Defensores de la cultura

Orrin Hatch

Desde Estados Unidos, Orrin Hatch, miembro del Congreso, propuso idear un sistema por el cual se consiguiera destruir por control remoto los ordenadores de aquellas personas que usan las redes P2P. Pero no crean que Orrin es una persona intolerante, él, por supuesto, daría dos avisos al internauta y si a la segunda éste silba y mira para otro lado se procedería a la destrucción de la máquina. Según las propias palabras del simpático senador: «Si encuentran la manera [de frenar las descargas de música] sin destruir los ordenadores, estamos dispuestos a escuchar. Pero si es la única manera, estoy de acuerdo en destruir los ordenadores. Cuando haya unos cientos de miles, creo que la gente se dará cuenta de la seriedad de sus actos. No hay excusa para cualquiera que viola las leyes del copyright».

Como era de esperar, la Red se llenó de acaloradas críticas a la contundente propuesta de Hatch. Pero eso no hizo cambiar de opinión al senador que, mediante un comunicado, se reafirmó en todas y cada una de sus posturas. Se defendió diciendo que estaba preocupado por los derechos de autor y que, para protegerlos, trataba de encontrar «soluciones eficaces».

Fue Lawrence Simón, programador informático en paro de Houston, el que aprovechó su tiempo libre para dar una lección al chiflado de Orrin. Husmeando en la página web del senador pudo descubrir que contenía software de la empresa Milonic Solutions sin contar con la correspondiente licencia de uso, vulnerando, así, el copyright. Se propuso entonces por la comunidad internauta la destrucción inmediata del ordenador del propio senador pirata. Hatch aprendió así dos lecciones inolvidables: no abuses de la cafeína a la hora de hacer propuestas de ley y no enfades a los informáticos en paro.

Este senador, que entre 1999 y 2004 recibió 159 860 dólares de las industrias de la televisión, el cine y la música para sus campañas, sabe bien quiénes son sus clientes y ante quién debe responder. La importancia que a los derechos de autor otorga Hatch quedó claramente definida en una de sus sinceras declaraciones: «Quiero resolver este problema por la industria grabadora, la industria cinematográfica y la industria editorial. Nos tienen que importar un bledo los derechos de autor».

Genaro Ojeda

Aunque el bueno de Orrin parece insuperable, la verdad es que Genaro Ojeda es uno de mis fanáticos favoritos. Este director de IFSA, una de las distribuidoras cinematográficas del Paraguay, tiene una idea también interesante. A él no le basta con denunciar a los piratas sino que también habría que fotografiar a los que compran en las mantas para mayor escarnio. Él lo expresa así de directo y sin anestesia: «tenemos que denunciar, salir a la calle, sacarles fotos a los que compran, a los que colaboran con la piratería».

En Perú, la idea de Genaro se convertirá en show televisivo. Como anuncia Bruno Pinasco, en su programa Cinescape van a incluir una sección donde sorprenderán a personas comprando objetos piratas. Ese segmento del programa que se llamará «el pirata de la semana» es «una forma de llamar la atención para que no se cometa este tipo de infracciones».

Howard Berman

Simpático congresista demócrata que en Julio de 2002 presentó una propuesta de ley, la Peer-to-Peer Piracy Prevention Act, que pretendía dar inmunidad a las empresas propietarias del copyright para que sabotearan los ordenadores de los usuarios de redes P2P sin tener que preocuparse de molestos riesgos legales. Berman lo justificaba diciendo que «en cuanto las redes P2P puedan crear nuevas formas más eficaces de intercambio de ficheros, las discográficas y los estudios deben ser libres de utilizar todo tipo de técnicas para frenar esa actividad».

José Miguel Álvarez, músico y compositor

«La solución [a la piratería] es cambiar la ley, intentar no permitir lo que es la copia privada, meter mano dura en Internet, por supuesto que la gente cumpla la ley y que con los discos piratas castiguen tanto al que vende como al que compra».

¡Relájate, fiera!

Disney

El imperio de Disney se basa en la adaptación de obras del dominio público. Cenicienta, Blancanieves o Pinocho, son cuentos rescatados y actualizados. No tiene nada de malo que estos tres personajes hayan recobrado vida gracias a que eran del dominio de todos, pero resulta sorprendente que esta empresa, que es lo que es por el dominio público, sea también la que más ha hecho por hacerlo desaparecer. Cada vez que el ratoncito Mickey se hacía viejo y le acechaba la posibilidad de la jubilación, las leyes, como por arte de magia, aumentaban el límite temporal del copyright. Si comparamos la edad de Mickey Mouse con las sucesivas reformas de ampliación veremos que no dejan demasiado lugar a la duda de quién promovió las reformas para que esos límites se estiren hasta el infinito.

Pero no solo del dominio público se ha nutrido Disney, también el plagio parece haber sido una de sus fuentes de inspiración. El plagio es, como sabe todo el que conozca a Ana Rosa Quintana, la atribución de la paternidad de una obra que es ajena, y esto es, probablemente, lo que ha hecho Disney con su película El Rey León.

En esta famosa película de dibujos animados de 1994, se cuenta la historia de Simba, un león que a la muerte de su padre decide exiliarse. El padre de Simba le anima y apoya apareciéndose en el cielo para decirle que ha de ser valiente y recordar que él es el Rey.

Treinta años antes, Osamu Tezuka, había contado la misma historia. En ella, un pequeño león queda solo a la muerte de su padre debiendo convertirse en el rey de la selva, bajo la guía de su difunto progenitor que se le aparece representado en la luna. Sin embargo, también hay diferencias: el futuro rey de la selva no se llama Simba, como en la obra de Disney, sino Kimba (repárese en que la inicial del nombre es radicalmente distinta).

No es solo la historia, algunas de las imágenes son sencillamente idénticas:

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El plagio parece tan evidente que hasta los Simpsons se han permitido gastar alguna broma al respecto. En uno de sus capítulos, Lisa ve una nube con la forma de Encías Sangrantes. Junto a él está Mufasa, padre de Simba, que, desde los cielos, dice: «debes vengar mi muerte Kimba, ehh… digo, Simba».

Las acusaciones de plagio no impiden a Disney ser, al mismo tiempo, una tiránica defensora de su cortijo particular. En 1991, tres años antes de que Simba devorara a Kimba en todos los cines del mundo, Disney obligó a madres de un pueblo neozelandés a retirar las imágenes de Pluto y del Pato Donald que pintaron en un patio de recreo porque vulneraban sus derechos de copyright.

Microsoft

Las tácticas para proteger la propiedad intelectual que usa este mastodonte no son las más limpias. Según Informativos Telecinco, la estrategia seguida recientemente en España consiste en que un detective que se hace pasar por cliente, entra en tu tienda de informática y te plantea el dilema legal: «Te compro este PC si me instalas Windows pirata». El 41% de las tiendas españolas cae en la tentación y acepta el trato. Una segunda visita te da la oportunidad de redención pero, aún así, muchos vuelven a dejarse llevar por el diablo, que porta tarjeta de crédito en lugar de tridente.

Así funciona el método «comprador misterioso» y que debería suponer el despido inmediato de su ideólogo. No solo porque su nombre es estúpido, sino también porque su procedimiento se parece peligrosamente a lo que se define como inducción al delito.

Cuatrocientos comercios españoles tendrán que rendir cuentas en los tribunales por haberse dejado llevar por las malas compañías. Si este fue el procedimiento y se prueba, serán los jueces los que decidan si el diablo es el que tienta o el tentado.

ACAM (Asociación de Compositores y Autores de la Música)

La web de la Asociación de Compositores es un lugar de referencia para todos los aficionados al humor. La visión de los derechos de autor que tiene esta asociación es tan ultraprotectora que, en su sitio de Internet, puedes encontrar artículos que aseguran que prácticamente es delito respirar el mismo aire que Alejandro Sanz. Todo eso de que el Derecho Penal se basa en el principio de proporcionalidad o de intervención mínima, importa muy poco para los que quieren defender su coto privado caiga quien caiga. El principio jurídico de que la cárcel es esa cosa desagradable de los barrotes, las duchas compartidas y los jabones resbaladizos, y que, por lo tanto, solo se recurre a ella para casos realmente graves, es absolutamente despreciado por quienes han decidido que están librando una guerra nada menos que contra la sociedad.

Las interpretaciones que hacen de las leyes penales son tan alocadas y expansivas que no hay ciudadano que se libre de ser un delincuente o de encubrir a uno. A veces no son artículos propios, sino que hacen referencia y transcriben todos aquellos que, por ridículos que sean, defiendan las tesis de esta asociación.

Según un artículo reproducido sin rubor en esta web, «hacer una copia de un CD para dársela a otra persona (a un amigo) o mandarle las canciones por e-mail sí es una práctica penalmente perseguida. […] Asimismo, tampoco está permitido difundir la música sin permiso del autor. Podría castigarse penalmente, por ejemplo, poner CD 's grabados en una fiesta». Como puede comprobarse, no se refiere a una fiesta que tenga necesariamente un fin lucrativo, sino que tu fiesta de cumpleaños podría valer para asignarte una celda a pensión completa. Como saben los que algo saben de Derecho Penal, si una práctica es generalizada no puede ser nunca delictiva. Los Códigos Penales que no han sido escritos por el Tercer Reich no se encargan de excluir a sectores sociales completos, sino que solo están previstos para esos pocos que deciden hacer lo que la sociedad ha resuelto considerar como claramente repudiable.

ACAM se ha ocupado de representar el lado duro de la defensa de la propiedad intelectual. Algunos artículos de sus colaboradores se pasean por el filo de los límites de la libertad de expresión con insultos gratuitos sin ningún contexto que los justifiquen. «Pandilla basura» es como llama una colaboradora de esta asociación a un grupo de personas que actualmente tienen la mala costumbre de expresar con asiduidad sus ideas sobre propiedad intelectual en Internet.

Quizás porque son conscientes de la dureza con la que suelen calificar a muchos internautas, ACAM tiene probablemente la cláusula de exención de responsabilidad más ridícula de toda la Red. En ella dicen que ACAM y acam.es no solo no tienen por qué estar de acuerdo con los artículos ajenos que reproducen en su web, sino que tampoco «tienen por qué estar necesariamente de acuerdo con las opiniones y artículos propios». Magnífica forma de eludir responsabilidades la de insultar y simultáneamente avisar de que puede que no estés de acuerdo contigo mismo.

Con interpretaciones legales que dibujan un mundo chiflado donde los actos más comunes te llevan a la cárcel y con unas formas no mucho más educadas que las de un tertuliano de Crónicas Marcianas, ACAM ocupa el puesto de una de las asociaciones más odiadas por los internautas que siguen más de cerca los conflictos con los derechos de autor. De tanto insulto, la web de la Asociación de Compositores solo es apta para los ciudadanos con una úlcera a prueba de bombas o para los autores que han aceptado como buena estrategia la de perseguir a sus fans con un palo. Conocedor quizás de estas características, el presidente de ACAM, Teo Cardalda, define a su asociación como el «brazo armado de los derechos de autor».

Vale Music y el disco No a la Piratería

Puede que la contraportada de No a la Piratería, CD presentado esta semana en Madrid apoyado por Vale Music y la Oficina de la Defensa de la Propiedad Intelectual, sea dura. Pero muy dura es, también, la situación por la que están pasando la música y los que la hacen posible en España.

[…]

Por todo esto, los que estamos en contra de la piratería cultural, aquella que conseguirá impedir si no lo paramos que la Cultura llegue a las manos de la sociedad, apoyaremos cualquier acción, como la del CD No a la piratería, encaminada a recordar a propios y extraños las auténticas raíces de este mal.

ACAM, el 11 de Junio de 2004, en su artículo Nos roban, lo venden y lo compran en la calle y quieren que nos callemos en respuesta a las protestas de muchos internautas por la contraportada del disco No a la Piratería.

Tras la presentación del CD la semana pasada los internautas que defienden de forma más radical la «derogación», entre otros derechos contemplados en la Ley de Propiedad Intelectual, de la copia privada (sic) arremetieron contra SGAE y Fundación Autor acusándoles de xenófobas.

[…]

acam.es ha podido saber que SGAE ordenará, hoy mismo, la inmediata retirada del CD de las tiendas si no desaparece la polémica contraportada. Asimismo emitirá un comunicado en el que pronunciará su desacuerdo con el contenido del mencionado texto. Solo queda felicitarse por la rápida decisión de la entidad de gestión […].

ACAM el 23 de Junio de 2004

La discográfica Vale Music en una nueva muestra de que todo está permitido en su cruzada particular, lanzó un compacto titulado No a la Piratería que presentó en la sede de la SGAE. La contraportada del disco arremetía contra prácticamente todo el planeta tierra. El texto señalaba con el dedo a los «grandes aliados del negocio de la piratería discográfica» que eran «la permisividad de la justicia, la tibieza de la policía, la ineficacia de la política y la inconsciencia de los consumidores».

Pero fueron los inmigrantes los que se llevaron la peor parte. Gracias al disco nos enteramos de que el mantera es «un pobre hombre inmigrante» y de que ya está «por todas partes». De hecho, dicen, «hay calles donde es dificil caminar sin pisarlos». Además «los inmigrantes ya saben que España es un chollo. Pueden vender en la calle y no les pasará nada. Cada vez vienen más».

Todos protestaron. Para CCOO esas expresiones acariciaban el racismo y entidades como FACUA y SOS Racismo pidieron también la retirada inmediata del disco por los mismos motivos. La SGAE cedió y solicitó a Vale Music que hiciera desaparecer el texto porque algunas de sus frases eran «poco afortunadas». Pero lo que más parecía haber pesado en la decisión es que hubiera generado malestar en una asociación «de tanto prestigio como SOS Racismo». Es posible que tú, lector, también protestaras por aquello y es probable que así estuvieras durante casi dos semanas. A pesar de eso no te hicieron caso, pero, seamos serios, ¿tú tienes prestigio ni nada?

En realidad mentiría si dijera que fue unánime la crítica negativa. De hecho la página neonazi Nuevo Orden mostró todo su apoyo al texto desde su sección «la invasión que no cesa». Desde esta página puedes además bajarte el libro Mi Lucha de Adolf Hitler (el famoso serial killer) y leer artículos que terminan con el pegadizo eslogan de «Resistencia Blanca».

Obviamente, que un nazi muestre su acuerdo contigo en tu perspectiva sobre la inmigración en un punto muy concreto, no te convierte en uno de ellos, pero sí es una buena alarma para ir replanteándose algunas posturas.

ASCAP (Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores)

Las Girl Scouts son esas adolescentes que, según nos cuentan las películas de sobremesa, visten uniforme verde, dan la murga vendiendo galletas de puerta en puerta y se reúnen alrededor de una hoguera para cantar juntas algunas canciones. La ASCAP, el equivalente a la SGAE en Estados Unidos, decidió que entonar esas obras en los campamentos era como un concierto en miniatura, así que habría que pagar para poder interpretarlas de forma legal. Las Girl Scouts, que son unas gorronas y se quedan con toda la pasta que sacan de la venta de magdalenas, no pagaban un centavo por cantar esas canciones así que ASCAP concluyó que se estaban vulnerando sus derechos. Uno de los abogados de esta asociación ofrecía el siguiente razonamiento: «[Los campamentos de Girl Scouts] compran papel y otros materiales para sus manualidades, también pueden pagar por la música [que utilizan]… Si siguen cantando [nuestras canciones] sin pagar, los demandaremos si es necesario».

En la actualidad las Girl Scouts pagan un canon anual para poder cantar en los campamentos.

MPAA (Motion Pictures Association of America)

No vamos a llevar a cabo acciones legales contra usuarios que descarguen archivos de forma ilegal como ha hecho el sector de la música. No creemos que este modelo sea eficaz. Pensamos que es más adecuado realizar campañas educativas y promover descargas legales de películas de calidad a buen precio.

Motion Picture Association of America el 9 de Agosto de 2004 en referencia a los usuarios de P2P.

Quienes han robado nuestras películas creen que son anónimos en Internet, sin arriesgarse a ser responsables por sus actos. Se equivocan. Sabemos quiénes son, e iremos tras ellos, como lo probarán estas demandas.

Motion Picture Association of America el 5 de Noviembre de 2004 en referencia a los usuarios de P2P.

Jack Valenti, el que fuera presidente de la MPAA durante 38 años, es probablemente el mayor defensor del endurecimiento de las leyes de copyright que ha existido nunca. Como dijimos, la propiedad intelectual tiene varios límites que pretenden hacer posible su función social, y, uno de ellos, es el límite temporal. Al contrario que el resto de propiedades que son eternas excepto en determinados casos como la prescripción, los derechos patrimoniales de la propiedad intelectual tienen un límite en el tiempo. En EEUU, el primero de estos límites se fijó en 14 años. Por supuesto, los propietarios siempre han luchado por ampliar ese margen y, también por supuesto, siempre lo han conseguido. Estas ampliaciones, que protegen a los propietarios frente a todos los demás, no le bastan al bueno de Jack. Él quería que la propiedad intelectual fuera «para siempre». Cada vez que le ponen un micrófono cerca, el trastorno obsesivo compulsivo de Jack le obliga a soltar lo de «para siempre». Sin embargo, le contestaron que eso es imposible porque la Constitución prohíbe expresamente esa posibilidad. Nunca se vería en las leyes del copyright un «para siempre». Los ciudadanos también tenían derechos y es incompatible con el acceso a la cultura un monopolio eterno. Jack acató la decisión e hizo una nueva proposición acorde con la exigencia constitucional: pidió que la propiedad intelectual fuera «para siempre menos un día». Un tipo listo.

Interpretando las restrictivas leyes de su país de forma aún más restrictiva, Jack llega a la conclusión de que es ilegal enviar a un amigo por correo electrónico la copia de una obra intelectual… aunque se mande a una dirección que no existe.

La MPAA, que durante casi 4 décadas dirigió Valenti, ha demandado a decenas de personas que intercambian películas en Internet. Esta campaña de marketing, que usa como espacio publicitario el cuerpo de los jóvenes demandados, va acompañada de una moraleja impresa en diarios y carteles que dice: «si crees que puedes salir airoso después de traficar ilegalmente con películas, piensa de nuevo».

El nuevo presidente de la MPAA, Dan Glickman, sigue así la cruzada iniciada por su predecesor y no tiene problemas en declarar la guerra a los usuarios de P2P en un país donde hay más usuarios de P2P que votantes de George Bush. «Los que intercambian archivos deben comprender que pasan cosas malas cuando robas material con derechos de autor. Estas demandas son sólo una de esas cosas malas», dice Dan, demostrando que sabe cómo tratar a los criminales.

RIAA (Asociación de la Industria de la Grabación de América)

Lo que parece claro es que a la industria discográfica no le interesaba ir contra todos los usuarios de Napster, en primer lugar por la imposibilidad material de hacerlo, estamos hablando de millones de personas en distintas jurisdicciones, y en segundo lugar, porque no parece recomendable demandar a los consumidores de tus productos.

Extracto del libro «Aspectos jurídicos de la música en Internet» publicado 6 meses antes de las demandas de la RIAA contra los usuarios de las redes de pares.

La RIAA ideó una campaña de concienciación que consistía en mandar masivamente mensajes a los usuarios de las redes P2P en los que se les advertía que bajar música de Internet equivale a un robo y que la persona receptora del mensaje podía ser «fácilmente identificable», que es la forma que tienen las empresas de decir eso de «me he quedao con tu cara».

Esta vez iba en serio y las demandas comenzaron a interponerse. Los 60 000 000 de estadounidenses que usan estas redes están actualmente en peligro de acabar en los tribunales. Ya son 7704 los que han sido demandados. Haciendo una simple operación matemática podemos concluir que si siguen este ritmo, que no es lento, terminarán de enjuiciar a todos los demás en el año 15634.

Entre los elementos peligrosos que se encontraban en la primera tanda de demandas, estaba Brianna Lanara, una despiadada niña de 12 años que descargaba música de Internet ataviada por el pasamontañas que suelen llevar en la cabeza los internautas cuando se conectan al emule. Pero la edad de la criminal no importa. Como dijo el presidente de la RIAA, Carey Sherman, poco antes de interponer las demandas, «es difícil sentir compasión hacia alguien que roba sin respetar los derechos de autor».

La represión multiplica a los activistas. Jack Bolsen, un administrador de redes de Norfolk, Virginia, dijo que la RIAA lo había alienado tanto como consumidor que no pensaba comprarse discos de ninguna de las discográficas a las que ésta represente. «Sencillamente, no estoy dispuesto a seguir pagando 18 dólares por un CD, en particular, cuando las ganancias se usan para demandar niñas de 12 años, abuelas y otras personas que son ciudadanos respetuosos de la ley», dijo Jack.

Pero el hecho de que una de las primeras demandadas fuera una colegiala y que eso desatara un escándalo no les hizo replantearse la estrategia y solo retiraron la demanda una vez que Brianna les pagó 2000 dólares. La cantidad no fue aleatoria sino que la RIAA exigió saber cuáles eran los ahorros de la niña. Cuando les dijeron que ascendían a 2000 dólares, en esa cifra fijaron la cantidad. Mitch Bainwol, jefe ejecutivo de la RIAA lo explicó: «la distribución ilegal de música protegida por derechos de autor tiene consecuencias». Y por si alguien no había entendido la moraleja de la fábula, la resumió un poco más: «como ilustra este caso, los padres deben estar enterados de lo que hacen sus hijos en las computadoras».

Esta advertencia que te sugiere que tu hijo puede ser un criminal que tienes que controlar y temer, no es exclusiva de EEUU. En relación con los suculentos acuerdos extrajudiciales a los que muchos padres tuvieron que llegar en Inglaterra por las demandas que la industria discográfica interpuso contra sus hijos, el periódico Expansión, en su sección Empresas, recordó que «tener un hijo pirata sale caro». Algunos de los padres de estos forajidos bajitos, declararon que se sentían «consternados al descubrir lo que sus hijos se traían entre manos».

Este ataque pretende justificarse en que no hay nada que reprochar al hecho de morir matando. Una industria se desmorona y nadie puede recriminarle que el instinto de supervivencia haga que se lleve a unos cuantos inocentes por delante, ya sean niños o ancianos. Sin embargo, lo cierto es que esta estrategia ya se trazaba desde 1999 y en ambientes de optimismo por el ascenso de ventas. En aquellos tiempos la «lucha contra la piratería» era planteada sin pudor como una simple estrategia más para seguir creciendo económicamente. En la 10 a conferencia anual de la música latina organizada por Billboard los mercaderes de cultura se dieron palmaditas en la espalda congratulándose por las cifras record obtenidas por la música latina en EEUU y por «la perspectiva de que hay terreno para un crecimiento aún mayor». En medio de la celebración, Dopico, director del departamento de música latina de la RIAA, planteó que una «actitud agresiva contra la piratería» podría «incrementar el volumen de ventas».

En esta encarnizada lucha contra el intercambio de obras intelectuales, es la sociedad, nada menos, el enemigo a batir. Pedro Farré, lo dejaba claro en un debate radiofónico por motivo de la Campus Party: «la SGAE ha dignificado la posición del autor frente a los poderes públicos y frente a la sociedad española». Cuantiosos y poderosos enemigos, sin duda.

Teddy Bautista también sabe bien quién se encuentra al otro lado de la trinchera. Para él la actual situación «no es un problema de la industria de la música, sino de la sociedad española». Y continúa con su ya legendaria habilidad para las comparaciones: «Si admitimos la piratería de discos, ¿por qué no la de pasaportes, la de billetes de 50 euros o la de entradas de fútbol?». Es la sociedad, toda ella, la que se equivoca y ante ello las cárceles o la evangelización de la comunidad de los rectos se presentan como una buena alternativa para reinsertar en la sociedad a toda la sociedad.

Como es imposible encarcelar a un país entero, serán las cabezas de turco las que demostrarán que contrariar las órdenes del poder económico conlleva castigo. El miedo nos convierte en nuestros propios censores y nos instala un policía en cada uno de nosotros.

Miedo al infierno, miedo a que mi ordenador estalle, miedo a la prisión, miedo a las empresas que me sensibilizan con la cultura del miedo. La clase media, que es esa a la que un golpe en su coche que su seguro no quiera pagar le puede significar estar al borde de la bancarrota, tiene continuamente la sensación de estar caminando en la cuerda floja. Mientras tanto, los empresarios muchimillonarios te soplan para que pierdas el equilibrio y cuando estás a punto de caer te ofrecen la mano si les das la camisa, los calzoncillos y el reloj. Sin embargo, esto no está considerado robo ni por las leyes divinas ni por las humanas.