6
La furia del asesino

Hawk miró a su alrededor con rabia, sin descubrir ni rastro del atacante. Fisher avanzó unos pasos y se inclinó sobre Katherine. Comprobó si tenía pulso y a continuación miró a Hawk y negó con la cabeza. Hawk maldijo en voz baja. Se oyeron unos pasos fuera, en el vestíbulo, y Hawk se volvió rápidamente para mirar la puerta.

—¡Ni un paso más! —ordenó secamente—. Quédense donde están.

Gaunt y sus huéspedes se detuvieron en seco al percibir el brillo del hacha que blandía Hawk en su mano.

—¿Qué sucede? —preguntó Gaunt—. ¿Qué ha pasado?

—Katherine Blackstone está muerta —respondió Hawk—. Asesinada. Quiero que todos ustedes entren en el salón lentamente formando una sola fila y mantengan sus manos donde yo pueda verlas.

—¿Con quién demonios se cree que está hablando…? —empezó a protestar lady Elaine.

—A callar, y vayan pasando —atajó Hawk.

Lady Elaine reparó en su expresión fría y decidida e hizo lo que le ordenaban. Los demás la siguieron al salón, dejando todo el espacio posible a Hawk y a su hacha. Hawk retrocedió lentamente mientras desfilaban hacia el salón. Se oyó un murmullo horrorizado al descubrir el cuerpo de Katherine.

—No es posible que la hayan matado —musitó Hightower—. No es posible.

—¿Es eso cierto? —preguntó Fisher—. Supongo que también se habrá suicidado.

—Pero ¿cómo pudo el asesino llegar hasta aquí desde el rellano sin que nadie lo viera? —Especuló Gaunt—. Nadie pasó por delante de nosotros en la escalera y no hay ningún otro modo de bajar. Katherine se encontraba perfectamente cuando salimos corriendo del salón al oír los gritos de Visage.

—De todos modos —dijo Hawk—, es indudable que está muerta.

—Tal vez se haya suicidado —dijo Stalker de repente—. Su marido y su amante asesinados en el mismo día…

—No —replicó Dorimant tajante—. Katherine no era así. Era una luchadora, siempre lo había sido. Una vez superada la primera impresión por la muerte de Edward no podía pensar en nada que no fuera la venganza. Ya había empezado a trabajar sobre cómo podía haber sido asesinado William… —Se interrumpió con expresión un tanto perpleja. Se llevó una mano a la frente y vaciló levemente sobre sus pies—. ¿Podría sentarme, Capitán Hawk? Me siento un poco… mareado.

—Está bien —dijo Hawk—. Busquen una silla y siéntense, pero mantengan las manos donde pueda verlas. Señor Stalker, deje la espada en el suelo junto a sus pies y no vuelva a tocarla hasta que yo se lo diga.

Stalker se quedó un momento mirándolo con atención, y luego asintió y obedeció sus instrucciones. Fisher lo miró sin un parpadeo hasta que lo vio sentado en su silla. No tardaron, en encontrar una silla. Hawk y Fisher, por su parte, permanecieron a ambos lados de Katherine Blackstone.

—Muy bien —dijo Hawk—. Veamos si lo tengo todo claro. Lord y lady Hightower estaban arriba, en el rellano, con Visage. Stalker, Gaunt, Dorimant y Katherine estaban todos aquí abajo, en el salón. Lady Elaine fue al baño, lord Hightower fue a su habitación y Visage se quedó sola en el rellano. Poco después fue atacada y asesinada. Fisher y yo oímos sus gritos cuando salíamos de la cocina. Corrimos escaleras arriba y ya la encontramos muerta, pero ni rastro de su atacante. Lord y lady Hightower salieron al rellano a ver qué había pasado y los que estaban en el salón acudieron corriendo al vestíbulo. Mientras estaban saliendo del salón, o poco después, Katherine fue acuchillada.

—Algo se nos debe de haber escapado —dijo Fisher—. Tal como acabas de relatarlo, los dos crímenes no pudieron haberse producido. Simplemente, no es posible.

—¡Tiene que ser posible! —Hawk sopesó nerviosamente su hacha—. No puedo creerlo. ¡Cuatro personas han sido asesinadas en una casa llena de testigos y nadie ve nada!

Recorrió con la mirada a Gaunt y a sus huéspedes y a continuación, con expresión de disgusto, Fijó sus ojos en Katherine. Frunció levemente el ceño. Al principio había pensado en la posibilidad de que la hubieran matado en otro sitio y hubieran vuelto a ponerla en su silla, pero si bien la pechera de su vestido estaba empapada de sangre, no se veían manchas en ningún otro sitio. De modo que el asesino debía de haber asestado el golpe unos cuantos segundos después de que los otros hubiesen abandonado el salón… Hawk se encogió de hombros. Era posible. Iodos habían estado tan concentrados en lo que pasaba en el rellano que no se habrían dado cuenta si alguien se hubiera escabullido hacia el salón. Pero ¿cómo diablos había bajado el asesino desde el rellano hasta el vestíbulo? Hawk sacudió la cabeza y se inclinó sobre Katherine para examinar más de cerca la daga que la había matado. El mango sobresalía obscenamente entre sus pechos. Hawk observó que el golpe se había dado con maestría profesional: justo por debajo del esternón y directo al corazón. El propio mango era de metal, corriente, cubierto con cuero, sin nada que lo distinguiera de miles de cuchillos iguales. Hawk se enderezó y se volvió de mala gana hacia el mago y sus huéspedes.

—Alguno de ustedes tiene que haber visto algo, aun cuando no lo reconocieran. ¿Han visto u oído algo fuera de lo común? Por absurdo o trivial que pueda parecer.

Se produjo un largo silencio durante el cual se miraron unos a otros, hasta que Stalker se removió en su silla con aire pensativo.

—Tal vez no sea nada —dijo Stalker—, pero juraría que allá arriba, en el rellano, olía a algo.

—¿Olía a algo? —preguntó Hawk—. ¿A qué olía?

—No lo sé. Era un olor como a almizcle, un olor animal.

Fisher hizo un gesto de asentimiento.

—Visage dijo que había olido algo antes, justo después de la muerte de Bowman. No estaba segura de lo que era.

—Yo tampoco estoy seguro —dijo Stalker—, pero definitivamente era algo animal…

—¿Como un lobo? —preguntó Hawk de repente.

Stalker lo miró y asintió gravemente.

—Sí… como un lobo.

—¡Esto es ridículo! —exclamó Gaunt—. No hay lobos en Haven. Y de todos modos, ¿cómo iba a colarse un lobo en la casa, burlando todas mis defensas?

—Muy sencillo —respondió Hawk—, usted lo invitó a venir.

—¡Oh, Dios mío! —proclamó lady Elaine—. Un hombre lobo…

—Sí —dijo Hawk—. Un licántropo. Si lo piensan un poco, verán que todo encaja. ¿Qué clase de asesino mata a veces con un cuchillo y otras veces como un animal salvaje? Un hombre que a veces es un lobo. Un hombre lobo.

—Y esta noche hay luna llena —dijo Fisher.

—Usted ha tenido alguna experiencia en la persecución de hombres lobo, ¿no es cierto? —preguntó Dorimant.

—Experiencia —repitió Hightower con amargura—. Ah, sí, Hawk lo sabe todo sobre los hombres lobo, ¿verdad, Capitán? ¿Cuántos van a ser esta vez, Capitán? ¿Cuántos más tendremos que morir por culpa de su incompetencia?

Su esposa apoyó blandamente la mano en su brazo y él se calmó a su pesar, mientras asaeteaba a Hawk con la mirada.

—No lo entiendo —dijo Gaunt—. ¿Está usted sugiriendo de verdad que uno de nosotros es un hombre lobo?

Si —respondió Hawk categóricamente—. Es la única respuesta que encaja.

Todos intercambiaron miradas escrutadoras, como si esperaran encontrar un rastro de pelaje, de garras o de colmillos que delataran al culpable.

Dorimant miró a Gaunt.

—¿Su magia no puede decirnos quién de nosotros es un hombre lobo?

Gaunt se movió incómodo.

—En realidad, no. Hay muchos conjuros, pero no pertenecen a mi campo.

—Hay otros medios para detectar a un hombre lobo —declaró Hawk.

—¡Ah, por supuesto! —respondió Gaunt rápidamente—. El acónito, por ejemplo. Un licántropo debería reaccionar violentamente ante el acónito.

—Yo más bien estaba pensando en la plata —dijo Hawk—. ¿Cree usted que habrá alguna arma de plata en la casa, señor mago?

—Tiene que haber una daga de plata en mi laboratorio —dijo Gaunt—. Al menos la había. Hace tiempo que no la uso.

—Está bien —dijo Hawk pacientemente—. Vaya y búsquela. No, espere un momento. No quiero que nadie salga de aquí solo. Fisher y yo iremos con usted.

—No —dijo lord Hightower tajantemente—. No confío en usted, Hawk. Usted ya estuvo antes en contacto con un hombre lobo. ¿Cómo sabemos que no fue mordido e infectado con la maldición del hombre lobo?

—¡Eso es una locura! —replicó Fisher airadamente—. ¡Hawk no es un hombre lobo!

—Calma —pidió Hawk sin alterarse—. Lord Hightower tiene razón. Hasta que no se demuestre lo contrario, todos estamos bajo sospecha. Absolutamente todos…

Hightower se puso un poco tenso.

—Está usted sugiriendo…

—¿Por qué no? —respondió Hawk—. Cualquiera puede llegar a ser un hombre lobo.

—¿Cómo se atreve? —En la voz de Hightower había furia contenida—. Usted debería saber mejor que nadie que tengo buenos motivos para odiar a los hombres lobo.

Durante un momento nadie dijo nada.

—¿Por qué no vienes conmigo, Rod? —sugirió Gaunt conciliador—. Estoy seguro de que me sentiré mucho más seguro con un soldado experimentado como tú cubriéndome la espalda.

—Por supuesto —dijo Hightower con voz ronca—. Ven con nosotros, Elaine. Estarás más segura.

Lady Elaine asintió y ella y su marido siguieron a Gaunt hacia el vestíbulo. La puerta se cerró suavemente tras ellos.

—Un hombre lobo —dijo Dorimant pausadamente—. En realidad, nunca creí en esas criaturas.

—Yo no estaba segura de creer en los vampiros hasta que me topé con uno —respondió Fisher.

—Los hombres lobo son criaturas mágicas —dijo Stalker—. Y sólo queda uno entre nosotros que tenga poderes mágicos. Interesante, ¿no?

Hawk lo miró.

—¿Está sugiriendo que Gaunt…?

—¿Por qué no? —dijo Stalker—. Nunca confié en los magos. Habrá oído algo sobre esas personas que murieron en el Hook, ¿no?

Hawk y Fisher se miraron pensativos. Fisher alzó una ceja y Hawk se encogió levemente de hombros. Sabía que Fisher estaba pensando en el súcubo. Trató de considerar la cuestión objetivamente. Había dado por supuesto que el súcubo había sido responsable de las muertes en el Hook, pero también podría haberlas producido un hombre lobo o podrían haber sido el resultado de una batida sangrienta. Y Gaunt era un alquimista con conocimientos sobre venenos. Sólo tenían su palabra acerca de que el vino no estaba envenenado. De hecho, en caso de que el mago fuera un hombre lobo es probable que hubiese probado el vino envenenado y no le hubiera producido ningún efecto. Y lo más importante quizá, Gaunt había sido uno de los últimos que se quedaron en el salón con Katherine…

Hawk se encogió de hombros. Parecía que algo empezaba a tener sentido. Echó una mirada a la puerta cerrada del salón y se preguntó si no debería ir tras ellos. No, mejor no. Al menos no todavía. Hightower podía cuidar de sí mismo, y en realidad no tenía ninguna prueba contra Gaunt… Hawk se recostó en su asiento y en su fuero interno maldijo su indecisión. Era un Guardia y no podía emprender ninguna acción sin tener una prueba.

Lord y lady Hightower esperaban con impaciencia en la biblioteca mientras Gaunt buscaba en su laboratorio la daga de plata. Gaunt les había impedido educada pero firme mente que entraran con él en el laboratorio. Lady Elaine lo entendió. A todos los hombres les gusta tener una habitación que puedan considerar como propia; una guarida privada donde retirarse cuando el mundo se muestra hostil. Lady Elaine contemplaba las idas y venidas de su marido mientras buscaba mentalmente algo que decir que pudiera apaciguarlo. Nunca lo había visto tan preocupado. Sin duda, era lo del hombre lobo. Desde la muerte de Paul, Roderik estaba obsesionado con encontrar a estas criaturas y hacerles pagar con sangre. A pesar de sus incontables cacerías, sólo había dado con uno y se le había escapado después de matar a tres de sus hombres. Ahora por fin tenía la oportunidad de enfrentarse cara a cara con un hombre lobo, y lo más probable es que fuera uno de sus amigos. No era de extrañar que estuviera destrozado…

Elaine suspiró quedamente. Ella misma estaba empezando a acusar la presión. El calor constante empezaba a afectarla y saltaba al menor ruido. Estaba cansada y le dolía todo, pero no podía relajarse ni por un minuto. No eran sólo las muertes, por preocupantes que fueran; lo peor era la espantosa sensación de indefensión. No importa lo que los demás dijeran o hicieran, no importa las teorías que adujeran, lo cierto es que seguían muriendo personas. No era extraño que le doliera despiadadamente la cabeza y que Roderik estuviera cada vez de peor humor. Elaine volvió a suspirar, esta vez un poco más alto, y se sentó en una de las sillas. Trataba de parecer tranquila y relajada, con la esperanza de que Roderik siguiera su ejemplo, pero no fue así.

Elaine esperaba que esta vez fueran por el buen camino y que el asesino fuera realmente un hombre lobo. Roderik necesitaba tanto matar a uno. Puede que cuando viera a la criatura muerta y derrotada a sus pies pudiera olvidarse de la muerte de Paul y empezar a pensar otra vez en su propia vida. Tal vez…

Roderik interrumpió repentinamente su paseo y se quedó muy quieto. Tenía los hombros encorvados y la cabeza inclinada y Elaine pudo ver un leve brillo de sudor en su rostro. Había apretado los puños.

—¿Por qué no se da prisa? —musitó Roderik—. ¿Qué es lo que le lleva tanto tiempo?

—Sólo han pasado unos minutos, querido —respondió Elaine—. Dale un poco de tiempo.

—Hace calor —dijo Roderik sin mirarla, es posible que ni siquiera la oyera—, este maldito calor y todo tan cerrado. No puedo soportarlo, Las habitaciones son demasiado pequeñas…

—Rod…

—Tengo que salir de aquí. Tengo que salir de este lugar.

Elaine se puso de pie y se acercó rápidamente para coger su brazo. Roderik la miró con expresión torva, como si conociera su cara pero no fuera capaz de identificarla por completo. Poco a poco la imagen se fue centrando en sus ojos y estiró la mano para palmear la que su mujer apoyaba sobre su brazo.

—Lo siento, querida. Es el calor, y esta espera… Detesto estar encerrado aquí, en esta casa.

—Sólo hasta la mañana, querido. Entonces se deshará el conjuro y podremos irnos.

—No creo que pueda esperar tanto —respondió Roderik. La miró largo rato con ternura en los ojos extrañamente distantes—. Elaine, mi querida Elaine, suceda lo que suceda, te quiero. ¡No lo olvides nunca!

—Y yo a ti, Rod. Pero no hables más. Es el calor lo que te tiene alterado.

—No —dijo Roderik—. No es sólo el calor.

De repente, su cara se contrajo en una mueca y cerró con fuerza los ojos. Se dobló hacia delante y se rodeó el cuerpo con los brazos. Elaine lo sostuvo por los hombros para impedir que cayera.

—¿Rod? ¿Qué te pasa? ¿Te duele algo?

La apartó con violencia y ella retrocedió indecisa. Hightower se balanceaba y estaba casi totalmente doblado.

—¡Sal de aquí! ¡Aléjate de mí! ¡Por favor!

—¡Rod! ¿Qué ocurre?

—¡Me hace daño… me hace daño, Elaine! ¡La luna está en mi cabeza! ¡Corre, Elaine, corre!

—¡No! No puedo dejarte así, Rod…

Y sucedió que él volvió su cabeza desgreñada y la miró. Elaine lo miró con ojos desorbitados y sintió que se le secaba la garganta. Él emitió un gruñido nacido en las profundidades de su garganta. El aire se llenó de olor a almizcle y a pelo. Elaine intentó llegar a la puerta, pero el hombre lobo la atrapó antes de que pudiera alcanzarla.

En el salón, Stalker se sirvió otro vaso de vino y miró pensativo el reloj que había en la repisa de la chimenea.

—¿No están tardando demasiado? ¿Cuánto tiempo lleva encontrar una daga y unas cuantas hierbas en un frasco?

Hawk hizo un lento gesto de afirmación.

—No puede llevar tanto tiempo. Les daremos unos minutos más y si no vuelven será mejor que vayamos a averiguar qué ocurre.

Stalker hizo un gesto con la cabeza y bebió un sorbo de vino. Fisher seguía paseándose arriba y abajo ante la puerta cerrada del salón. Hawk sonrió imperceptiblemente. A Fisher nunca le había gustado esperar. Dorimant estaba medio derrumbado en su butaca, lo más lejos posible de Katherine. Tenía las manos cruzadas con fuerza sobre el regazo y de vez en cuando dirigía la mirada hacia el mantel que cubría el cuerpo de Katherine y volvía a apartar la vista. Hawk frunció el ceño. Dorimant no tenía mucha entereza, pero no podía culparlo por ello. La tensión y la incertidumbre les estaban afectando a todos y la noche se hacía interminable. Hawk echó una mirada al reloj y se mordió el labio interior. Gaunt estaba tardando mucho.

—Bueno —dijo bruscamente—. Ya está bien. Vamos a ver qué demonios está ocurriendo. Vayamos todos juntos. Que nadie se aparte del grupo suceda lo que suceda.

Stalker echó la mano a la espada antes de ponerse de pie. Hawk estuvo a punto de decir algo y luego se arrepintió. Si los otros habían sido atacados iba a necesitar de la pericia de Stalker con la espada para apoyarlo. Hawk se encaminó hacia la puerta y Fisher la abrió por él, que sonrió levemente al ver que ella ya había sacado la espada. Sacó su hacha y avanzó cauteloso por el vestíbulo. La puerta de la biblioteca estaba entreabierta y en el vestíbulo no había nadie. Hawk se acercó hasta la biblioteca seguido de cerca por los demás, Empujó la puerta y descubrió a lady Elaine Hightower, que yacía desmadejada en el suelo. Tenía la garganta destrozada, No se veía a Gaunt ni a Roderik por ninguna parte.

Hawk avanzó con cautela hacia la biblioteca mirando en derredor. Fisher se mantenía pegada a él y la luz de la lámpara arrancaba destellos dorados a la hoja de su espada. Stalker y Dorimant los seguían con rapidez. Hawk se acercó a la puerta del laboratorio y sintió que se le ponían los pelos de punta al ver que la puerta estaba entornada. Gaunt nunca hubiera dejado la puerta abierta, por ningún motivo… De repente, dentro del laboratorio se oyó el aullido de un lobo seguido de ruido de cristales rotos y madera destrozada. Hawk se abalanzó sobre la puerta, la abrió de una patada e irrumpió en el laboratorio.

El hombre lobo se lanzó a la garganta del súcubo y ambos cayeron al suelo gruñendo y dando zarpazos. Tropezaron con un banco de madera y lo volcaron. El equipo de alquimia cayó al suelo haciéndose añicos. Hawk miró rápidamente al pentáculo que estaba en el otro extremo de la habitación. Sus líneas de tiza azul estaban borroneadas y rotas. Gaunt yacía inmóvil en el suelo, a poca distancia. Hawk corrió y se puso en cuclillas a su lado sin dejar de mirar de soslayo al hombre lobo y al súcubo, que en su pelea iban de un extremo a otro del laboratorio. Fisher y Stalker estaban uno junto al otro en la entrada, con las espadas desenvainadas, protegiendo la única salida. Dorimant observaba desde atrás con ojos desorbitados.

El súcubo hirió al hombre lobo con sus zarpas produciéndole desgarros en los costados, que volvieron a cerrarse en cuestión de segundos. Los ojos del súcubo relumbraron con una repentina luz dorada y las llamas flamearon alrededor del hombre lobo, pero el fuego mágico no podía consumirlo. El mutante volvió a abalanzarse sobre ella y con sus colmillos y sus garras dejaba surcos ensangrentados sobre su piel perfecta. El súcubo lanzó la cabeza hacia delante y hundió los dientes en la garganta del hombre lobo, que rugió de rabia y de dolor y lo lanzó lejos de sí. Rápidamente recuperaron el equilibrio y se enfrentaron estudiándose cautelosamente mientras evolucionaban en círculo.

Fisher levantó su espada y dio un paso adelante desde la puerta, pero Hawk la detuvo con un gesto. El frío acero no constituía defensa alguna contra un hombre lobo, y mucho menos contra un súcubo enfurecido. Gaunt realizó un ligero movimiento a su lado y Hawk lo sujetó por el hombro para darle la vuelta. Tenía unas cuantas heridas y magulladuras, pero por lo demás parecía intacto. Hawk lo sacudió con fuerza y el mago respondió con un gruñido e intentó sentarse.

El súcubo dio un grito y Hawk se volvió justo a tiempo de ver cómo el hombre lobo le desgarraba la garganta con un salvaje zarpazo. Lo terrible fue que el súcubo no murió. Permaneció en su sitio, apoyado contra la pared del laboratorio mientras la sangre corría imparable por su pecho. El hombre lobo volvió a atacar a la diablesa y la sangre saltó por el aire, pero ella seguía viva. Entonces Gaunt pronunció una palabra mágica y ella se derrumbó cayendo inerme al suelo. El hombre lobo olfateó intensamente el cuerpo inmóvil y luego se volvió gruñendo a Fisher y Stalker, que seguían bloqueando la única puerta.

—Tuve que hacerlo —dijo Gaunt—. Estaba ligada a mí y no podía morir si yo no la dejaba ir. No podía soportar la idea de perderla, pero no podía dejar que sufriera…

Las lágrimas corrían por su rostro, pero él parecía no darse cuenta. Hawk lo cogió por el brazo y lo obligó a ponerse de pie.

—La daga de plata —dijo en un susurro—. ¿Encontró la daga de plata?

Gaunt sacudió la cabeza con aire atolondrado.

—No, todavía no.

—¡Tiene que encontrarla! —dijo Hawk—. Trataremos de mantener a la bestia ocupada.

—Sí —respondió Gaunt—. La daga. Voy a matar a la criatura.

De pronto sus ojos enfocaron y recuperó el control de sí mismo. Miró con furia al licántropo agazapado junto al súcubo muerto.

—¿Quién es? —preguntó—. ¿Quién llevaba la máscara de la bestia?

—Hightower —dijo Hawk—. Lord Roderik Hightower. Reconozco lo que queda de su ropa.

Gaunt asintió con un lento movimiento de cabeza y se puso a buscar en los cajones de una mesa cercana. El hombre lobo volvió la desgreñada cabeza para mirar a Gaunt, pero no hizo intento alguno de atacarlo. Su pelambre estaba manchada de sangre seca y sus garras y sus colmillos estaban teñidos de rojo.

—¿Cómo? ¿Cómo es posible que Roderik sea el hombre lobo? —preguntó Dorimant temblando—. Odia a esas criaturas y una de ellas mató a su hijo…

—Precisamente —dijo Hawk—. Los odiaba tanto que dedicaba todo su tiempo a dirigir expediciones para encontrarlos y matarlos. Ésa fue la razón por la cual el ejército le pidió su renuncia. Por lo que tengo entendido, sólo encontró a un hombre lobo, pero al parecer fue suficiente. ¡La criatura debió de morderlo!

—Y todo el que sea mordido por un hombre lobo se convertirá en lobo cuando haya luna llena —dijo Fisher—. ¡Pobre bastardo!

—Qué ironía —dijo Stalker levantando su espada mientras el licántropo le gruñía sordamente.

—Pero ¿por qué querría Roderik matar a todas estas personas? —preguntó Dorimant—. Eran sus amigos.

—Los hombres lobo matan por necesidad —dijo Hawk—. Cuando hay luna llena su furia asesina se desata y no queda en ellos nada de humano. Sabrá Dios cómo se las ingenió Hightower para ocultar esto durante tanto tiempo. Puede que simplemente se fuese a un lugar apartado y se encerrase hasta después de la luna llena, una vez superada su locura.

—Y entonces lo atrapamos aquí —añadió Fisher—. Con una buena provisión de víctimas y sin escapatoria posible…

—No es culpa suya —dijo Stalker—. Ustedes no podían saberlo. Pero ahora nos corresponde a nosotros detenerlo antes de que vuelva a matar.

—¿Detenerlo? —dijo Hawk—. Hay una sola cosa capaz de detener a un hombre lobo y Gaunt ni siquiera está seguro de tenerla. Lo máximo que podemos hacer es tratar de agotarlo.

—Déjeme hablar con él —pidió Stalker—. Conozco a Roderik desde hace veinte años. A lo mejor me escucha.

Bajó la espada y dio un paso adelante. El hombre lobo se agazapó ante él, mirándolo sin pestañear. La bestia andaba a dos patas, como un hombre, y aún llevaba encima jirones de su ropa humana, pero su aspecto no tenía nada de humano. El cuerpo era enjuto y fuerte y estaba cubierto de pelo largo e hirsuto. Las manos se habían transformado en patas rematadas en afiladas garras. El hocico estrecho estaba lleno de dientes y por los lados chorreaba sangre. Los ojos del hombre lobo eran de un azul sorprendente, pero su mirada fija no recordaba en nada a la de un hombre. Emitió un único gruñido y Stalker se detuvo en su sitio.

—¿Por qué no acudiste a mí? —preguntó Stalker suavemente—. Yo te hubiera ayudado, Rod. Hubiera buscado a alguien que deshiciera la maldición.

El hombre lobo se tensó lentamente y avanzó con las manos flexionadas en actitud de ataque.

—No puede oírlo —dijo Hawk—. Ahora ya sólo queda la bestia.

El hombre lobo saltó hacia Stalker, que salió a su encuentro blandiendo la espada. La larga hoja de acero lo hirió repetidas veces en el pecho, pero ni siquiera consiguió frenarlo. Derribó a Stalker e hizo que la espada cayera de su mano. Stalker le apretó la garganta con ambas manos y luchó por mantener las mandíbulas de la bestia lejos de su cuello. Sentía la respiración entrecortada de la criatura sobre su rostro y el olor a sangre fresca y a carne descompuesta. Fisher se adelantó y clavó su espada entre las costillas del hombre lobo. La bestia aulló de furia y de dolor. Fisher arrancó su espada para asestarle otra estocada y lanzó una maldición al ver que la herida se cerraba en cuestión de segundos. Hawk acudió a su vez blandiendo el hacha con ambas manos. La pesada hoja de acero se hundió en el hombro del hombre lobo, destrozándole la clavícula. El hombre lobo intentó desasirse, pero Stalker lo sujetaba con expresión feroz, hundiendo sus dedos en la garganta de la bestia. Fisher lo atravesó con la espada una y otra vez mientras la bestia clavaba sus garras en el pecho de Stalker. Hawk le arrancó el hacha para asestarle otro golpe, pero entonces el hombre lobo logró desprenderse de Stalker y dio un salto hacia atrás poniéndose fuera de su alcance. En su hombro se veía una herida profunda, pero no sangraba. Se oyó una especie de borboteo mientras los huesos se recomponían hasta que la herida se cerró y desapareció.

No vamos a detenerlo, pensó Hawk en su fuero interno. No podemos hacer nada para detenerlo…

El hombre lobo bajó la desgreñada cabeza y saltó hacia delante, Hawk y Fisher se dispusieron a recibirlo con las armas preparadas. Stalker miró hacia donde se había caído su espada, pero estaba demasiado lejos. El hombre lobo se le lanzó a la garganta, pero Stalker esquivó el ataque y ensartó a la bestia con una daga que sacó de su bota en el último momento. El hombre lobo cayó pesadamente sobre el suelo, gritando con voz casi humana. Quedó inerme un momento, mientras se cerraba la herida, y Stalker aprovechó para soltar su daga, sujetarlo con fuerza por el cuello y por la cola y levantarlo por encima de su cabeza. La bestia pataleaba y se revolvía sin poder soltarse. Stalker lo mantuvo en alto, mientras sus músculos crujían a causa del esfuerzo y el sudor corría por su rostro. Pero no soltaba a su presa. Mientras el hombre lobo no pudiera alcanzar a nadie, era inofensivo. Empezaban a dolerle los brazos y el pecho bajo el peso de la bestia, pero no cedía. Éste era el Stalker del que todos habían oído hablar, el héroe legendario que nunca había conocido la derrota.

Fue entonces cuando Gaunt dio un paso adelante con una daga de plata brillante en la mano. Stalker lanzó al hombre lobo contra el suelo reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban. El impacto dejó a la bestia momentáneamente aturdida y Gaunt aprovechó para clavarle la daga a fondo en el pecho, justo debajo del esternón. Gaunt y Stalker retrocedieron con rapidez mientras el hombre lobo se retorcía sobre el suelo del laboratorio. Todavía consiguió avanzar un poco arrastrándose hasta que empezó a toser y a ahogarse con su propia sangre. Era un sonido apagado, casi como si se disculpara, hasta que por fin se quedó quieto y cerró los ojos. El pelaje, los colmillos y las garras fueron desapareciendo y se oyó el crujido de los huesos que iban recuperando su forma humana. Cuando todo hubo terminado, lord Roderik Hightower quedó tendido en el suelo, doblado sobre la daga de plata que tenía clavada en el corazón. Gaunt se arrodilló a su lado.

—¿Por qué no nos dijiste nada, Rod? —preguntó en tono íntimo—. Éramos tus amigos y hubiéramos encontrado alguna forma de ayudarte.

Hightower abrió los ojos y miró al mago. Esbozó una sonrisa. Todavía había sangre en sus labios.

—Me gustaba ser un lobo. Me hacía sentir joven otra vez. ¿Está muerta Elaine?

—Sí —respondió Gaunt—. Tú la has matado.

—Mi pobre Elaine. Nunca pude decirle que…

—Deberías habérnoslo dicho, Rod.

Hightower hizo un gesto de cansancio.

—Tú también tendrías que habernos contado lo del súcubo. ¿Por qué no lo hiciste? Todos tenemos nuestros secretos, Gaunt. Algunos son más fáciles de llevar que otros.

Gaunt asintió con un lento movimiento de la cabeza.

—¿Por qué mataste a William, Rod?

Hightower rió calladamente.

—Yo no lo hice —respondió antes de morir.

Gaunt se levantó y miró azorado a todos los demás.

—No lo entiendo —dijo en tono reflexivo—. ¿Por qué habría de mentir? Sabía que se estaba muriendo.

—No mintió —dijo Hawk ante la mirada perpleja de todos los demás, y esbozando una torva sonrisa añadió—: Siempre dije que este caso no tenía sentido, y no me equivocaba. Las pruebas no encajaban porque no había un solo asesino, sino dos.