Los Bretones eran los Celtas de Gran Bretaña. Algunas de sus tribus, parientes de los Galos de Bélgica, habían prestado gran ayuda a éstos contra César, y otros se habían aliado a los Vénetos. Entonces, César decidió realizar, en el año 55 y 54 a. de C., dos desembarcos que no fueron exactamente campañas de conquista, sino incursiones de castigo, al tiempo que expediciones de reconocimiento.
Al igual que la Galia, la Bretaña estaba dividida en tribus y poblados entre los que reinaba a menudo un estado de hostilidad. Los Bretones eran muy similares a los Galos en su lenguaje y sus costumbres, sobre todo en las regiones costeras de la Mancha, particularmente en el Cantium (Kent), cuyos habitantes, recientemente desembarcados del «continente», mantenían con la Galia estrechas comunicaciones y soportaban, desde mucho antes de la conquista romana, la influencia cultural del Mediterráneo. Las tribus del interior y las nórdicas estaban menos desarrolladas, al igual que los poblados de Escocia y de Irlanda. Los guerreros bretones se pintaban el cuerpo de azul con tintura de glasto; llevaban bigotes y cabello largo. El Sur, más civilizado, tenía una población más densa, distribuida en numerosos pueblos. La tierra era fácil de labrar y el trigo se cultivaba bien. Los habitantes de esta región acuñaban piezas de bronce y oro. En los poblados primitivos del interior no se cultivaba el trigo, pues se alimentaban primordialmente a base de leche y carne, se vestían con pieles de animales, y usaban una moneda rudimentaria en forma de barras de hierro. Construían los oppida, hecho que indica que estas regiones eran menos pacíficas y seguras que las del Sur.
Los guerreros bretones seguían utilizando los carros de combate, una antigua tradición céltica. Tales carros, arrastrados por dos caballos, tenían las partes laterales de mimbre y dos grandes ruedas, provistas de aros o llantas de hierro con radios. Eran estables y rápidos y su dotación la componían dos hombres: un conductor y un guerrero armado con jabalinas y una lanza. Los conductores realizaban las cargas a toda marcha en zig-zag, descendiendo por las empinadas cuestas, al tiempo que los guerreros lanzaban sus jabalinas, mientras se mantenían en equilibrio precario sobre el suelo del carro o sobre la lanza del mismo. Los carros atravesaban la caballería enemiga, y entonces los guerreros echaban pie a tierra para batirse mejor, en tanto que los vehículos se retiraban hacia una posición de concentración. César estimó que estos carros combinaban la movilidad de la caballería con la solidez de la infantería; sin embargo no parece que fuesen eficaces más que en algunas victorias contra destacamentos aislados de los Romanos.
La indumentaria de los jefes Bretones se parecía a la de sus homólogos Galos, pero sin armadura. Sus escudos ovalados de madera estaban decorados con motivos célticos realzados con esmaltes y placas de bronce. La caballería bretona era ligera y los jinetes, con el torso desnudo y tocados con cascos de bronce, iban armados con jabalinas y una gran espada o un puñal. Sus escudos estaban fabricados con mimbre y con una piel tensa, pero no disponían de umbo central. Los guerreros de a pie no usaban ni casco ni armadura, pero disponían de escudos oblongos, armados con una espada larga y a veces con jabalinas. También existía una infantería ligera, cuyos soldados disponían de venablos, un puñal y un pequeño escudo redondo; en combate desempeñaban un papel comparable al de los auxiliares hispanos o al de los vélites de las antiguas legiones anteriores a Mario. Los Bretones se batían preferentemente en pequeños grupos.
Las tribus del Norte, más antiguas, disponían asimismo de honderos, que utilizaban como proyectiles guijarros que transportaban en una bolsa de cuero suspendida de la cintura y se protegían mediante una rodela. César nos ha descrito una técnica defensiva que los guerreros trinobantos (habitantes del este de Bretaña) utilizaron infructuosamente para intentar impedirle atravesar el río Támesis. Erizaron su orilla de estacas puntiagudas inclinadas hacia el río y clavaron otras en el vado, con sus extremos ocultos bajo el nivel del agua.