Epílogo

Al día siguiente de esta memorable jornada, por la tarde, una imponente carroza seguida y precedida por una escolta de guardias de corps del rey entró con gran aparato en el patio de los Fronsac.

Louis estaba mejor. Se había levantado y el doctor Renaudot le había asegurado que podría volver a su casa dentro de unos días. Guillaume Bouvier había partido hacia Mercy llevando la carta que le había dictado a Françoise de Lespinasse.

Desde la ventana del cuarto de sus padres, mientras estaba acompañado de la señora de Castelbajac y su dama de compañía, Louis vio salir del carruaje a Toussaint Rose, y luego al cardenal Mazarino en persona, al que su padre saludó con una profunda reverencia al pie de la carroza. El notario había bajado inmediatamente al patio, tan pronto como vio entrar a los guardias de corps.

—Señoras, tenemos visita —dijo Louis.

Fue el señor Fronsac quien introdujo al ministro y a su secretario en el cuarto. Las dos mujeres se inclinaron profundamente ante el cardenal, Louis un poco menos, debido sin duda a sus costillas fracturadas.

—¡Caballero —exclamó el prelado, ataviado en esta ocasión con traje de montar—, temí perderos!

Para divertir a las damas, forzó exageradamente su acento italiano.

—Pero veo que estáis en muy buena compañía —sonrió con un galante ademán.

Louis le presentó a sus cuidadoras.

—La señora marquesa de Castelbajac es la hermana del marqués de Fontrailles, y la señora de Lespinasse es su amiga. Son ellas quienes me liberaron, monseñor.

—Señora —dijo el ministro saludando a la marquesa— si vuestro hermano fuese tan fiel al rey como lo sois vos, no tendría ninguna inquietud sobre el futuro de este país.

—No sé qué responderos, monseñor —murmuró Isabeau de Astarac—, sino que os prometo ser fiel por los dos.

Mazarino hizo una inclinación de cabeza antes de añadir:

—El señor de Lionne me ha puesto al tanto de vuestro papel en esta aventura.

Luego, volviéndose hacia Louis:

—Caballero, habéis hecho mucho más de lo que esperaba de vos. Las dos redes de espías que podían arruinar las oportunidades de Francia en Münster han sido desmanteladas gracias a vos, y el señor de Brienne ha venido a verme al mediodía para hablarme de un código ideado por el señor de Fermat. El señor Rossignol me ha asegurado que nunca habría imaginado un mecanismo de cifrado tan elegante y seguro. Añadirá algunas aportaciones de su cosecha, pero ya estamos tranquilos por nuestros despachos secretos[90]. Mi secretario os hará llegar una gratificación, pero no he venido por eso. He hablado de vos, de vuestro coraje y de vuestra devoción a la reina. Desea que le seáis presentado. Preparaos, pues, para acudir a la corte dentro de unas semanas.

—Es demasiado honor, monseñor —balbució un Louis que no se esperaba semejante favor.

—No se hable más, caballero. La reina hablará personalmente con el señor presidente de Mesmes para que vuestra carta de nobleza con el título de marqués sea registrada rápidamente.

El cardenal se volvió de nuevo hacia las damas:

—Señoras, encantado de haberos conocido. Soy vuestro seguro servidor. Señor Fronsac, si sois tan amable de acompañarme…

El ministro salió, mientras las dos mujeres hacían una reverencia y Louis se inclinaba cuanto podía.

Tras la partida de Mazarino, Toussaint Rose se acercó a Louis con una carta en la mano.

—Es una carta de pago, caballero. La presentaréis al tesorero de la Corona, el señor de La Bazinière, que os la liquidará como mejor os convenga. Además, Su Eminencia propondrá en el próximo consejo del rey que seáis inscrito en la lista de pensiones. Sin duda por dos mil libras al año.

Saludó a su vez a las damas y a Louis y se fue para reunirse con su señor.

Louis desplegó la carta. Era un bono de pago de diez mil libras.

Suspiró. Podría comprar las tierras que tanto deseaba Margot. En cuanto a la pensión, aunque magra, sería bienvenida, a sabiendas de que la mayor parte de ellas no eran pagadas o se pagaban con mucho retraso, tan depauperadas estaban las arcas del Estado.

Al día siguiente Gaston fue a visitar a Louis. Aprovechó para quedarse a comer. Además de Gaston y la familia Fronsac, la comida reunió a las señoras de Castelbajac y de Lespinasse, que anunciaron su partida para el día siguiente. El primer oficial Jean Bailleul y el intendente, Claude Richepin, no habían sido invitados, pues Louis deseaba que la conversación que iban a mantener quedase entre ellos. Sólo la señora Mallet y Jeannette Bouvier debían encargarse del servicio.

Cuando las dos criadas hubieron vuelto a la cocina, Gaston reprodujo el interrogatorio al que había sometido a Chantelou esa misma mañana. Un interrogatorio preliminar y sin escribano. El polígrafo reconoció haber enviado una nota a Charles Manessier para citarlo en la Pomme de Pin, donde le había presentado a Charles de Bresche como un negociante que buscaba socios a fin de participar en un tratado para la venta de ocho cargos de controlador de vinos. Chantelou sabía que Manessier solía participar de tales contratos.

—En la Pomme de Pin, lo hicieron beber mucho —prosiguió Gaston—. A la vuelta, Bresche mató al pobre Manessier y lo colgó de una cuerda de pasamanería. Chantelou me juró que él no era el asesino. La muerte de Manessier había sido idea de Bresche, quien lo convenció de que, si lo habían seguido, era porque sospechaban de él. Haciendo pasar la muerte de Manessier por un suicidio, los investigadores pensarían que él era el culpable y pararían la investigación puesto que había muerto.

—¿Crees que ha dicho la verdad? —preguntó Louis—. Bresche dijo todo lo contrario, asegurándome que fue Chantelou quien colgó al pobre Manessier.

—¡Qué más da! Le expliqué que iba a ser colgado y que antes le cortarían las manos. Rompió a llorar aterrorizado. Entonces le hablé de nuestro trato. Confesaría haber matado a Manessier él solo y no hablaría de Bresche. A cambio, obtendría para él una condena perpetua a galeras.

»Rehusó, convencido de que podría defenderse acusando a Charles de Bresche y desconfiando de mi propuesta. Entonces me fui a casa del señor Meliand. Por eso no pude venir ayer a verte. El procurador general acababa de reunirse con Lionne y con Séguier y me prometió que me enviaría durante el transcurso de la jornada al procurador que había elegido. Era el señor Amyot. Hemos vuelto juntos, esta mañana, a interrogar al prisionero. Ante la promesa del procurador de que su informe no mencionaría a Charles de Bresche y que pediría contra él el más espantoso de los castigos, si no aceptaba el trato propuesto, Chantelou consintió finalmente en no incriminar al librero y reconocer que había matado a Manessier. Hicimos venir a un forense para registrar su declaración y será juzgado el viernes.

«De ese modo —pensó Louis con amargura—. Charles de Bresche, el más culpable, no sufriría ninguna pena y quedaría en libertad».

Hasta mucho más tarde, cuando ya había vuelto a Mercy, no se enteró de la condena a galeras de Chantelou. En cuanto a los tres truhanes reclutados por Charles de Bresche, habían sido colgados en la plaza de la Grève a fines de enero por Jehan Guillaume, el verdugo del prebostazgo y vizcondado de París. Un espectáculo en el cual su hija Mathurine era aplaudida cada vez que se colgaba de las piernas de los condenados para acelerar su muerte.

El duque de Guisa había vuelto a París en febrero de 1644 para ser interrogado de nuevo por el Parlamento a propósito de su duelo. Las conclusiones de las gentes del rey[91] le fueron favorables. En cambio, se dictó orden de arresto contra Maurice de Coligny, juzgado culpable por haberlo desafiado.

El duque se instaló de nuevo en su palacio, donde se enteró de las turbulencias que se habían producido. Conservó, pese a ello, su amistad con el marqués de Fontrailles. En cuanto a Coligny, seguía agonizante. La gangrena ganó finalmente la batalla, extendiéndose por todo el brazo, y, habiéndose negado a que se lo cortasen, murió el 21 de mayo.

El 29 de julio de 1644 el papa Urbano VIII, Maffeo Barberini, fue llamado a reunirse con el Señor. Sus hermanos y sobrinos fueron expulsados de Roma por su sucesor Giovanni Battista Pamphili, que fue papa bajo el nombre de Inocencio X[92]. Ferrante Pallavicino ya había sido ejecutado en Aviñón.

Louis llegó a Mercy el viernes siguiente a su liberación del palacio de Guisa. Su carroza iba escoltada por Guillaume y Jacques Bouvier. Las señoras de Castelbajac y de Lespinasse habían partido dos días antes, así como el señor du Vallon y sus mosqueteros. Su padre había ido a cobrar la letra de cambio de Mazarino al tesorero de la Corona, quien le había remitido la suma en escudos de oro.

En Mercy, Louis se reencontró, esta vez con placer, con los pequeños problemas domésticos de todo castellano, aparte de que ahora disponía de diez mil libras adicionales para hacer frente a sus trabajos y agrandar sus tierras.

Michel Hardoin había empezado la reparación del puente del Ysieux y hecho cortar la madera para construir la rueda que conduciría el agua al castillo. Louis le pidió que calculase lo que costaría la construcción de un molino.

También fue, con Margot, a visitar al abad de Royaumont, quien, en efecto, estaba dispuesto a cederle un prado y algunos campos de buena tierra por cuatro mil libras a condición de poder utilizar gratuitamente el puente. Así, los monjes podrían de nuevo trabajar las tierras que conservaban en la otra orilla del Ysieux.

Louis aceptó poniendo sus condiciones: el paso del puente provisional se haría por cuenta de cada uno, y, tan pronto como el nuevo puente de piedra estuviese construido, se establecería un nuevo peaje. El abad aceptó.

Por último, Louis decidió comprarle a Julie dos vestidos nuevos, uno de ellos de damasco, que luciría si finalmente iban a la corte. Él, a su vez, se haría un jubón de seda, zapatos con hebillas doradas y un sombrero de plumas.

Decidió además encargar algunos muebles a un ebanista amigo de Michel Hardoin, que serían indispensables cuando las nuevas alas del castillo estuviesen terminadas: camas, armarios, mesas y sillas.

Por último, encargó un cuadro a Louise Moillon.

Louis escribió también a Blaise Pascal para explicarle, sin dar detalles, que había perdido la demostración de la conjetura de Fermat. Pascal estaba desconsolado, aunque no enfadado con él, pues mantuvo desde entonces correspondencia regular con Louis. Sus cartas abordaban tanto temas religiosos como científicos. En una de ellas, Pascal le confió las dificultades que tenía para la fabricación de la máquina de calcular mecánica, a la que renunció en 1652.

Louis mantuvo igualmente una correspondencia mucho más regular con Pierre de Fermat, quien no envió nunca un nuevo ejemplar de su demostración. El magistrado estaba muy ocupado en su actividad de consejero y apenas concedía importancia a sus trabajos científicos, que, sin embargo, representarían un considerable avance en la historia de la ciencia.

Sin duda Pierre de Fermat pensaba en poner en orden sus ideas una vez que hubiese cesado en su actividad judicial. No respondió, pues, a las demandas apremiantes de Pascal y de Mersenne sobre su demostración de la proposición de Diofanto, ni sobre otras muchas.

En 1665 cayó bruscamente enfermo y murió en pocos días. Su hijo reunió sus notas, su correspondencia, así como los comentarios de la Aritmética, que hizo publicar en 1670. En esta obra, Pierre de Fermat dejaba cuarenta y ocho observaciones, o teoremas, que aseguraba haber demostrado.

Euler se consagró al estudio del primero, pero hubo que esperar hasta 1993 para que el matemático inglés Andrew Viles demostrase el último:

«Es imposible dividir un cubo en suma de dos cubos, o un bicuadrado en suma de dos bicuadrados, o, en general, cualquier potencia superior a dos en dos potencias del mismo grado».

En 1646, Charles de Bresche, que se había mantenido un tiempo alejado de París, volvió a su librería de la plaza Maubert. Un comerciante de guantes y de perfumes abrió entonces un comercio al lado del suyo y se asoció con él.

En el mes de junio del mismo año estalló una disputa entre ambos comerciantes y el guantero atravesó con su espada el pecho del librero.

El asesino fue conducido al Grand-Châtelet, adonde llegó de inmediato una orden de soltarlo. Una orden firmada por Julio Mazarino.

Dicho guantero no era conocido en el barrio antes de la apertura de su tienda. Nunca habían oído hablar de él. Sólo sabían que se llamaba Ganducci.

Mazarino no era de temperamento sanguinario, pero solía castigar a quienes atacaban a sus amigos.

El 10 de mayo de 1644 la señorita de Chémerault se casó con el señor de La Bazinière, tesorero de la Corona, lo que la colocó definitivamente al abrigo de cualquier persecución, habida cuenta la categoría del tesorero.

Pero no era más que un matrimonio de conveniencia y la Belle Gueuse tomó rápidamente como amante a su vecino Particelli de Emery, el interventor general de Hacienda que llegaría a superintendente. Con su apoyo, la joven obtuvo la merced de volver a la corte, para satisfacción de su esposo. Los parisinos, que se burlan de todo, le hicieron esta coplilla:

De Emery jamás ha hecho

cornudo más satisfecho

que el pequeño Bazinière.

Pero la nueva señora de La Bazinière enseguida obtuvo mucho más. Su amante, convertido en superintendente de Hacienda, convenció al hijo de un ropavejero enriquecido con los contratos —de los conocidos como tratantes— y poseedor de un cargo de secretario del rey que lo ennoblecía para que diese a su hija en matrimonio a Charles de Barbezière, hermano de la Belle Gueuse. La joven, Madeleine Tabouret, aportó de dote al matrimonio cuatrocientas mil libras y la tierra de Turny, en Borgoña.

La fortuna de los hermanos Barbezière estaba, además, asegurada, pues la Belle Gueuse volvió a abrir su negocio de juego en casa de su nuevo esposo, a un tiro de piedra del banco Tallemant. Sólo una sombra empañaba este cuadro: su otro hermano, François, cortejó a la hermana del tesorero y finalmente la raptó para desposarla a la fuerza. Condenado a muerte por el Parlamento, salvó la vida gracias al apoyo del duque de Enghien, ahora príncipe de Condé, que lo convirtió en uno de sus capitanes.

Hablaremos de ello en su momento, pues el pobre François Barbezière acabaría muriendo en el cadalso.

En abril, Louis había vuelto a París. La señora de Rambouillet estaba enferma y Julie quería estar a su lado. Durante los primeros días del mes, Louis acudió en ayuda del coadjutor Paul de Gondi, y en esta ocasión le reveló su terrible secreto[93].

El 5 de abril de 1644 la reina acudió a vísperas a la iglesia de los Mínimos, donde se encontró con el prior, el padre Mersenne y el padre Niceron. Fue Louis Fronsac quien pidió a Mazarino que sugiriese a la regente demostrar con su visita su reconocimiento hacia el convento.

Zongo Ondedei se convirtió en obispo de Fréjus en 1658. Será uno de los ejecutores testamentarios de Mazarino.

El congreso de Münster fue inaugurado el 10 de abril de 1644. Enseguida surgieron las desavenencias entre los dos plenipotenciarios franceses, Servien y Avaux, que se oponía a todo.

El conde de Avaux se afirmaba como el adalid del partido devoto y del acercamiento a España, mientras que Abel Servien seguía fiel a la política de Richelieu y de Mazarino.

Sus diferencias eran de tal calibre que Mazarino los puso a las órdenes de un tercer plenipotenciario: el duque de Longueville.

Pero en la corte, Hugues de Lionne defendía a su tío, secreteando a la oreja de Mazarino y de la reina.

Obtuvo finalmente la retirada del conde de Avaux y las negociaciones de Münster fueron concluidas por Abel Servien únicamente.

El Tratado de Westfalia, firmado en octubre de 1648, determinó un nuevo reparto de Europa. Francia obtenía lo que deseaba: los tres arzobispados —Metz, Toul y Verdún—. Alsacia, a excepción de Estrasburgo y Mulhouse, Brisac en Alemania y Pinerolo en el Piamonte, así como la independencia de las Provincias Unidas.

El Imperio se encontró troceado en más de trescientos Estados. Fueron reconocidas las tres confesiones —católica, luterana y calvinista—. Las reacciones más violentas llegaron de la Santa Sede, que perdió una buena parte de su influencia, y de España, que prosiguió la guerra contra Francia hasta el Tratado de los Pirineos, en 1659.

El conde de Avaux, de nuevo superintendente de Hacienda en 1650, morirá el mismo año sin ver su palacio terminado. Louis mantendrá con él un breve encuentro a fines del año 1644, cuando fue a pasar unas semanas en París. Como le había prometido, le contó los acontecimientos vividos y cómo había identificado a los espías del despacho de Rossignol. Pero edulcorando un tanto su relato. No le mencionó, por ejemplo, ni a la señora de Castelbajac ni el papel de Hugues de Lionne.

Abel Servien se convirtió a su vez en superintendente de Hacienda después de la guerra de la Fronda, un cargo que compartió durante algún tiempo con Nicolás Fouquet.

Durante la guerra de la Fronda, el triunvirato Le Tellier, Servien, Lionne garantizará la continuidad de la política de Mazarino, incluso cuando esté en el exilio.

Hugues de Lionne se convertirá en ministro de Asuntos Exteriores de Luis XIV.

Louise Moillon será perseguida por sus convicciones religiosas tras la revocación del Edicto de Nantes, pero morirá fiel a su fe, a la edad de ochenta y seis años[94].

En julio de 1644, Louis recibió una invitación para ir a la corte con su esposa. La reina se hallaba entonces en el castillo de Val, en Rueil, con la duquesa de Aiguillon, sobrina de Richelieu.

Louis Fronsac fue presentado públicamente a Ana de Austria, y Mazarino lo elogió calurosamente.

Un poco más tarde, en los jardines, mientras se servía una colación, la reina se acercó a Vincent Voiture, que también había sido invitado. Voiture se encontraba en ese momento en compañía de Louis y de su esposa Julie.

—¿En qué pensáis, señor Voiture? —le preguntó amablemente la regente.

El poeta guardó silencio un momento. Dirigió una mirada hacia Mazarino, que, a unos pasos de allí, no podía oírlo, y luego declamó dulcemente a la madre del rey:

Señora,

pensaba que el hado,

tras tan injusto dolor,

os ha justamente coronado

de gloria, de brillo y de honor.

Que hoy seáis feliz y enamorada

la rima lo exige obstinada…

Ana de Austria se quedó un instante pensativa y luego sonrió al poeta, antes de dirigirse hacia el cardenal Mazarino.

Fin