave y blando de mi madre, qué ganas de dormirse en sus brazos, olvidarse de todo, de Penny y Lucha y Ulises y el Ayatola y Colasa y el camión de Bubble Gómez y la guerra de Veracruz y dormirse entre el resonante almidón, el luto radiante y el lujo de marfil y nácar.
Le dijo otra vez que no podía desearla y sólo desearla, que le diera lo que tuviera aunque fuera en el umbral del cementerio. Los pies. Soñó despierto con los pies. Pidió los pies. Pero ella dijo entonces que no. Ella habló por primera vez entonces para decir que no. Esta vez no. Todo se repetiría menos esto.
—Por qué?, preguntó mi padre.
—No quiero que me veas nunca loca, marchita o enferma. Por eso.
Mi padre entendió entonces (entendí dice mi padre) que esta vez no la iba a descalzar (no la descalcé) ni ella le iba a ofrecer (los pies) para que no me volviera a enfermar (de absoluto) aquí en Oaxaca (donde empezó lo mejor y lo peor de mí mismo) (mi misión, se ríe ahora Ángel mi padre): (tu amor, lo mejor de mí, dice mi padre, esta vez ella:)
Levantó sus ojos taumaturgos y miró los ojos verdes de él.
Mi madre le dio de beber a mi padre el agua contenida en el hueco de sus manos.
CUANDO SALIMOS DE LA IGLESIA, sin embargo, nos esperaba lo inesperado: una Shogun limousine blanca en plena plaza de armas de Oaxaca, un chofer oriental vestido de uniforme y cachucha negras, abriendo obsequiosamente la puerta del automóvil, junto a la cual, de pie, apoyado contra el vidrio entreabierto, una patita Gucci coquetamente retenida sobre la moqueta de la bañola (como diría feu Ada Ching), la otra posada sin miramientos sobre un hermoso cuan antiguo adoquín de la plaza oaxaqueña, vestido todo él de blanco como para una extemporánea primera comunión, en la mano un elegante bastón de malaquita que hacía girar entre sus dedos sinfazones frente a nuestras miradas atónitas, su cachetona faz perfectamente acicalada, lustrosa, restiradita, bien rasurada salvo por el moscardón negro del bigotillo posado sobre su siempre sudoroso labio superior: el tío don Homero Fagoaga Labastida Pacheco y Montes de Oca, de las mejores etcéteras…
—Ah, dilectos sobrinitos, no me miréis de tan confundida manera, rió cantarinamente don Homero, repetid más bien, como dijese el excelso poeta don Luis de Góngora y Argote en azorada contemplación de estas Fabio ay dolor que ves ahora campos de soledad mustio collado fueron otra vez Cempoala famosa, o como añadiese su digno sucesor el poeta don Octavio Paz, en idéntico sitio aunque tres siglos más tarde: Sólo el académico gordo es inmortal! Heme aquí, pues, y como dijese vuestro poeta favorito (dijo Homero moviendo con broma censoria su dedo de salchicha), buscas a Acapulco en Oaxaca, oh peregrino!, y a Acapulco en Oaxaca no lo encuentras porque Acapulco resulta que está en Acapulco y que, oh Quevedo abuelo de los dinamiteros, sólo lo fugitivo permanece y dura! O sea, sobrinitos, que se acerca el Día Doce de Octubre y la celebración del Quinto Centenario de nuestro descubrimiento, o como dijesen los indios de Guanahaní al ver que se aproximaban las carabelas, Albricias, albricias, que hemos sido descubiertos! Pero yo, modestito que soy, sólo deseo que el niño de nuestra sangre, destinado a ganar, si Dios quiere, el concurso nacional de los Cristobalitos, venga a este mundo con comodidades y augurios dignos de su alto destino, para lo cual aquí está a su disposición de ustedes y amigos que los acompañan mi humilde carruaje (y adentro de la limousine vieron con horror mis padres a Huevo sentado entre las hermanitas de Homero, Capitolina y Farnesia, muy sonrientes las dos, muy amables, no faltaba más, vestidas con veraniegos trajes floripondios y tocadas con alados sombreritos de paja y listón a lo Scarlett O’Horror convocando con maternal solicitud a mi madre —con las manos— y a mi padre —con las miradas— y Huevo con un gesto de qué remedio! levantando los hombros y la Niña Ba ya no está, ya no está, YA NO ESTÁ! grito desde mi centro solar invisible pero nadie me hace caso) para viajar rumbo a Acapulco y esperar en mi casa, cuyas campesinas comodidades ustedes habrán de excusar (como dijese mi singular amigo don Enrique Larreta entre sorbo y sorbo de su bombilla de hierba mate en humoso ranchito cerca de Paysandú) pero cuyas austeras virtudes conocen de sobra, el fausto acontecimiento!
Y como viese cierta duda en el ánimo de mis padres, imperioso e impaciente les pegó con el bastoncito, levemente, sobre los hombros (los mismos hombros que besara hace unos minutos mi padre) sobre los nudillos (las mismas manos en las que mi madre mantuviera hace pocos instantes el agua que ofreció a mi padre) (y éste recordó las zurras sadoeróticas que el tío le propinaba con un zapato de señora cuando mi padre era niño) y dijo ale, ale, que la paciencia se me acaba y el tiempo también, mis hermanitas aquí Capitolina y Farnesia, virgencitas certificadas ambas, harán gustosas el papel de comadronas: manitas santas! Acapulco se reconstruye lenta pero seguramente, bajo nuevos y más propicios patrocinios que los del deplorable caciquillo local Ulises López, y es importante para nuestro futuro (que es el de vuestro bebé, amadísimos sobrinos míos!) que venga al mundo allí el Cristobalito, que Acapulco se identifique con la Magna Celebración del Quincentenario y que nuestro rostro, que recibió al Ilustre Navegante viniendo de nuestro oriente que era su occidente en busca de un oriente que quedaba más lejos, se vuelva ahora hacia el verdadero oriente clásico, el Pacífico, que en realidad es nuestro más cercano occidente y nosotros, válgame Dios, el oriente verdadero de ellos!, pero en fin, no sé lo que digo, salvo esto: que nazca el niño el doce de octubre venidero en el puerto de Acapulco que mira hacia la nueva constelación del Pacífico. Apostemos oportunamente al futuro y arriba y adelante, Tomasito, como exclamase Nuestro Candidato al enarbolar PRIstinas banderas en la lejana Campaña del Año Setenta que esta noche debemos dormir en Pichilingue y mañana, vísperas del Doce de Octubre, ir en acción rogatoria y de gracias a la catedral de Acapulco, todos juntos!
Tomaron lugar mis padres en los extrapontines del auto, mirando las caras sonrientes de Capitolina y Farnesia y el rostro ovoide de nuestro asombrado cuate mientras don Homero tomaba el suyo en el asiento de adelante junto al chofer Tomasito.
—Ay, luego se ve que nuestro hermanito es de la misma sangre, suspiró Farnesia, así como nosotros llamamos Servilia a todas las criadas, él llama Tomasito a todos los choferes…
—Basta de vaguedades, Farnesita, la interrumpió Capitolina, mejor persígnate pronto, pues esto sí que es un pecadote, salir dos días enteros de nuestra casa, andar rodando por estos cerros del Señor llenos de quién sabe qué peligros y acabar ahora de comadronas en Acapulco, la capital del vicio, la Babilonia de la Costa Chica…
—Ay Capitita, tenían razón en el convento, qué duda cabe, y en primer lugar…
Ángel mi padre dejó caer brutalmente en el regazo de Farnesia la esclava de oro salvada de la selva veracruzana, con las iniciales FF y FB separadas por un corazón.
La señorita Farnesia Fagoaga peló los ojos, tembló, y luego lloró con la cabeza colgada. Capitolina se mordió los labios y la abrazó en seguida, hermanita, hermanita… Mi madre alzó sus ojos taumaturgos y miró a mi padre. Yo sé lo que pensó:
Ángel Palomar, al fin aprendiste a utilizar tu violencia para humanizar al prójimo.
Las muchachas daban vueltas a la plaza tomadas de las manos con una resignación llena de abrojos: un atardecer abrupto, una ciudad de verdes y negros y oros, eternamente esculpiéndose a sí misma.
2. TE AMO NO CUAL MITO
(Solos los tres de regreso en Acapulco: Ella, Yo, Él).
Busqué a Águeda y no la encontré.
Busqué a la Suave Patria y no la encontré.
Encontré a Ángeles, tu madre.
La encontré como perdí a Águeda.
—No nos hagamos daño. Estamos todos aquí.
Y cuando lo conociste, mamá, cuando supiste quién era de verdad él, cuando lo seguiste a Acapulco, a Oaxaca, al concurso de Mamadoc en México, cuando fuiste la parte pasiva de su aventura, la destrucción de Aka, la campaña del tío Homero en Oaxaca, el encuentro con Matamoros Moreno, el regreso a Makesicko City, la búsqueda de la ciudad en la ciudad, el bulevar, la carroza, las oficinas del concurso, los… Cuando lo terminaste de vivir todo, entonces qué, mamá, qué pasó de tu primera impresión, o de tu primera ilusión, qué te dijiste a ti misma, mamá?
Eso me dije, Cristóbal. Desde que conocí a tu padre nunca volví a dudar: tengo un cuerpo, hijo mío, mira, tócame, tengo dos senos que se revientan de leche, tengo nalgas duras y pesadas, tócalas, hijo, acaricia mi cuello, hijo, siéntelo latir, mi cintura existe, es carne y movimiento y calor, toca mi ombligo, hijo acaricia mi mono y detén tu manecita sobre el candado caliente del útero por donde vas a salir: toma, hijo, soy tu madre, es tu última oportunidad de estar dentro de tu madre, mira hacia arriba, desde tu postura, ahora que estás por nacer, dime qué ves, dímelo por favor.
Quiénes estamos? Quién eres, mamá? Ángeles? Águeda?
Las dos hijo, las dos. Aprendí a ser las dos.
Cuántos estamos, mamá?
Los tres, hijo los tres, reconciliados, con menos ilusiones pero con muchísimo más cariño.
Dónde estamos, mamá?
De vuelta en Acapulco, hijo, dando gracias porque tú vas a nacer.
Cuándo, mamá, cuándo?
Ahora mismo hijo, entre el domingo once de octubre (estamos en la playa) y el lunes doce de octubre (estamos en Acapulco) de 1992.
Con quiénes estamos, mamá?
Con nuestro amigo Huevo y el Huérfano Huerta y Tomasito, el segundo Tomasito, el chofer que nos trajo desde Oaxaca y entregó al tío Homero en manos del tío Fernando que nos esperaba en el aeropuerto de Chilpancingo donde ese día se celebraban las honras fúnebres del predilecto hijo local don Ulises López y familia que lo etcétera, embarcándose a la fuerza don Homero con don Fernando en el desvencijado bimotor del Instituto Indigenista rumbo a nuevos horizontes mientras Tomasito tomaba la dirección del Shogún, enderezándolo rumbo a Acapulco.
Y las hermanitas?
Las recogió un camionero albino a la salida de Chilpancingo. Dijo que las llevaría a México. Que pasarán a la parte de atrás, allí estarán más fresquecitas, les dijo.
Y nosotros?
MAMÁ, veo una lámpara, una luz encendida sobre mi cabeza, aquí adentro de tu vientre, una luz me baña y me dice: Gracias a mí lo sabes todo, todo, todo, Chris,
Cristóbal
Cristóbal Crítico
Criticristóbal
Crisis Cristóbal
Crimen Cristóbal
Cristóbal Incriminado
Cri Cri Cristóbal
madre! esa luz ha estado allí desde cuándo, desde que me concebiste, encima de mi cabecita, y yo no la había visto hasta ahora, madre, apúrate, no dejes que esa luz se apague todavía, dame unos minutos más de esa sabiduría, no me la quites aún, cómo brilla, cómo brilla, con razón me lo has enseñado todo aquí adentro, con razón he podido saberlo todo aquí adentro, un fuego ardiendo encima de mi cabecita, ése es el origen de la luz, un fuego que brilla y se consume en tu plexo e ilumina mi cabecita, diciéndome a mí también, madre:
—No nos hagamos daño. Estamos todos aquí.
OIGO LO QUE SE FUE, LO QUE AÚN NO TOCO
Estamos frente al mar, en la playa del Revolcadero: frente al Océano Pacífico. Hay doce toninas muertas en la playa: una docena justa de delfines asesinados por la contaminación de la bahía, y las agitaciones insanas de El Niño enviado desde el Perú.
Doce blancos delfines amoratándose implacablemente como si se despojasen de su inocencia idéntica a su belleza: sus ojos tiernos, hermanos marinos de la dulzura pascual; sus cuerpos lisos, cambiando de color, y sus fauces abiertas: tiburones cándidos. A nuestros pies.
El muchacho oriental da la espalda al sol poniente. Se ha quitado el gorro de chofer, revelando una cabeza juvenil y lacia, viste uniforme negro, que le da un aire irresuelto de almirante de la flota japonesa la víspera de Pearl Harbor y toma cariñosamente de la mano al Huérfano Huerta, desnudo a su lado, mirándonos los dos a mi padre y a mi madre (y yo dentro del vientre de ella!) y a Huevo descalzo, con los pantalones arremangados y la camisa abierta, revelando sus pechos lampiños, casi femeninos, Huevo no nos mira ni mira a la pareja del muchacho vestido de negro y el Huérfano desnudo: Huevo mira hacia el océano por donde un día el otro Tomasito se fue bogando, muerto; piensa acaso en la simetría de los destinos alanceados, el primer Tomasito en el mar, el abuelo Rigoberto en la sierra y el Jipi Toltec incendiado en la meseta y las bombas del reverendo Payne en el Golfo: el fin del mundo que allí venía a morir, el Mediterráneo, el Atlántico, cuna y prisión, madre y madrastra del mundo durante cinco siglos: ahora ellos no miran hacia el Golfo, las Antillas, el Atlántico y el Mediterráneo: ahora ellos miran hacia el Pacífico y el muchacho oriental toma la mano de su hermano el Huérfano Huerta, mi hermano, mi hermano, lo llama repetidas veces, no podía venir por él hasta el momento preciso, yo sabía que mi hermano tenía que cumplir su destino y que su destino era inseparable del de ustedes y su niño: tenían que reunirse ustedes y su niño, que estaban separados, para que todos nos juntáramos en esa playa y yo me revelase ante ustedes:
—Es mi hermano perdido, dijo con una seriedad atónita el Huérfano Huerta, el niño perdido que les conté… Ha regresado por mí…
Y por ustedes, dijo el muchacho oriental al que costaba ahora imaginar, como intentaron hacerlo mis padres, en una barriada sin nombre, ciudad perdida del Defe pedorrito eddypiés calcinados huyendo de la colonia de paracaidistas incendiada por doña Lucha Plancarte de López: Y era él, vomitado por el metro en la esquina de Génova y Liverpool; no obstante, de allí salió y ahora era esto: y le daba la mano a su hermano: y le tendía la otra a mis padres (y a mí) vengan con nosotros, vamos a Pacífica, el Nuevo Mundo ya no está aquí, siempre está en otra parte, celebren el quinto centenario dejando atrás su viejo mundo de corrupción, injusticia, estupidez, egoísmo, arrogancia, desprecio y hambre, hemos venido por ustedes: aquí está nuestra mano, el niño nacerá a la medianoche, como fue escrito, de prisa, un día, en seguida llegarán las naves por nosotros y saldremos rumbo a Pacífica, Pacífica los espera, allí ustedes son necesarios, aquí son superfluos, dijo el hermano del Huérfano Huerta, no le entreguen su niño por nacer al horror insalvable de México, sálvenlo, sálvense: vengan a un mundo mejor del cual ya es parte una parte de México, todo el Pacífico de Ixtapa al Norte, toda la cuenca pacífica de California y Oregón, Canadá y Alaska, China y Japón enteros, las penínsulas, los archipiélagos, las islas, Oceanía: una cuenca de ciento ochenta millones de kilómetros cuadrados, tres mil millones de seres humanos, la mitad de la población del mundo, trabajando juntos, tres cuartas partes del comercio del mundo, la casi totalidad del adelanto tecnológico, la máxima conjunción de mano de obra y sapiencia técnica y voluntad política de la historia humana, dijo el Niño Perdido, niño encontrado, entonando una como salmodia con sus manos de dedos largos, vengan con nosotros al Mundo Nuevo de Pacífica, den la espalda al tiránico Atlántico que los fascinó y dominó durante cinco siglos: cese ya su fascinerosa fascinación fascinada fascista con el mundo Atlántico, denle la espalda a ese pasado miren al futuro porque allí triunfamos los hombres y las mujeres que sólo nos dijimos esto, sólo esto: Detrás de la máscara de la gloria está el rostro de la muerte; renunciemos a la gloria, a la fuerza, al dominio, rescatemos al Occidente de sí mismo enseñándole de nuevo a rehusarle poder al poder, a no admirar a la fuerza, a abrirle los brazos al enemigo (sí, mona, velo ahora) a optar por la vida contra la muerte: tenemos todo para ser módicamente felices, en nombre de qué vamos a sacrificar los medios técnicos que ahora tenemos para la abundancia, la paz, la creación intelectual, en nombre de qué?, nos preguntamos y no obtuvimos respuestas: a la mano lo teníamos todo, técnica, recursos, inventiva, mano de obra, tenemos con qué inventar un mundo nuevo —el Huérfano Huerta desnudo con los ojos cerrados de espalda al mar imita con las manos el movimiento de las de su hermano— más allá de las viejas fronteras separando a naciones, a clases, a familias, a razas, a sexos: por qué no lo empleamos? qué nos lo impide? decidimos que todo esto era posible en una nueva comunidad, no una utopía, porque en Pacífica nunca perdemos de vista que jamás escapamos al destino, ésta fue la locura de Occidente, creer que había dominado al destino y que el progreso eliminaba a la tragedia (nitchevoz); así se convirtió la tragedia en crimen, aprovechando el sueño de la conciencia, condenando a la tragedia a refugiarse como un animal acosado en el campo de concentración y aparecer anónima y ensangrentada en la matanza histórica, sin encontrar su lugar en la comunidad y decirle a la historia: hay demasiadas excepciones al progreso, la felicidad es capaz de atentar contra sí misma (fe-de-rico!) hay que admitir lo que nos niega para sabernos completos, nuestra cara es la del otro, nos desconocemos si no conocemos lo que no somos y lo admitimos: somos únicos porque somos semejantes: En Pacífica le dimos la mano a la vez al rápido avance tecnológico y a la conciencia trágica de la vida, tomando en serio lo que dice una novela, un poema, una película, una sinfonía, una escultura: decidimos que las obras de la cultura eran tan reales en el mundo como una montaña o un transistor, que no hay naturaleza viva sin su compensación en el arte, ni presente vivo con un pasado muerto, ni futuro aceptable que no admita las excepciones al progreso, ni progreso técnico que no integre las advertencias del arte:
VIERON mi padre y mi madre a los dos hermanos, uno vestido de chofer japonés, el otro encueradito, tomados de las manos, empezar a decir estas cosas al unísono, en un coro cuyo escenario era el océano crepuscular: miraron mis padres lo que había a espaldas de los hermanos: Ángel, Ángeles: se miraron mi padre y mi madre y sus ojos brillaron, entendieron:
—Los otros nos dan su ser/
—Cuando te completo a ti, Ángeles/
—Yo te completo a ti, Ángel/
ellos cambiaban el regalo de su existencia perfectible como lo hacían los dos hermanos y los cuatro buscaban ahora (los cinco: yo dentro del vientre de mi madre; los seis: Huevo deja de mirar con tristeza la lejanía del horizonte y se vuelve hacia nosotros, dudoso entre unirse a la pareja de los hermanos o a la nuestra: espera, cuatezón, espera un ratito, ya vamos llegando, ya estamos entendiendo):
vengan con nosotros a Pacífica, no se lo podemos imponer, sólo sugerir, aunque sí podemos advertir que en todo esto, amigo Ángel, amiga Ángeles, niño Cristóbal por nacer aún, hay algo definitivo, inapelable: amigo Ángel: tus padres eran científicos, tú debes entender de lo que hablamos, en tu casa de los colorines en Tlalpan hay muchos retratos de hombres llamados Rutherford y Planck, Einstein y Pauli, Bohr y Broglie, Heisenberg, sobre todo Heisenberg, tu preferido, Ángel, no es cierto?
La observación de todos los fenómenos simultáneamente es imposible: debemos escoger un tiempo y un espacio dentro del vasto continuo que nos es dado imaginar porque existe en realidad: nuestra rebanada del fenómeno global es nuestro límite pero es nuestra libertad: es lo que podemos afectar, para bien o para mal: lo que podemos ver, tocar, es sólo una cara de la realidad: la posición o el movimiento de algo, uno u otro, pero nunca los dos juntos: éste es nuestro límite, pero también nuestro poder:
dependemos de la visión del otro para completar nuestra propia visión: somos medio ojo, media boca, medio cerebro, medio rostro; el otro soy yo porque me completa:
los dos hermanos se tocaron lentamente las caras, cada uno la del otro, cada uno con los ojos cerrados, cada uno hablando ahora en la noche súbita del trópico con alternancias moduladas, un himno sorprendente:
saber esto fue entender al mismo tiempo nuestra grandeza y nuestra servidumbre, nuestra libertad y nuestra dependencia y sabiéndolas, nos fue posible alcanzar lo que nuestro conocimiento de los límites parecería vedarnos: precisamente porque uno sólo sabía perfectamente su posición pero el otro sólo sabía perfectamente su movimiento, al unirse los dos supieron lo que el otro ignoraba y pudieron, completos, ser lo que ninguno era aparte (el Pacífico es una llama horizontal; el cielo se mueve velozmente a hacerla suya, apagándola: no vemos la luz que nace en otra parte cuando aquí todo se vuelve oscuridad): así logramos en Pacífica conciliar el destino con la técnica, unir lo que sabemos espiritualmente con lo que sabemos técnicamente y hacer una vida nueva porque no controlamos la libertad pero sí dominamos la técnica:
vengan con nosotros, dijeron los dos hermanos, dijeron con ellos mis padres, volteando a mirarse entre sí, maravillados, en el atardecer renovado de Acapulco, que volvía a ser en los ojos de mi padre el puerto memorioso de su infancia, la escala feliz de sus vacaciones: se vieron mis padres espléndidos al ver las lenguas de fuego del horizonte como un mensaje literal del océano: la lejanía de las voces del otro lado se aproximaba en la presencia del mago llegado del mar, el hermano del Huérfano Huerta: el Niño Perdido ahora los encontró a ellos, regresó en el viaje contrario al de los europeos, no la carabela de Colón sino la Nao de China, no el bergantín de Cortés sino el galeón de Filipinas: la otra mitad de nuestro rostro, nuestro ojo tuerto, viendo otra vez: tenemos dos horizontes y una sola cara y el Niño Perdido decía: ya no es posible alcanzarnos técnicamente, hemos pasado a la quinta generación de computadoras, lo que deseaban, sin saberlo, tus padres, Ángel, dejamos atrás las cuatro generaciones seriales, aritméticas, de computadoras que simplemente sumaban una operación tras otra, para entrar a la generación de computadoras que procesan simultáneamente varias corrientes de información: miren —dijo con un regreso extraño a su habitual voz gangosa el Huérfano Huerta, es como si antes sólo se podía poner una tortilla a la vez en el brasero, calentarla, darle vuelta y echarla al chiquihuite: ahora, ven?, se pueden calentar todas las tortillas al mismo tiempo, de un golpe, darles la vuelta a todas juntas y ponerlas al mismo tiempo en el chiquihuite
la mente de múltiples carriles de mamma mia
leyendo a Platón cachondeando a mi papi en Aka
el taco inconsumible de mis abuelitos Palomar
los Curies de Tlalpan
la antimateria: la vida no la muerte
Federico Robles Chacón quiere dictar dos cartas al mismo tiempo
En Pacífica ya ganamos la carrera técnica, y por eso no queremos el poder: ofrecemos el bienestar: quien domina la computadora domina la economía domina el mundo: nosotros no queremos dominar sino compartir: vengan con nosotros, Ángel, Ángeles, Cristóbal por nacer, dejen atrás la corrupción y la muerte de México, dejen atrás la miseria interminable y los vicios seculares de su patria para salvarla un día, arrebatándola poco a poco, parcela tras parcela, a su estupidez corrupta y a su locura histórica: dijeron en coro los dos hermanos reunidos, ahora nuestro cuate también, y con ellos mi padre y mi madre: y yo a punto de nacer/
3. PATRIA: TE DOY DE TU DICHA LA CLAVE
ESTABAN en los límites de Guerrero y Michoacán cuando un grupo de campesinos armados que exigían la devolución de sus tierras robadas por una compañía maderera fueron acorralados en el monte, hambrientos y sin fuerzas, bajados a culatazos y fusilados sumariamente en el pueblo de Huetámbaro, bajo las alas abiertas del monte rapado, con estas palabras perentorias también, del coronel Inclán, encargado después de la noche del Ayatola de imponer el orden donde fuera y a como diera lugar en la República Mexicana:
—Entiérrenlos sin ataúd. Era tierra lo que peleaban, no? Pues denles tierra hasta que se ahoguen en ella.
El altoparlante de la plaza de Huetámbaro tocaba “Jingle Bells” y no se oyeron los fusiles.
Homero Fagoaga tembló de terror mirando a los campesinos caer uno tras otro cuando lo único que se oían no eran los fusiles, sino “Jingle Bells”, como si los hubiera matado la Navidad.
—Mira miserable, mira derecho, le dijo Benítez al tío Homero, hundiéndole el hocico del fusil en las lonjas adiposas de los costados, mira bien.
—Fernando, yo estaba tan a gusto en mi casa de Acapulco, protegiendo a mis sobrinos… bueno, nuestros sobrinos…
—Tú te estabas aprovechando de mis sobrinos para dar tu nueva maroma, Homero maromero, tú sabes que el niño va a nacer en punto de la medianoche hoy mismo noche del once al doce de octubre, y quieres tenerlo en tu poder para entrar con el niño en brazos a Pacífica: eso es lo que quieres, gordales infeliz…
—Y qué tiene de malo?, se alborotó don Homero, calmándose en el acto cuando sintió la máuser clavándosele en las lonjas, qué tiene de malo, te digo? (susurró), para eso tenía que hacerme secuestrar por otro filipino infidente, yo puedo serles útiles a nuestros sobrinos y el niñito, yo tengo relaciones en Filipinas, conozco el…
Benítez no le hizo caso. Miraba la escena con Homero desde una ventana enrejada, la música de Santa Claus y los cadáveres regados y el coronel Inclán paseándose con el fuete en la mano, a ver apártenles las piernas, riendo, a ver quién se cagó, a ver quién se hizo chis del miedo.
—Mira Homero, dijo don Fernando, mira bien lo que no has querido ver en toda tu vida.
Una aplanadora o un cerillo pueden acabar con todo, murmuró don Fernando Benítez. Las montañas de México están pelonas, devoradas por la erosión. La tierra se vuelve tan fugitiva como la vida. Para él, le dijo a Homero Fagoaga tiritando detrás de la reja sobre la placita de Huetámbaro, la realidad era animada por el pasado.
La vida se hace por ello más resistente? Una mujer lloraba en el mismo cuarto desde donde Fernando y Homero veían la atroz escena protagonizada por el coronel Nemesio Inclán y los campesinos fusilados.
—No llores, le dijo a la mujer, ahora no hay nada qué hacer. Mañana…
—La vida siempre ha sido terrible aquí, dijo sollozando la mujer. Y además, quién va a luchar contra los helicópteros.
Benítez lo sabía. Las armas ya no eran las de la revolución de ayer. Zapata no hubiera resistido un bombardeo de fósforo y napalm? Entonces por qué Ho Chi Minh sí resistió? Por qué los sandinistas lograron derribar a Somoza? Porque sus sociedades eran más simples, más blanco-y-negro, menos complicadas y menos cómplices que México en 1992? Con qué armas se podía luchar hoy sin exponerse a una muerte inútil? Con qué armas, sin hacerle el juego a los cínicos apoderados del poder? Con qué armas, para poder decirse a uno mismo: a nadie le he pedido más de lo que yo mismo estoy dispuesto a dar? No he mandado a nadie a la muerte pidiéndole que haga lo que yo no estoy dispuesto a hacer? A nadie le he dicho: La única opción es la rebeldía armada, el suicidio romántico? A nadie?
—… pero Fernando, iba diciendo Homero Fagoaga, quien no tenía por qué escuchar la reflexión apenas murmurada de su pariente, qué tiene que los chicos se unan a Pacífica, esto no tiene remedio, ya lo viste, si me trajiste para demostrarme eso, lo lograste, Fernando, me has dado el susto de mi vida, no crees que para espantos ya estuvo suave, tú?, oye, y hasta desde el punto de vista nacionalista, Pacífica es nuestra salvación, nos negamos al mercado común con los Estados Unidos y Canadá en los setentas, pero ahora Japón y China dominan a los Estados Unidos y Canadá. Pacífica es nuestra carta, obvio; entramos por la puerta grande al comercio y a la tecnología, sin deberles nada a los gringos!
—Primero hay que terminar lo que empezamos a hacer aquí, dijo apretando los dientes don Fernando Benítez.
—Bah, aquí y en todas partes se trata de ganar lana y de tener poder, lo demás es puro jarabe de pico, dijo contundente don Homero Fagoaga y las palabras se le congelaron en los labios color de rosa, Fernando, Fernando, qué haces, apuntó Benítez el rifle entre las rejas, disparó y el coronel Nemesio Inclán cayó junto a los cadáveres de los campesinos: su cara sin sorpresa porque era ya la de una calavera. La baba verde le rodó por la mejilla en vez de sangre. Los anteojos negros se estrellaron contra una pared acribillada. La tropa señaló hacia el pequeño edificio de tres pisos. Lo rodearon en el acto. Benítez esperó con el fusil plantado frente a él. Homero temblaba como hegelatina. Los pasos pesados subieron por la escalera. Los altoparlantes, imperturbables, tocaron el bolero Hay que saber perder. La música fue ahogada por el vuelo de los helicópteros.
4. TIERRA!
ELECTOR: todo esto va pasando en mi cabeza, porque ahora creo que el mundo de afuera dejó de existir y si algo vivió en él hoy sólo mi recuerdo o mi imaginación lo comprueban. Puedo equivocarme. O algo peor: Quizás lo que estoy diciéndome a mí mismo puede escaparse de mi mente y ser escuchado allá afuera. Qué pasaría entonces? Qué ocurriría si la voz de un niño nonato es escuchada allá afuera antes del nacimiento?; de qué brujerías no la acusarían a la madre?; de qué tráficos en el Espíritu Santo al padre?; y a mí mismo, de qué no se me acusaría aun antes de nacer, cómo me llamarían?
Por eso necesito, Elector, tal enjambre de complicidades como las que he venido tejiendo a lo largo de mis nueve meses aquí enumerados. Tú sabes que no he narrado nada solo, porque tú has venido ayudándome desde la primera página. Tu mediación es mi salud; imagínate, sin ti, mi terror: ciego y velado y vedado, me la pasaría girando en círculos (viciosos vicos: estrechos vícolos), preguntándome:
—Dónde están los que me trajeron aquí? No los veo!
Tú sabes, Elector, que sin ti no me habría salido con la mía, que es comunicarles a los vivos mis pesadillas y mis sueños: ahora ya son sus pesadillas y sus sueños. Mis fantasmas me acompañan; ahora también los comparto con ellos: dicen mis genes (mis gegel?, mis gegelatinas?) que por cada uno de los seis mil millones de habitantes del planeta hay treinta fantasmas que lo acompañan: treinta progenitores, físicamente desaparecidos, pero vivitos y coliando, sepan bien sus mercedes benz, en cada uno de los cien mil millones de genes individuales que ocupan cada una de las células de mi cuerpecito inminente! y en cada una de estas células se encuentra inscrita TODA LA INFORMACIÓN necesaria para levantar sobre ella cada función y cada estructura del cuerpo: ENTIENDE ELECTOR POR QUÉ YO CRISTÓBAL LO SÉ TODO Y TEMO PERDERLO TODO: Ah, Elector, mi pacto contigo no es desinteresado, qué va: Te voy a necesitar más que nunca después (habrá un después…?), al nacer según dicen y llaman lo que me va a pasar, carajo, como si estuviera muerto ahora!
Después: Cuando yo necesite que tú alargues tu mano para que yo recupere todo lo que perderé, de ello estoy seguro, al abandonar a mi madre; aún no: está viva mi madre y yo dentro de ella en el último día de mi gestación, está viva mi madre y está alumbrado el fuego encima de mi cabeza y yo a punto de nacer: los delfines muertos en las playas del Revolcadero y un grito desesperado de mi madre: y como una respuesta a su grito, aparecen las naves a lo lejos, brillando en el mar del ocaso y mi madre cae de rodillas en la arena caliente, Huevo y mi padre Ángel corren a socorrerla, Dios mío, qué pasa?, qué estremecimiento es éste?, de cuándo acá mi casa, mi alberca, mi cueva húmeda y tibia, tiembla así, más allá del ritmo bumbumbum del rockaztec afuera y el corazón idéntico de mi madre adentro?
Pronto, por favor, deben decidirse, dice el Niño Perdido cegado por la luz de las naves (la Nao de China? el Galeón de Filipinas? cómo brillan en la noche de mi mente!) y mi padre mira hacia el punto más lejano del horizonte: Pacífica, Nuevo Mundo del Nuevo Mundo y en ese instante en el que yo aterrado busco un asidero en la comunicación con el mundo de afuera, todo cuanto ha ocurrido va pasando en mi cabeza, y creo que al mismo tiempo el mundo de afuera dejó de existir y si algo va a quedar vivo de él un día, hoy sólo mi recuerdo o mi imaginación lo comprueban. Puedo equivocarme. O algo peor: lo que estoy diciéndome a mí mismo puede escaparse de mi mente y ser escuchado allá afuera. Qué pasaría entonces? Repito el terror: qué pasaría si mi voz de adentro se escuchara afuera? Me matarían matando a mi madre de paso? Brujos, dije? Monstruos? Pero mi voz no se oye allá afuera, simplemente porque la complicidad con mi padre ya se restableció y mi padre debe pensar en mí que no he nacido pero estoy a punto de decir lo que decimos los dos cuando el Niño Perdido nos urge a escoger: Van a quedarse aquí o van a venir a Pacífica? Nuevo Mundo: eterna obligación de completar el mundo: Nuevo Mundo!
América está en los cojones de mi padre de donde yo salí, Nuevo Mundo dio Colón a Castilla y Aragón: los dobles hemisferios de tu talega huevera, progenitor mío, productor parejo de millones de espermas, ininterrumpidamente de la pubertad a la vejez: listos para abandonar tu cuerpo en cualquier momento, a la voz de újule, porque vuela la mosca, y salir al encuentro del huevo racionado de mi madre, a su cerviz tacaña, protegida del mundo con un duro tapón de moco y sólo una vez al mes, un día glorioso, se destapa, se convierte en río de vidrio, en resbaladilla del esperma; el huevo encontró a la víbora, la serpiente encontró su nido fecundo y ME VOILA!
Y pensar que en esos testículos tuyos que me crearon, padre mío, se encuentra todo el esperma necesario para generar a la población actual del mundo: en la hemisférica duplicidad de un solo hombre: tú, mi padre, Ángel Palomar y Fagoaga, veintidós años, vida incierta y fracasada, errores de juventud detrás de ti (eso te crees), nuevo horizonte, aurora prometedora frente a ti (eso te crees): en tus huevos, pá, está todo el esperma necesario para inventar a seis mil millones de aztecas, quechuas, patagones, caribes, chinos, filipinos, japoneses, y airados arios, polirraciales polinesios, hambrientos húngaros, finalistas finlandeses y voraces vascos caídos de la luna: todo tu semen cabría en un vasito de tequila (sabiéndolo acomodar): con él puedes poblar de nuevo a la tierra; patriarca!
todos los huevos necesarios para recrear las poblaciones del planeta cabrían también, mamma mia que los produces, en una cubeta:
gracias, gracias, por crearme sólo a mí!
a mí en vez de los posibles seis mil millones (plus duendes fantasmas gasparines nahuales poltergeists niños de la noche y demás frankedénicos que nos acompañan)
gracias por eyacularme a mí entre trescientos millones de espermas concurrentes a los que derroté
gracias por permitirme viajar las ocho pulgadas que medían entre el pene de mi padre y el huevo de mi madre y que a mí, señores electores, me pareció una distancia tan grande como la de Júpiter a Venus (pero yo no seré el hambriento Saturnito de mis padres, patriófago no!)
gracias por alojarme victorioso
gracias por mis nueve meses y lo que en ellos he aprendido: tengo nueve meses de vida, soy gerentonono al nacer: noto que soy nonononato! y encima de todo los hermanitos del Nuevo Mundo del Nuevo Mundo, la Utopía del Pacífico, nos convidan a dejar esta tierra por otra mejor? Como si el esperma de mi padre que digo no pudiera recrear y repoblar a la tierra donde nos tocó! Como si los genesgegelesgelatinos de mi padre pudiesen inventar un pasado distinto, una información diferente, en el paraíso tecnológico que nos ofrecen, agarrados de la mano, el segundo Tomasito, el otrora Niño Perdido y su hermano el H. Huerta! Los nuevos Colones del Oriente llegados: Nuevo Mundo del Nuevo Mundo!
Todos somos Colones que apostamos a la verdad de nuestra imaginación y ganamos; todos somos Quijotes que creemos en lo que imaginamos; pero al cabo todos somos Don Juanes que al imaginar deseamos y averiguamos en seguida que no hay deseo inocente, el deseo, para cumplirse, se apropia del otro, lo cambia para hacerlo suyo: no sólo te quiero, quiero además que quieras como yo, que seas como yo, que seas yo: Cristóbal, Quijote, Juan, padres nuestros que estáis en la tierra, la Utopía nuestra de cada día, dánosla mañana y perdónanos nuestras deudas (mil cuatrocientos noventa y dos mil millones de dólares, según el Gol Street Jornal de esta mañana!) aunque nosotros (aztecas! incas! sioux! caribes! araucanos! patagones!) no se las perdonamos nunca a nuestros deudores: sí señor, haznos caer en la tentación, porque el placer sin pecado no es placer, viva el catolicismo tomista que nos regala fines inalcanzables a cambio de medios inexcusables, viva el catolicismo agustiniano que nos protege de la responsabilidad personal ante Dios y nos obliga a buscar su gracia por el intermedio de la jerarquía, viva el catolicismo ignaciano que nos permite todo modo para conquistar a las almas en nombre de Dios y muera, Ángeles, muera sobre todo el peor enemigo de nuestra tradición mediterránea, católica, tomista, agustiniana, jesuita y mariana: no esta pacífica confuciana que nos ofrece con semejante convicción y ternura el Niño Perdido, sino los falsos revolucionarios, y modernizadores rusos, gringos o nacos, Ángeles mi mujer, Cristóbal mi niño, los destructores de nuestra imagen fiel y nuestro modesto destino: dice mi padre, los gringos en primer lugar, los más grandes revolucionarios de México, los que todo lo han trastornado, los que realmente nos lanzaron en pos del espejismo del futuro, los que mutilaron nuestro territorio y convirtieron la plata en plástico y llenaron de humo las panaderías y rompieron todos los espejos, a los revolucionarios yanquis que nos hicieron soñar con el progreso pero nos invadieron, nos humillaron, nos persiguieron y nos golpearon cada vez que nos movimos para progresar siendo nosotros mismos; a su hipocresía puritana militante; a la gigantesca corrupción agónica y pentagónica que se permite señalarnos con el dedo de una mano y taparse las narices con dos dedos de la otra nuestra pinche corrupción de enanos jocosos; a todos sus émulos los modernizadores mexicanos a ultranza, los borrachos de riqueza de papel y cemento y jugo de mercurio y derecho al robo y exportación de ganancias y amnesia total de lo que pasa en la sierra ciega y en la barriada muda; y también a todos los modernizadores de izquierda, que secularizan la tradición eclesiástica y la ofrecen disfrazada de progreso: tengan su ideología alemana y abstracta pasada por un cedazo de cesaropapismo eslavo para un pueblo cuyo autoritarismo contrarreformista le sobra y basta: y brindémosles a todos ellos esta copa de agua sucia de la bahía de los delfines muertos: Ángeles, Cristóbal, no quiero un mundo de progreso que nos capture entre el Norte y el Este y nos arrebate lo mejor del Occidente, pero tampoco quiero un mundo pacífico que no merecemos mientras no resolvamos lo que ocurre acá adentro, nos dice mi padre, con todo lo que somos, bueno y malo, malo y bueno, pero irresuelto aún; mujer, hijo, llegaremos a Pacífica un día si antes dejamos de ser Norte o Este para ser nosotros mismos con todo y Occidente. Tal será el imperativo categórico de Kantinflas: Mock the Summa! Lo cortés no quita lo cuauhtémoc! Todas las lluvias frías del mundo nos vienen de El Escorial! Juana la Lógica, Isabel la Caótica, la Tour Quemada (y el Príncipe Abolido) y la Inky Sesión: me sobro y basto borracho Cal Vino y Jacob Vino, a cagar tinta Extreñido Lútero y Jota Jota Rusó, vivan mis cadenas! Condor Ché, viva mi pasado! Jefe Erzón, Jamil Tón y Robas Pié: Calmás y Nos Amanecemos, Le Nin Le Nain Le Non, Engels Ángeles Engelschen: brille de nuevo tu halo, mi amor: brilla intensamente la aureola de mi madre, brillan las naos del Oriente y las manos doradas del Niño Perdido, la voz argentina del que fue Huérfano Huerta, pidiéndonos, vengan, preguntándonos, van o no van con nosotros?
Pero mis padres parecen no escuchar esta súplica.
Mi padre y mi madre se besan.
Ella sigue hincada.
Debe ser una postura ancestral.
De rodillas en la arena que se enfría por minutos.
HAY UN MOMENTO de soledad placentera (placentera he dicho) entre los tres. Cuánto tiempo pasa entre cada temblor apocalíptico en el vientre de mamma mia? Nada se mueve y yo aprovecho el tiempo para contar el tiempo y decirme a mí mismo: aún no nazco y ya siento que mi alma es viejísima. Aún no nazco y ya temo que voy a actuar de nuevo como actuaron todos mis antepasados. Gloria y ambición. Amor y libertad. Violencia. País de hombres tristes y de niños alegres: cuántos niños nacen y mueren y renacen conmigo?
Yo sé que esta calma anuncia la borrasca. Lo sé.
Ayayay, ái viene el terremoto otra vez, ya lo sabía, ya lo sabía, tú me querías, tú me querías, Papá! Mamá! Elector! Díganme todos!, qué me pasa?, me estoy yendo?, cómo me agarro a mi destino ahora que empieza otra vez el bochinche, las conmociones de mi madre, su vientre agitado como la marea más honda del hondísimo océano por donde nos invitan a huir el Niño Perdido y el Huérfano Huerta: me repito como una oración: Mi destino es definido por los genes de mi padre y mi madre —yo soy único en sentido estricto— yo soy el producto de un conjunto de genes que jamás se habían combinado antes de la misma manera —es posible que la combinación genética que me tocó me haga feliz— es posible que me haga infeliz —pero esto no lo sabré si no nazco, y lo que estoy sintiendo a medida que las contracciones de mi madre se siguen más seguido es que voy a ser arrojado fuera de mi hogar dulce hogar, otra vez a peregrinar, pero si la primera salida de Cristobalito fue en medio del placer, ésta, me las huelo, será en medio del dolor; por qué Dios mío, por qué concebido en placer voy a nacer en dolor? Mi miedo es amarillo como los rostros de Pacífica: Voy a nacer? O en realidad voy a morir? He envejecido irremediablemente en el vientre de mi madre, sí, lo que llaman nacer es un engaño, yo voy a morir viejecito: nadie tiene más tiempo que nueve meses, todos morimos a los nueve meses de edad: lo demás es la muerte porque es el olvido (cómo tiemblas, madrecita santa, ya sosiégate, por lo que más quieras: dale paz a tu Cristobalito! tan recio no mamacita, me siento como una canica de sangre suelta en un túnel de humo! vas a echarme al mundo?, y qué tal si el mundo también dura sólo nueve meses, quihúbo?: Mamacita, mamacita, diosito santo, papacito lindo, daddy, dada, dada… me estoy olvidando de todo lo que supe, la luz se está apagando, lo supe todo aquí adentro, genes y hegels, helatinas, mis antepasados vivieron nueve meses haciéndome compañía, mis listas telefónicas de abogados y más abogados, leguleyos, retóricos, hablantines, cagatintas, soy un mexicano descendiente de abogados y no hay maldición gitana más certera: ENTRE ABOGADOS TE VEAS! Pues ahora intercedan por mí, si es que pueden, señores licenciados, cadenas genéticas de procuradores y proxenetas, oidores y veedores, síndicos y cínicos, alguaciles y alguacilados, albaceas y baciladores, corregidores: corríjanme si pueden, a ver si corrigen al mundo.
Qué va, desde el centro lunar de mi madre los oigo, los huelo, ay nanita: son los coyotes de Acapulco, han regresado para estar presentes en mi llegada a la vida? a la muerte?, huelo sus pelambres mojadas, penetran el vientre transparente de mi madre sus ojos rojizos, podrían enterrar sus colmillos agudos entre mi ombligo alimentado y el de ella exhausto: forman un círculo en torno a nosotros, mi padre, mi madre y yo, separándonos del Niño Perdido y el Huérfano Huerta que nos urgen: pronto! No queda más tiempo! Escojan! Pacífica o México?
O México: Aquí voy a nacer? Donde ustedes saben? Voy a salir a este país? Debiendo mil dólares, muera o nazca? Voy a ser conducido a la ciudad Dé Fé? a respirar desde mi nacimiento once mil toneladas de azufre, plomo y monóxido de carbono diarios? A unirme a medio millón de nacimientos anuales —naco mientes, nazi mientes, no simientes—? A unirme a un cuarto de millón de niños muertos de asfixia e infección cada año? A cagar para unir mi mierda a la de millones de perros, gatos, ratones, caballos, murciélagos, unicornios, águilas, serpientes, coyotes emplumados? A tragarme treinta mil toneladas de basura diarias? A unirme a los zopilotes que devoran la podredumbre: bendita seas, Nuestra Señora Tlazoltéotl, primera estrella de la noche eterna y del día invisible, tú que limpias devorando y luego todo lo ensucias para tener qué limpiar; puedes competir, Señora, con siete millones de automóviles, cinco millones de burócratas, treinta millones de meones, cagones, comelones, cogedores, estornudadores? Voy a salir a este país? A que me digan que gracias al petróleo ya la hicimos? Que de ahora en adelante no nos preocupemos más, vamos a administrar la riqueza? Que voy a tener mi refrigerador aunque carezca de electricidad, y mi walkman sólo para que los demás me admiren cuando paso por las calles sepultadas de basura y fuegos?
SEÑORES ELECTORES, RESUELVAN USTEDES MI DILEMA:
Vale la pena nacer en México en 1992?
Por favor! Todo se me olvida! Con cada sacudida materna algo más se me juye de la memoria, les hablo a mis antepasados a ver si ellos pero ahora ellos también se juyeron y con ellos todo lo que yo sabía, ya no voy a saber nada, agú, be-a-bá, ái viene la ahhhhh: se apagó el fuego por encima de mi cabecita y afuera alcanzo a oír los altoparlantes eternos que recorren los caminos y las plazas de mi suave patria, anunciando se aplaza la celebración, se aplaza la celebración, decreto del señor Presi/discurso de Mamadoc y su/Colón era Colonial/no hay nada qué celebrar se acabaron los cristobalitos/el tiempo mexicano es aplazable, aplazable, aplazable: todo ocurrirá mañana, hoy no, qué dice?, todo esto ocurrió mañana! (mi madre tiembla aún más, ahora aúlla como los coyotes que nos rodean), se aplaza mi nacimiento?, no voy a nacer después de todo?, se me da el derecho de no nacer?, puedo escoger? puedo acaso quedarme para siempre aquí en mi mullido salón, nadando en mi piscina olímpica, viviendo regaladamente de la sangre, el paté y la mucosa de Madonna Angélica? Aaaaai viene la aaaaaaah: ella grita de dolor, el killer quake del 85 se reproduce íntegro en la ciudad de mi madre, en la avenida del útero (laberinto de la soledad! Luther’s Expressway!) y yo le echo porras a mi jefecita,
MADRE
NOMBRE DONDE LA BIOLOGÍA ADQUIERE UN ALMA!
DONDE LA NATURALEZA SE VUELVE TRASCENDENTE!
Y DONDE EL SEXO SE CONVIERTE EN HISTORIA!
Me oyes, mami? Por qué no me contestas ya? Tú también te estás olvidando—me estás olvidando? Pataleo me zambullo me retuerzo cual mastuerzo, oigo cada vez más débil tu voz que durante nueve meses me acompañó, me arrulló, me cantó, me celebró, que qué me pasa a mí? eso me preguntas en el instante en que voy a salir, que qué me pasa a mí, mamá? pues me pasa la historia, me pasa el pasado, me pasa la nación y la narración de la nación, me pasa la tierra hacia la que me conduces: te oigo decirlo, débilmente ya, me pasa la ciruela pasa, me pasan la memoria y el deseo, me pasan la imaginación y el lenguaje, me pasan el amor y la envidia, me pasan el resentimiento y la celebración, me pasan la estrechez y los símbolos, las analogías y las diferencias, me pasan los tacos de trompa y las berenjenas con queso (un beso, por favor, un beso! un peso? un rezo? y una mordidita en el pescuezo!) voy hacia la tierra, madre en esta playa me recibiste y en ella vas a arrojarme, como al tío Homero, volando, encuerado y regando al mundo de sangre y mierda para celebrar mi arribo: sabes lo que estás haciendo al echarme al mundo, madre? calibras tu responsabilidad y la mía? me expulsas a la tierra sabiendo que voy a violarla, como tú y mi padre y Homero Fagoaga y una pareja de indios ciegos con azadones de palo y don Ulises López armado de acciones y chequeras y bonos sin abonos: nos va a recibir la misma tierra que violamos, me lo dicen tú y mi padre? Matamos a la tierra para poder vivir, y luego esperamos que la tierra nos perdone, nos absuelva de la muerte a pesar de que la matamos? Me arrojan, papá y mamá, al mundo de la reconciliación imposible: no podemos ser uno de vuelta con la tierra explotada, menos castigos nos da ella, la muerte, que nosotros a ella, la violencia: ái te vengo, mundo, para actuarte mi dosis de violencia, violencia sobre la naturaleza, violencia sobre los hombres, violencia sobre mí mismo: a ese destino voy, más allá de las idioteces pasajeras del smog, la deuda, el PRI, los símbolos nacionales, a eso vengo, vengador de mí: a explotar el mundo desde el instante en que lo piso y a pasarme la vida tratando de expiar la culpa de mi primera explotación, que fue mamar tu leche, que fue escupir en un arroyo, que fue comer una latita de puré de cordero pascual sacrificado para mí: llego sólo para compartir esta culpa? puedo hacer algo para redimirla? puedo amar a una mujer, escribir un libro, liberar a un pueblo? Ni así, ni así: lo haré todo, señores electores, menos permitirle a la buena tierra que hable por sí misma, que se exprese directamente, no a través de mi canción o mi maldición, eso no se lo permitiré porque creo (padre mío dices) que el arte o la política o la ciencia (mis abuelos!) son compensación suficiente de nuestro crimen; por eso voy resignado a la deuda, oh Electores, al PRI y al smog y la Mamadoc, porque un instante antes de salir del vientre de mi madre ya sé (y lo voy a olvidar!) que ni yo ni ningún niño por nacer, aquí o en la Cochinchina o en la Chihuahina toleraría al nacer un mundo perfecto, un mundo justo: nos horrorizaría, nos despojaría de todos nuestros pretextos, necesitamos, oh Señor, oh Lector, oh Pro-Gegel-Niche-Tories, un mundo injusto para soñar con que podemos cambiarlo, nosotros mismos, por otro mejor: la Tierra sonríe antes de pagarnos, misericordiosa, con la muerte…
Me pregunto: Te pregunto: Les pregunto:
Tendré derecho, por lo menos, a la intimidad con el mundo?
No tengo (no tengo, no tenemos) tiempo de contestar; las convulsiones del vientre son cada vez más seguidas; mi padre abraza a mi madre; se besan; los dos están hincados en la playa, de rodillas en la arena que se enfría por minutos y los dedos enterrados en el calor que sobra. Ahora mi padre le toma la mano. Le guía el dedo sobre la arena. Escriben los dedos:
Es yelo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso, muy cansado.
Estalla una ola y se lleva el poema de quién?, recién escrito sobre la arena húmeda:…cómo se llama ese poema?
Algo más se lleva la ola: tiemblo al oír ese poema que mi padre recita en voz alta, dónde lo escuché antes? dónde? por Dios, antes yo sabía todo, yo escuché antes ese poema ahora el fuego sobre mi cabeza se apaga, yo antes sabía quién lo escribió, cómo se titulaba, ahora hasta las líneas del poema se me borran como se borran las líneas de la vida cuando el muerto envejece: envejezco yo, muero yo, dejo atrás para siempre mis antepasados, mi memoria, pero mi futuro imaginando aquí adentro también? De qué me agarro, Dios mío?, te invoco, ya ves, no cerraré mi pobre novela nonata sin dirigirte una súplica, sin reconocerte (por si las mouches) pero seré breve: Aquí te dejo este lugar, tú dirás si lo ocupas o no!
Seré breve porque ahora los acontecimientos se precipitan, señores electores, y yo soy víctima de la bendita simultaneidad que nos libra de la horrenda simetría pero ambas, me lo dice mi último (o penúltimo) recuerdo, son mentiras, nada es simultáneo y nada es simétrico; por lo menos entonces, nada es lineal, gracias a Dios todos somos observadores circulares y espirales, es nuestro privilegio, el tuyo y el mío, Elector aquí en esta playa de la noche, frente al mar de olas encadenadas donde flotan los galeones de Manila y las naos de la China que vienen a llevarme a la siguiente Utopía.