12 – AFRODITA: DIOSA DEL AMOR Y DE LA BELLEZA, MUJER CREATIVA Y AMANTE

Afrodita, la diosa

Afrodita, diosa del amor y de la belleza, a la que los romanos llamaron Venus, era la más bella de todas las diosas. Los poetas hablan de la belleza de su rostro y de su forma, de su cabello dorado y de sus ojos resplandecientes, de su suave piel y de sus maravillosos pechos. Para Homero, era “una amante de las risas”, y rebosaba una irresistible encanto. Era el tema favorito de escultores, que la representaron parcialmente vestida o en una estado de desnudez que revelaba su cuerpo grácil (la Venus de Milo y la Afrodita de Cnidos, que nos ha llegado sólo a través de copias romanas, son las más famosas entre otras muchas).

“Dorada” fuel el epíteto más frecuente utilizado por los griegos para describir a Afrodita (para ellos significaba “hermosa”). Según Paul Friedrich, conocido experto sobre Afrodita, miel dorada, discurso dorado, semen dorado son expresiones lingüísticamente conectadas, que simbolizan los valores más profundos de Afrodita de procreación y creación verbal[1]. Se la asociaba con las palomas, esas aves del amor que se arrullan, y con los cisnes, conocidos por su belleza y manera de emparejarse; con las flores, especialmente con las rosas, regalo tradicional de los amantes; con dulces fragancias y frutos, especialmente con las manzanas doradas y las sensuales granadas de color rojo pasión (un símbolo que era también compartido por Perséfone).

Genealogía y mitología

Existen dos versiones sobre el nacimiento mitológico y el origen de Afrodita. Hesíoto y Homero cuentan dos historias contradictorias entre sí.

En la versión de Homero, Afrodita tuvo un nacimiento convencional. Era simplemente la hija de Zeus y de la ninfa del mar, Dione.

En la versión de Hesíoto, Afrodita nació como consecuencia de una acción brutal. Cronos (que más adelante llegaría a ser el soberano de los titanes y el padre de la primera generación de los dioses del Olimpo) tomó una hoz, cortó los genitales de su padre Urano, y los arrojó al mar. Espuma blanca se esparció a su alrededor como esperma que se mezcló con el mar, de donde nació Afrodita, que emergió de esta concepción oceánica como una diosa adulta.

La imagen de Afrodita emergiendo del mar fue inmortalizada durante el Renacimiento por Botticelli en El nacimiento de Venus —a veces llamado irreverentemente Venus sobre la media concha—. Su lienzo muestra una figura grácil y delicada, desnuda y de pie sobre una concha marina, empujada hacia la costa por los dioses alados del viento en medio de una lluvia de rosas.

Se dice que Afrodita desembarcó primero en la isla de Citeres o Chipre. Después, acompañada por Eros (amor) e Himeros (Deseo), fue escoltada ante la asamblea de las/os diosas/es y recibida como una de ellas/os.

Muchos de los dioses, fascinados por su belleza, pidieron su mano en matrimonio. A diferencia de otras diosas que no habían escogido a sus compañeros ni a sus amantes (Perséfone fue raptada, Hera fue seducida, Deméter fue violada), Afrodita fue libre de escoger. Eligio a Hefestos, el dios cojo de los artesanos, del fuego y de la forja. De este modo, el hijo rechazado de Hera se convirtió en el marido de Afrodita (al que ésta engañó frecuentemente manteniendo relaciones con otros). Afrodita y Hefestos no tuvieron hijos. Su matrimonio puede representarse como la unión de la belleza y de la artesanía, de la cual nació el arte.

En sus relaciones amorosas, Afrodita se emparejó con dioses masculinos del Olimpo de la segunda generación, la generación de los hijos, en lugar de con la generación que representaba a los padres, constituida por Zeus, Poseidón y Hades. Afrodita estuvo sentimentalmente unida a Ares, dios de la guerra, con el que mantuvo una larga relación y con el que tuvo varias/os hijas/os. Otro de sus amantes fue Hermes, el mensajero de los dioses, que guiaba a las almas al mundo subterráneo y que era el patrón de los viajeros, atletas, ladrones y comerciantes, y también dios de la comunicación, inventor de los instrumentos musicales y el embustero del Olimpo.

Afrodita y Ares tuvieron una hija, Harmonía (Armonía), y dos hijos, Deimos (Terror) y Fobos (Miedo), que acompañaban a su padre en las batallas. Afrodita y Ares representan la unión de las dos pasiones más incontrolables: el amor y la guerra, que, en perfecto equilibrio, podían producir la Armonía.

El hijo de la unión de Afrodita con Hermes fue el Dios bisexual Hermafrodito, que heredó la belleza de ambos padres, llevaba el nombre de ambos, y tenía las características sexuales de los dos. Como símbolo, Hermafrodito puede representar la bisexualidad (la atracción erótica hacia los dos sexos) o la andrógina (la existencia en una misma persona de cualidades y capacidades tradicionalmente consideradas como masculinas o femeninas).

Según algunas leyendas, Eros, dios del amor, fue otro de los hijos de Afrodita. Al igual que ocurre con ella, las leyendas sobre sus comienzos mitológicos y su aparición en el cosmos son contradictorios. Hesíoto cuenta que Eros era una fuerza primordial en la creación, que estaba presente antes de los titanes y de los dioses del Olimpo. Eros también fue considerado como un dios que acompañaba a Afrodita cuando ésta surgió del mar. Sin embargo, mitos posteriores lo describen como un hijo sin padre de Afrodita. Los griegos representaron habitualmente a Eros como un joven viril, lo mismo que los romanos, que lo llamaron Amor. El Eros que empezó mitológicamente como una fuerza primordial fue reducido con el tiempo, hasta ser representado hoy día como un bebé en pañales con un arco y un carcaj conocido como Cupido.

Afrodita y los mortales

Las relaciones de Afrodita con los hombres mortales también fueron importantes en su mitología. En algunos mitos acudió en ayuda de hombres que le imploraban su ayuda. Por ejemplo, Afrodita respondió a las oraciones de Hipómenes en la víspera de su carrera con Atalanta. Le dio tres manzanas de oro y le aconsejó cómo utilizarlas, lo cual salvó su vida y le ayudó a conseguir la esposa a la que amaba.

Como se señaló anteriormente, Afrodita también figuraba en la leyenda de Pigmalión, res de Chipre. Pigmalión esculpió una estatua de marfil de la mujer ideal, y cuanto más la miraba, más se enamoraba de su propia creación. En un festival en honor a Afrodita, le rogó que le otorgase una esposa similar a su estatua. La respuesta de Afrodita a sus plegarias fue Galatea, con la cual se casó.

La diosa del amor y de la belleza también tuvo muchas relaciones amorosas con hombres mortales. Por ejemplo, cuando Afrodita vio a Anquises, apacentando su ganado en la ladera de una montaña, quedó cautiva de su deseo por él (un mortal con un “cuerpo muy similar al de un dios”, según le describió Homero). Haciéndose pasar por una bella doncella, agitó la pasión de él con sus palabras y le sedujo.

Después, cuando se durmió, se despojó de su disfraz de mortal y despertó a su amante dormido. Le revelo que ella iba a concebir al hijo de ambos, Eneas, que sería famoso como legendario fundador de Roma, y le advirtió que no revelase a nadie que ella era la madre de su hijo. Se cuenta que Anquises bebió después demasiado y se vanaglorió de su aventura con Afrodita, por lo que fue golpeado por un rayo que lo dejó lisiado.

Otro amante mortal famoso fue Adonis, un joven y apuesto cazador. Afrodita temí por su vida y le advirtió que evitase los animales feroces, pero el impulso de la caza y su audacia pudieron más que su consejo. Un día, mientras estaba cazando, sus perros persiguieron a un oso salvaje. Adonis hirió al animal con su lanza, lo que provocó que éste, enloquecido por el dolor, se volviese contra él y lo despedazase.

Tras su muerte, se permitió a Adonis volver a Afrodita desde el mundo subterráneo durante una parte del año (Afrodita lo compartía con Perséfone). Este mito del ciclo de muerte y retorno constituyó la base del culto a Adonis. Su retorno anual a Afrodita simbolizaba la vuelta a la fertilidad.

Las mujeres también se veían poderosamente afectadas por Afrodita. Obligada a seguir los dictados de Afrodita, incapaz de resistir el ser arrastrada hacia dondequiera Afrodita decretara, una mujer mortal podía encontrarse en medio de un enorme peligro, como muestra el mito de Mirra.

Hija de un sacerdote de Afrodita, Mirra se enamoró apasionadamente de su padre. Según varias versiones de esta historia, Afrodita produjo esta pasión prohibida, buen porque la madre de Mirra se vanagloriaba de que su hija era más bella que Afrodita misma, o bien porque Mirra había descuidado su culto. En cualquier caso, se aproximó a su padre disfrazada, y en la oscuridad se convirtió en su amante secreta. Después de varios encuentros clandestinos, él descubrió que aquella mujer seductora era su propia hija. Lleno de horror y de pesadumbre, e impulsado por la necesidad de castigarla por lo que habían disfrutado juntos, intentó matarla. Ella huyó. En el momento en el que su padre iba a alcanzarla, rogó a los dioses que la salvases. Su plegaria fue instantáneamente escuchada: su hija fue convertida en un fragante árbol de mirra.

Fedra fue otra víctima del poder de Afrodita. Fue la desafortunada madrastra de Hipólito, un apuesto joven que se había dedicado a Artemisa y a una vida de celibato. Afrodita utilizó a Fedra como instrumento de su contrariedad por Hipólito, que se negaba a honrar a la diosa del amor y sus ritos: Afrodita hizo que Fedra quedara perdidamente enamorada de su hijastro.

Según el mito, Fedra intentó resistir la pasión, lucho contra su deseo ilícito y cayó enferma. Por fin, una criada descubrió la causa de su desgracia y abordó al joven en su nombre. Él se sintió tan ultrajado y horrorizado por la sugerencia de tener una relación amorosa con su madrastra, que estalló en una violenta diatriba contra ella, que se encontraba suficientemente cerca como para poder oírle.

Humillada, se ahorcó, dejando una nota en la que acusaba falsamente a Hipólito de haberla violado. Cuando su padre Teso regresó y encontró a su esposa muerta y la nota, invocó a Poseidón, dios del mar, para que matase a su hijo. Cuando Hipólito conducía su carro a lo largo del camino de la costa, Poseidón envió enormes olas y un monstruo marino para espantar a los caballos. El carro volcó e Hipólito murió arrastrado. De esta manera, Afrodita se había vengado a expensas de Fedra.

Psiquis y Atalanta eran dos mujeres mortales que fueron transformadas por la influencia de Afrodita. En el mito de Eros y Psiquis, ésta tenía la desgracia de ser tan bella, que los hombres la llamaban “una segunda Afrodita”. Así pues, le brindaban la reverencia y respeto debidos a la diosa, y esto acabó ofendiendo a Afrodita.

En este mito, Psiquis acudió a la diosa en cuya ira había incurrido. Afrodita le puso tareas irrealizables, cada una de las cuales parecía en principio más allá de sus capacidades. En cada una de ellas, con ayuda de origen inesperado Psiquis salió airosa. Afrodita sirvió de agente transformador al proporcionar las tareas con las que Psiquis —una mortal que tenía las características de las diosas vulnerables— pudo evolucionar.

Afrodita también actuó como agente transformador en el mito de Atalanta, una mortal que fue comparada con la diosa virgen Artemisa. Como ya ha quedado señalado, Atalanta perdió una carreta pedestre y obtuvo un marido cuando decidió recoger las tres manzanas de oro de Afrodita.

Afrodita, el arquetipo

El arquetipo de Afrodita rige el disfrute del amor, la belleza, la sexualidad y la sensualidad de las mujeres. El reino de la amante ejerce una poderosa atracción en muchas mujeres; como fuerza con una personalidad de mujer, Afrodita puede ser tan exigente como Hera y Deméter (los otros dos poderosos arquetipos instintivos). Afrodita impulsa a las mujeres a realizar las funciones creativa y procreativa.

La amante

Cualquier mujer que se enamora de alguien que, a su vez, está enamorado de ella, es en ese momento una personificación del arquetipo de Afrodita. Transformada temporalmente a partir de una común mortal en la diosa del amor, se siente atractiva y sensual, una amante arquetípica.

Cuando Afrodita está presente como arquetipo principal en la personalidad de una mujer, se enamora con frecuencia y facilidad. Tiene “eso” —que distinguía a la estrella del cine mudo Clara Bow—, concretamente, atractivo sexual. Posee un magnetismo personal que atrae a otras personas dentro de un campo cargado eróticamente, que potencia la toma de conciencia sexual. Sube el “voltaje” y ambos se sienten atractivos y vibrantes cuando son cautivados el uno por el otro.

Cuando se degrada la sensualidad y la sexualidad en las mujeres —como en las culturas judeocristiana, musulmana y otras culturas patriarcales—, la mujer que encarna a “Afrodita, la amante” es considerada como una tentadora o una prostituta. Así pues, este arquetipo, si se expresa, puede enfrentar a una mujer con las pautas generales de moralidad. Las mujeres tipo Afrodita pueden ser condenadas al ostracismo. Por ejemplo, en la novela clásica Nathaniel Hawthorne sobre la Inglaterra puritana, La letra escarlata, Hester Prynne fue obligado a llevar una gran “A” roja por haber cometido adulterio. Y una actriz Ingrid Bergman fue condenada por la opinión pública y obligada al exilio a causa de sus amores y subsiguiente matrimonio con el director de cine italiano Robert Rossellini. En los tiempos bíblicos, tales mujeres eran lapidadas, y en los países islámicos actuales, la pena sigue siendo la muerte.

Enamorarse

Cuando dos personas se enamoran, cada una ve a la otra bajo una intensa luz especial (la luz dorada de Afrodita) y se siente arrastrada hacia la belleza del otro. Hay una magia que flota en el aire; se evoca un estado de encantamiento y embeleso. Ambas se sienten bellas, especiales, con más similitud a un dios o a una diosa en su estado ordinario de ser. El campo de energía entre ambos queda emocionalmente cargado y se produce una “electricidad” erótica, que, a su vez, crea una atracción magnética recíproca. En el espacio “dorado” que les rodea, las impresiones sensoriales se vuelven más intensas: oyen la música con más claridad, las fragancias pueden distinguirse mejor, se acrecienta el gusto y el tacto del amante.

Sin embargo. Cuando una persona se enamora de alguien que no devuelve ese amor, se siente poseída por un cruel deseo y por anhelos frustrados. Una y otra vez se siente atraída hacia la persona amada y una y otra vez es rechazada. La intensidad —que es maravillosa cuando el amor es correspondido— en este caso, por el contrario, intensifica el dolor.

La activación de Afrodita

Lo mismo que existen dos versiones míticas sobre el nacimiento de Afrodita, también existen dos vías a través de las cuales este arquetipo entra en la conciencia.

La primera es una espectacular iniciación, en la que Afrodita emerge de repente de las aguas del inconsciente, sobrecogedora y en toda su plenitud, como una presencia llena de autoridad. Cuando se siente lo sexual como una respuesta instintiva, que no tiene nada que ver con amar al hombre que excita a una mujer, o incluso, se trata de una sexualidad “cortada” de la proximidad emocional, metafóricamente similar a la versión de Hesíodo sobre el nacimiento de Afrodita en el mar.

En sus sesiones psicoterapéuticas, muchas mujeres hablan del impacto abrumador de una respuesta sexual inicial e inesperada: “Me embargo un deseo que ni siquiera sabía que tenía. Fue maravilloso y atemorizante al mismo tiempo”. Una vez que han sentido el poder de Afrodita, muchas jóvenes se sienten atraídas hacia la intimidad sexual. Otras, ya conscientes de lo que puede suceder, evitan exponerse. Dos de mis pacientes mujeres me proporcionaron ejemplos de estas respuestas opuestas. Una de ellas investigó más: “Recordé cómo hacía como que disfrutaba de la cita, cuando en realidad lo que quería era la parte sexual de la misma”. La otra levantó barreras: “Me sumergí en el estudio, rechacé todas las citas e insistí en ir a un colegio sólo para chicas. Planeé conservarme en una especie de convento mental hasta que estuviera a salvo casada. Mientras tanto, estaría mejor fuera del alcance de toda tentación”. Después de la primera vez, una mujer de este tipo sabe que puede ser atraída hacia el contacto sexual por un deseo que la impulsa a repetir la experiencia, una vez que su cuerpo está despierto y su atención se dirige eróticamente hacía el hombre. Quiere entonces fundirse con él, se transportada por la pasión hacia la liberación del orgasmo, llevada sobre la cresta de una excitación sexual acrecentada hasta el cimas, en el que su individualidad quede sumergida en la experiencia orgásmica transpersonal.

La segunda vía a través de la cual este arquetipo cobra vida es una relación. Podría ser considerada análoga a la versión ordinaria de Homero sobre el nacimiento de Afrodita, y de su crecimiento posterior como hija de Zeus y de la ninfa marítima Dione. El aumento de la confianza y del amor, junto con la reducción paulatina de la inhibición, precede a la evocación o “nacimiento” de Afrodita, anunciado por el primer orgasmo al hacer el amor y por un nuevo deseo de intimidad física. Una mujer casada que había tenido varios amantes antes de casarse, y que había pasado dos años de matrimonio antes de tener un orgasmo, se maravillaba diciendo: “Es como si mi cuerpo supiera ahora cómo”.

El instinto de procreación

Afrodita representa el impulso de asegurar la continuación de la especie. Al igual que el arquetipo conectado con el impulso sexual y el poder de la pasión, Afrodita puede convertir a una mujer en un recipiente de procreación si no practica el control de natalidad.

A diferencia de una mujer bajo la influencia de Deméter, que mantiene relaciones sexuales porque quiere un bebé, una mujer influida por Afrodita tiene un bebé a causa de su deseo por un hombre o su deseo de tener experiencia sexual o romántica. Afrodita susurra no utilizar medios anticonceptivos, porque podría desvirtuar la pasión del momento o convertiría el primer acto en una relación corporal premeditada. Hacer caso a la diosa aumenta el riesgo de un embarazo no deseado.

Creatividad

Afrodita constituye una tremenda fuerza para el cambio. A través de ella fluye la atracción, la unión, la fertilización, la incubación y el nacimiento de una nueva vida. Cuando se da este proceso en un plano puramente físico entre un hombre y una mujer, se concibe un bebé. Y la secuencia también es la misma en cualquier otro proceso creativo: atracción, unión, fertilización, incubación, nueva creación. El producto de esta creación puede ser tan abstracto como la unión inspirada de dos ideas que posteriormente dan luz a una nueva teoría.

En trabajo surge de una implicación intensa y apasionada: casi como con un amante, la artista interactúa con “lo otro” para crear el ser de algo nuevo. Esto “otro” puede ser una pintura, una forma de danza, una composición musical, una escultura, un poema o un manuscrito, una nueva teoría o invento, que durante un tiempo es completamente absorbente y fascinante. La creatividad también es un proceso “sensual” para muchas personas; es una experiencia sensorial del momento que abarca el tacto, el sonido, las imágenes, el movimiento y, a veces, incluso el olfato y el gusto. Un artista sumergido en un proceso creativo, lo mismo que un/a amante, muchas veces descubre, que todos los sentidos son potenciados y que recibe impresiones de la percepción a través de muchos canales. Mientras trabaja en una imagen visual, una frase verbal o un movimiento de danza, pueden interactuar múltiples impresiones para crear el resultado final.

Al igual que Afrodita, la amante, puede actuar en serie a través de muchos asuntos del corazón, Afrodita, como fuerza creativa, puede implicar a una mujer en un intenso esfuerzo creativo tras otro. Cuando finaliza un proyecto, surge otra posibilidad que la fascina.

A veces, ambos aspectos, el creativo y el romántico de Afrodita, están presentes en la misma mujer. Entonces, ésta se compromete en relaciones intensas, cambiando de una a otra y dejándose absorber por su trabajo creativo. Este tipo de mujer sigue cualquier cosa o a cualquier persona que le fascine, y que puede que lleve una vida nada convencional, como hicieron la bailarina Isadora Duncan y la escritora George Sand.

El cultivo de Afrodita

Afrodita es el arquetipo más involucrado en la experiencia sensual o sensorial. Por ello, cultivar una agudeza de percepción y una atención centrada en el aquí y ahora, invitan la presencia de Afrodita. Los amantes están conectados de manera natura con el gusto, fragancia y belleza recíprocas; la estimulación musical y táctil refuerza su placer. Los terapeutas sexuales enseñan métodos para “centrarse en la sensación” o “darse placer”, que alientan a una pareja a sumergirse en el momento, no preocuparse por un objetivo, o a aprender cómo disfrutar de sensaciones placenteras.

Las actitudes críticas y de culpabilidad erigen obstáculos al disfrute de hacer el amor y de hacer arte. Tales obstáculos surgen cuando las personas sienten una prohibición contra el placer, el juego y otras actividades “no productivas”, lo mismo que contra el sexo. Mucha gente juzga la búsqueda del amor y de la belleza como algo frívolo cuando menos, o pecaminoso en caso contrario. Por ejemplo, los arquetipos de Artemisa y de Atenea se centran en realizar sus objetivos, predisponiendo a las mujeres que los tienen a desvalorizar el disfrute del momento propio de Afrodita. Ésta, por su parte, amenaza con frecuencia las prioridades de los arquetipos de Hera y de Deméter —la monogamia o el papel de madre—, de manera que esta última suele tener actitudes críticas hacia Afrodita. Por último, la introversión de los arquetipos de Perséfone y de Hestia hacen que estas mujeres tengan una actitud de menor respuesta a las atracciones “externas”.

Cuando las mujeres ven el valor de Afrodita e intentan desarrollar este aspecto en ellas mismas, dan un paso mental fundamental para activar este arquetipo. Después, necesitan darse tiempo y la oportunidad para que se desarrolle Afrodita. Puede que una pareja necesite tomar vacaciones lejos de sus hijos, en un lugar relajado, en donde puedan disfrutar de sí mismos, hablar y hacer el amor. O tal vez aprenda a dar y a recibir mensajes. O quizá tome clases de danza del vientre como un medio de estar a gusto con su cuerpo y disfrutar del mismo, requisito previo para gozar haciendo el amor.

Cultivar un interés por el arte, la poesía, la danza o la música sirve a un objetivo similar en el campo estético. Puede desarrollarse la capacidad de poder estar completamente absorta en una experiencia visual, auditiva o kinestésica. Una vez que se está sumergida en ella, puede ocurrir una interacción entre una misma y el medio estético, a partir de la cual puede surgir algo nuevo.

Afrodita, la mujer

Desde los tiempos en que la diosa Afrodita surgió del mar en toda su gloria desnuda, mujeres de líneas curvas, pelo rubio y “sexy” como las estrellas de cine Jean Harlow, Lana Turner y Marilyn Monroe, han personificado a la diosa del amor. A veces, este tipo de diosa se hace evidente a través de la forma, con su pelo rubio y todo lo demás, pero es más típico que una mujer Afrodita sea más reconocible por su atractivo que exclusivamente por su apariencia. El arquetipo de Afrodita crea un carisma personal —un magnetismo o electricidad— que, combinado con atributos físico, hace de una mujer “una Afrodita”.

Cuando Afrodita forma parte activa de una mujer corriente ésta no atrae a los hombres desde el otro lado del salón. Sin embargo, quienes se acercan la encuentran encantadora y cautivadora. Muchas mujeres de aspecto más bien ordinario con cualidades de Afrodita atraen a los demás con la calidez magnética de sus personalidades y su sensualidad natural y espontánea. Estas “Juanas corrientes” siempre parecen tener hombres en sus vidas, mientras que sus hermanas bien dotadas y objetivamente guapas pueden quedarse sentadas esperando una llamada de teléfono o una invitación a bailar, preguntándose: “¿Qué tiene ella que no tenga yo?”.

La joven Afrodita

Cuando era niña, la pequeña Afrodita tal vez fuese una inocente seductora. Puede haber tenido una manera de responder a los hombres, un interés por ellos y una sensualidad inconsciente que hacían que los adultos comentasen: “Esperad a que crezca y será una rompecorazones”. Disfrutaba siendo el centro de atención, le gustaba llevar bonitos vestidos y que la mimaran en exceso. Normalmente no suele ser una niña tímida, y puede que incluso la hayan llamado “pequeña actriz” por sus representaciones espontáneas y otros esfuerzos por llamar la atención, que ya entonces cautivaban a los presentes.

Hacia los ocho o nueve años, muchas niñas Afrodita tienen prisa por crecer, vestirse elegantemente y llevar maquillaje. Después se pelean por los chicos y son quinceañeras fans de cantantes masculinos con atractivo sexual o de grupos de rock. Algunas jóvenes Afrodita son “pequeñas ninfas”: precozmente conscientes de su sexualidad, disfrutan la sensación de poder y de atracción que tienen cuando hombres mayores que ellas responden a sus alegres coqueteos.

Los padres

Algunos padres/madres acicalan a sus bonitas hijas para ser pequeñas Afroditas. Acentúan su atractivo, hacen que besen a los mayores, las inscriben en concursos de belleza y, en general, se centran en su atractivo femenino por encima de otros atributos y capacidades.

Pero cuando la niña alcanza la pubertad y la posibilita de tener relaciones sexuales, sus padres pueden responder de una manera muy diferente. Puede surgir un patrón de comportamiento muy común y destructivo: los padres le alientan de manera encubierta a ser sexualmente activa, pero después la castigan. Esta situación permite a los padres a ser al mismo tiempo “voyeurs” y guardianes de la moral.

Los padres pueden reaccionar ante la sexualidad emergente de sus hijas Afrodita de varias maneras. Muchos padres responden al creciente atractivo de sus hijas provocando inadvertida o inconscientemente ruidosos conflictos que crean una distancia física y emocional entre sí. Con frecuencia las hijas parecen colaborar en las disputas, lo cual impide a ambos volverse consciente de sus sentimientos incestuosos. Algunos padres se vuelven abiertamente estrictos y se niegan en redondo a permitir que sus hijas tengan citas, o se meten en todo con un afán de control, “investigando” a sus hijas acerca de sus citas y aplicando “el tercer grado” a cualquier solicitante masculino. Pero otros padres mantienen una actitud de seducción.

Las madres también tienen una gama variadas de reacciones frente a sus hijas tipo Afrodita. Algunas se vuelven estrictas y controladoras, reaccionando de manera excesiva a la música quinceañera y a los estilos de vestirse, aunque sus hijas se estén comportando de manera apropiada respecto a su edad. Tales madres pueden imponer su propio “código vestimentario”, que enfatiza el cubrirse y quita importancia a mostrarse atractiva, pudiendo llegar a prohibir muchas de las actividades de sus hijas. Tal vez examinen a todos los amigos y amigas de éstas o, como observaba tristemente una mujer, traten a sus hijos o a sus hijas —o a ambos— como “maníacos sexuales en potencia”. Al igual que los padres, también las madres pueden desarrollar una “mentalidad carcelaria” hacia sus hijas Afrodita.

La actitud entrometida puede ser más común en las madres de las hijas. Además de la actitud motivada por la necesidad de “vigilar” a sus atractivas hijas, las madres viven a veces por procuración a través de sus hijas y quieren saber los detalles acerca de sus citas. Para complacer a tales madres, las hijas han se ser muy populares entre los chicos.

Otras madres reaccionan de manera competitiva a la Afrodita emergente en sus hijas. Amenazadas por el atractivo de éstas, y celosas de su juventud, desprecian a las jóvenes, hacen comparaciones desfavorables, flirtean con sus novios y, de mil maneras en general y en los detalles, van minando la feminidad adulta en ciernes de sus hijas. En el cuento de Blancanieves, la madrastra de ésta preguntaba constantemente “Espejito, espejito, ¿quién es la más bella de todas?”. Este cuento de hadas representa a la madre competitiva y amenazada (y en consecuencia hostil).

Los padres más valiosos para sus hijas no sobrevaloran ni ponen excesivo acento en las cualidades de Afrodita y no las tratan como lindos objetos. Tanto el padre como la madre afirman el atractivo de sus hijas de la misma manera positiva en que valoran otras cualidades como la inteligencia, la amabilidad o su talento para el arte. En cuento a la cuestión de las citas, también le dan consejos y sólo le ponen los límites apropiados a la edad y madurez de sus hijas. La atracción por los hombres sólo se trata como una cuestión de hecho de la que las jóvenes han de tomar conciencia (y no ser reprochadas por ello).

Adolescencia y primeros años de vida adulta

La adolescencia y primeros años de vida adulta son periodos cruciales para la mujer Afrodita, que puede verse atrapada entre la agitación producida en su interior por Afrodita y las reacciones de los demás dada la doble moral existente, la joven preuniversitaria, que tiene el deseo de experimentar la sexualidad tan fuerte como el joven, debe sospesar las consecuencias. El resultado podría ser labrarse una mala reputación, disminuir su autoestima y tener una imagen negativa de sí misma, si actúa siguiendo sus impulsos. Además, las “buenas chicas” habrán de evitarla, mientras que los chicos que sólo piensan en mantener una relación sexual, tal vez merodeen a su alrededor, pero no la considerarán “suficientemente aceptable” como para ser una novia fija o para el baile de fin de curso.

Existen también otros problemas con el arquetipo de una Afrodita incontrolada. Un embarazo indeseado es una de las posibilidades. Una Afrodita activa corre el riesgo de exponerse a enfermedades de transmisión sexual. Otra complicación médica consiste en el alto riesgo de padecer un cáncer cervical al final de su vida.

A las jóvenes se las ayuda poco respecto a cómo manejar a la insistente Afrodita interior. La expresión sexual es una elección esencial que tiene serias consecuencias. Algunas suprimen su sexualidad, aunque las que tienen fuertes constricciones religiosas puede sentirse de todas maneras culpables, reprochándose a sí mismas por tener sentimientos “inaceptables”. Otras expresan su sexualidad dentro de una relación estable, elección que funciona bien si Hera constituye también una parte importante de la personalidad, aunque que tenga como consecuencia un matrimonio temprano.

Si Atenea y Afrodita son elementos poderosos en una joven, ésta puede utilizar una combinación de estrategia y de sexualidad que es autoprotectora. Una de estas mujeres decía: “Una vez que supe que me enamoraba y me desenamoraba fácilmente, y que tenía un fuerte impulso sexual que iba a la par, no me tomé en seria lo del enamoramiento. Lo que tomé en serio fue el control de la natalidad, quién era el chico y mantener en privado esta parte de mi vida”.

Cuando una mujer Afrodita va a la universidad, probablemente los aspectos sociales serán los más importantes para ella. Tal vez elija un “colegio mayor festivo”, más conocido por sus actividades sociales que por las académicas.

Habitualmente no se centra en objetivos profesionales a largo plazo o en una carrera. Su interés en una carrera profesional en ciernes se desvanece ante la perspectiva de tener que cumplir requisitos previos dificultosos que no le interesan en absoluto. Es capaz de sumergirse en un trabajo universitario sólo si le llega a fascinar el tema, lo que ocurre con más frecuencia en un campo creativo que implique interacciones con otras personas. Por ejemplo, puede que sea una actriz de papeles principales y que desempeñe un papel tras otro. En casa ocasión se sumerge en su papel, invocando su propia pasión innata, pudiendo llegar así a convertirse en la estudiante de arte dramático más destacada de su facultad.

Trabajo

El trabajo que no implica emocionalmente a una mujer Afrodita no le interesa. Le gusta la variedad y la intensidad; las tareas repetitivas como las domésticas, administrativas o de laboratorio le aburren. Sólo da todo de sí cuando puede entregarse por completo de una manera creativa. Así pues, es posible encontrarla en el arte, la música, la escritura, la danza o el teatro, o bien con personas que son especiales para ella; por ejemplo, como maestra, terapeuta, editora. Como consecuencia, o bien odia su trabajo y realiza probablemente una labor mediocre, o bien lo adora y no se lo piensa dos veces para dedicarle un tiempo o un esfuerzo extra. Casi siempre prefiere una tarea que considere interesante a un trabajo mejor pagado pero con menos atractivo, puede lograr el éxito como resultado de hacer algo que le fascine, pero, a diferencia de Atenea o Artemisa, no planifica el éxito de su labor.

Relaciones con hombres

Las mujeres Afrodita gravitan alrededor de hombres que no son necesariamente buenos para ellas o con ellas. A menos que otras diosas ejerzan su influencia, su elección de hombres suele ser similar a las elecciones de Afrodita: hombres creativos, complejos, con bruscos cambios de humor, o emocionales como Hefestos, Ares y Hermes. Tales hombres no ambicionan cimas profesionales ni posiciones de autoridad, ni desean estar a la cabeza de un hogar ni ser maridos o padres.

El tipo Hefestos, introvertido e intenso, puede que tenga una cólera reprimida que sublima en el trabajo creativo. Al igual que el dios de la forja, puede ser un artista y, al mismo tiempo, un tullido (en términos emocionales). Su relación con sus padres puede haber sido tan mala como la de Hefestos. Él también puede haber sido rechazado por su madre cuando no vivía conforme a las esperanzas que ésta tenía sobre él, y haber sido cortado de la relación con su padre. En consecuencia, puede tener una relación de amor/odio con las mujeres, con las que está resentido por ser para él enormemente importantes y, al mismo tiempo, indignas de confianza. Además, quizá se sienta muy poco cercano a los hombres, respecto a los que se siente inferior y como un extraño.

Con frecuencia, el hombre tipo Hefestos, intensamente introvertido, se encuentra absolutamente incómodo en situaciones sociales al no estar dotado par la charla de sociedad. Por ello, los demás no prolongan su compañía. La mujer Afrodita puede ser la excepción. Con su talento para centrar su total atención en la persona con la que está, puede atraerle y encontrarle fascinante.

Sintiéndose atractivo y atraído por ella, el hombre Hefestos responde con su intensidad característica, y es probable que se encienda una conexión apasionada entre ambos. Ella es atraída por la intensidad de sus sentimientos y responde en la misma moneda a su fuego emocional, que puede ahuyentar a otras mujeres. Ella abraza la naturaleza profundamente erótica de él, que puede permanecer dormida durante algunos periodos, sublimada en su trabajo junto con su cólera. Si él es un artesano o un artista, ella también puede verse atraída por los bellos objetos que él crea y, al dejarse atraer, puede inspirar su creatividad.

Los problemas de amar a un hombre tipo Hefestos son muchos, y dependen de la clase de sentimientos que guarda bajo el envoltorio y de su salud psicológica. En un extremo, puede que sea un volcán reprimido, potencialmente paranoico, un solitario cuyo trabajo tal vez no obtenga reconocimiento por ser tan solitario y hostil. Además, es probable que el atractivo de una mujer Afrodita o la atracción que ejerce sobre los demás le disparen sentimientos de cólera, de inferioridad, y miedo a la pérdida. Si es verdaderamente como Hefestos, puede ser capaz de mantener sus celos bajo control. Sin embargo, estar cerca de un hombre así bajo estas circunstancias es como estar en la ladera de un volcán activo, preguntándose cuando la próxima erupción puede mandarlo todo por los aires.

Algunas combinaciones tipo Hefestos-Afrodita funcionan excelentemente. En este caldo, el hombre Hefestos es un hombre introvertido y creativo que tiene una variedad gama de sentimientos (en lugar de estar predominantemente enfadado), en su característica manera de ser típicamente intenso y contenido. Expresa estas emociones a través de su trabajo y de algunas relaciones importantes. La ama profunda y apasionadamente, pero no de un manera posesiva. Su intensidad la mantiene desde el punto de vista emocional, y su compromiso con ella le proporciona la estabilidad que necesita.

Otro tipo de hombre normalmente atraído hacia la mujer Afrodita es volátil, como Ares (dios de la guerra, hijo de Hera y de Zeus). La historia de la vida real de esta clase de hombre puede parecerse mucho a la configuración mitológica de la familia de Ares: fue educado por una madre amargada, después de que su padre les abandonase a los dos, es un hombre emocional, apasionado y fanfarrón, que tiene maneras de “supermacho”. Al haber carecido de un padre real que le sirviera de modelo de comportamiento y disciplina, y acostumbrado a conseguir cualquier cosa de su madre, es impaciente y tiene poco aguante a la frustración. Le gusta estar al mando de la situación, aunque puede perder la cabeza cuando se ve presionado, lo cual no le hace ser un buen líder.

La combinación Afrodita-Ares es una mezcla inflamable. Ambos tienen en común una propensión a vivir el aquí y ahora. Ambas son personas reactivas más que reflexivas; son personas del tipo,”actuemos ahora y pensémoslo después”. Siempre que se juntan, las chispas eróticas de sus fieros temperamentos producen interacciones incendiarias. Hacen tanto la guerra como el amor. Esta combinación produce las típicas peleas de amantes de continuas rupturas y reconciliaciones.

Afrodita y Ares no constituyen ingredientes de una relación estable. Además de sus cóleras emocionales, el machismo jactancioso de Ares suele originar situaciones económicas precarias. Es incapaz de pensar planificando o de ser prudente; en el acaloramiento del momento, puede decir o hacer algo que le cueste su puesto de trabajo. Si, además de todo ello, la mujer tienen una tendencia tipo Afrodita a la infidelidad —o cuanto menos a “flirtear”—, esto amenaza su masculinidad y dispara su sentimiento de posesividad. Entonces puede volverse violento, y su estallido de cólera puede ser brutal, produciendo terror y recelo.

Sin embargo, a pesar de sus fuegos de artificio, es posible para algunas parejas Ares-Afrodita resistir la situación y vivir en una relativa armonía. En tal tipo de pareja, él suele tener una personalidad Ares —impulsiva, emocionalmente intensa y combativa por naturaleza— pero, por proceder de una familia más acomodada, no es esencialmente hostil. Y ella tiene suficiente Hera dentro de sí para desarrollar un vínculo estable con él.

Un hombre que se comporta como el eterno joven también atrae a muchas mujeres tipo Afrodita, que parecen tener una inclinación por hombres inmaduros, complejos, centrados en lo subjetivo y con un potencial creativo. Ellos se parecen al dios mensajero Hermes, el más joven de los dioses del Olimpo. Ella encuentra el lado amable de él en sus palabras embriagadoras —especialmente cuando él tiene una naturaleza poética—, y está fascinada por su capacidad de pasar rápidamente de las alturas a las profundidades (tanto desde el punto de vista emocional como social). El tipo de hombre Hermes puede ser tramposo, algo estafador, que le encanta dejar boquiabiertas a mentes “inferiores”. Su potencial es inmenso, frecuentemente lleno de talentos, aunque es indisciplinado, carismático y no se compromete en el trabajo ni respecto a ella. Es típico que entre y salga en la vida de ella. Obligarlo a concretar algo es como intentar retener el mercurio. Él habla con “tal vez” y fantasea con la posibilidad de casarse o de vivir juntos. Pero ella hería mejor en no contar con ello, porque él es el último de los hombres que llegaría a comprometerse. La relación sexual con él es impredecible y llena de densidad. Es un amante encantador y sensible, un Meter Pan juguetón que nunca creció.

Las combinaciones Afrodita-Hermes encajan muy bien con algunas mujeres Afrodita, porque ambos tienen en común la intensidad del aquí y ahora y una ausencia de compromiso. No obstante, si Afrodita y Hera son arquetipos fuertes en ambos, para ella se trata de una pareja muy dolorosa. Este tipo de mujer se apegará profundamente a él y será atormentada por los celos. La sexualidad entre ellos es intensa. Ella es monógama y quiere casarse, pero normalmente debe llegar a un acuerdo apropiado a la necesidad que él tiene de moverse libremente.

No obstante, un hombre Hermes maduro es capaz de comprometerse en un trabajo y en una relación (como se ha señalado previamente, puede casarse con una mujer tipo Hestia); probablemente es un hombre de negocios o un comunicador más que un joven eternamente huyendo. Si es así, la pareja Afrodita-Hermes puede ser una excelente pareja. Su relación puede sobrevivir a los “flirteos” y a las aventuras sentimentales, porque ninguno de los dos es celoso ni posesivo. Además, la relación puede resistir porque ambos disfrutan de la compañía y del estilo del otro. Ella se adapta muy bien a su manera de ser siempre en movimiento, que es compatible con la suya propia. Ambos pueden estar implicados intensamente el uno con el otro en un momento y se independientes a continuación, lo cual les encaja a ambos.

Matrimonio

Si Afrodita es uno de los varios arquetipos fuertes y está incluida Hera, entonces su presencia fortalece y vitaliza el matrimonio con sexualidad y pasión. No obstante, a menudo es difícil para una mujer Afrodita conseguir un matrimonio monógamo duradero. A menos que otras diosas ejerzan su influencia para mantener a Afrodita dentro del matrimonio, o que éste esté construido por una combinación afortunada, probablemente seguirá un patrón de relaciones en serie. Por ejemplo, la actriz Elisabeth Taylor, cuya imagen pública es la de una Afrodita contemporánea, ha tenido un rosario de matrimonios.

Relaciones con mujeres: la dama engañada

Una mujer Afrodita puede ser engañada por otra mujer, en especial por mujeres tipo Hera. Cuanto menos consciente es o menos se responsabiliza del efecto que produce en los hombres, más puede ser un elemento perturbador. Por ejemplo, puede que vaya a una fiesta y entable conversaciones con carga erótica con los hombres más interesantes de la misma. De esta manera estimula los celos, los sentimientos de inadecuación y el miedo a la pérdida de las mujeres, que ven cómo sus hombres reaccionan ante ella cada vez más animados, a medida que la alquimia que se produce forma un aura dorada alrededor.

Cuando las mujeres (en especial la Hera celosa o la Hera vengativa) se enfadan con la mujer Afrodita, ésta suele quedar sorprendida. Es raro que soporte la mala voluntad de las demás mujeres, y como no es posesiva ni celosa, suele tener dificultades en imaginar la causa de la hostilidad que produce.

Una mujer Afrodita tiene con frecuencia un amplio círculo de amigas (ninguna de ellas tipo Hera) y conocidas que disfrutan de su espontaneidad y atractivo. Muchas de ellas tienen en común con ella cualidades de Afrodita. Otras parecen actuar como acompañantes, que simplemente disfrutan de su compañía o que viven por procuración a través de sus aventuras amorosas. Sin embargo, sus amistades duran únicamente si sus amigas no se ofenden personalmente cuando ella es informal con los planes que hacen en común.

Una mujer Afrodita lesbiana se diferencia de una heterosexual sólo en su preferencia sexual. Ella también aporta la conciencia de Afrodita a las relaciones y entonces, a su vez, ella misma responde a la alquimia que genera. Se implica intensamente en las relaciones, se enamora con frecuencia, y como consecuencia mantiene habitualmente una serie de relaciones importantes. Queriendo experimentar “todo lo que la vida puede ofrecer”, suele tener relaciones con hombres y con mujeres. No obligada a vivir conforme a lo que los hombres esperan de las mujeres, una Afrodita lesbiana ejerce su prerrogativa de escoger a sus amantes tal vez más que su homóloga heterosexual. El estilo de vida alternativo que la comunidad lesbiana ofrece encaja con su falta de convencionalismo de toda la vida.

Las mujeres lesbianas a veces descubren a Afrodita en sí mismas a través de la relación con otras mujeres, como sugería Ruth Falk en su libro Women Living[2]. En él describía la contemplación de la belleza en otra mujer y el sentimiento de sentirse hermosa; tocar a otra mujer y sentir como si hubiera sido tocada ella misma. Según su descripción, cada mujer “reflejaba” a la otra, permitiendo que cada una encontrase su propia sensualidad femenina.

Hijos

Las mujeres Afrodita quieren a los niños y viceversa. Un niño/a siente que este tipo de mujer le mira o lo mira o la mira sin un ojo crítico o juzgador. Saca los sentimientos y capacidades del niño/a de tal manera que éste/a se siente guapo/a y aceptado/a. con frecuencia infunde un sentimiento de ser especial que puede proporcionarle confianza y ayudarle a desarrollar sus capacidades y talentos. Ella puede entrar en un espíritu de juego y actuar con mucha facilidad. Parece encantar a las/os niñas/os que se porten bien e inspirarles su entusiasmo contagioso por cualquier cosa que ella le interese. Éstas son cualidades maravillosas en una madre. Las/os hijas/os de las mujeres Afrodita prosperan y desarrollan su individualidad si también se hallan presenten en ella las cualidades de Deméter.

Una madre Afrodita puede cautivar a sus hijas/os, que la ven hermosa y encantadora, pero (cuando falta Deméter), si no considera sus necesidades de seguridad y constancia emocionales, será inconstante, lo cual tiene consecuencias negativas sobre ellos. Sus hijas/os se deleitan en un momento al recibir su atención total, y a continuación se quedan tristes y desconcertadas/os cuando ésta se dirige hacia otro lado. Una de mis pacientes tenía una madre Afrodita que la dejaba durante largos periodos de tiempo con la señora de la limpieza. Describía sus llegadas a casa que eran tan especiales: “Madre irrumpía en casa con los brazos tendidos hacia mí para saludarme. Me sentía la persona más importante del mundo”. Su madre traía con ella “los rayos del sol”; era como si una diosa hubiera regresado. No importaba que mi paciente hubiera estado resentida a causa de su ausencia, ni tan siquiera que hubiera acogido la noticia de su regreso con hosquedad; todo era olvidado tan pronto como se sumergía en el brillo carismático de su madre Afrodita. Creció sin saber cuáles eran sus capacidades (que eran extraordinarias) y tuvo que enfrentarse a sentimientos de falta de estima y de depresión, que se asemejaban a los sentimientos que tenía cuando su madre estaba ausente.

Cuando la atención inconstante e intensa de una madre Afrodita se centra en su hijo, ésta afecta a sus futuras relaciones con las mujeres, así como a su autoestima y a su potencial de depresión. Crea una intimidad especial entre ellos que seduce al hombre en ciernes que hay en su hijo y le atrae hacia ella, volcando su atención hacia cualquier otra cosa a continuación. Un rival de su afecto —frecuentemente un hombre, o a veces cualquier otra fascinación— la separa, dejándole con el sentimiento de inadecuación, desolado, impotente, enfadado y, a veces humillado. El hijo siente una rivalidad personal, una competencia en la que repetidamente pierde frente a los hombres que entran en la vida de su madre, sentimientos de los que se salvan la mayoría de las mujeres. Como adulto, anhela recuperar la intensidad y el sentimiento de ser especial que sintió en otro tiempo con su madre, sólo que esta vez quiere ser él quien tenga el control. Basado en la experiencia de su infancia con su madre, desconfía de la fidelidad de las mujeres, y tal vez sea incapaz de conservar su afecto.

En la mediana edad

La inevitabilidad de envejecer puede que sea una realidad devastadora para la mujer Afrodita si su atractivo ha sido su principal fuente de gratificación. Una vez está pendiente de ello o que está obsesionada porque su belleza se marchita, su atención puede experimentar cambios, impidiéndole concentrarse totalmente en otra persona. Tal vez no se dé cuenta de que la cualidad de Afrodita es lo que atraía a la gente hacia ella mucho más que su belleza física.

A mitad de su vida, una mujer Afrodita también se vuelve infeliz por la elección de sus parejas. Puede que caiga en la cuenta de cuántas veces se ha visto atraída por hombres no convencionales y, a veces, inadecuadamente para ella. Quizá quiera entonces asentarse; posibilidad que tal vez haya descartado hasta ese momento.

Sin embargo, la mediana edad no es un periodo difícil para las mujeres Afrodita que están involucradas en un trabajo creativo, es típico que tales mujeres mantengan su entusiasmo y todavía se den de lleno al trabajo que les interesa. Ahora tienen más experiencia para sacar inspiración de la misma, y tienen más desarrolladas sus habilidades para expresarse.

En la tercera edad

Algunas mujeres Afrodita mantienen la capacidad de ver la belleza y de enamorarse un poco de cualquier cosa o persona sobre las que centren su atención. Envejecen con gracia y vitalidad. Su interés por los demás o su compromiso con un trabajo creativo sigue siendo la parte más importante de sus vidas. Mantienen una actitud joven a medida que cambian de una experiencia a otra y de una persona a otra, sin darse cuenta de ello, fascinadas con el futuro inmediato. Por ser jóvenes de corazón, atraen a los demás hacía sí y tienen amistades de todas las edades. Por ejemplo, Imogene Cunningham, incluso a sus noventa años, era una fotógrafa un poco duende que captaba la belleza que veía a través de las cámaras y, a su vez, otros la fotografiaban a ella.

Dificultades psicológicas

No es cosa fácil tener a Afrodita como un arquetipo compulsivo. Le gustan los hombres y les atrae hacia ella con su atractivo y su interés por ellos. Su actitud de atención es seductora; hace que un hombre se sienta especial y sexualmente atractivo. Su atención invita a que éste responda de manera recíproca, creando una atracción erótica entre los dos que conduce al deseo de llegar a una intimidad sexual. Si ella se identifica con Afrodita, llevará a cabo su deseo sin considerar las consecuencias. Pero éstas pueden ser la condena social, una serie de relaciones superficiales, una posible explotación por los hombres que sólo pretender tener una relación sexual con ella y nada más, y la subsiguiente pérdida de la autoestima. Tiene que saber cómo contener a Afrodita en algunas circunstancias, y cómo en otras: como escoger sensatamente “cuándo y con quién”, y cómo no ser empujada por el arquetipo a situaciones destructivas.

Su manera cálida y atenta de relacionarse también puede ser tergiversada por hombres que, erróneamente, presuponen que ella está especialmente interesada o atraída sexualmente por ellos. En este caso, cuando ella les rechaza, puede que la consideren como una rompecorazones o una mujer provocativa, y que le reprochen haber atraído sobre sí su atención. Ellos pueden sentirse engañados y resentidos, y quizás se enfaden y adopten actitudes hostiles. Como objeto de un encaprichamiento indeseado y de un rechazo irritado, una mujer Afrodita puede sentirse herida y queda confundida acerca de qué es lo que ha hecho para suscitar tales respuestas. Cuando una mujer Afrodita toma conciencia de este patrón de comportamiento, puede aprender a enfriar el ardor en ciernes de un hombre cuyas esperanzas no desea alentar. Puede indicarle su no disponibilidad hacia él o adoptar unas maneras más impersonales.

Negándose a Afrodita

Cuando una mujer Afrodita es educada en una atmósfera que condena la sexualidad en las mujeres, quizá intente sofocar su interés por los hombres, atenuar su atractivo y se considere perversa por sentimientos de tipo sexual. Pero la culpabilidad y el conflicto de expresar su naturaleza de Afrodita la lleva a sentirse deprimida u obsesionada. Y si se las arregla tan bien como para poder suprimir su sexualidad y su sensualidad de su conciencia, perderá el contacto con una parte esencial de su yo real, junto con su vitalidad y espontaneidad.

Desventajas de vivir en el presente

Las mujeres Afrodita tienden a vivir en el presente inmediato tomando la vida como si no existiera nada más que la experiencia sensorial. Al asirse al momento, una mujer de este tipo puede actuar como si sus acciones no produjeran consecuencias en el futuro y/o no existieran lealtades que pudieran entrar en conflicto. Esta orientación va más allá de una aventura impulsiva que perturbará a todas las personas afectadas. Por ejemplo, puede que compremos hermosos objetos fuera de su presupuesto, o suele “dejar plantada” a la gente. Hace planes con gran entusiasmo y toda la intención del mundo de llevarlos a cabo. Pero cuando llega el momento, puede hallarse absorbida en cualquier otra cosa o persona.

Aunque las lecciones son dolorosas, la experiencia en la mejor maestra para una mujer Afrodita. Aprende que las personas quedan heridas y se enfadan cuando las trata según la máxima “si te he visto no me acuerdo”. Cuando no considera su situación económica antes de comprar de manera impulsiva todo lo que se le pone ante la vista, se encuentra con facturas fuera de sus posibilidades y con cartas de apremio. Repite pautas de comportamiento que le producen dolor a sí misma y a los demás, hasta que aprende a resistirse a la tiranía del aquí y ahora, que ha estado gobernando su vida como su vida no existiera mañana.

Cuando una mujer Afrodita aprende a reflexionar en las consecuencias antes de actuar, actuará algo menos impulsivamente y se comportará con más responsabilidad. Sin embargo, las prioridades emocionales continuarán teniendo más peso que las consideraciones prácticas. Tal vez continúe hiriendo a otras personas con su comportamiento, incluso cuando reflexiona antes de actuar, ya que, en última instancia, continúa siguiendo su corazón.

Víctimas del amor

Los hombres pueden convertirse en víctimas cuando una mujer Afrodita les quiere y les abandona. Ella se enamora muy fácilmente, cada vez sinceramente convencida de que ha encontrado el hombre perfecto. En el momento mágico, él puede que se sienta como un dios enamorado de una diosa, hasta que es abandonado y reemplazado. Como consecuencia, ella deja tras sí una serie de hombres heridos, rechazados, deprimidos o enfadados que se sienten utilizados y desechados.

Una mujer Afrodita puede atravesar una serie de intensas aventuras amorosas, arrastrada cada vez por la magia (o experiencia arquetípica) de estar enamorada. Para acabar con este patrón de comportamiento, debe aprender a amar a alguien con todas sus imperfecciones: alguien que es un ser humano imperfecto y no un dios. Primero debe desencantarse de los falsos encaprichamientos; normalmente, sólo la experiencia puede producir este tipo de desencanto. Sólo entonces puede estar en relación un periodo de tiempo suficientemente largo como para aceptar los defectos humanos de su pareja y de sí misma, y descubrir las dimensiones humanas del amor.

La “maldición” del amor

El poder de la diosa Afrodita de hacer amar a los demás podría ser destructivo. Por ejemplo, a veces impulsaba a una mujer a amar a alguien que no correspondía o no podía corresponderle a su amor. O creaba una pasión vergonzosa o ilícita, que habría de conducir al conflicto o a la humillación y que, más adelante, destruía a la mujer o destruía sus cualidades positivas. Mirra, Fedra y Medea fueron tres mujeres mitológicas que fueron maldecidas de esta manera. Como consecuencia, “enfermaron” de amor. Cuando Afrodita se enfadó con Psiquis, planeó hacer que se enamorase del “más vil de los hombres”. La diosa era completamente consciente de que el amor podía causar sufrimiento.

Las mujeres unidas infelizmente a una pareja por su amor podrían ser víctimas actuales de Afrodita. Algunas recurren a asistencia psiquiátrica para aliviar sus sufrimientos. Dos patrones de comportamiento típicos han surgido en la práctica de mi profesión. En el primero, la mujer está enamorada de un hombre que la maltrata o que la desprecia. Ella subordina cualquier otra cosa de su vida por las “migajas” de atención que de vez en cuando obtiene de él. Su compromiso puede ser de corta duración o haberse prolongado durante décadas. Es típico que se encuentre atormentada por la relación y por sus esfuerzos de convencerse a sí misma de que realmente él la quiere, a pesar de las pruebas que tiene en contra. Está deprimida y es infeliz, aunque es muy ambivalente respecto a cambiar de situación. Pero para sentirse mejor tendría que acabar con esa relación destructiva, que tiene un enganche de naturaleza activa sobre ella.

El segundo patrón de comportamiento resulta todavía más desesperanzador. En él, la mujer está enamorada de un hombre que deja claro que no quiere tener nada que ver con ella. La evita siempre que puede y se siente atosigado por su amor no requerido. También en este caso, su implicación respecto a él puede extenderse a lo largo de muchos años, impidiéndola realmente la posibilidad de tener ninguna otra relación. Persiguiéndole a él, puede que le haya seguido a otra ciudad (como hizo una de mis pacientes) o que haya sido detenida por allanamiento de morada o echada a fuerza de la casa de él.

Liberarse se esta maldición de Afrodita es difícil. Para cambiar, la mujer tiene que ver la destructividad de su apego emocional y querer que la relación se acabe. Supone un tremendo esfuerzo para evitar la tentación de verle y volverse a comprometer con él. Pero tiene que hacerlo antes de poder dirigir sus emociones hacia cualquier otro lado.

Vías de desarrollo personal

El conocimiento acerca de su patrón arquetípico constituye una información muy útil para todo tipo de mujeres, especialmente para las mujeres tipo Afrodita. Les ayuda a saber que es su naturaleza “dada por la diosa” el enamorarse fácilmente, sentir atracción erótica y poseer un fuerte impulso sexual que otras mujeres no tienen. Saber esto ayuda a las mujeres Afrodita a liberarse de la culpabilidad de ser quienes son. Al mismo tiempo, deben volverse conscientes de que son ellas las que tienen que cuidar de sus propios intereses, porque la diosa no lo hace por ellas.

Aunque otros arquetipos de diosas pueden no ser prominentes en una mujer Afrodita, están habitualmente presentes, al menos en forma latente. Pueden aumentar su influencia con ciertas experiencias de vida, expulsando o modificando el poder de Afrodita sobre su psique. Si una mujer Afrodita desarrolla capacidades o adquiere una formación, es probable que Artemisa y Atenea aumenten su importancia. Si se casa y tienen un hijo, Hera y Deméter pueden ejercer una influencia estabilizadora. Si desarrolla el arquetipo de Hestia a través de la meditación, puede que resista más fácilmente el tirón de la atracción erótica. Por último, el cultivo de la introversión de Perséfone puede hacer que una mujer Afrodita viva una experiencia sexual en la fantasía, en lugar de vivirla en la realidad.

Cuando una mujer Afrodita se vuelve consciente de su patrón de comportamiento y decide modificarlo, de manera que ella misma o las personas a las que quiere no queden heridas, se produce un cambio fundamental. Le es posible, a partir de ese momento, tomar decisiones y prever y modificar las consecuencias, una vez puede averiguar cuáles con sus prioridades y ponerlas en práctica. El mito de Psiquis describe un camino de desarrollo que la mujer Afrodita puede seguir.

El mito de Psiquis: una metáfora del desarrollo psicológico

El mito de Eros (Amor) y Psiquis ha sido utilizado como una analogía de la psicología de lo femenino por varios analistas junguianos, especialmente por Erich Neumann, en su libro Amor and Psiquis, y Robert Jonson en She. Psiquis es una mujer mortal embarazada que quiere reunirse con su esposo Eros, dios del amor e hijo de Afrodita. Psiquis se da cuenta de que tiene que someterse a una Afrodita enojada y antagonista si es que quiere reconciliarse alguna vez con Eros, así que se presenta personalmente ante la Diosa. Para probarla, Afrodita le encarga cuatro tareas.

Las cuatro tareas de Afrodita tienen un importante significado simbólico. Cada una de ellas representa una capacidad que las mujeres han de desarrollar. Cada vez que Psiquis realiza una tarea, adquiere una capacidad que no tenía antes, capacidad equiparada en psicología junguiana con el ánimus o aspecto masculino de la personalidad de una mujer. Aunque estas capacidades se consideren “masculinas” en mujeres que, como Psiquis, necesitan hacer un esfuerzo para llevarlas a cabo, constituyen atributos naturales de las mujeres Artemisa y Atenea.

Como figura mitológica, Psiquis es una amante (como Afrodita), una esposa (como Hera), y una madre embarazada (Deméter). Es más, a lo largo del mito también desciende al mundo subterráneo y regresa (de esta manera, también se parece a Perséfone). Las mujeres que ponen en primer lugar las relaciones y reaccionan instintiva o emocionalmente a los demás, han de desarrollar las capacidades simbolizadas por cada una de las tareas. Sólo entonces pueden afirmar sus opciones y actuar de manera decisiva a favor de sus mejores intereses.

Primera tarea: seleccionar las semillas

Afrodita conduce a Psiquis a una habitación y le muestra un enorme montón de semillas mezcladas entre sí —de trigo, cebada, mijo, amapola, garbanzos, lentejas y habas— y le dice que debe clasificarlas antes del atardecer, cada una en su propio montón. La tarea parece imposible hasta que una multitud de humildes hormigas acuden en su ayuda, colocando cada clase de semilla, grano por grano, en su propio montón.

De manera similar, cuando una mujer toma una decisión crucial, con frecuencia debe clasificar primero una maraña se sentimientos conflictivos y de lealtades que compiten en sí. La situación es a menudo especialmente confusa cuando Afrodita anda por medio. “Seleccionar las semillas” es, pues, una tarea interna, que exige que una mujer mire honradamente dentro de sí, examine sus sentimientos, motivaciones y valores, y separe lo que es realmente importante de lo que es insignificante.

Cuando una mujer aprende a permanecer en una situación confusa y no actúa hasta que surge la claridad, ha aprendido a confiar en “las hormigas”. Estos insectos constituyen una analogía del proceso intuitivo, de los trabajos que están más allá del control consciente. Así pues, la claridad puede llegar a través de los esfuerzos conscientes para afirmarse de manera sistemática o lógica y asignar las prioridades a los muchos elementos involucrados en una decisión.

Segunda tarea: con seguir algunas vedijas de oro

A continuación Afrodita ordena a Psiquis que adquiera algunas vedijas de la lana oro de los terribles Barberis del sol. Son animales con cuernos enormes y agresivos, que se encuentran en medio de un campo luchando entre sí. Si Psiquis tenía que caminar en medio de ellos e intentar coger su lana, probablemente sería pisoteada a aplastada. Una vez más, la tares parece imposible hasta que unos verdes juncos le ayudan aconsejándole que espere hasta la puesta de sol, cuando los carneros se dispersen para descansar. Entonces puede coger mechones de lana de oro de las zarzas contra las que los carneros se habían restregado.

Simbólicamente, el vellocino de oro representa el poder, poder que una mujer necesita adquirir sin ser destruida en el intento de conseguir una parte del mismo. Cuando una mujer Afrodita (o uno de los tipos de diosas vulnerables) sale al mundo competitivo donde otros luchan agresivamente por el poder y la posición, puede quedar herida o desilusionada si no reconoce los peligros. Tal vez se endurezca y se vuelva cínica; su yo solícito y confiado quizá se convierta en una víctima, “pisoteada”. Una Atenea acorazada puede estar en medio de un campo de batalla, directamente involucrada en estrategias y política, pero una mujer que es como Psiquis hace mejor en observar, esperar y adquirir gradualmente poder de manera indirecta.

Adquirir el vellocino de oro sin destruir a Psiquis es una metáfora respecto a la tarea de conseguir poder y seguir siendo una persona compasiva. En mi práctica psiquiátrica me encuentro con que mantener esta tarea en la cabeza es muy útil para toda mujer que está aprendiendo a afirmarse a sí misma. En caso contrario, al centrarse únicamente en expresar sus necesidades o su enfado, sus conversaciones se vuelven confrontaciones alienantes que no la ayudan a conseguir lo que quiere y que la presentan bajo una luz cruda y destructiva.

Tercera tarea: llenar el frasco de cristal

Para la tercera tarea, Afrodita coloca un pequeño frasco de cristal en la mano de Psiquis y le dice que debe llenarlo con agua del río prohibido. Este río cae en cascadas desde un manantial situado en la cima de la montaña más alta de la más profunda sima del mundo subterráneo, antes de surgir a través de la tierra para brotar de nuevo por el manantial. Metafóricamente, este río representa la corriente circular de la vida, en la que Psiquis debe sumergirse para llenar el frasco.

Cuando mira fijamente la corriente helada, encajonada en el fondo de un afilado cañón y custodiada por dragones, la tarea de llenar su frasco parece imposible, esta vez, un águila acude en su ayuda. El águila simboliza la capacidad de ver el paisaje desde una perspectiva distante y abatirse sobre su presa cuando es necesario. Esto no es el modo habitual de percibir para una mujer como Psiquis, que está tan personalmente involucrada que “los árboles no le dejan ver el bosque”.

Es especialmente importante para las mujeres Afrodita poner un poco de distancia emocional en sus relaciones, para ver los patrones de comportamiento en su totalidad y captar importantes detalles que le harán posible captar lo que es significativo. Entonces puede asimilar y moldear la forma que puede tomar su vida.

Cuarta tarea: aprender a decir que no

Para su cuarta y última tarea, Afrodita ordena a Psiquis que descienda al mundo subterráneo con una pequeña caja para que Perséfone la llene con el ungüento de la belleza. Psiquis equipara la tarea con la muerte. Esta ves es una torre clarividente la que le aconseja.

Esta tarea es algo más que la prueba de valor y determinación tradicional del héroe, ya que Afrodita la ha hecho particularmente difícil. Se lo dice a Psiquis, en encontrará personas en situación miserable que le pedirán ayuda, y que en tres ocasiones deberá “endurecer su corazón a la compasión”, ignorar sus ruegos y continuar su camino. Si no lo hace, permanecerá para siempre en el mundo subterráneo.

Establecer un objetivo y mantenerlo frete a las peticiones de ayuda es especialmente difícil para cualquier mujer, excepto para las mujeres tipo diosa virgen. Las maternales Deméter y las serviciales Perséfone son las que tienen una mayor actitud de respuesta a las necesidades de los demás, mientras que las mujeres Hera y Afrodita tienen una actitud intermedia.

La tarea que cumple Psiquis cuando dice que no tres veces es para ejercitar la capacidad de decisión. Muchas mujeres permiten que se les imponga y permiten así que las desvíen de hacer algo para ellas mismas. No pueden llevar a cabo ninguna cosa que hayan planeado, no algo que es lo mejor para ellas, a menos que aprendan a decir que no. Tanto si se trata de una persona que necesita compañía o comodidad, como si necesita la atracción de una relación cargada de erotismo, hasta que una mujer sea capaz de decir que no a aquello a lo que sea particularmente susceptible, no podrá determinar el curso de su propia vida.

A través de las cuatro tareas. Psiquis evoluciona desarrolla capacidades y fuerzas cuando se ponen a prueba su valor y determinación. Pero, a pesar de todo lo que adquiere de nuevo, su naturaleza y sus prioridades básicas permanecen inmutables: sigue valorando una relación de amor, lo arriesga topo por ella, y gana.