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La salud general y el estilo de vida para las PAS:

 

 

cómo querer a su yo bebé/cuerpo y cómo aprender de él

 

EN este capítulo, aprenderá a apreciar las necesidades de un cuerpo altamente sensible. Y dado que esto es sorprendentemente difícil para las PAS, he aprendido a enfocarlo a partir de una metáfora, mencionando su cuerpo como si fuera el de un bebé. Es tan acertada esta metáfora que, como verá, quizá no sea una metáfora en absoluto.

 

Seis semanas de edad: cómo podría haber sido

 

Amenaza tormenta. El cielo se vuelve metálico. Las nubes cruzan el cielo y se rompen en mil pedazos, que salen despedidos en todas direcciones. El viento toma fuerza, en silencio... El mundo se está desintegrando. Algo está a punto de ocurrir. El malestar crece, se difunde desde el centro, y se convierte en dolor.

 

Lo que acaba de leer es el momento en el que el hambre aumenta, tal como lo experimenta un hipotético bebé de seis semanas de edad llamado Joey, y tal como lo imaginó el psicólogo evolutivo Daniel Stem en su encantador libro Diario de un bebé52. El diario de Joey se creó a partir de una ingente cantidad de informes de investigaciones recientes sobre la primera infancia. Por ejemplo, ahora se cree que los bebés no pueden diferenciar la estimulación interna de la externa, ni unos sentidos de otros, ni el presente de una experiencia evocada que acaba de ocurrir. Tampoco tienen el sentido de sí mismo como el de quien lo está experimentando todo, como aquel a quien le están sucediendo esas cosas.
Teniendo en cuenta todo esto, Stem descubrió que el tiempo meteorológico constituye una buena analogía de cómo experimenta la vida el bebé. Las cosas simplemente suceden, variando principalmente en cuanto a su intensidad. La intensidad es todo lo que trastorna, al generar una tormenta de sobreactivación. Que las PAS tomen nota: la sobreactivatción es la primera experiencia estresante y la más básica de la vida; nuestras primeras lecciones acerca de la sobreactivación comienzan en el momento de nacer.
He aquí cómo imagina Stem las sensaciones de Joey después de mamar y de aliviar su hambre:

 

Todo se ha hecho de nuevo. Un nuevo mundo está despertando.

 

La tormenta ha pasado. El viento se ha calmado. El cielo está tranquilo. Aparecen líneas que corren y volúmenes que fluyen, trazan una armonía y, como luces cambiantes, hacen que todo recobre vida53.

 

Stem cree que los bebés tienen las mismas necesidades que los adultos en lo relativo a niveles moderados de activación:

 

El sistema nervioso de un bebé está preparado para evaluar de inmediato la intensidad de [...]todo lo accesible a cualquiera de sus sentidos. La intensidad con la que siente las cosas es probablemente la primera pista de que dispone para saber si se acerca a algo o se mantiene a distancia [...] si una cosa es moderadamente intensa [...] el bebé se siente hechizado por ella. Ese punto justo de intensidad, que tolera bien, lo excita, lo activa... Aumenta su entusiasmo, activa todo su ser54.

 

Es decir, no es divertido estar aburrido. Por otra parte, el yo bebé/ cuerpo nace con el instinto de mantenerse a distancia de todo lo que parezca muy intenso, de evitar el estado de sobreactivación. Sin embargo,! para algunas personas, esto es más difícil de hacer.

 

Seis semanas y altamente sensible

 

Ahora, voy a Hacer mi propia versión de este novedoso género literario del diario de un bebé, con las experiencias de un imaginario bebé altamente sensible llamado Jesse.
El viento ha estado soplando sin cesar, a veces creciendo en sus ráfagas hasta formar clamorosos vendavales, a veces disminuyendo hasta sonar como un exhausto y nervioso gemido. Durante un tiempo que parecería una eternidad, las nubes se han ido arremolinando en dibujos fortuitos de cegadora luz y ardiente oscuridad. Ahora, está cayendo un ominoso crepúsculo y, por un momento, parece que el viento amaine con la luz.
Pero la oscuridad es desorientadora de por sí, y el viento rumo-' roso parece cambiar constantemente de dirección, indeciso, como si se hallara en una región de tomados. De hecho, debido al caos creciente, los torbellinos toman forma y ganan fuerza con cada viraje, hasta que emerge la furia del ciclón. Un huracán infernal está soplando en lo más profundo de la noche.
En algún momento o en algún lugar, toda esa furia se detiene, pero no hay forma de encontrar aquel cielo, pues este tiempo meteorológico no tiene ni arriba ni abajo, ni este ni oeste... sólo da vueltas y vueltas hacia su temible centro.
Imaginé que este suceso tenía lugar cuando Jesse iba con su madre y sus dos hermanas mayores a un centro comercial; primero, sujeto a la sillita del automóvil, después en el cochecito de bebé, para pasar una vez más a la sillita del auto en el viaje de vuelta a casa. Era sábado, y el centro comercial estaba lleno hasta los topes. Durante la vuelta a casa, las dos hermanas se habían peleado por elegir la emisora de radio que se escuchaba en el automóvil y habían subido el volumen del receptor al máximo. Había mucho tráfico, muchas detenciones y arranques. Volvieron a casa tarde, mucho después de 1a habitual siesta de Jesse. Cuando llegó el momento de mamar, lo único que podía hacer era llorar y protestar, demasiado abrumado como para atender a las sensaciones del hambre, más vagas. Al final, la madre probó a ponerlo boca abajo para que durmiera, punto en que se estrelló finalmente el huracán.
No debemos olvidar que Jesse además tenía hambre, y el hambre es también un estímulo, aunque venga desde el interior. No sólo aumenta nuestra activación, sino que provoca una disminución en las sustancias bioquímicas necesarias para el habitual funcionamiento del sistema nervioso. Mis investigaciones indican que el hambre tiene un efecto especialmente potente en las PAS. Tal como lo expresó una de estas personas: «A veces, cuando estoy cansada, es como si regresara a esa edad en la que casi puedo escucharme diciendo: “Quiero mi leche con galletas, y la quiero ya”». Sin embargo, en el momento en que aparece la sobreactivación, puede que ni siquiera notemos el hambre. Dedicarle atenciones a un cuerpo altamente sensible es parecido a prestarle atenciones a un bebé.

 

¿Por qué el yo bebé/cuerpo?

 

Dese cuenta de lo que tienen en común el bebé y el cuerpo. En primer lugar, los dos están satisfechos y cooperan cuando no están sobreestimulados, agotados o hambrientos. En segundo lugar, cuando un bebé y un cuerpo sensible están verdaderamente exhaustos, ambos se ven en gran medida impotentes para corregir la situación por sí mismos. El bebé-usted depende de quién cuida de él para que establezca unos límites y satisfaga sus necesidades más sencillas y básicas, y su cuerpo depende de usted ahora para hacer esto.
Ninguno de los dos puede utilizar la palabra para explicar sus problemas; sólo pueden dar señales de socorro cada vez más sonoras o generar una sintomatología tan grave que no pueda ser ignorada. El cuidador sabio sabe que se pueden evitar muchas penas respondiendo al bebé/cuerpo a la primera señal de aflicción.
Por último, como ya apuntamos en el anterior capítulo, los cuidadores que creen que los bebés recién nacidos o los cuerpos se pueden malcriar y «hay que dejarlos que lloren» están equivocados. Las investigaciones demuestran que, si se responde puntualmente al más incipiente llanto de un bebé (salvo en aquellas ocasiones en que esa respuesta no haga más que añadir sobreestimulación), el niño llorará menos, no más, cuando crezca55.
El yo bebé/cuerpo es un especialista en sensibilidad. Es sensible desde el día en que nació. Sabe lo duro que fue entonces y lo duro que es ahora. Sabe de lo que usted carece, de lo que usted aprendió de sus padres y de otros cuidadores acerca de cómo tratarlo, lo que necesita ahora y cómo cuidar de él en el futuro. Empezando por aquí, estamos poniendo en práctica el viejo refrán de «lo que bien empieza bien acaba».
Usted y su cuidador

 

Alrededor de la mitad, o poco más, de los bebés se crían con padres adecuados, y de este modo se convierten lo que llamamos niños «seguramente sujetos»56. Este término está tomado de la biología. Todos los primates recién nacidos se cuelgan de su madre, y la mayoría de las madres quieren que sus bebés se cuelguen con fuerza, de forma segura.
A medida que crece, y si el pequeño se siente seguro, comienza a explorar su entorno e intenta hacer cosas de forma independiente. La madre estará complacida con esto, y estará pendiente del pequeño y dispuesta a intervenir ante cualquier problema, pero encantada de ver cómo crece su hijo. Pero aún queda una especie de sujeción invisible. En cuanto aparece algún peligro, sus cuerpos se reúnen y se sujetan de nuevo con seguridad.
De vez en cuando, por diversas razones que normalmente tienen que ver con el modo en que la madre o el padre fueron educados, uno de los principales cuidadores puede dar uno o dos mensajes diferentes, creando una sujeción insegura. Uno de los mensajes es que el mundo es tan terrorífico, o que el cuidador está tan preocupado o es tan vulnerable, que el niño va a tener que colgarse muy, muy fuertemente. Éste, por tanto, no se atreverá demasiado a explorar su entorno. Quizás el cuidador no quiera explorar nada, o deje atrás al niño si éste no se cuelga. De estos niños se dice que están ansiosos o preocupados por su sujeción al cuidador.
El otro mensaje que un niño puede recibir es que el cuidador es peligroso y convendría evitarlo, o que valora mucho que el niño dé los menores problemas y sea muy independiente. Quizás el cuidador está demasiado estresado como para cuidar de un niño. Y también los hay que, a veces, en un acceso de ira o desesperación, pueden desear que el niño desaparezca o muera. En este caso, convendrá que el niño no esté sujeto en modo alguno. De estos niños se dice que son «evitadores» Cuando se separan de sus madres o padres, parecen bastante diferentes. (A veces, claro está, un niño puede estar seguramente sujeto a un progenitor y al otro no.)
A partir de nuestras primeras experiencias de sujeción, desarrollamos una idea mental duradera de lo que podemos esperar de alguien cercano o de quien dependemos. Aunque pueda parecer que esto tribuye a crear rigidez y a la pérdida de oportunidades, cumplir con los deseos de su primer cuidador acerca de cómo debía sujetarse usted fue importante para su supervivencia. Y, aunque deje de ser una cuestión de supervivencia, el programa seguirá estando ahí y será resistente. El hecho de aferrarse a cualquier plan que funcione (por seguridad, ansiedad o evitación) evita cometer errores peligrosos.

 

La sujeción y el cuerpo altamente sensible

 

¿Se acuerda usted del último capítulo?: hablaba acerca de los niños altamente sensibles que no padecían una activación a largo plazo en situaciones poco familiares. Eran aquellos niños que tenían madres o cuidadores solícitos con los que mantenían unas relaciones de seguridad. Esto indica que ustedes, las PAS que crecieron con la sensación de hallarse seguramente sujetas, sabían que disponían de buenos recursos y que podían manejar la sobreestimulación bastante bien. Con el tiempo, aprendieron a hacer por sí solas lo que sus buenos cuidadores habían hecho por ustedes.
Mientras tanto, su cuerpo no había aprendido a responder como si toda nueva experiencia fuese amenazadora. Y, ante la ausencia de respuesta, el cuerpo no experimentaba una activación estresante a largo plazo. Ustedes descubrieron que su cuerpo era un amigo en el que confiar y, al mismo tiempo, descubrieron que tenían un cuerpo especial, un sistema nervioso muy sensible. Pero pudieron manejar las situaciones aprendiendo cuándo forzarse a sí mismas un poco, cuándo tomarse su tiempo, cuándo emprender una total retirada o cuándo descansar y probar de nuevo más tarde.
Sin embargo, al igual que el resto de la población, alrededor de la mitad de ustedes tuvieron padres algo menos ideales. Es doloroso pensar en ello, pero iremos pulsando este asunto poco a poco, y volveremos a él en varias ocasiones a lo largo del libro. Pero conviene que usted se enfrente a lo que puede que se le haya pasado por alto. La experiencia de un progenitor inadecuado tuvo que provocar algún impacto en usted, dada su sensibilidad; usted necesitaba comprensión, no más problemas.
Aquellos de ustedes que tuvieron una infancia poco segura tienen que enfrentarse también a esto con el fin de conseguir ser más pacientes consigo mismos. Y lo que es más importante, conviene que sepan lo que no se hizo, para que puedan ser ustedes unos padres diferentes con su bebé/cuerpo. Existe el riesgo de que no esté prestándose usted las suficientes atenciones, sea por negligencia con su cuerpo o por ser demasiado sobreprotector y quisquilloso. Y es probable que todo esto se deba a que está tratando usted a su cuerpo del mismo modo en que cuidó de usted o de su cuerpo aquel no tan buen cuidador de sus orígenes (quizá con reacciones excesivas en dirección opuesta a la de la experiencia).
De modo que veamos exactamente a qué buen cuidador y no tan buen cuidador de un bebé/cuerpo se parece usted. Comenzamos con el cuidado del recién nacido, o con su cuerpo entonces; pero lo vamos a hacer ahora, en su vida actual, cuando se siente tan pequeño e indefenso como un recién nacido. Una buena descripción de lo que se necesita proviene de la psicóloga Ruthellen Josselson:

 

Estando entre los brazos, disponemos de una barrera entre nosotros y todo lo que pudiera ser dañino o abrumador en el mundo. Estando en brazos, disponemos de una capa extra de protección ante el mundo. Y sentimos esas defensas, aunque no nos quede claro qué parte de ellas proviene de nosotros y qué parte proviene del exterior.
Una madre suficientemente buena, en su función de sujeción, se las ingenia para que su bebé no resulte sobreestimulado. Ella percibe cuánta estimulación es bien recibida y se puede tolerar. Un entorno de sujeción adecuado deja al bebé libre para desarrollar en su interior un estado del ser; el bebé no siempre tiene que reaccionar.
En el estado de sujeción óptimo, el yo puede venir a la existencia libre de intrusiones externas57.

 

Cuando la sujeción no es la adecuada, cuando algo se entromete o se desatiende en el bebé/cuerpo (o lo que es peor, se abusa de él), la estimulación es demasiado intensa para el yo bebé/cuerpo. Su único recurso es dejar de ser consciente y de estar en el presente, con lo que genera un hábito de «disociación» como defensa. La sobreestimulación a esta edad interrumpe también el propio desarrollo. Toda la energía debe ser dirigida a impedir las intrusiones del mundo, puesto que todo tí es peligroso.
Tomemos en cuenta ahora una edad algo posterior, aquella en la que usted estaba dispuesto a explorar el mundo, siempre y cuando se sintiera a salvo. Esto equivale a esos momentos, en la actualidad, en los que su cuerpo está dispuesto a explorar el mundo y a sumergirse en él siempre y cuando se sienta a salvo. En esta etapa, un cuidador sobreprotector sería probablemente más problemático que un cuidador negligente para un bebé/cuerpo sensible. Durante la infancia, o cuando nos sentimos extremadamente sensibles, la intrusión y el chequeo constante del bebé/cuerpo es una fuente de sobreestimulación y preocupación. En esta etapa, la sobreprotección ansiosa inhibe la exploración y la independencia. Si se vigila constantemente al bebé/cuerpo, no podrá funcionar con libertad y confianza en sí mismo.
Por ejemplo, sentir hambre, llorar, tener frío o protestar pidiendo ayuda durante un período de tiempo corto es el modo como el bebé/cuerpo toma conciencia de sus propias necesidades. Si el cuidador alimenta al bebé/cuerpo antes de que llegue a tener hambre, éste perderá el contacto con sus instintos. Y si se le impide al bebé/cuerpo explorar el mundo, no se acostumbrará a éste. El cuidador/usted estará reforzando la impresión de que el mundo es amenazador y de que el bebé/cuerpo no podrá sobrevivir en él. No se da la ocasión de poder evitar, manejar o soportar la sobreactivación. Todo continúa siendo extraño, poco familiar y excesivamente excitante. Según los términos utilizados en el anterior capítulo, el bebé/cuerpo no tiene las suficientes experiencias exitosas de acercamiento como para equilibrar el potente sistema de detención— comprobación heredado, que puede asumir el control y volverse demasiado inhibidor.
Si éste fuera su caso con el bebé/cuerpo, quizá le vendría bien remontarse con el pensamiento a sus orígenes. Puede que usted tuviera un cuidador sobreprotector que en realidad quería que el niño fuera muy dependiente e incapaz de dejarlo. O puede que el propio sentido de la fortaleza o la autoestima del cuidador se viera reforzado por el hecho de ser más fuerte y necesario. Si su cuidador tuvo varios niños a su cargo, el hecho de ser más sensible lo convertía a usted en ideal para esos propósitos. Y observe que probablemente fueron muchas las ocasiones también en que este tipo de cuidador no estaba disponible en realidad, fueran cuales fueran sus palabras; un cuidador así estaría más centrado en sus propias necesidades, no en las de usted.
La cuestión aquí es que el modo en que los demás cuidaron de usted como bebé/cuerpo conformó en gran medida la forma en la que usted cuida de su bebé/cuerpo ahora. La actitud de ellos hacia la sensibilidad de usted conformó la actitud de usted hacia ésta. Piénselo. ¿Quién, si no, pudo enseñarle una lección tan profunda? El cuidado que ellos le dieron y su actitud con respecto al cuerpo de usted afecta directamente a su salud, su felicidad, su longevidad y sus contribuciones al mundo. De modo que, a menos que este punto del capítulo lo angustie, párese y tómese algún tiempo para pensar en su primer cuidador del bebé/cuerpo y en las semejanzas entre aquel primer cuidador y el modo en que usted cuida de sí mismo ahora.
Si se siente mal, tómese un respiro. Si cree que puede necesitar una relación de apoyo y compañía emocional profesional (o, quizá no necesariamente profesional) mientras contempla su sujeción insegura y sus efectos sobre usted, busque tal ayuda.

 

Demasiado hacia fuera, demasiado hacia dentro

 

Del mismo modo que existen dos tipos de cuidadores problemáticos (los infraprotectores y los sobreprotectores), también son dos las formas generales como las PAS fallan a la hora de cuidar adecuadamente de sus cuerpos. Puede que usted se fuerce a sí mismo demasiado hacia fuera (es decir, que se sobreestimule con demasiado trabajo, asumiendo muchos riesgos o explorando), o puede que se mantenga a sí mismo demasiado hacia dentro (sobreprotegiéndose, cuando en realidad lo que anhela es estar fuera, en el mundo, como los demás).
Por «demasiado» entiendo más de lo que a usted le gustaría realmente, más de lo que le hace sentirse bien, más de lo que su cuerpo puede manejar. No importa lo que los demás le hayan dicho que es «demasiado». Algunos de ustedes pueden ser personas que, al menos durante un período de su vida, estuvieron hacia dentro o hacia fuera la mayor parte del tiempo; no hay nada malo en ello. Yo más bien me refiero a aquella situación en la que usted tiene la sensación de estar sobrepasándose con eso de un modo u otro, y que le gustaría cambiar pero no puede.
Además, no estoy dando a entender que aquellas personas que tuvieron una sujeción ansiosa, con cuidadores sobreprotectores o inconsecuentes, vayan a ser siempre sobreprotectoras del yo bebé/cuerpo, ni que aquellas que tuvieron cuidadores negligentes o abusivos vayan a ser siempre negligentes o abusivas con su yo bebé/cuerpo; no es tan sencillo. En primer lugar, nuestra mente es de tal complejidad que fácilmente nos puede llevar a reaccionar en exceso, o a compensar y hacer todo lo contrario. O, lo que es más probable, bien podemos pasamos el tiempo yendo de un lado a otro, entre Los dos extremos, o aplicarlos en diferentes áreas de la vida (por ejemplo, excederse en el trabajo, proteger demasiado las relaciones íntimas; desatender la salud mental, pero atender en exceso la salud física). Por último, puede que usted haya superado todo esto, y esté tratando muy bien a su organismo.

 

El primer cuidador de su bebé/cuerpo y el que lo cuida ahora

 

Piense en lo que sabe de sus primeros dos años de vida, escriba una lista del tipo de palabras o frases que podrían haber utilizado sus padres para describirlo cuando era un bebé, o pregúnteles a ellos. Algunos ejemplos:

 

Un encanto. Delicado. Difícil. Nada problemático. Nunca dormía. Enfermizo. Irascible. Siempre estaba cansado. Sonreía mucho. Difícil para que comiera. Maravilloso. No puede recordar nada acerca de su infancia. Echó a andar pronto. Se crió con una serie de cuidadores. Rara vez se quedaba con una canguro o en algún lugar donde cuidaran de los niños. Temeroso. Tímido. Era feliz estando solo. Siempre trasteando.

 

Detecte la frase que fue casi su «segundo nombre», aquel que le pondrían como epitafio en su tumba si se diera la ocasión. (El mío era «Nunca le causó ningún problema a nadie.») Detecte las frases que le evocan emociones, confusión o conflicto. O las frases que se remarcan con demasiada fuerza; tanto que, si lo piensa detenidamente, lo opuesto es incluso más cierto. Un ejemplo sería el de un niño asmático que fuera descrito como «nada problemático».
Ahora, piense en los paralelismos entre el modo en que sus cuidadores veían su bebé/cuerpo y el modo en que usted lo hace en la actualidad. ¿Cuáles de esas descripciones de ellos acerca de usted son realmente ciertas, en su opinión? ¿Qué preocupaciones o conflictos tenían ellos de los que usted se haya podido despojar y no tenga ahora? Por ejemplo, «enfermizo». ¿Se ve usted todavía como una persona enfermiza? ¿Fue usted y es usted ahora más enfermizo que los demás? (Si es así, averigüe los detalles de sus enfermedades infantiles; su cuerpo recuerda y merece su simpatía.)
Sin olvidar tampoco el «echó a andar pronto». ¿Eran los logros y los hitos el modo en que la gente se ganaba la atención en su familia? Si su cuerpo no consigue darle satisfacciones, ¿puede usted quererlo de todas formas?

 

Por otra parte, los que estuvieron seguramente sujetos pueden estar preguntándose por qué están forcejeando entre estos dos extremos. Pero hay que tener en cuenta que nuestras circunstancias, nuestra cultura, subcultura o cultura de trabajo, los amigos y otros de nuestros rasgos pueden hacemos ir demasiado lejos en alguna dirección.
Si no está usted seguro acerca de qué hacer, revise el texto del recuadro «¿Está usted demasiado hacia fuera o demasiado hacia dentro?»

 

El problema de estar demasiado hacia dentro

 

Algunas PAS, puede que todas en algún momento, se quedan al margen porque piensan que no hay forma de que una PAS pueda estar en el mundo y sobrevivir. Una se siente tan diferente, tan vulnerable, incluso defectuosa.
Coincido cordialmente con usted en que no va a ser capaz de sumergirse en el mundo al estilo de esas personas más audaces, no sensibles, con las que quizá se esté comparando pero son muchas las PAS que han encontrado el modo de tener éxito en el mundo según sus propios términos, haciendo algo útil y agradable, con mucho tiempo para estar en casa y disponiendo también de una rica y tranquila vida interior.
Quizá sea útil considerar su conducta desde el punto de vista de su bebé/cuerpo. Si éste quiere intentar algo nuevo pero tiene miedo, usted tiene que ayudarlo, no reforzar sus miedos. De otro modo, le estará diciendo que sus deseos están completamente equivocados, que no se adaptan a la supervivencia en el exterior. Es éste un mensaje que puede resultar abrumador para un niño. Usted tendrá que pensar larga y detenidamente acerca de quién le infundió a usted este sentimiento durante su infancia y por qué, en lugar de ayudarlo a salir y aprender a hacer las cosas a su manera.
Mientras reconduce su organismo, de lo primero que tiene que darse cuenta es de que, cuanto más evite su cuerpo la estimulación, más enervante se hará la estimulación que quede. Un maestro de meditación contó en cierta ocasión la historia de un hombre que no quería saber nada de las tensiones de la vida, de manera que se recluyó en una caverna a meditar día y noche para el resto de su vida, pero no tardó en salir de allí, huyendo de la abrumadora tensión que le provocaba el sonido de las gotas de agua en la cueva. La moraleja es que, al menos hasta cierto punto, siempre habrá fuentes de tensión en la vida, pues no podemos evitar llevar con nosotros nuestra propia sensibilidad. Lo que necesitamos es convivir de modo distinto con nuestras fuentes de estrés.
En segundo lugar, suele ocurrir que cuanto más actúa su cuerpo (mira a través de la ventana, va a la bolera, viaja, habla en público), menos difícil y enervante se hace; a esto se le llama habituación. Si esto es una habilidad, también va a mejorar en ella. Por ejemplo, viajar solo por un país extranjero puede parecer algo tremendamente abrumador para una PAS. Y puede que usted opte siempre por evitar algunos aspectos de esto. Pero cuanto más lo haga, más fácil le resultará, y será más consciente de lo que le gusta y lo que no.
La única forma de llegar a tolerar e incluso disfrutar del hecho de estar en el mundo es estando en el mundo.
Sin embargo, no estoy hablando por hablar. Yo estuve evitando el mundo hasta la mitad de mi vida, cuando me vi más o menos obligada a cambiar a causa de poderosos acontecimientos interiores. Desde entonces, he tenido que enfrentarme a miedos, sobreactivación e incomodidad casi a diario. Es un asunto serio, y no es nada divertido» pero se puede sobrellevar. Y una se siente muy bien estando ahí afuera, funcionando eficazmente, diciéndole al mundo: «¡Eh! ¡Fíjate! ¡Yo también puedo hacerlo!».
¿Está usted demasiado hacia fuera o demasiado hacia dentro?
En cada afirmación, ponga un 3 si es muy verdadero, un 2 si es en parte verdadero, o ni una cosa ni otra o no es verdadero, dependiendo
de la situación, o un 1 si es difícilmente verdadero.
1. Con frecuencia, padezco los breves efectos de sentirme sobreactivado, sobreestimulado o estresado (rubor, palpitaciones, respiración más agitada y superficial, tensión en el estómago, sudoración, temblor de manos, o bien un sentimiento repentino de estar al borde de las lágrimas o el pánico).
2. Me preocupan los efectos a largo plazo de la activación: las sensaciones del estrés o la ansiedad, trastornos digestivos o pérdida del apetito, no ser capaz de dormirme o de permanecer dormido.
3. Intento enfrentarme a las situaciones que me sobreactivan.
4. A lo largo de la semana, estoy más tiempo en casa que fuera. (Tómese el tiempo que necesite para determinar esto con claridad, sumando sólo las horas disponibles, excluyendo las horas de sueño y un par de horas que se pueden emplear en el cambio de ropa, asearse, etc.)
5. A lo largo de la semana, me paso más tiempo solo que con otras personas. (Determínelo del mismo modo que en 4.)
6. Me obligo a mí mismo a hacer las cosas que temo.
7. Salgo fuera incluso cuando no me apetece.
8. La gente me dice que trabajo demasiado.
9. Cuando me doy cuenta de que me he excedido física, mental o emocionalmente, me detengo de inmediato y descanso, y hago lo que sea necesario hacer para recuperarme.
10. Le aporto cosas a mi cuerpo (café, alcohol, medicamentos) para mantenerme en el nivel justo de activación.
11. Me entra sueño cuando estoy a oscuras en un teatro y/o durante una conferencia, a menos que me interese mucho.
12. Me despierto en mitad de la noche o muy temprano por la mañana, y no me puedo volver a dormir.
13. No me tomo tiempo para comer bien o para hacer ejercicio regularmente.
Sume las respuestas de todos los elementos, excluyendo los números 4, 5 y 9. Después, sume las del 4, el 6 y el 9, y reste este total del total anterior. La puntuación más «hacia fuera» sería 27. La puntuación más «hacia dentro» sería 1. Una puntuación moderada se situaría en 14. Si usted ha puntuado 10 o menos, reflexione sobre lo que he dicho acerca del problema de estar demasiado hacia dentro. Si ha puntuado más de 20, convendrá que se tome a pecho lo que digo en el siguiente apartado (pág. 82).

 

Estar demasiado afuera en el mundo

 

Si la raíz de estar demasiado adentro es la creencia de que el bebé/cuerpo es defectuoso, la raíz de estar demasiado afuera es igualmente negativa. Indica que usted quiere tan poco al bebé, que está dispuesto a desatenderlo y a abusar de él. ¿De dónde sacó usted esa actitud?
No todo proviene necesariamente de los padres. En nuestra cultura el sentido de la competitividad para alcanzar la excelencia en la vida puede hacer que cualquiera que no se esfuerce al máximo acabe sintiéndose un espectador de la vida, improductivo y despreciable. Y esta no sólo se aplica a la propia carrera, sino incluso al tiempo libre. ¿Se adapta usted lo suficiente, progresa adecuadamente en su afición favorita, es usted competente como cocinero o jardinero? Y en la vida familiar: ¿hay la suficiente intimidad en su matrimonio, su vida sexual es óptima, ha hecho todo lo que está en su mano por educar bien a sus hijos?
El bebé/cuerpo se rebela ante toda esta presión, indicando su malestar. Como respuesta, nos buscamos la manera de endurecerlo o de medicarlo hasta hacerlo callar. Y así aparecen los síntomas crónicos relacionados con el estrés, como los problemas digestivos, la tensión muscular, la fatiga constante, el insomnio, las migrañas; o bien un débil sistema inmunitario nos hace más susceptibles a la gripe y los resfriados.
Lo primero que hay que hacer para dejar de abusar del cuerpo es admitir que estamos abusando de él. Pero esto nos ayuda también para averiguar qué parte de uno mismo es la que abusa. ¿Acaso la parte que ha tomado para sí el ideal de perfección de la sociedad? ¿Quizá la necesidad de superar a un hermano o hermana? ¿O demostrar que usted no es tan imperfecto o «demasiado sensible»? ¿La necesidad de ganarse el cariño de los padres, o simplemente que se fijen en usted por una vez? ¿La necesidad de demostrar que está usted tan dotado como ellos creen? ¿O que el mundo no puede sobrevivir sin usted? ¿O que usted puede controlarlo todo y ser perfecto e inmortal? En esto, suele haber algo de arrogancia por alguna parte, aunque sea lo que otra persona se arroga acerca de usted.
Pero hay otra razón que lleva a las PAS a ser demasiado exigentes con sus cuerpos, y es la de su intuición, que les da a algunas de estas personas una corriente constante de ideas creativas. Y las PAS quieren expresarlas todas.
¿Lo adivina ya? No, no puede. Usted tendrá que escoger y elegir. Hacer cualquier otra cosa es arrogancia y un cruel abuso de su cuerpo.
En cierta ocasión tuve un sueño acerca de esto (acerca de unos seres sin cabeza e imparables que querían prenderme), sueño que, ya en la mañana, me trajo a la memoria la animación de Disney de El aprendiz de brujo. Mickey Mouse hace el papel del aprendiz y utiliza la brujería para darle vida a una escoba y que haga el trabajo que el brujo le ha mandado a él: llenar una cisterna de agua. No se trata sólo de pereza; Mickey es demasiado arrogante como para hacer algo tan lento, trabajar lentamente dentro de los límites de su propio cuerpo, pero ha puesto en marcha algo que luego no es capaz de detener. Cuando el agua inunda la habitación y la escoba sigue sin detenerse, Mickey la hace pedazos y, pronto, centenares de escobas sin cabeza están portando agua, ahogando a Mickey en la plena realización de sus brillantes ideas.
La decisión de Mickey de ser aprendiz fue una buena decisión; él es normalmente el representante del chico medio en nuestra cultura, optimista y lleno de energía. Esa energía tiene su lado bueno; promueve la creencia de que, como individuos y como personas, podemos hacer cualquier cosa si trabajamos lo bastante duro y somos lo bastante listos. Cualquiera puede ser presidente, o rico y famoso. Pero el lado «sombrío» o peligroso de esta virtud (todas las virtudes tienen su sombra) es que hace de la vida una competición inhumana.

 

La acción equilibradora

 

En qué medida está uno afuera, en el mundo, o en qué medida lo evita es algo a lo que se debe responder de forma individual y algo que cambiará con el tiempo. Me doy cuenta también de que, para la mayoría de las personas, la carencia de tiempo y de dinero hacen muy difícil la acción equilibradora. No tenemos más remedio que elegir y establecer prioridades, pero siendo tan concienzudas, las PAS suelen ponerse en el último lugar. O, al menos, no nos tomamos más tiempo u ocasiones que los demás para aprender nuevas habilidades. Sin embargo, lo cierto es que necesitamos más.
Si usted está demasiado hacia dentro, es evidente que usted y su sutil sensibilidad son necesarios en el mundo. Si usted está demasiado hacia fuera, también es evidente que llevará a cabo mucho mejor cualquier responsabilidad si obtiene el descanso y el esparcimiento adecuados.
He aquí un sabio consejo que ofreció una de las PAS a las que entrevisté:
Tienes que aprenderlo todo acerca de tu sensibilidad. Sólo será un obstáculo o una excusa si tú permites que lo sea. En cuanto a mí, si me recluyo demasiado, me gustaría quedarme en casa para el resto de mis días, pero eso sería autodestructivo. De modo que salgo al encuentro del resto del mundo, y después vuelvo para incorporarlos. Las personas creativas necesitan tiempo sin la presencia de otras personas. Pero tampoco pueden ir demasiado lejos así. Cuando te recluyes, pierdes el sentido de la realidad, además de tu adaptabilidad.
Envejecer también te puede hacer perder el contacto con la realidad, debido a que pierdes flexibilidad. Cuanto más viejo se hace uno, más necesita estar ahí afuera. Pero cuanto más viejo se hace uno, también se desarrolla cierta gracia. Tus rasgos básicos se hacen más fuertes, especialmente si desarrollas todo lo que hay en ti, no sólo tu sensibilidad.
Sintoniza con tu cuerpo. Esa sensibilidad de tu organismo es un gran regalo del que puedes hacer uso. Te puede dirigir y, si te abres a ella, te hará mejor. Evidentemente, las personas sensibles quieren cerrar sus puertas al mundo y a sus cuerpos. Se hacen temerosas. Pero tú no puedes hacer eso. El mejor camino es el de la expresión de uno mismo.

 

El descanso

 

Los bebés necesitan descansar un montón, ¿no? Pues lo mismo les ocurre a los cuerpos altamente sensibles. Necesitamos todo tipo de descanso.
En primer lugar, necesitamos dormir. Si tiene usted problemas de sueño, haga de ésta su primera prioridad. En las investigaciones sobre la pérdida crónica del sueño se ha descubierto que, cuando a las personas se las deja dormir tanto como necesitan, les puede llevar un par de semanas alcanzar el punto en el que dejan de mostrar signos de deprivación del sueño (quedarse dormidas de forma anormalmente rápida o en cualquier habitación oscurecida)58. Si muestra usted signos de «falta de sueño», conviene que se planifique un tiempo periódico de vacaciones en que no haga otra cosa más que dormir tanto como le venga en gana. Se sorprenderá de cuánto puede llegar a dormir.
Las PAS llevan peor que las demás los tumos de noche o los tumos mixtos en el trabajo, y se recobran con más lentitud del jet lag. Lo siento, pero es algo que va con el territorio. Mejor no hacerlo, o al menos no hacerlo con el fin de disfrutar, viajes breves a zonas muy distantes con una gran diferencia horaria.
Si el insomnio es un problema, puede encontrar gran cantidad de consejos sobre esto en otras fuentes. Existen incluso centros para el tratamiento del insomnio, pero he aquí algunos puntos que pueden aplicar muy especialmente las PAS. En primer lugar, respete sus ritmos naturales y retírese en cuanto empiece a tener sueño. Para una persona diurna, esto significa irse a la cama temprano en la noche Para las personas nocturnas, que son las que tienen el problema más difícil, esto significa dormirse tarde tan a menudo como sea posible.
Los investigadores del sueño suelen aconsejar a las personas que asocien la cama únicamente con el acto de dormir y que se levanten de ella si no pueden hacerlo, pero yo he descubierto que a las PAS a veces les va mejor si se prometen a sí mismas quedarse en la cama nueve horas con los ojos cerrados, sin preocuparse de si duermen o no. Dado que el 80 % de la estimulación sensorial llega a través de los ojos, el simple hecho de descansar con los ojos cerrados le va a suponer un importante reposo.
Sin embargo, el problema de quedarse en la cama despierto es que algunas personas empiezan a preocuparse o se sobreactivan solas con sus pensamientos y con lo que imaginan. Si sucediera esto, podría ser más aconsejable la lectura; o levantarse y examinar el tema a conciencia, poner por escrito las ideas o las soluciones y, luego, volver a la cama Los problemas del sueño constituyen una de esas áreas donde cada ser humano es único y debe averiguar por sí mismo lo que funciona en su caso concreto.
No obstante, necesitamos también otros tipos de descanso. Las PAS suelen ser muy concienzudas y perfeccionistas. No podemos «jugar» hasta que estén finalizados todos los detalles de nuestro trabajo. Los detalles son como pequeñas agujas de activación que no dejan de pinchamos, pero eso puede hacemos difícil la relajación y la diversión. El bebé/cuerpo quiere jugar, y jugando genera endorfinas y todo tipo de cambios positivos que disuelven el estrés. Si está usted deprimido o excesivamente emotivo de algún otro modo, si no duerme o muestra otras señales de estar desequilibrado, oblíguese a planificar más juego

 

Pero, ¿qué es divertido? Tenga cuidado de que las no PAS de su entorno determinen en su lugar qué resulta divertido. Para muchas PAS lo divertido es leer un buen libro o trabajar un poco en el jardín, a su propio ritmo, o una comida tranquila en casa, preparada y cocinada lentamente. En particular, amontonar una docena de actividades entre el despertar y el mediodía puede que no sea en absoluto su ideal de diversión. O puede que esté bien por la mañana, pero no por la tarde. De modo que planifique siempre una vía de escape. Si está usted con otras personas, asegúrese de avisarlas de antemano, para que no se sientan insultadas o heridas cuando usted se vaya.
Por último, cuando planee unas vacaciones, considere el coste en términos de billetes de avión o depósitos, por si decide volverse pronto a casa o dejar el viaje y quedarse en algún lugar. Después, prepárese mentalmente de antemano para pagar el coste que le supongan los cambios.
Además de sueño y diversión, las PAS necesitan también mucha «inactividad», simplemente para desentrañar y pensar en lo acaecido durante el día. A veces, podemos realizar esto mientras llevamos a cabo nuestras tareas diarias (conducir, lavar platos, cuidar del jardín), pero si ha descubierto usted alguna forma de eliminar algunas de estas tareas, seguirá necesitando un tiempo de inactividad. Tómeselo.
Otra forma más de descanso, quizá la más esencial, es la «trascendencia», elevarse por encima de todo, normalmente mediante la meditación, la contemplación o la oración. Al menos parte del tiempo que dedique a la trascendencia debe estar dirigido a dejar a un lado todos los pensamientos ordinarios para, luego, sumergirse en pura conciencia, puro ser, pura unidad, o unidad con Dios. Aunque su trascendencia no llegue a esto, cuando regrese de ella tendrá una perspectiva más amplia y fresca de la vida.
Evidentemente, el sueño también le saca de su estrecho estado mental, pero el cerebro está en un estado diferente cuando duerme. De hecho, se halla en un estado diferente según el tipo de actividad que realice (dormir, jugar, meditación, oración, yoga), de manera que lo bueno es combinarlas. No se olvide de incluir algún tipo de meditación que tenga por objetivo la experiencia de la conciencia pura y no suponga actividad física alguna, ni concentración, ni esfuerzo. Este estado es, indudablemente, el único que proporciona el descanso más profundo, mientras la mente sigue alerta. Las investigaciones sobre la meditación trascendental, que genera este estado, han demostrado una y otra vez que los meditadores habituales muestran menos esa activación estresante a largo plazo de la que hablábamos en el capítulo anterior. (El cortisol desciende en la sangre de las personas que meditan59.) Es como m sus meditaciones les infundieran algo de ese sentimiento de segundad y de recursos internos que necesita.
Claro está, usted también tendrá que prestarle atención a lo que come y a hacer suficiente ejercicio. Pero éste es un asunto muy personal, y existen muchos otros libros que le aconsejarán sobre ello. Aprenda lo que pueda sobre qué alimentos tienden a tranquilizar el cuerpo o le sacan a uno del borde del precipicio, ayudándolo a dormir. Y tome suficientes vitaminas y minerales (por ejemplo, magnesio), que afectan al estrés y la sobreactivación.
Si está usted acostumbrado a la cafeína, es probable que no le genere ningún efecto especial, a menos que beba más de la cuenta. Sin embargo, la cafeína es una potente droga para las PAS60. Si es usted de los que la utiliza sólo de vez en cuando, tenga cuidado; no piense que mejorará su rendimiento del mismo modo en que lo hace con aquellas personas que lo rodean. Por ejemplo, si es usted una persona diurna y no suele tomar cafeína, y la toma una mañana antes de un examen o una entrevista importante, es probable que la lleve a hacer las cosas peor debido al hecho de sobreactivarla.

 

Estrategias para la sobreactivación

 

Un buen cuidador desarrolla muchas estrategias para calmar a su bebé: unas son más psicológicas; otras, más físicas. Cualquiera de los dos enfoques provocará cambios en el otro. Elija por intuición. Cualquier enfoque precisa emprender una acción: levantarse, ir hasta el bebé, hacer algo...
Por ejemplo, usted entra en la estación de Pennsylvania, en Nueva York; se siente abrumado y empieza a sentir miedo. Psicológica o físicamente, usted necesita hacer algo para impedir que el bebé/cuerpo se sienta mal. En este caso, quizá sea una buena idea trabajar psicológicamente el miedo y el malestar: esto no es un infierno ruidoso lleno de personas extrañas y peligrosas. No es más que una versión más grande de muchas estaciones de tren en las que ha estado usted, rebosantes de gente normal que intenta llegar a su destino, muchas de ellas dispuestas a ayudarlo a usted, si se lo pide.
He aquí otros métodos psicológicos valiosos para el manejo de la sobreactivación:
• Reestructurar la situación.
• Repetir una frase, una oración o un mantra que, mediante la práctica diaria, haya llegado a asociar con una profunda calma interior.
• Ser testigo de su propia sobreactivación.
• Amar la situación.
• Amar su sobreactivación.
En la reestructuración, observe lo que le resulta familiar y amable, qué hay de similar con otras situaciones en las que se ha desenvuelto bien. Cuando repita un mantra o una oración, si su cabeza vuelve corriendo a lo que lo está sobreactivando, es importante que no se desanime ni desista. De todos modos, estará más tranquilo que si no lo hubiera intentado.
Si es testigo de su propia sobreactivación, imagínese de pie a un lado, observándose a sí mismo, quizás hablando acerca de usted con una figura imaginaria que lo conforte. «Ya está otra vez Ann, tan abrumada que se cae a trozos. La verdad es que lo siento por ella. Por supuesto, cuando se pone así, no es capaz de ver más allá del ahora. Mañana, cuando haya descansado, volverá a agitarse de nuevo con el trabajo. Lo que tiene que hacer es tomarse un descanso ya, aunque le pueda parecer que hay cosas que hacer. En cuanto descanse, todo irá como la seda.»
Lo de amar la situación suena muy poco serio, pero es importante. Una mente expandida y amorosa, una mente que está abierta a todo el universo, es todo lo contrario de una mente constreñida y sobreactivada. Y si usted no puede amar la situación, es de crucial importancia y, aún más, esencial que se ame a sí mismo en su estado de no ser capaz de amar la situación.
Por último, no se olvide de la fuerza de la música para cambiar su estado de ánimo. (¿Por qué cree que los ejércitos llevan bandas y cornetas?) Pero tenga cuidado, pues la mayoría de las PAS se sienten fuertemente afectadas por la música, de modo que es esencial hacer una buena elección. Si usted está ya activado, no va a querer elevarse aún más con piezas emotivas o con algo que esté asociado a recuerdos importantes (esa música de la que no se cansa la mayoría de las personas, por estar infraactivadas). Los violines sollozantes no son aconsejables en estas ocasiones. Y, evidentemente, dado que cualquier música incrementa la estimulación, utilícela sólo cuando crea que la va a calmar. Su objetivo es que se distraiga. A veces, conviene distraerse; otras veces, conviene estar plenamente atento.
Pero, dado que estamos ocupándonos del cuerpo, también puede ser una buena idea intentar un enfoque físico.
He aquí una lista de estrategias puramente físicas:

 

• ¡Abandone la situación!
• Cierre los ojos y no deje entrar parte de la estimulación.
• Haga respiraciones profundas.
• Vaya al aire libre.
• Use agua para alejar el estrés.
• Dese un paseo.
• Tranquilice su respiración.
• Adapte su postura para estar más relajado y con más confianza en sí mismo.
• ¡Muévase!
• Sonría suavemente.
Es sorprendente cuán a menudo nos olvidamos de emprender la simple acción de abandonar una situación. O de tomar aire profundamente. O llevar la situación (una tarea, una discusión, una bronca) al aire libre. Para muchas PAS, la naturaleza es profundamente calmante.
El agua puede ser de gran ayuda. Si está sobreactivado, no deje de beber agua, un vaso grande cada hora. Pasear junto al agua, contemplarla, escucharla. Sumérjase en ella si es posible, para darse un baño o nadar. Los baños de agua caliente, en la bañera o en un manantial de aguas termales, son populares por muy buenas razones.
Pasear es también uno de esos consuelos básicos. El ritmo habitual es calmante, al igual que el ritmo de una respiración lenta, en especial desde el estómago. Exhale lentamente, con un pequeño esfuerzo extra, como si soplara para apagar una vela, y automáticamente inhalará desde el estómago. O, simplemente, preste atención a su respiración; esa vieja amiga hará que se tranquilice.
La mente suele imitar al cuerpo. Por ejemplo, puede que usted se percate de pronto de que ha estado por ahí caminando con una ligera inclinación hacia delante, como si tuviera prisa por llegar al futuro. Por tanto, equilíbrese y busque el centro. O puede que tenga los hombros cargados y la cabeza hundida, como si llevara una pesada carga. Enderécese, arroje su carga.
Puede que meter la cabeza entre los hombros sea su posición favorita, tanto durmiendo como estando despierto, un intento inconsciente de autoprotección, para evitar los golpes de la estimulación y las ondas de sobreactivación. Así pues, despliéguese. Si está de pie, levante la cabeza, baje los hombros, centre la parte superior del cuerpo sobre el torso y los pies, de modo que el peso se equilibre mejor y sin esfuerzo. Sienta la solidez del suelo bajo sus pies. Curve las rodillas un poco y respire profundamente desde el estómago. Sienta su potente centro corporal.
Intente reproducir los movimientos y la postura de alguna persona tranquila, con pleno dominio. Apoye la espalda, relájese. O levántese y acérquese a aquello que lo llama. Mantenga en funcionamiento su «sistema de aproximación». O muévase como una persona airada y desdeñosa. Agite el puño. Frunza el ceño. Tome sus pertenencias y dispóngase a salir. Su mente imitará a su cuerpo.
Es crucial controlarse y moverse del modo como quiere sentirse. Las PAS sobreactivadas tienden a sustituir la respuesta de «congelación» por la de «pelea o huida». Una postura relajada y unos movimientos libres pueden romper esa tensión que lo entumece. O deje de moverse, si se está poniendo frenético o tiembla como un flan.
¿Y a santo de qué la sonrisa? Puede sonreír, simplemente, para sí mismo. Por qué esté sonriendo es lo de menos.
Los continentes de su vida
Otra forma de entender todos estos consejos es recordar el modo en que comenzamos este capítulo, haciéndole ver que la necesidad básica de su bebé/cuerpo, la más antigua y persistente, es la de verse sostenido y protegido de la sobreestimulación. Sobre esta potente base, usted puede salir y explorar, sintiéndose seguro gracias al puerto resguardado de los brazos de un buen cuidador.
Si lo piensa un poco, se dará cuenta de que su vida está llena de tales continentes seguros. Unos son concretos: su casa, el automóvil, la oficina, el vecindario, una casa de campo o una cabaña, determinado valle o colina, un bosque o un trocito de orilla del mar, determinada ropa o ciertos lugares públicos queridos, como una iglesia o una biblioteca.
Algunos de los más importantes continentes los constituyen las personas valiosas de su vida: la pareja, un progenitor, un hijo, un hermano, un abuelo, un amigo íntimo, un guía espiritual o un terapeuta. Después, están los continentes menos tangibles: su trabajo, los recuerdos de hermosos tiempos, determinadas personas con las que ya no puede estar pero que viven en la memoria, sus creencias más profundas y su filosofía vital, los mundos internos de la oración o la meditación.
Puede dar la impresión de que los continentes físicos son los más fiables y valiosos, especialmente para el yo bebé/cuerpo. Sin embargo, son los intangibles los que resultan más fiables. Existen muchos relatos de personas que pudieron conservar la cordura en el retiro de tales continentes, mientras atravesaban una época de estrés o peligro extremos. Ocurra lo que ocurra, nada ni nadie puede arrebatarle la intimidad del amor, la fe, el pensamiento creativo, la práctica mental o el ejercicio espiritual. Parte de la maduración que nos lleva a la sabiduría consiste en transferir cada vez más su sensación de seguridad desde los continentes tangibles a los continentes intangibles.
Quizás el punto de mayor madurez se alcance con nuestra capacidad para concebir el universo entero como nuestro continente, y el cuerpo como un microcosmos de ese universo, sin fronteras. Esto es más o menos la iluminación. Pero la mayoría de las personas vamos a necesitar continentes más finitos durante un tiempo, aunque estemos aprendiendo a hacerlo con los intangibles si no hay más remedio. De hecho, en la medida en la que nos encontremos dentro de nuestro cuerpo, iluminados o no, vamos a necesitar un poquito de seguridad tangible o, al menos, cierto sentido de uniformidad.
Pero, por encima de todo, si pierde usted un continente (o, peor, varios), acepte que se va a sentir especialmente vulnerable y abrumado, hasta que pueda usted reajustarse.

 

Las fronteras

 

Las fronteras son, obviamente, una idea estrechamente relacionada con los continentes. Las fronteras deben ser flexibles, dejando entrar lo que usted quiere y manteniendo fuera lo que no quiere. Usted no desea dejar fuera indiscriminadamente a todo el mundo y en todo momento. Usted lo que quiere es controlar cualquier impulso que lo lleve a mezclarse con los demás. Esto estaría bien, pero no funciona durante mucho tiempo, pues acaba perdiendo su autonomía.
Muchas PAS me cuentan que un problema importante para ellas es el de sus débiles fronteras que hacen que se vean implicadas en situaciones que no les atañen, permitiendo que demasiadas personas las perturben, diciendo más de lo que quieren, dejándose embaucar en los líos de los demás, estrechando demasiado los lazos, o demasiado rápido, o con personas poco adecuadas.
Aquí, hay una regla esencial: ¡Las fronteras precisan de práctica! Que su objetivo sea hacer buenas fronteras. Está en su derecho de hacerlas es responsabilidad de usted, además de su más alta fuente de dignidad, pero no se tensione demasiado si comete algún error. Simplemente, dese cuenta de que lo está haciendo mucho mejor que antes.
Además de todas las demás razones para disponer de unas buenas fronteras, usted puede utilizarlas para dejar fuera la estimulación cuando siente que ya ha tenido bastante. He conocido a unas cuantas PAS (una en concreto creció en un proyecto urbanístico masificado) que pueden, a voluntad, dejar fuera la casi totalidad de la estimulación de su entorno. Es una habilidad bastante práctica. Sin embargo, ese «a voluntad» es importante. No me estoy refiriendo a una disociación involuntaria o a un «crear espacio». Estoy hablando de decidir dejar fuera las voces y demás sonidos que lo rodean o, al menos, disminuir su impacto sobre usted.
Así pues, ¿se pone manos a la obra? Vaya y siéntese junto a la radio. Imagínese rodeado por una especie de frontera que mantiene fuera lo que usted quiere que se quede fuera. Esa frontera puede ser de luz, de energía o puede consistir en la presencia de un protector de confianza. Es probable que, aun así, siga escuchando palabras, pero niéguese a dejarlas entrar. Después de un rato, apague la radio y piense en lo que ha experimentado. ¿Se pudo dar a sí mismo el permiso para dejar fuera la emisión de radio? ¿Pudo sentir esa frontera? Si no, siga intentándolo día a día; verá cómo mejora.

 

El mensaje del bebé/cuerpo

 

1. Por favor, no me hagas llevar más cosas de las que puedo llevar. Me siento impotente cuando haces eso, y me hace daño por todas partes. Por favor, por favor, protégeme.
2. Nací así y no puedo cambiar. Sé que a veces piensas que algo terrible debió de hacerme así, o que al menos me hizo «peor», pero eso debería generar en ti más simpatía hacia mí porque, de todas formas, no puedo evitarlo. De todas formas, no me culpes por como soy.
3. Yo soy algo maravilloso; yo hago que tú sientas y percibas con mucha más profundidad. En realidad, formo parte de lo mejor que hay en ti.
4. Revísame con frecuencia y cuida de mí justo en el momento en que necesito tu ayuda, si te es posible. Si no puedes, confiaré en que al menos lo estás intentando y que no tendré que esperar demasiado.
5. Si me tienes que hacer esperar para que pueda descansar, por favor, pregúntame amablemente si me parece bien. Si te enfadas conmigo e intentas obligarme, lo único que vas a conseguir es que me sienta más desdichado y angustiado.
6. No escuches a todas esas personas que te dicen que me estás mimando demasiado. Tú me conoces. Tú decides. Sí, a veces quizá me venga bien que me dejes a solas llorando hasta que me duerma. Pero confía en tu intuición, porque hay veces en que sabes que estoy demasiado alterado como para que me dejen solo. Necesito una rutina regular con bastantes atenciones, pero eso no quiere decir que se me esté mimando demasiado.
7. Cuando estoy exhausto, necesito dormir. Incluso cuando parezca que estoy plenamente despierto. Para mí es importante un programa regular y una rutina tranquila antes de irme a dormir. De otra forma, permaneceré despierto en la cama, con los ojos muy abiertos durante horas. Necesito mucho tiempo en la cama, aunque esté despierto. Quizá también lo necesite en la mitad de la jomada. Por favor, consiéntemelo.
8. Conóceme mejor. Por ejemplo, los restaurantes ruidosos me parecen absurdos; ¿cómo puede nadie comer allí? Cosas como ésa me generan un montón de sentimientos.
9. Que mis juguetes sean sencillos y mi vida no sea complicada. No me lleves a más de una fiesta a la semana.
10. Con el tiempo, me puedo habituar a todo, pero no me desenvuelvo bien con un montón de cambios repentinos. Por favor, planifícalo, aunque los que están contigo puedan llevarlo sin problemas y tú no quieras ser una carga. Deja que yo lleve mi ritmo.
11. Pero no quiero que me malcríes. Concretamente, no quiero que me veas como enfermizo o débil. Soy maravillosamente listo y fuerte, a mi manera. La verdad es que no quiero que estés encima de mí. preocupándote por mí todo el día, o poniendo un montón de excusas en mi lugar. No quiero que se me vea como un fastidio, ni para ti ni para los demás. Y, por encima de todo, cuento contigo, para crecer, para descubrir cómo podemos hacer todo esto.
12. Por favor, no me ignores. ¡Quiéreme!
13. Y quiéreme como soy.
• Trabaje con lo que ha aprendido •
El primer consejo de su yo bebé/cuerpo
Tómese un poco de tiempo, un día en que no tenga ninguna prisa y no vaya a ser interrumpido, y se sienta seguro y de buen talante para la autoexploración. Lo que sigue a continuación puede evocarle sentimientos intensos, de manera que, si empieza a sentirse abrumado, reduzca el ritmo o, simplemente, deténgase. Lo que sigue puede ser también difícil de hacer debido a las resistencias, que pueden llevar a la mente a divagar, y al cuerpo a sentirse incómodo o soñoliento. Si ocurre esto, tómelo como algo natural y adecuado. Inténtelo en diversas ocasiones y aprecie todo lo que suceda.
PARTE 1
Lea, primero, todas estas instrucciones, para que, en lo posible, pueda seguirlas sin tener que volver sobre ellas a medida que avanza.
1. Hágase un ovillo, como si fuera un bebé, o échese sobre el estómago o la espalda; encuentre la posición que usted cree que era la suya.
2. Pase de pensar con la cabeza a sentir emocionalmente desde su cuerpo, tal como lo hace un bebé. Para ayudarse en esto, respire durante tres minutos muy conscientemente desde el centro del cuerpo, desde el estómago.
3. Después de las respiraciones, conviértase en un bebé. Usted piensa que no puede recordar, pero su cuerpo sí que recuerda. Comience con una imagen del tiempo climático, como en el ejemplo del comienzo de este capítulo: ¿es un tiempo básicamente bueno o tormentoso?

 

O comience con sus más antiguos recuerdos conscientes, aunque sean de una edad un poco más tardía. También está bien ser un bebé con una comprensión de un niño un poco más mayor. Por ejemplo, ese niño ligeramente más mayor puede estar convencido de que es mejor no llorar para pedir ayuda. Solo está mejor.
4. Sea especialmente consciente de ser un bebé altamente sensible.
5. Sea consciente de lo que más necesita.
PARTE 2
Ahora o posteriormente... De nuevo, lea todas las instrucciones en primer lugar, para que no tenga que volver sobre ellas y esto la distraiga.
1. Imagine un hermoso bebé de alrededor de seis semanas de edad. Es ciertamente pequeñito. Admire su dulzura, su delicadeza. Sea consciente de que haría casi cualquier cosa para proteger a este niño.
2. Ahora, dese cuenta de que este maravilloso bebé es su yo bebé/ cuerpo. Aunque este bebé se parezca más a algún otro que haya visto recientemente, éste es el bebé de su imaginación.
3. Ahora, obsérvelo mientras se pone a gemir y a protestar. Algo le pasa. Pregúntele: «¿Qué puedo hacer por ti?» Y escuche bien. Es su bebé/cuerpo el que le está hablando.
No se preocupe si está «inventándoselo todo». Evidentemente, eso es lo que está haciendo, pero su yo bebé/cuerpo se implicará en algún punto del proceso.
4. Vuelva a preguntar, inicie un diálogo. Si prevé dificultades para satisfacer las necesidades de este bebé, coméntelo. Si lamenta algo, discúlpese. Si se enfada o se entristece, también es bueno saberlo en su relación con el bebé.
5. No dude en realizar de nuevo cualquier parte de este ejercicio o en hacerlo de otra forma. Por ejemplo, la próxima vez, abra simplemente su mente al yo bebé/cuerpo, a cualquier edad y en cualquier escenario en que quiera aparecer.