CAPÍTULO 58


Pedimos el café para llevar y salimos a los jardines del hospital. Hace un sol espectacular pero corre

una brisa ideal para poder disfrutarlo sin sudar. Nos acercamos a una mesa libre y me siento al lado de Bradley, mientras la doctora Weaver se sienta frente a él.

—Os veo muy bien —nos dice mirándonos con una sonrisa —Y me alegro mucho. Vais a ser unos padres fantásticos.

—Gracias —respondo sin poder ocultar mi emoción.

—Bueno, por lo que tengo entendido, tú ya has ejercido de padre durante mucho tiempo, ¿no? —pregunta a Bradley que asiente con la vista fija en su vaso de café —Escucha, quiero que sepas que si en algún momento hubiera sospechado lo que pasaba, no hubiera dudado en ir a ayudarte…

—No pasa nada…

—Sí pasa. Tu madre y yo cogimos cierta confianza durante el embarazo y me dolió mucho la reacción de tu padre. Ella lo pasó muy mal cuando él la dejó pasar por todo sola… Luego cuando le vi a su lado en el parto y se llevó a Matt, pensé que había recapacitado y que se haría cargo de los dos. Debería haberme puesto en contacto para intentar saber de vosotros y ver cómo os iban las cosas… Quizá de esa manera me hubiera enterado de lo que te estaba pasando… Lo siento muchísimo porque tengo la sensación de que os fallé, a ti, a Matt y a tu madre.

—Lo lógico era pensar que un padre se ocuparía de sus hijos, así que no se culpe por darlo por hecho. Yo lo intenté hacer lo mejor posible con Matt para que no notara ninguna falta…

—Bueno, él me dijo que has sido un padre increíble, así que creo que pasaste la prueba con nota… —le dice sonriendo.

Bradley sigue con la vista fija en el vaso, mientras le da vueltas sumido en sus propios pensamientos. Le veo morderse la mejilla por dentro cuando los ojos se le humedecen, y empieza a mover la pierna nervioso, como si le hubiera entrado un tic. Apoyo mi mano en las suyas y me mira forzando una sonrisa.

—Eso es lo que yo siempre le digo —añado —Viendo lo bien que lo ha hecho con Matt, no tengo ninguna duda de que será un padrazo para nuestro bebé.

Finalmente, tras mirarnos a ambas, suelta aire con fuerza por la boca y decide empezar a hablar de nuevo.

—Yo tampoco entendí la decisión de mi madre. Solo podía pensar que ella no me quería y que prefería a Matt antes que a mí. Dejé de hablarle… y no permitía que me abrazara. La veía llorar y suplicarme por ello y yo permanecía impasible e incluso le llegue a gritar que la odiaba y que no la quería. Y cuando mi padre volvió a casa con Matt en brazos diciéndome que ella había muerto… — levanta la cabeza y rehuye nuestra mirada intentando secarse las lágrimas que le llenan los ojos —Dios, me sentí tan culpable… Yo sí la quería… Solo lo decía porque estaba furioso y celoso, y no había tenido oportunidad de aclarárselo…

Apoya los codos en la mesa y se agarra la cabeza con las manos. Tiene la cara desencajada y me da la sensación de que lo que nos está diciendo es algo que lleva guardado dentro desde hace mucho tiempo.

—Bradley, ella lo sabía… —dice la doctora mientras él niega con la cabeza.

—Espere… —dice cortándola tragando saliva con esfuerzo —Luego mi padre empezó a beber y volvía cada noche borracho a casa. Buscaba a Matt gritando que él tenía la culpa de todo y queriéndole hacer daño y yo simplemente, no podía permitirlo. Sabía que mi madre había puesto la vida de ese niño por delante de la suya y era mi manera de demostrarle que sentía todo lo mal que se lo había hecho pasar. Lo hice por egoísmo, por sentirme mejor, pero no porque le quisiera.

Una vez acabado ya el café, se entretiene arrugando el vaso mientras muerde la cucharita de plástico. En ningún momento nos mira a los ojos, más bien rehuye nuestra mirada. Está siendo una confesión en toda regla y parece temer que lo que nos cuente no nos guste o cambie nuestra opinión de él.

—De hecho, le odiaba con todas mis fuerzas… Muchas veces pensaba que mi padre tenía razón. Por su culpa murió mi madre y también por su culpa, él empezó a beber… todas las noches. Algunas, cuando volvía, pagaba conmigo su frustración y me pegaba. En ocasiones, del miedo que le tenía, llegaba a hacerme pis encima. Me gritaba que no entendía como podía protegerle teniendo en cuenta que nos había destrozado la vida. Y reconozco que en más de una ocasión, cuando le acostaba en la cuna, le miraba y me entraban ganas de hacerle caso… —levanta la vista hacia mí —Así que como veis, no siempre fui ese hermano mayor tan bueno que decís…

Apoya la cabeza entre sus manos, mientras hunde sus dedos en el pelo. Luego se tapa la cara con las manos durante largo rato y llora sin consuelo. Me siento de lado en el banco y paso mi mano por su brazo.

—Pero lo acabaste siendo —dice la doctora —Bradley, tu madre sabía que Matt se quedaba en buenas manos contigo. Sabía que le querrías y le protegerías con tu vida y así lo hiciste. Confiaba tanto en ti… Hablaba siempre maravillas y se le iluminaban los ojos cuando te nombraba. No dudes ni por un segundo que ella sabía que la querías.

Nos lo quedamos mirando durante un rato, mientras procesa las palabras de la doctora. Durante unos minutos se frota las manos pensativo, hasta que levanta la vista y mira a la doctora Weaver asintiendo, mientras una leve sonrisa se dibuja en sus labios.

—Gracias por estar al lado de mi madre en esos momentos…

—De nada. Estaría muy orgullosa, seguro —responde ella cogiéndole de la mano.

—Sabe, durante un tiempo Matt me hacía muchas preguntas sobre ella, cómo era, qué le gustaba hacer o incluso si cocinaba bien… Pero hubo una que respondí sin saber la verdad… Doctora, ¿mi madre tuvo oportunidad de coger a Matt en brazos?

—Claro que sí. Yo misma se lo puse y le estuvo abrazando durante un rato, hasta que se lo tuvieron que llevar para asearle. ¿Qué le respondiste tú?

—Exactamente eso —contesta sonriendo —Pero me quito un peso de encima al saber que ella pudo abrazarle.

Unas pocas lágrimas se me escapan cuando oigo a la doctora que se despide, hablando con un nudo en la garganta.

—Chicos, me tengo que ir pero nos vemos en diez semanas, ¿de acuerdo?

—Vale —digo levantándome y abrazándola.

Bradley se levanta y la abraza mientras ella le besa en la mejilla.

—Cuida mucho de tu chica, tu bebé y tu hermano de mi parte, ¿vale? —le dice mientras él asiente y mirándome añade —Y tú Harper, cuida de este chico de aquí, que se lo merece.

—Por descontado.

Mientras se aleja, Bradley vuelve a sentarse en el banco, agachando los hombros derrotado. Baja la cabeza y se mira las manos mientras se frota una contra la otra. Me siento frente a él, poniendo una pierna a cada lado del banco y apoyo mis labios en su pelo al tiempo que él pone sus manos encima de mi barriga.

—¿Crees que soy un monstruo? —dice sin levantar la vista —Por lo que le hice a mi madre y eso… —Para nada.

—Pues yo no he dejado de pensarlo ni un solo día de mi vida… Desde entonces, he sido incapaz de mostrar mis sentimientos hacia nadie. Ni a Matt, ni al señor y la señora Jenkins, ni a Maggie… Era como si al no demostrarle cariño a nadie, el hecho de no demostrárselo a mi madre fuera menos… cruel.

Me acerco a él todo lo que mi barriga me permite y poso mis labios en los suyos mientras acaricio su mejilla. Cuando empieza a hablarme de nuevo, las vibraciones de su voz me hacen cosquillas en la boca, pero no quiero apartarme de él ni un milímetro.

—Desde que llegaste a mi vida siento la necesidad de ser diferente contigo. Creo que sí hay algo que puedo hacer para no parecerme a mi padre tanto como todos dicen… y es no dejarte nunca sola, ni a ti ni a ella…

—Me gusta la idea. ¿Para siempre?

—Para siempre.

—Oye… ¿sigues siendo todo mío hoy?

—Ajá… —me responde con una sonrisa pícara.

—Pues llévame a casa ahora mismo y enciérrame hasta mañana.

Horas más tarde, estirados en la cama, Bradley está girado de lado hacia mí, apoyando su cabeza en la mano mientras con la otra resigue todo mi perfil, desde la frente hasta llegar al vientre, donde posa la palma de la mano.

—¿Por qué no le hablas? —le digo de repente.

—Eeeeh… Es que no sé qué decirle… ¿Qué le decía mi hermano?

—No quieras saberlo… —contesto riendo.

—Cariño —dice de repente poniendo su boca cerca de mi barriga —A tu tío Matt no le hagas ni caso, ¿eh? No te puede traer nada bueno… Tú haz caso de papi, ¿de acuerdo?

—También le canta —digo mientras me levanto de la cama.

—¿En serio? Mi madre le cantaba a Matt cuando estaba en su barriga. Eso sí le dejo que lo haga porque se le da de maravilla. Así además cuando llore por las noches se la podemos llevar para que le cante y la duerma. ¿Qué te parece?

—Brillante cariño —digo levantándome de la cama.

—¿Dónde vas?

—A darme una ducha.

Abro el grifo del agua y me recojo el pelo con la intención de no mojármelo. Mientras espero que se caliente, miro mi reflejo en el espejo. Parece que la barriga me crezca por minutos ya que la noto incluso más grande que esta mañana. Me pongo de perfil y hago una mueca con la boca al comprobar que definitivamente me va a costar mucho recuperar la figura.

—No lo pienses ni por un segundo.

Alzo la vista y veo su reflejo en el espejo, apoyado en el marco de la puerta, vestido tan solo con sus bóxers negros.

—Estás preciosa.

—Empiezo a estar gorda…

Me abraza por detrás apoyando la barbilla en el hueco de mi hombro, mientras sus manos rodean las mías y juntos abrazamos a nuestro bebé.

—Repito, estás preciosa.

—Al final sí voy a querer que me retengas en casa porque no me voy a atrever a salir a la calle. —Oye —dice Bradley girándome de cara a él —aunque admito que la idea de tenerte en casa para mi uso y disfrute en exclusiva, no me desagrada del todo, te repito que estás increíblemente guapa, y que el embarazo te está sentando de maravilla…

—Pero llegará un punto en el que estaré tan gorda que seré incapaz de ponerme los calcetines o de verme los pies…

—Estoy dispuesto a vestirte de pies a cabeza si hace falta.

—Y más que caminar parecerá que ruedo…

—Te llevaré en brazos si es necesario.

—Y no me cabrá ni tu ropa…

—Si sigues empeñada en robarle la ropa a los demás en lugar de comprártela, me colaré en casa de Phil y le saquearé el armario.

—Y ya no te atraeré… —digo agachando la vista al suelo.

—No hablarás en serio…

Me levanta la barbilla y me obliga a mirarle. Tiene el ceño fruncido y sus ojos miran inquietos cada centímetro de mi cara.

—Harper, estoy enamorado de ti desde la primera vez que te vi y no dejaré de quererte nunca. Aún no sé qué he hecho para merecerte, pero eres como un regalo que alguien me hizo y no lo voy a desperdiciar. —Sé que me quieres, pero una cosa es el amor y otra muy distinta el deseo sexual… Ya me dirás cuando esté como una pelota si te apetece…

—Me parece que sigues sin ser consciente de lo que provocas en mí…

Sin darme tiempo a replicar nada, me coge la cara con ambas manos y posa sus labios en mi boca. Coloca su mano en mi nuca, impidiendo que eche la cabeza hacia atrás, mientras la otra baja por mi espalda hasta posarse en mi trasero y me aprieta una nalga. Su lengua acaricia mis labios y luego muerde el inferior, tirando de él con delicadeza, haciéndome soltar un gemido que él recoge en su boca. Tira de mi pelo hacia abajo dejando mi cuello al descubierto y me da pequeños mordiscos siguiendo un camino hacia mis hombros. Luego se despega de mí unos centímetros y cuando abro los ojos al cabo de un rato, sus ojos me miran abrasándome.

—Joder, cómo me pone cuando pienso que yo provoco esa expresión en tu cara… —susurra con voz ronca muy cerca de mi boca —Quiero oírte jadear.

Mira por encima de mi hombro y en su boca se dibuja una sonrisa pícara de medio lado que me desarma por completo. Me coge en brazos y me agarro a su cuello, apoyando la frente en la suya, y sonriendo excitada mientras me muerdo el labio. Abre la mampara y los vapores del agua caliente invaden el resto del baño. Nos metemos en la bañera y me pone debajo del chorro de agua. Acerca su cara a la mía y miro hacia abajo, hacia sus bóxers negros ya empapados. Él imita mi gesto, coge mi mano y la dirige a su entrepierna. Aprieto los dedos alrededor de su erección y le veo cerrar los ojos y soltar aire con fuerza por la boca.

—¿Convencida de lo que me provocas? —dice cuando los abre de nuevo.

Coge mis brazos y los apoya contra la pared de la ducha, apretando su cuerpo contra el mío. Ahora el chorro del agua le cae a él directamente encima y la imagen que veo me encanta. Su pelo totalmente mojado y las gotas rebotando en su piel mientras mantiene sus ojos, aún más azules que de costumbre a consecuencia del agua, clavados en mí, devorándome.

Entrelaza los dedos con los míos, con los brazos colocados por encima de mi cabeza, y acerca su boca a mi oído. Al principio no habla, sólo le oigo respirar con fuerza, casi jadeando, y eso ya me excita, pero entonces, tras morderme el lóbulo de la oreja, me dice.

—Me obligas a demostrarte de nuevo que nunca me cansaré de hacer el amor contigo, que nunca me cansaré de acoger tus jadeos de placer en mi boca, de escuchar tus gemidos o de ver tu expresión cuando te corres.

Poco a poco, tras esas palabras, empieza a descender por mi cuerpo, regándolo de besos y pequeños mordiscos con su boca. Sus manos bajan por mis brazos, siguen por el costado y sus pulgares aprovechan la cercanía para rozar mis pechos y endurecer así mis pezones con ese leve contacto. Cuando su boca se posa en mis pechos, su lengua empieza a jugar con uno mientras el otro recibe las atenciones de su mano. Mi cuerpo se retuerce bajo sus caricias y creo que dentro de poco será bastante improbable que pueda mantener el equilibrio en el suelo mojado de la bañera, así que empiezo a bajar los brazos y apoyo la manos en sus hombros. Aprieta con sus dientes uno de mis pezones y unas descargas eléctricas estallan en la parte baja de mi barriga, acercándome peligrosamente al abismo.

Cuando su boca sigue su camino descendente, sus besos se centran en mi barriga, mientras que sus manos descienden a mi entrepierna, impaciente desde hace un rato. Sus dedos me rozan y me noto palpitar. Alza su vista hacia arriba, sonriéndome mientras entorna los ojos. Se arrodilla, coge una de mis piernas y la coloca encima de su hombro, dejándome expuesta a él. De pronto, noto su lengua acariciando mi sexo y aprieto mis ojos sin poder evitar morder mi labio inferior con lascivia. Sus labios succionan mi clítoris y le tiro del pelo de manera inconsciente, pero no para apartarle, sino para atraerle más hacia mí. Es entonces cuando las descargas eléctricas llegan a destino y me noto explotar de placer. Arqueo mi espalda hacia delante y noto como las piernas empiezan a fallarme, justo en el momento en el que Bradley me coge en brazos, me saca de la ducha y se sienta en la cama apoyando la espalda contra el cabezal, sentándome a mí encima suyo.

Mete la mano entre nuestros cuerpos y dirige su erección a mi entrada y sin haberme recuperado aún de los espasmos del anterior orgasmo, me penetra hasta el fondo. Se abraza a mí y me aprieta contra su cuerpo. Apoya su frente en la mía y tras varios segundos en los que no nos movemos y en los que tan solo se oye nuestra respiración acelerada, me dice.

—Me encanta estar dentro de ti. No puedo pensar en ningún sitio mejor en el que estar y nunca, jamás, me cansaré.

Empiezo a moverme lentamente mientras tiro de su pelo obligándole a mirarme. Nos miramos a los ojos mientras no dejo de cabalgarle lentamente, sintiendo todos y cada uno de los movimientos.

—Me estás matando —dice con una voz ronca muy sexy.

Automáticamente, me incorporo un poco, separándome unos centímetros de él y llevo mis manos a la cabeza, recogiéndome el pelo de manera sensual. Él me observa con detenimiento y me agarra de las caderas, ayudando a que mis movimientos sean cada vez más rápidos y algo más violentos. Empieza a resoplar con fuerza y me aprieta con fuerza con él a la par que de su boca sale un sonido gutural. Noto su calor dentro de mí y le abrazo, acogiendo su cabeza entre mis brazos, hundiendo mis dedos en su pelo mojado.

Nuestras respiraciones vuelven poco a poco a la normalidad y tras varios minutos en la misma postura, le miro a los ojos y le doy un beso lento en los labios.

—Me encantan tus maneras de convencerme de las cosas. Esto de hacerme la tonta me está gustando…

—Cuando te vuelvan a surgir las dudas, me llamas y vengo a aclarártelas. Tú solo pide por esa boca. —¿Puedo pedir cualquier cosa?

—Claro… aunque algo me dice que me voy a arrepentir pronto…

—Tengo hambre. ¿Me preparas algo? —digo poniendo una mueca de pena con los labios, que pronto se convierte en sonrisa al notar sus cosquillas.

Me levanto y voy al baño a hacer pis y cuando vuelvo al dormitorio le veo dar vueltas buscando, vestido tan sólo con el pantalón que llevaba esta mañana.

—¿Qué buscas? —le pregunto mientras le observo desde la puerta del baño.

—Eso —dice cuando me ve, señalándome la camiseta que llevo puesta —Ya empezamos…

Tal cual vamos, bajamos a la cocina y preparamos unos sándwiches entre risas y carantoñas.

—Oye, ¿has llamado a tus padres para decirles que todo está bien? —me pregunta de repente. —No… —digo cayendo de repente —¿Y tú a Matt?

—Pues tampoco… Pero bueno, no creo que pase nada, ¿no? Luego les llamamos.

—Yo por si acaso, a mi madre la voy a llamar ya —digo dirigiéndome al bolso a buscar el móvil.

Cuando lo cojo, veo siete llamadas perdidas y decenas de mensajes. Todos son de mis padres, de Suze, de Matt, de Bree, de Julliet y incluso de David. Vuelvo a la cocina con la boca abierta y la cara de asombro y le enseño la pantalla a Bradley.

—Esto… me parece que se han preocupado un poco…

—Espera —me dice saliendo al salón para buscar su teléfono —¡Joder!

—¿A ti también?

—Matt, Bree, Julliet… ¿tu madre tiene mi número?

—Mierda, mierda… vamos a oír los gritos desde aquí… Tengo que llamarla.

—Vale, voy a llamar yo a Matt —dice justo en el momento en el que llaman a la puerta.

Cuando Bradley abre, Matt y Bree nos miran desde el porche con los brazos abiertos y expresión de enfado.

—¿Os parece bonito? —dice Bree entrando sin mirar a Bradley y sin saludar.

—Vale, no hace falta que llame a Matt…

—¿Estabais aquí tan tranquilos y no habéis sido capaces de hacernos una llamada? Por favor, ¡que estábamos preocupados!

—Hola mamá —digo haciéndole una seña a Bree para que espere un momento —Lo sé, lo sé, lo siento… Nos liamos y entre unas cosas y otras, se nos pasó llamaros…

—Unas cosas y otras… —dice Matt a Bradley en un tono de voz que perfectamente podía oír yo y posiblemente mi madre —¡Estabais follando cabrones!

En ese momento suena el móvil de Bradley y él contesta tras mirar la pantalla.

—Julliet —dice levantando un dedo delante de Matt —Lo sé. Lo siento.

—Estaban follando Julliet. Por eso no han tenido tiempo de llamarnos y contestar nuestros mensajes — grita Matt para que ella le oiga.

—A ver —digo en alto para que todos me oigan —Un momentito por favor. Mamá, ya estoy contigo. —Ya te vale. Estábamos preocupados cariño…

—Lo sé, lo siento de veras… Se nos fue el santo al cielo. Pero no pasa nada. Todo está perfecto. Yo estoy bien y el bebé también. Hemos visto cómo movía las manitas y las piernas y hemos vuelto a oírle el corazón.

—¡Qué bien cariño! —contesta mi madre visiblemente emocionada —Oye, ¿y sabéis ya si es niño o niña? —No, no se ha dejado ver. Pero igualmente le hemos dicho a la doctora que preferimos no saberlo hasta el final.

—¿Cómo? —dicen todos a la vez, no solo mi madre.

—Sí, mientras esté bien, el resto nos da igual —insisto ante la cara de estupor de Matt y Bree. —Bueno, cada pareja hace lo que quiere. Seguiremos comprando ropita en colores unisex. ¿Y Bradley qué ha dicho?

—Está muy contento también —contesto mirándole mientras le hago señas para que se ponga luego —Se ha emocionado y todo.

—Oh qué bonito este hombre tuyo por dios —si ella supiera…

—Espera que se pone. Te llamaré otro día, ¿vale?

—Vale mi vida. Besos a todos.

—Igualmente.

Nos intercambiamos los teléfonos con Bradley y enseguida oigo a Julliet hablándome a la oreja.

—Hola Julliet.

—Hablo en nombre de David y mío cuando te digo, espero que el polvo haya valido la pena porque de lo contrario vendremos y te haremos pagar por habernos tenido en vilo todo el día.

—¡Jajaja! Valió la pena, lo prometo.

—Ya me ha contado Brad que todo está perfecto, ¿verdad?

—Sí, todo genial —contesto con una sonrisa en la cara mientras veo que Bradley ha colgado ya mi teléfono y está hablando con su hermano y Bree enseñándoles las fotos de la ecografía. —¿Y qué es eso de no querer saber el sexo hasta el final? Por dios, ¡que tenemos apuestas y todo! —¿Apuestas? —repito en voz alta alzando una ceja mientras veo que Matt evita mi mirada. —Sí, idea de Matt y David. No sólo hay que acertar el sexo, sino también el día de nacimiento. Gana el que acierte las dos cosas o en su defecto, el que acierte el sexo y más se acerque, sin pasarse, a la fecha. —Por favor, lo tenéis todo pensado. ¿Y se puede saber qué has elegido tú? —le pregunto. —No, son secretas. Ya que nosotros tendremos que esperar para saber el sexo, vosotros tendréis que esperar para saber los resultados de la porra.