Capítulo 8

RHIA desayunó en la cocina, sorprendiéndose de haber comido dos tartitas de manzana que María le ofreció. Después de la brusca salida de Jared, no tenía mucho apetito.

María le explicó que ella hacía la comida y vigilaba a todo el personal, ya que Lisa Frazer se ocupaba muy poco de los asuntos del rancho.

—La señora Frazer no es muy fuerte —le ofreció más café—. Desde que Angus murió dejándola con el niño, depende por completo de Jared.

— ¿Angus? —Rhia frunció el ceño y movió la cabeza.

—El hermano de Jared, ¿No te han hablado de él?

—Por supuesto. . —titubeó—. Lo siento, todavía estoy dormida.

—No te preocupes, sé lo pesado que fue el viaje. Tómalo con calma —se encogió de hombros.

—Estoy bien —sonrió Rhia—, y si hay algo que pueda hacer. .

— ¿Ayudarme, quieres decir? —María rió—. Por Dios, no —se negó—. Estás aquí para ayudar a Glyn a recuperarse. Quiera el Señor que recupere pronto la vista.

—Eso esperarnos todos —murmuró Rhia con fervor. —imagino lo mal que se debe sentir teniendo que depender de los demás —añadió María volviéndose hacia la cocina

—. Siempre dio la impresión de que quería bastarse a sí mismo para huir del rancho; tú lo has de saber. . pero su madre piensa de otra forma.

— ¿Es importante el rancho para ella? —preguntó Rhia.

—Se podría decir que sí —la dijo María.

—Pienso. . que finalmente Glyn lo hubiera heredado.

—No —negó María—. Mac le dejó el rancho a Jared.

— ¿Mac?

—El abuelo de Jared.

—Ya entiendo —trató de comprenderlo—. Le llama Mac, pero, ¿cuál era su nombre?

—Macdonald —respondió María con cierto orgullo—. ¡Jared Macdonald!

—Entonces. . no fue. . el padre del señor Frazer. .

—No —agitó la cabeza—. Él era el padre de la madre de Ja-red. . la señorita Margaret —sonrió al recordarlo—. Ahora ya sería toda una dama.

— ¿La conoció?

—Claro. Ella me trajo a Moose Falls, yo estuve a su lado hasta que murió.

—Y.. Mac, el señor Macdonald, la tuvo que haber querido mucho —Rhia empezaba a comprender.

—Sí, mucho —María suspiró—. La adoraba, cuando la madre de la señorita Margaret murió, se dedicó a su hija. —Y.. a sus nietos.

—Mmm —María no parecía muy convencida—. Él se alegró mucho de que su hija se casara con Ben Frazer, pero creo que se desanimó al ver que Ben no se interesó mucho en el rancho. La señorita Margaret murió hace quince años y Mac la siguió diez años después. Rhia pensó que aunque María se negaba a reconocerlo abiertamente, el matrimonio de Margaret Macdonlad con Ben Frazer no había sido tan dichoso como su padre hubiera deseado. Sin embargo, después de conocerle, Rhia imaginaba que en su juventud había sido atractivo. . y tal vez la amargura. . había provocado esas arrugas de su rostro. La vida debió haber sido difícil en ese lugar cuarenta años atrás.

—Creo que es hora de llevarle el desayuno a Glyn —comentó María volviendo al presente.

—Déjeme que yo lo haga —pidió la joven contenta de haberse puesto la peluca.

Aunque María no representaba peligro alguno, se alegró de que Ben Frazer no la hubiera visto sin ella.

—Está bien. . —dudó, pero sonrió—. ¿Por qué no? Creo que le , gustará que seas tú y no yo —se interrumpió con una expresión de tristeza que acentuaba sus rasgos—.

Pobre chico, estoy sufriendo mucho de verle así.

La habitación de Glyn estaba ubicada lejos de la de Rhia lo cual le agradó.

Reflexionó si eso se debía a Jared o a Lisa; pues eran los que podrían tener motivos para mantenerla alejada de él.

Para su sorpresa, Glyn le abrió la puerta. Ya estaba levantado, aunque no vestido.

—Si hubiera sabido que ibas a traer el desayuno seguiría acostado —le dio un beso en los labios—. Pensé que todavía estabas durmiendo. Es temprano, ¿verdad?

—Son casi las nueve —utilizó la bandeja como barrera para mantenerle lejos—. ¿En dónde. . pongo tu desayuno?

—Hay una mesa cerca de la ventana. Puedes hablar mientras como —hizo una mueca—, ¡si es que soportas el ver a un ciego buscando a tientas su comida!

— ¡No eres un ciego! —Sintió compasión—. Glyn, sólo es una pérdida temporal de la vista.

—De acuerdo, pero me parece una eternidad.

Glyn vaciló durante un momento y cerró la puerta. Conscientemente cambió de tema de conversación.

—Cuidar cincuenta cabezas de ganado requiere de mucha organización —le informó y Rhia sonrió con tristeza al imaginarse el ganado—. Y aunque Jared cuenta con un capataz, se dedica a las reses siempre que está en casa —se encogió de hombros—.

Debo decirte, que al igual que tú disfruto del lugar, pero Moose Falls no está en mi sangre, como en la de Jared, supongo que soy como mi padre, desprendido.

—Pero. . —Rhia vaciló—, a tu madre parece agradarle.

—-¡Oh, sí! —Glyn fue irónico—. Mi madre disfruta estando con Jared. No entiendo por qué se casó con mi padre, nunca fueron felices juntos.

— ¡Glyn! —contuvo la respiración.

—Es cierto —reafirmó burlón—, pienso que por eso se pasaba tanto tiempo pescando. No soportaba las discusiones. De cualquier modo y según mi madre, piensan casarse el próximo otoño.

Más tarde, Rhia reconsideraría sus palabras, pero en ese momento estaba aturdida y no puso mucha atención.

— ¿Sabes montar a caballo?

La pregunta de Glyn la hizo reaccionar y humedeciéndose los labios respondió:

—Un poco. Cabalgábamos en la escuela.

— ¿Cabalgabais? —Frunció el ceño—. Oh, sí, Rhia y tú, ¿verdad? ¿Qué te dijo cuando le dijiste que vendrías al Canadá?

—Oh, se sintió muy contenta —contestó.

—Me sorprendes —Glyn se inclinó sobre la mesa para acariciar los helados dedos de Rhia—. ¿No me dijiste que ella estaba molesta por las cosas que decías?

— ¿Dije. . eso? —el titubeo de Rhia fue notorio.

—Por supuesto que sí, me contaste que te regañaba y te forzaba a hacer las cosas y que no te dejaba divertirte —agitó la cabeza—. Parece bastante pesada.

—No. . —Rhia respiró con tranquilidad—, es como yo.

—Entonces —Glyn llevó su mano a los labios—, montas a caballo.

—Ya te he dicho que un poco.

—De acuerdo, ¿qué te parece si lo hacemos ahora, por la mañana? Noto el sol en mi cara, sé que no lloverá. Me gustaría enseñarte el rancho o por lo menos parte de él.

—Oh, pero. . ¿puedes?

—.. ¿encontrar solo el camino? —la interrumpió—. Lo haría con los ojos vendados, como se suele decir. Val, yo nací en este lugar y lo he recorrido desde que tenía tres años. Creo que con un poco de ayuda, podré lograrlo —se interrumpió—. Además, me gustaría visitar la barraca para ver a Foo Sung.

— ¿Foo Sung?

—Es el cocinero —explicó levantándose y abrazándola—. También corta el cabello y afeita. Te gustará, ya verás.

—Glyn. .

Rhia apoyó las manos en el pecho de Glyn, pero en esos momentos, él era más fuerte y capaz de vencer sus esfuerzos por alejarle de ella.

—Relájate —le insinuó buscando sus labios con ansia—. Este es mi dormitorio y nadie nos va a interrumpir.

—Glyn. . tu barba raspa —protestó diciendo lo primero que se le vino a la cabeza.

—De acuerdo —se resignó levantando la cabeza pero aún abrazándola—. Entendí el mensaje, Jared te dijo que te apartaras de mí, ¿verdad? él y ese médico sabelotodo.

¿Cuál era su apellido. . Singh? Me dijo que no me excediera. ¡Demonios! ¿Es que acaso no son hombres?

—Espera un poco más de tiempo —replicó Rhia—. Cariño, no quiero que te alteres.

— ¿Qué esperas entonces? —Gruñó Glyn—. Abrazarte así me inquieta, ¿no lo sabes? —Inclinó su cabeza y se cobijó en el cuello de Rhia—. Creo que estás engordando un poco y eso me agrada.

Los nervios de Rhia estaban a punto de estallar cuando llamaron a la puerta.

— ¿Quién es? —preguntó sin soltar a Rhia y la puerta se abrió para dar paso a Lisa.

Rhia no sabía quién estaba más alterada si ella o la madre de Glyn quien fue la primera en recobrar la calma.

—Oh, cariño —se disculpó y fijó la mirada en Rhia—. Creí que estabas solo y vine a ver cómo habías pasado la noche.

Al darse cuenta de que Lisa no iba a salir sin asegurarse de su buena salud, Glyn se vio forzado a apartarse de Rhia para contestar a su madre.

—He dormido muy bien —respondió—. Ya he desayunado y después de que me vista, Val y yo iremos a montar.

— ¿Es prudente eso? —entró más en la habitación, con una llamativa bata de seda.

Al igual que su hijo no estaba aún vestida—. Glyn, querido, confiamos en tu recuperación, pero todo tiene un límite.

—Creo que tu madre tiene razón, Glyn —se vio obligada a darle la razón a Lisa—.

Tal vez lo mejor sea dejarlo para mañana.

—No soy un inválido. ¡Sólo estoy ciego!

— ¡Glyn! —Lisa miró a Rhia con un gesto de enfado—. Debo insistir en que descanses por lo menos hoy —declaró dirigiéndose a su hijo—. Estoy segura de que. .

Val puede esperar para conocer el rancho.

—Por supuesto —Rhia no estaba dispuesta a permitir que Lisa la desconcertara—.

Cariño —se mordió el labio inferior al decir eso—, acepta el consejo de todos y no trates de apresurar las cosas.

Glyn suspiró.

—Tal vez estoy empezando a comprender lo débil que se siente, pensó Rhia con lástima al soltar él su mano.

—Perfecto —concluyó rodeando la cama y metiéndose en ella—. Prometo portarme bien hoy si cumples lo que has dicho y me acompañas a montar mañana.

—Bien. . —Rhia titubeó mirando a Lisa.

— ¿No podrías esperar y ver cómo te sientes mañana? —sugirió Lisa con sequedad

—. Habla con Jared. .

—Jared no es mi cuidador, mamá. No me presiones, por favor. Tengo que aprender a valerme por mí mismo.

—Muy bien, no diré más, pero si algo sucede, tú serás el responsable.

Rhia reconoció que eso iba dirigido a ella, pero la interpretación de Glyn fue distinta.

—Por supuesto —aceptó—, será mi culpa y de nadie más. Tranquilízate mamá, no va a pasar nada.

—Así lo espero —dijo Lisa mirando de mala gana a Rhia—. Ahora debo irme y vestirme. Vendré más tarde, Glyn, cuando estés solo. No hemos tenido la oportunidad de hablar en privado. Quiero saber cómo vas en la escuela. Estoy segura de que. . Val..

me hará ese pequeño favor.

Más tarde, Rhia decidió salir a disfrutar del buen tiempo; no había querido reconocerlo delante de Glyn, pero su posición era una lucha constante con sus emociones, y la actitud de Lisa tendía a complicarlo todo.

Al sentir el sol en su rostro se desvanecieron sus temores. Le preguntó a María si podía ir a dar un paseo y la mujer no puso objeción alguna.

—Siempre y cuando no te alejes mucho —le advirtió—. No creo que a Jared le agrade que te pierdas.

Aceptó el consejo de María y permaneció dentro de los límites del rancho.

Sólo ella y Lisa se sentaron a comer lo cual no resultó muy agradable, pues la madre de Glyn parecía decidida a culparla de todo; sin embargo, al notar la mirada de María, Rhia se dio cuenta de que contaba con una aliada.

—No deberías alentar a Glyn a que continúe su vida como antes —expresó Lisa llevándose un bocado a la boca—, ya que cuando te hayas marchado, tendré que hacerle volver a la realidad, y a decir verdad creo que tu actitud debe ser diferente.

—Pues ésa no es mi intención —tragó saliva.

—Tú sabes bien que el ir a montar es lo último que debe hacer Glyn, en sus condiciones. Si él se cayera. .

—Glyn monta a caballo desde que era pequeño —intervino María—. Si no le deja actuar por sí solo, señora, le hará perder la confianza en él mismo.

—Cuando necesite tu opinión, María, te la pediré —aclaró Lisa con brusquedad—.

Tengo. . una terrible jaqueca. ¿Podrías traerme mis pastillas?

María obedeció y Rhia se puso a comer sin levantar la cabeza del plato. No quería continuar una discusión sin sentido. De alguna manera presentía que el disgusto de Lisa se debía a algo más que al bienestar de su hijo.

Lisa desapareció después de la comida, y suponiendo que se encontraba con su hijo, Rhia pasó el resto de la tarde arreglando sus pertenencias y cuando terminó escribió una carta a su padre. No comentó nada especial a Valentina, sólo le decía que estaba de vacaciones en Canadá. «Que Val imagine lo que quiera», pensó de mal humor, preguntándose cómo se comportaría su hermana con Lisa Frazer.

La cena fue más cordial debido a la presencia de Ben Frazer; Glyn se reunió con ellos y se sentó junto a Rhia, preguntándole dónde había estado toda la tarde, y ella se dio cuenta de que Lisa no había estado con él.

—Pensé. . que tu madre —comenzó a decir sin saber cómo explicarse, y fue víctima de otra de las miradas penetrantes de Lisa cuando Glyn movió la cabeza.

—Mi madre pasó quince minutos conmigo, ¿no es así? —preguntó con burla—.

Después, encendí la televisión; no sabes lo entretenido que resulta un partido de béisbol, sin verlo.

Jared también se sentó a la mesa, pero aparte de preguntarle a Rhia cómo había pasado el día, participó muy poco en la conversación.

La conversación de Ben era locuaz, y los mantenía entretenidos. Rhia estaba entretenida escuchando sus relatos sobre el viejo oeste, y por la expresión de los demás, dedujo que había contado lo mismo varias veces. Sin embargo, le agradeció su amistad.

—Creo que el abuelo estaba demostrando que puede ser tan solemne como el que más —manifestó Glyn cuando Jared los dejó solos en el salón al terminar la cena—.

Jared le amenazó con mandarle a una de esas instituciones especializadas si no se comportaba como debía ser.

—Jared no se atrevería. . ¿o sí? —frunció el ceño y Glyn sonrió.

—Tal vez no, pero el abuelo se mataría antes de permitirlo. Creo que Jared tendría que elegir entre las dos opciones.

Rhia movió la cabeza; nunca se le hubiera ocurrido, pero volvió rápidamente a la realidad cuando Glyn rozó los suaves rizos de su peluca.

— ¿Sabes? Tu cabello está más sedoso que antes —murmuró, acercándose para besarla en el cuello y suspiró—. Algunas veces, siento que te conozco, el estar ciego tiene sus compensaciones. . mi sentido del tacto y mi olfato se han agudizado. Siempre supe que olías muy bien, pero me fascina cuando te pones nerviosa como ahora, porque tu cuerpo emana su propio perfume.

—Glyn, por favor. . no digas eso —Rhia se estremeció.

— ¿Por qué? ¿Por qué te encuentro encantadora? —se detuvo—. ¿Qué pasaría si te dijera que me gustas más así? Eres más. . femenina, en cierto modo. No tan agresiva.

—Creo que es hora de que vayas a acostarte, Glyn —le recomendó.

—Hmm —sus labios rozaron su mejilla—. ¿En tu habitación cómoda o prefieres compartir la mía?

—Glyn. .

—Está bien —hizo un gesto—. De todo, esto es lo que más me molesta.

Rhia acompañó a Glyn al pie de la escalera, pero él insistió en subir solo.

—Encontraré el camino y sin ese bastón inútil que Singh le dio a Jared en el hospital.

Rhia se quedó mirando cómo subía la escalera y después regresó al salón. También ella estaba cansada, pero era importante dejar que Glyn se sintiera independiente.

Para su sorpresa, en ese momento se cruzó con Jared quien se retiró para que ella pasara. Entró en la habitación y se sentó en el sofá que momentos antes había compartido con Glyn.

— ¿En dónde está Glyn? —le preguntó—. Iba a llevarle a su habitación.

—Ya se ha ido —contestó, esquivando su mirada—. Quería hacerlo solo y creo que fue lo mejor.

Durante un momento se quedaron en silencio y ella pensó que Jared se había marchado. Más cuando se volvió, permanecía en su sitio, observándola, y ella se sonrojó.

—Supongo que debo disculparme —dijo en voz baja—. No tuve la oportunidad de hacerlo anoche y esta mañana mi padre complicó las cosas. ¿Me. . perdonarás?

Generalmente no soy tan bárbaro.

Rhia no le contestó; lo único que quería era estar sola y se sentó al borde del sofá con los brazos sobre sus rodillas.

— ¿Y bien? —Habló de nuevo acercándose a ella—. ¿No tienes nada que decir?

—Está bien —se encogió de hombros, nerviosa—. Acepto tu disculpa.

—De acuerdo —y después la hizo estremecerse acariciándole el pelo—. Siento mucho que tengas que usar esta peluca.

Rhia posó la mirada en él.

—No sé por qué lo lamentas —se sonrojó molesta por su compasión—. Debes saber cómo se comporta tu sobrino. Glyn cree que soy Val y quiere acariciarme en todo momento.

—Pero puedes poner una excusa para no mantener relaciones íntimas con él —

aseveró Jared indignado—. A menos que tú quisieras, por supuesto.

— ¡Eso es ridículo! —se levantó y paseó por la habitación.

—Pero comprensible. ¿Huyes de mí?

—No veo por qué —contestó, pero se mantuvo alejada de él.

—Recordaré eso —Jared apretó los labios.

—Será lo mejor.

Rhia se dirigía hacia la puerta cuando retrocedió por instinto al ver a Lisa.

— ¿Así que estás aquí, querido? —Avanzó la madre de Glyn hacia él ignorando a Rhia—. Te estaba buscando, Jared. Al fin podré disfrutar de tu compañía.

Rhia había tenido bastante por un día. Al salir se dio cuenta de que Jared la miraba y pudo ver cómo acariciaba a Lisa.

Transcurrieron tres días antes de que Rhia y Glyn salieran a pasear juntos. Dos días después de su llegada, el cansancio le debilitó, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo en la cama.

Eso significaba que Rhia no tenía en qué ocuparse su tiempo, pero se sentía muy bien en compañía de María, charlando acerca de como solían ser las cosas en la casa.

Una tarde, Ben demostró a Rhia en la planta baja del rancho, que era el que mejor conocía la historia de la familia. La casa era más grande de lo que ella imaginaba y al igual que el salón, el cual se utilizaba para recibir familiares y amigos, había varias estancias dedicadas a este fin, cuyos muebles estaban cubiertos por sábanas para protegerlos del polvo.

—No era necesario construir todos esos salones —comentó Ben cerrando las puertas de uno de los recibidores—. Pero Mac quería poseer la casa más grande de los alrededores y lo consiguió —había también una sala de música, con un enorme piano—.

Margaret solía tocarlo —le informó pasando los dedos por las amarillentas teclas y señaló un arpa que había en un rincón—. También la tocaba, pero cuando nacieron los muchachos, no tenía tiempo para la música.

—Supongo que no.

Rhia observó a su alrededor contemplando las cortinas de seda, el suelo de madera pulida le daba un toque de elegancia. Aparte del piano y del arpa, había también un órgano colocado cerca de la ventana, y varios estuches de violín.

—Quería que los muchachos tocaran el piano —continuó Ben tocando las cuerdas de un violín—, pero Angus nunca tuvo tiempo para esas cosas, y aunque Jared sí aprendió, jamás viene a este lugar.

Rhia se imaginó el motivo. Por lo poco que conocía a Jared, supuso que para él conservar la habitación tal y como estaba, era por consideración al recuerdo de su madre.

Aun siendo tan impresionante la belleza de los salones, Rhia prefería la biblioteca, pues le entusiasmaba verse rodeada de libros.

—Es aquí donde generalmente se encuentra Jared si es que no está en su lugar de trabajo —aseguró Ben sacando un libro encuadernado en piel—. ¡Hmm! El compendio-de la pesca y sus trucos. No creo que Mac comprara esto para Margaret.

— ¿Para quién cree que lo compró? —preguntó Rhia antes de ver a Jared por la ventana.

—Oh, creo que pertenecía a Angus . Mi hijo mayor era un entusiasta de la pesca, Val. Él iba a pescar durante todo el año —suspiró—. Murió cuando su avión se estrelló en el bosque, al norte de aquí, venía de regreso de uno de sus viajes —hizo un gesto—.

Pobre Angus, ¡siempre fue un perdedor!

Rhia estaba interesada en la conversación, pero el sonido de una puerta que se abría la hizo estremecerse. Sin embargo, aunque la voz de Ben se podía oír a través de la puerta entreabierta de la habitación, Jared no entró y ella presintió que había subido, sin duda, para encontrarse con Lisa.