Qui-Gon aceleró los motores al máximo. Podía oír a Obi-Wan
siguiéndole de cerca. El chico podía mantener el ritmo. Él lo
sabía.
La determinación hizo que se le tensaran todos los músculos.
Esta vez no iba a perder a Xánatos. Indudablemente, se dirigía a
algún sitio seguro, o quizás hacia un vehículo que le permitiera
abandonar el planeta. Xánatos siempre tenía una vía de escape
preparada.
Pero le habían cogido por sorpresa y quizás había descuidado
algún detalle. Xánatos no podía haber previsto
todo.
Para sorpresa de Qui-Gon, Xánatos salió de la ciudad en
dirección al campo.
–Creo que va a los Lagos Sagrados -gritó Obi-Wan-. Éste es el
camino que cogimos nosotros.
–Tendremos que ir tras él -respondió Qui-Gon-. Sabe que lo
estamos siguiendo. Si no lo cogemos, por lo menos no le perderemos
de vista.
Los motores de los barredores no daban más de sí. Xánatos
tenía un vehículo más rápido, ya que los que habían sido
modificados para los juegos tenían los motores trucados. El Jedi
hacía esfuerzos ímprobos para no perderlo de vista, había tramos en
los que casi no podían verlo.
Durante el trayecto, Obi-Wan no perdió la concentración y se
agarró al manillar con los ojos fijos en el reflejo distante que
era Xánatos. El rostro de Qui-Gon estaba marcado por la
determinación.
Finalmente llegaron al camino del parque y bajaron por él
hacia la entrada. La puerta estaba hecha de electrocables y los
sensores estaban apuntados hacia arriba para derribar a cualquier
vehículo que intentara sobrevolarla.
Había un barredor abandonado en el camino, pero ni rastro de
Xánatos.
Qui-Gon detuvo su barredor y se acercó para contemplar el que
yacía en el suelo. No tenía combustible.
–Tiene que estar en el parque -dijo, y miró fijamente hacia
la puerta.
–Yo conozco otro camino -le aseguró Obi-Wan.
Obi-Wan le guió entre los árboles. Dejó el barredor y bajó
por el riachuelo hacia la fisura del muro de la caverna. Después se
introdujo en ella.
Qui-Gon le siguió con dificultad. Era un hombre grande, y la
grieta era pequeña. Al final consiguió meterse
dentro.
Atravesaron rápidamente la caverna hasta la entrada y
salieron al aire libre. Xánatos estaba cruzando el terreno en
dirección al Pabellón Técnico D.
–Hay una pista de despegue en el interior -dijo Obi-Wan a
Qui-Gon-. Sin duda tiene un transporte esperándole para salir del
planeta.
Qui-Gon comenzó a correr. Xánatos no debía alcanzar el
Pabellón Técnico.
Xánatos se movía silenciosamente, sin apenas hacer ruido con
los pies en el suelo, pero antes de que le alcanzaran, saltó a un
gravitrineo y despegó.
Qui-Gon cogió otro gravitrineo abandonado y le siguió, con la
certeza de que Obi-Wan le seguiría de cerca. Qui-Gon esquivó una
pila de equipos y se puso entre Xánatos y el Pabellón Técnico. Con
un gruñido, Xánatos derrapó sobre el gravitrineo, giró a la derecha
y salió disparado. Qui-Gon le seguía de cerca.
El espectáculo era desolador. El sol había bajado y teñía el
paisaje de rojo con sus rayos. Los lagos humeantes de ácido negro
burbujeaban y soltaban vapor. La zona era pedregosa debido a la
lava seca, y estaba pegajosa por el alquitrán. El aire se notaba
espeso y amarillo debido a los productos químicos. De vez en
cuando, un gran chorro de vapor salía de las grietas de la
roca.
Xánatos saltó del gravitrineo y aterrizó sobre sus pies con
el sable láser en la mano, perfectamente preparado para el ataque.
Al verse sorprendido, Qui-Gon apretó demasiado el acelerador, se
dio cuenta de que el gravitrineo no lo aguantaría y
saltó.
El salto fue algo torpe, pero le salvó. El Maestro Jedi
sintió que el sable láser de Xánatos zumbaba junto a su oído cuando
el arma bajó y golpeó una roca.
Qui-Gon aterrizó y perdió el equilibrio. Cayó sobre una
rodilla, pero ya tenía el sable láser activado y listo para
rechazar el siguiente ataque. Los haces de luz se unieron y se
entrelazaron, zumbando y desprendiendo descargas en el
aire.
–No vas a matarme, Qui-Gon -dijo Xánatos, acercando su
rostro. Sus ojos ardían con odio.
–No he venido para matarte -dijo Qui-Gon-. He venido para
hacer justicia.
El Maestro Jedi saltó hacia atrás y cambió de dirección con
la intención de hacer saltar el sable láser de la mano de su
adversario.
Qui-Gon asestó el golpe, pero Xánatos lo rechazó y se
alejó.
–Di la verdad por una vez, Qui-Gon -dijo Xánatos entre
dientes-. Te pasas tanto tiempo con esos pedazos de sabiduría Jedi
en la boca que has perdido contacto con tu propia honestidad, si es
que alguna vez la tuviste. No estarás satisfecho hasta que yo
muera. Mira, ahí viene tu marioneta.
Qui-Gon vislumbró el brillo azulado del sable láser de
Obi-Wan mientras el chico se acercaba a ellos. Intuyó que el
muchacho iría hacia la derecha. Si rodeaban a Xánatos, quizá
pudieran desarmarle.
Se movieron con perfecta sincronía y sin mirarse siquiera.
Qui-Gon sabía cuándo y cómo atacaría Obi-Wan: iba a dar un golpe
bajo con la empuñadura de su sable láser. Qui-Gon se preparó para
lanzar una estocada por arriba. Sería difícil para Xánatos rechazar
ambos golpes.
Pero Xánatos había intuido sus movimientos. Se alejó del
ataque de Obi-Wan y saltó hacia delante, utilizando la Fuerza para
añadir distancia al salto. Qui-Gon atacó por arriba, pero lo único
que consiguió fue darle un golpe oblicuo al sable de Xánatos. Una
grieta soltó un bufido junto a él y el vapor silbó al ascender en
una poderosa columna. Qui-Gon tuvo que saltar a un lado para evitar
ser escaldado.
La columna de vapor los separó de Xánatos, que
sonrió.
–Ya estamos otra vez -dijo Xánatos-. Los nobles Jedi que
claman justicia cuando lo que buscan realmente es sangre. ¿Te
acuerdas, Obi-Wan? Tú fuiste a por un chico de trece años que acabó
muerto. ¿Recuerdas la mirada de Bruck cuando le asesinaste?
¿Intentas convencerte de que lamentas la muerte de tu rival? Admite
el sentimiento en tu corazón. ¡Admite tu satisfacción! Admite tu
sed de venganza.
Qui-Gon vio la desesperación en el rostro de Obi-Wan. La mano
con la que agarraba el sable láser temblaba.
–No escuches -dijo Qui-Gon despacio-. No escuches,
Obi-Wan.
El vapor regresó a la fisura de repente. En ese mismo
momento, Xánatos dio un salto adelante. A Obi-Wan, que aún estaba
conmocionado, le cogió por sorpresa y apenas pudo rechazar el
ataque de Xánatos con su sable láser. El fiero adversario giró y
dio una patada alta a Obi-Wan, derribándole.
Y entonces Xánatos saltó sobre él.