Severiano Amaya, un nueve de área.

 

Las luces de las cámaras, hacían foco en la puerta doble del vestuario visitante, todavía cerrada. Se había especulado mucho durante toda esa semana, sobre la inclusión de Severiano Amaya en el equipo. Una vieja lesión lo tenía mal y la importancia de ese encuentro no permitía que se quedara afuera. Entre algodones y entrenamientos diferenciados, transcurrió la vida del delantero desde el último partido. No hubo partes médicos ni declaraciones para la prensa. El trabajo del plantel estuvo vedado al periodismo, y la formación inicial era un misterio. Si ganaban, no sólo le arrebataban la punta al líder del torneo; lo dejaban también sin invicto. Si perdían, quedaban a cinco puntos con dos fechas por delante. El margen era más que exiguo.

La situación de Severiano revestía otro tinte dramático y no se vislumbraba un cambio en lo inmediato. A pesar de los dolores, se mantenía en la puja por el liderazgo en la tabla de goleadores, y los rumores crecían en torno a su prometedor futuro en el exterior. Había un detalle que no era menor; su contrato vencía al término del campeonato, y las conversaciones se venían dilatando por falta de una “propuesta seria” de parte de la dirigencia del club. Claro que la definición de “seria” para su representante, se traducía en seis ceros y billetes de color verde, acompañando al número tres, por el término de un año. El monto no entraba en el presupuesto actual, aunque era la voluntad de la Comisión Directiva retener al goleador, que se encontraba en el club desde hacía ya más de tres años y sin haber tenido nunca, inconvenientes para llevarse el dinero que había arreglado. Había una oferta concreta de España, pero el fax permanecía sin respuesta en el despacho del Presidente. La intención del representante del “Facha” Amaya, era obtener la libertad de acción, para salir a negociar por su lado con el club ibérico.

Los periodistas esperaban la salida de los jugadores, ubicados detrás del vallado perimetral que les impedía abordar a los protagonistas cuando se retiraran del vestuario. Todos los comentarios giraban en torno al rendimiento del nueve, y de la importancia de su entrada en el segundo tiempo para tratar de romper el cero. El encuentro se había caracterizado por la lucha en el medio campo, y las pocas situaciones que hubo cerca de las áreas, se debieron al estudio previo de los técnicos, que jugaron primero a no perder, y después, a generar algún peligro gracias a la fortuna de algún pelotazo o el desorden contrario.

- Fue un partido muy táctico. - Explicaba un comentarista especializado.

- ¡Qué partido de mierda! - Balbuceaba un fanático pateando todos los vasos plásticos que encontraba en su camino a la calle.

- ¡Decí que ganamos! - Lo conformaba un amigo.

- ¡Porque lo tenemos al Facha! Porque si no… - Sentenciaba con seguridad.

Ante el mutismo del director técnico y la expectativa que había despertado el enfrentamiento en los días previos, los programas de radio y televisión comparaban las realidades de ambos conjuntos y las posibilidades de cada uno. Entretejían distintas alternativas y especulaban sobre el fixture que tenían por delante, y el peso de la historia y experiencia de cada uno de los planteles. Armaban historiales entre ambos equipos, de local, de visitante; cuándo fue la última vez que uno le había ganado al otro, y desde cuándo tal o cuál no perdía en circunstancias parecidas o posibilidades matemáticas de consagrarse campeón.

Les faltaba un dato importante. La audiencia quería tener la noticia del estado de la lesión “del Facha”. Los hinchas propios, porque “todas las veces que enfrentó al clásico rival, les convirtió”; como si ese dato inequívoco les entregara por anticipado la seguridad de embolsar los tres puntos de antemano. Para el equipo puntero, la ausencia del goleador era una carta abierta y una preocupación menos, teniendo en cuenta que la presión del invicto se hacía insoportable y en las últimas tres fechas, habían arañado apenas el empate, y jugando mal. Todos los condimentos hacían presumir que del resultado de este partido, se abriría el camino para uno u otro.

 

Panelistas televisivos, invitados y hasta los mismos conductores, opinaban acerca de las complicaciones de la pubalgia que sufría Severiano Amaya y de su prolongada recuperación. Elaboraban explicaciones sobre la semiología y las limitaciones que provocaba a la hora de intentar moverse en ritmo de partido, y hasta hubo algún corajudo que se animó a dibujar un esquema, desarrollando conceptos biomecánicos al punto tal que le resultó imposible salir del laberinto en el que se introdujo, tratando de recordar la función de las distintas riendas musculares que intervienen en la dinámica del pubis, y ya no pudo sortear la pregunta inocente pero letal lanzada por uno de los experimentados comentaristas: ¿Pubalgia o Pubialgia? ¿Es lo mismo? ¿Pero “el Facha” sufre de pubalgia o arrastra una tendinitis proximal en un aductor? ¿O la tendinitis le causó la pubialgia? Y lo que pareció armado para dilucidar la patología, terminó en una discusión insalvable, que sólo pudo ser superada por la oportuna intervención del conductor, que gracias a la locución y pomo en mano, de una crema anti inflamatoria que auspiciaba el bloque, salió elegantemente del desafortunado episodio.

- Por eso, para que no tengas que sufrir los perjuicios de esas lesiones complejas, usá DESTRUCTOR; un potente aliado para el deportista, en envases de 50 y de 100… ¡Vamos a la pausa; dale! ¡Ya venimos! -

Luego del receso publicitario, una nueva discusión ganó protagonismo en el piso del canal, y los llamados telefónicos que permitía su emisión en vivo, conjeturaban sobre el rendimiento de Severiano Amaya y sus posibilidades ciertas de mudar sus goles al viejo continente.

- ¿Se va, o se queda? - El conductor dejó picando la primera pregunta, y trataba de presupuestar la cantidad de goles obtenidos en el torneo, para saber de boca de los futbolistas presentes en el panel, si el Facha valía los tres millones de dólares que proponía como piso, su representante. Indefectiblemente se cayó en las comparaciones de las cifras que se manejan en el exterior, y la imposibilidad de los clubes argentinos de estar a la altura de las pretensiones de los futbolistas, como para impedir que emigren a la primera oferta. Coincidían en que un club que mantiene un pasivo de más de veinte millones de pesos, no puede sostener contratos por tres  millones de dólares al año, y que la economía de ninguna institución subsiste en el tiempo si se embarca en semejante despropósito. Buscaban las causas probables de la falta de acuerdo para la firma de un nuevo contrato, y estaban los que tomaban posturas conservadoras, poniéndose en la piel de los dirigentes y defendiendo las arcas ya vacías del club. Otros más incisivos, apuntaban a una premeditada estrategia del jugador, influenciado por su representante, para llevar al extremo las negociaciones y arribar a un arreglo “elegante” en el que ambos se beneficiaran y permitieran el progreso del goleador con su salida del club en busca de un mercado con otra realidad económica. A todo esto, se preguntaban sobre la postura del jugador. Nadie conocía a ciencia cierta, cuál era su pensamiento más allá de las escasas declaraciones evasivas, con frases hechas y que no aclaraban nada. Yo estoy bien en este club y estoy pensando en los tres partidos que faltan. Yo estoy tranquilo y me mantengo ajeno a las especulaciones. Yo quiero ponerme bien; claro que quiero jugar y salir campeón con este club, para darle una alegría a la gente. Y alguna otra.

Poco quedaba del pibe mendocino que se inició en su provincia, en el mismo club que lo hizo debutar en primera, en el Nacional B del 2007. Su paso fugaz por la divisional estuvo ligado a su producción goleadora, y su futuro cambió a poco de debutar, para incorporarse a su actual equipo, con una incidencia personal inmediata en la cosecha de goles a lo largo de su primera campaña, en el 2008.

Su personalidad lo condujo por los pasillos de todos los canales de televisión, y aparecía de tanto en tanto, en algún programa de chimentos, convocado para opinar sobre temas que no siempre estaban vinculados al mundo del fútbol. Dueño de un físico trabajado y catalogado por las revistas de la farándula como uno de los máximos exponentes metrosexuales del ambiente deportivo, portaba sin prurito su apelativo de “Facha”, y no era raro escuchar comentarios o encontrarlo involucrado en relaciones no del todo claras con modelos u otro tipo de mujeres conocidas y mediáticas. Ya en Mendoza y mucho antes incluso, de ser profesional, era conocida su reputación de mujeriego, y su capacidad de conquista no tenía límites. Con su pase a un club de primera y gracias a la trascendencia ganada merced a sus goles, no resultaba extraño encontrarlo en boliches de moda, rodeado siempre de compañía femenina.

Su intervención locuaz y sus declaraciones filosas a la prensa, lo mantenían casi permanentemente en el aire radial y en las principales publicaciones de los diarios y revistas deportivas. Dueño de una conducta irritante dentro del terreno de juego, necesitaba realmente poco para alterar a sus rivales, y era frecuente observarlo discutir con sus marcadores, cuando no cruzaba algún manotazo fuera de lugar, con el único propósito de desencajarlo para sacarlo del partido.  No había motivos de cuestionamientos de parte de sus compañeros. Era el primero en colaborar y bajar a buscar la pelota cuando no le llegaba, y no escatimaba en poner la pierna fuerte o ir al piso cuando fuese necesario. Tenía la ubicación precisa del arco incorporada en su mente, y aun de espaldas o con los ojos cerrados, era capaz de atinarle, incluso cayéndose o cuando parecía estar cercado o casi sin espacio para lanzar el disparo. Goleador por naturaleza, y con una inteligencia suficiente para buscar el hueco justo en la defensa y abrirse el camino hacia el remate franco; cabeceador y explosivo en el salto. Tenía las condiciones para lucirse en cualquier equipo, y con sus veinticuatro años y tres de experiencia en primera en un club acostumbrado a pelear el campeonato todos los años, era inevitable pensar en que sus días en el país, estaban contados.

Todo parecía encaminarlo a convertirse en el máximo artillero del torneo Apertura del 2009, pero faltando cinco fechas, comenzó a maltratarlo un dolor agudo en el pubis, que se exacerbaba al impactar de lleno la pelota y se volvía intolerable. Llegó a jugar los primeros cuarenta y cinco minutos de los dos encuentros siguientes, en los que debió abandonar el terreno por los intensos dolores, por lo que fue necesario en el segundo caso, subirlo a la camilla y retirarlo en el carrito médico. Los restantes encuentros, lo encontraron marginado y pendiente del desarrollo por televisión.

Le realizaron todo tipo de estudios, para confirmar lo que ya sabían con la inspección y la sintomatología referida por el jugador.

- Tenés una pubalgia, sentenció el médico del plantel sin rodeos. - La cara del goleador se transformó, como si hubiera visto al mismísimo diablo. Presumía que estaría afuera por un tiempo prolongado, y la situación no le resultó para nada agradable. La radiografía de frente no mostraba ningún dato relevante, pero la solicitada con apoyo monopodal26, reveló el desplazamiento en altura de una carilla articular de la sínfisis púbica27 sobre la otra, debido a una notable diastasis28.

-  ¡Lo supuse! Por eso te la pedí… ¿Ves la línea interrumpida entre los dos huesos? – Le señalaba el doctor en la placa radiográfica.

- Fijate que los huesos están separados; ésta es la sínfisis púbica. Cuando estás parado en un pie, los huesos se desplazan y provocan un movimiento de cizallamiento29 que no es propio de la articulación.

- Ahhhh… - Comentaba el Facha, sin interpretar absolutamente nada de lo que escuchaba.

- ¿Y eso es malo?

-  Ni bueno, ni malo… Es un signo que aparece algunas veces y predispone la aparición de la pubalgia.

- ¿Y se opera?

-  Esperemos que no haga falta. Estás en las manos del kinesiólogo. Vas a tener que hacer todo lo que te diga. Hacé de cuenta que es tu viejo y si no le hacés caso, te caga a patadas en el culo…

-  ¡Eso sí lo entendí! -

El técnico se interiorizó del caso después de que el médico y el kinesiólogo inspeccionaron la resonancia magnética.

- ¿Será para mucho? – Temiendo que lo que oiría no le caería para nada bien.

-  Mirá… - Arrancó el traumatólogo.

-   Severiano tiene la combinación de signos que los libros llaman “La Tríada Trágica”: Una excesiva curvatura lumbar (Hiperlordosis), debilidad muscular abdominal, y potentes miembros inferiores, con una marcada hipertrofia aductora30. Todo eso junto, hace que las cargas se repartan mal y el pubis se resienta. La resonancia muestra una tendinitis importante en el aproximador mediano izquierdo. De ahí, el dolor se extiende a toda la región.

-  ¿Y si lo infiltramos? ¿No aguanta?

-  Se puede, pero es pan para hoy y hambre para mañana. Hay que acomodar el despelote que tiene con las riendas musculares. Si no, no se le va más.

-  Faltan tres fechas…

-  ¡Olvidate! Lo mejor es pararlo ahora y que se recupere para arrancar la pretemporada a la par del resto.

-  ¡La puta madre, che!

 Y así fue. “El Facha” se perdió el final del campeonato y pasó el tiempo de receso confinado entre el gimnasio y el consultorio de kinesiología. A pesar de su lesión, trataba de mantener el humor. No era raro escucharlo hablar con el médico sobre temas que no estaban vinculados a su recuperación. Dedicaba su tiempo fuera de la práctica deportiva, para salir hasta altas horas y terminar casi siempre, acompañado.

- ¿No tenés un ayudín31, tordo? – Le pedía reiteradamente, guiñándole un ojo y enrollando su índice derecho sobre el pulgar de la misma mano, dejando un hueco circular en el centro, graficando el tamaño del comprimido.

- Una azulita, tordo…

-  ¿Para qué querés?  Vos no necesitás esas porquerías…

-  Dale, tordo. ¿Todas para vos las guardás? ¡Repartí un poco con los pibes…!

- Vos estás equivocado. No son caramelos…

- ¿Sabés lo duro que es estar afuera? ¿Qué querés que haga? Me tengo que distraer un poco… Si no me vuelvo loco.

- ¡Dejate de joder, Severiano!...

- Bueno…Yo que te iba a presentar a una amiga…Ja, ja, ja.

Le llevó cuarenta y cinco días deshacerse de los dolores y la lesión parecía marchar camino al olvido. Severiano realizó los trabajos físicos de comienzo de temporada sin problemas, y con toda la bronca acumulada por haberse quedado a dos goles de quien lo dejó con las manos vacías.

Marcó cuatro goles en las tres primeras fechas, y se lo veía bien físicamente. Pero fue después de ir a trabar una pelota con la pierna estirada, que el cimbronazo le hizo estallar nuevamente el pubis, como el primer día, y ya no volvió a ser el mismo de principio de campeonato. A estas alturas, los rumores de una posible transferencia cobraban cada día mayor solidez, y Severiano estaba decidido a irse, aunque no mencionara nada al respecto.

El desarrollo del torneo puso a su equipo de nuevo en lo más alto y con sus goles todo parecía marchar a la conquista de otro título. Sin que cobrara difusión periodística, “el Facha” dedicaba una hora diaria a los ejercicios recomendados por el kinesiólogo para recuperarse, y realizaba su sesión de fisioterapia, algunas veces antes, y otras después del entrenamiento. A cinco partidos del cierre, y en condición de local contra un rival que en los papeles no parecía de cuidado, el equipo cayó inesperadamente, dejando la punta del certamen. Justo en ese encuentro, Amaya no jugó por deber cumplir una fecha de suspensión por acumulación de amarillas, por lo que no buscaron otra excusa más que la ausencia del delantero, para justificarse del horrendo desenvolvimiento colectivo de esa tarde.

El regreso del goleador el siguiente domingo, le dio un poco de oxígeno al tambaleante rendimiento de un equipo que creía estar para campeón, pero que no hacía pie en la punta y ahora miraba con recelo a quien lo había despojado del privilegio. En la primera que tuvo, “el Facha” arremetió dentro del área con el cuchillo entre los dientes, afirmado al piso y sacándose de encima con el cuerpo al mal parado defensor. Quedó solo frente al arquero, y con un movimiento de cintura lo desparramó por el suelo. Éste desde allí, no renunció en su intento de evitar el gol, y lo enganchó por su pie de apoyo con la mano izquierda, generando la sanción del penal y su expulsión directa por último recurso. Severiano puso el uno a cero a los ocho minutos del primer tiempo, con un arquero frío y sin posibilidades de entrar en juego antes de retroceder para ir a buscar la primera pelota, al fondo del arco.

Si el encuentro hubiese terminado allí, nadie hubiera objetado nada. El resto estuvo de más. No hubo demasiado para ver en los casi ochenta minutos restantes. El puntero entregó dos puntos que por entonces valían mucho, y no logró superar su obstáculo en calidad de visitante. A tres del final, el próximo partido les vería las caras frente a frente. El equipo del Facha quería ganar; era la oportunidad de descontarle en forma directa y bajarlo de la punta. Quedando nueve puntos por delante, esos tres eran imprescindibles.

El marco de público reflejaba una verdadera final por anticipado, y así quedó expuesto en las largas colas en los días previos, cuando se habilitó la venta de las entradas. La multitud colmó el estadio y la noticia de la presencia de Severiano Amaya en el banco, motivó sensaciones ambiguas. Para los hinchas propios, la duda sobre su condición física y la expectativa de poder verlo unos minutos en cancha, si la cosa se complicaba, y además, con la responsabilidad de ingresar para definir. Nada menos. Del otro lado, la certeza de que no estaba del todo bien; de otro modo no guardarían la carta de gol en el banco de suplentes. Y la espina del historial que les jugaba en contra; siempre que jugó en esa cancha, la metió. Si fuese posible, le enrejarían el banco para que no pudiese entrar en juego; eso era seguro.

Unos y otros vieron develadas todas sus dudas al plantarse los protagonistas en el terreno para dar inicio a la segunda etapa. Luego de un primer tiempo apretado y con mucha lucha en el medio, con dos equipos que se pararon con dos líneas de cuatro y no ofrecían demasiado, el cartel del cuarto árbitro en lo alto por fuera del centro de la cancha, exhibía el número nueve.

- Cambio en el equipo visitante: Ingresa con el nueve, Severiano Amaya. - Anunció la voz del estadio, y la ovación llegó desde su parcialidad, mientras en la tribuna contraria, surgían por lo bajo todo tipo de reproches y maldiciones.

- ¡La puta que te parió, Amaya! ¡Este hijo de puta nos va a vacunar de nuevo! -

Cuarenta minutos duró la intriga. La única llegada neta del Facha, apareado por un marcador condicionado por una tarjeta amarilla en el primer tiempo y que le perdonó la vida, le brindó la comodidad de sacar el remate cruzado y potente, que se clavó arriba, por el segundo palo de un arquero que se estiró y alcanzó a desviarla, pero no lo suficiente como para impedir que se le colara a escasos cinco minutos del final.

El grito desahogó la tensión y Severiano salió disparado hacia el alambrado de la popular, revoleando la camiseta y trepándose varios metros a ofrendarle su festejo a la hinchada. El juego se demoró más de cuatro minutos en continuar, y se extendió hasta los cincuenta. El Facha se llevó la amarilla por los excesos, pero ya poco importaba. El pitazo del cierre provocó un nuevo estallido para la visita, y la victoria los ponía otra vez a tiro de campeonar.

Los noteros aguardaban la salida de los protagonistas y se adelantaban a los acontecimientos.

- ¿Y ahora? ¿Cuánto aumentó el contrato del Facha? ¿Cambiarán las pretensiones del goleador? ¿Se quedará para jugar la Copa? -

La puerta del vestuario se abrió, y todos los cronistas pujaban por la palabra de Amaya.

- ¡Facha! ¡Facha! Por acá; estamos en vivo, Facha. ¿Te pusiste la capa de súperman y saliste a ganar el partido que parecía cerrado con un empate?

- No… Creo que todo el equipo quería ganar. Sabíamos que si le quitábamos los espacios y no nos desordenábamos íbamos a generar las situaciones. Ellos se cerraron bien atrás y defendieron muy bien. Tuve la suerte de concretar la única que tuve, pero hoy el héroe fue todo el equipo.

- ¿La gente puede ilusionarse con el campeonato? Faltan dos fechas y le quitaron la punta y el invicto al único con posibilidades matemáticas…

-  Sí… Sabemos que dependemos de nosotros. Sabemos que quedan dos finales más, pero estamos metidos para ganar lo que queda. Queremos darle una alegría a toda esta gente y nos vamos a matar para dar la vuelta…

- ¿Te quedás, Facha? Digo, porque suena con fuerza que tu futuro está en el exterior…

- No…No sé nada. Estoy metido en lo que falta y quiero salir campeón. Después que termine el campeonato veremos… Hay que estar tranquilo…

Gracias Facha. Seguí disfrutando con tus compañeros. Ustedes en estudios. -

El goleador se alejó rumbo al micro que conducía al plantel hacia la sede de su club. El celular del Facha sonó, y Severiano tomó la llamada.

- ¡Listo, Facha! Ya está abrochado, eh. Cuando llegues al club, andate para el lugar donde nos juntamos con el gallego. El Presidente va para allá.

-  Bueno, bueno.

El diario deportivo del martes sorprendió con su tapa. Mostraba la foto del Facha despachando su equipaje en Ezeiza, en la tarde del lunes. Un título sugestivo sembraba dudas sobre una negociación imprevista. “¿Pasaje de ida? Severiano Amaya abandonó el país ayer por la tarde con rumbo a España. ¿Estará de vuelta antes del domingo?”

No tardaron en llegar las aclaraciones y desmentidas. El mismo Presidente del Club confirmó el viaje, pero lo justificó argumentando que era para hacerse unos estudios médicos. A los pocos días, un baldazo de agua fría sacudió a los hinchas. Severiano no jugaría los dos partidos restantes “por haberse resentido” de su pubalgia. De los seis puntos posibles, el equipo sólo pudo cosechar uno, y aunque su único perseguidor consiguió una victoria y cayó en la última fecha, le alcanzó para sacarle el título.

Mucho se habló de las negociaciones que terminaron con la salida prematura del Facha. Nunca hubo una versión oficial, aunque la campana que sonó con más fuerza, hablaba de una reunión entre el jugador y su representante, con el Presidente, el Vice y el asesor legal por el lado del Club. Según trascendió, el Club español ofreció quinientos mil dólares a cambio de la cesión inmediata del futbolista en concepto de indemnización, para permitirle comenzar con un tratamiento de rehabilitación para su lesión, y otros quinientos mil “limpios” de la futura venta. Fue la única oferta. De lo contrario, en dos semanas terminaba el vínculo y la libertad de acción del Facha Amaya, dejaba con los bolsillos vacíos a la Institución. Lo peor del caso fue que la determinación, lo privó a Severiano de despedirse de sus compañeros y de la hinchada a la que quería tanto. ¿Lo privó de despedirse de sus compañeros y de la hinchada a la que quería tanto? ¡Qué lástima, Facha! ¡Qué le vamos a hacer! El fútbol tiene esas cosas…