Presentación

Elizabeth Cleghorn Gaskell (1810-1865) Pasó su juventud —las tempranas décadas del siglo XIX— en Knutsford, Cheshire, un pequeño pueblo rural inglés. En un principio se la consideró una escritora de literatura social, pero su propia concepción de la humanidad le permitió lanzarse más allá de la aparente crítica social que abordaba en sus escritos y analizar la esencia del alma del ser humano.

Fue educada y cuidada por los Holland, su familia materna, pues su madre falleció cuando solo tenía 13 meses de edad. En Cheshire, Elizabeth recibió el cariño y la seguridad de sus nuevos padres, que le enseñaron a valorar la familia como un refugio de amor. En realidad, los Holland eran una comunidad que seguía la doctrina «unitaria», nombre con el que se conoce a una secta protestante que proclamaba a Dios como único ser divino y que incluso excluía a su hijo, Jesucristo, de esa concepción. De ese modo, los devotos de esa doctrina subrayaban la mortalidad del ser humano y la importancia de su papel en la sociedad, lo que les permitía ser liberales en sus ideas políticas y tolerantes respecto al culto religioso. Elizabeth heredó una ideología librepensadora que defendía la educación igualitaria en los dos sexos, lo que le ayudó, partiendo de la guía familiar, a leer, pensar y juzgar por sí misma.

Elizabeth Gaskell también descubrió que formar parte de una comunidad tan familiar la conectaba con muchos otros seguidores de este culto y le proporcionaba contactos por toda Inglaterra para poder viajar y ser bien recibida socialmente. Durante una reunión con los miembros de la iglesia unitaria, en Manchester, conoció al que sería su futuro marido. William Gaskell era un pastor unitarista cuyos valores intelectuales y su activa conciencia social enamoraron a la joven. Durante sus primeros años de matrimonio, Elizabeth colaboró estrechamente con él en su labor educativa y social, enseñando en la escuela dominical y ayudando a la clase trabajadora en el dispensario de la parroquia. Los personajes y situaciones de sus novelas Mary Barton y Ruth están basados en hechos y personas reales que vivió y conoció cuando trabajaba en Manchester.

Pero pronto las obligaciones familiares se convirtieron en prioridad para Gaskell, que era una devota madre muy preocupada por el cuidado y educación de sus cuatro hijas, y sus actividades filantrópicas y su labor como escritora pasaron a un segundo plano. Sin embargo, fue su trabajo como autora lo que la salvó de la profunda pena que le causó la muerte de su único hijo, William. Tres años después vería la luz su primera novela: Mary Barton.

Con Mary Barton (1848) la autora buscó llamar la atención de la clase media, a la que ella misma representaba, hacia el sufrimiento de los pobres habitantes de la ciudad. Es una novela sobre el coraje y la supervivencia de la clase trabajadora en una ciudad industrial del norte de Inglaterra, y en ella se describen valores como la lealtad, que permiten a la autora sumergirse de lleno en la exploración del alma humana.

Con Mary Barton Gaskell se ganó las alabanzas de destacadas figuras literarias de la época victoriana, como Carlyle, Kingsley y Dickens, pero la obra también fue criticada con dureza por algunos burgueses adinerados y propietarios de fábricas en Manchester, quienes tacharon el libro de irresponsable y peligrosamente difamatorio en ese tiempo de agitación revolucionaria.

El propio Dickens, que apoyó el talento literario de Elizabeth a lo largo de toda su vida, pidió a Gaskell que escribiera una serie cómica de relatos sobre las escenas de la vida de Cheshire que serían recopilados con el título de Cranford (1851-1853). Dicha obra, resuelta de forma brillante por Gaskell, llegó a ser la más conocida y apreciada de la autora durante más de un siglo.

La siguiente novela de Gaskell, Ruth (1853), causó gran controversia. La obra versa sobre una inocente mujer que cae en desgracia al ser seducida, y quien, embarazada y abandonada por el padre de su hijo, consigue finalmente redimirse a través del sufrimiento. Con esta obra la autora pretendía criticar a la propia sociedad, pero también redimirla de sus valores caducos. Sin embargo, el libro fue prohibido en ciertas librerías e incluso quemado por algunos fanáticos religiosos; pero, a la larga, la obra aseguró su reputación en el mundo literario y permitió considerarla una mujer valiente y una escritora de talento.

Su siguiente novela fue North and south (1854-1855). Margaret Hale, la heroína de dicha obra, es una imagen de la propia Gaskell, y con ella la autora pretende hacer una comparación entre la experiencia gratificante que supuso para ella pasar la juventud en un ámbito rural y el cambio que experimentó al irse a vivir a la ciudad de Manchester. Gaskell plasma en su obra la excitación que provoca encontrarse en un entorno nuevo, pero también las dificultades, los errores y la convicción de que dicho cambio provoca también una inevitable pérdida de la inocencia. Con esta obra, la autora quiso crear una novela integradora, que aceptara la opinión de sus detractores y conjugara la mentalidad de los patronos con las necesidades de la clase trabajadora, pero su libro posterior sobre Charlotte Brontë trajo de nuevo la controversia.

The life of Charlotte Brontë (1857) es la primera obra de Gaskell publicada con su nombre; todas las anteriores habían aparecido de forma anónima. La sociedad victoriana no estaba acostumbrada a que las mujeres pudieran pensar por sí mismas, según sus propios valores. La biografía sobre Charlotte fue el reflejo del alma de una librepensadora que trataba de poner nombres y apellidos a los hechos y a los protagonistas de la familia Brontë. La obra recibió críticas feroces, pero alcanzó una gran popularidad. «Indecoroso» y «antinatural» fueron algunos de los calificativos sobre el libro por parte de sus detractores. En su tercera edición, la obra fue expurgada de todos los hechos que podían resultar escabrosos para la sociedad biempensante, y Gaskell tuvo que retractarse de haber acusado a lady Scott de adulterio con Branwell Brontë, el libertino hermano de Charlotte. Pero lo que realmente molestó a la sociedad conservadora fue que, por primera vez en Inglaterra, una mujer se atrevía a dar una visión cotidiana de la vida de una joven que no era un personaje ilustre, como los que protagonizaban todas las biografías aparecidas hasta la fecha, sino una mujer del pueblo que alcanzaría la fama gracias a sus obras.

Lady Ludlow (1858), la novela que ocupa las páginas siguientes, entronca directamente con Cranford. Gaskell, desfallecida por las polémicas en torno a sus obras, necesitó volver al pasado, rememorar la sociedad y los personajes de siglos atrás y encontrar la paz en la sencillez cotidiana de ese entorno rural tan presente en su feliz infancia. Lady Ludlow —que anticiparía su última obra: Wives and daughters— sería para Gaskell como una definición de la vida. Es una historia dentro de muchas historias, sobre héroes desconocidos y narrada en torno al círculo iniciático de la amistad. Gaskell recuerda su pasado vínculo familiar y comunitario unitarista en esas veladas junto a la impedida Margaret Dawson, maestra de ceremonias; reuniones en las que cada uno de los participantes aporta, en torno a un sofá, la magia de la narración humana. Al año siguiente, Lady Ludlow se incluiría en la antología Round the sofa and other tales, una recopilación de relatos que habían surgido de esas reuniones.

De ese modo Gaskell quiso alejarse de sus obras anteriores, más combativas y denominadas por los críticos como novelas sociales o de ficción industrial, pero volvió a las andadas en su siguiente novela, Sylvia’s lovers (1863), en la que se entregó al drama histórico (las guerras napoleónicas), inmersa en una corriente literaria realista y criticada por su estilo denso y desapasionado.

Finalmente, sus dos últimas obras —la novela corta Cousin Phillis (1863-1864) y su última e inacabada Wives and Daughters (1864-1866)— la convertirán en la auténtica continuadora de la gran Jane Austen. Ambas novelas están inspiradas en el mundo rural del Cheshire de su juventud, un universo reducido y cerrado y una comunidad jerárquicamente asentada en la cual Gaskell ofrece una visión verdaderamente compleja de las relaciones humanas, mucho más que las desarrolladas en los grandes escenarios de sus primeras novelas de literatura social. Esta aparente vuelta al pasado, que dotó a sus últimas obras de una auténtica madurez literaria, guió también sus pasos hacia el final de su vida, y su corazón dejó de latir el 12 de noviembre de 1865. En junio de ese año de 1865 había adquirido una propiedad en Hampshire, un lugar de paz para ella y su marido William. Pero no pudo disfrutar demasiado tiempo de la tierra prometida, pues cinco meses después fue enterrada en Knutsford, su auténtico hogar, donde creció feliz junto a la familia de su tía Hannah.

Nos dejó una mujer valiente, entregada a su familia y al bienestar de todos aquellos que la rodeaban y que había tratado de mostrar en sus escritos que lo verdaderamente importante es la humanidad que todos llevamos dentro. Sobrellevó las críticas y luchó contra una sociedad anclada en las convenciones que no podía aceptar que una mujer pudiera ser tan libre como un hombre para defender sus valores, e incluso estar más capacitada para afrontar las adversidades de un mundo que, poblado de máquinas, parecía haberse olvidado del espíritu interior.

En el periodo posterior a la era victoriana, Gaskell sería considerada una autora local y menor, escorada por el costumbrismo cómico de su obra más conocida, Cranford. Pero en la segunda mitad del siglo XX ha sido recuperada como la gran escritora que es, capaz de abordar el papel de la mujer en un periodo de acusados conflictos sociales.

Ahora, al comienzo del nuevo milenio, nos encontramos con una autora que heredó la obra luminosa de Jane Austen para explorar los complejos y oscuros rincones del alma humana. Lo demás son prejuicios…

ALBERTO SANTOS