En el Pétalos a la Cazuela suena el teléfono.
Lo coge la señora Sofía, que luego anuncia:
—¡Es para ti, Gaston! ¡Corre, es el señor Carrascosa!
El cocinero deja los fogones y va hasta el teléfono del comedor a la carrera.
—¿Cómo está, querido Champignon? —le pregunta Silvio Carrascosa—. ¿Listo para invadir España con sus flores?
—¡Listísimo! —responde Champignon—. ¿Cuándo nos vemos para ultimar los detalles del proyecto?
—El proyecto sigue adelante a toda vela —explica el tipo de la nariz porcina—. Ya he descubierto los locales que hay que comprar en las diferentes ciudades. Y ya he hablado con el propietario de su restaurante.
—¿El señor De la Fuente? —pregunta sorprendido el cocinero—. ¿El abogado que me alquila el local del Pétalos a la Cazuela?
—Sí, le he hecho una oferta para comprar el restaurante —responde Carrascosa—. No podemos arriesgarnos a que nos desahucie y nos deje en la calle cuando iniciemos la nueva actividad. Mejor comprar los ladrillos.
Gaston Champignon sigue preguntando:
—¿No le parece que va demasiado rápido, señor Carrascosa? Antes de comprar los locales deberíamos publicar anuncios en los periódicos para encontrar a los cocineros, estudiar cómo instruirlos y reflexionar con calma sobre muchos detalles.
—No se preocupe, Champignon —rebate Carrascosa—. Lo tengo todo pensado. No hacen falta más cocineros, ¡basta con usted! Al final de la semana me pasaré por su restaurante y le explicaré todo. ¡Luego transcribiremos en un fabuloso contrato todos los ceros que anoté sobre la servilleta! ¿De acuerdo? Créame, ¡gracias a sus flores, en sus bolsillos pronto florecerán billetes de los gordos! ¡Hasta pronto, querido socio, y salude a su señora de mi parte!
La señora Sofía observa a su marido, que cuelga el teléfono con expresión de perplejidad y se acaricia el bigote por el extremo izquierdo.
Los Cebolletas suben al aula de la parroquia donde les dan las clases de táctica.
—He hablado con Bruno, el número 10 de los Diablos Rojos —comunica João—. La idea de jugar en un equipo de once le apetece mucho, pero no quiere crear problemas a sus compañeros.
—¿O sea que ha dicho que no? —pregunta Sara.
—Tiene que hablar con sus amigos —responde el extremo derecho—, pero tengo la impresión de que se quedará con los Diablos Rojos.
Gaston Champignon llama la atención levantando el cucharón de madera delante de la pizarra.
—Pasado mañana echaremos nuestro segundo partido amistoso. He organizado un encuentro en el campo de los Estelares.
—¿El que está en el parque de Roma? —pregunta Nico.
—Exacto —responde el cocinero-entrenador—. Empezaremos con la táctica que ensayamos en el segundo tiempo del partido de Valdeacederas, y luego haré algunos experimentos durante el partido. La alineación inicial será esta…
Gaston Champignon escribe el nombre de los Cebolletas en la pizarra, con el esquema 4-4-1-1: cuatro defensas, cuatro centrocampistas, un medio punta y un delantero centro.
—Sara y Lara jugarán de defensas laterales, Dani y Elvira se quedarán en el centro de la zaga —explica el cocinero-entrenador—. El medio del campo, partiendo de la derecha, será el siguiente: Becan, Nico, Aquiles y João. Tomi se quedará por detrás de Rafa cuando ataquemos y bajará a la línea de mediocampistas cuando defendamos. Los demás entrarán durante el encuentro. ¿Alguna duda?
—Yo estoy acostumbrado a jugar en ataque, ¿qué tengo que hacer en medio del campo? —le pregunta Aquiles.
—He pensado que en esa posición aprovecharíamos mejor tu fuerza —responde Champignon—. En el primer partido tuvimos algunos problemas en el centro. No conseguíamos detener a los adversarios y recuperar el balón. Tú tendrás que hacer eso, básicamente.
—¿Como Xabi Alonso? —pregunta Aquiles.
—Exacto —responde el cocinero-entrenador—. También podrás subir y demostrar tus cualidades de atacante, pero lo más importante es que recuperes balones y se los pases a Nico, que podrá iniciar las jugadas con sus pases.
—¡Vale, míster, protegeré a nuestro número 10, y ojo a quien se le intente acercar! —exclama el antiguo matón.
Los Cebolletas bajan al vestuario a cambiarse riendo entre dientes.
Corren, hacen algunos ejercicios de calentamiento, se distribuyen por el césped sin dejar de pelotear y luego se dividen por parejas y practican pases y paradas de balón.
Hacia el final del entrenamiento, Gaston Champignon extrae del saco otra pelota oval, pero más pequeña que la de rugby.
—¿Hoy jugamos al fútbol americano? —pregunta Dani, divertido.
—Exacto —confirma el cocinero-entrenador, que luego explica—: es un juego muy útil. A Nico le servirá para pensar dónde lanzar el balón muy rápidamente. A Aquiles le vendrá bien para acostumbrarse a proteger al número 10. A los medio centros, para intentar recuperar la pelota antes de que la ceda Nico. A los delanteros, para echar a correr a toda velocidad tras los pases de Nico, y a los defensas, para tratar de interceptar los pases. Pero, sobre todo, es un juego muy divertido, y eso es lo más importante. ¡A vuestros puestos!
En la misma línea, de derecha a izquierda, se colocan Sara, Becan, Julio, el Niño, Elvira, Fidu e Ígor, listos para echar a correr.
Delante de ellos está el resto de los Cebolletas, agrupados, discutiendo cómo organizar el plan de ataque. Y empieza la acción.