Capítulo 6
SABÍA que iba a suceder, ¿verdad? —Se enfrentó a Jared en el salón de su apartamento, y los labios le temblaban de la indignación—. Conocía de antemano la reacción de Glyn, cuando su madre le dijera que le llevaría a casa. ¿Cómo se atrevió?
¡Es usted despreciable! —las lágrimas estaban a punto de salir y Rhia se volvió para ocultarlas.
Jared se sentó en el sofá encogiéndose de hombros. Hacía tres cuartos de hora que había salido del hospital y después de dejar a Lisa en el hotel, Jared llevó a Rhia a su casa, a pesar de sus protestas.
—De acuerdo —dijo—. Yo sabía cuál iba a ser su reacción—. se aflojó la corbata—, al igual que usted.
—No habló conmigo —declare»—. Él sólo dijo que disfrutaría de unas vacaciones en el rancho. Eso fue todo, lo juro.
—Está bien —Jared demostró con la mirada que la creía—. No se enfade, gozará de su visita al rancho.
— ¡No! —Apretó los puños—, porque ¡no iré!
Jared la observó durante varios segundos, y después se levantó amenazador.
— ¿Qué quiere decir con eso? —preguntó—. Usted le dijo a Glyn que iría.
—Sí —Rhia se llevó las manos temblorosas a la cabeza—, pero no puedo, y usted debería imaginar el motivo, Jared, por favor no me mire así. No puedo continuar con esto.
— ¿Por qué no? —dio un paso adelante y levantó la cabeza como para mirarle.
—Porque no puedo.
—Puede pedir unos días de vacaciones. Ya le dije, le pagaré todos sus gastos.
—No es eso.
—Entonces, ¿qué es? —Jared estaba al borde de la desesperación cuando la cogió de los hombros—. Rhia no creo que sea tan insensible como para no darse cuenta de que si no viene con nosotros, tampoco vendrá Glyn, y eso ¡le destrozará el corazón a su madre!
Rhia no estaba muy segura al respecto, pero de lo que sí estaba convencida era de la familiaridad con la que se trataban la madre de Glyn y Jared y eso aumentó su malestar pues sabía que no sólo le guiaba el interés por su sobrino, sino también por su cuñada.
—Lo siento —comentó cabizbaja mirando al suelo.
—Se trata de Travis, ¿no es así? —añadió, haciéndole levantar la cabeza.
—No, ésa no es la razón. Es por Glyn.
— ¿Glyn? ¿Qué ha hecho?
—No es lo que haya hecho —contestó Rhia molesta por su comportamiento agresivo
—. ¡Jared, me está haciendo daño!
—Dígame por qué Glyn es un obstáculo para usted —gritó, y ella se dio cuenta de que no la soltaría hasta que contestara.
—Él y Val mantenían cierto tipo de relación.
—Lo sé.
— ¿Y no cree que eso es suficiente?
—No creo que eso sea ningún problema —suspiró— Rhia, he visto a Glyn besarla y usted no le rechazó. .
— ¡Mentira! —le observó con resentimiento y el rostro de él se enrojeció de cólera.
— ¿Lo es? —Murmuró con desesperación—. Sólo porque llamo a las cosas por su nombre adopta esa actitud.
—Se equivoca —gritó Rhia—, si acepto sus besos es porque no tengo otra alternativa.
— ¿Es que acaso usted es de hielo?
—Eso es algo que a usted no le importa —declaró con orgullo—, no tengo la costumbre de aceptar las proposiciones amorosas de la primera persona que conozco.
—Mmmm, sería interesante hacer una prueba —añadió Jared atrayéndola hacia sí y antes de que ella pudiera protestar, buscó sus labios y la besó.
A pesar de que Simón la había besado en repetidas ocasiones, jamás experimentó tal sensación.
Jared le acarició los hombros y el cuello. La estrechó más contra sí trasmitiéndole una dulzura para ella desconocida.
Rhia temblaba cuando su cuerpo rozó el de Jared.
— ¡Dios mío! Parece que después de todo no es de hielo —dijo—. Lo siento, Rhia, no era mi intención llegar tan lejos.
La chica permaneció en silencio, demasiado estupefacta como para aceptar sus disculpas. Tal vez ahora dudara de su inocencia, pero antes de besarla no se había creído capaz de experimentar tales emociones.
—No me mires así —le pidió inclinando la cabeza como si le doliera el cuello— Rhia, tengo que irme. Lisa. . —ella pensó que mencionaba ese nombre a propósito—, estará preocupada por mi tardanza.
—Por supuesto. No me atrevería a retenerle más tiempo.
— ¡Rhia! —la miró suplicante—. No haga esto más difícil. Creo que ya he hecho demasiado daño en una tarde, ¿o no? Espero que no permita que esto influya en su decisión —la cogió del brazo cuando ella se encaminaba hacia la puerta.
—Había dicho que no iría. . —titubeó—, aun antes de que me besara.
—Sí, pero por Dios Rhia! Glyn la necesita! ¡Todos la necesitamos!
—Creo que será mejor que se marche.
— ¡Rhia!
—No puede obligarme a ir —insistió—, ¡no puede hacerlo! —pero cuando él se volvió para mirarla Rhia se dio cuenta de que no se daría por vencido.
Tenía que ir al hospital esa tarde pues no deseaba decepcionar a Glyn; así que llamó a Simón; para ver si la podía llevar.
— ¿Y qué se supone que voy a hacer mientras tanto? —la preguntó—. ¿Permanecer sentado como un tonto, mientras mi novia se hace pasar por la novia de un muchacho rico y arrogante?
—Oh Simón, Glyn no es así. . además, sólo será durante una hora, ya habíamos quedado en que vendrías a buscarme.
—Sí, claro —acordó Simón con un tono pedante—. ¿A las ocho?
Rhia estaba a punto de perder la paciencia, se sentía alterada por lo sucedido esa tarde entre Jared y ella.
—No te molestes. Cogeré el autobús y ¡así no tendrás que alejarte de las faldas de tu madre!
— ¡Rhia! —parecía ofendido—. No hay necesidad de que te comportes así. Creo que he demostrado tener mucha paciencia al soportar todas esas visitas innecesarias al hospital. No esperes que sea tu chófer cada vez que me necesites.
—Ésta es la primera vez que te lo pido —afirmó—. Y no han sido visitas innecesarias. ¡Glyn está ciego! ¿No puedes imaginarte cómo se siente? ¡Y como me siento yo sabiendo que mi hermana es la responsable!
—Creo que has llevado el asunto demasiado lejos —contestó indignado—. Como dice mi madre, parece que tu hermana es más importante que yo.
— ¡Oh, Simón! —Rhia se sintió agotada—. Tal vez tengas razón, sería mejor que dejáramos de vernos durante un tiempo.
— ¿Qué quieres decir? ¡Sólo porque expreso lo que siento te pones así!
—No es eso. Sin embargo, reconozco que esperaba demasiado de ti. Lo siento, mi intención no era herirte.
—No me has herido, Rhia. Me siento molesto, pero no es la primera vez ni será la última que antepongas las necesidades de Val a las mías.
— ¿Qué dices? —estaba confundida.
—No importa —Simón estaba furioso.
— ¿Qué he hecho? —insistió—. Quiero queme lo digas.
—Bueno. . —vaciló—, es la manera de responsabilizarte de tu hermana; cuando era más joven y salía con sus amigos, eras tú quien daba la cara a los problemas y eso no es justo, tú no eres su madre. Y ¿qué hace tu padre? ¡Quisiera saberlo!
—Creo que hemos ido demasiado lejos con esta conversación, Simón —aseveró con frialdad—. Lo que necesitamos es tiempo para pensar. Te llamaré en otro momento que estemos más tranquilos.
— ¡No estarás hablando en serio!
—Claro que sí.
— ¿Estás tratando de decirme que no nos vamos a ver más?
—No por el momento.
—No te lo permitiré —se acaloró—, son los Frazer, ¿verdad? Debí haber adivinado que Jared Frazer tenía un motivo especial para persuadirte de que te hiciera pasar por Val. ¿Qué pretenden? ¿Convencerte para que los acompañes a Canadá?
—Creo que no hay nada más que añadir, Simón —afirmó—, pero recuerda que todo lo que he hecho por Glyn, ha sido con la convicción de que es lo mejor.
Al colgar, temió que Simón la llamara de nuevo, pero el teléfono no sonó. Sin embargo, su negativa significaba que tenía menos tiempo para llegar al hospital, y sin detenerse a comer algo, retocó su maquillaje y se apresuró a salir en busca de un taxi.
Para su sorpresa, Glyn se encontraba solo cuando entró en la habitación, y después de darle un beso se sentó junto a la cama.
— ¿Qué has pensado, Val? —preguntó cuando ella se sentó—. ¿Vendrás conmigo? Si no accedes, no sé qué. .
— ¡Oh Glyn, no lo digas! No puedo ir contigo. Sabes que estoy a mitad de mi carrera.
— ¿Es que acaso te importa más que yo? —Demandó—, Val te necesito. Pensé que nunca se lo diría a nadie, pero te digo lo que siento.
—Glyn. .
—No, escucha —levantó una mano—, mira, no quería decirlo pero. . ¿no crees que me lo debes?
—Glyn. . —cerró los ojos con desesperación.
—Sabes que no he querido comprometerte, pero eso no altera el hecho de que tú ibas conduciendo.
— ¡Nunca debiste haberlo permitido!
—De acuerdo, pero lo hice, y ahora ¡mírame! ¡Por lo menos tú puedes!
—Es que mi trabajo —se estremeció.
—No te estoy pidiendo que lo abandones. Como dice Jared, tienes vacaciones, ¿o no?
— ¿Jared ha dicho eso?
—Seguro —Rhia agitó la cabeza.
Por supuesto que tenía vacaciones, pero después de lo sucedido esa tarde, no deseaba ir con ellos. Sería una locura vivir bajo el mismo techo con el hombre que le provocaba tales emociones y que mantenía relaciones con su cuñada.
—Glyn, no es tan sencillo.
— ¿Por qué no? —guiado por el sonido de su voz, se dirigió hacia ella, cogiéndola por los hombros.
Rhia se paralizó en ese instante; un solo movimiento hacia su pelo y todo se descubriría.
— ¡Está bien! —accedió precipitadamente para evitar que la descubriera—. Iré contigo, pero ¡sólo dos semanas!
—Cuatro —propuso levantando su barbilla.
—Arreglado —dijo una voz detrás de ellos con sequedad, y para consuelo de Rhia, Glyn se apartó para saludar a su madre y a su tío.
— ¿Has oído eso mamá? —Preguntó a la vez que estrechaba la mano de Jared—.
Val vendrá con nosotros, ¿no es formidable?
—Claro —contestó Lisa sin entusiasmo y Rhia, observando su fría mirada supo que no le daría la bienvenida a Moose Falls.
Era difícil definir los sentimientos de Jared, pero era obvio que se sentía más tranquilo al conocer su decisión, aunque sospechaba que no le había sido indiferente lo sucedido entre ellos. Lo hecho, hecho estaba y debía olvidarlo.
Partir de Inglaterra fue más fácil de lo que imaginó o tal vez la influencia de Jared Frazer lo había logrado.
Debido a su aceptación de acompañarlos, Jared retrasó el viaje hasta el miércoles y Glyn pasó ese tiempo en el hospital, ya que no quiso ir a un hotel a que se compadecieran de él.
El día de la partida, se presentó un taxi para llevar a Rhia a Gatwick, y cuando el chófer metió su equipaje en el maletero sintió un escalofrío de temor. Se estaba arriesgando mucho. Y ni la peluca rubia que llevaba en la maleta, le dio la tranquilidad que esperaba.
Cuando llegó, los Frazer la estaban esperando en una sala privada del aeropuerto por consideración al estado de Glyn, y en una de las pistas el avión que los llevaría a su destino, calentaba motores.
— ¿Te gusta el Learjet? —Preguntó Glyn cuando llegó a su lado—. Es muy poderoso y casi tan rápido como los jets más grandes, además, ¡viajar en él es como un sueño!
Rhia trataba de mantener la calma.
— ¿Has pilotado alguna vez el avión? —se atrevió a preguntar, tratando de no parecer tan asustada; pero Glyn negó con la cabeza.
—No —aclaró—, pero Jared sí, aunque tiene contratado a un piloto para estos viajes tan largos, por lo aburridos que resultan.
— ¡Aburridos! —la voz de Rhia era de sorpresa y Jared, que había estado hablando con otro hombre en uno de los extremos de la sala se le acercó.
— ¿Listos? —preguntó y Rhia le miró con disgusto.
—Creo que sí —contestó intentando disimular su nerviosismo, consciente de su proximidad.
Todo indicaba que él había olvidado lo sucedido entre ambos.
—Bien —su sonrisa era impersonal—, Vinco dice que podemos entrar al avión.
Lisa insistió en ayudar a su hijo a subir por la escalerilla del avión y durante unos instantes Rhia y Jared se quedaron solos por primera vez desde aquella tarde en su apartamento.
—No se ponga nerviosa —le aconsejó a medida que seguían a los demás—. Será un vuelo tranquilo y lo más probable es que se duerma tan pronto como despeguemos.
—No se preocupe por mí—aseveró—, estaré bien, lo único que importa ahora es Glyn.
—Tiene razón —guardaron silencio, después al subir al avión, Jared la cogió del brazo—. Gracias por venir, no había tenido oportunidad de darle las gracias, pero quiero que sepa, que lo tendré en cuenta particularmente después. . de lo que pasó.
«Claro, resulta tan fácil para él olvidarlo», pensó Rhia, entrando en el avión sin contestarle. Su atracción hacia él no había cesado, al contrario, el pasar unas cuantas semanas en su compañía iba a ser inquietante.
El interior de la nave era lujoso, con amplios y cómodos asientos y una bonita moqueta; había compartimentos para guardar aquellos objetos personales. Un joven uniformado los atendería durante el vuelo.
—Hay una habitación en la cola del avión que ocupa Jared en los vuelos nocturnos
—le informó Glyn asegurándose de que se sentaría junto a ella, y Rhia se estremeció al preguntarse si Lisa la había compartido con él en el vuelo anterior.
Le presentaron a los dos pilotos que, junto con Jared se harían cargo de la nave.
—Tal vez más tarde desee visitar la cabina —comentó Vince Harding, pero Rhia dudaba poder levantarse una vez que despegaran.
El despegue fue tranquilo y no hubo contratiempos. Jared permaneció en la cabina.
— ¿Te encuentras bien? —se dirigió a Glyn inclinándose para llamar su atención.
— ¿Cómo dices? Oh, sí. . estoy bien —asintió, y Rhia se dio cuenta de lo duro que era para Glyn estar ciego.
— ¿Quieres tomar algo? —sugirió su tío.
—Un whisky, por favor —le sonrió—, y ¿tú Val? ¿Quieres lo mismo?
Rhia estaba dudosa, pero el auxiliar de vuelo salió en ese momento de su compartimento e hizo otra sugerencia:
—Quizá a la señorita le apetezca tomar café —Rhia le sonrió agradecida.
—Gracias —-declaró, y Jared inclinó su cabeza con amabilidad.
«Tal vez Bates sea un buen cocinero», pensó la joven, pero Glyn le dijo que la comida había sido preparada antes del vuelo.
-—Oh, no es la comida que acostumbran a servir en las compañías aéreas —comentó
—, pero tampoco imagines a Bates con su delantal puesto pelando patatas, porque no lo hace.
Jared pasó la primera fase del vuelo sentado, estudiando algunos papeles. De vez en cuando le interrumpía Lisa, quien se sentía molesta por su falta de atención y Rhia no podía culparla pues Glyn tampoco la tenía en cuenta.
Un poco después, se quedó dormida pues la noche anterior no había logrado conciliar el sueño por los nervios.
Despertó cuando oyó que perdían altura y al mirar por la ventanilla, vio que había edificios alrededor.
— ¿Ya hemos llegado? —preguntó volviéndose hacia Glyn, quien rió al notar su ingenuidad.
—No —respondió—, esto es Reykiavik, la capital de Islandia. Sólo vamos a repostar.
— ¡Islandia! —Rhia miró con incredulidad—, no sabía que íbamos a aterrizar en este lugar.
— ¿Por qué? —Preguntó Lisa desde su asiento—. Creo que no viajas mucho. . Val. ¿O me equivoco?
—No, no se equivoca —le contestó y volvió a mirar a Jared cuando este habló.
—Estamos siguiendo una ruta que nos lleva cerca del círculo del Ártico —informó a los de cabina, pero a Rhia en especial—. Después, volaremos sobre Groenlandia y los territorios del noroeste hasta nuestro punto final en Moose Bay.
—Pero yo pensé que volaríamos rumbo a Calgary —frunció el ceño.
—Es más sencilla esta ruta —explicó Glyn—. Pero tenemos nuestra propia pista de aterrizaje y se encuentra a unos kilómetros de nuestro destino.
—Ya entiendo.
Después de abandonar Reykjavik, Jared se metió de nuevo en la cabina y Vince Hardin, el más amable de los pilotos, salió para invitarla a visitar los controles y aunque ella puso objeción, Glyn la animó.
— ¡Ve! Cuando vuelvas lo contarás —y aunque él hacía lo imposible para que ella se sintiera mejor, su rostro reflejaba su frustración—. Vamos Val, no tengas miedo, sentarse en el asiento del piloto es lo más formidable del mundo.
Rhia no estaba muy segura y consciente de la mirada de Lisa, entró en la cabina.
Jared ocupaba el asiento del copiloto e intercambió una mirada con Bruce Fairchild, quien se puso de pie, indicándole que se sentara en su sitio.
Rhia se sintió paralizada por el miedo.
—Vamos, siéntese —Jared pareció darse cuenta de que estaba temblando, y ella le agradeció que la cogiera del brazo para apoyarla en el momento de colocarse ante el tablero de mando.
— ¿Está seguro de que todo marcha bien? —preguntó a la vez que se sentaba.
—Seguro —le abrochó el cinturón de seguridad—, nadie le está pidiendo que conduzca el avión.
Era excitante. Una vez que se disiparon sus temores, se dio cuenta de que le gustaba.
Cuando regresó a su lugar, las piernas le temblaban y Glyn refunfuñó ante su respiración irregular.
— ¿No ha pasado nada, o sí? —observó cuando ella recobró la compostura.
—Debes saber que los grandes aviones casi vuelan solos y pueden aterrizar automáticamente, aunque no creo que puedan despegar de la misma manera.
—Cuando así suceda, dejaré de viajar en avión —comentó Lisa con sequedad, mirando el color de sus uñas.
Era ya entrada la noche, cuando el pequeño jet aterrizó en la pista de Moose Bay.
Durante las horas anteriores habían sobrevolado el sur del país con sus innumerables lagos, y Rhia se sintió contenta de que Glyn estuviera dormido para poder gozar del panorama sin sentirse culpable. Todo era excitante y desconocido para ella. Y a pesar de que era medianoche no estaba cansada, pues la siesta que había dormido le había sentado bien y después del delicioso té que le sirvió Bates, se sentía mejor.
Los Frazer eran muy conocidos en toda aquella zona. Jared abrazó a las personas que les dieron la bienvenida y se hizo cargo de Glyn para evitar las frases de compasión.
Rhia, un poco aturdida por el brillo de las luces del aeropuerto y helada por el frío, simplemente siguió a los demás.
Al salir al aparcamiento, situado más allá de la valla que rodeaba la pista de aterrizaje, parecía no haber nada más que tierra árida ¿En dónde estaba el lago que había visto desde el aire? ¿Y los inmensos bosques de pinos? Todo lo que veía en ese momento estaba envuelto por las sombras de la noche.