CAPÍTULO VII

 

LAS REACCIONES DE BOONE

 

Cuando el médico acudió al rancho, tras examinar a ambos heridos, dijo:

—Lo de su hijo no tiene importancia alguna. Ha recibido un golpe violento y ha sufrido una gran conmoción, pero cuando se le pase, su herida es más aparatosa que grave. En cuanto a Nicole, sin que sea mortal, su herida es más de cuidado y tardará más de dos semanas en encontrarse en condiciones de ponerse en pie. No hay infección y lo peor para él es la pérdida de sangre. En cuanto esté en condiciones, debe comer bastante y cosas de gran alimento para reponer la sangre perdida. En cuanto a la herida, presenta buen aspecto.

—Pero la bala...

—Aquí la tiene; no estaba muy honda y no me costó trabajo extraerla. Que se esté lo más quieto posible y todo marchará bien para él.

Fue a la mañana siguiente cuando Cherry recobró el conocimiento. Su hermana no se había acostado en toda la noche atendiendo simultáneamente a ambos heridos. Cherry con los ojos apagados miró en torno durante algunos instantes y luego murmuró:

—¡Mi cabeza! Parece que me va a estallar.

Lydia le aplicó unas compresas de agua fresca, cosa que alivió su dolor y mareo, y su padre preguntó:

—¿Cómo te sientes, Cherry?

—Tengo la cabeza que parece que me la llenaron de plomo; además me duele aquí.

—Debiste sufrir un golpe muy rudo.  ¿Qué pasó?

—No lo sé, padre. Nicole debe saber...

—Nicole regresó con su caballo trayéndote atravesado en él y no sé cómo pudo llegar, porque tenía un balazo en el costado que le hizo perder mucha sangre.

—¡Oh, no sé lo que pasaría entonces! Nos sorprendieron varios peones de Boone que surgieron por detrás de unos montículos y dispararon sobre nosotros. Mi caballo debió recibir un tiro, porque salió disparado sin poder hacerme con él hasta que me arrojó de la silla. Sentí un golpe y... no recuerdo más.

—Lo cual quiere decir, que Nicole a pesar del acoso que sufristeis, pudo recogerte y traerte aquí pese a la herida que había recibido. Me figuro que la cosa debió desarrollarse así, y si acierto, habrá que reconocer que le debes la vida, pues otro no creo que se hubiese expuesto de ese modo sabiéndose en peligro. Como aún no ha recobrado el conocimiento, no ha podido decirnos qué pasó. Espero que lo consiga pronto y nos informe de todo. En cuanto a ti, ha dicho el médico que descanses en silencio y se te pasará el mareo. Te dejamos y descansa lo mejor que puedas.

Padre e hija abandonaron el dormitorio de Cherry para pasar al de Nicole. Había quedado instalado en el rancho, donde podía ser mejor atendido y vigilado.

El ex capataz seguía en el lecho, pálido e inmóvil. Respiraba con ahogo y tenía fiebre.

Lydia dijo a su padre:

—Usted vaya a los pastos, donde está haciendo falta, y yo cuidaré de este hombre. No se le puede dejar solo por si reacciona y trata de arrancarse el vendaje. Voy a ponerle unas compresas de agua fría en la cabeza para que le baje el ardor de sus sienes.

—Bien, Lidia. Yo voy a dar cuenta a los demás de lo que sabemos por el momento. La lesión de Cherry impide que regrese junto al hatajo para vigilar y habrá que confiar esa misión a alguien.

—Pueden enviar a Bem, el tío de Marjorie. Es un hombre serio y nada cobarde.

—Tendremos en cuenta tu sugerencia.

Penn abandonó el dormitorio y Lydia se entregó a la tarea de aplicar compresas a la ardorosa frente del ex capataz.

De un modo inconsciente, le contemplaba con intensidad en aquellos momentos en que sus miradas insistentes no podían ser mal interpretadas. Sentía cierta sugestión por el bravo Nicole, debido a su hombría de bien,y aparte esto, trataba de catalogarle físicamente. Y en justicia, le encontraba un hombre viril, guapo, dentro de su condición de hombre y de una anatomía perfecta. Podía satisfacer las exigencias de cualquier mujer.

Pero aparte esto, su lealtad, lo que había hecho en favor de su padre y los demás colonos y lo que debía haber arriesgado para salvar la vida de su hermano, le hacían aún más atrayente para ella.

Que esta atracción pudiese surtir ciertos efectos era algo en lo que la joven no había pensado, pero nadie podía predecir lo que sucedería el día de mañana.

Penn dio cuenta al resto de los rancheros de lo sucedido y del estado lastimoso en que Nicole había regresado, y luego añadió:

—Con el hatajo han quedado sólo los peones, pero dado que de momento mi hijo no puede volver a hacerse cargo de la vigilancia de las reses, alguien tiene que ir, he pensado que Bem es el más indicado. Por su edad, por sus condiciones y por ser hombre listo y de resolución, opino que es el más indicado.

El aludido repuso:

—Por mí no hay inconveniente, pero necesito saber dónde han quedada confinadas las reses. No puedo recorrer el paraje a ciegas.

—Preguntaré a mi hijo, y si él puede hacer un croquis que sirva de guía, lo hará.

—De acuerdo. Ahora, falta saber cuál va a ser la reacción de ese buitre. Si los peones atacantes han regresado al rancho dándole cuenta de lo sucedido, pero sin encontrar el hatajo, algo tendrá que intentar. Por ello debemos estar alerta, no sea que se lie la manta a la cabeza y espera algún pretexto para atacarnos.

—Estaremos alerta y preparados para ello.

Penn regresó al rancho y visitó a su hijo. Éste se estaba recuperando de la conmoción.

—¿Cómo te sientes, Cherry?

—Bastante mejor, padre,  ¿y Nicole?

—De momento igual. Aún no ha recobrado el conocimiento.

—Es un gran tipo. Otro hubiese sucumbido en la emboscada y yo... no lo estaría contando a estas horas.

—En efecto. Fue una gran idea incorporarle a nuestro equipo, pero dejemos eso a un lado y hablemos de otra cosa. Como no estás en estado de regresar al lugar donde han quedado las reses, hay que mandar a alguien y va a ir Bem el tío de Hooker.  ¿Podrías señalar lo más aproximadamente el lugar donde quedó el hatajo?

—Creo que podría con cierta aproximación. Está al lado contrario del río, en un lugar que lo ocultan una sucesión muy tupida de setos.

—¿No habría alguna señal particular que sirviese de orientación?

—Pues... todo lo que puedo añadir, es que está a unas quince millas poco más o menos y que allí, el río inicia una curva algo suave. Cien yardas más abajo hay un vado; cruzándolo y retrocediendo hasta alcanzar de nuevo la curva del río, sólo hay que buscar los setos y detrás de ellos encontrará el lugar hondo y resguardado donde quedaron las reses. Pero si Bem ha de ir solo, creo que lo mejor que puede hacer desde el primer momento, es pasar a la orilla contraria del Gila y seguir adelante. Hasta ahora los peones de Boone han buscado a lo largo de la orilla contraria, que es por donde deben esperar la llegada del hatajo, y esto le hará el camino más seguro. Pero antes de salir de aquí cuiden de poner un par de peones a la salida de la senda para vigilar, por si Boone tiene más gente dedicada a otear la ruta. Que se escondan lo mejor posible para no ser vistos y si descubriesen algo en ese sentido, que no permitan que puedan seguir a Bem. Es cuanto puedo decir.

—Así se lo expondré a mis compañeros.

Y tras dar estas instrucciones a Bem, al siguiente día dos peones salieron por delante a tomar posiciones con objeto de bloquear la salida y poco más tarde Bem emprendía el camino.

No sucedió nada, nadie intentó seguir al tío del ranchero, quien siguió adelante en busca del hatajo, mientras más tarde, los dos peones regresaban a dar cuenta del resultado de su misión.

 

*  *  *

 

Mientras tanto, los peones destacados por Boone para indagar lo que había sucedido con el hatajo, regresaban al rancho. Sólo faltaba el que había muerto amanos de Nicole.

El ranchero escuchó con los dientes apretados el relato de sus hombres y bramó:

—¡Esto no puede ser! He perdido tres hombres en pocos días sin resultado alguno, y si las cosas siguen así, terminaré por quedarme sin equipo y sin reses. No me explico cómo cuatro hombres no han podido con dos, tomándoles por sorpresa.

—Hicimos lo que pudimos, y si los dos han regresado, no deben haberlo hecho en buenas condiciones. Cherry fue lanzado del caballo cuando matamos a éste y se estrelló contra un peñasco. En cuanto a Nicole, estamos seguros de haberle alcanzado de un balazo, pero es duro como la roca. Pese a su estado, consiguió saltar de su caballo, recoger a Cherry y llevárselo. Su caballo, nos había sacado mucha delantera y cuando quisimos alcanzarle ya escapaba con el cuerpo de Cherry. Pero puedo asegurarle que huyó mal herido; pudimos apreciarlo por la sangre que derramó en la tierra en el lugar donde recogió a Cherry.

—Bueno, eso lo sabré con certeza cuando vea al médico, pues si no llegó muerto—y ojalá así haya sido— habrán tenido que curarle. Pero lo que más me interesa es el hatajo que ya debía haber llegado.  ¿Qué ha sido de él?

—No vimos rastros de las reses. Quizá su salida se haya retrasado.

—Pero no tanto tiempo. Debían estar aquí hace tres días por lo menos y no hay rastro de esas reses a lo largo del río. ¿Dónde diablos pueden estar?

—Pues... si no se han retrasado, nadie lo sabe. Un rebaño así con un equipo conductor, no se roba tan fácilmente. Los conductores tendrían que defenderlo y habría huellas de la pelea. Por otra parte, salvo Nicole y Cherry nadie más ha transitado por la orilla del Gila y ellos regresaban al rancho. Quizá salieron a vigilar a ver si llegaba el hatajo y al no descubrirlo, decidieron regresar.

—Todo esto no me satisface. Mike es un hombre formal y me fijó una fecha aproximada para la salida del ganado y calculó los días de conducción. Todo eso ha sido rebasado y no hay la menor noticia de nada.

—Sí, pero mil reses no se meten en un pañuelo.

—Pero han podido ser arrojadas al río.

—¿Por dos hombres solos y teniendo enfrente a los conductores de la manada? No, patrón, eso es absurdo.

—Lo será, pero el ganado no llega y yo estoy en ascuas.

—En ese caso, sólo le cabe buscar la manera de comunicarse con el vendedor y pedirle noticias del ganado. Él podrá decir si ya salió o se retrasó por algo ignorado.

—Tendré que hacerlo así. Voy a telegrafiar pidiendo confirmación de la salida o causas del retraso.

Boone se encerró en su despacho a meditar lo que debía hacer para aclarar la situación. Era indudable que sus enemigos andaban detrás del hatajo para impedir que llegase a su destino, pero no admitía que dos hombres solos pudiesen haberlo interceptado apoderándose de él, sin que sus conductores, en mayor número, lo defendiesen.

Pero aun en el caso improbable de que hubiesen logrado realizar tan espectacular hazaña, ¿qué habían hecho con los astados? Estos no habían llegado a los pastos, no aparecían a lo largo del Gila y nadie sabía una palabra de aquella enorme masa de carne y cuernos.

La situación era como para desesperar a cualquiera y no le cabía más indagación que comunicarse con el vendedor y que éste le diese cuenta de las andanzas de sus reses.

Pero esto tenía un peligro. Las reses eran robadas, no sabía si por alguna circunstancia, Mike había sido sorprendido con el ganado, y si así había podido ser, un telegrama pidiendo noticias de la compra podía ponerle en evidencia al sospechar que él fuese el comprador del alijo.

Y desistió por el momento de telegrafiar. Esperaría un par de días o tres más y si no había noticia alguna del hatajo, entonces se arriesgaría a indagar.

Por ello, decidió preocuparse sólo de comprobar si tanto Nicole como Cherry habían llegado con vida al rancho y si su estado era de gravedad.

Y montando a caballo, se dirigió al poblado. Directamente se encaminó a la casa del médico, el cual le saludó diciendo:

—¿Qué le trae por aquí, señor Boone?

—Vengo a consultarle, doctor. Llevo unos días con un dolor muy molesto en esta pierna y quisiera que me examinase a ver qué diablos me sucede.

El médico, tras reconocerle, dijo:

—No le encuentro nada, señor Boone. Esto debe ser un poco de reuma.

—¿Y qué?

—Puedo recetarle algo, aunque el reuma es una enfermedad muy confusa hasta ahora. De todas formas, intentaremos al menos paliarle el dolor.

Y le extendió una receta.

Entonces, Boone puso al descubierto el verdadero objeto de la visita.

—¿Qué le ha sucedido a Cherry, el hijo de Penn? Me han dicho que le vieron llegar atravesado en un caballo, al parecer herido.

—En efecto, según me dijeron, se cayó del caballo y chocó contra una piedra. Por fortuna para él, no ha sido nada importante salvo la conmoción y dentro de un par de días o tres se le habrá pasado todo. El que peor estaba era su ex capataz. Tenía un balazo en el costado y perdió bastante sangre. Ése tiene para dos semanas cuando menos.

—¿Qué le sucedió?

—No me lo dijeron ni pregunté. Los asuntos personales de la gente no me interesan, pero supongo que intervendrían en alguna riña y ése fue el resultado. Lo queme extraña es que no haya venido algún otro del bando contrario a reclamar mis servicios.

—Si hubo riña, sería lejos de aquí.

—Eso he supuesto.

—Bien, doctor. Muchas gracias por su receta y espero que me haga efecto.

—Yo así se lo deseo.

Boone salió del domicilio del médico, tenso. Aunque los heridos nada habían dicho del motivo de su estado, lo cierto era que se habían salvado providencialmente y que Nicole cuando menos, durante dos o tres semanas,no sería enemigo a temer.

Esto sería para él un alivio si el hatajo aparecía y podía meterlo en los pastos, pero si así no era, nada habría logrado con que su ex capataz estuviese fuera de combate.

Y más preocupado que nunca, regresó a su rancho.

La receta del médico la rompió.