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Pues cuidando, siempre sabiendo la medida, roza

sólo por un momento las moradas de los hombres

un dios imprevisto, y nadie lo sabe, ¿cuándo?

Y entonces lo insolente puede pasar sobre ello,

y al lugar sacro debe venir lo rudo

desde confines lejanos, ejerce ásperamente la locura

y encuentra allí un destino, mas gratitud

nunca sigue después al regalo donado por dios;

ha de captarse con hondo examen.

Así, si el donante no ahorrara

ya desde hace tiempo de la bendición del horno

nos encendería la cumbre y el suelo.