CAPÍTULO UNO: UNA GRAN VIDA.
Me desperté como cada mañana, pronto para aprovechar los primeros rayos de luz.
Bajé de mi cama con el pie derecho, una vieja tradición que me inculcó mi familia.
Preparé mi desayuno, esas tortitas de pan crujiente que tanto me gustan al untarlas en la leche acompañadas de un par de finas tiras de bacon y un huevo revuelto.
El café como siempre, caliente con dos terrones de azúcar. Junto a él mi periódico recién traído por mi mayordomo.
Lo primero que me gusta hacer después de ingerir todo, es consultar mis acciones en bolsa y como no, todo va sobre ruedas. Las acciones de mi empresa han vuelto a subir.
Dirijo una gran empresa; Aerotec Enterprises.
Esta empresa la fundó mi difunto abuelo, la cual pasó a mi padre; también fallecido debido a un accidente de tráfico. Tras este trágico suceso pasé a ser Presidente ejecutivo de Aerotec.
Tengo a cargo cientos de personas bajo mi mando, asesores, abogados, diseñadores de marketing… todos somos una maquina perfectamente engrasada.
Nos dedicamos a comprar compañías de vuelo en quiebra o con problemas financieros a punto de extinguirse. Ofertamos una suma importante de dinero y una vez que aceptan pasan a nuestras manos para después venderlas fragmentadas.
Vendemos aviones a otras compañías que los pueden necesitar y si no los necesitan, creamos la necesidad de que los necesiten; la sensación de que deben comprarlos.
Vendemos repuestos de aviones, aeroplanos, asientos, motores y toda la maquinaria que conlleva.
Derrumbamos las instalaciones y vendemos el terreno a grandes empresas constructoras.
Este negocio se basa en comprar y vender rápidamente, minimizando las perdidas y maximizando las ganancias.
Todo esto nos convierte en una empresa líder del sector y por tanto la más enriquecida.
Como pude observar, las acciones de la empresa habían vuelto a subir, por tanto las mías también. Grandes noticias para empezar bien mí mañana.
Recorrí el pasillo hasta volver de nuevo al dormitorio, allí estaba mi mujer, aún dormida.
La dejé en su mesilla el periódico como cada mañana, la encanta la sección de moda.
En seis años de casados nunca la he visto madrugar ni un solo día; según ella es el secreto de su tersa piel. Pero eso a mí nunca me ha importado, puede permitírselo.
Salí de la habitación y puse rumbo al cuarto del vestidor. Allí se encontraba mi mayordomo.
—Señor Ernesto, tiene todos los trajes y camisas listos en sus armarios (dijo el empleado).
—Muchas gracias Daniel, puedes retirarte.
Entré y me cambié de ropa para ir al trabajo, opté por el traje más cercano a mí. Nunca me a preocupado tanto la moda como a mi mujer.
Llegué hasta la puerta principal de mi casa, junté mis manos para generar un par de aplausos.
Las persianas de la casa se levantaron. Toda la casa esta equipada con domótica.
Activé la alarma de seguridad y salí a mi enorme y precioso jardín.
Mientras recorría el camino hasta la verja principal observé la piscina; Ojalá este año pueda usarla, aquí en estas fechas siempre llueve.
Crucé la verja y allí estaba, mi chofer, con mi coche de alta gama; listo para iniciar el recorrido al trabajo.
Ocupé mi plaza en el vehiculo y mientras mí chofer arrancaba no pude dejar de mirar por la ventana. Suspiré y pensé:
¡Qué vida más maravillosa tengo!