CAPÍTULO NUEVE: ¿MI MAYORDOMO?
Amaneció y como por arte de magia allí estaba sentado en el suelo de la cocina.
No lograba explicarme como llegaba allí y mucho menos preguntárselo a Gabriela dado el sueño tan profundo del que siempre hace gala.
El timbre de mi casa sonó, me puse verdaderamente nervioso, quise abrir la puerta de la vivienda para ver al emisor responsable de quebrar mis nervios.
Me acerqué a hurtadillas hasta la mirilla. Esperaba encontrarme a cualquier indeseable al otro extremo de la puerta. Pero no fue así; se trataba de Daniel, mi querido mayordomo.
Abrí la puerta invitándole a pasar, me fundí con él con un calido abrazo.
Gabriela al ver su llegada optó por ir a comprar té a algún supermercado. No sin antes insistirle en que tuviera mucho cuidado.
Daniel y yo nos sentamos en el sofá e iniciamos la conversación:
—Don Ernesto, como son las cosas, las vueltas que da la vida. Ustedes no se merecían esto.
—Nos lo tomamos con resignación mi viejo amigo, ¿qué le vamos a hacer?
Aunque intenté disimular con una sonrisa la respuesta dada, Daniel se mostraba muy serio.
—Verá Don Ernesto, en verdad no vine aquí a hablar de su situación económica, vine hasta su casa para contarles que últimamente temo por mi vida.
—¿Y como es eso posible? (Le respondí).
—Mire jefe, al principio solo llamaban a mí teléfono móvil y colgaban, después, empezaron a dejar en mi buzón papeles con letras hechas con recortes de revistas, amenazándome y humillándome.
Durante la madrugada de ayer alguien aporreó la puerta de mi vivienda. Estoy muy asustado.
Intenté calmarlo, le insinué que sería alguna broma pesada de algún vecino o crio de la zona.
Siempre hay personas dispuestas a hacer pasar un mal rato a otras personas.
—Yo le estoy contando esto Don Ernesto para que usted y Doña Gabriela se anden con cuidado ya que podría tener algo que ver con alguien de su empresa, tal vez en busca de venganza.
En ese momento sonó la cerradura de la puerta de casa, la puerta se abrió lentamente. Me levanté de golpe atemorizado, tal vez por la historia de Daniel.
Era mi mujer, cargada con un par de bolsas de la compra.
—¡Chicos tenemos té! (gritó alegremente).
Nos sentamos a la mesa, tomamos ese té tranquilamente hablando los tres. Ninguno de los dos le dijimos nada a Gabriela sobre lo ocurrido a Daniel para no preocuparla.
De repente sonó una melodía, se trataba del teléfono móvil de mi antiguo mayordomo.
—Disculpen señores, debo atender la llamada (nos dijo Daniel).
Cuando colgó la llamada nos explicó que era una entrevista de trabajo, cuando tuvimos que prescindir de sus servicios rápidamente se volcó en la búsqueda de un nuevo empleo.
Pocos minutos más pasaron hasta que Daniel se despidió de ambos dos para volver a su casa.
Nosotros por nuestra parte le deseamos toda la suerte del mundo. Es un gran hombre que se merece conseguir ese empleo.
La verdad que en el momento me alegré muchísimo, me despedí de él con mis mejores deseos hasta que mí mujer al cerrar la puerta mencionó unas palabras:
—¡Suerte y hasta que nos volvamos a ver!
Pasé el resto del día sentado en un taburete observando la ventana mientras Gabriela veía la televisión. Miraba la lluvia caer reflexionando, ¿cómo que hasta que nos volvamos a ver?
Acaso la persona que llamó a Daniel ¿pretendía acapararlo para él?
A mi mayordomo personal, mi amigo… ¡si es como de la familia! ¿Quién osa?
Ha estado tantos años a mi lado, preparándome mis tareas y ahora me lo arrebatan.
—¿Qué vas a hacer Ernesto?, ¿vas a dejar que se salgan con la suya?, él nos pertenece (dijo una voz).
—¿Ernesto me has dicho algo?, con la televisión no te escuché (gritó Gabriela).
La mire perturbado.
—No he hablado Gabri, tienes la tele muy alta.