Extraño
a través de mi ventana se ve el patio y las flores están en su sitio y los árboles están en su sitio y todo está en su sitio y yo estoy tras la ventana viéndolo todo y sin poder moverme porque mami me ha dicho que no debo irme de aquí y papi me pega si sabe que he salido de la habitación. La gente pasa cada día por el otro lado del jardín y siento envidia de sus piernas y de sus brazos y de sus cabezas porque son bonitos y los míos no pero mami me dice que no importa que me quiere igual y luego se echa a llorar y se va y papi se enfada conmigo porque dice que la hago sufrir y me pega y yo me escondo en un rincón y grito, grito muy fuerte y entonces él se va y cierra la puerta con llave desde fuera y dentro no hay tirador para poder abrirla y nadie oye mis gritos y yo los odio a todos y los odio los odio porque son bonitos y yo feo y
Lo supieron desde antes que naciera. Lo supo el doctor cuando examinó a Luisa por la pantalla, y lo supo también ella aunque nadie se lo hubiera dicho. Luego, cuando él nació, el doctor no quiso enseñárselo a la madre, y el padre gritó: "¡Mátelo, doctor, mátelo, por Dios!" Pero él dijo que no podía hacerlo, que aquella criatura también tenía derecho a vivir, y cuando Luisa insistió en que quería verlo no tuvo más remedio que traérselo pese a las protestas del padre. Y apenas lo vio Luisa gritó muy, muy fuerte, estuvo gritando durante mucho tiempo, y tuvieron que administrarle fuertes dosis de calmantes, y su crisis de nervios duró más de dos meses. Luego ella se negó a criarlo, dijo que ni siquiera quería verlo, y pidió a su marido que por todos los santos la librara de aquello. El hombre fue a ver al doctor y estuvo hablando mucho rato con él sobre lo que se podía hacer, y luego regresó a su casa y sintió deseos de golpearse la cabeza contra las paredes, y pidió muchas veces a Dios que le diera una explicación de por qué había permitido aquello, por qué por qué y por qué.
El doctor les había hablado de cosas extrañas, de malformaciones hereditarias, de genes, de calmantes y medicinas, de radiaciones atómicas, de los aditivos con que se elaboraban los alimentos, de la gran polución que les rodeaba. Pero ellos no entendían nada de todo aquello. Luisa le suplicó al doctor que consiguiera que el niño fuera internado en algún sitio, pero el doctor dijo que en los sanatorios de ese tipo sólo admitían a niños subnormales, y que su hijo no era subnormal, tan sólo deforme. Además, añadió, era aún muy pequeño; era aún tan pequeño.
mi habitación está pintada de azul muy claro y tiene una ventana con rejas que da al jardín y por allí entra la luz pero no entra el aire porque está siempre cerrada y yo no puedo abrirla y tampoco llegan hasta mi los ruidos de fuera y mis gritos no llegan afuera tampoco y los árboles del jardín me ocultan un poco la vista de la calle y yo quisiera salir y ver lo que hay más allá de los árboles y de la calle. Un día que mami vino a traerme la comida aproveché mientras la dejaba en el suelo para salir corriendo de la habitación y ella me gritó mucho y me persiguió pero yo corrí más que ella y salí de la casa. Salí al jardín y vi de cerca los árboles y las plantas y la hierba y todo lo que me rodeaba y respiré un aire que nunca antes había olido y vi la gente al otro lado de la cerca y quise ir hasta ellos pero mami llegó corriendo tras de mi y me agarró y me subió de vuelta a la habitación y me pegó muy fuerte por primera vez y yo grité, grité mucho pero ella no me hizo caso y me volvió a pegar y me quitó la comida y me dejó encerrado en la habitación y cuando allá afuera se hizo negro vino papi con el rostro muy raro y me pegó me pegó mucho tanto que de mi cara brotó un liquido rojo y espeso y caliente y yo entonces unté mis manos con este líquido porque me dolía la cara y pegué contra las paredes con las manos y quedaron allí unas manchas oscuras y yo seguí gritando. Y papi me pegó más y me dijo que nunca más volviera a hacer aquello de escaparme y me siguió pegando y cuando se cansó se fue de la habitación y yo seguí untando de rojo las paredes y grité y estuve toda la noche gritando. Y papi vino después y me pegó de nuevo y mami dijo ya basta pero él me siguió pegando y luego me dejó a oscuras y yo tuve mucho miedo y grité más aún. Luego me escapé otras veces y papi me pegaba siempre hasta que salía liquido rojo de mi cara y yo entonces untaba mis manos en el liquido y pegaba en las paredes y el color azul quedaba lleno de manchas rojas y mami decía basta ya pero papi decía ojalá se muriera de una vez y yo seguía gritando seguía gritando y un liquido transparente salía de mis ojos y se mezclaba con el rojo que salía de mi cara y
Al principio era tan solo un muñoncito de carne, pero el mufloncito fue creciendo y adquiriendo una forma definida, y aquello fue aún peor.
Porque desde un principio habían sabido que nunca llegaría a ser una persona normal, no, nunca lo sería. Luisa no lo sacó jamás a la calle, no se atrevió, pues sabía que toda la gente lo miraría con horror y se apartaría de ella y se preguntaría cómo ella había podido engendrar aquello. Sabía que nunca podría vivir como un niño normal, nunca podría salir a la calle ni hablar con nadie, ni ir a la escuela, ni siquiera ver lo que había más allá de las cuatro paredes de su casa. “¡Oh, Dios, por qué no murió en mi vientre, por qué no terminó todo antes de nacer!" Sus amistades iban a verles 'de tanto en tanto y les decían "lo siento" y luego querían verlo, y ella se negaba, pero ellos insistían tanto que muchas veces al final terminaba accediendo. Y ellos miraban aquel muñoncito de carne con un gesto raro en sus rostros, y luego levantaban la vista y murmuraban: "Dios mío, qué desgracia, qué terrible desgracia".
Su marido recorrió todos los sanatorios de la región, fue llamando de puerta en puerta a todos los centros donde albergaban a niños subnormales, niños difíciles, niños con problemas. Pero en todos los lugares hallaba las mismas respuestas: "Lo siento, señor, comprendemos sus razones, pero no podemos hacer nada" Pero no podemos tenerlo con nosotros, suplicaba él, ¿es que no lo comprenden? ¡Nosotros también tenemos derecho a vivir!" "Si, si, lo comprendemos, pero no podemos hacer nada" "¿Qué quieren que hagamos, entonces? ¿Pretenden que terminemos con su vida?" “¡Oh, no, ni lo intenten, eso seria un asesinato!"
Al principio Luisa se negó a alimentarlo, ni siquiera quena verlo. Incluso llegó á pensar en dejarlo morir de hambre, y estuvo varios días sin llevarle comida, intentando no oír sus constantes gritos y llantos, con los nervios crispados, esperando a que terminara todo. Pero finalmente no lo soportó más y desistió. Y se inició la terrible rutina.
Cuando creció, Luisa le hizo preparar una habitación en el piso alto. Su marido hizo poner una reja en la ventana, y no quiso tirador en la parte interna de la puerta, así como tampoco quiso que la ventana pudiera abrirse sin llave, e hizo colocar un cristal que no se rompiera con los golpes. Luisa dijo que no podían encerrarlo por siempre allí, pero él dijo que sí lo haría, y que no quería sacrificar su vida por aquello, aunque fuera su propio hijo. El niño se pasaba todo el día allí, y Luisa le subía la comida, y de tanto en tanto iba a verle un rato e intentaba hablar con él, y él la miraba y sonreía, y al sonreír la fea hendidura que era su boca semejaba una caverna. Entonces Luisa se irritaba y le decía que él no comprendía, que no comprendía su desgracia, y se iba llorando de la habitación, y el muñoncito de carne se quedaba perplejo y abatido en su habitación. Por la noche, cuando su marido regresaba y la hallaba llorando en la cocina, se enfurecía, y dirigía todo su furor hacia él. Entonces subía y le pegaba, le pegaba una y otra vez, y aunque Luisa le gritaba que no lo hiciera él seguía hasta ver la sangre manar de aquel rostro deforme y sentir sus gritos desgarrarle los tímpanos. Entonces se calmaba y regresaba abajo, y decía que cualquier día iba a matarlo, pero no lo hacía. Y así pasaba un día, y otro, y otro, y otro más.
mami es bonita papi es bonito toda la gente que pasa por la calle al otro lado del jardín es bonita también con sus piernas y sus brazos que se mueven rítmicamente al andar uno dos uno dos uno dos. Yo no tengo piernas ni brazos como ellos y no los puedo mover como ellos y por eso sé que no soy como ellos aunque mami dijo una vez que yo también era bonito si y luego se echó a llorar. Yo pienso que debo ser bonito pues si no lo fuera no estaría aquí con ellos y aunque no tenga ni brazos ni piernas como los de ellos debo ser bonito un día tengo que preguntárselo a mami pero no sé como hacerlo porque no puedo hablar NO PUEDO HABLAR COMO ELLOS y cuando quiero decir algo de mi boca tan sólo sale un sonido siempre el mismo y esto me hace enfadar y cuando sucede grito y entonces mami se irrita y hasta una vez me pegó y entonces yo grité más fuerte y ella se fue corriendo y diciendo oh Dios. Me pregunto si mi cara será también bonita como la de mami y papi y toda la gente del otro lado del jardín lo averiguaré algún día si lo averiguaré y entonces podré decir mami tú eres bonita y yo también soy bonito como tú y como papi y como toda la demás gente que pasa al otro lado del jardín pero no puedo hablar no puedo hablar NO PUEDO HABLAR y me esfuerzo y no lo consigo y grito y entonces mami llora y cuando se hace oscuro afuera viene papi y me pega y yo grito más y más fuerte y unto de rojo las paredes y papi deja la habitación a oscuras y yo le tengo miedo a la oscuridad. Tengo que ser bonito sí debo serlo debo serlo debo serlo
Cuando cumplió seis años, Luisa dijo que tenían que tomar una decisión. No podían mantenerlo toda la vida encerrado allá arriba, era preciso hacer algo definitivo. Su marido estuvo pensando durante mucho rato, y finalmente dijo que la única solución posible era llevarlo a un sanatorio, pero ya lo habían intentado y no lo querrían. Luisa dijo que era preciso que le enseñaran algo, pero él dijo que no podía ir a ninguna escuela, y allí en la casa tampoco podrían enseñarle. Luisa sugirió probarlo ella misma, pero él se lo prohibió terminantemente. Entonces Luisa, que era católica, fue a ver al sacerdote de su parroquia y le pidió si quería ir a enseñar a su hijo. Y el hombre dijo que sí.
De este modo, el sacerdote empezó a ir dos tardes por semana y se encerró en la habitación con el niño, y empezó a hablarle y a enseñarle cosas. Luisa le compró algunos libros y el sacerdote los utilizó para que aprendiera, se los iba mostrando y le decía lo que eran las letras, cómo se leía y cuál era el significado de las palabras. El niño le escuchaba atentamente y luego torcía su boca en aquella sonrisa que era una mueca, cogía los libros y a veces rompía las páginas. El sacerdote le decía que aquello no estaba bien y que no debía hacerlo, y entonces él se ponía a gritar, y Luisa acudía corriendo para ver lo que sucedía. Algunas tardes subía también ella e intentaba enseñarle algo con los libros, y él se reía con su risa fea y deforme, y ella sentía un agudo dolor y terminaba yéndose, y entonces él gritaba y rompía las páginas de los libros, y gritaba aún más.
no me gusta el hombre del cuerpo negro no tiene piemos sino un tubo negro del que le salen los pies y me mira como si yo fuera un bicho raro y me habla de una manera extraña enseñándome cosas que no entiendo de unos libros que no me gustan y por eso yo los rompo, rompo sus páginas y él se enoja y me dice que no debo hacer eso y entonces yo grito y él se va. Mami también quiere que yo aprenda las cosas que hay en los libros feos pero yo no quiero y por eso los rompo pero ella trae otros y yo los rompo también y papi se enfada y me pega ahora me pega siempre y yo grito y unto de rojo las paredes. Ayer aproveché que el hombre del cuerpo negro dejó por un descuido la puerta abierta y me escabullí por ella y bajé al piso bajo pues quería hallar aquello que mami llama espejo y que sirve para que uno pueda verse a si mismo y saber si es bonito o feo. Lo encontré y me lo llevé arriba y nadie se enteró de que había salido del cuarto y yo lo guardé bajo mi cama sintiéndome muy feliz y esperé y mami vino y al ver la puerta abierta y a mí dentro me dijo que yo había sido bueno pues no había escapado a pesar de haber podido hacerlo y me dio un beso SI UN BESO y yo me sentí muy feliz muy feliz muy feliz y grité de felicidad y a mami le gustó mi grito y se rió y fue la primera vez que la vi reír. Cuando ella se fue cogí el espejo de debajo de la cama y me miré en él y entonces toda mi felicidad se fue y me di cuenta de que las cosas no eran como había pensado y me dije oh no tú no eres bonito como papi y mami y todos los demás del otro lado del jardín ni siquiera como el hombre del cuerpo negro y me puse triste y me asusté y me enojé también y golpeé el espejo una y otra vez y el espejo se rompió y sentí daño en mi mano. Y seguí golpeando y vi que de mi mano salía también líquido rojo y pensé en papi cuando me pegaba y grité, grité fuerte y entonces vino mami y me dijo oh no cielos y me quitó el espejo que estaba roto en muchos pedazos y ahora ya no estaba contenta ni se reía y me dijo que no debía hacer aquello que no debía hacerlo nunca nunca nunca y trajo trapos blancos y me envolvió la mano después de echarme no sé qué en ella pero yo me arranqué después los trapos y dejé que el liquido rojo corriera y me sentía tan triste. Hubiera querido decirle a mami que yo estaba triste porque no era bonito como ella sino que era feo feo feo pero no podía no puedo hablar y por eso me eché a llorar y el liquido transparente se mezcló con el liquido rojo de mi mano y unté las paredes una y otra y otra y otra vez
Luisa le contó lo del espejo a su marido, y éste dijo que había que acabar de una vez con aquella situación. Llamó a un psiquiatra y le pidió que examinara a su hijo. El psiquiatra vino y al ver al niño hizo un gesto raro, pero lo examinó. Dijo que el niño no estaba en absoluto enfermo mentalmente, no se le apreciaba ningún retraso ni deformación mental. Y sin embargo, tuvo que admitir que era distinto.
Claro que podían intervenir muchos factores en aquello, dijo. "Lo tienen siempre encerrado aquí, ¿verdad?", preguntó. "Si, claro." "¿Y por qué no intentan sacarlo alguna vez a la calle?" "¿Está usted loco, doctor?" "Sí, claro, lo comprendo, pero tendrían que pensar también un poco en él. Su cuerpo es deforme, de acuerdo, pero no deformen también su mente." "¿Pretende acaso que vayamos por el mundo exhibiendo nuestra desgracia?" "Sé que va a ser duro para ustedes, pero tienen que hacerlo: no pueden mantenerlo siempre encerrado entre esas cuatro paredes."El padre se negó. No, no pensaba hacerlo, no quería hacerlo. Lo único que deseaba era una certificación que le permitiera encerrarlo en un sanatorio para niños anormales, deformes, difíciles, lo que fuera. El doctor negó con la cabeza: aquello no era posible. ¿Por qué? El niño no era subnormal, en absoluto. Existían otros muchos niños deformes en el mundo, y sus padres no intentaban eludir sus responsabilidades encerrándolos. Pero esto no era ya deformidad, alegó el padre, era...era... No sabía en qué forma expresarlo. Monstruosidad, pensó el doctor, bajando la cabeza, comprendiendo el problema pero sin poder hacer nada. En ningún sanatorio lo aceptarían, afirmó, porque no existían motivos para ello, amenos que pagaran unas cantidades exorbitantes que no podían sufragar. El único consejo que podía darles era: que procuraran tratarlo un poco mejor. Era también un ser humano, y merecía el trato de un ser humano. El era el menos culpable de lo que le sucedía. ¿De quién era la culpa, entonces?, preguntó el padre. El psiquiatra no sabía contestarle. De la sociedad probablemente. De los mismos hombres. O tal vez de Dios.
El padre subió aquel día al cuarto del niño, pero no le pegó. Permaneció mirándolo durante mucho rato, observándolo mientras contemplaba abstraído la calle desde su enrejada ventana. Endureció las mandíbulas, intentando contener su desesperación. Luego bajó nuevamente. Luisa estaba preparando la cena. Su mirada era suplicante. Se sentó a la mesa. Se quedó contemplando sin verlo su plato vacío.
"Lo mataré —murmuró para sí mismo—. Algún día lo mataré. "
papi no me quiere mami no me quiere tampoco nadie me quiere lo sé lo he comprendido poco a poco y me hace daño el saberlo me hace mucho daño aquí no sé donde dentro de mi cabeza dentro de mi cuerpo tal vez. Papi y mami no me quieren porque soy feo y ellos son bonitos y el hombre del cuerpo negro no me quiere tampoco y veo en su cara el desagrado porque su cara es bonita y la mía no y por eso siento deseos de pegarle como lo hace papi conmigo sí algún día le pegaré y lo haré muy fuerte y entonces veré si de su cara sale también liquido rojo como a mi y si unta también sus manos en él como yo y golpea las paredes como yo y deja las huellas oscuras de sus golpes y si grita como yo si le pegaré le pegaré. Papi y mami no me quieren y yo los odio porque no me quieren sí los odio los odio porque ellos son bonitos y yo soy feo y algún día les pegaré también y luego me iré fuera y pegaré a todo el mundo y buscaré fuera a otros que sean como yo para irme con ellos si ha de haber en el mundo otros que sean como yo y cuando los encuentre seremos felices todos juntos y nos uniremos y seremos fuertes y los otros ya no nos importarán aunque no nos quieran sí eso haré. Esperaré a que venga el hombre del cuerpo negro y entonces le pegaré le pegaré le pegaré mucho y muy fuerte si y luego
Aquella tarde el sacerdote vino un poco más tarde que de costumbre. Estuvo hablando unos momentos con Luisa en el piso bajo, y luego subió a la habitación. Llevaba bajo el brazo un nuevo libro, mucho más bonito que los otros, con gran cantidad de dibujos en colores y muchas fotografías. El sacerdote se había dado cuenta de que al niño no le gustaba aprender letras y números, pero sí le encantaba en cambio ver dibujos de las cosas que había en el mundo y fotografías de otros lugares. Bien, alternaremos pues la enseñanza con la diversión, se había dicho. El sacerdote se sentía molesto en aquella habitación, junto a aquel pequeño monstruo, con aquel amasijo de carne deforme que sin embargo era también un ser humano, y por eso precisamente, porque era también un alma como las demás, había aceptado aquello, porque era su misión aunque le repugnara.
Empezó la clase. Sentado en una silla, fue explicándole los dibujos que había en el libro. El niño no podía hablar, pero oía perfectamente, entendía todo lo que se le decía, comprendía el significado de las cosas. Su mente era despierta, mucho más despierta que la de todos los demás niños de su edad, y captaba inmediatamente todas las cosas que quería y le gustaban. Empezó a enseñarle fotos, y el niño se rió con aquella risa suya monocorde, y golpeó el libro con sus cortas manos palmeadas pegadas casi a sus hombros, y saltó sobre los muñones que eran sus pies, sin talón ni dedos. Y de pronto, el sacerdote gritó.
Inesperadamente, el niño había saltado a su espalda, y pasando sus cortos zancos que eran su remedo de piernas por su cuello empezó a golpearle la cabeza con sus puños cerrados, aquellos puños duros como una roca, mientras gritaba alegremente su único sonido articulado. El sacerdote intentó liberarse de aquella presa, pero el niño era como una lapa en su cuello y se sujetaba fuertemente, y le golpeaba una y otra vez, y su fuerza era la de un caballo. El sacerdote no podía comprender aquel súbito ataque sin motivo y agitaba frenéticamente las manos, mientras sentía que los golpes llovían sobre su cabeza, sobre sus ojos, sobre sus labios, sobre su nariz. No podía poseer tanta fuerza, se decía oscuramente, un cuerpecillo deforme como aquel no podía poseer tanta fuerza. Perdida la serenidad, golpeó él también, y puso en los golpes toda su fuerza, y el niño aulló y se soltó de su cuello, y cayó al suelo y se alejó reptando hacia el rincón. Con la vista enturbiada por la sangre que manaba de sus cejas partidas, el sacerdote abrió la puerta y salió de la habitación. Sólo se entretuvo el tiempo suficiente para asegurarse de que la puerta quedaba bien cerrada a sus espaldas.
Luisa lo vio entrar tambaleándose en la cocina, con el rostro cubierto de sangre, y se llevó horrorizada las manos a la boca. "¡Oh, cielos!", exclamó. El sacerdote se derrumbó en una silla, y lanzó un profundo suspiro que era casi un hipido. "Nunca había hecho algo así —murmuró—. Me atacó." Y un pesado silencio invadió la cocina.
me gusta pegar es bonito sí. Da gusto ver cómo es otro el que grita y sentir mis puños hundirse en su carne y ver como el líquido rojo corre también por su cara y mis manos se untan en él y luego puedo golpear las paredes y ver como también quedan manchas en ellas. Me gusta y me siento feliz porque ahora sé que soy fuerte y que nadie me pegará ya más porque entonces yo también pegaré pegaré y pegaré y haré salir liquido rojo de sus caras bonitas y ni papi ni mami ni nadie se atreverán a decirme ya nada ni a prohibirme nada porque soy fuerte y si lo hacen les pegaré a ellos también les pegaré les pegaré les pegaré. Nadie se compadecerá ya de mi porque soy feo ni dirá pobre hijito vaya desgracia para sus padres porque si lo dicen me enfadaré con ellos y como soy fuerte les pegaré también les pegaré les pegaré y haré brotar liquido rojo de sus caras bonitas y se pondrán feas como la mía y no me sentiré tan triste y les pegaré para que sean feos como yo les pegaré les pegaré les pegaré
Cuando por la noche Luisa le contó lo ocurrido a su marido éste se enfureció. Bien, hasta entonces no le habían querido creer, pero ahora ya no les quedaría otro remedio que hacerlo. Era un ser violento, un auténtico monstruo, y podía llegar a hacer mucho daño cuando creciera, como se lo había hecho ya aquella tarde al sacerdote. Llamaría al sanatorio, y les diría que lo vinieran a buscar y se lo llevaran, y ahora ya no podrían negarse. Al sacerdote sí le creerían, y el sacerdote les diría que era un ser violento y que debía ser recluido.
Subió a la habitación, y Luisa subió tras él. Se sentía irritado y contento al mismo tiempo. "¿Qué es lo que vas a hacer?" "Nada, sólo quiero despedirme de él. Vete abajo." "No, por favor, no le pegues más. Aún es tu hijo, no puedes olvidarlo, no puedes." Pero él entró en la habitación, cerró la puerta tras él, y se guardó la llave en el bolsillo. El niño estaba en su rincón, mirándole fijamente. Afuera era oscuro ya. Se acercó a él y levantó el brazo. El deforme cuerpecillo se acurrucó en su rincón.
es bonito pegar es muy bonito sí. Ahora sé por qué papi me pega porque es bonito y a él le gusta como también me gusta ahora a mí. Ahora ha venido y va a pegarme de nuevo pero ahora sé que yo también puedo pegar y me gusta y por eso no lo hagas papi no lo hagas por favor. El me pega me pega oh me pega pero el líquido rojo no sale aún de mi cara y me escabullo y él me persigue por la habitación y me pega otra vez y grita palabras que yo no comprendo y me pega y yo me escabullo y me sitúo a su espalda así y luego salto así y me agarro a su cuello así y él lanza un grito pero yo me agarro me agarro fuerte y entonces pego y él intenta cogerme pero no puede hacerlo y ahora soy yo quien pego pego pego. El grita y yo grito también y los dos gritamos y el liquido rojo empieza a salir de pronto de su cara y esto me gusta por eso sigo pegando y él intenta cogerme con sus manos pero no puede porque estoy bien agarrado a su cuello y pego pego pego oh qué bonito qué feliz soy. El se debate pero no puede hacer nada y cae al suelo y se revuelca y yo pego pego pego y mis manos están llenas de su liquido rojo y él no se revuelve ya sólo gime y yo siento un gran placer porque pego pego pego y él dice basta ya oh hijo por qué por qué y sus labios son gruesos y están rojos y de su boca mana liquido rojo y yo hundo mis manos en este liquido rojo y pego pego pego. Ahora soy muy feliz porque él ya no es bonito su cara es fea como la mía y así pego pego pego y unto mis manos en el liquido rojo y golpeo las paredes y dejo manchas rojas en ellas. Y papi está tendido en el suelo ya no se mueve ni gime tiene los ojos muy abiertos y yo no quiero que los tenga abiertos porque me miran y son bonitos y yo soy feo y por eso pego pego pego hasta que sus ojos ya no se ven están todos rojos y entonces grito grito mucho porque soy feliz y vuelvo a untar mis manos y unto mis piernas y todo mi cuerpo en su liquido rojo y pego pego pego oh qué feliz soy papi eres igual que yo feo y deforme y por eso no puedo ya detenerme y pego pego pego
Luisa subió. Hacía ya mucho rato que su marido había entrado en la habitación, y tenía un extraño presentimiento. Recordaba lo que le había dicho hacía pocos días: "Lo mataré, algún día lo mataré." Llegó arriba. En la habitación se oía un ruido sordo, un golpeteo monocorde, y un gritito bajo, suave y sostenido, casi como una cantinela, acompañando al golpeteo. Abrió la puerta con su llave, y se quedó petrificada en el umbral. El golpeteo cesó, y una pequeña forma teñida de rojo se giró hacia ella, la miró, y emitió un gorjeo de felicidad.
Luisa sintió que se le helaba la sangre en las venas. Se llevó las manos a la boca, pero no pudo contener el agudo grito de terror. La pequeña forma rojiza se acercó arrastrándose hacia ella, dejando a sus espaldas un húmedo rastro rojo. Luisa cerró precipitadamente la puerta por fuera y dio dos vueltas a la llave. Echó a correr escaleras abajo: sentía que el corazón iba a estallarle, no tenía voz ni siquiera para gritar. Entró en la cocina, cogió convulsivamente el teléfono y marcó con desesperación un número. Desde el otro lado una voz desconocida indicó: "Policía, ¿dígame?" Y Luisa solo pudo gemir: "Vengan, vengan pronto, por favor. Dios, es horrible, ha matado a su padre."
no me gusta esta habitación no tiene ventana por donde pueda ver la calle y las paredes son blandas y fofas y el suelo también y no hay cama ni silla ni ningún mueble toda vacía solamente en una de las paredes hay una rendija estrecha por donde alguien mira de vez en cuando. Me vinieron a buscar a casa y me cogieron y me apartaron de papi que ya no gritaba ni se movía ni echaba líquido rojo y cuyos ojos ya no eran bonitos y vi a mami que me miraba desde la puerta tenia un gesto raro en la cara y lloraba y yo quise decirle no llores mami no quiero que llores si lo haces te pegaré como he pegado a papi no quiero que nadie llore aquí porque yo soy muy feliz puesto que nadie se reirá ya más de mi ni se compadecerá porque soy feo. Pero los hombres que vinieron a buscarme me sacaron fuera de la casa y yo al principio me puse contento pues pensé que iban a llevarme de paseo y me enseñarían todas las cosas bonitas que hay en los libros pero me ataron y me metieron dentro de una cosa que ellos llaman coche y no pude ver lo que pasaba pues cerraron la puerta y no había ventanas por donde mirar. Sentí que el coche se movía durante mucho rato y luego abrieron nuevamente la puerta y estábamos en otro sitio que no conocía y me sacaron de allí y me metieron en una casa grande y gris y me llevaron a esta habitación donde me han encerrado y no puedo salir pues no sé dónde está la puerta no hay nada que la señale y no puedo pegar contra las paredes porque son blandas y no hacen ruido y no puedo untarlas de rojo como allá en mi habitación pues me han atado y no puedo moverme por eso me revuelco en el suelo y grito y vuelvo a gritar pero no me oyen nadie me hace caso y ya no soy feliz. De mis ojos sale otra vez el liquido transparente y moja el suelo pero se seca rápidamente y no deja mancha allí y entonces grito aún más fuerte pero nadie viene salvo alguien que de tanto en tanto mira a través de la rendija estrecha y luego se va hasta que viene otro o quizá sea el mismo y mira también y se va y luego viene otro y después otro y otro y otro más
—¿Cree que se trata de un caso de deformación mental, doctor?
—No lo sé. Sufre una fuerte desviación, es cierto; sus reacciones no son las de un niño normal, ni siquiera son las de un niño. Es un ser extraño, con una personalidad distinta del resto del mundo. Pero sus facultades están intactas. Es incomprensible.
—Puede que todo se deba a su propia malformación física.
—Sí, es posible. Aunque lo sorprendente es que los exámenes que se le practicaron en ocasiones anteriores revelaron que no evidenciaba ninguna deformación emocional apreciable.
—Entonces, ¿cómo se explica el que matara a su padre?
—Bueno, no lo sé. En cierto modo, creo que no comprende el que ha matado a su padre, de hecho no creo que ni siquiera conciba la muerte como tal. Imagino más bien que sus desviaciones actuales no son más que el resultado de lo que lo ha estado rodeando durante toda su vida. Entre nosotros existe la creencia de que un ser físicamente deforme ha de ser también forzosamente un deforme mental, y efectivamente casi siempre termina siéndolo; pero no lo es en forma congénita, sino que son las circunstancias del entorno las que van moldeando esa segunda deformidad. Recuerde lo que nos ha contado su madre en las últimas conversaciones: jamás salía a la calle, no lo dejaban moverse de aquella habitación, y su padre le pegaba a menudo. En realidad, ellos le tenían tanto horror como le podría tener usted si se lo encontrara por sorpresa en plena calle en una madrugada. ¿Imagina usted lo que puede ser toda una vida encerrado entre cuatro paredes, viendo la calle solamente a través de una ventana enrejada, y sin conocer más que a dos personas que no le demuestran el menor afecto?—En cierto modo, comprendo que al final actuaran así.
—Sí, éste es el problema. La madre nos dijo que, cuando nació, ambos suplicaron al doctor que lo matara. La eutanasia es un recurso muy discutido, es cierto, pero en algunos casos... No sé, pero imagino que seres así jamás deberían llegar a existir. Nunca serán auténticos seres humanos, el vacío que se hará constantemente a su alrededor los envolverá en un halo extraño de repugnancia, compasión y horror que lentamente los irá pervirtiendo... Como en este caso.
—¿Cree que su padre intentó pegarle también aquella noche?
—Indudablemente sí. Y la reacción de...bueno, de él, no fue más que la cristalización de seis largos años de encierro en un mundo reducido a cuatro paredes y la incomprensión del porqué de todo aquello, la rebeldía de decidir devolver el golpe y la sorpresa de ver que su acción tenía éxito. Es indudable que él no quiso matar a su padre, sino simplemente responder de alguna manera a su brutalidad, y al hacerlo descubrió algo nuevo: el placer de la violencia.
—¿Y ahora?
—Ahora no sé. Encerrado en un mundo tan limitado como aborrecido, imagino que habrá ido creándose otro mundo para sí mismo, un mundo interior que lo justifique a él colocándolo en primer término ante el mundo exterior que lo rechaza. Si no podemos penetrar en este mundo, no podremos llegar nunca hasta él.
los hombres vienen miran a través de la rendija y se van y yo me encuentro solo solo dentro de esta habitación que no me gusta y por eso grito pero nadie me oye y grito y el líquido transparente brota de mis ojos y cae al suelo y yo siento deseos de pegar y pego pego pego pero no sirve de nada pues las paredes son blandas y no resuenan y entonces me pego a mi mismo hasta que de mi cara brota liquido rojo y unto mis manos en él y pego contra las paredes pero las huellas apenas se ven y entonces entran unos hombres y me atan y es inútil que grite. De tanto en tanto se abre una puertecita pequeña en la habitación y por allí me pasan comida pero yo no como pues no me siento feliz querría ver a mami y a papi y también al señor del cuerpo negro y decirles que ya no les pegaré más que no pegaré a nadie no importa que sean más bonitos que yo pero querría que me dieran besos como el beso que me dio mami aquel día en que robé el espejo antes de que se enterara de que lo había robado y creyó que había sido bueno pues no me había escapado. Pero ahora me tienen encerrado aquí y me siento triste y grito grito grito y mis gritos no sirven de nada pues nadie viene y por eso me escaparé sí porque no quiero estar más tiempo aquí viendo a esa gente que me mira por la rendija y viendo las manos que me pasan la comida por la puertecita pequeña y oyendo los cuchicheos de no sé quién y estando siempre solo menos cuando vienen esos hombres que me atan y
—¿Qué podemos hacer con él, doctor?
—No lo sé. No creo que sea posible ayudarlo de ninguna forma. Por supuesto, lo estamos intentando, pero...
—¿Pero qué?
—No lo sé. Honestamente, no lo sé.
hoy han venido a buscarme y me han sacado de la habitación han entrado un par de hombres y yo he saltado de alegría al verlos pero ellos me han cogido por la fuerza y me han atado como otras veces y me han llevado fuera yo no quiero que me aten y por eso me he debatido pero no ha servido de nada ellos me tenían bien sujeto y me han llevado a una habitación donde había muchos otros hombres y mujeres y me han atado en una mesa dura y fría y me han hurgado mucho. Yo he dicho que no quería que me hurgasen pero no sé hablar y ellos no me entienden y por eso he gritado y gritado pero a ellos no les ha importado y me han hecho callar tapándome la boca oh cómo los odio mucho mucho mucho les pegaré si les pegaré a todos aunque no quiero pegar más pero lo haré y así sabrán que no pueden hacerme lo que me están haciendo me odian ahora lo sé porque no soy como ellos y por eso me hurgan para saber por qué soy distinto. Todos los hombres y mujeres son bonitos menos yo y quisiera pegarles hacer que sus caras dejasen de ser bonitas y fueran feas como ¡a mía y como la de papi por qué no vienes a buscarme papi y me sacas de aquí tú me pegabas pero no dejabas que nadie me hurgara ni me mirara como lo hacen ahora y aquel hombre del cuerpo negro me quería aunque yo fuera distinto a él ahora me doy cuenta y quería ayudarme pero estos no me quieren ayudar me sacan de la habitación blanda y me llevan a otra habitación y me hurgan y luego me vuelven a llevar a la habitación y me hurgan y luego me vuelven a llevar a la habitación blanda y me dejan allí y otra vez vienen a buscarme y me hurgan de nuevo y yo grito grito mucho pero ellos me hacen callar oh cómo quisiera pegarles a todos ellos porque son bonitos y yo no y por eso los odio y les pegaría para que vieran que yo también soy fuerte y así quizá no me hurgasen más y
—Ya no podemos hacer nada por él. Es demasiado tarde.
—¿Qué solución tenemos, pues?
—Ninguna. Dejarlo que siga como hasta ahora. Permitir que continúe encerrado en su universo particular, que siga viviendo en él.
—¿Hasta cuándo?
—Hasta el final... Hasta que muera.
—Lo dice como si fuera un loco incurable.
—En cierto modo lo es; no creo que esté loco exactamente, pero sí es incurable. Dios, ¿por qué no existirá en el mundo un solo lugar para la gente que es como él?
huiré. Sí huiré huiré huiré. Lo he pensado bien y sé que es lo único que puedo hacer puesto que me siento triste y desgraciado en esta habitación que es como la de casa pero no tiene ventana y no puedo ver el jardín ni la gente bonita que pasa por la calle y no están aquí ni mami ni papi ni el hombre del cuerpo negro y la gente que viene a verme no me gusta aunque ahora ya no me hurguen pero no me dejan salir y aunque grito no me oyen o fingen no oírme y ni siquiera se ocupan de mimas que para lavarme y darme la comida pero yo no quiero que me laven ni comer quiero ver a la gente bonita que pasa al otro lado del jardín y no a esos ojos que me miran desde detrás de la rendija. He descubierto que puedo arrojar liquido por la boca y cuando miran por la rendija lo arrojo y me han dicho no escupas es feo y así sé que esto es escupir y cuando miran escupo y así me siento feliz porque no quiero que me miren. Huiré si huiré y me iré ajuera y buscaré a otros como yo y formaremos un mundo solo para nosotros pues ya no quiero estacón la gente bonita porque los odio y ellos me odian también a mí. Huiré si huiré huiré huiré
—Dios, para verse así mejor sería no vivir.
—Y ahora tan solo es un niño. ¿Qué ocurrirá cuando pase el tiempo y crezca, y se convierta en un hombre, y se dé cuenta completamente de su deformidad?
—Nunca llegará a ser un hombre. El doctor dice que nunca podrá desarrollar la inteligencia suficiente como para convertirse en un adulto.
—¿En qué se convertirá, pues?
—No sé, él empleó una palabra... Extraño, creo que dijo.
—¿Y pasará todo el resto de su vida aquí, en esa habitación acolchada?
—Parece que sí. ¿En qué otro lado puede estar?
—Pobre. Para vivir de este modo, más le valdría morir...
de tanto en tanto vienen y me acuestan y luego me levantan y me dicen cuándo debo comer y cuándo debo dormir y cuándo debo hacer esto y cuándo debo hacer lo otro. Por la noche traen una cama y me atan a ella y por la mañana me la quitan y debo estar en el suelo y esto no me gusta. Me han traído algunos libros con muchos dibujos como los que me enseñaba el hombre del cuerpo negro pero no me gustan y los rompo y ellos me dicen que no debo hacerlo y me traen otros libros y yo los rompo también y entonces me pegan no lo hacen como papi sino que me pegan en otros sitios muy suave pero me hacen más daño que papi y aunque no brota liquido rojo de mi cuerpo sí brotan gotas transparentes de mis ojos y yo no quiero que me peguen así y por eso intento pegar yo también pero como siempre son dos me cogen entre ellos y no puedo hacer nada y me atan y me dicen eres un pequeño monstruo y me pegan otra vez como saben nacerlo y se van riéndose y yo grito grito mucho yo no soy un monstruo vosotros sois los monstruos y por eso os odio tanto oh cómo os odio. A veces viene a verme un hombre viejo con unos cristales delante de los ojos y me mira y me dice pobre hijo pero sacude la cabeza y se va y no arregla nada ni siquiera me dice por qué me tienen encerrado aquí y no puedo ver ni a mami ni a papi a veces me traen unas cosas que quieren que yo les arregle como unos cuadrados que han de ir colocados unos al lado de los otros y cosas así y me enseñan como hay que hacerlo para que yo lo repita pero no me gusta y los tiro por todos lados y me dicen que si no hago lo que ellos me dicen nunca aprenderé nada pero yo no quiero aprender nada solo quiero salir de aquí ir afuera y ver el jardín y la gente bonita del otro lado me escaparé si huiré muy lejos a buscar a los otros como yo y no me volverán a encontrar y seré feliz con los míos huiré muy lejos si muy lejos muy lejos muy lejos
—Comprendo lo que debe sentir hacia su hijo, señora; él mató a su marido, pero piense que no era consciente de lo que hacía. No fue suya la culpa.
—¿De quién fue entonces?
—De todo el mundo, quizá. De todo este mundo de reglas establecidas de antemano, donde no tienen cabida los seres extraños como él. No debe culparlo por lo que ha hecho, señora. El es mucho más infeliz que todos nosotros.
—No lo culpo, doctor. Y aunque me esfuerzo, no puedo odiarlo. No consigo olvidar que pese a todo es mi hijo.
—¿Desea verlo?
—Sí.
hoy me han mirado a través de la rendija y no he escupido he visto aquellos ojos y he reconocido a mami. Mami ha venido a verme y esto me ha hecho feliz pero no ha entrado en la habitación como si no quisiera que yo la viese será tal vez porque está enfadada porque pegué a papi pero papi era bonito y yo quería que aunque fuera tan solo por un momento se volviera feo como yo y por eso lo hice. O quizá sean ellos quienes no la han dejado entrar porque no me quieren y desean que sufra mucho por eso los odio los odio mucho mucho mucho y cuando tenga ocasión me escaparé y me iré lejos con los míos y formaremos un mundo nuevo donde todos seremos felices lejos de las personas bonitas y no les dejaremos venir a vernos aunque mami si podrá venir aunque sea bonita porque me quiere mucho ya que una vez me besó y papi podrá venir también porque ya no es bonito es feo como yo. Me escaparé cuando pueda sí me escaparé bien lejos con los míos y no me encontrarán nunca más me escaparé me escaparé me escaparé
—¿Qué puedo hacer, doctor?
—¿Sobre qué?
—Sobre él... Mi hijo.
—¿Desea un consejo sincero? Olvídelo, señora. Usted nunca ha tenido un verdadero hijo. Imagine que murió al nacer. Piense que no ha existido nunca, e intente reconstruir su vida. Si no lo hace de este modo, nunca podrá librarse del fantasma que la atormenta. Y los fantasmas deben ser dejados atrás.
no me quieren nadie me quiere todos me odian y yo los odio también quisiera pegarles sí pegarles a todos y pegarles mucho mucho mucho me escaparé ya lo creo que me escaparé he visto como puedo hacerlo y no podrán detenerme y me iré lejos muy lejos y nunca jamás podrán encontrarme nunca jamás nunca jamás
— ¡Doctor, doctor...! ¡Ha escapado! ¡El monstruito ha escapado...!
Gritos, carreras, exclamaciones, órdenes, idas y venidas. Había escapado, el treinta y siete había escapado. Desde hacía unos días el doctor había ordenado que se le llevara afuera durante media hora diaria, que se le dejara pasear a solas por el pequeño patio que había tras el edificio, rodeado por el alto muro, para que pudiera respirar un poco el aire del exterior e hiciera algo de ejercicio. Había ordenado que lo dejaran solo, que un enfermero observara de lejos sus reacciones. Necesitaba un poco de actividad, o la vida encerrado en aquella habitación acolchada terminaría volviéndolo realmente loco. Luego, si el experimento tenía éxito, podrían ampliar aquella media hora a una, a dos o a más, y tal vez así se consiguieran algunos resultados.
Los enfermeros lo habían dejado solo en aquel pequeño patio, y durante los primeros días el niño había empezado a dar vueltas al reducido espacio, como presa de una gran excitación. Estaba solo, solo al fin, y sobre su cabeza podía ver el cielo. Y entonces, de pronto, al cuarto día, había trepado ágilmente el muro — ¡oh, aquel inaccesible muro!— y había saltado al exterior. No, no podía ser, era inconcebible. La tapia era alta y lisa, no tenía asideros, y sin embargo él se había encaramado, la había escalado y había saltado limpiamente al otro lado, y ahora estaba libre en el exterior. ¡Cielos, debían atraparlo de nuevo, debían cogerlo lo antes posible, era peligroso! No era extraño de cuerpo, sino también de mente, no podían prever sus reacciones. ¡Vamos, vamos, aprisa, debían hallarlo y volver a meterlo en su habitación acolchada, antes de que fuera demasiado tarde!
Carreras, gritos, exclamaciones, órdenes, idas y venidas. La gente corría de un lado para otro. Alguien requirió la ayuda de un par de agentes de la policía.
—¡Vamos, vamos! —gritaba incansablemente el doctor—. ¡Debemos encontrarlo antes de que tropiece con alguien!
me he escapado estoy libre puedo correr. Hay árboles a mi alrededor puedo correr entre ellos estoy libre nadie me sujeta la habitación blanda no está ha desaparecido y puedo correr oh sí soy feliz muy feliz tan feliz. Durante varios días me han sacado fuera y me han dejado solo parecía como si quisieran que me fuera y yo les he obedecido he escalado el muro ha sido fácil si muy fácil saltar al otro lado y ver que allí ya no había nadie que me impidiera correr ahora puedo ir a donde desee y mirara la gente bonita que pasa y verlos a todos y decir si me gustan o no y buscar a los que sean como yo para unirme a ellos. Nadie me puede detener y si alguien lo intenta le pegaré sí le pegaré mucho como le pegué a papi y así no podrán detenerme y me dejarán ir con los míos. Ahora voy a correr correré mucho y muy rápido y así no podrán atraparme y buscaré el lugar donde están los míos los que son como yo. Adiós mami adiós papi adiós habitación adiós todos los que me miraban a través de la rendija adiós a todos ya no os odio me voy con los míos soy feliz sí muy feliz de veras tan feliz
Todo el personal del sanatorio había sido movilizado. El doctor había advertido a todos que el pequeño paciente tenía una fuerza extraordinaria, y que podía matar a golpes a una persona si se lo proponía. Hizo notar que tenía una gran habilidad en enroscarse al cuello de uno y golpearle así directamente al rostro, y que fueran con mucho cuidado si se tropezaban con él. Los dos policías sacaron sus pistolas y dijeron que si intentaba agredirles dispararían, ya que no podía andarse uno con contemplaciones con una amenaza así. Y el doctor pensó que quizás eso fuera lo mejor.
Lo buscaron durante toda la tarde, sabiendo que no podía meterse en las zonas habitadas y que debía estar deambulando por los bosques y parques que rodeaban el sanatorio. Hallaron varias veces indicios de su paso. Cuando empezó a oscurecer, los policías sugirieron llamar a la central y traer perros. Pero el doctor no sabía qué podía pasar en un enfrentamiento de los animales con el pequeño monstruo. Sugirió seguir buscando un poco más; no podía estar muy lejos.
Entonces, allá delante en el bosque, hallaron el cuerpo del hombre con la cabeza machacada a golpes. Y en aquel momento supo el doctor que ya no existía ningún lugar para aquel desgraciado ser en el mundo, y los policías amartillaron sus pistolas y dijeron que dispararían sin previo aviso en cuanto le vieran.
Y la búsqueda prosiguió.
yo no quería no no no no quería hacerlo no quería que me vieran solo quería esconderme y verlos a ellos porque eran bonitos como mami y como papi y me gustaban. Yo iba corriendo a través del bosque y los vi a ellos y ellos no me vieron estaban muy juntos y él le hacia algo a ella y los dos reían y yo me escondí entre los árboles porque quería verlos y pensar en mami y papi pero hice ruido y él se separó de ella y se puso en pie y dijo quién se esconde ahí maldita sea y ella dijo déjalo Juan vamonos y se levantó también pero él dijo que iba a darle su merecido a ese mal nacido que se dedicaba a espiar a las parejas y empezó a buscar. Yo me había escondido y quería irme pues no quería que me vieran puesto que ellos eran bonitos y yo feo pero él empezó a buscar y cuando quise irme hice ruido otra vez y él dijo así que estás ahí sal de tu escondite marrano que voy a darte una paliza que te acordarás toda tu vida y entonces me vio y dijo oh cielos es un monstruo y ella gritó mucho y él dijo quizá sea un marciano y ella gritó otra vez y él entonces cogió una gruesa rama del suelo y vino hacia mí y quiso pegarme y yo le dije no lo hagas no quiero que me pegues o te pegaré yo también pero no podía hablar NO PODÍA HABLAR y entonces él me pegó con ¡a rama y me hizo daño y yo grité grité mucho y él me pegó otra vez y entonces yo salté no quería hacerlo pero él me pegaba me pegaba así que pegué yo también. El gritó algo que no entendí y ella gritó también y huyó y él intentó cogerme pero yo había saltado ya a su cuello y le pegaba no quería hacerlo de veras no pero él era malo me odiaba y me había llamado monstruo y marciano y él era bonito y yo no yo era feo y por eso quise que él también fuera como yo para que no pudiera ¡Jamarme más monstruo ni marciano y nos fuéramos los dos juntos a buscar a los otros que eran como nosotros y así le pegué le pegué le pegué y salió liquido rojo de su cara y gritó mucho y cayó al suelo y se revolcó y yo seguí pegando pegué mucho y unté mis manos en su liquido rojo y unté mi cara también y todo mi cuerpo y él ya no gritaba estaba inmóvil en el suelo y yo le dije levántate y ven conmigo e iremos a buscar a los que son como nosotros pero no podía hablar no podía hablar NO PODÍA HABLAR y entonces le grité porque él estaba muy quieto y le grité otra vez y lo sacudí pero él no se movió y entonces tuve miedo porque me recordaba a papi y pensé en ¡a chica que estaba con él y que había huido y pensé que iría a buscar a ¡os otros y que me pegarían porque yo era feo y ellos bonitos y me llevarían otra vez a la habitación blanda y entonces huí yo también lo dejé allí y me fui pero antes unté mucho mis manos en su liquido rojo y unté también en la boca y probé y vi que era dulce y caliente y bueno y me gustó. Así que corrí mucho de nuevo para que no me encontraran debo buscar a los otros como yo no me gusta el mundo de los hombres y las mujeres bonitos así que me iré con los míos y seré feliz si seré feliz lejos de todos esos que me odian y tendré amor y no me encerrarán en una habitación blanda ni querrán pegarme otra vez porque ellos sean bonitos y yo feo feo feo
Era preciso hallarlo antes de que tropezara con más gente y volviera a matar. Era peligroso, y ahora el doctor lo sabía bien, aunque en el fondo se daba cuenta de que era peligroso no por sí mismo sino por lo que le habían hecho y lo que le estaban haciendo aún. Los policías querían matarlo, la muchacha que encontraron luego estaba histérica y gritaba que debían matarlo, todos decían que debían matarlo, y él sentía algo extraño en su interior. Ahora habían organizado una batida en toda regla, y uno de los policías pidió refuerzos desde un teléfono público. Poco después toda el área estaba acordonada, y las huellas de su paso eran a trechos muy visibles y fáciles de seguir. Uno de los policías no hacía más que repetir que dispararía apenas lo viera, lo decía una y otra vez, y su arma amartillada en su mano hablaba elocuentemente de su ansiedad. Algunos de los habitantes de la zona se unieron también a la batida, y aunque no sabían mucho del asunto repetían lo que oían a su alrededor: hay que matarlo, sí, hay que matarlo. El policía que había pedido refuerzos por teléfono dijo que iban a traer también perros, y entonces la cosa sería rápida.
De pronto, alguien gritó: “¡Allí está!", y la cacería comenzó.
son ellos los he visto lo sé son los que me encerraron en la habitación blanda y me hurgaban y no me dejaban salir. Me persiguen porque me odian y quieren hacerme sufrir y tenerme encerrado allí siempre sin poder ver lo bonito que hay en el mundo pero yo no me dejaré no dejaré que me cojan huiré si huiré y me iré con los míos y si intentan detenerme les pegaré sí les pegaré como pegué a papi y luego al hombre y untaré mis manos en su liquido rojo y mi cara y todo mi cuerpo y huiré otra vez porque ellos son bonitos y yo no y por eso me odian. Me persiguen y corren pero yo corro también y me escabullo entre los árboles pero ellos van más aprisa que yo y gritan algo y luego hacen un ruido que nunca había oído pum pum pwn y oigo silbar algo cerca de mí y gritan más y yo corro pero ellos corren más aprisa y me cogerán y yo no quiero que me cojan les pegaré mucho hasta que me dejen marchar pero ellos siguen tras de mí y siguen haciendo pum pum pum y unas cosas que no veo silban junto a mí y acabo de sentir algo que me ha quemado en la espalda y me duele pero corro corro corro hay algo que brota de mi cuerpo es el liquido rojo noto su calor resbalando por mi espalda y no lo comprendo porque nadie me ha pegado aún pero ellos me siguen y hacen pum pum pum y noto algo que me quema de nuevo oh no quiero que me cojan quiero escapar irme con los míos dejadme ir por favor no hagáis más pum pum pum solo quiero Unte con los que son como yo dejadme por favor dejadme ir dejadme dejadme
—¡Le he acertado, le he dado en la espalda!
—¡Vamos, vamos, sigamos disparando! ¡No podemos dejarle escapar!
—¡No, esperen, no lo maten! ¡Es un ser humano, no sabe lo que hace! ¡Les juro que es un ser humano!
no sé lo que me pasa siento dolor mucho dolor como cuando papi se enfadaba mucho y me pegaba muy fuerte y siento que las fuerzas se marchan de mi cuerpo y estoy empapado de líquido rojo y es mi propio líquido rojo el que me empapa pero nadie me ha pegado. Los hombres me siguen continúan haciendo pum pum pum y noto algo que cada vez me quema más por dentro y me duele mucho y no puedo correr como antes y no lo comprendo porque aún no me han alcanzado no pueden haberme hecho daño pero no puedo correr y cada vez están más cerca de mi y caigo al suelo y me rodean. Veo a unos hombres que no había visto nunca antes con un cuerpo extraño de color azul y una gorra en la cabeza y llevan algo negro en ¡a mano que echa un poquito de humo por un agujerito y me miran y no quiero que me cojan otra vez pues me pegarán y me llevarán de vuelta a la habitación blanda y por eso intento escapar otra vez pero no puedo no puedo moverme y pienso que les pegaré si les pegaré mucho para que no vuelvan a cogerme pero las fuerzas me abandonan y ellos se inclinan sobre mi y alguien dice es horrible y veo también a ¡os hombres que venían a sacarme de la habitación y al que me hurgaba y que llamaban doctor. Mami papi dónde estáis no sé lo que me pasa quiero ir con los míos y alejarme de este mundo de hombres y mujeres que me odian porque yo soy feo y ellos son bonitos y veo al que me hurgaba que se inclina sobre mí y dice pobre triste y desgraciado monstruo y no comprendo por qué y quiero decirle yo no soy un monstruo solo soy feo y por eso me odiáis pero no puedo hablar no puedo hablar NO PUEDO HABLAR. Ellos me odian si y por eso no quieren que vaya con los míos quieren encerrarme de nuevo en la habitación blanda y verme sufrir y yo pienso que no les he hecho nada para que me odien yo no tengo la culpa de ser feo pero ellos me miran de una manera extraña como si realmente tuviera la culpa y quiero correr pero no puedo y el liquido rojo sale mucho de mi cuerpo y siento dolor oh qué dolor tanto dolor. Luego uno de los hombres de uniforme toma su objeto negro y dice algo y se inclina sobre mí y todos están muy serios y tristes y hasta creo que horrorizados y quizá un poco arrepentidos por lo que han hecho pero no comprendo por qué. El hombre del objeto negro lo apoya en mi cabeza y todos se estremecen pero tampoco comprendo por qué no comprendo por qué no me queréis aunque yo sea feo si no os he hecho nada solo quiero ser feliz y huir de aquella habitación blanda y de las personas que me odian e irme con los míos con los que son iguales que yo pero no puedo oh qué dolor qué intenso dolor qué terrible terrible terrible dolor
—No tiene objeto hacerle sufrir más —dijo el policía. Apoyó el cañón de su pistola en la enorme cabeza deforme y disparó.