2. ¿Alarmista?

– Así que han desaparecido -dijo Julio Steinberg, presidente de Alix Corp.

– Con la chica, a algún lugar del caos -confirmó Fran, director de Alix B.

Llenaba la sala un silencio sepulcral, pues todas las opciones de aislamiento del centro de domótica estaban activadas; si explotara una bomba al lado del edificio, apenas sentirían la vibración. La sala estaba totalmente vacía salvo por la mesa y las doce sillas ocupadas por buena parte del consejo de administración de Alix.

– ¿Es necesario que tengas encendida tu IA aquí, Fran?

Este parpadeó un par de veces y levantó su monóculo como si fuera un parche. La palidez del ojo que se descubrió bajo el mismo desagradó a los asistentes.

– Bien -continuó Julio-. Control de daños, dime si me equivoco. Tras enviar a esa chica a eliminar a Boris sin éxito, once de ellos asaltaron la sala de tránsito y la enviaron al caos. Luego se esfumaron sin más.

– Ocurrió así, sí -dijo Fran, incómodo. La mesa era rectangular, Julio estaba en un extremo y Fran en el otro, justo el que daba a la puerta. Aquel asiento tenía fama de ser algo parecido a un asiento de los acusados, lo que le ponía un poco nervioso.

– ¿Qué sabes de ella?

– Se llama Marla Enea Benavente, llevaba viajando unos ocho años y fue de los pocos agentes ajenos a nuestra nueva generación de empleados que aún seguía allí. Iba a ser retirada justo cuando regresase del encargo que se le hizo antes de lo de la sala de tránsito.

– Luego tenía acceso al mundo exterior.

– Sí.

– ¿Y qué crees que hizo Boris con ella?

– Él conocía el orden de retiro de los empleados anteriores a las nuevas instalaciones, así que probablemente su intención fuera salvarla. Ignoro a dónde pudo mandarla, dado que no tenemos permiso para estudiar el caos…

– No estamos aquí para aguantar tus reivindicaciones. Puedes marcharte.

En silencio, Fran recogió sus papeles y se marchó.

– Debería desmantelar Alix B ahora mismo, y darle a ese gordo irresponsable un último viajecito al pleistoceno -dijo Julio frotándose la cara con cansancio y hastío.

– Señor Steinberg -dijo uno de los asistentes-, en estos momentos esa mujer podría estar con Boris; si así fuera este le contaría a ella todo lo que sabe, y ha demostrado que puede ir y volver con la unidad. Es posible que vuelvan aquí preparados y lo destapen todo.

– Lo sé, lo sé. Pero tengo la impresión de que esto va más allá de nuestros propios asuntos. Creo que no volverán; de hecho seguramente sean como la ratas que huyen antes de que el barco se hunda. Y con razón.

– ¿Por qué dice eso?

– Vamos Fede, sabes que cualquier día el ministerio de ofensa puede descubrir todo el asunto y sacarnos a patadas de aquí. Porque no desmantelarían Alix, claro. Tampoco podemos alquilarles el servicio, es un poder demasiado grande, no se conformarían. Y aparte de eso… todo el asunto de Boris apesta. Se ha saltado la asepsia más elemental de la seguridad en los viajes y reunido con otros Boris. Y podrían estar al servicio de otras Alix. Temo una guerra multiversal, señores. Y encima está coqueteando sin ningún pudor con el caos. Sabe Dios lo que se nos puede colar por ahí, se me ponen los pelos de punta cada vez que lo pienso.

– A propósito del caos, ¿no es usted un poco alarmista al respecto al señor Steinberg? -dijo otro de los asistentes- He visto que tenemos enormes dificultades para financiar los proyectos que…

– ¿Alarmista, Nico? -dio un fortísimo puñetazo a la mesa, gritando-, ¡¿Alarmista?! No veo a nadie de Alix C hoy, ¡¿dónde está Eduardo?!

Una mujer alzó la mano.

– Eduardo está enfermo señor Steinberg, he venido en su lugar, soy la Vice Directora. Quizá se acuerde de mí, nos conocimos en la reunión sobre el incidente Magallanes.

– Cierto, cierto. Bien, ¿podrías ilustrar a estos señores un poco acerca del caos, dado que vosotros sois los que lo estudiáis? Temo ser demasiado alarmista.

– Disculpe, señor Steinberg -dijo Nico-, sabe usted muy bien que yo llegué a este consejo hace dos semanas, y que no he podido revisar toda la documentación. Comprendo que esté bajo presión y…

– ¡Cállate! -interrumpió Julio, furioso-. Qué sabrás tú de presión. La compañía se hunde, y sólo se puede sacar a flote explotando una tecnología más inestable que la nitroglicerina, pero tú dices que no hay que alarmarse. Por favor… -dijo mirando a la mujer.

– Bueno… el caos realmente es una idea abstracta, como saben ustedes es como llamamos a todos los universos que están más allá de la red controlada que explotamos a través de Alix B. Una vez miramos más allá de ella, nuestro planeta deja de ser una réplica del que conocemos y en muchos casos ni existe. Hmm… ¿Tengo permiso para hablar sobre Magallanes? Hay aquí algunos que llegaron después. Creo que sería uno de los mejores ejemplos.

– Por supuesto, es algo que Nico ya debería conocer. Y no te cortes, deléitanos con los detalles, así él podrá perfilar mi alarmismo.

– Bien, nuestro estudio del caos se ha llevado a cabo sobre todo con sondas exploradoras y gracias a ellas descubrimos un universo particular con una Tierra derivada, en la que prevalecía una civilización humanoide de tecnología bastante más avanzada que la nuestra. Probablemente se tratase del futuro remoto de nuestra propia especie, dado que se diferenciaban de nosotros únicamente en que eran más altos, delgados, cabezones y ya no tenían meñique en el pie, aparte de que los de las manos estaban atrofiados. Las posibilidades eran infinitas en I+D o venta, así que tras muchas discusiones y con la negativa de Boris y algunos miembros del consejo que pedían más tiempo para tener más información de las sondas, decidimos mandar a dos de nuestros agentes y traernos algunos ingenios. Necesitábamos resultados.

«La llamamos Operación Magallanes, y su primera misión consistió en traernos un extraño aparato, parecido a un secador de pelo antiguo que usaban para acelerar en cuestión de minutos la cicatrización de heridas. Sólo volvió un agente. Al parecer el otro fue descubierto por algunos seres de allí, y se lo llevaron paralizado. Pero el primer agente pudo volver con el chisme.»

La mujer hizo una pausa mirando a la mesa, sopesando lo que iba a decir a continuación. Nico empezaba a sudar.

– El aparato se descompuso a los dos días, como si fuera biodegradable, y apenas pudimos estudiarlo. Al tercer día, el agente cayó gravemente enfermo, con unas úlceras terribles por todo el cuerpo. Al cuarto día recibimos en la sala de tránsito y por sorpresa la notificación de regreso del otro agente, al que habíamos dado por perdido. Fue… una escena bastante tensa, pues no podíamos dejarle volver tras lo ocurrido, teníamos normas estrictas al respecto y por si fuera poco el personal disponible en aquel momento, de madrugada, era escaso. Al final conseguimos detenerle en pleno proceso de materialización. Pude verlo en vídeo; fue un espectáculo bastante desagradable. En la noche de ese mismo día el primer agente murió desangrado, y al quinto día… a gran parte del personal de esas instalaciones les nacieron úlceras…

La mujer miró a Julio, preguntándole en silencio si acaso era necesario seguir. Este hizo un gesto con la mano, tomando la palabra, y miró a Nico.

– Ese es mi alarmismo, maldito idiota. De lo que esta mujer te ha hablado es de lo que fue Alix A. Desde el mismo minuto en que nos comunicaron por radio lo de las úlceras sellamos la salida de las instalaciones al mundo exterior y les dejamos sin energía. Uno de los afectados fue también el hombre que ocupaba antes tu asiento, que estaba allí de inspección. Nadie ha vuelto a entrar o salir de allí, y nadie lo hará. Por eso estamos siguiendo el mismo programa de instalaciones-vivienda con Alix B, fue lo que nos salvó en el caso anterior. Ahora seguimos el estudio del caos en Alix C.

Nico estaba rojo y sudaba profusamente. Julio continuó.

– La epidemia se propagó pese a que nuestros controles, que son muy estrictos, no encontraron absolutamente nada, lo que significa que nadie en el resto del globo hubiera podido hacerlo. Si alguien hubiera salido de Alix A en aquellos días hubiera sido un poco alarmante, ¿no te parece?

– Pero aun así fue un descuido nuestro -replicó Nico-, es decir, los que van y vienen son nuestros propios agentes, nadie nos vino a invadir, fuimos nosotros quienes trajimos la amenaza. Y también una insensatez no pensar en el peligro biológico, hasta los primeros astronautas que pisaron esa piedra muerta que tenemos por satélite estuvieron en cuarentena, no se puede hablar de que el caos sea…

Julio miró a la mujer.

– ¿Te llamabas…?

– Allegra -era su alias en la compañía, naturalmente.

– De acuerdo Allegra, respóndele tú misma.

– Lo que debe comprender el señor Nico, es que lo de Magallanes sólo es la punta del iceberg, un ejemplo. No sólo hemos descubierto otras Alix, es que hemos descubierto también otras civilizaciones e incluso derivados aberrantes de la especie humana que conocían el multiverso, y que no se limitaban a explotarlo como nosotros, también invadían y controlaban los universos -nuestro planeta en ellos- en los que ponían el pie. No sé si será posible, pero si no tenemos cuidado allá donde vayamos nosotros o nuestras sondas, serían capaces incluso de seguirnos el rastro. Muchas de esas civilizaciones podrían hacernos trizas, y ahora tenemos a un pirado yendo de aquí para allá en el caos sin ningún control. ¿Va usted comprendiendo?

Nico asintió con la cabeza, sin mirarla. Julio consideró improbable que volviera a abrir el pico en lo que quedaba de reunión.

– ¿Que sabéis de lo de Boris en Alix C? -le preguntó a Allegra.

La mujer alzó el dedo índice asintiendo con la cabeza, como si fuera algo importante que se hubiera saltado.

– Tal fue la prisa de Boris que olvidó borrar el registro de coordenadas de la sala de tránsito, acaso supiera que quedaban guardados. Por lo que tuvimos acceso directo al lugar al que mandó a Marla Enea, aunque, dado que él viajó usando la unidad y no nuestras instalaciones no sabemos si fue allí también. Las sondas exploradoras detectaron la señal de la IA de Marla en un momento en el que ella activó la función de radio. Así es como pudimos localizar el lugar en el que lo hizo sin tener que buscar, fuimos a tiro hecho. El sitio en el que apareció es como una gran isla, habitada por un compendio de culturas de nuestro mundo cuyo espectro temporal ronda la primera mitad del pasado milenio, mezclado con otros elementos enteramente nuevos. En cualquier caso nada que llegue a la electricidad.

– No tiene sentido.

– Descubrimos algo más. ¿Conoce el rastro dejado por los saltos de regreso?

– Claro.

– Detectamos alrededor de ese mundo miles de ellos.

Julio frunció el ceño.

– Pero… a ver… Se supone que ese rastro se esfuma en la biosfera. Cuando alguien da el salto y desaparece, la presión atmosférica llena ese vacío de golpe, produciendo una implosión que borra cualquier rastro. No da tiempo a detectar nada. Las alteraciones producidas por el salto sólo podrían conservarse en el vacío, lo que no se ha probado. Es algo teórico…

– Como he dicho, fue en órbita -dijo Allegra asintiendo.

– Pero… nosotros no tenemos infraestructura para crear naves que… que… -dijo Julio perdiendo el hilo de voz.

Allegra miraba sus propias manos mientras las entrelazaba, nerviosa.

– En eso tiene usted razón, señor Steinberg. No pudimos haber sido nosotros.

Se produjo un silencio incómodo de alrededor de un minuto. Finalmente Julio suspiró, cansado.

– De acuerdo Allegra, hoy estoy demasiado espeso para hacer suposiciones. Me encantaría oír las tuyas.

– En fin, señor Steinberg… gracias a que las alteraciones se conservaron en el vacío, el espacio que ocuparon las naves antes del salto quedó intacto, y la poca materia que habían apartado previamente para hacer sitio a su llegada conservaba su configuración exacta.

– Ya te he dicho que hoy estoy muy espeso.

– Quiero decir que tenemos débiles fósiles fantasmas señor Steinberg, siluetas vacías de naves espaciales que estuvieron ahí. Sabemos su tamaño y forma. Y efectivamente hubo de todas las formas y tamaños. Tan diferentes eran que creemos que llegaron de distintos universos. Hubieron desde las que tenían el tamaño de una cabina de holollamada a auténticas ciudades flotantes de más de veinte kilómetros de diámetro.

Una ola de murmuraciones recorrió la mesa.

– ¿Y cómo encajan con ese pseudomedievo?

– Entraríamos en hipótesis demasiado prematuras…

– Ya he dicho que quiero oírlas -cortó Julio. Allegra se removió en el asiento, incómoda.

– La opinión mayoritaria en Alix C… es que ese planeta era especial.

– ¿Especial?

– Todas las naves que dieron esos saltos muy probablemente lo hicieron en el pasado, dado que el radar de las sondas no detectó ningún cuerpo extraño. Al estar en el vacío, no podemos datar con exactitud cuándo se hicieron dichos saltos. Algunos estiman que podrían haberse producido en un lapso de hasta varios cientos de años. De ser miles, se hubieran producido imperfecciones importantes en las siluetas por interferencias externas. No ha sido el caso.

«Aunque no sabemos hasta qué punto coincidieron todas en el tiempo, no parece probable que estuvieran de paso. Estamos hablando de cantidades considerables. Sabiendo lo de Boris y lo que han hecho otras civilizaciones con el multiverso, yo diría que ese mundo fue algún tipo de resguardo o manera de mantenerse apartados, de la guerra. Tal vez esconda algo, tal vez fuera una colonia, todo son hipótesis. Luego se fueron, acaso dejasen a alguien en las naves, o las programarían para dar ellas solas el salto a quién sabe dónde. Sí sabemos que no las destruyeron porque entonces no tendríamos siluetas.

Recordemos que ese mundo no es un derivado de La Tierra, está muy lejos del espectro que cubre la red de Alix B. Es más, si es cierto que los habitantes de ese mundo fueron introducidos por esas naves… significaría que dicho planeta antes era habitable, pero no habitado, por lo que estaría en un espectro de mundos derivados en el que no tendría cabida gente que conoce el concepto del multiverso»

– Me estoy liando.

– Quiero decir que allí era imposible llegar más que por azar. Alguien descubrió el lugar. Quizá ese alguien buscara concienzudamente en el caos un planeta habitable por seres humanos al que poder huir, estando en el ajo varios universos en guerra o peligro. Si mantuvieron el secreto de cómo llegar hasta allí, es probable que ese mundo pueda prosperar en paz, dado que no lo molestaría ningún viajero, amigo o invasor, del multiverso. Pero entramos en hipótesis que rozan la ciencia ficción -dijo ella recordándole que sabía muy poco y que le estaba echando demasiada imaginación.

– ¿Y qué pinta Boris allí?

Allegra se sacó del cuello de su chaqueta un pequeño tubo por el que sorbió agua durante unos instantes. Tras enfundarlo, continuó.

– Ya sabemos que Boris acabó siendo enemigo de todo esto de viajar y manipular indiscriminadamente otros universos. Quizá viajando por ellos, por nuestra red de Alix B reclutando a los otros Boris o por el caos para quien sabe qué, descubriera a simpatizantes de su causa y estos le revelaran la situación de aquel mundo. Tal vez él mismo rastreando el caos lo descubriera. No estamos seguros. Pero si fue a un sitio como ese, muy probablemente fuera para retirarse. Tampoco sabemos muy bien por qué mandó a la chica allí.

Quizá, como dijo Fran, simplemente la salvó. Un último acto de rebeldía antes de esfumarse. O por tener una compañera de aquí. Quién sabe.

– Bueno, como has dicho, es una hipótesis prematura. Aunque tiene sentido. En cualquier caso, tenemos acceso directo a ese mundo… bien, bien… voy a hacer que vuelva Fran.

A los seis minutos, Fran estaba de vuelta en el asiento de los acusados. Julio tenía una sonrisa radiante.

– Bien, Fran, tenemos localizados a Boris y a la chica.

– Hay que mandar a alguien y eliminarlos -dijo Fran levantándose el monóculo.

– Eso pensaba. Y me alegro de que coincidas conmigo porque vas a ser tú el que irá a hacerlo. Como en los viejos tiempos ¿eh, Fran?