CAPÍTULO 32
Cenamos entre risas, a pesar de que se nota que en muchas ocasiones Matt tiene la mente en otra
parte. Hay momentos en los que se queda callado y serio, mirando al suelo y nosotros somos los encargados de devolverle a la realidad.
—¡Venga ya! ¿No me digas que sabéis tocar la guitarra los dos? —le pregunto alucinada cuando Matt me lo dice.
—Sí, mi madre enseñó a Bradley y él a mí. ¿Por qué te parece tan raro?
—¡Porque Bradley tiene el sentido del ritmo de una piedra! —respondo entre risas.
—¡Oye! Que no sepa bailar no significa que no pueda tocar bien la guitarra —me responde haciéndose el ofendido.
—¿Y por qué no me habéis hecho aún una demostración?
—Pues no sé… No hemos tenido tiempo supongo…
—Vale, pues ya podéis buscar un hueco en vuestra apretada agenda. Yo quiero un concierto privado. —Bueno, ya veremos… Que hace tanto tiempo que no toco que no sé ni donde está la guitarra —se excusa Bradley.
—¡La tengo yo! Están las dos aquí en mi casa porque tú la tenías llena de polvo en el desván. —¡Ya no tienes escapatoria, Bradley Logan! Ya podéis ir pensando el repertorio —les digo mientras observo la cara de pánico de Bradley y la sonrisa de Matt —Ahora que lo pienso, cantar no se te da nada mal…
—¡¿Te cantó?! —pregunta Matt entre carcajadas —Le tienes en el bote entonces.
—¡Matt! —le reprende.
—¿Qué? Cantas bien —le responde y dirigiéndose a mí añade —Pero es tan tímido que me parece que le habré escuchado solo yo… Así que puedes sentirte una afortunada.
—Pues sí. Me cantó y lo hace muy bien.
—Matt canta mejor —confiesa Bradley —Y él no tiene ni pizca de vergüenza.
—¿Y no lo has utilizado nunca para ligar? —le pregunto —A las mujeres nos encanta. Lo encontramos muy sexy…
—Pues no… —responde Matt.
—Harper, créeme, no lo ha necesitado nunca.
Seguimos conversando largo rato hasta que me decido a explicarles la llamada telefónica que he recibido esta mañana.
—Hoy me ha llamado mi abogada. El juicio será el 15 de enero.
—¡Eso es dentro de poco más de diez días! ¡Qué rápido! —dice Bradley acercándose a mí. —Lauren quiere que nos veamos el día 10 en su despacho. Quiere prepararnos para las preguntas que nos puedan hacer los abogados de Eddie.
—Vale. Si quieres nos vamos uno o dos días antes, ¿no? ¿Se lo has dicho ya a tus padres? —No, vosotros y Bree sois los primeros en saberlo.
Cuando pronuncio el nombre de Bree veo una pequeña muestra de dolor en los ojos de Matt e inquieto se remueve en la silla. Si solo con oír su nombre se pone así, cuando la vea será una tortura…
—Matt, ¿te vienes con nosotros? —le pregunto.
—¿Qué pasa? ¿No os fiáis de mí?
—Tu hermano no lo sé, pero yo no. Y sé que él estará más tranquilo si te tiene controlado. —Vale, supongo que no tengo elección, ¿no?
—Venga, que si te portas bien y no das el coñazo durante el viaje, te llevo a ver a los Rangers y así podrás estrenar tu camiseta —le digo.
—¿En serio? —sonríe y abre mucho los ojos como si fuera un niño pequeño —¡Genial, gracias! Voy al baño.
Le observamos subir las escaleras saltando los escalones de tres en tres y sonrío ante el cambio de actitud de esta noche.
—Gracias por lo que estás haciendo por él… bueno, por nosotros —me dice Bradley abrazándome. —No te pienses, de vez en cuando me dan ganas de darle una colleja por el daño que le ha hecho a Bree…
—Lo sé… A mí también.
Sonrío y agacho la cabeza pensativa. Bradley me abraza, buscando mi mirada.
—¿Qué pasa? —me pregunta.
—Lauren me ha dicho que puede que Eddie busque llegar a un acuerdo para que no se celebre el juicio. Que un juicio por violación, sea cual sea el veredicto, aunque le declaren inocente, dará muy mala imagen de él y no le interesa nada —me muerdo el labio pensativa.
—¿Y qué quieres hacer? Harper, decidas lo que decidas, yo estaré contigo pero si me preguntas mi opinión, te diría que le dijeras que se metiera el trato por el culo.
—Y eso es lo que voy a hacer —digo mucho más tranquila al saber que su opinión es la misma que la mía —No necesito su dinero.
—¿Estás mejor? —dice apoyándose en la encimera de la cocina dejando su cara a la altura de la mía. —Sí. Sólo que tengo ganas de que todo esto pase cuanto antes mejor.
Apoyo mi frente en sus labios mientras me acaricia la cara con los pulgares.
—Te quiero Brad —digo metiendo mis manos por debajo de su sudadera y abrazando su cintura. —Y yo preciosa… y te echo de menos…
—Abrázame fuerte…
Llevamos un rato abrazados cuando nos damos cuenta de la presencia de Matt en la puerta de la cocina. Sonríe tímidamente rascándose la cabeza.
—Siento interrumpir…
—No pasa nada —le dice Brad.
—Sí que pasa… Bradley, sé que no me quieres dejar solo aún y sé que es lo correcto y lo agradezco, pero esto está pasando factura a lo vuestro, así que o Harper se viene aquí o vuelvo a casa por unos días.
Ambos nos quedamos mirando y aunque intento disimularlo, la idea de Matt me encanta. Necesito volver a dormir con Bradley, volver a sentir sus abrazos y su pecho moverse al respirar. Necesito poder despertarme antes que él y observarle dormir mientras repaso las lineas de su cara con mis dedos o despertarme con las caricias de sus besos.
—Si nos quedamos aquí, tenéis que dormir en mi habitación que es la que tiene la cama grande y yo dormiría en la de invitados. Si vuelvo a casa, pues como siempre, cada uno en la suya. —¿Qué me dices? ¿Le acogemos de nuevo en casa? —me pregunta Bradley.
—Por mí perfecto, pero tendré que volver a acostumbrarme a vestirme antes de salir de la habitación… —¡Por mí no te cortes! Si tú estás cómoda saliendo desnuda a prepararme el café… —y se encoge al recibir mi manotazo en el brazo.
—La verdad es que tus ligues nunca han tenido mucho reparo en que las viera casi desnudas cuando bajaban a tomarse un café… —comenta Bradley en ese momento —Al principio me preocupaba en apartar la mirada o irme a otra habitación, incluso intentaba aprenderme sus nombres, pero al final ya lo dí por imposible.
—Bueno, pues más a mi favor, yo ya me sé el nombre de tu ligue y ya te digo que si me baja ligerita de ropa a la cocina, yo no aparto la mirada —dice guiñándonos un ojo.
—Vale, pues venga, ves a por el pijama y ya mañana vienes a por más cosas.
—¿Pijama? —y mientras pasa por mi lado me susurra al oído en un tono lo suficientemente alto para que le oiga su hermano —Duermo en calzoncillos. Quedamos a las nueve de la mañana en la cocina.
—Tu hermano lo va a pasar mal —le digo a Bradley una vez estamos ya en nuestra habitación. —Sí, desengancharse de una adicción debe ser difícil…
—No me refiero al tema del alcohol.
—¿Entonces?
—Lo del alcohol le costará, pero lo de Bree… lo va a pasar fatal. Cada vez que oye su nombre, veo una punzada de dolor cruzar por sus ojos.
—Pero ella… ¿sabes si aún le quiere?
—Pues claro que le quiere. Lleva enamorada de él toda su vida.
—¿Y le dará otra oportunidad?
—Lo veo muy difícil… Ella ha dejado de confiar en él. Ha sido un gran mazazo. Piénsalo y ponte en su lugar. Se enamora de Matt con, no sé, seis o siete años. Con 21 sigue completamente colgada por él. Le ve liarse con multitud de chicas a las que claramente usa y deshecha. Tiene claro que ella no es como esas chicas, aunque alguna vez le gustaría sentir lo que sienten ellas. De repente, una noche coincide con él donde Josh y entablan conversación. Hablan durante horas y ella descubre que no sólo se ha enamorado del físico o de la imagen que se ha formado de él, sino que también le gusta su manera de ser y que se siente muy cómoda a su lado. Al despedirse esa noche, se da cuenta que puede que Matt sienta algo también por ella y ese pensamiento se hace cada vez más real cuando ve que él la invita a salir varias veces más y hace las cosas de diferente manera que con las otras chicas. No trata de liarse o acostarse con ella a las primeras de cambio, sino que va al ritmo que Bree quiere, con el que se siente segura, la respeta. Bree estaba en una nube. Estaba saliendo con el chico de sus sueños, un chico que había cambiado por ella y que la hacía sentir especial frente a todas las demás. Y de repente una noche, una de esas putitas a las que se tiró, le mete la lengua hasta la yugular y él, en lugar de sacársela de encima como cabría esperar, corresponde ese beso delante de todo el mundo.
—La verdad es que lo tiene jodido…
—Y sabe que el problema ha sido la bebida, que se emborrachó y no atinaba, pero Bree dice que ya no puede confiar en él, que no puede dejar de pensar que alguna noche cuando la dejaba en casa se iba con alguna de esas —digo desde el baño mientras Bradley me observa ya dentro de la cama apoyado en un codo.
—Pero va a poder con todo. Se va a recuperar y hará eso que siempre hace para que las chicas caigan rendidas a sus pies y conseguirá que Bree se vuelva a enamorar de él.
—Pues ojalá tengas razón, pero yo no tengo tan claro que Bree le perdone…
Me acerco a la cama y él me abre la colcha haciéndome un hueco.
—Ven, que te he calentado el sitio.
Entro en la cama vestida tan sólo con un culotte y una camiseta de tirantes y me estiro a su lado boca arriba. Se pone encima mío aprisionando mis brazos con los suyos a ambos lados de mi cara. Acerca su boca a escasos centímetros de la mía y veo su mirada viajar de mis ojos a mis labios repetidamente.
—Vaya… Tiene usted mucha prisa caballero…
—Me parece que te debo un primer beso del año en condiciones, y llevamos muchas horas de retraso — dice mientras me hace cosquillas en el cuello con su nariz.
—Sí, creo que me lo debes… —digo moviéndome debajo de su cuerpo mientras me muerdo en labio de forma lasciva.
—¿Me estás provocando? —me dice mientras suelta mis brazos y sus manos se trasladan a mi cuerpo. —¿Funciona? —acaricio su espalda con mis dedos hasta pasar por encima de la goma de sus boxers y le aprieto el culo contra mí.
—Quieta… —dice mientras me vuelve a colocar los brazos por encima de mi cabeza y acaricia la parte interna de mis brazos con sus dedos y sus labios.
Acaricia mis costados hasta llegar a mi cintura y luego vuelve hacia arriba, hasta quedarse a la altura de mis pechos. Sus labios recorren el mismo camino que sus manos y se posan entre mis pechos. Entonces me acaricia la piel cercana a los pezones, endureciéndolos sin tocarlos. De nuevo mis manos deciden saltarse las órdenes que me dio antes y se posan en su cabeza, enredando mis dedos en su pelo. Y de nuevo Bradley se detiene, mirándome con fingida mala leche.
—Te he dicho que te quedes quieta… —y mientras devuelve mis brazos a la posición inicial añade —Eres. Toda. Para. Mí.
—Vale, pero yo también quiero tocar…
—Ni hablar —y enfatiza su respuesta moviendo un dedo en señal de negación delante de mis narices. —Pues ya me dirás tú cómo me vas a convencer para que no me mueva… La culpa es tuya —digo dándole con mi dedo en su pecho —Si no estuvieras tan tremendo…
—¿Que cómo te voy a convencer? —y le veo levantarse y bajar de la cama paseando su cuerpo vestido tan sólo con unos boxers negros.
Me incorporo un poco en la cama apoyándome en los codos y observando a Bradley acercarse a la cómoda. Abre uno de los cajones donde guardo mi ropa interior y rebusca en su interior. Le veo sacar un par de medias y luego abrir uno de sus cajones y coger la corbata que le compré en Nueva York. ¿Va a hacer lo que yo creo que va a hacer? Le veo acercarse a mí con las prendas colgando de la mano, mirándome mientras una sonrisa asoma por la comisura de sus labios. Río a carcajadas mientras dejo caer mi cuerpo en la cama alzando mis brazos por encima de la cabeza.
—¡Vaya! Sí que estás obediente ahora de repente… —dice poniéndose de rodillas encima mío sin apoyarse en mí y mostrándome la corbata y las medias añade —A lo mejor no me hace falta ésto después de todo.
—Sí por favor —digo retorciéndome debajo suyo.
—Dios mío… No sabes lo increíblemente sexy que estás ahora…
Deja las medias a un lado y cogiendo la corbata se inclina hacia mí y me quita la camiseta de tirantes, tirándola a un lado de la habitación sin miramientos. Me ata las manos juntas al cabecero de hierro de la cama y empieza a besarme cada centímetro de piel mientras desciende por mi cuerpo, por mis pechos y mi estómago sin entretenerse mucho, con ganas de llegar a su destino. Al llegar al tanga, ralentiza considerablemente la marcha, besando la tela negra, dejándome sentir el calor de su aliento en mi piel. Me estremezco y retuerzo mi cuerpo juntando las piernas. Abro los ojos y le observo de rodillas a la altura de mis pies, mirando mi cuerpo de arriba a abajo y respirando con fuerza.
—¿Dónde has estado toda mi vida?
Sonrío mientras apoyo un pie en su hombro y él me empieza a besar el interior de mis piernas hasta llegar de nuevo al culotte. Mete dos dedos alrededor de la goma y me los baja lentamente por las piernas hasta quitármelo por los pies. Agarra las medias y cogiéndome las piernas con delicadeza, ata cada uno de mis pies a un extremo de la cama.
—¿No serán mi medias favoritas? —le pregunto frunciendo el ceño.
—Ni idea. Pero desde ahora son también son las mías.
Acerca su boca a mi entrepierna y sus manos acarician el interior de mis muslos. Cierro los ojos, sintiendo cada una de sus caricias y besos al máximo. Confío en él mucho más de lo que nunca he confiado en nadie. Su lengua se mete entre mis labios y me acaricia el clítoris provocando una sacudida en mi estómago que hace arquear mi espalda. No contento con eso, lo succiona haciendo que las descargas se intensifiquen y recorran todo mi cuerpo. Tenso los brazos y las piernas pero al estar atados el recorrido que pueden hacer es minúsculo.
—Me encanta darte placer… —susurra a mi oído.
De repente ya no noto la tela de los boxers separándonos, sino que noto su erección entrando en mí. Empuja hasta el fondo pero con la delicadeza que le caracteriza, sin prisa, sin forzar la situación y mi cuerpo le acoge como si fuéramos uno.
Introduce en su boca uno de mis pechos mientras su mano se encarga del otro. Succiona el pezón con la boca mientras sus dedos juegan con el del otro pecho, y cuando sus dientes muerden, sus dedos retuercen con suavidad. Todos estos movimientos los acompaña con los de sus embestidas y mi cuerpo es incapaz de aguantar esta bendita tortura durante mucho tiempo más. Los gemidos empiezan a escaparse de mi boca con más fuerza y frecuencia y Bradley intensifica la fuerza de sus empujes.
—Mírame a los ojos —oigo que me dice y al obedecerle encuentro su cara a escasos centímetros de la mía.
—Bradley… te quiero.
—Y yo a ti, más que a mi vida.
Apoya su frente en la mía mientras las gotas de su sudor resbalan por su cara mezclándose con el mío. En ese momento, un brutal orgasmo invade todo mi cuerpo. Mi espalda se arquea de nuevo y Bradley pone su brazo debajo mío, sosteniéndome sin separarse un milímetro y sin dejar de mirarme a los ojos cuando se corre dentro de mí.
Sostiene mi cuerpo mientras nuestras respiraciones tratan de volver a la normalidad, ambos con las boca abierta, intentando abarcar todo el oxígeno posible. Desata mis manos con cuidado y frota mis muñecas aunque no me duelen nada. Su pelo mojado cae por su frente y se lo peino mientras cojo su cara entre mis manos y acerco mis labios a los suyos. Sale de mi interior y desata mis pies comprobando que las medias no me hayan dejado marca. Después se estira a mi lado boca arriba y aprovecho para apoyar mi cabeza en su pecho. Le acaricio mientras él coge las mantas y me tapa con mimo.
—Menos mal que la falta de ritmo solo te afecta al bailar —digo de repente consiguiendo ganarme una tanda de cosquillas —¿Soñarás conmigo?
—Sueño contigo hasta despierto.