ESTE ES EL CUENTO QUE EXPLICA UNA HIJA MIA QUE TIENE SOLO CINCO AÑOS
Esto era dos nietecitas y una abuelita, y, la más medianica, dice:
—Abueliiita, ya cabao la tareiiica.
—Pues coge pan y miel y vete a vender. — Dice—: Pero no pases por la calle de la Amargura, ¿eh?
Dice:
—No.
—Y si te encuentras a la Virgen Pura dile que coma cravos como tu padre comítía...
Y etoces va y dice:
—Ahora que mi abuela está descudiá voy a pasar por la calle la Amargura.
Y se encuentra la Virgen Pina.
—¿Me podrías dar una naranjita para este pobre niño que está muerto de sed?
—No. Que coma cravos como mi padre comía.
Y antonces va y dice ella:
—Adónde me venderían estas poquitas naranjas?
—¿Ves aquella puerta tan escura, tan escura, tan escura?, pos picas con un carbón que t'abrirá tu padre,
Y hace: ¡Pom, pom! Y sale el demonio.
—¿Quiééén es?
Dice:
—Yo. Que mTia dicho una mujer que me compraría unas pocas naranjitas.
Y entonces dice el demonio:
—Sí, sí. ¿Por aónde quieres pasar? Por la de cuchillos, por la de navajas, por la de cristales, por la de... hachas, por la de...
Dice:
—Por denguna, por denguna, que me cortaría.
Y dice el demonio:
—Por la de hachas.
Y va pasando y se va cortando poquito a poco, poquito a poco, poquito a poco, a pedacitos, a pedacitos...
Y dice la pequeñica:
—Abueliiiita, ya cabao la tareiiiica.
—Pues coge pan y miel y vete a vender. Pero no pases por la calle de la Amargura, ¿eh?
Dice:
—No.
Dice:
—Y si te encuentras a la Virgen Pura, dile que coma cravos como tu padre comía...
Y bueno, dice:
—Ahora que mi abuela está descudiá, voy a pasar por la calle la Amargura.
Y va por la calle la Amargura y se encuentra a la Virgen Pura, que dice:
—¿Me podrías dar una naranjita para este pobre niño que está muerto de sed?
Dice:
—Sí, sí, todas las que quiera usted.
Dice:
—Sólo una, sólo una.
Y sólo toma una. Y antonces va y le dice:
—¿Sabe usted aónde me venderían estas pocas naranjitas?
—Sí. ¿Ves aquella puerta tan blanca, tan blanca como la nieve? Pos picas con una cajcara de huevo que t'ábrirá tu padre.
Y hace: Pom pom. Y le sale Dios. Y dice:
—¿Qué quieres?
—Yo. Que m´ha dicho una mujer que me compraría unas pocas naranjas.
Y entonces dice Dios:
—¿Por acuála puerta quieres pasar? Por la de hojalata, por la de plata o por la de oro.
—Por nenguna, por nenguna, que la ensuciaría...
Y dice Dios:
—Pues por la de oro.
Y entonces va y baja San Pedro del cielo y le da cien pelotitas. Y canta ella:
—Estas cien pelotitas de oro que Dios me las dio, para mi padre y mi madre, para mis hermanas, no, porque están en el infierno por un pecado mortal, por no darle a la Virgen Pura un pedacito de pan.
Y dice la que está en el infierno:
—Hermaniiiica, que me quemo el culico.
—Hermaniiiica, que me quemo la frentica.
—Hermaniiiica, que me quemo los ojicos.
—Hermaniiiica, que me quemo la boquica.
—Hermaniiiica, que me quemo las oreiicas.
Y colorín, colorado, este cuento s'acabado.