Capítulo 14

El furgón se detuvo en el aparcamiento de servicio. El aparcamiento principal estaba aún casi vacío. Kat miró su reloj. Media hora después, aquel mismo aparcamiento estaría atestado de visitantes habituales y turistas. La velocidad de los latidos de su corazón no había aminorado desde que se había despertado esa mañana. Las manos le temblaban levemente.

Tenía que concentrarse. Era el único modo de cumplir con su deber. No podía mirar a Vince. Estaría perdida si lo hacía.

Él se lo había buscado. No se podía tolerar a los traidores bajo ninguna circunstancias.

Ella lo sabía por experiencia.

Pero nada de eso importaba ahora. No podía permitir que sus pensamientos vagaran ni un instante. Sus emociones se habían cerrado a cal y canto horas antes Ahora funcionaba únicamente por instinto.

Tenía una misión que cumplir. Nada iba a detenerla.

Leva se puso el pasamontañas.

—¿Lista?

Kat asintió con al cabeza.

—Hagámoslo.

Cuando se levantó para deslizarse entre los asientos, Vince la agarró de la muñeca y la atrajo hacia sí.

—Suéltala —ordenó Yu, montando su pistola.

Vince ignoró a Yu y, agarrando a Kat del pelo, la obligó a mirarlo.

—Kat, estaré esperando a que vengas a rescatarme — la besó con una intensidad que la dejó sin aliento y luego la soltó.

Kat se desasió, tambaleándose, y sintió de pronto la piel húmeda por el sudor .Al pasar entre los asientos, oyó un puñetazo y el subsiguiente gemido de Vince. Apretó los dientes y miró hacia atrás una última vez. Él la miró fijamente.

—No contengas el aliento, Ferrelli —le dijo ella—. Cuesta ganar. Deberías recordarlo.

Fuera del furgón, Kat se puso su pasamontañas y tomó una de las maletas metálicas de Leva. Sin decir nada, las dos se escabulleron entre la gruesa arboleda que rodeaba el patio del Mary's Garden.

No sólo le habían dado a Vince una información errónea acerca del hotel. La de la iglesia también era un señuelo. Sí, había una ceremonia conmemorativa en otro sitio, a la que asistiría la Primera Dama. Pero ésta no era su objetivo.

Su objetivo era el embajador israelí en Estados Unidos. Ese día, a las doce, y a pesar de sus creencias religiosas, el embajador asistiría al funeral de un estadounidense amigo suyo. Habría pocas medidas de seguridad y no

se haría ninguna comprobación preliminar. El embajador acudiría acompañado únicamente por sus guardaespaldas. Sería un blanco fácil.

Kat no sabía por qué era el embajador el objetivo de la misión. Suponía que se debía a que era un enemigo personal de Kovner. Pero Kovner lo había acusado de ser un traidor. El asesinato del embajador era el motivo de la esperada aparición de Kovner.

Dentro de las maletas metálicas había una sofisticada videocámara. Una vez colocada junto a la entrada de la capilla del Sagrado Sacramento, Kovner podría presenciarlo todo desde la seguridad del furgón.

Urnas sobre pedestales de piedra, rebosantes de flores blancas, marcaban la entrada al Mary's Garden. Leva y Kat se movían a lo largo del perímetro exterior, manteniéndose cuidadosamente entre las sombras de los arbustos y los árboles en flor. Kat vislumbró una espléndida fuente y un estanque en el que se alzaba una estatua de María con el Niño Jesús. Apartó la mirada, rechazando la sensiblería que impregnaba aquella imagen.

Ella ya no era sentimental. Era una mujer con una misión. Pero de todos modos empezó a rezar y estuvo a punto de reírse de sí misma.

Entraron en la capilla y Kat se— puso de inmediato manos a la obra. Los minutos pasaban volando mientras colocaba concienzudamente las cargas explosivas. Leva, en tanto, iba montando estratégicamente la cámara. Jamal las mantenía informadas acerca de la calidad de recepción y del ángulo de las imágenes que llegaban al monitor del furgón mediante una diminuta radio de muñeca. Tenían sólo quince minutos para completar su tarea.

Kat permanecía ciega a la espléndida arquitectura y a la deslumbrante belleza que la rodeaba mientras se desplazaba de un punto a otro. Podía haber conectado las cargas con los ojos cerrados y una mano atada a la espalda. Era todo tan sencillo, tan elegantemente sencillo...

Y nadie se daría cuenta hasta que fuera demasiado tarde.

Les quedaban aún tres minutos cuando salieron de la capilla y regresaron entre los árboles. Kat se quedó paralizada cuando un sacerdote se detuvo un instante para admirar la estatua de Jesús y María. Leva gruñó y le dio un empujón en la espalda. Kat señaló al cura. Leva inclinó la cabeza, comprendiendo.

Durante un minuto que fue el más largo de la vida de Kat, esperaron a que el hombre siguiera adelante. El más ligero crujir de una hoja caída o el roce de suelas de goma sobre la hierba perfectamente recortada sería un desastre. Kat no quería que el cura muriera. Dudaba de que Dios perdonara pecados así. Cuando el hombre al fin pasó de largo, Kat dejó escapar el aliento que había estado conteniendo.

—Todo despejado —musitó, y echó a andar hacia delante.

—Espera un momento.

Al darse la vuelta, Kat se topó con el cañón de la Glock nueve milímetros de Leva. Por alguna razón, no se sorprendió.

—Lo siento, gata, pero aunque Phil se fe de ti, yo no.

Un fuerte golpe sonó en la puerta trasera del furgón. tamal miró por el retrovisor lateral.

—Es el coche de El Hombre. Dos de sus gorilas llevan armas.

—Déjalo entrar —ordenó Yu. tamal saltó del asiento del conductor y se acercó a la parte de atrás del furgón. Desde el exterior abrió ambas hojas de la puerta.

Vince alzó la mirada y miró fijamente a David Kovner. Deseaba que Yu no le hubiera atado las manos a la espalda. Nada le habría gustado más que abalanzarse sobre aquel bastardo y tirarlo al suelo, donde le correspondía estar a una serpiente como él.

En el fondo de su mente, se preguntaba si Lucas y Casey descubrirían lo que había ocurrido, si alguien se habría fijado en el furgón y acudiría a detener aquella tragedia.

Pero temía que eso no llegara a ocurrir. Su optimismo se había debilitado notablemente durante los minutos anteriores. Estaba claro que Kat seguía pensando que era uno de ellos y que iba a servir de medio para destruir decenas de vidas.

Además de atarle las manos, Yu lo había golpeado sin piedad. Vince había aguantado la paliza, pero estaba aturdido. No podía hacer nada por Kat. Había fracasado en su misión. Y un montón de gente iba a morir por ello.

Kovner entró en el furgón. Sus dos gorilas se quedaron fuera, junto al coche, vigilando.

—Así que éste es el espía —dijo Kovner, y, poniéndose en cuclillas, observó a Vince—. Me interesa muchísimo saber qué organización lo ha enviado. Estoy seguro de que no fue la CIA. Llevan mucho tiempo intentando infiltrarse en nuestra organización sin conseguirlo.

Vince no dijo nada.

—Contéstale —ordenó Yu, alzando de nuevo la mano.

—Le diré quién me mandó —dijo Vince con voz ronca. Estaba seguro de que tenía rotas una o dos costillas más. Respiró cuidadosamente e hizo una mueca de dolor.

Kovner se inclinó hacia delante ligeramente.

—Estoy esperando.

Vince le escupió en la cara. Lo cual le costó caro. Cuando Yu acabó con él, Vince no podía sentarse. Estaba tumbado de lado y le dolían los brazos, de los que le habían tirado hacia atrás. Todo el cuerpo le palpitaba dolorosamente.

—Ya basta —la voz de Kovner—. La capilla se está llenando —dijo, señalando el monitor que Jamal había colocado entre los dos asientos.

Vince se giró, gruñendo por el esfuerzo, para poder ver el monitor. Parejas y familias llenaban los bancos. Vince deseó gritar a Yu y a Kovner, decirles lo terrible que era todo aquello.

—Esperad —dijo Yu de repente.

Vince lo miró mientras Yu observaba de nuevo su reloj. Yu empezó a contar hacia atrás.

—Tres, dos, uno. ¡Bum! —sonrió a Vince—. Se acabó el taller —su sonrisa se hizo más amplia—. Se acabó

Callahan.

Vince se incorporó hasta sentarse. La rabia amortiguaba el dolor.

—Me las pagarás, aunque sea en el infierno.

Kovner levantó una mano cuando Yu se disponía a golpear de nuevo a Vince.

—El sacerdote se está colocando en su sitio.

Vince sintió una náusea mientras veía al cura acercar se al altar.

—Cinco minutos —anunció Jamal. Miró por la ventanilla—. Leva y Kat ya tendrían que estar aquí. Yu señaló la puerta con la cabeza. —Ve a ver.

Kovner volvió a fijar su atención en Vince.

—Nadie puede detenernos, señor Ferrelli. Ni la CIA, ni su gente. Nadie. Porque no dejamos pistas. Nuestra gente está preparada para morir por la causa. Reclutamos, golpeamos y luego desaparecemos sin dejar rastro —Kovner se encogió de hombros—. La estrategia perfecta.

Vince asintió con la cabeza.

—Sé exactamente lo que quiere decir, pero ¿lo sabe su chico? —inclinó la cabeza señalando a Yu—. ¿Sabe él que está a punto de enfrentarse al sacrificio supremo por la causa?

La ira brilló en los ojos de Kovner.

—Philip es muy importante para nosotros. Ignoro qué está usted insinuando.

—Piénsalo, Yu —dijo Vince—.Aparte de ti, ¿quién sobrevivió a la otra misión en la que participaste? ¿Quién dio la orden de eliminar a Will?

—¿Va todo bien, señor Kovner? —preguntó el más bajo de los dos gorilas, montándose en el asiento del conductor del furgón.

Yu miró vacilante al recién llegado y luego a Vince.

—La ASM me necesita. Yo no les he fallado, como les falló Will. A él le faltaba concentración y disciplina.

—Exactamente, Philip —dijo Kovner.

Vince se echó a reír y empezó a toser. Las costillas le dolían muchísimo.

—Sigue pensando así, Philip —dijo imitando el tono de Kovner.

—Esto sólo es el principio, señor Ferrelli —le dijo Kovner—. Tenemos muchos más planes.

Planes que no puede usted ni imaginar.

Jamal se acercó corriendo a la parte de atrás del furgón, con Leva a la zaga.

—No encuentro a Kat —dijo, jadeante.

—Perdió los nervios —dijo Leva, mirando a su alrededor como si temiera que Kat saltara sobre ella desde la nada—. Esa zorra intentó matarme. Yo me limité a defenderme...

Kovner atajó sus palabras, fijando la mirada en el monitor.

—Es la hora.

tamal montó en el asiento del pasajero y ajustó rápidamente el monitor. Vince miró a Jamal y a Leva y, luego, al monitor. Una nueva oleada de miedo se apoderó de él.

¿Dónde demonios estaba Kat? ¿Y si Leva ya la había matado? Comenzó a retorcer las manos y a doblar las muñecas, intentando desatarse.

Yu comenzó a contar de nuevo hacia atrás.

—Diez, nueve, ocho... —Vince lo intentó con más fuerza— cinco, cuatro, tres...

Vince miró fijamente el monitor. La sangre y la emoción le nublaban la visión. Sin embargo, seguía viendo a la gente que estaba a punto de morir.

—¡Uno!

Vince contuvo el aliento.

Nada ocurrió.

Un golpe de silencio llenó el furgón.

—¿Qué es esto? —gritó Kovner.

Una sonrisa se extendió por el rostro de Vince al contemplar la apacible escena que mostraba el monitor.

Una detonación amortiguada resonó en la parte frontal del furgón. tamal se desplomó contra la puerta del pasajero. Los ojos de Yu se agrandaron.

—¿Qué hace?

El segundo disparo del matón de Kovner silenció a Philip Yu para siempre. Leva, que fue la siguiente, se desplomó sobre el asfalto. Mientras el cuerpo de Yu caía a su lado, Vince sintió una punzada de lástima. Yu era un hombre joven, había sido conducido por el mal camino por el maníaco de Kovner..

El gorila que esperaba fuera metió a Leva en el furgón, junto a Vince. Éste intentó apartarse cuando el matón extendió los brazos hacia él.

—Llévalo al coche —ordenó Kovner, y se volvió hacia Vince—. Verá, señor Ferrelli, pensamos mantenerlo vivo un poco más —inclinó la cabeza ligeramente—. En cuanto averigüemos para quién trabaja, pondremos fin a sus padecimientos —puso una mano sobre el hombro de Vince antes de que el matón lo arrastrara fuera del furgón—.Y, créame, serán muchos.

—¡Quietos!

Kat.

Lágrimas de alegría ardieron tras los ojos de Vince. Nunca se había alegrado tanto de ver a alguien.

—¡Mátala! —ordenó Kovner con voz salvaje.

—Yo no haría eso, si fuera tú —alguien montó un arma justo detrás del gorila más próximo a Kat.

Las letras blancas de la espalda de la chaqueta negra ponían ATE Vince estuvo a punto de echarse a reír. ¡Había llegado la caballería!

El otro tipo que había llegado con Kovner fue obligado a salir del furgón y a tirarse al suelo.

—Esposadlos —ordenó otro agente de la ATE

—Te has hecho esperar —le dijo Vince a Kat. Se alegraba tanto de verla que ya no lo preocupaba si estaba enfadada con él o no.

—Dijiste que viniera a rescatarte —ella se encogió de hombros y bajó el arma—. ¿Qué otra cosa podía hacer?

—Podías desatarme —sugirió Vince, ansioso por abrazarla.

Sin previo aviso, Kovner se lanzó sobre Kat. Vince se abalanzó hacia él de cabeza, pero falló y cayó sobre el asfalto. Hizo una mueca de dolor y procuró levantarse tan rápido como pudo.

—Si alguien se mueve, la mato —Kovner se había apoderado de la pistola de Kat y la apuntaba con ella.

Vince masculló una imprecación.

—Suéltala —dijo con aspereza—. Llévame a mí.

Un escuadrón entero de agentes de la ATF los había rodeado. Pero Kovner era demasiado listo para ellos. Se mantenía resguardado por las puertas abiertas del furgón y tras el cuerpo de Kat.

Kovner sonrió mirando a Vince.

—¿Por qué no me llevo a ambos? —señaló a uno de los agentes—. Dile que te suelte. Tú conducirás.

Vince le hizo una seña al agente y le dio la espalda. El agente deslizó una pequeña pistola en la cinturilla de Vince mientras con la otra mano intentaba desatarlo. Vince dio un paso adelante.

—Listo —dijo.

Kovner sacudió la cabeza.

—Pon las manos arriba y date la vuelta.

Vince se quedó inmóvil.

—¿Nos vamos o qué? Si te quedas aquí, uno de estos tíos va a pegarte un...

—¡Date la vuelta!

Vince se giró lentamente, de mala gana. Kat gritó de dolor. Vince se estremeció, intentando conservar la calma.

—Tira el arma y sube al furgón.

Vince exhaló, respiró hondo, se sacó la pistola de la cinturilla, la dejó en el suelo y la apartó de un puntapié. Cuando se dio la vuelta, Kovner estaba metiendo a Kat en el furgón.

—Cierra las puertas —le ordenó a ella.

Mientras Kovner la sujetaba con un brazo por el cuello, Kat extendió los brazos e hizo lo que le ordenaba. Vince se montó tras el volante y encendió el motor.

—¿Adónde vamos?

—Tú sal de aquí —rugió Kovner.

Vince dio marcha atrás y pasó entre los numerosos agentes vestidos de negro.

Vislumbró a un par de especialistas de su grupo. No fue hasta ese momento cuando se acordó de Callahan.

—Gira a la derecha —dijo Kovner cuando Vince se detuvo a la salida del aparcamiento.

Intentando no pensar en Callahan, Vince miró a derecha e izquierda. Parpadeó. Se había olvidado de Jamal. El muchacho seguía desplomado contra la puerta del pasajero.

Vince necesitaba un plan. Cuando llegaran a su destino, se abalanzaría sobre Kovner.

Era sencillo. Aunque le costara la vida, a nadie le importaba que Vince Ferrelli muriera ese día.

Entonces recordó algo que había dicho Jamal: «Siempre llevo un arma de repuesto escondida debajo del salpicadero».

Vince se reclinó por completo hacia atrás y miró a hurtadillas hacia abajo. Sí, había una nueve milímetros sujeta con cinta bajo el salpicadero. Miró a Jamal y le dio las gracias para sus adentros.

El semáforo del cruce se puso en rojo y Vince se detuvo.

—¿Por dónde? —preguntó, mirando a Kovner. —Sigue recto.

Kovner seguía agarrando a Kat, pero ella se había apartado de él lo más posible. Sus cuerpos estaban separados por unos pocos centímetros.

—¿Y luego? —insistió Vince, intentando ganar tiempo.

—¡Cállate y conduce! —Kovner tenía la cara morada de rabia.

La mirada de Kat chocó con la de Vince un instante. Y con eso bastó. Ella sabía qué hacer.

—Está bien, está bien —dijo Vince, irritado—. Hay que esperar a que el semáforo se ponga en verde porque tenemos coches delante. Y, además, necesitas un plan. No pensarás escapar sin un plan. Esos tipos tienen que estar pisándonos los talones.

Diciendo esto ,Vince sacó de un tirón la pistola de debajo del salpicadero y apuntó a Kovner. Kat se había apartado todo lo posible. Distraído momentáneamente por la posibilidad de que las autoridades los estuvieran siguiendo, Kovner ni siquiera se enteró de lo que pasaba. Cayó muerto sobre Philip Yu.

Vince acercó el furgón a la acera y salió de un salto. Abrió las puertas de atrás y tomó a Kat en sus brazos. Durante un rato, no fue capaz de decir nada. Sólo podía abrazarla, mientras una emoción líquida se deslizaba entre sus párpados cerrados. Finalmente se apartó y la miró.

—¿Estás bien? ¿De veras estás bien? Pensé que te había perdido cuando Leva apareció sin ti.

Ella arqueó una ceja.

—Leva y yo tuvimos unas palabras. Ella intentó matarme y yo la mandé a dormir un rato

—Kat se encogió de hombros como solía—. Pero está claro que no durmió tanto como yo esperaba. Es una lástima que se despertara y volviera corriendo al furgón.

Vince escudriñó su cara sin apenas oír lo que decía.

—¿Tu memoria funciona normalmente? ¿Sabes quién eres y lo que está pasando?

Ella se echó a reír.

—Sí a todo —se enjugó las lágrimas de las mejillas—. Durante los últimos días fui recordando imágenes y fragmentos, pero luego, durante la noche... —se encogió de hombros—. No sé si fue por los sueños o qué —buscó la mirada de Vince—. Pero lo recordé todo.

Vince se metió los dedos entre el pelo y exhaló un fuerte suspiro.

—Gracias a Dios —se quedó callado un momento—. Callahan... —susurró—. Ellos...

—Callahan está bien —le aseguró Kat.

Vince frunció el ceño.

—¿Cómo lo sabes? —una docena de coches policiales comenzó a detenerse a su alrededor, haciendo chirriar los neumáticos—. ¿Cómo sabían dónde tenían que ir? —Vince miró a su alrededor.

Kat sonrió.

—Deberías confiar más en mí, Ferrelli. Después de que Philip Yu no me dejara más remedio que delatarte, tuve que idear un plan alternativo. Dejé una nota en el todoterreno, con los señuelos. Y desactivé la bomba del sótano, así como las de la Digitalizado y corregido por spgt

capilla. Pero, por si acaso Leva tenía preparada alguna otra sorpresa, les dije en la nota que mandaran un equipo de artificieros a la casa, y especialmente al sótano.

Gracias a Dios. Eso significaba que Callahan no sólo estaba bien, sino que no había tenido que pasar horas enteras atrapada en la oscuridad.

—Eres increíble, ¿lo sabías, Kat? —Vince deseó abrazarla de nuevo—Te he echado mucho de menos. No sabes cuánto.

La sonrisa de Kat se desvaneció al instante.

—Tenemos que hablar.

Había llegado el momento. La luna de miel había terminado. Kat sabía lo que él le había hecho y no lo había perdonado. Vince no podía reprochárselo.

—Sí, tenemos que hablar.

Una expresión de dolor cruzó el rostro de Kat. Dejó escapar un gemido y se agarró la cabeza con las dos manos.

—¡Oh, Dios! —gimió.

Vince la agarró antes de que cayera al suelo.

—¡Que alguien llame a una ambulancia! —gritó él. Apretó a Kat contra su pecho e intentó reconfortarla—. No pasa nada, nena. Todo va a salir bien.

Tenía que ser así. Después de todo lo que habían pasado juntos, no podía ser de otra manera.

¿Cuánto van a tardar? —Vince se paseaba de un lado a otro por la sala de espera. No sabía cuánto tiempo podría seguir esperando. El dolor de sus numerosas heridas se había disipado hasta volverse insignificante.

Lucas lo señaló con su bastón.

—Te estás volviendo loco por nada, Ferrelli. Kat se pondrá bien .Ahora, siéntate. Es una orden.

Vince sacudió la cabeza y se dejó caer en el sillón más cercano. Sólo a Lucas Camp se le ocurría proclamar con completa convicción, como si tuviera a Dios en el bolsillo, que Kat iba a ponerse bien.

Al cabo de unos segundos, Lucas dijo:

—Has hecho un buen trabajo, Ferrelli. Los dos matones que acompañaban a Kovner han confesado. La CIA está desarticulando en estos momentos la ASM.

Vince asintió con la cabeza.

—Eso está bien.

Sin embargo, Vince no prestaba atención a la conversación. Necesitaba saber qué tal estaba Kat. Había obligado al conductor de la ambulancia a llamar al teléfono móvil de Damrus. Damrus se había reunido con ellos en el hospital. Vince confiaba en que pudiera arreglar aquel lío.

A pesar de sus muchas incertidumbres, había una cosa de la que estaba seguro: no podría seguir viviendo sin Kat.

—Los chicos de la ATF se ocuparon de los explosivos desactivados de la capilla y de los de la casa de Port Charlotte —Lucas apoyó ambas manos en su bastón—. Ha sido una gran victoria —miró a Vince directamente a los ojos—. Este país es un lugar más seguro gracias a hombres como tú, Ferrelli. Sé que a menudo el precio que hay que pagar es alto, pero merece la pena cuando se sopesan las alternativas.

Vince asintió con la cabeza. Se había apoderado de él una especie de aturdimiento, pero sabía que Lucas Camp hablaba por experiencia.

—¿Se sabe algo?

Vince alzó la mirada y vio que Callahan entraba en la sala. Se levantó, al igual que Lucas.

—Nada aún. Me alegro mucho de verte —murmuró Callahan, atrayéndola hacia sí—.

Durante un rato pensé que la habías palmado.

Ella se apartó.

—Yo también —dijo ella lanzándole una mirada significativa.

Vince sabía lo que quería decir.

—Eres dura de pelar, Blue.

Ella lo abrazó otra vez y luego se volvió hacia Lucas. —Tengo entendido que quería verme.

Lucas la agarró del hombro.

—Tú también has hecho un gran trabajo, Callahan .Te felicito.

Ella asintió con la cabeza.

—Gracias, señor.

—Ahora —continuó Lucas—, quiero que te vayas a casa y descanses un par de días

.Tenemos una misión importante para ti. Una misión que no puede esperar más que cuarenta y ocho horas.

Callahan se puso firme y alzó la barbilla.

—Estaré lista en veinticuatro horas, señor.

—Eso quería oír —Lucas inclinó la cabeza, complacido, y volvió a sentarse.

Callahan señaló hacia los ascensores. Vince caminó con ella hacia allí.

—Gracias, Ferrelli, por guardarme el secreto —dijo ella con los ojos bajos.

Él pulsó el botón de llamada del ascensor, le pasó un brazo sobre los hombros y la apretó.

—No pasa nada, Callahan. Todos tenemos nuestras debilidades secretas.

Ella alzó la mirada hacia él y frunció el ceño.

—Apuesto a que tú no —Vince se inclinó y le dijo al oído qué era lo que más lo asustaba en el mundo. Ella asintió con la cabeza—. En fin, supongo que sí las tienes —las puertas del ascensor se abrieron con un movimiento deslizante y Callahan entró—.Ya nos veremos por ahí, Ferrelli —agitó los dedos en un pequeño saludo.

Vince le devolvió el saludo y se dio la vuelta cuando las puertas volvieron a cerrarse siseando. Regresó a la sala de espera, sintiéndose desanimado. Kat tenía que salir adelante. Había cosas que él necesitaba decirle.

Vince parpadeó furiosamente y se reclinó en el asiento. Tenía que hacer las cosas bien.

Aunque ella no lo perdonara nunca, tenía que intentarlo.

Las puertas dobles que conducían al quirófano se abrieron de repente y apareció el doctor Damrus. Vince se levantó de un salto y se acercó a él. Lucas fue tras él.

—¿Cómo está? —preguntó Vince.

Damrus respiró hondo y exhaló un suspiro. Vince apretó los dientes, preparándose para lo peor.

—Ha superado magníficamente la operación. No hay lesiones aparentes. El escáner ha dado negativo .Todo parece en perfecto estado. No hay razón para suponer que la recuperación no vaya a ser perfecta.

Había un «pero» en alguna parte.

—Pero... —sugirió Vince.

Damrus pareció afligido.

—No lo sabremos con toda seguridad hasta que despierte y podamos hablar con ella —la esperanza de Vince se tambaleó. Había que seguir esperando—. La han llevado a reanimación —Damrus se llevó a Vince a un lado y susurró—: Si promete no revelar mi presencia en Port Charlotte, lo dejaré entrar y sentarse con ella.

—Trato hecho.

Lucas los miró con recelo. Vince se limitó a sonreír. Se le daba muy bien guardar secretos.

Tenía la boca increíblemente seca cuando despertó. Observó la habitación con ojos borrosos. ¿Dónde estaba? En el hospital. Ah, sí. Recordaba vagamente el trayecto en la ambulancia, a Vince inclinado sobre ella con lágrimas en los ojos.

Se quedó quieta. Después de tanto tiempo, ¿era posible que siguiera significando tanto para él?

Parpadeó, intentando contener las lágrimas. Recordaba claramente que él le había pedido que se acordara de que se había dado cuenta de lo equivocado que estaba. No quería que ella olvidara eso bajo ningún concepto. Kat también recordaba vivamente cómo le había hecho el amor Vince. Sus palabras susurradas, las caricias que tanto prometían...

En cuatro años no había olvidado ni por un instante a Vince. Le había guardado rencor durante mucho tiempo, pero nunca había dejado de quererlo. Aun así, una parte de ella deseaba propinarle una patada en el trasero por no haber dado la cara por Kat, aunque ello no hubiera cambiado las cosas al final, pues el resultado habría sido el mismo. Sin embargo, Kat había deseado desesperadamente saber que Vince creía en ella y estaba dispuesto a gritarlo a los cuatro vientos. Él había intentado explicarle su situación, pero ella se había negado a escucharlo. Kat había visto remordimientos en sus ojos incluso entonces, pero estaba demasiado furiosa y dolida para comprender que Vince era tan sólo un hombre, tan susceptible de cometer errores como ella misma.

La misión y el implante de memoria artificial explicaban la repentina reaparición de Vince en su vida. Kat intentó recordar cómo había ocurrido todo. Recordaba haberse ofrecido voluntaria para el programa. No estaba casada y no tenía hijos. Al rellenar el cuestionario acerca de su Romeo, no había pensado conscientemente en Vince, pero después de rellenar todos los espacios en blanco, le había salido él. A fin de cuentas, Vince era el dueño de su corazón, a pesar de su turbulento pasado común. Además, ella nunca había creído realmente que el implante fuera a funcionar. Y, desde luego, no había imaginado que se pondría en marcha cuando menos falta hacía. El implante se había puesto en funcionamiento él solo, en medio de la misión. Por suerte, Vince estaba disponible y había accedido a rescatarla.

Kat miró a su alrededor un poco más, intentando recomponerse, y su mirada se posó en el hombre que ocupaba buena parte de sus pensamientos y de sus sueños desde hacía más de cuatro años.

Kat sonrió. Dios, qué guapo era. Para ser el hombre que le había roto el corazón.

Un apósito nuevo cubría la herida de encima de su frente. Kat frunció el ceño al acordarse de cómo lo había golpeado Philip Yu. Vince tenía la barbilla ensombrecida por la barba y el pelo revuelto. Parecía haber dormido con la ropa puesta. Pero, por lo demás, estaba guapísimo.

Kat le había perdonado su error. La verdad era que ella también se había equivocado. A pesar de que él le había rogado que lo escuchara, que lo perdonara por el error que admitía haber cometido, ella se había dejado dominar por el orgullo. No sólo se había apartado de la Marina: también se había apartado del hombre al que amaba sin darle oportunidad de arreglar las cosas entre ellos.

Ahora todo sería distinto.

Las pestañas oscuras de Vince revolotearon, dejando al descubierto sus increíbles ojos grises. A Kat se le paró el corazón.

—Has vuelto —musitó él. Se levantó y se acercó a su lado—. Maldita sea, cuánto me alegro de ver esa sonrisa.

Kat se llevó la mano a la boca. No se había dado cuenta de que estaba sonriendo. De pronto sintió una punzada de dolor.

—Me duele la cabeza.

—Te han quitado el implante —le dijo Vince—. Damrus dice que todo ha salido a la perfección. ¿Cómo te llamas? Ella frunció el ceño.

—¿Qué?

Vince arqueó una ceja.

—Se supone que debo comprobar que todo funciona bien .Así que ¿cómo te llamas?

Ella dejó escapar un suspiro impaciente. —Créeme, Ferrelli, todo está en perfecto orden.

Él asintió con la cabeza, dubitativo. —Bien.

Ella se mordió el labio inferior. ¿Cómo podía estar tan guapo? ¿Cómo podía ella desearlo tanto y al mismo tiempo tener ganas de darle una patada en el trasero?

—¿Y tú? —preguntó de mala gana, con petulancia

¿Estás bien?

Él se apretó una mano contra la tripa.

—Tengo dos costillas fracturadas. El hombro me está matando y la cabeza todavía me duele, pero por lo demás estoy como una rosa.

Para exasperación de Kat, una sonrisa se abrió de nuevo paso hasta su boca. La suprimió inmediatamente. —Hay una cosa que me sigue molestando. Él frunció el ceño, preocupado.

—¿Qué? ¿Quieres que llame al doctor o a una enfermera?

Ella estuvo a punto de sacudir la cabeza, pero se contuvo. Dobló el dedo.

—Acércate.

Él se inclinó, frunciendo aún más el entrecejo. —Desde que recuperé del todo la memoria, no dejé de pensar en patearte el trasero —entornó los ojos, mirándolo—. Así que procuré no mirarte ni hablar contigo. No quería echar a perder nuestra tapadera. Lo único que me impidió no hacerlo fue saber que, al final, conseguiría vengarme.

Él pareció sorprendido.

—Yo, eh, lo comprendo —dijo francamente—. Cometí un error. Debí apoyarte en las pruebas de acceso al cuerpo de buzos, pero no lo hice. Y te perdí por ello —la tomó de la mano—. Perderte era lo que más me asustaba del mundo .Y sigue siéndolo.

—Te propongo un trato —dijo ella sucintamente—. Yo no te daré una patada en el trasero en el estado en que te encuentras, ¿de acuerdo? Recibiste dos palizas por mi culpa, así que puede decirse que estamos empatados —alzó una ceja—. Eres un tipo con suerte.

—Kat, yo no espero que...

Ella hizo un gesto, desdeñando sus palabras.

—Estoy demasiado cansada para hablar sobre esto largo y tendido, o para discutir sobre quién tiene la culpa de qué y quién está en deuda con quién, pero te perdono, ¿de acuerdo?

Él pareció aún más sorprendido.

—Lo entendería, si no me perdonaras.

—Pero te perdono —ella apretó sus dedos y sonrió—. Lo que hiciste estuvo mal. Pero yo también me equivoqué al dejarte ir sin darte una oportunidad de arreglar las cosas.

Cuando amas a alguien, el amor debe estar por encima de todo. Yo no le di ninguna oportunidad a nuestra relación.

Él se quedó callado un momento.

—¿Tú me quieres?

—Como si no lo supieras —dijo ella con sorna.

Vence se encogió de hombros, esbozando una sonrisa.

—Esperaba no estar solo en este barco.

Ella se puso seria de repente y sintió que el corazón le estallaba al saber que él también la quería.

—Quiero que lo intentemos otra vez. ¿Te parece bien?

—Oh, sí —él le besó la frente—. Claro que sí, nena — se incorporó y la miró sospechosamente—. Sólo una pregunta. ¿Qué demonios pusiste en ese perfil de Romeo?

Lucas dijo que...

—Esa información es confidencial —lo interrumpió ella suavemente—. Ahora, bésame, Ferrelli, antes de que cambie de idea y te dé una patada en el trasero.

—A sus órdenes, señora.

Vince la besó. Y en ese momento, cuando la pasión, el deseo y la necesidad se fundieron en uno en su corazón, Kat comprendió sin ningún género de duda que Ferrelli y ella estaban a punto de reescribir su historia.