–¿Quién iba a pensar que un ladrón y una dinko iban a ser los
grandes héroes de Telos?
Andra le arrojó una almohada.
–Me alegro de que no se te haya subido a la cabeza tanta
atención.
Obi-Wan y Qui-Gon sonrieron, acostumbrados ya a las riñas de
Den y Andra. Sabían que entre ambos estaba surgiendo un fuerte
afecto.
Su regreso a Telos había traído todo lo que Andra llevaba
tanto tiempo deseando. UniFy había sido desenmascarada como
tapadera de Offworld y sus traiciones habían salido a la luz. El
Gobierno había pedido disculpas al pueblo y había convocado
elecciones especiales. Los sobornos a varios líderes
gubernamentales habían comenzado a investigarse, y el gobernador,
que había hecho la vista gorda, había dimitido. El tesorero, Vox
Chun, estaba en prisión.
Y la katharsis se había cancelado. Los ciudadanos de Telos
seguían horrorizados ante la certeza de haber sido engañados
utilizando su codicia. Hubo un delirio masivo. Enormes cantidades
de ciudadanos se pusieron en contacto con Andra con la esperanza de
unirse al partido POWER. Un nuevo patriotismo había nacido en
Telos. Uno basado en el compromiso y la protección de la tierra que
amaban y que habían estado a punto de perder para
siempre.
–¿Crees que seré buen gobernador? – preguntó Den-. La gente
me ama.
–Eso es porque no te conocen como yo -dijo Andra con una
sonrisa-. No eres un político, Den.
–Oye, fuiste tú la que dijiste que era bueno mintiendo
-protestó Den, fingiéndose ofendido.
–No habrá más mentiras en ningún Gobierno de Telos, jamás
-dijo Andra muy seria.
–Apostaré por eso, pero no me gusta cómo están las
probabilidades -añadió Den con cinismo.
Qui-Gon se levantó.
–Os deseo buena suerte a ambos. Y gracias por ayudar a
librarnos de esos cargos.
–Sois libres de iros, pero ¿tenéis que hacerlo? – preguntó
Andra-. Nos encantaría que os quedarais unos días más. Dejad que os
muestre las bellezas de Telos. Nos llevará algún tiempo limpiar los
Lagos Sagrados, pero hay otros lugares.
–Quizás en otra ocasión. Tenemos que regresar al
Templo.
Obi-Wan se levantó y dio las gracias a Andra y a Den. Sentía
tener que despedirse. Admiraba la capacidad de compromiso de Andra,
y aunque al principio había sospechado de Den, también había
llegado a apreciarle. Sabía que, cada uno a su manera, trabajarían
para que Telos volviera a ser el pacífico y floreciente planeta que
había sido en el pasado.
–Sé que dejamos Telos en buenas manos -les dijo Obi-Wan.
Luego sonrió a Den-. Yo diría que las probabilidades están todas en
tu favor.
Obi-Wan caminaba con Qui-Gon por el amplio bulevar hacia la
nave de pasajeros que les llevaría de vuelta a
Coruscant.
–¿Fue Xánatos tu mayor fracaso? – preguntó Obi-Wan
cauteloso-. ¿Te atormentará su muerte tal como él
quería?
–¿Te atormenta a ti la muerte de Bruck? – preguntó Qui-Gon
suavemente.
–No -contestó Obi-Wan despacio-, pero la llevo aquí -dijo
señalándose al corazón.
–Creo que a mí me pasará lo mismo -dijo Qui-Gon-. No me
atormentará. No como a Xánatos le hubiera gustado. Xánatos escogió
la muerte porque estaba en su naturaleza escoger el camino oscuro,
pero a mí me llevará tiempo asumirlo. No puedo evitar sentir que si
hubiera sido mejor Maestro, él no habría recurrido al Lado Oscuro.
Yoda me diría que, como Maestro, no depende de mí que un padawan
triunfe o fracase. Yo sólo puedo orientarle.
¿Y yo? Quiso preguntar Obi-Wan. ¿Cómo
me ves a mí, Qui-Gon? ¿Triunfaré o
fracasaré?
Qui-Gon se mantuvo callado unos minutos. Parecía estar
disfrutando de la belleza del día. Como si necesitara alejar su
dolor.
–Tú estás comenzando, Obi-Wan -dijo al fin-. No te preocupes
por el éxito o el fracaso. Si actúas sabiamente, esas palabras
perderán su significado. Sólo quedará el bien que
hagas.
–Es difícil no pensar en el fracaso, teniendo en cuenta que
he sido puesto a prueba -dijo Obi-Wan.
–Eso no tiene nada que ver con el fracaso-dijo Qui-Gon
suavemente-. No debes pensar así. El sendero Jedi es difícil de
recorrer, y el Consejo lo sabe. Si alguien se pierde, sobre todo
cuando es joven, lo entienden. Pero tienen que estar seguros de tu
lealtad. Tendrás que reunirte con ellos y pasar algún tiempo en el
Templo renovando tu dedicación. Creo que será bueno para los dos.
Hay un momento para las misiones, y un momento para el estudio y la
meditación.
–¿Tú también te quedarás en el Templo? – preguntó
Obi-Wan.
Qui-Gon asintió.
–Yo también necesito tiempo para reflexionar. Y te ayudaré
con el Consejo. Tienen que comprender por qué decidiste irte. Yo he
llegado a entenderlo.
–¿De verdad?
–Me ha llevado tiempo, lo admito -dijo Qui-Gon-, pero así es
-hubo un silencio-. Sé que estás a prueba y que no puedes ser mi
aprendiz oficialmente, pero eres mi padawan, Obi-Wan. No necesito
que el Consejo me lo diga.
Obi-Wan cogió aire.
–¿Entonces volverás a aceptarme?
–Nos aceptaremos mutuamente -dijo Qui-Gon.
Obi-Wan había deseado mucho aquel momento y había intentado
controlar su impaciencia para que llegara. Y ahora que había
llegado, se había quedado sin palabras. Estaba demasiado emocionado
para decir algo.
–Yo rechacé nuestra conexión desde el principio -dijo
Qui-Gon-, pero tú sabías algo que yo ignoraba. Hay cosas que están
predestinadas. Ahora también yo lo sé. Tú serás un buen Caballero
Jedi, y yo estaré orgulloso de continuar el viaje que comenzamos
juntos.
Obi-Wan alzó la cabeza. Ahora él también apreció la belleza
del día. El cielo estaba increíblemente claro. Por primera vez en
lo que parecía mucho tiempo, el futuro también estaba
claro.
–No digo que vaya a ser fácil -añadió Qui-Gon-. Tenemos
temperamentos distintos y sin duda chocaremos. Y volverás a
desafiarme.
–Intentaré no hacerlo -le dijo Obi-Wan con
seriedad.
–No me has entendido, padawan -Qui-Gon le ofreció una de sus
escasas sonrisas. Una sonrisa plena que encendió sus ojos azules e
hizo que brillaran cálidamente-. Yo espero que lo
hagas.
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22/11/2008
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v.0.9; Mikhail Sharonov, 2006;
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