CAPÍTULO XVIII
T. X. estaba sentado ante su mesa, con la barbilla entre las manos y sumido en hondas meditaciones. Por grave que fuera el asunto que le embargaba el ánimo, se levantó de un salto para correr al encuentro de la sonriente muchacha que el inspector Mansus, inusitadamente solemne y misterioso, introdujo en su despacho.
Aquel día Belinda estaba radiante. Sus ojos chispeaban con brillo extraordinario.
—Tengo que decirte algo maravilloso y no puedo decírtelo.
—Buen comienzo —contestó T. X., acercándole una silla.
—¡Oh! Pero es que es admirable de veras, más admirable que todo lo que hayas leído en tu vida.
—Estoy intrigadísimo.
—No, no es cosa de broma. Pero es algo que en cuanto lo sepas… te vas a quedar estupefacto.
—Pues venga —dijo T. X. jovialmente.
Belinda negó vigorosamente con la cabeza.
—Es que no puedo decírtelo —replicó.
—Entonces, ¿por qué demonios me lo has anunciado? —preguntó él, lamentándose con razón.
—Porque quería que supieras que yo sé algo.
—¡Oh Dios! —gimió él—. Naturalmente que lo sabes todo. Belinda Mary, eres una chiquilla realmente admirable.
Se sentó en el brazo de la butaca y apoyó la mano en el hombro de la joven.
—Y ¿has venido a invitarme a comer? —preguntó.
—¿En qué estabas pensando cuando yo entré? —preguntó ella a su vez.
—No era nada importante. Ya me has oído hablar de John Lexman, ¿verdad?
Ella asintió, y de nuevo notó T. X. un brillo extraño en su mirada.
—Oye: ¿no estarás mala? —preguntó T. X. con ansiedad—. ¿Te pasa algo?
—No seas tonto. Dime eso de mister Lexman.
—Se marcha a América, y antes de su partida quiere darme una pequeña conferencia.
—¿Una conferencia?
—Parece raro, ¿verdad? Pues eso es justamente lo que pretende.
—Y ¿qué motivos tiene para ello?
T. X. hizo un gesto de desesperación.
—Ése es uno de los misterios que puede que nunca me sean revelados, a menos que…
El detective frunció los labios y miró pensativamente a la muchacha.
—En ocasiones —explicó— se libra una gran batalla en el interior de un hombre, entre toda la mejor y más humana parte de él y la parte profesional más baja. Una de estas partes me incita a escuchar con el mayor interés esta conferencia de John Lexman, y la otra me hace rehuir la prueba.
—Mientras comemos, hablaremos de eso —dijo Belinda prácticamente, sacándole del despacho.