PRÓLOGO
DE WALTER GOLDSCHMIDT
ESTE LIBRO es a la vez etnografía y alegoría.
Carlos Castaneda, bajo la tutela de don Juan, nos hace atravesar ese momento de crepúsculo, esa grieta en el universo, entre la luz del día y la oscuridad, y penetrar en un mundo no simplemente aparte del nuestro, sino de un orden de realidad diferente por completo. Para alcanzarlo tuvo la ayuda de mescalito, yerba del diablo y humito: peyote, datura y hongos. Pero éste no es un mero recuento de experiencias alucinatorias, pues las sutiles manipulaciones de don Juan guían al viajero mientras sus interpretaciones dan sentido a los eventos que nosotros, a través del aprendiz de brujo, tenemos ocasión de experimentar.
La antropología nos ha enseñado que el mundo recibe definiciones diferentes en sitios diferentes. No es sólo que la gente tenga costumbres distintas: no es sólo que la gente crea en dioses distintos y espere distintos destinos después de la muerte. Más bien, es que los mundos de pueblos diferentes tienen formas diferentes. Los mismos supuestos metafísicos difieren: el espacio no se adapta a la geometría euclidiana, el tiempo no forma un fluir continuo unidireccional, la causalidad no corresponde a la lógica aristotélica, el hombre no se diferencia del no-hombre ni la vida de la muerte, como en nuestro mundo. Sabemos algo sobre la forma de estos mundos gracias a la lógica de los idiomas aborígenes y a los mitos y ceremonias registrados por antropólogos. Don Juan nos ha mostrado destellos del mundo de un hechicero yaqui, y como lo vemos bajo la influencia de sustancias alucinógenas, lo captamos con una realidad diferente por entero a la de aquellas otras fuentes. Ésa es la virtud especial de esta obra.
Castaneda afirma con razón que este mundo, pese a todas sus diferencias de percepción, posee su propia lógica interna. Ha intentado explicarlo desde dentro, por así decirlo —desde el interior de sus propias experiencias bajo la tutela de don Juan, ricas e intensamente personales—, más que examinarlo en los términos de nuestra lógica. Si no puede lograr esto por entero, tal cosa se debe no tanto a su limitación personal como a una limitación que nuestra cultura y nuestro lenguaje imponen a la percepción; sin embargo, sus esfuerzos tienden un puente entre el mundo de un hechicero yaqui y el nuestro, entre el mundo de realidad no ordinaria y el mundo de realidad ordinaria.
La importancia central de entrar en mundos ajenos al nuestro —y por ende la de la antropología misma— yace en el hecho de que la experiencia nos lleva a comprender que también nuestro propio mundo es una elaboración cultural. Experimentando otros mundos podemos, entonces, ubicar el nuestro en su valor justo y de ese modo capacitarnos para ver fugazmente cómo debe ser, de hecho, el mundo real, aquél entre nuestra propia estructura cultural y esos otros mundos. La sabiduría y la poesía de don Juan, y la destreza y la poesía de su escribano, nos dan una visión tanto de nosotros mismos como de la realidad. Como es apropiado en toda alegoría, lo que se ve está en quien contempla, y no necesita aquí ninguna exégesis.
Carlos Castaneda inició sus entrevistas con don Juan siendo estudiante de antropología en la Universidad de California, Los Ángeles. Estamos en deuda con él por su paciencia, su valor y su perspicacia al buscar y enfrentar la prueba de su doble aprendizaje y al informarnos de los detalles de sus experiencias. En esta obra demuestra la destreza esencial de la buena etnografía: la capacidad de entrar en un mundo ajeno. Creo que ha encontrado un camino con corazón.
WALTER GOLDSCHMIDT