30
Alegría en el corazón
Queridísima Inés:
Te iba a escribir mañana, pero lo hago esta noche aprovechando que mis padres aún no han llegado. Las noticias que hemos recibido de Candás son buenas, pero me encantaría, Inés, que te acercaras un día al pueblín para darle un abrazo grande a la señora Covadonga. Dirás que por qué te lo digo ahora después de todo el tiempo transcurrido. Tal vez pienses que tengo cargo de conciencia, pero no es verdad. ¿Sabes cuál es el motivo? Que mi corazón rebosa alegría y siento la necesidad de ser cariñosa con todos a los que quiero. La señora Covadonga es muy importante para mí, como tú, mi querida Inés.
Creo que esta euforia emocional que experimento se debe al hecho de que me estoy enamorando de Javier. En todo este tiempo hemos seguido saliendo juntos. Tú sabes que todo comenzó con mis deseos de vengarme de una amiga, Ana, pero ahora ya no pienso en ello. Estoy con Javier porque me siento feliz a su lado, aunque Ana sigue incordiando sin cesar, inventando mil excusas para alejarlo de mí. Hace unos días íbamos a ir al cine y no sé qué le habrá contado a uno de los profesores con los que hacen prácticas, para que este le pidiera a Javier que se quedara y, lógicamente, no pudimos vernos. Me parece que voy a hablar con ella y exigirle que se olvide de nosotros, que nos deje vivir en paz. Javier es tímido y nunca me ha dicho nada, pero yo sé que me quiere. Jamás pensé que me podría fijar en un hombre que no fuera blanco, Javier es mulato como yo, pero es maravilloso. Ya te iré contando. ¿Has vuelto a ver a tu madre? No sabes lo mucho que he pensado en ti y lo mucho que te admiro. Aplaudo, aunque yo sería incapaz de seguir tu comportamiento en el encuentro con tu madre. ¡Tengo tanto que aprender!
Te voy a contar algo que sé que te alegrará: he conseguido el segundo premio de dibujo en el concurso organizado por la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro. Mi madre me dice que una vez terminados los estudios podía pensar en dedicarme a la enseñanza, pero ya le dicho que no, que lo que quiero es pintar. Ya sé que se pueden hacer las dos cosas, aunque mi deseo es dedicarme íntegramente a la pintura y casarme y tener hijos. Me encantaría tener muchos.
En tus últimas cartas no me dices nada de cómo van tus estudios de enfermería y si ya te has olvidado de profesar como monja.
Inés, sé que me repito continuamente, pero ahora que ya has podido hablar con tu madre y que te has quedado tranquila, tendrías que animarte a venir. Solo tienes que decírmelo y mi madre te envía el pasaje.
He sentido un coche, seguro que son ellos que han llegado. Escríbeme pronto, por favor, y dime que te animas a viajar a Cuba.
Besos
Rosita
Dobla el papel y mira por la ventana. Son sus padres y parece que vienen felices. Hacía tiempo que no los veía tan abrazados. Su padre, que no es mucho más alto que su madre, le pasa el brazo por el hombro. Ella lo abraza por la cintura. Le gusta verlos así. Rosita piensa que su madre ya no está tan incómoda como al principio en la ciudad. «Qué buenos son conmigo», se dice. Es probable que les apetezca volver a Candás, pero por ella se quedan en La Habana. En verdad es una chica afortunada al tener unos padres como ellos. Rosita se sorprende con su propio pensamiento. «¡Dios mío, qué positiva me he vuelto! Y todo gracias a Javier», piensa.
Oye que su madre la llama mientras sube la escalera.
—Ya bajo, madre. Temía que les hubiera pasado algo, pero los vi desde la ventana.
—Ha sido una tarde complicada, pero al final nos hemos animado con unos daiquiris y sintiéndonos unidos —le dice Marina.
—Yo quiero querer así algún día —exclama Rosita.
—Antes de que te des cuenta, te enamorarás. Tu padre y yo hemos estado pensando que vamos a organizar la fiesta que tanta ilusión te hace. Invitaremos a tus amigos y a algunos conocidos nuestros, pero será tu fiesta. Así que ya puedes ponerte a idear cosas bonitas.
—Qué alegría, madre. —Le da un abrazo.