La montaña maldita
Tras su ascensión de la cara oeste del Naranjo de Bulnes, Rabadá y Navarro se habían consolidado como la cordada más experta e innovadora del panorama nacional. Su triunfo fue incluso reconocido por el alcalde de Zaragoza y montañero Luis Gómez Laguna, que felicitó a la pareja por carta unos días después de su regreso a la capital maña. Tras haber escalado la mayor pared virgen de España y con una experiencia en alta montaña avalada por la ascensión de la directa de la norte del Aspe y otras ascensiones invernales realizadas en 1962 y 1963, su próximo reto lo buscarían en el extranjero, en las paredes más elevadas del arco alpino.
La pared norte del Eiger había sido siempre uno de los objetivos soñados de los dos montañeros. En sus casas tenían fotografías de la pared, conocían los nombres de los vivacs, las descripciones de las travesías y las chimeneas y leían con avidez cualquier información que llegaba a sus manos sobre la montaña. Pero la Eigernordwand no sólo era la pared más temida de los Alpes, sino que se había convertido en la montaña maldita en los medios de comunicación de la época. En 1936, tras la muerte de una cordada de cuatro alpinistas, se la denominó Mordwand (la pared asesina).
La impresionante pared norte del Eiger.
La lúgubre Eiger Nordwand y la estación turística de Kleine Scheidegg.
La cara norte del Eiger era sin lugar a dudas uno de los lugares más inhóspitos de Europa. Quizá su fama de maldita naciera de su cercanía a la civilización. En la base de la montaña, frente a la bella trilogía montañera del Eiger, Jungfrau y Mönch, se había construido un complejo turístico con acceso mediante un sosegado ferrocarril de cremallera. La montaña parecía tan cercana a los turistas, que los estremecía. Mirando por los catalejos del Hotel Bellevue, casi se podía tocar la Travesía de los Dioses, el Nido de Golondrinas, el Vivac de la Muerte, el nevero de La Araña u otras secciones mitificadas de la única ruta que desafiaba la Eigerwand. El Eiger no era la montaña más alta de los Alpes, ni la más bella, pero sí una de las más difíciles y, además, la más cercana. Cada verano su cara norte se convertía en un teatro improvisado.
En 1963 Alberto Rabadá y Ernesto Navarro se encontraban en la cúspide de su carrera como alpinistas. Sus logros, ampliamente reconocidos en el territorio nacional, hacen que la Federación Española de Montañismo les conceda una modesta subvención para viajar hasta Suiza. Quizás la primera noticia de que existía una montaña en los Alpes con una pared norte de mil ochocientos metros llegó a los aragoneses a través del libro Los tres últimos problemas de los Alpes, escrito por Anderl Heckmair.
Regreso de los vencedores de la pared Norte del Eiger en 1938.
La cara norte del Eiger esperaba todavía una primera ascensión española. Durante el verano de 1962 los catalanes Josep Manuel Anglada y Jordi Pons alcanzaron un tercio de la pared hasta el lugar conocido como Nido de Golondrinas, de donde se retiraron a causa del mal tiempo. En 1963 la pared maldita se había cobrado veinticinco víctimas, poniendo de manifiesto que casi un tercio de las cordadas que habían intentado la ascensión no habían regresado con vida.
Recorrido de la ruta original de la cara norte: 0 Stollenloch (Boquete del túnel); 1 Fisura Difícil; 2 Primer Nevero; 3 Segundo Nevero; 4 Tercer Nevero; 5 Rampa; 6 Travesía de los Dioses; 7 Nevero de la Araña; 8 Fisuras de Salida; 9 Arista Mittellegi; 10 Cumbre (3970 m).