Capítulo 11

Vince se despertó al oír la llave girando en la cerradura de la puerta de la habitación.

Abrió los ojos a la oscuridad y sintió una punzada de dolor que le arrancó un gemido.

Buscó bajo la almohada y asió el arma. La luz de la mesilla de noche se encendió. Él parpadeó, dirigiendo el arma hacia el intruso.

—No vas a necesitar eso, Ferrelli —dijo Kat, mirándolo con expresión preocupada—. Estás hecho un asco.

—Me siento hecho un asco —masculló él mientras apartaba el arma. Miró la bolsa blanca que llevaba ella—. Espero que eso sea la cena.

Ella señaló con la cabeza hacia la mesa que había junto a la puerta.

—No, eso es la cena. Esto son útiles de tortura.

Él se incorporó hasta quedar sentado y sintió un aguijonazo de dolor en el costado. Una exhalación escapó entre sus dientes apretados.

—¿Has traído aspirinas? —alzó la mirada hacia ella y simuló una sonrisa.

Ella le puso las dos almohadas tras la espalda y lo empujó suavemente hacia atrás.

—Estate quieto y cállate, Ferrelli —le ordenó.

Kat desapareció en el pequeño cuarto de baño y regresó al cabo de un momento con un vaso de agua y dos pastillas. Vince se las tragó y se bebió el agua sin protestar. Ella se sentó al borde de la cama y lo observó de nuevo.

—Esto no te va a gustar —le tocó la frente suavemente con los dedos.

—Podré soportarlo —le aseguró él.

—He dicho que te estés quieto —lo regañó ella.

Durante los minutos siguientes, Vince apretó los dientes mientras ella le limpiaba la herida de encima del ojo, le aplicaba pomada antiséptica, le juntaba los bordes con tiritas de mariposa y lo cubría todo con un apósito.

—Bueno —ella guardó las cosas que le habían sobrado en la bolsa—. Levántate.

Él se tensó y se echó a reír, sorprendido.

—No puedo.

Ella frunció el ceño. —¿Tan mal estás?

Él sacudió la cabeza.

—No, es que estoy desnudo.

Un músculo se contrajo en la mandíbula de Vince. Extrañada, ella dijo: Digitalizado y corregido por spgt

—¿Y? —al ver que él no se movía, continuó—.Te he visto desnudo muchas veces.

«Pero no en los últimos cuatro años».

—Sí, ya, pero... —él indicó vagamente la lámpara Con la luz encendida y...

—Está bien —ella empezó a darse la vuelta, pero de

pronto tiró de la sábana, destapándolo—. Bueno, ahora que ya he desvelado el misterio, levántate.

Vince se quedó helado cuando ella miró fijamente la parte inferior de su anatomía.

Kat contempló admirada su erección. Maldición. Ése era el problema. A pesar del dolor, el contacto de Kat había insuflado deseo en sus venas y endurecido todos los músculos de su cuerpo... unos más que otros.

Kat aguardó con los brazos en jarras a que él obedeciera su orden. Vince apretó los dientes, anticipando el dolor que le produciría el movimiento, y, pasando las piernas por encima del borde de la cama, se levantó. Cerró los ojos y procuró obviar el dolor y recuperar el equilibrio. Ella le tocó el brazo. Vince se sobresaltó al notar el calor generado por aquella simple caricia.

—Estate quieto —murmuró Kat, y lo apartó unos pasos de la cama—.Ahora, aparta los brazos de los costados.

Él obedeció. En otras circunstancias, su erección, dura como el granito, habría resultado agradable, pero estaba claro que aquélla no era la situación más indicada.

—Guau —dijo ella casi sin aliento, fijando de nuevo su atención en aquel apéndice con voluntad propia.

—¿Puedes explicarme qué hago en esta postura? — preguntó él, sorprendido por sentirse tan azorado al hallarse desnudo delante de Kat.

Ella suspiró melancólicamente, rebuscó en la bolsa y sacó dos rollos grandes de venda.

Vince frunció el ceño.

—¿Qué demonios es eso?

Ella le lanzó una mirada de fastidio.

—Te he visto llevarte la mano al costado Y me he fijado en cómo te mueves. No soy tonta, Vince. Seguramente tienes un par de costillas rotas. ¿Con qué diablos te pegaron, si puede saberse? —mientras hablaba empezó a quitar la envoltura de plástico del vendaje.

—Con una barra de pesas —respondió él—. Yu me distrajo. No me di cuenta.

Kat siseó una maldición.

—No volverá a ocurrir.

Él no se molestó en analizar su comentario. Kat no sabía si Yu volvería a intentarlo.

Cuando se disponía a sopesar la cuestión, los dedos hábiles de Kat se deslizaron sobre su piel. Vince se olvidó del tema. Ella dio una vuelta a su alrededor, desplegando el vendaje y comprimiéndolo contra su carne. Sus dedos eran suaves y frescos. Vince dejó escapar un gemido.

—No deberías hacer eso —le advirtió.

Ella tensó el vendaje; él gimió de nuevo. Pero esta vez no por placer, sino por dolor.

—¿Por qué no? —ella se acercó un poco más para darle los últimos retoques al vendaje. La tela de sus vaqueros rozó el miembro duro de Vince.

—Kat —susurró él—, me estás volviendo loco.

Ella sonrió.

—De eso se trata —miró hacia abajo y observó su erección palpitante. Luego volvió a alzar la mirada hacia su cara—. ¿No es lo que les hacéis los tíos a las vírgenes? —arqueó una ceja—. Las besáis, les laméis los lóbulos de las orejas y todo ese rollo y luego las desfloráis de un solo empellón.

Vince se echó a reír.

—Bueno, supongo que tienes razón.

—Claro que la tengo —ella le rodeó el cuello con los brazos y se apoyó en su pecho. Vince cerró los ojos, sintiendo una mezcla de placer y dolor. Kat se puso de puntillas y le susurró al oído—: Vuelve a la cama, Ferrelli. Tengo planes para ti.

Él la agarró de los brazos y la apartó ligeramente.

—Kat, yo...

—Se te han acabado las excusas —dijo ella—. A la cama —señaló las sábanas revueltas.

Vince tragó saliva. No debía hacerlo o, al foral, ella lo odiaría aún más. Kat se quitó la camiseta, dejando al descubierto sus pechos desnudos. A Vince se le quedó la boca seca.

—Relájate, Vince —le dijo ella—. Yo me encargo de todo.

Las dudas de Vince se disiparon en cuanto ella se quitó los zapatos y se despojó de los vaqueros ceñidos. Olvidándose del dolor, Vince se tumbó en medio de la cama y la miró mientras ella se quitaba la pistolera y la dejaba a un lado. El corazón le palpitaba de emoción. Cuatro años... ¿Se acordaría ella?

Kat se deslizó lentamente las bragas por los muslos, de manera tan erótica que él apenas pudo soportarlo. Deseaba tocarla, acariciar su cuerpo...

Kat se subió a la cama y se acercó a él a cuatro patas. Lo besó en los labios suave y lentamente, hasta que Vince pensó que se volvería loco. Él le acarició el pelo, hundiendo sus dedos en los mechones sedosos, y se estremeció al pensar que en ese momento ella era suya en todos los sentidos. Sus manos se deslizaron sobre ella, sobre aquel dulcísimo y familiar territorio. Colinas y valles femeninos, cálidos y tersos, fibrosos pero suaves. Toda una mujer. Con las palmas de las manos trazó el contorno suave de la espalda de Kat, las firmes esferas de sus pechos. Su tacto era tal y como recordaba. Estaba grabado en su mente, tatuado en su corazón. Nunca podría olvidarlo.

Kat comenzó a besar su cuerpo, pasando por encima del vendaje y más abajo, hasta su sexo palpitante. Lo chupó íntimamente, lo llevó hasta el borde del delirio con su boca lujuriosa. Vince la observaba moverse sobre él y sentía su corazón a punto de estallar.

Ella se apartó, dejándolo al borde del clímax. Vince dejó escapar un gemido y reprimió el deseo de echarse sobre ella, penetrarla y llegar al orgasmo con toda la pasión que se había ido acumulando dentro de él durante los días anteriores. Durante los años anteriores.

La dulce tortura de Kat no acabó ahí. Comenzó a besar la piel de Vince con leves y suaves besos. Él cerró los ojos y procuró recuperar el dominio de sí mismo. Ella siguió besándolo hasta alcanzar su boca. Él abrió los labios, pero en vez de besarlo, Kat le ofreció un pecho. Vince lo chupó ávidamente, sintiendo una oleada de placer. Ella se contoneaba sobre él a cuatro patas, sin apoyarse en su cuerpo magullado. Él tocó con la mano su otro pecho. Lo masajeó, tiró de él y luego empezó a lamerlo. La respiración de Kat era tan agitada como la suya.

—No puedo esperar más —musitó ella con voz densa.

—Espera —Vince la asió por la cintura, sujetándola. Deslizó una mano entre sus muslos y comprobó que estaba lista. La piel de su sexo era tersa como el pétalo de una flor, su nido de rizos estaba suave y húmedo, el valle que se abría en medio era tan caliente como el pecado.

Vince le hizo bajar las caderas. Ella guió su miembro. Los dos dejaron escapar un gemido cuando Vince se introdujo en el sexo caliente y húmedo de ella. Muy lentamente, Kat se sentó sobre él, ciñendo su miembro como un guante de terciopelo.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Vince arqueó las caderas, se hundió más aún en ella y emitió un gruñido, como un animal salvaje.

Ninguno de los dos se movió durante un momento. Era demasiado perfecto, demasiado delicioso. En ese momento, Vince comprendió qué era lo que había sentido brotar en su pecho un instante antes. Sólo con Kat había conocido aquel nivel de deseo, aquel nivel de necesidad. Al darse cuenta, sintió que un dulce dolor lo atravesaba.

Cuando ella abrió los ojos y lo miró, Vince notó un atisbo de desesperación, la intensidad del placer que sólo habían conocido el uno con el otro. Ella también lo sentía. Y entonces Kat empezó a moverse. Y todo pensamiento cesó.

Los dedos de Vince se crisparon sobre la sábana, sus caderas se alzaron. Ella estaba tan tensa como un puño y tan caliente como el Hades. Cabalgó sobre él cada vez más rápido y con más fuerza, hasta que arqueó la espalda y gritó su nombre.

Él no pudo soportarlo más. Tiró de ella hacia sí, la hizo tumbarse, se colocó sobre ella y la penetró con fuerza. Ella dejó escapar otro grito. Sus músculos interiores rodeaban el sexo de Vince, arrastrándolo de nuevo hacia el borde del abismo. Él buscó su boca y comenzó a besarla hasta que la tensión abandonó el cuerpo de Kat. Luego él comenzó a moverse adentro y afuera.

Lentamente. Adentro y afuera. Primero sólo dos centímetros o tres. Luego más profundamente... Más rápido... Ella se aferró a sus hombros. Le suplicó que se apresurara, pero él se negó. Vince apretó los dientes y se concentró en llevarla de nuevo más allá del último pico.

Apoyando su peso en un brazo, deslizó el otro bajo ella y la apretó contra sí. Quería sentir en el pecho la fricción de sus pezones duros como guijarros. Empujó más fuerte mientras el sudor comenzaba a humedecer su frente. Esta vez no podía detener la espiral. Fila se tensó como un arco, restregando las caderas contra él, y su segundo orgasmo fue aún más poderoso que el primero. Luego, él cayó más allá del borde del abismo. Su clímax alcanzó los rincones más recónditos de su alma.

Kat era suya.

Por ahora.

Kat se despertó sobresaltada justo antes del amanecer. Había vuelto a soñar. Sólo que esta vez no recordaba nada. Vince dormía profundamente a su lado. Ella se desasió de sus brazos y fue al cuarto de baño.

Después de usar el váter, agachó la cabeza hacia el grifo y bebió con ansia. Tenía la garganta seca de tanto jadear y gritar el nombre de Vince. Sonrió, recordando con placer cómo habían hecho el amor. Se atusó el pelo y observó en el espejo su imagen desaliñada, pero satisfecha.

Pensó en la sensación de haber vivido ya aquel momento que había sentido al vendar el torso de Vince. Él había resultado herido en otra ocasión. Kat no recordaba exactamente cuándo, pero estaba segura de ello. Aquella vez, también lo había curado ella. Y también habían acabado haciendo el amor. Alzó la mano y tocó la pequeña cicatriz de la parte de atrás de su cabeza. Frunció el ceño. Tenía que recordar cómo se la había hecho.

Un destello de luz cegadora atravesó su cráneo. El dolor le hizo doblar las piernas. Se dejó caer al suelo. Se acercó gateando al váter y vomitó hasta que se quedó sin respiración. Tiró de la cadena y regresó arrastrándose hasta el lavabo. Apenas logró reunir fuerzas para levantarse y enjuagarse la boca antes de desplomarse otra vez. Cerró los ojos con fuerza, se apoyó en la pared y esperó a que pasaran los temblores que se habían apoderado de su cuerpo debilitado.

¿Qué le estaba pasando? Intentó llamar a Vince, pero no logró formar las palabras.

Indefensa, permaneció allí acurrucada mientras, uno tras otro, atravesaban su cerebro destellos de su vida pasada, como fotogramas de una película pasados por un proyector averiado. Nada tenía sentido. Sin embargo, de algún modo, ella sabía que todo aquello era real. En su interior, el miedo se extendió tan aprisa que la dejó sin respiración.

Aquello no podía ser verdad.

Ella sabía quién era. ¿No? El pánico se apoderó de su estómago tembloroso.

Lentamente, una certeza se instaló en medio del caos que reinaba en su cabeza. Ella no era quien creía ser. Aquella verdad oculta quedó de pronto perfecta e inexplicablemente clara.

Pero ¿quién era exactamente? Vince estaba involucrado en aquel asunto de algún modo.

Él debía de saberlo.

Largos minutos, tal vez horas, pasaron antes de que pudiera moverse. Por fin logró arrastrarse hasta la ducha y meterse dentro. El cálido chorro la reconfortó. Se sentó bajo él hasta que el agua empezó a enfriarse. Recobrando poco a poco las fuerzas, se levantó y se lavó el cuerpo. Cuando acabó, el agua estaba fría, pero ella no lo notaba. Le oprimía el pecho el dolor de una traición que no lograba recordar. El dolor insoportable de su cabeza había remitido al fin, y su estómago se había aquietado.

Se miró de nuevo al espejo mientras se secaba el pelo. La mujer que veía reflejada le resultaba al mismo tiempo conocida y ajena. Recordaba muchas cosas sobre ella, pero ninguno de aquellos recuerdos parecía tener significado.

Vince era la clave. Él conocía la verdad. Kat lo sentía en los huesos. Pero ¿por qué le estaba ocultando él la verdad?

La intensa sensación de haber sido traicionada la atormentaba. Tal vez no conociera a Vince tan bien como creía. Quizá no pudiera confiar en él. Sacudió—la cabeza. Eso no podía ser cierto. Phil no podía tener razón.

No pensaba creerlo.

Por lo menos, todavía.

Vince se puso la ropa del día anterior. Kat ya se había vestido y lo estaba esperando.

Parecía tensa y distante. Vince prefería no creer que se debiera a su encuentro amoroso.

Reprimió un suspiro. No quería hacerle daño. Lo que había ocurrido entre ellos sólo confirmaba el hecho de que Kat era la única mujer a la que había amado. Nunca podría amar a otra.

—¿Quieres que paremos a desayunar? —preguntó él, rompiendo el largo silencio.

Ella sacudió la cabeza.

—Tenemos que volver.

Él asintió.

—Está bien.

Vince condujo hasta la casa con Kat montada tras él. Él tenía ganas saber qué la atormentaba. Quería preguntárselo, pero ella había dejado bien claro que no le apetecía hablar.

Cuando aparcaron, Kat se bajó de la moto y corrió dentro de la casa como si no quisiera estar a solas con él ni un segundo más. Vince exhaló un suspiro, abatido, y masculló una maldición mientras apagaba el motor. Le dolía todo el cuerpo. No le apetecía nada entrar en la casa, pero no tenía alternativa. Después de sopesar todas sus opciones, había llegado a la conclusión de que debía seguirle la corriente a Yu. Se estaban acercando al punto culminante de la misión. Vince debía mantenerse dentro del equipo. No quería que lo echaran por no mostrar el debido respeto hacia su temerario líder.

Al entrar en la casa, el cuadro que presentaba el cuarto de estar lo dejó helado. Will se retorcía de dolor en el sofá, chillando. Leva y Kat se inclinaban sobre él. Jamal se Digitalizado y corregido por spgt

paseaba de un lado a otro, maldiciendo en voz baja. Yu permanecía parado en medio de la habitación, mirando a Will con expresión homicida.

—¿Qué está pasando?

Nadie se molestó en contestar a la pregunta de Vince. O quizá nadie la oyó.

Yu miró a Vince cuando éste se detuvo en la puerta. Luego volvió a mirar a Will.

—Debería matarte ahora mismo y acabar con esto — dijo con voz temblorosa por la ira—.

Has puesto en peligro la misión.

Kat levantó los ojos y miró a Vince.

—Anoche se enrolló con unos colgados. Dos drogatas se pelearon y Will resultó herido en el tiroteo.

Will empezó a chillar.

—¡No siento el brazo!

Kat sacudió la cabeza y le dijo a Yu:

—Hay que llevarlo al hospital. Aquí no podemos curarlo.

Por el aspecto que presentaba su camisa y el sofá, Will parecía llevar mucho tiempo tumbado allí, sangrando.

—¡No! —gritó Yu—. De las heridas de bala se informa a la policía. Lo interrogarán. No podemos arriesgarnos.

—¿Y si muere? —replicó Kat con expresión dura—. ¿Qué haremos la próxima vez que queramos entrar en un sistema de alta seguridad?

Vince apartó la mirada. ¿Qué le habían hecho aquellos tipos a Kat? Actuaba como uno de ellos. Vince sintió que un miedo desconocido se apoderaba de él. ¿Y si el implante había trastornado irremediablemente la mente de Kat? Vince contuvo una oleada de emoción. Sintió la necesidad urgente de ir en busca de Damrus y matarlo. «No», se dijo.

Al intentar salvar al guardia de seguridad, Kat había demostrado que el implante no había acabado con su sentido de la compasión. Vince no podía creer que se hubiera vuelto tan fría.

—Leva y tú haced lo que podáis. Si muere —añadió Yu, mirándolas—, en fin, ya sabéis lo que eso significa.

Nadie dijo una palabra. Will se retorció, gimiendo de dolor y pánico. El chico parecía muerto de miedo. Si no detenían la hemorragia, seguramente moriría. Vince podía ocuparse de él. Sabía cómo hacerlo. Había recibido el mismo entrenamiento que Kat.

Quizá incluso más.

—Despejad la mesa y ponedlo encima —ordenó. Todos miraron a Vince—. Voy a necesitar el cuchillo más afilado que tengáis .Tenazas de punta. El hilo más fuerte y la aguja de coser más larga que encontréis.

Leva y Kat despejaron la mesa sin decir nada. Jamal y Yu llevaron a Will a la mesa, ignorando sus gritos estremecedores. Vince puso una mano sobre el brazo de Kat.

—Esterilizad las cosas lo mejor que podáis.

Ella asintió con la cabeza.

—Tendré que ir a comprar aguja e hilo —dijo Leva mientras le daba a Vince el montón de camisetas blancas limpias que ya había recogido para hacer vendajes.

Vince notó un atisbo de inquietud en su voz y se sorprendió. Hasta ese momento había creído que Leva era incapaz de cualquier emoción humana.

—Una aguja de coser larga y algo de hilo fuerte —le recordó, y añadió—: ¡Aprisa!

—¿Qué más necesitamos? —preguntó Yu junto a Vince.

Otra sorpresa.

—Algo para adormecer el dolor, al menos a nivel consciente.

Jamal asintió.

—Tengo lo que hace falta —desapareció y regresó al

cabo de un momento con una botella de ginebra fuerte. Vince se encogió de hombros.

—Eso servirá.

Aplicando presión sobre la herida para detener la hemorragia, los tres se esforzaron por hacer beber a Will toda la ginebra que Vince consideró necesaria.

—Esto es todo lo que he encontrado —Kat puso sobre la mesa un cuchillo de cocina afilado como una navaja de afeitar y unas tenazas de punta redondeada recién fregadas.

Vince dejó que Yu siguiera manteniendo la presión sobre el vendaje mientras él se lavaba las manos minuciosamente. Cuando regresó a la mesa, todos los ojos lo observaban, expectantes. Salvo los de Will, que ya se había sumido en un coma inducido por el alcohol.

—Voy a tardar unos minutos. En cuanto Leva vuelva, habrá que intentar cerrarle la herida.

Yu asintió con la cabeza.

—¿Qué quieres que hagamos?

Vince miró a Will y luego volvió a fijar sus ojos en Yu.

—Sujetadlo con fuerza. Parece inconsciente, pero os aseguro que esto va a dolerle.

Desde el otro lado de la mesa, Yu clavó sus ojos en Vince.

—¿Has hecho esto antes?

Vince sabía que no lo preguntaba porque estuviera preocupado por Will.

—Una vez.

No había orificio de salida, lo cual significaba que la bala seguía alojada en el interior del cuerpo de Will. El orificio de entrada se hundía pulcramente hasta el hueso, donde se había alojado el proyectil, que al abrirse paso había desgarrado músculos y ligamentos. Vince se dio cuenta de que la herida era peor de lo que parecía por su aspecto. Dado que la bala era fácilmente accesible, no dudó en extraerla. Como había previsto, hubo que sujetar a Will.

Para cuando Vince acabó de sacar la bala, que afortunadamente estaba intacta, y de limpiar la herida, Leva había regresado y Will había vuelto a desmayarse.

Leva esterilizó rápidamente la aguja usando ginebra. El costurón quedó chapucero.

Hacía mucho tiempo que Vince no cosía una herida, pero al menos había logrado detener la hemorragia. Kat aplicó pomada antiséptica y vendó la herida. A Vince lo sorprendió que Leva se hubiera acordado de comprar auténticas vendas y hasta una pomada.

Todos parecían exhaustos. Por primera vez desde que había empezado todo aquello, Vince se dio cuenta de lo solos y perdidos que estaban aquellos chicos .A pesar de que sólo sentía simpatía por algunos de ellos, sabía que todos ellos eran presa de un hombre maquiavélico y de su organización. Vince tenía que asegurarse de que Kovner era detenido, fuera como fuese.

Miró a Kat. Estaba hecha polvo. Vince se sintió culpable de nuevo.

—Si se le queda paralizado el brazo —dijo Yu, acercándose a Vince para llamar su atención—, tú ocuparás su lugar en la misión —esbozó una tensa sonrisa fingida—. Puede que después de todo sirvas para algo, Ferrelli.

—¿Y qué pasa con Will? —preguntó Vince cuando Yu se disponía a darse la vuelta.

El otro fijó en él una mirada más reveladora que sus palabras.

—Cometió un error. Nos ha puesto a todos en peligro. Su destino aún no está decidido.

—En otras palabras —insistió Vince—, si sobrevive después de cumplir su cometido, lo matarás.

Todos los ojos se posaron en Yu. Éste sonrió.

—¿No hemos aprendido nada sobre el respeto, amigo mío?

Vince sintió que de pronto comenzaban a dolerle la cabeza y el costado. Oh, sí, había aprendido muchas cosas sobre el respeto, pero no gracias a Philip Yu.

Durante las siguientes veinticuatro horas, Yu también aprendería muchas cosas y, con un poco de suerte, sobreviviría para extraer cierta sabiduría de la experiencia.