Capítulo 24

 

Día 11: 5am

 

¿Estas herida? susurra Caleb. Sus cejas están inundadas de preocupación. Nunca lo he visto lucir así. Está muy feliz, a gusto.

Alcanzo y acaricio su hermosa cara.

Estoy bien.

Limpio mis ojos.

¿Entonces, ¿por qué estás llorando?

No lo sé digo y continúo tocando su cara. Creo que estoy feliz.

Sonríe.

Una extraña respuesta para la felicidad, pero está bien.

Se inclina hacia abajo y lo siento lamer una de mis lágrimas.

Pregunto:

¿Qué estás haciendo? Me rio.

Sentí curiosidad —susurra seriamente.

¿Sobre qué?

Si las lágrimas de felicidad saben igual que las de tristeza dice.

Sus palabras me hacen llorar aún más. No puedo controlarlas. Me siento tan abrumada con todo.

¿Y? pregunto.

Creo que son más dulces dice y me besa, pero podría ser solo tu cara.

Nos disolvemos entre repiques de risas.

 

 

Escucho voces.

Me envuelvo en la cama, por un segundo no tengo idea de donde estoy. La habitación es pequeña. Hay rejillas en las ventanas. La cama no es la de Caleb.

—No puedo volver en 3 horas, necesito hablar con ella ahora mismo —dice un hombre. La  voz me es familiar pero no sé por qué no puedo relacionarla.

Es Reed. Caleb no está aquí, ¿recuerdas?

Siento lágrimas bajando por mis mejillas y obstruyendo mi garganta. Estoy despierta ahora y recuerdo donde estoy. Estoy en el hospital. Caleb se ha ido de nuevo. Estoy sola en la oscuridad otra vez.

Hace solo unos segundos, sostuve a Caleb en mis brazos. Lo toque. Lo olí. Probé su carne en mi boca. Y ahora, se ha ido. Lo había olvidado.

El dolor de recordar sacó el aire de mí y respiro profundamente. Cuando exhalo, el sonido saliendo de mi es puro dolor. Estaba justo aquí. Estaba justo en mis brazos y lo perdí.

—¡Ayúdame! ¡Por favor! —suplicó. No estoy segura a quien le estoy suplicando. Tal vez sea a Dios, tal vez sea al diablo. Sólo quiero que el dolor se vaya.

La puerta de mi cuarto se abre fuertemente.

—¿¡¿Olivia?!? —grita Reed.

No lo reconozco, estoy arrodillada con la cabeza presionada en la cama y estoy sollozando. Cierro mis ojos fuertemente, disponiéndome a mí misma a dormir. Quiero volver a mi sueño, quiero volver a Caleb. No puedo respirar, ¡maldición! No puedo sin él. No quiero.

—¿Qué pasa? —dice Reed urgentemente—. ¿Estás herida? ¡Háblame!

Vete, vete, vete.

—¡Esto es un hospital Agente Reed! Por favor, guarde el arma, —dice una mujer.

 

Te amo Caleb, ¡te amo! Si te preocupas por mi aunque sea un poco… ¡por favor no hagas esto! Por favor no me dejes. No sé vivir sin ti. No me hagas volver a tratar de ser alguien que ya no sé cómo ser.

Livvie…

¡No!

Grito en mi dolor. No puedo evitarlo. Lo haría si pudiera. Sé que me están mirando. Puedo sentir sus miradas calientes en mi espalda. Ellos no lo entienden. Nadie lo entiende. Estoy sola y es culpa de Caleb.

—¡Por favor! —suplico—. Por favor, haz que pare.

—¿Señorita Ruiz? —dice Reed cuidadosamente—. ¿Livvie?

—Atrás, Agente Reed. Está teniendo un tipo de crisis ahora mismo y podría lastimarlo si se acerca demasiado. Espere por las órdenes —dice la mujer.

—No va a lastimar a nadie. Me arriesgaré —dice Reed.

—Señor…

—Es testigo en una investigación federal y necesito hablar con ella en este maldito momento. No la quiero dopada. Salga —grita Reed y su presencia está empezando a penetrar en la niebla de mi dolor.

Me sigo diciendo que respire, sigo recordándome que he estado aquí por días. Caleb ha estado muerto por días. No estaba aquí. Nunca lo toqué. Nunca lo abracé.

 

Vive por mí, Gatita. Se todas esas cosas que nunca has sido conmigo. Ve a la universidad. Conoce a un chico normal. Enamórate. Olvídame.

—No puedo —grito al vacío.

 ¡Respira!

 ¡Respira!

 Respira.

 

Respiro.

Oigo que la puerta se abre y se cierra. Me pregunto si estoy sola. Pero no puedo obligarme a mirar arriba. Una mano tentativa toca mi espalda y sollozo.

—¿Livvie? —dice Reed.

—Vete —sollozo.

—No… puedo dejarte así —dice. Suena incómodo.

—Estoy bien, por favor, vete.

—No estás bien, eres un desastre —dice enojado.

—¿Porque estás aquí? —susurro. Hablar con Reed me está alejando más de mi sueño, mi dolor. No estoy segura de estar lista. Estoy demasiado sensible y no puedo enfrentarlo.

—Ha habido movimiento en mi caso. Todo está sucediendo muy rápido.

—¿Qué significa eso, Reed? —pregunto, exhausta.

Suspira pesadamente, como si estuviera luchando bajo un peso tremendo. Me hace sentir curiosa a pesar de mi misma.

—Vine… a escuchar el resto de tu historia.

Mi corazón comienza a acelerarse. Movimiento en el caso había dicho. Sé que Reed está mintiendo pero, ¿sobre qué?

¡Caleb!

Me siento rápido, mareada por un momento y Reed me estabiliza. Agarro su chaqueta y lo jalo cerca. Estoy frenética. Las manos de Reed me agarran por los hombros y me empuja. Fuerte. Mientras voy cayendo de espalda, alcanza mi antebrazo y rápidamente me endereza en la cama. Arrebato contra él, abofeteando y pateando pero antes de que lo sepa, él fija mis brazos en mi pecho y se sienta en mis piernas.

—Quítate.

—Cálmate.

Miro a Reed por primera vez desde que entró. Esta jadeando mucho y su cabello negro es un desastre despeinado que refleja el estado de su camisa y chaqueta.

—¿Encontraste su cuerpo? —susurro. No sé qué haré si dice que sí.

—¿Qué? No. ¡No!  —dice Reed. Su expresión pasa de rabia a lastima

La noticia es un alivio pero no puedo dejar de llorar. Reed me suelta suavemente y yo me enrollo en mi lado, de espaldas a él. Reed acaricia mi espalda pero de pronto se da cuenta de lo que está haciendo y se aleja. Escucho que se sienta en una silla.

—¿Que sucede? —pregunta después de unos minutos.

Mi sollozo había muerto y respondo.

—Una pesadilla, bueno en realidad no. La única parte mala era despertar y darme cuenta…. —No pude continuar.

Reed está en silencio por un rato. Yo también. Es la mitad de la noche y su presencia es como un agujero oscuro. Algo ha sucedido y por mucho que quiera saberlo, no quiero saber.

Finalmente, Reed se aclara la garganta.

—Si esto es soñar, aun así déjame dormir —susurra. No me sorprende que sepa Shakespeare. Reed es un hombre muy inteligente.

Sonrío a pesar del dolor que siento.

—Noche de Reyes{25}, Sebastian le dice esas palabras a Olivia.

—Lo sé, llegué al último curso de secundaria —dice él. Su sonrisa es sardónica.

—¿No fue eso hace como un millón de años? Me sorprende que lo recuerdes —susurré.

Mi rostro se siente sucio de lágrimas secas y estoy segura de que mi cara es un desastre pero finalmente me estoy empezando a sentir un poco mejor. Mis pensamientos y recuerdos de los últimos días se están empezando a organizar en mi cabeza y la claridad está retornando. Había escuchado decir que el tiempo sana las heridas pero si un sueño puede llevarte tan profundo al pasado, sin recordar tu presente, no estoy segura de que mis heridas sanen algún día. Caleb vive en mis sueños.

—Yo apenas lo recuerdo, Señorita Ruiz —dice Reed.

Ruedo sobre mi espalda y miro el techo. Mi parpadeante bombilla había sido reemplazada hace mucho pero todavía puedo escuchar el zumbido y el  zumbido prendido-apagado-prendido.

—¿Porque estás aquí, Reed? —susurro. Me quedo enfocada en el techo, en mi respiración y en tratar de prepararme para lo que estaba a punto de escuchar.

—Te dije que a escuchar el resto de tu historia —dijo de forma seria

—Sin embargo, esa no es la única razón, ¿o sí?

—No, no lo es. —Se aclara la garganta—. ¿El nombre James Cole significa algo para ti?

Estoy confundida.

—No, ¿por qué?

—Surgió y necesitaba saber. Eso es todo —dice Reed—. Olvídalo, supongo que no es importante

—No hubieses preguntado si no fuese importante, Reed. —Había picado mi  interés y lucho para lograr una posición sentada para poder mirarlo mejor a la cara. Luce como si no hubiese dormido en días

Reed se inclina con sus brazos descansando sobre sus rodillas.

—Vine a decirte que los cargos contra ti serán retirados. —Lo dice de prisa, vacío, pero lleno de algo más.

—Una vez que seas dada de alta por tu médico, me han pedido que te interrogue, que firmes unos papeles y deberías poder irte hoy.

—¡¿Qué?! —exclamo. Mi mente se tambalea. La noticia es un shock para mi sistema. No estoy lista para irme.  No estoy lista para volver a empezar. No estoy lista para aceptar que Caleb se ha ido y que debo enfrentarme al mundo sola.

—Sabemos dónde será la subasta y sabemos de algunas de las personas que asistirán —dice él—. Ojala pudiera decirte más pero he sido instruido a mantenerlo todo secreto. Todo lo que te puedo decir es que se acabó, Livvie. Eres libre y estás a salvo. Puedes volver a tener tu vida de nuevo, igual que las otras víctimas.

Los latidos de mi corazón se sienten erráticos. No puedo dejar que Reed se vaya sin que lo sepa todo.  Necesito que lo entienda. Mi información, mi testimonio, era mi única manera de negociar. Sin su necesidad de ello, estoy perdida.

—¿Cómo sabes dónde es la subasta? —pregunto frenéticamente.

Reed me mira.

—¿Porque lo dices así? —exige, con los ojos entrecerrados—. ¿Qué no me estás diciendo?

—Por favor Reed, tienes que decirme todo lo que sabes. Te he estado diciendo todo por más de una semana. Por favor no me mantengas en la oscuridad. ¡Merezco saber! —Le estoy rogando y no me siento avergonzada.

—Este caso es más complicado de lo que cualquiera hubiese podido esperar, Señorita Ruiz. Esta fuera de mis manos hasta este punto. La Agencia de Investigación Federal de Pakistán ha acordado unirse a un grupo conjunto de trabajo —la cara de Reed se vuelve amargada—. !Oh, pero me han asegurado que mi participación será mencionada en el informe! —Reed se levanta y empieza a dar pasos. Su rabia y frustración son evidentes pero no entiendo de donde vienen.

—¿Qué significa eso, Reed? ¿Qué sucede una vez que arresten a todo el mundo? —Quiero levantarme de la cama y seguir los pasos de Reed en la pequeña habitación pero sé que eso solo podría molestarlo y puede que no me diga nada.

—Depende —dice entre dientes. Se queda parado por un momento, pensando en algo. Cuando regresa de sus pensamientos, me mira y veo arrepentimiento en sus ojos. Mi corazón casi se para.

—No va a haber un juicio —dice Reed y comienza a caminar de nuevo. Un puño en la nuca—. Sabía que eso podía suceder, no quería creerlo pero lo sabía. He estado discutiendo con mi jefe durante las últimas horas. Es solo que… —Reed parecía estar perdido—. Habrá muchos arrestos, estoy seguro. La gente que iba a ser subastada, serán llevados, indudablemente, a un refugio, pero no habrá justicia, no del tipo que esas víctimas merecen.

—¿Cómo puede ser? —sollocé—. ¿Cómo puedes permitir que eso suceda?

—Rafiq es un oficial militar de alto rango en el ejército de Pakistán, Livvie. Su gobierno no va a dejar que un escándalo se sepa. Han acordado dejar que nuestro gobierno sea parte de la incursión a cambio de que dejemos a su gente fuera de esto. Cuando todo se calme, ellos son los que decidirán quienes y quienes no estuvieron allí. Así es como funciona la política internacional.

Siento que alguien me ha pegado en el pecho con un ariete. Por segunda vez en mi vida entiendo la sed de venganza de Caleb. Podría matar. Lo he hecho antes y no me siento mal sobre eso. Algunas personas merecen morir.

Lágrimas salen de mis ojos sin parar, estoy ahogada en ellas. Sin embargo, no estoy triste. Estoy llena de rabia y no tengo manera de dejarla salir. No hay a quien matar, nada a que pegar y ningún lugar a donde ir.

—Reed, —sollozo—, tengo que decirte algo. Por favor, por favor trata de entenderlo. Necesito tu ayuda. —Mis manos están abrochadas y las estoy sosteniendo tan apretadas a mi pecho que puedo sentir mi pulgar dejando un moretón.

Reed restriega sus manos en su cara.

—Por favor no me diga nada incriminante, señorita Ruiz. No hay nada que pueda hacer ahora mismo y si tengo que ponerla bajo arresto de nuevo, va realmente, a ponerle un fin de mierda a un día que ya es de mierda. Todo lo que tengo es mi integridad. No me haga elegir entre ella y usted.

—Por favor Reed, tengo que decirte el resto de mi historia —suplico. Es la parte más importante, la parte que he estado guardando hasta saber que podía confiar en Reed. Solo espero que no sea demasiado tarde.

—He escuchado todo lo que necesito saber. Mi trabajo fue investigar el incidente de la frontera. Han sido retirados sus cargos. Mi trabajo era localizar donde era la subasta, hecho. Hice mi trabajo. Vine a decirle que era libre de irse y estaba dispuesto a oír el resto de su historia si le hubiese dado un cierre pero si se va a incriminar entonces no quiero escucharla. Si la escucho, tendré que actuar, ¿me entiende?

Reed está molesto pero no me importa. Caleb es demasiado importante, él ha sacrificado tanto por mí, hasta el punto de protegerme a mí de mí misma. Lo hubiese seguido a cualquier parte, hecho lo que pidiese de mí pero le importaba lo suficiente para no dejarme hacerlo. Hasta donde sabía, él estaría en la subasta, tratando de matar a Vladek y a sí mismo en el proceso, era mi turno de salvarlo.

—Por favor —supliqué—. Tienes que ayudarlo. Si lo arrestas, sé que vivirá. No hay que decir qué pasará si está en Pakistán. Tú mismo lo dijiste, Rafiq tiene mucho poder allí. ¡Por favor! ¡Por favor, Reed! ¡Ayúdalo!

Reed se queda quieto como muerto pero su pecho sube y baja con cada respiro. —¿Me estás diciendo que Caleb está vivo?

Mi corazón está acelerado.

—No, aún no. ¿Pero y si lo estuviera? ¿Podrías ayudarlo?

—Maldita sea, Livvie —Reed patea la silla—. ¡Me mentiste!

—Tal vez, tal vez lo hice —ruego. No sé si expresar las cosas hipotéticamente cambia algo pero debo intentarlo. Tengo que saber si Reed me puede ayudar. Tengo que saber si lo hará—.  Necesitaba tiempo y tú no me lo estabas dando —solloce—. Viniste aquí, haciéndome todo tipo de preguntas y llamándome una maldita terrorista. ¿Que se suponía que iba a hacer?

—¡Se suponía que me dirías la verdad! Ese era el trato. Tú me decías la verdad y yo te ayudaba —dice Reed y vuelve a caminar.

—Sí, te dije la verdad. Te dije todo lo que necesitabas saber. Te ayude a buscar la subasta y aquí estas, ¡diciéndome que no hay justicia! ¿Así qué quien es el mentiroso,  Reed? —lloro.

Reed se gira y me mira. Parece muchas cosas: enojado, exhausto y triste. Finalmente mira a otro lado y colapsa en la silla.

—¿Reed? —me acerco.

—No hay nada que pueda hacer Livvie. El equipo ya va en camino y la FIA está tomando las decisiones —dice.

Sus palabras juegan en mi cabeza hasta que se reducen a su verdadero significado: nunca volveré a ver a Caleb. Me siento muerta por dentro. Vacía. Hueca. Diseccionada.

Reed sacude su cabeza

En mi cabeza, me puedo escuchar gritando, me veo arrancándome la piel y tirando de mi cabello. En la realidad, sin emociones, sin lágrimas, sin gritos, nada de piel siendo arrancada de mis huesos.

Reed está en silencio. No puede ayudarme. Nadie puede.

Mis pensamientos se van hasta Caleb y los últimos días que pasamos juntos.

* * * *

Caleb se había ido hace horas. Me senté en el suelo, al lado de su arma, esperando que algo sucediera, que cualquier cosa sucediera. Varias veces pensé en abandonar la habitación y buscarlo pero me convencí de no hacerlo. Caleb había dicho que esperara. Esperé.

Un sentimiento de temor empezó a asentarse en mi cuando vi luces hurgando entre las cortinas. El sol estaba saliendo y Caleb no había regresado. Me pregunte si Celia podría regresar pero lo dudé. Nuestro puente estaba bien y verdaderamente quemado. Mi único consuelo era que sabía que evitaría que Felipe me lastimara. De pronto, hubo un duro golpe en la puerta y luego otro. Mi corazón parecía haber subido hasta mi garganta pero luego recordé que Caleb había dicho que tocaría dos veces. Busque el arma solo por si acaso.

Mire mientras la manilla daba vuelta y cuando la puerta se abrió, apenas podía procesar lo que veía. Caleb parado en la puerta, cubierto de tierra. Bañado en sangre.

—¿Caleb? —logré susurrar pero no me podía mover.

No se movía de la puerta, solo se quedó allí parado. Sus ojos fijados en un punto distante. Parecía que había estado llorando. Sus ojos azules estaban rodeados de rojo e hinchados. Tenía un corte en la frente y la sangre corría hasta su ojo. No pestañeaba.

Instantáneamente empecé a llorar. Algo terrible había sucedido. Algo horrible.

Lentamente me levanté, tome una de las camisas que Caleb había dejado y la coloqué sobre mi cabeza. Teníamos que irnos y dependía de mí sacarnos de allí. Busque un par de pantalones pero en su lugar conseguí uno de los bóxer de Caleb.

Caleb nunca se movió.

—¿Caleb? —susurré y me acerqué, su boca bajó un poco como si fuese a llorar pero luego su cara cambio a un estado catatónico—. Me estás asustando, Caleb. ¡Por favor, di algo! —sollocé.

Lágrimas salieron de sus ojos abiertos

Era más de lo que podía soportar, verlo allí con tanto dolor y sin saber por qué. Corrí hacia delante y lo envolví con mis brazos.

—Por favor Caleb. ¡Despierta, maldita sea!

El peso de su cuerpo colapsó sobre mí y nos caímos. Mientras estaba recostada sobre mi espalda, Caleb tiró de mí hacia él y lanzó un gemido agonizante en mi pecho. El sonido me aterrorizó, coloqué mis brazos a su alrededor, abrazándolo tan fuerte como él a mí. Era todo lo que podía hacer. Su cuerpo entero temblaba y se retorcía con la fuerza de sus entrañas en desgarradores sollozos. Sentía como un cuchillo enterrado en mis intestinos con alguien retorciendo la hoja. Lo único que podía hacer para evitar que gritara era abrazarlo.

Mi mano tembló mientras acariciaba su cabello.

—Shh, Caleb, está bien. Lo que sea que sea, está bien —sollocé cuando tiró de mí más fuerte y trató de enterrarse a sí mismo en mi pecho.

Su cabello estaba tieso y encrespado, sucio de tierra.

Ha estado cavando, está cubierto de sangre.

—Shh, amor —y continué acariciando el cabello de Caleb. Apenas me dejaba respirar. Me agarraba muy fuerte—. ¿De quién es ésta sangre?

Lo sentí sacudir su cabeza, rápido y enojado. Accidentalmente, golpeó mi barbilla  y me estremecí. —Está bien, está bien. No necesito saberlo.

Estaba perdida, no sabía cómo llegar a él. El hombre de mis brazos no era Caleb, era el cascarón de un ser humano. Primitivo y desnudo. Tenía mis sospechas acerca de quién era la sangre que Caleb tenía pero no me atrevía a decirlo en voz alta.

Mató a su único amigo. Por mí.

Mi pecho se estremeció con la fuerza de sus sollozos. Seguía atrapado en mi pecho. Caleb me necesitaba y no podría ayudarle si me desmayaba.

—Tenemos que irnos, Caleb —susurré—. No es seguro para nosotros estar aquí.

Caleb se movió rápido. Se levantó de mi pecho y me encerró con su cuerpo. Parecía depredador y supe por instinto que no debía gritar. Sus ojos me miraron, moviéndose rápido de mis ojos a mi boca a mi pecho hasta los pies. No estaba segura de que supiera quién era yo.

Mis dedos dolían después de haber sido arrancados tan abruptamente de su cabello. Había varios hilos entrelazados con mis dedos. Sin moverme dejé que mis ojos llegaran hasta mi mano. Caleb siguió mis ojos y cuando lentamente levante mi mano, miró atentamente. Coloqué mis dedos en la herida de su cabeza, limpiando la sangre. Necesitaba puntos. Caleb cerró los ojos y me dejó tocarlo.

—Tenemos que irnos. Por favor, vámonos —repetí. Los ojos de Caleb se abrieron  y cerraron en mi cara. Por varios segundos todo lo que hizo fue mirar.

 

Mía susurró.

Tuya dije

 

Caleb trajo su boca a la mía con tanta ferocidad. Casi lo empuje. El momento era horrible. Nuestras vidas estaban en peligro. Pero Caleb me necesitaba, necesitaba que estuviera cerca y se lo debía, darle lo que necesitaba.

Deje mi miedo a un lado y abrí la boca dejando que su lengua invadiera mi boca. Gimió cuando lo envolví con mis brazos y lo empuje sobre mí. Tiré de la camisa cubierta de sangre y rompí nuestro beso lo suficiente como para quitársela sobre su cabeza. Arena, y lo que estaba segura de que era sangre, cayeron en mi cara pero lo sacudí con mi mano y regresé a besar a Caleb.

Sus manos parecían estar en todas partes al mismo tiempo, tocando mi cabello, acercándome a él, apretando mis senos. Su rodilla se plantó entre las mías, abriéndolas. Abrí las piernas y dejé que el bajo vientre de Caleb presionara sobre mí. Podía sentir su pene atrapado en sus pantalones contra la parte interior de mi muslo.

Mientras nos tocábamos el uno al otro, algún comportamiento primario de Caleb entró en mí y antes de que lo notara lo estaba empujando apartándolo de mí y hacia un lado. Él me agarró de la camisa e hizo un sonido que tomé como una advertencia.

—Tuya, Caleb, lo prometo —le dije. Agarre el dobladillo de mi camisa y la saqué por encima de mi cabeza, exponiendo mis senos a Caleb. Su boca se posó, forzándome a gritar y sostenerlo en mi pecho. Me subí a horcajadas sobre sus caderas, frotándome contra él a través de la tela de nuestra ropa.

Para toda la intensidad animal de Caleb, no me estaba lastimando. Tal vez lo hubiera hecho si le hubiese dado una razón pero estaba tan abierta a él como el agua a una vasija. Cuando su boca se alejó de uno de los pezones, le di el otro.

—Te amo —le dije y acaricie el cabello. Él gimoteo.

Caleb nunca se arrepentiría de los sacrificios que ha hecho por mí. Me aseguraría de eso. Por el resto de mi vida, me dedicaría a darle a Caleb cada gramo de amor que tenía en mí. Yo era de él y él era mío y eso era todo.

Empujé el hombro de Caleb llevándolo de espaldas hacia el suelo. Lo seguí, descansando mi peso sobre él. Sus manos alcanzaron el cinturón del pantalón que estaba usando y lo quitó. Me eché para atrás y juntos arrancamos la tela de mis piernas.

Odiaba la sensación de los pantalones sucios de Caleb  contra mi piel desnuda.

—Quítatelos —dije. Lo ayudé a bajarlos hasta sus tobillos. Sus pies estaban desnudos y llenos de tierra pero yo estaba más preocupada por estar tan cerca de Caleb como pudiera.

La polla de Caleb se interpuso entre nosotros como una cosa viviente, lo alcanzamos al mismo tiempo, su mano sobre la mía y guiándolo entre mis piernas. Estaba dolorida pero mojada y la polla de Caleb entró en mí sin ningún esfuerzo. Caleb agarró mis caderas bajándome mientras él empujaba.

—¡Oh Dios! —grité. Mis uñas se clavaron en su pecho, rasgando su piel pero Caleb solo gimió y volvió a empujar hacia mi otra vez. Y otra vez. Y otra vez.

Me coloqué más adelante, mis manos sobre la cabeza de Caleb. Estaba a la deriva en un mar de placer y consumidora lujuria. Arqueando mi espalda, provoqué la boca de Caleb con mi pezón y lo colocó dentro de su enfurecida boca. Sentí mi coño más apretado alrededor de su polla. Gimoteé mientras mi orgasmo se acercaba y Caleb me follaba más fuerte, me chupaba más profundo dentro de su boca, no tenía el aliento para hacer un sonido. Me paralicé encima de él, dejando que me siguiera follando mientras me corría.

Su boca se alejó de mis pechos con un ruidoso sonido y luego los sonidos de Caleb llenaron la habitación mientras su corrida llenaba mi coño. Latido a latido de una corrida caliente llenó mi interior y no podía tener suficiente. Quería a Caleb dentro de mí para siempre. Colapsé encima de él, amando la manera en que mi cuerpo rozaba y sentía cada una de sus respiraciones.

—¿Livvie? —susurró.

Me forcé a levantarme con mi codo y con la otra mano acaricié su rostro.

—Sí —le dije. Mis lágrimas lo hicieron ver borroso pero sabía que estaba de vuelta, de donde sea que había estado.

—¿Estás bien? ¿Te lastimé? —sonaba frenético.

—Estoy bien, estoy bien Caleb. Estoy preocupada por ti —dije. Me incliné y besé sus labios. Cuando me eché para atrás, mi corazón dolió al ver que giraba su cara alejándola de mí.

—No me mires, Livvie —susurró.

—Caleb, no. —Traté de que me mirara pero de una vez se incorporó y colocó mi cabeza sobre su hombro donde no pudiera verlo. Podía sentirlo deslizarse fuera de mí, su corrida ayudándolo en el esfuerzo.

—No puedo lidiar con eso, ¿vale? Yo… —sus palabras sonaban estancadas en su garganta.

—Está bien —susurré y lo abracé unos segundos más en mis brazos.

—Tenemos que irnos —dijo.

Lentamente, alejamos nuestros cuerpos el uno del otro. Las lágrimas punzaban en la parte trasera de mis ojos pero no las dejaría salir. Caleb me necesitaba fuerte y estar dispuesta a darle todo lo que necesitaba.

En silencio, empezamos a priorizar. Caleb se subió los pantalones con una mueca y empezó a hacer una barricada en la puerta. Me hice útil buscando un bolso y metiendo cualquier cosa. Pensé que tal vez necesitábamos el arma,  ropa y un kit de primeros auxilios que encontré en el baño. No era mucho pero era algo.

Caleb entró al baño y abrió la ducha. No creí que tuviéramos tiempo para eso, pero prefería no hacer preguntas. Con las manos temblando, se quitó los pantalones y se metió debajo del agua. Sangre y arena rápidamente inundaron todo.

Pensé en meterme, pero una mirada a Caleb y supe que necesitaba tiempo a solas.

El agua está muy caliente, nublaba el baño. Encendí el ventilador pero continué siendo una presencia discreta. En un momento lo escuché sollozar pero seguí en el suelo, en silencio.

Él había estado en la ducha menos de diez minutos antes de bajar la temperatura y salirse. En silencio agarró una toalla y entró a la habitación. Caleb era más él mismo.

—Tiempo de irnos, Livvie —dijo y me sonrió. Era fingida, pero apreciaba el esfuerzo. Intenté que mi sonrisa fuese más convincente.

La casa se sentía vacía, misteriosamente vacía. Sin Felipe, ni Celia, sin Rafiq. Caleb no ofreció respuestas y yo no hice preguntas.

Hacía calor fuera, incluso por la mañana. Me di cuenta de que había pasado mucho desde la última vez que salí bajo un brillante sol. Estaba usando ropa, era… libre. Mis pasos vacilaron en el momento en que la realización me golpeó. ¡LIBRE!

—La camioneta no está lejos, sigue avanzando —dijo Caleb entumecidamente.

 Podía sentirme a mí misma ahogada, una sonrisa emocionada salió de mí.

— ¿Dónde vamos? —Lo dije con lágrimas de alegría en mis ojos.

—Por favor no preguntes, sólo ven conmigo.

Lo miré, el dolor palpable en su cara, no era el momento para discutir con él. A donde fuera que estuviese yendo, era un asunto importante. Cambiaría todo entre nosotros dos pero me había pedido que fuera con él y cuando el hombre que amas te pide que vayas con él, tú vas.

Caminamos menos de una milla pero me maravillé con el estado escarpado de Felipe. Donde sea que estuviera, era ciertamente, más provechoso. Finalmente, encontramos la vieja camioneta en la que habíamos llegado. Me sorprendió que encendiera a la primera.

Caleb no había dicho nada y, aunque parecía estar en mejor control de sí mismo, sabía que cualquier cosa que hubiera pasado aún le afectaba. Alcancé su mano en su asiento y para mi sorpresa no sólo la tomó, sino que la apretó. Mientras íbamos dejando la casa de Felipe, me quedé mirando fijamente el camino de grava en el espejo lateral. De verdad estaba sucediendo. Nos íbamos, juntos. Limpié lágrimas de mis ojos por alrededor de veinte minutos.

Viajamos por varias horas antes de forzar a Caleb a romper el silencio.

—Tengo hambre, Caleb —lo miré y me toqué el estómago.

—Podemos comprar algo de comida y agua cuando paremos por gasolina. Quiero seguir moviéndome por el momento —dijo. Sus ojos nunca dejaron de mirar el camino pero su pulgar iba de atrás hacia delante en mi mano.

—Está bien —dije—. Estaremos conduciendo… ¿por mucho? ¿Ya sabes, antes de llegar a donde sea que vamos?

Caleb apretó mi mano y cerró sus ojos por un segundo.

—Estaremos en carretera por alrededor de dieciséis horas, tal vez menos. Podemos parar a pasar la noche una vez que estemos cerca.

No me gustaba su tono, sonaba triste… y distante.

—¿A dónde…?

—Gatita —protestó. Sacudió su cabeza—. Quiero decir… Livvie, por favor, para.

La ansiedad atacó mi estómago. No me gustaba esto para nada. Apreté su mano.

—No tienes que llamarme Livvie si no quieres, Caleb. Para ser honesta, me asusta. Me estás asustando.

La cara de Caleb pareció romperse por un segundo y alcancé a vislumbrar su tristeza antes de que relajara sus músculos.

—No te asustes Gatita, todo estará bien, lo prometo. No tendrás que temerme nunca más.

—¿A qué te refieres, Caleb? —susurré.

—Me refiero a que cuidare de ti —dijo

—Cuidaremos el uno del otro. Soy más fuerte ahora, Caleb. Lo que suceda… lo que sucedió, podemos resolverlo juntos, ¿está bien?

Estuvo en silencio por un rato y luego replicó:

—Está bien.

—Te amo —dije.

Silencio.

No hicimos paradas innecesarias. Fuimos al baño y compramos comida cuando parábamos por gasolina. Hacer que Caleb hablara fue como una dura tarea pero parecía muy interesado en mi vida antes de que nos conociéramos. Evadí hablar de mi familia, mis hermanos, mis hermanas, mi madre. Sabía que no los volvería a ver de nuevo y pensar en ello dolía demasiado como para hablar de ello. Tenía a Caleb ahora y me necesitaba.

Hablé sobre mis libros y películas favoritas. Mencioné mi sueño de escribir un libro que luego adaptaría a un guión de película que dirigiría yo misma. Iba a ser una triple amenaza. Caleb sonrió y dijo que le encantaría leer cualquier cosa que yo escribiera. De repente me sentí mucho más optimista en cuanto a mi futuro y el de Caleb pero seguía viendo avisos de Laredo, Texas. 

—¿Que hay en Texas? —pregunté.

—¿Además de vaqueros? —dijo Caleb. Lo fulminé con la mirada—. Tengo un negocio allí, Gatita, ¿está bien? —De pronto estaba muy serio de nuevo.

—Está bien —respondí.

Habíamos estado conduciendo por casi diez horas cuando finalmente Caleb se cansó. Apenas podía mantener los ojos abiertos y lo convencí de que debíamos parar porque yo no sabía conducir. Caleb se rió de mí pero entró a un motel para pasar la noche. No había mucho que ver en ese lugar, francamente la gente en el estacionamiento parecía atemorizante. Esto, definitivamente, no era un destino turístico.

—Probablemente van a robar la camioneta, lo sabes, ¿no? —dije

Caleb se encogió.

—Robaré otra por la mañana. —Yo me reí, Caleb no.

Yo quería hacer el amor, pero Caleb se había quedado dormido mientras yo estaba en la ducha. No tenía corazón para despertarlo. En medio de la noche, me buscó. Apenas supe lo que estaba pasando antes de sentir su boca en mi dolorido coño. Me levanté en mis codos y lo observé lamerme hasta que me corrí en su lengua.

Para el momento que me penetró, ya había olvidado cuan dolorida estaba. Estaba demasiado llena de la polla de Caleb como para que me importara. Gemí mi placer hasta las vigas del techo, sin importarme si alguien me oía. 

A Caleb tampoco parecía importarle mientras acababa dentro de mí con un grito. Hubo un breve pensamiento sobre protección pero luego solo pensaba en Caleb y los pequeños empujes que estaba haciendo en mi coño mientras él sobrellevaba las réplicas de su placer. 

Después de que pudimos limpiarnos, dormimos con las ventanas abiertas. Dormí en sus brazos segura, a salvo y feliz más allá de lo que podía creer. No me importaba a donde fuéramos, mientras él estuviera conmigo.