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La salud general y el estilo de vida
para las PAS:
cómo querer a su yo bebé/cuerpo y cómo
aprender de él
EN este capítulo, aprenderá a
apreciar las necesidades de un cuerpo altamente sensible. Y dado
que esto es sorprendentemente difícil para las PAS, he aprendido a
enfocarlo a partir de una metáfora, mencionando su cuerpo como si
fuera el de un bebé. Es tan acertada esta metáfora que, como verá,
quizá no sea una metáfora en absoluto.
Seis semanas de edad: cómo podría haber
sido
Amenaza tormenta. El cielo se vuelve
metálico. Las nubes cruzan el cielo y se rompen en mil pedazos, que
salen despedidos en todas direcciones. El viento toma fuerza, en
silencio... El mundo se está desintegrando. Algo está a punto de
ocurrir. El malestar crece, se difunde desde el centro, y se
convierte en dolor.
Lo que acaba de leer es el momento en el que
el hambre aumenta, tal como lo experimenta un hipotético bebé de
seis semanas de edad llamado Joey, y tal como lo imaginó el
psicólogo evolutivo Daniel Stem en su encantador libro Diario de un
bebé52.
El diario de Joey se creó a partir de una ingente cantidad de
informes de investigaciones recientes sobre la primera infancia.
Por ejemplo, ahora se cree que los bebés no pueden diferenciar la
estimulación interna de la externa, ni unos sentidos de otros, ni
el presente de una experiencia evocada que acaba de ocurrir.
Tampoco tienen el sentido de sí mismo como el de quien lo está
experimentando todo, como aquel a quien le están sucediendo esas
cosas.
Teniendo en cuenta todo esto, Stem descubrió
que el tiempo meteorológico constituye una buena analogía de cómo
experimenta la vida el bebé. Las cosas simplemente suceden,
variando principalmente en cuanto a su intensidad. La intensidad es
todo lo que trastorna, al generar una tormenta de sobreactivación.
Que las PAS tomen nota: la sobreactivatción es la primera
experiencia estresante y la más básica de la vida; nuestras
primeras lecciones acerca de la sobreactivación comienzan en el
momento de nacer.
He aquí cómo imagina Stem las sensaciones de
Joey después de mamar y de aliviar su hambre:
Todo se ha hecho de nuevo. Un nuevo mundo
está despertando.
La tormenta ha pasado. El viento se ha
calmado. El cielo está tranquilo. Aparecen líneas que corren y
volúmenes que fluyen, trazan una armonía y, como luces cambiantes,
hacen que todo recobre vida53.
Stem cree que los bebés tienen las mismas
necesidades que los adultos en lo relativo a niveles moderados de
activación:
El sistema nervioso de un bebé está
preparado para evaluar de inmediato la intensidad de [...]todo lo
accesible a cualquiera de sus sentidos. La intensidad con la que
siente las cosas es probablemente la primera pista de que dispone
para saber si se acerca a algo o se mantiene a distancia [...] si
una cosa es moderadamente intensa [...] el bebé se siente hechizado
por ella. Ese punto justo de intensidad, que tolera bien, lo
excita, lo activa... Aumenta su entusiasmo, activa todo su
ser54.
Es decir, no es divertido estar aburrido.
Por otra parte, el yo bebé/ cuerpo nace con el instinto de
mantenerse a distancia de todo lo que parezca muy intenso, de
evitar el estado de sobreactivación. Sin embargo,! para algunas
personas, esto es más difícil de hacer.
Seis semanas y altamente sensible
Ahora, voy a Hacer mi propia versión de este
novedoso género literario del diario de un bebé, con las
experiencias de un imaginario bebé altamente sensible llamado
Jesse.
El viento ha estado soplando sin cesar, a
veces creciendo en sus ráfagas hasta formar clamorosos vendavales,
a veces disminuyendo hasta sonar como un exhausto y nervioso
gemido. Durante un tiempo que parecería una eternidad, las nubes se
han ido arremolinando en dibujos fortuitos de cegadora luz y
ardiente oscuridad. Ahora, está cayendo un ominoso crepúsculo y,
por un momento, parece que el viento amaine con la luz.
Pero la oscuridad es desorientadora de por
sí, y el viento rumo-' roso parece cambiar constantemente de
dirección, indeciso, como si se hallara en una región de tomados.
De hecho, debido al caos creciente, los torbellinos toman forma y
ganan fuerza con cada viraje, hasta que emerge la furia del ciclón.
Un huracán infernal está soplando en lo más profundo de la
noche.
En algún momento o en algún lugar, toda esa
furia se detiene, pero no hay forma de encontrar aquel cielo, pues
este tiempo meteorológico no tiene ni arriba ni abajo, ni este ni
oeste... sólo da vueltas y vueltas hacia su temible centro.
Imaginé que este suceso tenía lugar cuando
Jesse iba con su madre y sus dos hermanas mayores a un centro
comercial; primero, sujeto a la sillita del automóvil, después en
el cochecito de bebé, para pasar una vez más a la sillita del auto
en el viaje de vuelta a casa. Era sábado, y el centro comercial
estaba lleno hasta los topes. Durante la vuelta a casa, las dos
hermanas se habían peleado por elegir la emisora de radio que se
escuchaba en el automóvil y habían subido el volumen del receptor
al máximo. Había mucho tráfico, muchas detenciones y arranques.
Volvieron a casa tarde, mucho después de 1a habitual siesta de
Jesse. Cuando llegó el momento de mamar, lo único que podía hacer
era llorar y protestar, demasiado abrumado como para atender a las
sensaciones del hambre, más vagas. Al final, la madre probó a
ponerlo boca abajo para que durmiera, punto en que se estrelló
finalmente el huracán.
No debemos olvidar que Jesse además tenía
hambre, y el hambre es también un estímulo, aunque venga desde el
interior. No sólo aumenta nuestra activación, sino que provoca una
disminución en las sustancias bioquímicas necesarias para el
habitual funcionamiento del sistema nervioso. Mis investigaciones
indican que el hambre tiene un efecto especialmente potente en las
PAS. Tal como lo expresó una de estas personas: «A veces, cuando
estoy cansada, es como si regresara a esa edad en la que casi puedo
escucharme diciendo: “Quiero mi leche con galletas, y la quiero
ya”». Sin embargo, en el momento en que aparece la sobreactivación,
puede que ni siquiera notemos el hambre. Dedicarle atenciones a un
cuerpo altamente sensible es parecido a prestarle atenciones a un
bebé.
¿Por qué el yo bebé/cuerpo?
Dese cuenta de lo que tienen en común el
bebé y el cuerpo. En primer lugar, los dos están satisfechos y
cooperan cuando no están sobreestimulados, agotados o hambrientos.
En segundo lugar, cuando un bebé y un cuerpo sensible están
verdaderamente exhaustos, ambos se ven en gran medida impotentes
para corregir la situación por sí mismos. El bebé-usted depende de
quién cuida de él para que establezca unos límites y satisfaga sus
necesidades más sencillas y básicas, y su cuerpo depende de usted
ahora para hacer esto.
Ninguno de los dos puede utilizar la palabra
para explicar sus problemas; sólo pueden dar señales de socorro
cada vez más sonoras o generar una sintomatología tan grave que no
pueda ser ignorada. El cuidador sabio sabe que se pueden evitar
muchas penas respondiendo al bebé/cuerpo a la primera señal de
aflicción.
Por último, como ya apuntamos en el anterior
capítulo, los cuidadores que creen que los bebés recién nacidos o
los cuerpos se pueden malcriar y «hay que dejarlos que lloren»
están equivocados. Las investigaciones demuestran que, si se
responde puntualmente al más incipiente llanto de un bebé (salvo en
aquellas ocasiones en que esa respuesta no haga más que añadir
sobreestimulación), el niño llorará menos, no más, cuando
crezca55.
El yo bebé/cuerpo es un especialista en
sensibilidad. Es sensible desde el día en que nació. Sabe lo duro
que fue entonces y lo duro que es ahora. Sabe de lo que usted
carece, de lo que usted aprendió de sus padres y de otros
cuidadores acerca de cómo tratarlo, lo que necesita ahora y cómo
cuidar de él en el futuro. Empezando por aquí, estamos poniendo en
práctica el viejo refrán de «lo que bien empieza bien acaba».
Usted y su cuidador
Alrededor de la mitad, o poco más, de los
bebés se crían con padres adecuados, y de este modo se convierten
lo que llamamos niños «seguramente sujetos»56.
Este término está tomado de la biología. Todos los primates recién
nacidos se cuelgan de su madre, y la mayoría de las madres quieren
que sus bebés se cuelguen con fuerza, de forma segura.
A medida que crece, y si el pequeño se
siente seguro, comienza a explorar su entorno e intenta hacer cosas
de forma independiente. La madre estará complacida con esto, y
estará pendiente del pequeño y dispuesta a intervenir ante
cualquier problema, pero encantada de ver cómo crece su hijo. Pero
aún queda una especie de sujeción invisible. En cuanto aparece
algún peligro, sus cuerpos se reúnen y se sujetan de nuevo con
seguridad.
De vez en cuando, por diversas razones que
normalmente tienen que ver con el modo en que la madre o el padre
fueron educados, uno de los principales cuidadores puede dar uno o
dos mensajes diferentes, creando una sujeción insegura. Uno de los
mensajes es que el mundo es tan terrorífico, o que el cuidador está
tan preocupado o es tan vulnerable, que el niño va a tener que
colgarse muy, muy fuertemente. Éste, por tanto, no se atreverá
demasiado a explorar su entorno. Quizás el cuidador no quiera
explorar nada, o deje atrás al niño si éste no se cuelga. De estos
niños se dice que están ansiosos o preocupados por su sujeción al
cuidador.
El otro mensaje que un niño puede recibir es
que el cuidador es peligroso y convendría evitarlo, o que valora
mucho que el niño dé los menores problemas y sea muy independiente.
Quizás el cuidador está demasiado estresado como para cuidar de un
niño. Y también los hay que, a veces, en un acceso de ira o
desesperación, pueden desear que el niño desaparezca o muera. En
este caso, convendrá que el niño no esté sujeto en modo alguno. De
estos niños se dice que son «evitadores» Cuando se separan de sus
madres o padres, parecen bastante diferentes. (A veces, claro está,
un niño puede estar seguramente sujeto a un progenitor y al otro
no.)
A partir de nuestras primeras experiencias
de sujeción, desarrollamos una idea mental duradera de lo que
podemos esperar de alguien cercano o de quien dependemos. Aunque
pueda parecer que esto tribuye a crear rigidez y a la pérdida de
oportunidades, cumplir con los deseos de su primer cuidador acerca
de cómo debía sujetarse usted fue importante para su supervivencia.
Y, aunque deje de ser una cuestión de supervivencia, el programa
seguirá estando ahí y será resistente. El hecho de aferrarse a
cualquier plan que funcione (por seguridad, ansiedad o evitación)
evita cometer errores peligrosos.
La sujeción y el cuerpo altamente
sensible
¿Se acuerda usted del último capítulo?:
hablaba acerca de los niños altamente sensibles que no padecían una
activación a largo plazo en situaciones poco familiares. Eran
aquellos niños que tenían madres o cuidadores solícitos con los que
mantenían unas relaciones de seguridad. Esto indica que ustedes,
las PAS que crecieron con la sensación de hallarse seguramente
sujetas, sabían que disponían de buenos recursos y que podían
manejar la sobreestimulación bastante bien. Con el tiempo,
aprendieron a hacer por sí solas lo que sus buenos cuidadores
habían hecho por ustedes.
Mientras tanto, su cuerpo no había aprendido
a responder como si toda nueva experiencia fuese amenazadora. Y,
ante la ausencia de respuesta, el cuerpo no experimentaba una
activación estresante a largo plazo. Ustedes descubrieron que su
cuerpo era un amigo en el que confiar y, al mismo tiempo,
descubrieron que tenían un cuerpo especial, un sistema nervioso muy
sensible. Pero pudieron manejar las situaciones aprendiendo cuándo
forzarse a sí mismas un poco, cuándo tomarse su tiempo, cuándo
emprender una total retirada o cuándo descansar y probar de nuevo
más tarde.
Sin embargo, al igual que el resto de la
población, alrededor de la mitad de ustedes tuvieron padres algo
menos ideales. Es doloroso pensar en ello, pero iremos pulsando
este asunto poco a poco, y volveremos a él en varias ocasiones a lo
largo del libro. Pero conviene que usted se enfrente a lo que puede
que se le haya pasado por alto. La experiencia de un progenitor
inadecuado tuvo que provocar algún impacto en usted, dada su
sensibilidad; usted necesitaba comprensión, no más problemas.
Aquellos de ustedes que tuvieron una
infancia poco segura tienen que enfrentarse también a esto con el
fin de conseguir ser más pacientes consigo mismos. Y lo que es más
importante, conviene que sepan lo que no se hizo, para que puedan
ser ustedes unos padres diferentes con su bebé/cuerpo. Existe el
riesgo de que no esté prestándose usted las suficientes atenciones,
sea por negligencia con su cuerpo o por ser demasiado
sobreprotector y quisquilloso. Y es probable que todo esto se deba
a que está tratando usted a su cuerpo del mismo modo en que cuidó
de usted o de su cuerpo aquel no tan buen cuidador de sus orígenes
(quizá con reacciones excesivas en dirección opuesta a la de la
experiencia).
De modo que veamos exactamente a qué buen
cuidador y no tan buen cuidador de un bebé/cuerpo se parece usted.
Comenzamos con el cuidado del recién nacido, o con su cuerpo
entonces; pero lo vamos a hacer ahora, en su vida actual, cuando se
siente tan pequeño e indefenso como un recién nacido. Una buena
descripción de lo que se necesita proviene de la psicóloga
Ruthellen Josselson:
Estando entre los brazos, disponemos de una
barrera entre nosotros y todo lo que pudiera ser dañino o abrumador
en el mundo. Estando en brazos, disponemos de una capa extra de
protección ante el mundo. Y sentimos esas defensas, aunque no nos
quede claro qué parte de ellas proviene de nosotros y qué parte
proviene del exterior.
Una madre suficientemente buena, en su
función de sujeción, se las ingenia para que su bebé no resulte
sobreestimulado. Ella percibe cuánta estimulación es bien recibida
y se puede tolerar. Un entorno de sujeción adecuado deja al bebé
libre para desarrollar en su interior un estado del ser; el bebé no
siempre tiene que reaccionar.
En el estado de sujeción óptimo, el yo puede
venir a la existencia libre de intrusiones externas57.
Cuando la sujeción no es la adecuada, cuando
algo se entromete o se desatiende en el bebé/cuerpo (o lo que es
peor, se abusa de él), la estimulación es demasiado intensa para el
yo bebé/cuerpo. Su único recurso es dejar de ser consciente y de
estar en el presente, con lo que genera un hábito de «disociación»
como defensa. La sobreestimulación a esta edad interrumpe también
el propio desarrollo. Toda la energía debe ser dirigida a impedir
las intrusiones del mundo, puesto que todo tí es peligroso.
Tomemos en cuenta ahora una edad algo
posterior, aquella en la que usted estaba dispuesto a explorar el
mundo, siempre y cuando se sintiera a salvo. Esto equivale a esos
momentos, en la actualidad, en los que su cuerpo está dispuesto a
explorar el mundo y a sumergirse en él siempre y cuando se sienta a
salvo. En esta etapa, un cuidador sobreprotector sería
probablemente más problemático que un cuidador negligente para un
bebé/cuerpo sensible. Durante la infancia, o cuando nos sentimos
extremadamente sensibles, la intrusión y el chequeo constante del
bebé/cuerpo es una fuente de sobreestimulación y preocupación. En
esta etapa, la sobreprotección ansiosa inhibe la exploración y la
independencia. Si se vigila constantemente al bebé/cuerpo, no podrá
funcionar con libertad y confianza en sí mismo.
Por ejemplo, sentir hambre, llorar, tener
frío o protestar pidiendo ayuda durante un período de tiempo corto
es el modo como el bebé/cuerpo toma conciencia de sus propias
necesidades. Si el cuidador alimenta al bebé/cuerpo antes de que
llegue a tener hambre, éste perderá el contacto con sus instintos.
Y si se le impide al bebé/cuerpo explorar el mundo, no se
acostumbrará a éste. El cuidador/usted estará reforzando la
impresión de que el mundo es amenazador y de que el bebé/cuerpo no
podrá sobrevivir en él. No se da la ocasión de poder evitar,
manejar o soportar la sobreactivación. Todo continúa siendo
extraño, poco familiar y excesivamente excitante. Según los
términos utilizados en el anterior capítulo, el bebé/cuerpo no
tiene las suficientes experiencias exitosas de acercamiento como
para equilibrar el potente sistema de detención— comprobación
heredado, que puede asumir el control y volverse demasiado
inhibidor.
Si éste fuera su caso con el bebé/cuerpo,
quizá le vendría bien remontarse con el pensamiento a sus orígenes.
Puede que usted tuviera un cuidador sobreprotector que en realidad
quería que el niño fuera muy dependiente e incapaz de dejarlo. O
puede que el propio sentido de la fortaleza o la autoestima del
cuidador se viera reforzado por el hecho de ser más fuerte y
necesario. Si su cuidador tuvo varios niños a su cargo, el hecho de
ser más sensible lo convertía a usted en ideal para esos
propósitos. Y observe que probablemente fueron muchas las ocasiones
también en que este tipo de cuidador no estaba disponible en
realidad, fueran cuales fueran sus palabras; un cuidador así
estaría más centrado en sus propias necesidades, no en las de
usted.
La cuestión aquí es que el modo en que los
demás cuidaron de usted como bebé/cuerpo conformó en gran medida la
forma en la que usted cuida de su bebé/cuerpo ahora. La actitud de
ellos hacia la sensibilidad de usted conformó la actitud de usted
hacia ésta. Piénselo. ¿Quién, si no, pudo enseñarle una lección tan
profunda? El cuidado que ellos le dieron y su actitud con respecto
al cuerpo de usted afecta directamente a su salud, su felicidad, su
longevidad y sus contribuciones al mundo. De modo que, a menos que
este punto del capítulo lo angustie, párese y tómese algún tiempo
para pensar en su primer cuidador del bebé/cuerpo y en las
semejanzas entre aquel primer cuidador y el modo en que usted cuida
de sí mismo ahora.
Si se siente mal, tómese un respiro. Si cree
que puede necesitar una relación de apoyo y compañía emocional
profesional (o, quizá no necesariamente profesional) mientras
contempla su sujeción insegura y sus efectos sobre usted, busque
tal ayuda.
Demasiado hacia fuera, demasiado hacia
dentro
Del mismo modo que existen dos tipos de
cuidadores problemáticos (los infraprotectores y los
sobreprotectores), también son dos las formas generales como las
PAS fallan a la hora de cuidar adecuadamente de sus cuerpos. Puede
que usted se fuerce a sí mismo demasiado hacia fuera (es decir, que
se sobreestimule con demasiado trabajo, asumiendo muchos riesgos o
explorando), o puede que se mantenga a sí mismo demasiado hacia
dentro (sobreprotegiéndose, cuando en realidad lo que anhela es
estar fuera, en el mundo, como los demás).
Por «demasiado» entiendo más de lo que a
usted le gustaría realmente, más de lo que le hace sentirse bien,
más de lo que su cuerpo puede manejar. No importa lo que los demás
le hayan dicho que es «demasiado». Algunos de ustedes pueden ser
personas que, al menos durante un período de su vida, estuvieron
hacia dentro o hacia fuera la mayor parte del tiempo; no hay nada
malo en ello. Yo más bien me refiero a aquella situación en la que
usted tiene la sensación de estar sobrepasándose con eso de un modo
u otro, y que le gustaría cambiar pero no puede.
Además, no estoy dando a entender que
aquellas personas que tuvieron una sujeción ansiosa, con cuidadores
sobreprotectores o inconsecuentes, vayan a ser siempre
sobreprotectoras del yo bebé/cuerpo, ni que aquellas que tuvieron
cuidadores negligentes o abusivos vayan a ser siempre negligentes o
abusivas con su yo bebé/cuerpo; no es tan sencillo. En primer
lugar, nuestra mente es de tal complejidad que fácilmente nos puede
llevar a reaccionar en exceso, o a compensar y hacer todo lo
contrario. O, lo que es más probable, bien podemos pasamos el
tiempo yendo de un lado a otro, entre Los dos extremos, o
aplicarlos en diferentes áreas de la vida (por ejemplo, excederse
en el trabajo, proteger demasiado las relaciones íntimas;
desatender la salud mental, pero atender en exceso la salud
física). Por último, puede que usted haya superado todo esto, y
esté tratando muy bien a su organismo.
El primer cuidador de su bebé/cuerpo y el
que lo cuida ahora
Piense en lo que sabe de sus primeros dos
años de vida, escriba una lista del tipo de palabras o frases que
podrían haber utilizado sus padres para describirlo cuando era un
bebé, o pregúnteles a ellos. Algunos ejemplos:
Un encanto. Delicado. Difícil. Nada
problemático. Nunca dormía. Enfermizo. Irascible. Siempre estaba
cansado. Sonreía mucho. Difícil para que comiera. Maravilloso. No
puede recordar nada acerca de su infancia. Echó a andar pronto. Se
crió con una serie de cuidadores. Rara vez se quedaba con una
canguro o en algún lugar donde cuidaran de los niños. Temeroso.
Tímido. Era feliz estando solo. Siempre trasteando.
Detecte la frase que fue casi su «segundo
nombre», aquel que le pondrían como epitafio en su tumba si se
diera la ocasión. (El mío era «Nunca le causó ningún problema a
nadie.») Detecte las frases que le evocan emociones, confusión o
conflicto. O las frases que se remarcan con demasiada fuerza; tanto
que, si lo piensa detenidamente, lo opuesto es incluso más cierto.
Un ejemplo sería el de un niño asmático que fuera descrito como
«nada problemático».
Ahora, piense en los paralelismos entre el
modo en que sus cuidadores veían su bebé/cuerpo y el modo en que
usted lo hace en la actualidad. ¿Cuáles de esas descripciones de
ellos acerca de usted son realmente ciertas, en su opinión? ¿Qué
preocupaciones o conflictos tenían ellos de los que usted se haya
podido despojar y no tenga ahora? Por ejemplo, «enfermizo». ¿Se ve
usted todavía como una persona enfermiza? ¿Fue usted y es usted
ahora más enfermizo que los demás? (Si es así, averigüe los
detalles de sus enfermedades infantiles; su cuerpo recuerda y
merece su simpatía.)
Sin olvidar tampoco el «echó a andar
pronto». ¿Eran los logros y los hitos el modo en que la gente se
ganaba la atención en su familia? Si su cuerpo no consigue darle
satisfacciones, ¿puede usted quererlo de todas formas?
Por otra parte, los que estuvieron
seguramente sujetos pueden estar preguntándose por qué están
forcejeando entre estos dos extremos. Pero hay que tener en cuenta
que nuestras circunstancias, nuestra cultura, subcultura o cultura
de trabajo, los amigos y otros de nuestros rasgos pueden hacemos ir
demasiado lejos en alguna dirección.
Si no está usted seguro acerca de qué hacer,
revise el texto del recuadro «¿Está usted demasiado hacia fuera o
demasiado hacia dentro?»
El problema de estar demasiado hacia
dentro
Algunas PAS, puede que todas en algún
momento, se quedan al margen porque piensan que no hay forma de que
una PAS pueda estar en el mundo y sobrevivir. Una se siente tan
diferente, tan vulnerable, incluso defectuosa.
Coincido cordialmente con usted en que no va
a ser capaz de sumergirse en el mundo al estilo de esas personas
más audaces, no sensibles, con las que quizá se esté comparando
pero son muchas las PAS que han encontrado el modo de tener éxito
en el mundo según sus propios términos, haciendo algo útil y
agradable, con mucho tiempo para estar en casa y disponiendo
también de una rica y tranquila vida interior.
Quizá sea útil considerar su conducta desde
el punto de vista de su bebé/cuerpo. Si éste quiere intentar algo
nuevo pero tiene miedo, usted tiene que ayudarlo, no reforzar sus
miedos. De otro modo, le estará diciendo que sus deseos están
completamente equivocados, que no se adaptan a la supervivencia en
el exterior. Es éste un mensaje que puede resultar abrumador para
un niño. Usted tendrá que pensar larga y detenidamente acerca de
quién le infundió a usted este sentimiento durante su infancia y
por qué, en lugar de ayudarlo a salir y aprender a hacer las cosas
a su manera.
Mientras reconduce su organismo, de lo
primero que tiene que darse cuenta es de que, cuanto más evite su
cuerpo la estimulación, más enervante se hará la estimulación que
quede. Un maestro de meditación contó en cierta ocasión la historia
de un hombre que no quería saber nada de las tensiones de la vida,
de manera que se recluyó en una caverna a meditar día y noche para
el resto de su vida, pero no tardó en salir de allí, huyendo de la
abrumadora tensión que le provocaba el sonido de las gotas de agua
en la cueva. La moraleja es que, al menos hasta cierto punto,
siempre habrá fuentes de tensión en la vida, pues no podemos evitar
llevar con nosotros nuestra propia sensibilidad. Lo que necesitamos
es convivir de modo distinto con nuestras fuentes de estrés.
En segundo lugar, suele ocurrir que cuanto
más actúa su cuerpo (mira a través de la ventana, va a la bolera,
viaja, habla en público), menos difícil y enervante se hace; a esto
se le llama habituación. Si esto es una habilidad, también va a
mejorar en ella. Por ejemplo, viajar solo por un país extranjero
puede parecer algo tremendamente abrumador para una PAS. Y puede
que usted opte siempre por evitar algunos aspectos de esto. Pero
cuanto más lo haga, más fácil le resultará, y será más consciente
de lo que le gusta y lo que no.
La única forma de llegar a tolerar e incluso
disfrutar del hecho de estar en el mundo es estando en el
mundo.
Sin embargo, no estoy hablando por hablar.
Yo estuve evitando el mundo hasta la mitad de mi vida, cuando me vi
más o menos obligada a cambiar a causa de poderosos acontecimientos
interiores. Desde entonces, he tenido que enfrentarme a miedos,
sobreactivación e incomodidad casi a diario. Es un asunto serio, y
no es nada divertido» pero se puede sobrellevar. Y una se siente
muy bien estando ahí afuera, funcionando eficazmente, diciéndole al
mundo: «¡Eh! ¡Fíjate! ¡Yo también puedo hacerlo!».
¿Está usted demasiado hacia fuera o
demasiado hacia dentro?
En cada afirmación, ponga un 3 si es muy
verdadero, un 2 si es en parte verdadero, o ni una cosa ni otra o
no es verdadero, dependiendo
de la situación, o un 1 si es difícilmente
verdadero.
1. Con frecuencia, padezco los breves
efectos de sentirme sobreactivado, sobreestimulado o estresado
(rubor, palpitaciones, respiración más agitada y superficial,
tensión en el estómago, sudoración, temblor de manos, o bien un
sentimiento repentino de estar al borde de las lágrimas o el
pánico).
2. Me preocupan los efectos a largo plazo de
la activación: las sensaciones del estrés o la ansiedad, trastornos
digestivos o pérdida del apetito, no ser capaz de dormirme o de
permanecer dormido.
3. Intento enfrentarme a las situaciones que
me sobreactivan.
4. A lo largo de la semana, estoy más tiempo
en casa que fuera. (Tómese el tiempo que necesite para determinar
esto con claridad, sumando sólo las horas disponibles, excluyendo
las horas de sueño y un par de horas que se pueden emplear en el
cambio de ropa, asearse, etc.)
5. A lo largo de la semana, me paso más
tiempo solo que con otras personas. (Determínelo del mismo modo que
en 4.)
6. Me obligo a mí mismo a hacer las cosas
que temo.
7. Salgo fuera incluso cuando no me
apetece.
8. La gente me dice que trabajo
demasiado.
9. Cuando me doy cuenta de que me he
excedido física, mental o emocionalmente, me detengo de inmediato y
descanso, y hago lo que sea necesario hacer para recuperarme.
10. Le aporto cosas a mi cuerpo (café,
alcohol, medicamentos) para mantenerme en el nivel justo de
activación.
11. Me entra sueño cuando estoy a oscuras en
un teatro y/o durante una conferencia, a menos que me interese
mucho.
12. Me despierto en mitad de la noche o muy
temprano por la mañana, y no me puedo volver a dormir.
13. No me tomo tiempo para comer bien o para
hacer ejercicio regularmente.
Sume las respuestas de todos los elementos,
excluyendo los números 4, 5 y 9. Después, sume las del 4, el 6 y el
9, y reste este total del total anterior. La puntuación más «hacia
fuera» sería 27. La puntuación más «hacia dentro» sería 1. Una
puntuación moderada se situaría en 14. Si usted ha puntuado 10 o
menos, reflexione sobre lo que he dicho acerca del problema de
estar demasiado hacia dentro. Si ha puntuado más de 20, convendrá
que se tome a pecho lo que digo en el siguiente apartado (pág.
82).
Estar demasiado afuera en el mundo
Si la raíz de estar demasiado adentro es la
creencia de que el bebé/cuerpo es defectuoso, la raíz de estar
demasiado afuera es igualmente negativa. Indica que usted quiere
tan poco al bebé, que está dispuesto a desatenderlo y a abusar de
él. ¿De dónde sacó usted esa actitud?
No todo proviene necesariamente de los
padres. En nuestra cultura el sentido de la competitividad para
alcanzar la excelencia en la vida puede hacer que cualquiera que no
se esfuerce al máximo acabe sintiéndose un espectador de la vida,
improductivo y despreciable. Y esta no sólo se aplica a la propia
carrera, sino incluso al tiempo libre. ¿Se adapta usted lo
suficiente, progresa adecuadamente en su afición favorita, es usted
competente como cocinero o jardinero? Y en la vida familiar: ¿hay
la suficiente intimidad en su matrimonio, su vida sexual es óptima,
ha hecho todo lo que está en su mano por educar bien a sus
hijos?
El bebé/cuerpo se rebela ante toda esta
presión, indicando su malestar. Como respuesta, nos buscamos la
manera de endurecerlo o de medicarlo hasta hacerlo callar. Y así
aparecen los síntomas crónicos relacionados con el estrés, como los
problemas digestivos, la tensión muscular, la fatiga constante, el
insomnio, las migrañas; o bien un débil sistema inmunitario nos
hace más susceptibles a la gripe y los resfriados.
Lo primero que hay que hacer para dejar de
abusar del cuerpo es admitir que estamos abusando de él. Pero esto
nos ayuda también para averiguar qué parte de uno mismo es la que
abusa. ¿Acaso la parte que ha tomado para sí el ideal de perfección
de la sociedad? ¿Quizá la necesidad de superar a un hermano o
hermana? ¿O demostrar que usted no es tan imperfecto o «demasiado
sensible»? ¿La necesidad de ganarse el cariño de los padres, o
simplemente que se fijen en usted por una vez? ¿La necesidad de
demostrar que está usted tan dotado como ellos creen? ¿O que el
mundo no puede sobrevivir sin usted? ¿O que usted puede controlarlo
todo y ser perfecto e inmortal? En esto, suele haber algo de
arrogancia por alguna parte, aunque sea lo que otra persona se
arroga acerca de usted.
Pero hay otra razón que lleva a las PAS a
ser demasiado exigentes con sus cuerpos, y es la de su intuición,
que les da a algunas de estas personas una corriente constante de
ideas creativas. Y las PAS quieren expresarlas todas.
¿Lo adivina ya? No, no puede. Usted tendrá
que escoger y elegir. Hacer cualquier otra cosa es arrogancia y un
cruel abuso de su cuerpo.
En cierta ocasión tuve un sueño acerca de
esto (acerca de unos seres sin cabeza e imparables que querían
prenderme), sueño que, ya en la mañana, me trajo a la memoria la
animación de Disney de El aprendiz de brujo. Mickey Mouse hace el
papel del aprendiz y utiliza la brujería para darle vida a una
escoba y que haga el trabajo que el brujo le ha mandado a él:
llenar una cisterna de agua. No se trata sólo de pereza; Mickey es
demasiado arrogante como para hacer algo tan lento, trabajar
lentamente dentro de los límites de su propio cuerpo, pero ha
puesto en marcha algo que luego no es capaz de detener. Cuando el
agua inunda la habitación y la escoba sigue sin detenerse, Mickey
la hace pedazos y, pronto, centenares de escobas sin cabeza están
portando agua, ahogando a Mickey en la plena realización de sus
brillantes ideas.
La decisión de Mickey de ser aprendiz fue
una buena decisión; él es normalmente el representante del chico
medio en nuestra cultura, optimista y lleno de energía. Esa energía
tiene su lado bueno; promueve la creencia de que, como individuos y
como personas, podemos hacer cualquier cosa si trabajamos lo
bastante duro y somos lo bastante listos. Cualquiera puede ser
presidente, o rico y famoso. Pero el lado «sombrío» o peligroso de
esta virtud (todas las virtudes tienen su sombra) es que hace de la
vida una competición inhumana.
La acción equilibradora
En qué medida está uno afuera, en el mundo,
o en qué medida lo evita es algo a lo que se debe responder de
forma individual y algo que cambiará con el tiempo. Me doy cuenta
también de que, para la mayoría de las personas, la carencia de
tiempo y de dinero hacen muy difícil la acción equilibradora. No
tenemos más remedio que elegir y establecer prioridades, pero
siendo tan concienzudas, las PAS suelen ponerse en el último lugar.
O, al menos, no nos tomamos más tiempo u ocasiones que los demás
para aprender nuevas habilidades. Sin embargo, lo cierto es que
necesitamos más.
Si usted está demasiado hacia dentro, es
evidente que usted y su sutil sensibilidad son necesarios en el
mundo. Si usted está demasiado hacia fuera, también es evidente que
llevará a cabo mucho mejor cualquier responsabilidad si obtiene el
descanso y el esparcimiento adecuados.
He aquí un sabio consejo que ofreció una de
las PAS a las que entrevisté:
Tienes que aprenderlo todo acerca de tu
sensibilidad. Sólo será un obstáculo o una excusa si tú permites
que lo sea. En cuanto a mí, si me recluyo demasiado, me gustaría
quedarme en casa para el resto de mis días, pero eso sería
autodestructivo. De modo que salgo al encuentro del resto del
mundo, y después vuelvo para incorporarlos. Las personas creativas
necesitan tiempo sin la presencia de otras personas. Pero tampoco
pueden ir demasiado lejos así. Cuando te recluyes, pierdes el
sentido de la realidad, además de tu adaptabilidad.
Envejecer también te puede hacer perder el
contacto con la realidad, debido a que pierdes flexibilidad. Cuanto
más viejo se hace uno, más necesita estar ahí afuera. Pero cuanto
más viejo se hace uno, también se desarrolla cierta gracia. Tus
rasgos básicos se hacen más fuertes, especialmente si desarrollas
todo lo que hay en ti, no sólo tu sensibilidad.
Sintoniza con tu cuerpo. Esa sensibilidad de
tu organismo es un gran regalo del que puedes hacer uso. Te puede
dirigir y, si te abres a ella, te hará mejor. Evidentemente, las
personas sensibles quieren cerrar sus puertas al mundo y a sus
cuerpos. Se hacen temerosas. Pero tú no puedes hacer eso. El mejor
camino es el de la expresión de uno mismo.
El descanso
Los bebés necesitan descansar un montón,
¿no? Pues lo mismo les ocurre a los cuerpos altamente sensibles.
Necesitamos todo tipo de descanso.
En primer lugar, necesitamos dormir. Si
tiene usted problemas de sueño, haga de ésta su primera prioridad.
En las investigaciones sobre la pérdida crónica del sueño se ha
descubierto que, cuando a las personas se las deja dormir tanto
como necesitan, les puede llevar un par de semanas alcanzar el
punto en el que dejan de mostrar signos de deprivación del sueño
(quedarse dormidas de forma anormalmente rápida o en cualquier
habitación oscurecida)58.
Si muestra usted signos de «falta de sueño», conviene que se
planifique un tiempo periódico de vacaciones en que no haga otra
cosa más que dormir tanto como le venga en gana. Se sorprenderá de
cuánto puede llegar a dormir.
Las PAS llevan peor que las demás los tumos
de noche o los tumos mixtos en el trabajo, y se recobran con más
lentitud del jet lag. Lo siento, pero es algo que va con el
territorio. Mejor no hacerlo, o al menos no hacerlo con el fin de
disfrutar, viajes breves a zonas muy distantes con una gran
diferencia horaria.
Si el insomnio es un problema, puede
encontrar gran cantidad de consejos sobre esto en otras fuentes.
Existen incluso centros para el tratamiento del insomnio, pero he
aquí algunos puntos que pueden aplicar muy especialmente las PAS.
En primer lugar, respete sus ritmos naturales y retírese en cuanto
empiece a tener sueño. Para una persona diurna, esto significa irse
a la cama temprano en la noche Para las personas nocturnas, que son
las que tienen el problema más difícil, esto significa dormirse
tarde tan a menudo como sea posible.
Los investigadores del sueño suelen
aconsejar a las personas que asocien la cama únicamente con el acto
de dormir y que se levanten de ella si no pueden hacerlo, pero yo
he descubierto que a las PAS a veces les va mejor si se prometen a
sí mismas quedarse en la cama nueve horas con los ojos cerrados,
sin preocuparse de si duermen o no. Dado que el 80 % de la
estimulación sensorial llega a través de los ojos, el simple hecho
de descansar con los ojos cerrados le va a suponer un importante
reposo.
Sin embargo, el problema de quedarse en la
cama despierto es que algunas personas empiezan a preocuparse o se
sobreactivan solas con sus pensamientos y con lo que imaginan. Si
sucediera esto, podría ser más aconsejable la lectura; o levantarse
y examinar el tema a conciencia, poner por escrito las ideas o las
soluciones y, luego, volver a la cama Los problemas del sueño
constituyen una de esas áreas donde cada ser humano es único y debe
averiguar por sí mismo lo que funciona en su caso concreto.
No obstante, necesitamos también otros tipos
de descanso. Las PAS suelen ser muy concienzudas y perfeccionistas.
No podemos «jugar» hasta que estén finalizados todos los detalles
de nuestro trabajo. Los detalles son como pequeñas agujas de
activación que no dejan de pinchamos, pero eso puede hacemos
difícil la relajación y la diversión. El bebé/cuerpo quiere jugar,
y jugando genera endorfinas y todo tipo de cambios positivos que
disuelven el estrés. Si está usted deprimido o excesivamente
emotivo de algún otro modo, si no duerme o muestra otras señales de
estar desequilibrado, oblíguese a planificar más juego
Pero, ¿qué es divertido? Tenga cuidado de
que las no PAS de su entorno determinen en su lugar qué resulta
divertido. Para muchas PAS lo divertido es leer un buen libro o
trabajar un poco en el jardín, a su propio ritmo, o una comida
tranquila en casa, preparada y cocinada lentamente. En particular,
amontonar una docena de actividades entre el despertar y el
mediodía puede que no sea en absoluto su ideal de diversión. O
puede que esté bien por la mañana, pero no por la tarde. De modo
que planifique siempre una vía de escape. Si está usted con otras
personas, asegúrese de avisarlas de antemano, para que no se
sientan insultadas o heridas cuando usted se vaya.
Por último, cuando planee unas vacaciones,
considere el coste en términos de billetes de avión o depósitos,
por si decide volverse pronto a casa o dejar el viaje y quedarse en
algún lugar. Después, prepárese mentalmente de antemano para pagar
el coste que le supongan los cambios.
Además de sueño y diversión, las PAS
necesitan también mucha «inactividad», simplemente para desentrañar
y pensar en lo acaecido durante el día. A veces, podemos realizar
esto mientras llevamos a cabo nuestras tareas diarias (conducir,
lavar platos, cuidar del jardín), pero si ha descubierto usted
alguna forma de eliminar algunas de estas tareas, seguirá
necesitando un tiempo de inactividad. Tómeselo.
Otra forma más de descanso, quizá la más
esencial, es la «trascendencia», elevarse por encima de todo,
normalmente mediante la meditación, la contemplación o la oración.
Al menos parte del tiempo que dedique a la trascendencia debe estar
dirigido a dejar a un lado todos los pensamientos ordinarios para,
luego, sumergirse en pura conciencia, puro ser, pura unidad, o
unidad con Dios. Aunque su trascendencia no llegue a esto, cuando
regrese de ella tendrá una perspectiva más amplia y fresca de la
vida.
Evidentemente, el sueño también le saca de
su estrecho estado mental, pero el cerebro está en un estado
diferente cuando duerme. De hecho, se halla en un estado diferente
según el tipo de actividad que realice (dormir, jugar, meditación,
oración, yoga), de manera que lo bueno es combinarlas. No se olvide
de incluir algún tipo de meditación que tenga por objetivo la
experiencia de la conciencia pura y no suponga actividad física
alguna, ni concentración, ni esfuerzo. Este estado es,
indudablemente, el único que proporciona el descanso más profundo,
mientras la mente sigue alerta. Las investigaciones sobre la
meditación trascendental, que genera este estado, han demostrado
una y otra vez que los meditadores habituales muestran menos esa
activación estresante a largo plazo de la que hablábamos en el
capítulo anterior. (El cortisol desciende en la sangre de las
personas que meditan59.)
Es como m sus meditaciones les infundieran algo de ese sentimiento
de segundad y de recursos internos que necesita.
Claro está, usted también tendrá que
prestarle atención a lo que come y a hacer suficiente ejercicio.
Pero éste es un asunto muy personal, y existen muchos otros libros
que le aconsejarán sobre ello. Aprenda lo que pueda sobre qué
alimentos tienden a tranquilizar el cuerpo o le sacan a uno del
borde del precipicio, ayudándolo a dormir. Y tome suficientes
vitaminas y minerales (por ejemplo, magnesio), que afectan al
estrés y la sobreactivación.
Si está usted acostumbrado a la cafeína, es
probable que no le genere ningún efecto especial, a menos que beba
más de la cuenta. Sin embargo, la cafeína es una potente droga para
las PAS60.
Si es usted de los que la utiliza sólo de vez en cuando, tenga
cuidado; no piense que mejorará su rendimiento del mismo modo en
que lo hace con aquellas personas que lo rodean. Por ejemplo, si es
usted una persona diurna y no suele tomar cafeína, y la toma una
mañana antes de un examen o una entrevista importante, es probable
que la lleve a hacer las cosas peor debido al hecho de
sobreactivarla.
Estrategias para la sobreactivación
Un buen cuidador desarrolla muchas
estrategias para calmar a su bebé: unas son más psicológicas;
otras, más físicas. Cualquiera de los dos enfoques provocará
cambios en el otro. Elija por intuición. Cualquier enfoque precisa
emprender una acción: levantarse, ir hasta el bebé, hacer
algo...
Por ejemplo, usted entra en la estación de
Pennsylvania, en Nueva York; se siente abrumado y empieza a sentir
miedo. Psicológica o físicamente, usted necesita hacer algo para
impedir que el bebé/cuerpo se sienta mal. En este caso, quizá sea
una buena idea trabajar psicológicamente el miedo y el malestar:
esto no es un infierno ruidoso lleno de personas extrañas y
peligrosas. No es más que una versión más grande de muchas
estaciones de tren en las que ha estado usted, rebosantes de gente
normal que intenta llegar a su destino, muchas de ellas dispuestas
a ayudarlo a usted, si se lo pide.
He aquí otros métodos psicológicos valiosos
para el manejo de la sobreactivación:
• Reestructurar la situación.
• Repetir una frase, una oración o un mantra
que, mediante la práctica diaria, haya llegado a asociar con una
profunda calma interior.
• Ser testigo de su propia
sobreactivación.
• Amar la situación.
• Amar su sobreactivación.
En la reestructuración, observe lo que le
resulta familiar y amable, qué hay de similar con otras situaciones
en las que se ha desenvuelto bien. Cuando repita un mantra o una
oración, si su cabeza vuelve corriendo a lo que lo está
sobreactivando, es importante que no se desanime ni desista. De
todos modos, estará más tranquilo que si no lo hubiera
intentado.
Si es testigo de su propia sobreactivación,
imagínese de pie a un lado, observándose a sí mismo, quizás
hablando acerca de usted con una figura imaginaria que lo conforte.
«Ya está otra vez Ann, tan abrumada que se cae a trozos. La verdad
es que lo siento por ella. Por supuesto, cuando se pone así, no es
capaz de ver más allá del ahora. Mañana, cuando haya descansado,
volverá a agitarse de nuevo con el trabajo. Lo que tiene que hacer
es tomarse un descanso ya, aunque le pueda parecer que hay cosas
que hacer. En cuanto descanse, todo irá como la seda.»
Lo de amar la situación suena muy poco
serio, pero es importante. Una mente expandida y amorosa, una mente
que está abierta a todo el universo, es todo lo contrario de una
mente constreñida y sobreactivada. Y si usted no puede amar la
situación, es de crucial importancia y, aún más, esencial que se
ame a sí mismo en su estado de no ser capaz de amar la
situación.
Por último, no se olvide de la fuerza de la
música para cambiar su estado de ánimo. (¿Por qué cree que los
ejércitos llevan bandas y cornetas?) Pero tenga cuidado, pues la
mayoría de las PAS se sienten fuertemente afectadas por la música,
de modo que es esencial hacer una buena elección. Si usted está ya
activado, no va a querer elevarse aún más con piezas emotivas o con
algo que esté asociado a recuerdos importantes (esa música de la
que no se cansa la mayoría de las personas, por estar
infraactivadas). Los violines sollozantes no son aconsejables en
estas ocasiones. Y, evidentemente, dado que cualquier música
incrementa la estimulación, utilícela sólo cuando crea que la va a
calmar. Su objetivo es que se distraiga. A veces, conviene
distraerse; otras veces, conviene estar plenamente atento.
Pero, dado que estamos ocupándonos del
cuerpo, también puede ser una buena idea intentar un enfoque
físico.
He aquí una lista de estrategias puramente
físicas:
• ¡Abandone la situación!
• Cierre los ojos y no deje entrar parte de
la estimulación.
• Haga respiraciones profundas.
• Vaya al aire libre.
• Use agua para alejar el estrés.
• Dese un paseo.
• Tranquilice su respiración.
• Adapte su postura para estar más relajado
y con más confianza en sí mismo.
• ¡Muévase!
• Sonría suavemente.
Es sorprendente cuán a menudo nos olvidamos
de emprender la simple acción de abandonar una situación. O de
tomar aire profundamente. O llevar la situación (una tarea, una
discusión, una bronca) al aire libre. Para muchas PAS, la
naturaleza es profundamente calmante.
El agua puede ser de gran ayuda. Si está
sobreactivado, no deje de beber agua, un vaso grande cada hora.
Pasear junto al agua, contemplarla, escucharla. Sumérjase en ella
si es posible, para darse un baño o nadar. Los baños de agua
caliente, en la bañera o en un manantial de aguas termales, son
populares por muy buenas razones.
Pasear es también uno de esos consuelos
básicos. El ritmo habitual es calmante, al igual que el ritmo de
una respiración lenta, en especial desde el estómago. Exhale
lentamente, con un pequeño esfuerzo extra, como si soplara para
apagar una vela, y automáticamente inhalará desde el estómago. O,
simplemente, preste atención a su respiración; esa vieja amiga hará
que se tranquilice.
La mente suele imitar al cuerpo. Por
ejemplo, puede que usted se percate de pronto de que ha estado por
ahí caminando con una ligera inclinación hacia delante, como si
tuviera prisa por llegar al futuro. Por tanto, equilíbrese y busque
el centro. O puede que tenga los hombros cargados y la cabeza
hundida, como si llevara una pesada carga. Enderécese, arroje su
carga.
Puede que meter la cabeza entre los hombros
sea su posición favorita, tanto durmiendo como estando despierto,
un intento inconsciente de autoprotección, para evitar los golpes
de la estimulación y las ondas de sobreactivación. Así pues,
despliéguese. Si está de pie, levante la cabeza, baje los hombros,
centre la parte superior del cuerpo sobre el torso y los pies, de
modo que el peso se equilibre mejor y sin esfuerzo. Sienta la
solidez del suelo bajo sus pies. Curve las rodillas un poco y
respire profundamente desde el estómago. Sienta su potente centro
corporal.
Intente reproducir los movimientos y la
postura de alguna persona tranquila, con pleno dominio. Apoye la
espalda, relájese. O levántese y acérquese a aquello que lo llama.
Mantenga en funcionamiento su «sistema de aproximación». O muévase
como una persona airada y desdeñosa. Agite el puño. Frunza el ceño.
Tome sus pertenencias y dispóngase a salir. Su mente imitará a su
cuerpo.
Es crucial controlarse y moverse del modo
como quiere sentirse. Las PAS sobreactivadas tienden a sustituir la
respuesta de «congelación» por la de «pelea o huida». Una postura
relajada y unos movimientos libres pueden romper esa tensión que lo
entumece. O deje de moverse, si se está poniendo frenético o
tiembla como un flan.
¿Y a santo de qué la sonrisa? Puede sonreír,
simplemente, para sí mismo. Por qué esté sonriendo es lo de
menos.
Los continentes de su vida
Otra forma de entender todos estos consejos
es recordar el modo en que comenzamos este capítulo, haciéndole ver
que la necesidad básica de su bebé/cuerpo, la más antigua y
persistente, es la de verse sostenido y protegido de la
sobreestimulación. Sobre esta potente base, usted puede salir y
explorar, sintiéndose seguro gracias al puerto resguardado de los
brazos de un buen cuidador.
Si lo piensa un poco, se dará cuenta de que
su vida está llena de tales continentes seguros. Unos son
concretos: su casa, el automóvil, la oficina, el vecindario, una
casa de campo o una cabaña, determinado valle o colina, un bosque o
un trocito de orilla del mar, determinada ropa o ciertos lugares
públicos queridos, como una iglesia o una biblioteca.
Algunos de los más importantes continentes
los constituyen las personas valiosas de su vida: la pareja, un
progenitor, un hijo, un hermano, un abuelo, un amigo íntimo, un
guía espiritual o un terapeuta. Después, están los continentes
menos tangibles: su trabajo, los recuerdos de hermosos tiempos,
determinadas personas con las que ya no puede estar pero que viven
en la memoria, sus creencias más profundas y su filosofía vital,
los mundos internos de la oración o la meditación.
Puede dar la impresión de que los
continentes físicos son los más fiables y valiosos, especialmente
para el yo bebé/cuerpo. Sin embargo, son los intangibles los que
resultan más fiables. Existen muchos relatos de personas que
pudieron conservar la cordura en el retiro de tales continentes,
mientras atravesaban una época de estrés o peligro extremos. Ocurra
lo que ocurra, nada ni nadie puede arrebatarle la intimidad del
amor, la fe, el pensamiento creativo, la práctica mental o el
ejercicio espiritual. Parte de la maduración que nos lleva a la
sabiduría consiste en transferir cada vez más su sensación de
seguridad desde los continentes tangibles a los continentes
intangibles.
Quizás el punto de mayor madurez se alcance
con nuestra capacidad para concebir el universo entero como nuestro
continente, y el cuerpo como un microcosmos de ese universo, sin
fronteras. Esto es más o menos la iluminación. Pero la mayoría de
las personas vamos a necesitar continentes más finitos durante un
tiempo, aunque estemos aprendiendo a hacerlo con los intangibles si
no hay más remedio. De hecho, en la medida en la que nos
encontremos dentro de nuestro cuerpo, iluminados o no, vamos a
necesitar un poquito de seguridad tangible o, al menos, cierto
sentido de uniformidad.
Pero, por encima de todo, si pierde usted un
continente (o, peor, varios), acepte que se va a sentir
especialmente vulnerable y abrumado, hasta que pueda usted
reajustarse.
Las fronteras
Las fronteras son, obviamente, una idea
estrechamente relacionada con los continentes. Las fronteras deben
ser flexibles, dejando entrar lo que usted quiere y manteniendo
fuera lo que no quiere. Usted no desea dejar fuera
indiscriminadamente a todo el mundo y en todo momento. Usted lo que
quiere es controlar cualquier impulso que lo lleve a mezclarse con
los demás. Esto estaría bien, pero no funciona durante mucho
tiempo, pues acaba perdiendo su autonomía.
Muchas PAS me cuentan que un problema
importante para ellas es el de sus débiles fronteras que hacen que
se vean implicadas en situaciones que no les atañen, permitiendo
que demasiadas personas las perturben, diciendo más de lo que
quieren, dejándose embaucar en los líos de los demás, estrechando
demasiado los lazos, o demasiado rápido, o con personas poco
adecuadas.
Aquí, hay una regla esencial: ¡Las fronteras
precisan de práctica! Que su objetivo sea hacer buenas fronteras.
Está en su derecho de hacerlas es responsabilidad de usted, además
de su más alta fuente de dignidad, pero no se tensione demasiado si
comete algún error. Simplemente, dese cuenta de que lo está
haciendo mucho mejor que antes.
Además de todas las demás razones para
disponer de unas buenas fronteras, usted puede utilizarlas para
dejar fuera la estimulación cuando siente que ya ha tenido
bastante. He conocido a unas cuantas PAS (una en concreto creció en
un proyecto urbanístico masificado) que pueden, a voluntad, dejar
fuera la casi totalidad de la estimulación de su entorno. Es una
habilidad bastante práctica. Sin embargo, ese «a voluntad» es
importante. No me estoy refiriendo a una disociación involuntaria o
a un «crear espacio». Estoy hablando de decidir dejar fuera las
voces y demás sonidos que lo rodean o, al menos, disminuir su
impacto sobre usted.
Así pues, ¿se pone manos a la obra? Vaya y
siéntese junto a la radio. Imagínese rodeado por una especie de
frontera que mantiene fuera lo que usted quiere que se quede fuera.
Esa frontera puede ser de luz, de energía o puede consistir en la
presencia de un protector de confianza. Es probable que, aun así,
siga escuchando palabras, pero niéguese a dejarlas entrar. Después
de un rato, apague la radio y piense en lo que ha experimentado.
¿Se pudo dar a sí mismo el permiso para dejar fuera la emisión de
radio? ¿Pudo sentir esa frontera? Si no, siga intentándolo día a
día; verá cómo mejora.
El mensaje del bebé/cuerpo
1. Por favor, no me hagas llevar más cosas
de las que puedo llevar. Me siento impotente cuando haces eso, y me
hace daño por todas partes. Por favor, por favor, protégeme.
2. Nací así y no puedo cambiar. Sé que a
veces piensas que algo terrible debió de hacerme así, o que al
menos me hizo «peor», pero eso debería generar en ti más simpatía
hacia mí porque, de todas formas, no puedo evitarlo. De todas
formas, no me culpes por como soy.
3. Yo soy algo maravilloso; yo hago que tú
sientas y percibas con mucha más profundidad. En realidad, formo
parte de lo mejor que hay en ti.
4. Revísame con frecuencia y cuida de mí
justo en el momento en que necesito tu ayuda, si te es posible. Si
no puedes, confiaré en que al menos lo estás intentando y que no
tendré que esperar demasiado.
5. Si me tienes que hacer esperar para que
pueda descansar, por favor, pregúntame amablemente si me parece
bien. Si te enfadas conmigo e intentas obligarme, lo único que vas
a conseguir es que me sienta más desdichado y angustiado.
6. No escuches a todas esas personas que te
dicen que me estás mimando demasiado. Tú me conoces. Tú decides.
Sí, a veces quizá me venga bien que me dejes a solas llorando hasta
que me duerma. Pero confía en tu intuición, porque hay veces en que
sabes que estoy demasiado alterado como para que me dejen solo.
Necesito una rutina regular con bastantes atenciones, pero eso no
quiere decir que se me esté mimando demasiado.
7. Cuando estoy exhausto, necesito dormir.
Incluso cuando parezca que estoy plenamente despierto. Para mí es
importante un programa regular y una rutina tranquila antes de irme
a dormir. De otra forma, permaneceré despierto en la cama, con los
ojos muy abiertos durante horas. Necesito mucho tiempo en la cama,
aunque esté despierto. Quizá también lo necesite en la mitad de la
jomada. Por favor, consiéntemelo.
8. Conóceme mejor. Por ejemplo, los
restaurantes ruidosos me parecen absurdos; ¿cómo puede nadie comer
allí? Cosas como ésa me generan un montón de sentimientos.
9. Que mis juguetes sean sencillos y mi vida
no sea complicada. No me lleves a más de una fiesta a la
semana.
10. Con el tiempo, me puedo habituar a todo,
pero no me desenvuelvo bien con un montón de cambios repentinos.
Por favor, planifícalo, aunque los que están contigo puedan
llevarlo sin problemas y tú no quieras ser una carga. Deja que yo
lleve mi ritmo.
11. Pero no quiero que me malcríes.
Concretamente, no quiero que me veas como enfermizo o débil. Soy
maravillosamente listo y fuerte, a mi manera. La verdad es que no
quiero que estés encima de mí. preocupándote por mí todo el día, o
poniendo un montón de excusas en mi lugar. No quiero que se me vea
como un fastidio, ni para ti ni para los demás. Y, por encima de
todo, cuento contigo, para crecer, para descubrir cómo podemos
hacer todo esto.
12. Por favor, no me ignores.
¡Quiéreme!
13. Y quiéreme como soy.
• Trabaje con lo que ha aprendido •
El primer consejo de su yo
bebé/cuerpo
Tómese un poco de tiempo, un día en que no
tenga ninguna prisa y no vaya a ser interrumpido, y se sienta
seguro y de buen talante para la autoexploración. Lo que sigue a
continuación puede evocarle sentimientos intensos, de manera que,
si empieza a sentirse abrumado, reduzca el ritmo o, simplemente,
deténgase. Lo que sigue puede ser también difícil de hacer debido a
las resistencias, que pueden llevar a la mente a divagar, y al
cuerpo a sentirse incómodo o soñoliento. Si ocurre esto, tómelo
como algo natural y adecuado. Inténtelo en diversas ocasiones y
aprecie todo lo que suceda.
PARTE
1
Lea, primero, todas estas instrucciones,
para que, en lo posible, pueda seguirlas sin tener que volver sobre
ellas a medida que avanza.
1. Hágase un ovillo, como si fuera un bebé,
o échese sobre el estómago o la espalda; encuentre la posición que
usted cree que era la suya.
2. Pase de pensar con la cabeza a sentir
emocionalmente desde su cuerpo, tal como lo hace un bebé. Para
ayudarse en esto, respire durante tres minutos muy conscientemente
desde el centro del cuerpo, desde el estómago.
3. Después de las respiraciones, conviértase
en un bebé. Usted piensa que no puede recordar, pero su cuerpo sí
que recuerda. Comience con una imagen del tiempo climático, como en
el ejemplo del comienzo de este capítulo: ¿es un tiempo básicamente
bueno o tormentoso?
O comience con sus más antiguos recuerdos
conscientes, aunque sean de una edad un poco más tardía. También
está bien ser un bebé con una comprensión de un niño un poco más
mayor. Por ejemplo, ese niño ligeramente más mayor puede estar
convencido de que es mejor no llorar para pedir ayuda. Solo está
mejor.
4. Sea especialmente consciente de ser un
bebé altamente sensible.
5. Sea consciente de lo que más
necesita.
PARTE
2
Ahora o posteriormente... De nuevo, lea
todas las instrucciones en primer lugar, para que no tenga que
volver sobre ellas y esto la distraiga.
1. Imagine un hermoso bebé de alrededor de
seis semanas de edad. Es ciertamente pequeñito. Admire su dulzura,
su delicadeza. Sea consciente de que haría casi cualquier cosa para
proteger a este niño.
2. Ahora, dese cuenta de que este
maravilloso bebé es su yo bebé/ cuerpo. Aunque este bebé se parezca
más a algún otro que haya visto recientemente, éste es el bebé de
su imaginación.
3. Ahora, obsérvelo mientras se pone a gemir
y a protestar. Algo le pasa. Pregúntele: «¿Qué puedo hacer por ti?»
Y escuche bien. Es su bebé/cuerpo el que le está hablando.
No se preocupe si está «inventándoselo
todo». Evidentemente, eso es lo que está haciendo, pero su yo
bebé/cuerpo se implicará en algún punto del proceso.
4. Vuelva a preguntar, inicie un diálogo. Si
prevé dificultades para satisfacer las necesidades de este bebé,
coméntelo. Si lamenta algo, discúlpese. Si se enfada o se
entristece, también es bueno saberlo en su relación con el
bebé.
5. No dude en realizar de nuevo cualquier
parte de este ejercicio o en hacerlo de otra forma. Por ejemplo, la
próxima vez, abra simplemente su mente al yo bebé/cuerpo, a
cualquier edad y en cualquier escenario en que quiera
aparecer.