Capítulo 7

FRENTE a ellos hizo su aparición una polvorienta furgoneta. Un joven que comía chicle salió del asiento del conductor y miró a Jared como disculpándose.

—Hola, señor Frazer, señora. . —saludó—. Lamento haber llegado tarde, pero no sabía que tenía que venir; me lo comunicaron hace media hora. ¿Han tenido buen viaje?

—Fue agradable. Troy. ¿En dónde está el señor Frazer? Él sabía a la hora que llegaríamos.

El chico enrojeció debido a estas palabras.

—Usted sabe cómo es el señor —comentó a la vez que cogía las dos maletas de Rhia para colocarlas en el portaequipajes—. Creo que no se acordó —miró a Glyn—.

Hola Glyn, ¿cómo estás?

—Muy bien, Troy —Glyn permaneció en su sitio, del brazo de Rhia.

—Está bien, vamos —ordenó Jared con tono de impaciencia.

—Vamos, cariño —contestó Lisa—. Déjame ayudarte. .

—Yo puedo solo —declaró Glyn soltándose lo cual hizo que Rhia le diera un vuelco el corazón al ver que se tambaleaba para llegar al vehículo. Jared abrió la puerta al verle acercarse, y el chico se metió en el coche sin la menor dificultad—. Siéntate delante, mamá, como lo haces siempre —añadió—. Val, Troy y yo iremos atrás.

Jared condujo con Lisa a su lado. Ésta tenía un brazo apoyado en el respaldo del asiento. Rhia se sentó entre Glyn y Troy. Y no pudo evitar el observar cómo Lisa acariciaba el cuello de la camisa de Jared.

Al dejar el aeropuerto, empezaron a aparecer los primeros indicios de civilización.

—Ésta es la carretera cuarenta y nueve —le informó Glyn a medida que avanzaban

—. Llega hasta Willow Creek, y en la siguiente curva está la propiedad de los Frazer.

Jared habló poco durante el trayecto, después de la llegada de Troy parecía enfadado, y Rhia supuso que se debía a que su padre no había ido a esperarlos.

Dejaron atrás cabañas y establos, y una construcción muy grande que Jared llamó el barracón; por fin se detuvieron ante una enorme casa.

-— ¡Bienvenida a Moose Falls! —Exclamó Glyn apretando su mano—. Es bonito,

¿verdad?

Rhia estaba muy sorprendida, se sentía maravillada ante la belleza de los alrededores. ¡Qué distinto a lo que había imaginado!

Lo que más le impresionó fue el amplio salón en el cual celebraban fiestas; la escalera de caracol de roble que conducía al piso superior con su barandilla pulida y los amplios pasillos, cubiertos con alfombras. Todo tenía grandes dimensiones, desde los solas del salón, hasta la ventana rectangular que casi abarcaba toda la pared, y cuya cortina de terciopelo brillaba con suntuosidad a la luz de diferentes lámparas.

Los recibió una mujer alta y delgada, de cabello gris, a quien Jared llamaba María.

Los saludó con cariño.

—Se han retrasado —comentó—, ya estaba empezando a preocuparme. Un hombre no puede ir y regresar del océano, como un halcón no puede decidir en qué lugar de la montaña construirá su nido.

Jared, a pesar del evidente disgusto de Lisa, abrazó a la mujer con afecto.

—Este hombre no volverá a volar en el pájaro de acero durante muchas lunas, María —prometió y la mujer rió.

—Eso me parece muy bien. Tepee necesita a su jefe para que ponga a la tribu en orden.

—Sí —asintió—, ¿en dónde está él?

—En el lugar de costumbre.

La respuesta de María fue concisa, pero cuando Jared se dirigía a verle. Lisa le pidió:

—Jared, ¡no vayas! Yo. . Glyn está en su casa. Por lo menos cenemos juntos antes de que vayas a buscar a ese ¡desvergonzado anciano!

—Ve, Jared —contradijo Glyn a su madre—. Estoy bien, sólo necesito un poco de práctica. Ve a buscar a papá. Mamá y yo atenderemos a Val.

Después de titubear, Jared salió por el pasillo que conducía hacia la parte de atrás, dejando a Lisa furiosa.

Para sorpresa de Rhia, María era la única persona que se ocupaba de todo, y fue ella quien le enseñó su habitación. Glyn no quería quedarse con Lisa, pero no tenía otra alternativa.

Las puertas de la habitación eran de una madera oscura y esto le daba un toque de elegancia.

Al fondo, había una salita de estar perfumada por el olor de madera quemada de los troncos de la chimenea. El dormitorio tenía una gran cama con colcha de terciopelo de color marrón. Las paredes estaban decoradas con pinturas primitivas que representaban el antiguo oeste; sus colores vivos daban calor y belleza a las habitaciones. Antes de salir, María le informó que la cena se servía una hora más tarde.

—No te vistas formalmente —le indicó deteniéndose en el umbral de la puerta—.

No somos muy ceremoniosos en Moose Falls, aun cuando se trate de alguien especial —

sonrió—, y por la forma en que Glyn se comporta, supongo que tú lo eres.

Rhia esbozó una leve sonrisa, pero cuando se quedó a solas suspiró con inquietud.

Aparentemente, María no había sido informada de su verdadera identidad, y sintió el peso de la responsabilidad.

El cuarto de baño también era enorme. Tenía azulejos de color beige y amarillo y una bañera muy grande. Pensó que un baño era justo lo que necesitaba para aliviar la tensión. Mientras se llenaba la bañera, guardó algunas de las prendas en los enormes armarios. Se puso su bata rosa, y se encaminó al baño.

A pesar de no sentirse cansada, no pudo resistir la tentación de cerrar los ojos un momento.

Al oír golpes en la puerta, abrió los ojos y se dio cuenta de que el agua estaba casi fría.

— ¡Rhia! ¿Se encuentra bien? Contésteme, por favor.

Rhia pestañeó con rapidez. ¿Jared? ¿Qué estaba haciendo en su habitación?

—Rhia. . —insistió.

— ¡Un momento, ya voy!

Con la bata puesta abrió la puerta con nerviosismo y se encontró con Jared que la miraba furioso.

— ¿Qué demonios estaba haciendo? —refunfuñó antes de que ella pudiera decir algo—. ¿Sabe el tiempo que ha estado ahí metida?

—Me lo imagino —sintió un nudo en la garganta notando lo bien que le quedaba la camisa que el llevaba puesta—. Yo estaba bañándome.

— ¡Demonios! —Exclamó con brusquedad—. Son casi las diez de la noche y la cena se sirvió poco después de las nueve.

— ¡Oh! lo siento—movió la cabeza, avergonzada—. Debí. . quedarme dormida.

— ¡Dormirse! ¿En la bañera? ¿Está loca? Pudo haberse ahogado.

—Pero no fue así —trató de que la soltara, sin lograrlo—. Jared, creo que ha logrado su objetivo, ¿o no? —era consciente de su cercanía y. de lo peligrosa que ésta resultaba—. Si le he contrariado, discúlpeme, no era mi intención —miró hacia la puerta que conducía a su sala de estar—. No debería estar aquí. Si alguien entra.

— ¿Y nos encuentra? ¿Glyn, por ejemplo? —añadió con una mirada de resentimiento.

—Pues sí —afirmó convencida de que era mejor recordarle sus responsabilidades, pero Jared no la escuchaba.

— ¿Por qué lo hizo? —preguntó sin soltarla—. ¿Por qué cambió de opinión y vino con nosotros? Estaba seguro de que nada la haría venir.

— ¿Importa eso? —se estremeció.

—Quiero que me lo diga —insistió con una voz más suave.

El pulso de Rhia se aceleró sin control, sabía que su sentido común debía imponerse.

—Ha estado bebiendo. Su aliento le descubre. Será mejor que se vaya.

—No hasta que me lo explique —Jared le acarició el cuello y le soltó la cinta que recogía su cabello. Durante un momento se sintió vulnerable, mientras él entretejía sus dedos en su pelo.

—Jared. .

—No estoy ebrio. Sólo he tomado un poco de vino en la cena y eso no me pondría en el estado que encontré a mi padre.

— ¿Su padre? —preguntó asombrada—. El.. ¿señor Frazer?

—Sí —aseveró—. Estaba «perdido», como decimos en este lugar, no sé si me comprende.

—Quiere decir. . ¿ebrio?

—Sí—le confirmó, y en ese momento entendió cómo debía sentirse y, para colmo, ella se había quedado dormida.

—Lo siento. .

— ¿Por qué lo lamenta?

—Pues, porque esto le hace daño —se atrevió a decir, resistiéndose a que él la abrazara con más fuerza.

— ¿Por qué supone que me hace daño? —Preguntó acariciando sus hombros—. Rhia, mi padre es un alcohólico y debe saberlo por mí, ya que de todas maneras, pronto lo hubiera descubierto.

— ¡Oh, no! —Le miraba con profunda lástima, olvidando sus propios temores—. Me apena mucho, Jared, créame. ¿Es por eso por lo que estaba tan furioso?

— ¿Furioso? —el eco de Jared a su pregunta era burlón—. ¿Sabe por qué estoy molesto, Rhia? Dios, estuve sentado casi una hora oyendo a Lisa y a María decir tonterías sobre lo cansada que usted debería estar y que era mejor cenar sin esperarla. Por supuesto que estoy furioso, ¡pero sólo por su indiferencia!

— ¿Qué le da derecho a hablarme así?

—Esto. . —y luchando contra su débil resistencia, la besó.

Jared le acarició el cuello y el cabello, impidiéndole escapar.

— ¡Rhia. .! —su exclamación estuvo acompañada por el deseo de soltarle el cinturón de la bata y deleitarse con su desnudez.

Sus labios sedientos besaban la mejilla y cuello mientras sus manos la acariciaban.

Rhia nunca había sentido tales emociones y su inexperiencia la llevó a corresponderé en lugar de detenerle. Como era lógico, sus piernas temblaban mientras él la atraía más hacia sí.

—Jared. . —suspiró buscando los labios de él, pero se detuvo horrorizada al oír una voz que venía de la sala de estar.

-¿Val?

Era Glyn, y con expresión de angustia Jared se apartó de ella. Después, se volvió hacia él indicándole a Rhia con un gesto que volviera al baño mientras él le entretenía.

—Se está bañando, Glyn. Vine a avisarle que la estábamos esperando .

Rhia observó, confundida, la asombrosa indiferencia de Jared. No podía creer que fuera el mismo hombre que momentos antes desbordaba pasión por ella.

Durante varios segundos, permaneció sin reaccionar, y cuando él se volvió para mirarla, sintió un arrebato de emoción.

— ¿Jared? ¿Qué haces aquí? Pensé que ibas a acostar a papá.

— ¡Ya lo he hecho! —Rhia se sintió tranquila al ver el desconcierto de Glyn, pues eso le daría tiempo para recuperarse—. Despues de eso vine aquí —continuó diciendo Jared—. Y me encontré con que Val se había dormido y de no ser porque al llamar a la puerta se despertó, tal vez se hubiera ahogado.

— ¡Dios mío! —Palideció Glyn—. ¿Está ella bien?

—Sí. . —Jared miró a Rhia como evitando que le contradijera—. Vamos Glyn, dejémosla sola; dice que bajará en un momento.

Rhia le miró con indignación, pero Jared no le correspondió.

A pesar de lo sucedido, Rhia durmió bien. El cansancio y los nervios sirvieron para que se olvidara de todo y descansara.

A la mañana siguiente los recuerdos volvieron a su mente. Habían cenado en un magnífico comedor, cuyo mobiliario era una mesa ovalada y sillas talladas, un fino aparador y un baúl adornado con enormes floreros que tenían azucenas cuyos pétalos se inclinaban hacia la luz.

Cuando la cena terminó y Rhia intentó retirarse, Glyn la detuvo, pidiéndole que se quedara un rato más con él.

—No he tenido oportunidad de estar a solas contigo —comentó acercándose más a ella, y Rhia deseó haber tenido la prudencia de recogerse el cabello—. ¿Cuándo vamos a estar juntos, Val? Realmente juntos quiero decir. ¿Te ofende mi ceguera? —

Preguntó con amargura—. O encuentras a Jared más atractivo. Debo prevenirte que mi madre nunca consentiría esa relación.

—No seas tonto, Glyn —expresó con temor—. No sé de lo que estás hablando. Has estado enfermo y todavía no estás totalmente recuperado. ¿Por qué no descansas un rato en lugar de agotar así tus fuerzas?

—No estoy enfermo, Val —insistió besándola en la mejilla—. Tal vez un poco débil, pero ya pasará. ¡Lo que no se me pasará es esta maldita ceguera!

—No debes atormentarte —le tranquilizó acariciándole el rostro—. Glyn. . cariño, sólo ten un poco de paciencia. Dale tiempo al tiempo.

— ¿Y tú. . cuánto tiempo me darás?

—No hables así —suplicó la muchacha—. Vamos a descansar. Mañana será otro día y verás las cosas de otra manera.

—No, para mí los días y las noches están vacíos y todo es siempre negro.

— ¡Oh, Glyn! —le miró con lástima mientras le besaba—. Glyn, no debes perder la fe.

Rhia se percató de la presencia de Jared preguntándose cuánto tiempo hacía que los observaba. Cuando trató de apartarse de Glyn, Jared habló, obligándola a soltarle.

—Vamos, muchacho —indicó—. Te acompañaré a tu cuarto.

—No necesito tu ayuda —respondió apretando la muñeca de Rhia—. Val puede hacerlo y sabe lo que necesito. Además, no es necesario que me recuerdes mi. .

impotencia.

—Val está muy cansada para cuidarte esta noche, Glyn —reiteró sin hacer gesto alguno y su mirada se posó en la de Rhia—. ¿O no Val?

—Pues. . —Rhia se humedeció los labios—, sí.

—No tienes que decirlo, Val —se volvió hacia ella—, sólo porque Jared es el amo aquí, no quiere decir que no podamos hacer nuestra voluntad. Él conoce nuestras relaciones —apretó los labios.

—Basta, Glyn —por primera vez hubo un tono extraño en su voz.

Rhia sintió deseos de huir. ¿Qué pretendía? ¿Acaso su ofrecimiento de ayudar a Glyn era sincero o tenía la intención de impedir que existiera intimidad entre los dos.

No estaba celoso. . no era tan vanidosa como para pensar eso.

—No estoy. . tan cansada —murmuró con tensión—. Tal vez podría. .

—No —ordenó Jared con brusquedad—. ¡Ve a dormir. . Val! Tendréis mucho tiempo para vosotros, pero no esta noche.

Rhia imaginó que Glyn iba a seguir discutiendo, más parecía comprensivo y agotado.

—Sí—aceptó con debilidad—. Jared tiene razón. . soy un egoísta. Ve a acostarte, cariño.

Ahora, mientras pensaba, en la cama, Rhia se sentía agradecida por la intervención de Jared. Había sido un poco irresponsable. Glyn sólo tenía que tocar su pelo para darse cuenta de que no era Val y todo se hubiera echado a perder.

No quería pensar en Jared y en su detestable actitud. No debía ignorarla de esa forma. «Oh, Dios», pensó, había ido a ese sitio con la firme convicción de evitar su proximidad, pero sólo habían bastado unas cuantas horas para darse cuenta de lo débil que era su propósito. No era tan mundana como su hermana, pero él la hacía sentirse así. Nunca había experimentado esas sensaciones hasta que conoció a Jared.

Sin embargo, en esos momentos, tenía otras cosas en qué pensar y mientras sus pies se perdían en la suavidad de la alfombra, una excitación se apoderó de ella.

Estaba ahí, en Canadá, a miles de kilómetros de distancia de su rutinaria vida de Inglaterra y al principio de sus vacaciones, las cuales prometían ser extraordinarias. A pesar del frío de la mañana, Rhia no se preocupó en cubrirse antes de ponerse delante de la ventana y correr las cortinas. No podía esperar para contemplar Moose Falls a la luz del día, y su primer vistazo al rancho de los Frazer fue alentador.

El frío que empezaba a sentir la obligó a apartarse de la ventana volviendo la mirada a la cama, como dudando si debía meterse de nuevo en ella. Pero echó un vistazo a su reloj y vio que eran casi las siete i y media, y aunque todavía era temprano, sintió hambre, por lo que decidida se dirigió al baño.

El agua caliente la reconfortó. Buscó en sus maletas algo para ponerse. Se decidió por unos pantalones vaqueros, una blusa de algodón y un jersey. Después, se puso los zapatos y salió de la habitación.

No le fue difícil encontrar el camino hacia la planta baja; recordó que había que dar una vuelta a la izquierda y seguir hasta el amplio salón. El pasillo estaba alfombrado, por lo que ahogó el sonido de los pasos de Rhia y pudo percibir algunas voces. Reconoció la voz de María y la voz de un hombre desconocido.

—No me da pena —oyó que decía María de mal humor mientras bajaba la escalera.

—No espero tanto de ti, mujer. Sólo dame un poco de café y deja de parlotear.

Jared dice que tengo que salir con él esta mañana.

Rhia disminuyó su paso cuando se acercó a un hombre alto y de hombros anchos que se encontraba a un lado de la chimenea, cuyo fuego calentaba el salón. Al sentir su presencia el hombre se volvió.

Supuso que era el padre de Jared aunque no se parecían mucho. Era alto como él, pero más robusto y menos musculoso, y el volumen de su estómago indicaba que llevaba una vida menos activa.

—Bien, bien —observó retirando el brazo de la chimenea—, tú debes ser Valentina, ¿verdad? Acércate, muchacha, no seas tímida.

Rhia titubeó un poco antes de avanzar hacia él y tenderle la mano.

— ¿Cómo está? —murmuró, esforzándose por parecer tranquila—. Yo soy Val.

Usted debe ser. .

—Ben —continuó él—, Ben Frazer —cogió su mano entre las suyas—. Encantado de conocerte, Val. Glyn nos ha hablado mucho de ti.

— ¿De veras? —se sorprendió—. ¿Cuándo ha sido eso?

—El solía escribir antes del accidente. Afortunadamente tú no sufriste ninguna contusión.

—Sí. .—se mordió el labio inferior.

— ¿Has dormido bien? —cambió de tema con brusquedad lo cual Rhia agradeció segura de pisar terreno firme.

—Muy bien, gracias —le aseguró—, nunca había dormido en una cama tan grande.

— ¿Nunca? —Ben Frazer la miró con los ojos enrojecidos—. ¿En dónde está Glyn?

No me digas que aún está dormido.

— ¿Por qué no? :—preguntó María que se acercó con café en una bandeja—. Lo mismo debería estar haciendo Jared si no hubiera insistido en levantarse tan temprano —recalcó mirando a Rhia—. ¿Sabe que ese hombre está levantado desde las cinco y media de la mañana? ¡Ha hecho el trabajo de varios días antes de venir a recogerle!

—No todos podemos ser como él —le respondió Ben a la mujer india y se sirvió un poco de café—. ¿Quieres un poco? —le ofreció una taza a Rhia que se mostraba insegura de aceptar.

—Debes aceptar —sugirió la mujer—, estoy haciendo unos bollos ¿No te gustaría probarlos?

— ¿Puedo? —preguntó Rhia.

—Por supuesto. Después que hayas tomado el café, tu olfato te llevará hasta ellos.

Cuando se retiró, Ben le sirvió una taza con manos temblorosas.

—Siento mucho no haberte saludado ayer, pero no me sentía bien. Algo me hizo daño.

Rhia movió la cabeza decidida a no entrar en detalles.

—Siéntate, por favor —la invitó indicándole uno de los sotas—. Es más fácil para mí estar de pie; perdí el juego de la pierna derecha a causa de una granada durante la última guerra. Nunca me repuse.

—Lo lamento —tomó asiento—, supongo que ha sido difícil acostumbrarse.

—Todo es difícil para él —contestó una voz que provenía detrás de ella—. Bien, por lo menos ya estás listo y eso es importante.

—No creas que me he levantado porque tú lo hayas dicho, muchacho —declaró riendo y Rhia pensó en lo raro que le resultaba que le llamaran a Jared «muchacho».

Yo quería conocer a Val. Sólo le decía que estaba avergonzado por no haberla saludado ayer.

— ¿Ah, sí? —el tono de Jared era cínico—. Ya veo que te has disculpado —miraba con desconcierto a Rhia—. ¿Te pareció cómoda tu habitación . —Sí, por supuesto.

Jared no parecía el hombre a quien ella había conocido. Había; desaparecido los elegantes trajes de tres piezas y las finas camisas di seda que él usaba. Ahora vestía como los hombres que había viste desde la ventana, llevaba un mono que se amoldaba a la perfección de su cuerpo y en las manos sostenía un sombrero.

—Val dice que nunca había dormido en una cama tan grande —manifestó Ben con un gesto—. ¿Sabes? Jared siempre se queja cuando va a Inglaterra de que las camas son muy estrechas. A mí me parece que depende de la cama en que estés habituado a dormir

Rhia se sonrojó y como si Jared comprendiera, intervino

—Tú debes ser un conocedor en el tema, papá, ¿no es cierto?—-mencionó con ironía

—. ¿Estás listo? No quiero estar, aquí todo el día.

—Ya lo creo.

— ¿Nos vamos?

— ¿Y Val? —preguntó Ben, malhumorado—. ¿Qué va a hacer durante todo el día?

—Lisa y Glyn la atenderán —afirmó Jared a la vez que miraba] fijamente a la muchacha—. Deja de bromear, Horse nos está esperando.

— ¡Horse! —gruñó Ben—. No me cae bien y creo que yo tampoco a él.

Rhia escuchó esto con asombro y mientras Jared acercaba a su padre a la puerta de salida, se detuvo para explicarle.

—Horse es el capataz del rancho, su verdadero nombre es Chief Running Horse, pero él prefiere el más corto.

— ¿Es indio? —preguntó Rhia.

—Es el hijo de María —le informó Jared—, pero ¡dejó de cortar cabelleras hace meses!

La puerta se cerró antes de que ella pudiera hacer cualquier comentario.