XIII

“Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales, elige pagar hipotecas a interés fijo, elige un piso piloto, elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige el bricolaje y pregúntate quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el puto sofá a ver tele-concursos que emboban la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cegándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para esos niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para remplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida. ¿Pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”.

Trainspotting

 

 

La mentalidad antioqueña, colombiana y suramericana con respecto al éxito y al desarrollo colectivo no pasa de la necesidad insaciable de millonarias cimentaciones, suntuosas edificaciones e incontables fábricas.

El patrón de elección de casi cualquier alumno a la hora de buscar pregrado es un área del conocimiento numérica. La mayoría, gracias a la herencia de ingenieros familiar, a la presión de quedarse sin empleo, o a esa arbitraria influencia escolar de “meter las matemáticas por los ojos”, han desistido de estudiar carreras humanísticas, creativas, musicales, deportivas o hasta culinarias que soñaron desde pequeños. Y, por el contrario, eligen una carrera de agrado colectivo que no los excluya de la demanda de hormigón de esta sociedad. Al parecer, ese augurio de que la base de la superación son las ciencias exactas, ha influenciado directamente a los dadores de conocimiento y por consiguiente a quienes lo reciben. 

 

When we grew up and went to school, there were certain teachers who would hurt the children anyway they could
by pouring their derision upon anything we did
exposing any weakness however carefully hidden by the kids.
But in the town it was well known
When they got home at night their fat and psychopathic wives
Would thrash them within inches of their lives!

 

Temo convertirme en un Spock si estudio lo que, mi papá, mi colegio, mi ciudad y mi país esperan que estudie: una ingeniería. O no precisamente en Spock, ya quisiera ser un vulcano ensimismado en la lógica antes de convertirme en un estudiante más del montón de aspirantes a ingeniería en este tercer (o cuarto, o quinto) mundo. Si hay alguien a quien culpar por esa disimulada presión vocacional es a esta estúpida hipótesis colectiva que cree que el progreso es igual al cemento. Desde pequeños nos han convencido de cuan exacta es la realidad, nos metieron en la mente que si algo no tiene ni volumen ni masa, no existe. Y poco a poco esa clase de historia que tanto te interesaba, pasa a ser una mínima prioridad. No porque tu interés haya mermado sino porque tu mente apenas acaba de procesar el hecho de que aparte de sumar, restar, multiplicar y dividir, los putos números pueden también elevarse. Y sin que terminaras de digerir esa verdad algebraica, te empiezan a hablar de raíces, logaritmos, ángulos, ecuaciones e inecuaciones. Tú queriendo escuchar hablar de Platón, Napoleón y Hitler, te meten por los ojos (por no decir el culo) a Pitágoras, a Newton y a Kepler. Lo increíble es que por más que prostituyas en el cuaderno su nombre y su fórmula, no conoces siquiera un retrato, una fecha, una ciudad o una célebre cita. Solo te concierne la condenada ecuación que no sabes despejar. Pasa séptimo, octavo y, en noveno, cuando crees haber cantado victoria, cuando puedes convivir por fin con una maldita X y una condenada Y en un mismo polinomio, ¡BANG! Entra la física a tu metafísica vida. Velocidad es igual a distancia sobre tiempo. V= X/T. Velocidad es igual a distancia sobre tiempo. V= X/T. Velocidad es igual a distancia sobre tiempo. V= X/T. 

 

We don't need no education 
We don’t need no thought control 
No dark sarcasm in the classroom 
Teachers leave them kids alone 
Hey! Teacher! Leave them kids alone! 
All in all it's just another brick in the wall. 
All in all you're just another brick in the wall.

 

Y sin darte cuenta, ya estás encima de una banda eléctrica de producción que no admite errores de fábrica. Alcanzas ya a divisar, a lo lejos, el cesto residual de alumnos que no dieron la talla. Si lo que quieres es ser alguien en esta vida, abandona cuanto antes las humanidades y véndele tu alma a las ciencias exactas. Y sí que lo haces. Al sentir tu año peligrar, al ver por primera vez en la vida notas inmundas del tipo 1.8, 1.2, 0.9, ¡0.5! No dudas un solo segundo en entregarte por siempre al raciocinio. Llega décimo con química, llega once con cálculo.

Hace no menos de seis años dirías, convencido, que las matemáticas son solo agregar y quitar, la vida es el resto, lo que ocurre mientras haces esos procesos. Pero tu bendita infancia ignorante murió en esa primera paja a los doce años junto con aquella quimérica frase. Tienes ya los suficientes vellos en el corazón como para codificar a la realidad entera. Seno de e es 0,41. Coseno de pi es -1. Tangente de 60 es √3. Molaridad es igual a moles sobre volumen. Volumen es igual a masa sobre densidad. 

 

I don't need no arms around me 
And I don’t need no drugs to calm me. 
I have seen the writing on the wall. 
Don't think I need anything at all. 
No! Don't think I'll need anything at all. 
All in all it was all just bricks in the wall. 
All in all you were all just bricks in the wall

 

Energía potencial es igual a la masa por la gravedad por la altura. Ep= M.g.h. presión es igual a fuerza sobre área. P= F/A. Calor es igual al calor específico del material por la masa por el delta de temperatura. Q= Ce*m (Tf-Ti). Intensidad de la corriente es igual a la carga eléctrica sobre el tiempo.  I= Q/T.

 

X = (-b±√(b2-4ac))/2a                       VΔ = (1/3)bh                 a2 + b2 = c2

P1 + 1/2pv2+ pgh = P2 + 1/2pv2 + pgh                   a = (Vf-Vi)/(Tf-Ti)

E = MC2                                  A = pi r2

F = m a                                                                   P = nRT/V

V = r/t

 

¿En qué grupo de la tabla periódica está el componente de los sueños?

¿Con qué nomenclatura debo nombrar

esta nostalgia mecánica,

esta realidad automatizada?

¿Cuán irreal es mi pisoteada esperanza

si tiene la densidad del vacío?

¿Puedo siquiera quitarle dígitos a la pesada gravedad?

¿Puedo siquiera comprobar el teorema de la eternidad?

¿Cómo lo hago sin que la razón refute hasta mis lágrimas?

¿Cómo carajos despejo a la felicidad de la fórmula de la vida?

¿Tiene acaso felicidad aquella fórmula

o solo radica, en vida es igual a rutina sobre tiempo?

 

¡Ahhhhhhh!

¡Basta!

 

Para fortuna de mi soñador y agonizante niño interior, descubrí a tiempo, aparte del choripán, la cerveza, la literatura, el cine, el cine porno, el arte en general, a la marihuana. Y junto con ella, a sus ilegítimas, ilegales e inspiradoras crías. Esa descendencia sintética y maldita, empacó mis maletas y las de Raúl, y levantó las velas hacia ese escape necesario de la realidad que, de hecho, abordamos tarde con respecto al resto de la masa estudiantil que hacía rato, hastiada de respuestas con una sola solución, había comenzado. En efecto, los viajes nasales a Neverland, éxodos intravenosos a Wonderland y migraciones humeantes a Oz se realizaron con más, más y más frecuencia para cumplir a cabalidad la tarea divina de distorsionarnos.

—Dichoso aquel que ve Natural Born Killers estando bien high—dijo Kermit con una seriedad bíblica, como si se tratase de un mandamiento.

—¿Ya lo hiciste? ¿Qué tal?

—Nada. Una vez me metí un ácido viendo 2001 Odisea espacial porque no me la aguantaba; y, bueno, medio se arregló en la parte que el tipo viaja a Júpiter a la velocidad de la luz. Y pues otra vez un roce de heroína viendo Trainspotting, ya sabés, en forma de homenaje. Pero esa nunca. Ni siquiera la he visto.

No me sorprendió para nada su insuperable racha de pinchadas, aspiradas, fumadas y engullidas dosis de hasta la más primitiva de las drogas. Apostaría cualquier cosa a que ya probó el sacol cual gamín debajo de un río. Por algo lo llamamos Kermit, ¿no? Lo que sí me atrapó de entero fue ese exquisito gusto fílmico que hasta ahora desconocía. Él era el eslabón perdido que la secta (conformado por Raúl, Fulano, y Sofía, a veces) demandaba sin buscar. El héroe discreto que combate lo cotidiano. El nuevo integrante de este pacífico ku klux clan contra la supremacía nea.

—Yo la tengo. En Blu-Ray, de hecho —dije.

Me miró con confabulación esperando la pregunta. Por mi mente pasó una cantidad inmensa de información pedagógica con aires médicos sobre el peligro de las sustancias psicoactivas. Pulmones negros, cerebros vegetativos, dependencia, anorexia, leucemia, SIDA, suicidio. El amarillismo mediático del tema es implacable, sobre todo cuando estudias en un colegio católico con fachada laica. Casi decidido a no hacerlo, a volver a mi puesto de inmediato y hasta a alejarme de por vida del tan dañado muppet verde, miré de reojo hacia el tablero. Allí, por obra del mismo demonio, yacía un proceso de electroquímica que, sin joder, ocupaba el noventa y ocho por ciento del tablero. El otro dos por ciento era la fecha. 

—Este tema entra para la evaluación del jueves junto con los que vimos de equilibrio ácido base.

Un amague de vómito me obligó a apoyarme en la pared, apenas oía las quejas silenciosas de mis compañeros. Esa queja tan emputada, tan encabronada, pero a la vez tan sumisa, tan resignada. Se me pasó al fin la náusea y volví mi mirada a Kermit. Sus ojos achinados reflejaban algo que nadie en el salón era capaz de emanar en una clase de química, algo que yo deseaba muy dentro de mí. Una alegría permanente a prueba de cualquier crítica, cualquier problema, cualquier evaluación por debajo de dos. Una eficaz filosofía que rezaba vivir el ahora y valerle mierda el mundo. Me acerqué, le sonreí y pregunté en susurro como si la pregunta debelara el plan completo:

—¿La vemos?

—De una. —Sonrió con gran alegría sin mostrar sus dientes, así, tal cual la Rana René.

Sería ese viernes en mi casa. El lector no lo creerá, pero en cuanto a padres sobreprotectores, los de Kermit superan por mucho a mi papá. Y teniendo presente que los de él son lo suficientemente descuidados como para cegarse ante su evidente afinidad por vivir en la psicodelia. No sé si es confianza o simple negligencia, el caso es que El César, desde que se dio cuenta lo semejantes que son nuestros cariños mutuos (o sea casi nada), me entregó la parca aunque útil confianza que se le da a un fiel inquilino. Mientras él no esté, lo que sucede una gran fracción de las noches de todas las semanas, tengo potestad del Mazda 6 (el segundo carro de la casa porque el Gran Vitara, que es el primero, es solo de él), la comida de la nevera, el dinero que necesite de la caja menor, las llaves de la casa, y, en efecto, la casa misma. No nos iba a molestar nadie. César llegaba a las seis del trabajo y salía tipo nueve, hasta quizá la mañana siguiente. Todo dependía del reto que se plantease esa noche. Ir en busca de veinteañeras, treintañeras e incluso cuarentonas conservadas, lo que en video juego se traduciría a modo legendario y por ende debería dedicarle la noche entera. O ir en busca de cincuentonas más cercanas a su edad, modo de juego medio, pues aunque más fáciles que las anteriores, requerían cierto civismo, séquito, trago y, en algunas, romance. Como fuese, cualquiera de esas dos opciones me servía para poder ocupar al apartamento de droga, cine y Kermit.

Tal cual calculé, salió a las 8:54. Preparé el Blue-Ray, el teatro en casa, crispetas y pedí arroz chino. Según leí, estar high te da un hambre descomunal. Rogué al cielo para que justo ese día no le diese por irse de putas a mi papá. Esa tercera opción de juego para principiantes solía elegirla poco, cuando su autoestima rozaba el suelo. Si lo hacía esa noche, todo se cagaba, pues sin tapujos, rosas, comida, o trago, lo despachan rapidito. 

A las nueve llegó Kermit con los suplementos. Debo admitir que hasta el momento del primer roce seguía yo estancado en prejuicios. Fue por eso que lo quise hacer, no solo con el casi desconocido muppet, sino también con Raúl. Por desgracia no lo dejaron salir ese viernes y se tuvo que quedar en su casa estudiando cual asiático hasta subir a mínimo cuatro el tan “indigno” promedio de 3,3 (indigno para sus padres, factor de visceral envidia para el resto de la humanidad) que tenía en geometría. Aun así, juramos probar la weed, aunque a kilómetros de diferencia, ese día a la misma hora. Sincronizados a las 10:30 comenzó el ritual. Inició el filme de Oliver Stone, esa mierda se ve hasta loca estando cuerdo. Kermit, en un sillón aparte, desenfundó su armamento.

—Solo marihuana —le dije cuando me invitó a catar heroína, ácidos y una especie de coca bañada en anilina azul. Empacó por cortesía el resto de las condenadas y preparó dos porritos medianos. Le pregunté que si le llevó a Raúl antes de venir y me dijo que sí. Que no quiso ganjah sino papelitos (es decir, ácidos). La curiosidad me mató y lo llamé. El güevón se metió dos de un tirón mientras veía la única película que encontró y le funcionó de su desordenada videoteca de discos rayados, La comezón del séptimo año. Para cuando contestó no había remedio alguno. Entre risas llenas de mocos me repetía como un autómata oxidado el diálogo de la película, al fondo se escuchaba el soundtrack y los golpes de su mamá tocando la puerta.

—Marica, te van a pillar.

—Marilyn, Marilyn… Marilyn, Marilyn, Marilyn, ¡jueputa qué belleza!

—Dígale que tome leche —interrumpió Kermit medio ido. Apenas estaba prendiendo el cachito de cannabis.

—Raúl, escúchame, bajá la voz. ¡Bajá la voz! Okay, cálmese, termine la película y apenas se acueste su mamá vaya a la cocina y embuta leche todo lo que pueda pa´ que se le pase.

—Ahhhh Fulano, se lo juro que voy a dejar a Sofía por esta malparida tan ¡lindaaaa!

—¡Que está muerta, hombre! Se suicidó hace años. Bueno, de hecho se cree que la mataron por todo ese cuento con Kennedy, como sea, no importa, cálmese ya… hágame caso.

Me lloró un buen rato la muerte de Marilyn Monroe tras negarla con mamón ímpetu. Al fin se calmó y colgué. El humo de mi compañero ya me había mareado lo suficiente como para abarcar esa indiferencia tan anhelada y dejar la preocupación por Raúl. Cogí entonces los diez centímetros de yerba pura y los prendí. En el minuto siguiente divisé desde los parlantes a un dementor de Azkaban que se fugaba de la habitación. Descubrí que provenía, de hecho, de mi sedada nariz que lo suspiraba a velocidad constante. A diferencia del de Harry Potter, este espectro no me aspiró el alma, sino que exorcizó mis desdichas más oscuras. Dejando solo felicidad e indolencia amena. Sentí que la realidad, por un instante, por una excepción cósmica, se estiró. El cubo denso de concreto en el que solía y suelo habitar, se deshizo de un hálito, y en ese cuarto de hora, en el que el clímax pudo hasta hacerme jugar póquer con Marlon Brando y Jesús, reescribí La razón por entero. Recordé mi pasado con aflicción, recordé mi futuro agrio como si fuese, más que una expectativa, el augurio de mi más grande desilusión. Después, reí. Reímos. Reímos de júbilo, cólera, angustia y sosiego. Reímos de todo y nos preguntamos de todo. De por qué el violeta es violeta y se llama violeta. De cómo putas una cartera de mujer contiene tantas cosas en tan poco espacio y de por qué la vida acaba en la muerte y empieza en el natalicio y no viceversa. ¿Y si antes de los cuarentas el mundo era solo en blanco y negro? ¿Y si los árboles sufren de lepra cada otoño? ¿Qué bebida toman en las fiestas de graduación de las películas de Disney? A la mierda quien dijo que la gravedad terrestre es de 9,8 metros segundos cuadrados, la gravedad es de ¡2,07!

Permítase al ser humano ser también una paloma. Una pluma de paloma, mejor. Permítase saltar del mapamundi y descansar por siquiera poco tiempo del mismísimo tiempo.

¿Cuántas personas en el mundo se estarán haciendo una paja a esta hora? ¿Cuántos de esos están solos, cuántos de esos acompañados, cuántos de esos en Skype, o en Youtube, o en Facebook? Pero vamos más allá, filtremos un poco la cifra: ¿cuántas personas en el mundo se están preguntando cuantas personas en el mundo se estarán haciendo una paja? 

Para llegar al menos a la décima deberás ahondar mucho más. De esos que se preguntan cuántas personas en el mundo se estarán haciendo una paja, ¿cuántos acabaron de probar por primera vez el cannabis y por consiguiente además de preguntarse banalidades existenciales, se están zampando con ímpetu arroz chino bañado en teriyaki? Ahí lo tienes, dos personas. Bueno, quizá uno que otro vietnamita o incluso Seth Rogen, pero no importa. Sos notable. Bastaron relativamente pocos verbos a la pregunta para llegar a vos. «Dichoso aquel que ve Natural Born Killers estando bien high», ni Woody Harrelson lo pudo decir mejor.

La película acabó y el furor nos permitió ver La naranja mecánica y unas escenas de The wall. A eso de las cuatro de la mañana, luego de medio probar un milímetro de heroína a petición del psicoactivo anfitrión, nos encontramos medio aburridos, canaleando sin parar. Novelas viejas en canales nacionales. Películas malas de terror en TNT, Golden y Warner. Roñas con “héroes de acción” del tipo Stallone, Schwarzenegger, Seagal. Películas flojamente eróticas en Cinemax, sin imaginación ni genitales. Descubrimos en conclusión que la televisión no fue hecha para navegantes desvelados y nos resignamos a escuchar música el resto de la velada.