3. Insomnios
A pesar de estar agotada no podía dormir. Encendí la tele de mi habitación y me distraje en cambiar de un canal a otro, sin casi volumen y sin ver nada en concreto. Me levanté, fui a la cocina a tomar un vaso de leche pensando que tal vez así Morfeo se acordaría de mi… pero ni con esas. Cuando por fin me quedé dormida, faltaba ya poco para que amaneciera. Pensé que estaba soñando cuando escuché la voz de mi hijo pequeño susurrándome al oído.
—Mamá, ¿estás despierta?
Al abrir los ojos observé cómo me miraba con atención. Me incorporé pensando que le pasaba algo.
—¿Qué ocurre, cariño?
Empezó a preguntar si podía ir a ver la televisión insistiendo una y otra vez.
Pensé que era inútil intentar no escuchar a Alejandro cuando se ponía pesado e intentaba que cediera a sus caprichos.
—Mamá, ¿puedo?
—Es muy temprano, Alex. ¿Por qué no te acuestas aquí conmigo? —pregunté al tiempo que alzaba la ropa de la cama. Pero él seguía de pie observándome, vestido con el pijama de Batman que le había regalado la abuela en su cumpleaños. Solo eran las nueve.
—¿Puedo, mamá? —insistió.
—Está bien. Ven.
Se sentó a mi lado y se apoderó del mando del televisor, que estaba sobre la mesita. Lo observé, tiene mi mismo color de pelo, castaño rojizo, los ojos verdosos, y es el que más se parece a los Sanz, la parte celta de mi madre, como solía decir siempre mi padre. Es curioso esto de la genética, tengo tres hijos y todos diferentes. Daniel es igual que Miguel, rubio y de ojos azules, Alex igual que yo, y Vicky una mezcla de ambos, de pelo castaño claro y ojos color miel.
—Quiero ver unos dibujos que van a repetir ahora, anoche Dani no me dejó verlos porque puso una película —dijo subiendo el volumen.
Me estiré sobre la cama y lo miré con detenimiento… Mis otros dos hijos piensan que lo malcrío y le consiento en exceso, pero cuesta tanto verlos crecer, que me aferró a la idea de que aún es pequeño para poder besarle y abrazarle sin que proteste mucho. Con los mayores es imposible, ya he desistido…
—Y, ¿tu hermana qué estuvo haciendo? —pregunté.
—Estuvo viendo esta tele con Jorge…
No sabía si había escuchado bien o lo había imaginado. ¿Había dicho «Jorge»?
—¿Ehhh? —pregunté—. ¿Has dicho «con Jorge»?
—Sí, estuvo aquí cenando pizza con nosotros, y luego vinieron a esta habitación a ver no sé qué, yo estuve jugando en el ordenador…
—¿Y a qué hora se fue?
Se encogió de hombros.
—No sé…
Rebobiné en un segundo todo lo que Alex me había dicho y decidida fui al cuarto de mi hija.
—Vicky, levántate ya. Tenemos que hablar. ¿Me oyes?
No se movió. Volví a mencionar su nombre, esta vez alzando más la voz, aunque no deseaba enfadarme, solo necesitaba oír su versión.
Abrió los ojos y me miró.
—¿Quéééééééé? —preguntó con rabia.
—Tenemos que hablar, haz el favor de levantarte.
Me conocía. Sabía muy bien que lo que le fuera a decir no le iba a gustar nada. Intentó escabullirse.
—Es sábado, mamá. Déjame dormir…
Tiré de la colcha. Ya estaba empezando a alterarme.
—Quiero hablar contigo. Escúchame…
Se incorporó. Me miró molesta.
—¿Qué pasa? —preguntó con chulería como si no lo supiera.
Le reproché que hubiera invitado a Jorge sin mi permiso. Puso una mueca de disgusto y bostezó.
—Vaya, han tardado mucho en decírtelo. ¿Quién ha sido? ¿El bocazas de Dani?
—No, ha sido Alejandro. Pero eso no es lo que importa.
Bostezó otra vez.
—Se presentó aquí, no iba a echarlo —respondió con calma.
Debió pensar que me lo iba a tragar.
—Tú te crees que soy idiota, por lo que veo —dije.
—Si no me quieres creer…
—Pues claro que no te creo.
Se calló.
—Ya veo lo mucho que puedo confiar en ti —afirmé.
—¿Vas a echarme la bronca? —preguntó ofendida—. ¿Después de que tuve que pasarme toda la noche de canguro?
¿Era eso? Nunca salía y para una vez que lo hacía, ¿le molestaba quedarse una noche en casa?
—Si tanto te molestaba, haberme dicho que no, y no hubiera salido.
—Ya, cualquiera te aguanta si te digo que no…
—No seas egoísta, Vicky. Sabes que nunca te he dejado a cargo de tus hermanos para irme de fiesta. Lo de anoche fue una cena de trabajo. Si trabajo tanto es porque quiero que a vosotros no os falte de nada, podáis vestiros como os gusta y daros caprichos. No me parece justo que me hables así…
—También papá lo hace, no eres tú sola —replicó al tiempo que se calzaba las zapatillas.
Reconozco que eso me indignó más.
—Sí, muy bien. Tu padre también lo hace, después de todo es lo único que sabe hacer, pasar un cheque mensual… Tal vez debería de preocuparse de algo más que eso, ¿no te parece? Porque…
No me dejó terminar. Salió de la habitación y me dejó con la palabra en la boca, algo que hace cada vez con más frecuencia. Suspiré. Decidí dejarlo pasar. Un fin de semana con Vicky enfadada podía ser terrorífico. No soporto que no me hable. En eso es igual que su padre, si discutíamos podía pasarse horas sin dirigirme la palabra… con mi hija ya he comprobado que puede ser el día entero, y me provoca tal disgusto que luego no levanto cabeza hasta que vuelvo a verla sonreír de nuevo…