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19 de junio de 1920
Mi Bebé pequeñito:
Quizás aún pueda ir a esperarte allá arriba, pero no me has dicho dónde, ni me has confirmado la hora. No quise llamarte por teléfono por dos razones; la primera porque resulta desagradable telefonear así, incluso dando un recado «falso», a una oficina donde es tu primer día; la segunda, porque no dispongo de un teléfono desde el cual hablar sin que otros me oigan, y no quiero hablarte de un modo que los demás conozcan. Los tres teléfonos de los que hablo son: uno en el Café Arcada, y hablar allí es hablar en público; otro en la Papelería Vieira, que supone las mismas condiciones; y el tercero en una oficina a la que voy, pero ese teléfono se encuentra en la sala principal, donde están los empleados. Espero, entonces, una situación mejor y una ocasión propicia para hablarte y para verte cerca de la avenida Almirante Reis.
La empresa continúa en su etapa de organización. Estoy mal de salud y muy nervioso, pero eso no tiene importancia. Apenas tengo tiempo para escribir.
Mañana paso por tu calle, yendo por la Baixa, por el lado del Conde Barão, entre las doce y las doce y media.
Adiós, Ibis mía. Estoy muy cansado.
Muchos besos de tu, muy tuyo,
Fernando