12 Tú saltas, yo salto
Los meseros servían con delicadeza el vino en cada copa de la mesa. Todos lucían elegantes y refinados. El lugar era un hermoso restaurante en las colinas de Buenos Aires que tenía una vista preciosa en el jardín principal. La decoración era solemne con flores blancas y velas e incluso antorchas en la entrada. Harry había llegado solo unos días antes pero no se había visto con Bianca y eso la ponía de los nervios. Finalmente entraron en la propiedad junto a los guardaespaldas de la familia Reed.
Cuando finalmente se vieron, Bianca sintió alivio por encontrar en él el amigo que siempre fue, el confidente y el cómplice que tanto necesitaba. Ese primer acercamiento fue perfecto. Él no le gustaba tanto físicamente pero en su corazón él tenía un lugar y era un lugar muy importante.
Esa noche no se trató de ninguno de los dos sino del hecho, del matrimonio y de la firma.
Los medios tomaban fotos, todo era un concierto de hipocresía y sonrisas falsas. Ni las palabras de felicitación fueron sinceras pues fueron escritas cuidadosamente por los abogados de ambas partes.
Bianca sentía la presión en todo su esplendor, respiraba con dificultad y empezó a dolerle la cabeza. No podía comer pues el estómago se le había apretado. Los miraba a todos y sentía que la observaban con mirada inquisidora. Las manos empezaron a hormiguearle y sentía que se dormían, luego el hormigueo subió por sus brazos hasta su pecho y sentía que no podía respirar. Llegó hasta su rostro y cuando se levantó de la mesa para buscar aire se desmayó.
Pobre Bianca, ya no sabía que pensar o como actuar, estaba atrapada. Necesitaba ayuda y la necesitaba urgente, lo necesitaba a él.
Cuando abrió los ojos estaba en una camilla, era la enfermería del restaurante.
—¿Cómo te sientes? —Era Harry, tenía sus ojos puestos en ella. La habitación estaba sola excepto por ellos.
—Mareada. —Dijo Bianca y pasó saliva con dificultad. Tenía unos cojines en sus pies que los elevaban. —¿Qué pasó?
—Te desmayaste. Pero no te preocupes mi padre se ha encargado de todo, solo fueron los nervios del momento, ¿de acuerdo?
Bianca respiró profundo y cerró los ojos. —Siento que no puedo con todo esto.
—Pues tienes que poder. —El rostro inexpresivo de Harry confundía a Bianca. —Tenemos que hacerlo y hacerlo bien. Ya lo hemos planeado mucho, tienes que estar preparada Bianca.
—Lo sé Harry pero siento que esto no soy yo.
—¿Qué, qué parte? Tú y yo somos los mismos. ¿No quieres esto, no quieres una vida conmigo?
—Sí Harry pero Dios, ya te dije, no estoy lista.
—¿Cuándo vas a estar lista?, ¡carajo!
—Lo siento yo... —El celular de Bianca vibró en el diminuto bolsillo de su vestido. Sabía que sería una descortesía verlo frente a él pero no pudo evitarlo. Lo sacó y leyó:
‘Oryga bone 35074’ seguido de ‘O’ del mismo destinatario.
Eso solo significaba una cosa, Ortega y Gasset, la bodega negra a las 3 y 50 de la mañana. De seguro Cristobal estaría allí así que si quería verlo, si tanto lo necesitaba debía ir. Pensar en él la descontrolaba, la sacaba de sí y en ese momento ya no le importaba nada, absolutamente nada que no fuera Cristobal.
Miró a Harry y el estaba sentado cruzado de brazos. Bianca se puso de pié y sin dudarlo le dijo con su mirada que se iba. No necesitaban palabras, ellos se leían como libros. Él supo en ese momento que se trataba de un chico, era un chico el que se interponía entre ellos.
—Si te vas no vuelvas. —La interrumpió mientras estaba de espaldas saliendo por la puerta, Bianca se detuvo y le dijo.
—Lo que voy a hacer me lo has hecho mil veces.
Y cerró la puerta de un portazo.
Corrió, corrió y corrió. Salió de la zona del mirador y tan pronto pasó un taxi lo detuvo. Subió y en 15 minutos llegó a la calle Ortega y Gasset. Su corazón latía tan fuerte que sentía que se le iba a salir. Estaba sudando y emocionada. Lo sentía en su corazón, sentía que lo vería, era su energía estaba cerca de ella, nunca se había ido.
En la puerta del lugar el personal encargado de las requisas la reconocieron y la dejaron entrar sin hacerle ninguna pregunta. Bianca ingresó y se sintió atrapada por la oscuridad y la música, era fuerte, pulsada y los bajos hacían saltar su corazón, al fondo de las mesas que estaban repletas de jóvenes semidesnudas y hombres mayores adinerados consumiendo cocaína estaba un altillo y en él la banda de Cristobal.
Cuando él la vio todo en su mundo se detuvo, estaba hermosa, despeinada y agitada como a él le encantaba verla. Sus ojos se encontraron y no se separaron. Todo en el ambiente los incitaba a entregarse a sus cuerpos inmediatamente. Bianca sentía que sus rodillas temblaban de la emoción.
Cristobal bajó lentamente del altillo mientras seguía tocando el bajo y se acercó a ella. Se acercó lentamente hasta quedar a centímetros de su rostro. Ambos respiraban agitados y sus labios no se detuvieron en besarse. Ella puso sus manos suavemente en sus mejillas y lo besó como si fuera la primera vez. Su beso fue tan apasionado que Cristobal soltó las cuerdas del bajo para poner su mano sobre su cintura y acercarla a él.
Sentían que el mundo les pertenecía y que ya nada podría separarlos.
La canción terminó y la banda se bajó para darle paso al dj. Cristobal la tomó de la mano y justo cuando iba a dar un paso un guardia de seguridad del lugar la detuvo.
—¿Para dónde crees que vas? Eres un ofrecimiento. —Le dijo y la sujetó por el brazo.
—¿Ofrecimiento? —Dijo ella sin entender.
—¿Te mandaron algún mensaje con una letra? —Le preguntó Cristobal al oído.
—Sí. —Respondió ella.
—Mierda no debiste venir.
La banda de Cristobal se acercó para saber cuál era el problema, él los miró y ellos entendieron que había un inconveniente con Bianca. Se fijaron en como la tenía sujeta el guardia del brazo y supieron que no era nada bueno.
Tenían que actuar rápido.
Charlie empujó al guardia quien se desequilibró y se fue al suelo junto con Bianca. Al tiempo Cristobal se quitó el bajo y la jaló para separarla del guardia, los chicos de la banda se fueron encima del hombre mientras ellos salían corriendo. Todo pasó tan rápido que no pudieron ni pensar. Solo actuaban según la emoción del momento.
Todos los guardias del lugar se alertaron y los persiguieron mientras Cristobal se llevaba a Bianca por la parte posterior del lugar para salir por la salida trasera.
Cristobal sabía que estaba en serios problemas por robarse un ofrecimiento pero ella no hacía parte de esos juegos ni él quería que lo hiciera, la iba a proteger de esas personas así le costara su vida.
Tuvieron que salir con mucha dificultad mientras él luchaba con cuanta persona se cruzaba en su camino para detenerlos, corrían y los golpes iban y venían. Pasaron unos habitaciones con paredes de rejas rojas y luces estroboscópicas y finalmente llegaron a la bodega de carga y descarga. Era la salida. Los chicos de la banda estaban arrancando el auto mientras ellos subían a toda velocidad.
—¿Qué, cómo llegaron…? —Preguntó Cristobal sin un aliento.
Bianca los notó golpeados y con sangre en sus rostros. Se sintió mal porque era culpa suya.
—Parece que era una redada de los ratis, todos salieron corriendo del lugar, era un caos. —Les explicó Charlie.
El lugar tenía cámaras de seguridad, había sido una redada policial, más tarde salieron a la luz algunas fotografías que incriminaban a altos políticos asistentes a la fiesta en tráfico de influencias. Fotografías que preocuparon seriamente a Bianca.
—¿A dónde vamos? —Preguntó Bianca a Cristobal.
—Al aeropuerto. —Respondió él, la volteó a ver y tomó sus manos. —¿Te escaparás con migo? —Le dijo al oído. —Se lo que estas haciendo con tu vida y también sé que a quien quieres es a mí.
Ella se quedó perpleja. Jamás se imaginó que él le dijera algo así. No sabía que decirle, mil palabras cruzaron su mente pero ninguna salía de su boca.
—No pienso volver a Australia. —Le dijo.
Todos sus momentos con él pasaron a toda velocidad frente a sus ojos, así como todos sus problemas en casa, su responsabilidad con la empresa de la familia, su madre y Harry. No lo dudó más, era el momento de seguir su corazón.
—Sí. —Le respondió.
Justo antes de subir al avión y apagar su celular. Bianca recibió un mensaje de chat. Era Cecile:
Cece: Te felicito por tu compromiso con Harry… Me gustaría que habláramos.
Continuará…
Sobre la autora
Ivy Bass (1989-) Diseñadora, vive actualmente en Suramérica. Desde muy joven se interesó por la cultura oriental como la china, japonesa y surcoreana. Amante de los viajes, la buena comida y la fotografía. Siempre ha sido una curiosa del arte y la tecnología. Se aventuró en el mundo de la ilustración digital desde temprana edad luego descubrió su pasión por la escritura. Sus géneros favoritos de literatura son drama y romance, ciencia ficción y fantasía en los cuales tiende a desarrollar sus escritos. Incluso cuando se considera una novata es reconocida por su profesionalismo y aptitudes para escribir y diseñar libros.