Capítulo 26
Día 14
Matthew se sentó frente a la anteriormente llamada Señorita Olivia Ruiz. Lucía horrible. Su largo cabello negro había sido apartado de su cara, recogido en un moño alto. Tenía círculos oscuros bajo sus ojos y no había comido mucho. Su falta de ingesta de alimentos la había mantenido en el hospital por 72 horas más, pero no la pudieron retener una vez que decidió irse.
La Agente Sloan también estaba en la habitación. Las revelaciones del caso habían sido un poco difíciles de digerir para ella, y Matthew deseaba que hubiese alguna manera de reconfortarla sin darle pie a nada. Había ido a su habitación después de visitar a Olivia en el hospital y haber averiguado sobre la última conversación entre él y Olivia. Hablaron sobre el caso por un rato pero luego ella había querido hablar sobre la noche que tuvieron sexo y tenía que hacerle saber en términos muy ciertos que solo había sido un romance de una noche. Ella lo había llamado un cobarde. Él la había llamado peor.
—¿Es esta la última hoja de papel? —preguntó Sophia Cole.
—Sí —dijo Matthew—. Una vez que salga de esta habitación, será Sophia Cole. A cambio de su silencio en cuanto a lo sucedido en los últimos cuatro meses, el departamento ha decidido retirar los cargos y darle una nueva identidad. Nosotros cubriremos los gastos médicos y le daremos el billete de avión que pidió. Adicionalmente, su madre recibirá 200.000 dólares que serán pagados en cinco años. Entienda que si llegas a violar los términos del acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos, será tratada como una terrorista bajo las provisiones del Acta Patriota y sujeta a pagar una multa de 250.000 dólares y posible encarcelamiento. Como sospechosa de ser terrorista, no será garantizado su derecho a un abogado ni serán presentados cargos oficialmente. Sin embargo, su caso será revisado cada tres años para determinar si es o no una posible amenaza. ¿Comprende los términos de este acuerdo?
—Sí —susurró aburridamente Sophia.
—¿Está de acuerdo con los términos de este acuerdo? —preguntó.
—Sí —dijo Sophia—. No es que tenga otra opción.
Matthew suspiró pesadamente y cruzó miradas por un segundo con Sloan. Ella sacudió su cabeza ligeramente, haciéndole saber cuánto odiaba lo que estaba sucediendo. Matthew también lo odiaba pero sus manos estaban atadas en cuanto al problema. —El gobierno de los Estados Unidos le ha dado todo lo que ha pedido con la excepción de devolverle el revólver S&W modelo 29 que fue confiscado cuando fue aprehendida —dijo Matthew.
—Y los chicos malos quedan libres, no olvide esa parte Agente Reed —dijo Sophia fríamente.
Matthew estaba molesto por eso también, pero él había hecho su trabajo y había dado tanto como podía.
—Sus pertenencias no fueron nunca recuperadas en la subasta en Karachi, Señorita Cole.
No se sentía bien llamarla por ese nombre pero era lo que ella había decidido y Matthew la respetaría.
—El gobierno estadounidense no ve necesidad de dañar sus relaciones con Pakistán basándose en alegatos infundados. Sin embargo, será mencionado en el informe que su declaración guió a las fuerzas conjuntas a la subasta que resultó con la liberación de más de 127 víctimas de tráfico humano y el arresto de 243 potenciales traficantes.
—Como sea Reed, ¿terminamos aquí? Me gustaría irme —dijo Sophia. Matthew no tomó su desdén de forma personal. Sabía la verdadera razón de su incomodidad y tenía muy poco que ver con el trato que estaba haciendo, el trato que había pedido. Ella aún estaba lamentando la muerte de Caleb... de James.
Matthew sospechaba que seguía vivo pero hasta donde a él y al departamento le concernía, James Cole había muerto en México de las heridas de bala que obtuvo mientras ayudaba en el escape de Olivia. El tirador, Khalid Baloch, estaba libre. Matthew también había cerrado el caso del secuestro de James Cole pero no antes de llegar a la asistente personal de Demitri Balk quien le había dicho que el señor Balk no tenía “niños sobrevivientes”. El mismo señor Balk no estaba disponible.
—Sí, señorita Cole, hemos terminado —dijo Matthew. Casi podía sentir el dolor de Sophia a través de la mesa y parecía estarse abriendo camino hacia su mente. Había querido que las cosas terminaran de una manera diferente. No solo para Sophia, sino también para él. Había estado perdiendo la fe en el sistema desde hacía tiempo. Había tenido la esperanza de que resolver el caso y encarcelar al tipo malo, tal vez le devolviera algo de la pasión que sentía por su trabajo. En cambio, su victoria había sido agridulce. Más de cien mujeres habían sido liberadas de ser esclavas sexuales, pero solo una parte de sus traficantes verían los interiores de una celda. La mayoría de ellos solo pagarían una multa y saldrían libres. “Dulce amargo” era una descripción vaga para lo que había sucedido en Pakistán.
—Vamos, cariño —dijo Sloan a Sophia—. Te acompaño hasta afuera —él se levantó, juntó sus papeles y los guardó en su maletín. Matthew miró intensamente a Sloan. Su cabello estaba recogido en una trenza francesa y su cara estaba limpia de maquillaje. Tenía puesto un traje gris que cubría todas sus sexis curvas, ella era un enigma. Matthew se preguntaba cómo era que cambiaba como el día y la noche. Como trabajadora social, parecía enfática y privada de facetas interesantes en su personalidad pero Matthew sabía, de primera mano, como podría ser cuando bajaba la capa. Casi se arrepentía de no haber aceptado su oferta de más sexo, nunca había estado con una mujer tan atenta de sus necesidades. Pero luego recordó que ella lo asustaba un poco.
Matthew se levantó y ofreció su mano a la señorita Cole.
—Adiós, señorita Cole, por favor sepa... que puede contactarme si alguna vez necesita algo. Tiene mi tarjeta y me sentiré ofendido si no la usa.
Sophia le sonrió pero lagrimas se mostraron en sus ojos.
—Gracias, Reed. Sé que hiciste tu mejor esfuerzo. —Apretó su mano.
—Gracias, señorita Cole —le dijo. No sentía que fuese suficiente, probablemente nunca lo sería. Matthew se giró hacia Sloan y le dio la mano—. Gracias por toda su ayuda también, Agente Sloan.
Sloan levantó su ceja caoba pero agarró la mano de Matthew y la apretó.
—No hay problema, Agente Reed, hágame saber si necesita ayuda con el informe final, me iré a Virginia mañana por la noche pero hasta entonces... mi teléfono estará encendido. —Ella sonrió y Matthew sintió que su cara empezaba a calentarse.
—Debería tenerlo todo, pero gracias —dijo rígidamente.
—Vosotros dos deberíais follar y acabar con esto —dijo Sophia sin humor.
—¡Livvie! Quiero decir... vámonos —dijo Sloan.
Matthew no tuvo oportunidad de responder antes de que las dos mujeres salieran de la habitación. Sonrió para sí mismo y movió su cabeza. Definitivamente iba a extrañar a Livvie y su grosero sentido del humor. Esperaba que buscara la ayuda que necesitaba y se recuperara definitivamente algún día. Sería una pena que una persona hermosa, inteligente y valiente perdiera su fe en el futuro.
Matthew tomó su grabadora y la apagó. Era un artilugio arcaico considerando que todo en esa habitación estaba grabado por las cámaras de vigilancia. Pero a él le gustaba tener su propia evidencia, las cosas tendían a perderse. La colocó en su maletín junto con sus archivos y se dirigió a la puerta.
Mientras caminaba hacia el ascensor, vislumbró a “Sophia” intercambiando un abrazo lloroso con su madre. A Matthew no le agradaba esa mujer después de todo lo que había aprendido sobre ella. Estaba feliz de que finalmente obtuviera la oportunidad de ver a su hija y tal vez disculparse por todo lo que le hizo pasar. Como parte del acuerdo, la familia de Sophia sería reubicada y a su madre le ofrecerían formación y empleo. Era más de lo que merecía según la estimación de Matthew.
Matthew estaría de regreso a un apartamento vacío en el sur de California hasta que fuese asignado a un nuevo caso. Esperaba que se diferenciara mucho de este y estaba seguro de que así seria. Mientras tanto, había decidido que no se rendiría hasta entrar en contacto con Demitri Balk. El tipo estaba involucrado y a pesar de que toda la evidencia indicaba lo contrario, no era intocable. Tal vez, con el pasar del tiempo, él también le llevaría a Muhammad Rafiq y al resto de sus cómplices.
James Cole merecía justicia.