Capítulo VII
UN SHERIFF QUE NO SE MUERDE LA LENGUA
Cuando Smoking volvió al rancho, Jane le esperaba nerviosa.
Se había entretenido mucho más de la cuenta y empezaba a temer que los nervios de su fiel capataz se hubiesen desbordado, cometiendo algún desaguisado.
Saliendo a su paso inquirió:
—¿Cómo ha tardado usted tanto, Smoking? Me tenía con el alma en un hilo... ¿Ha sucedido algo?
—Han sucedido muchas cosas desagradables, aunque de alguna de ellas estoy contento y no arrepentido.
—¿A qué se refiere?
—A que Cliff, el capataz de Sol, quiso matarme a traición y yo le he matado a él cara a cara.
Jane palideció, llevándose las manos al rostro.
—¡Por todos los santos Smoking! ¿Qué ha hecho usted?
—Lo que debía, ama, y no me arrepiento, porque Cliff era la contrafigura de Sol.
—Pero..., ¿por qué motivo tuvo que matarle?
Smoking le explicó las causas y lo que había hecho con las pancartas clavadas en la senda. También le dio cuenta de la actitud del sheriff, imponiéndole aquella doble multa.
Jane, un poco aliviada, preguntó:
—¿Nada más que eso? ¿No intentará procesarle por la muerte de Cliff?
—No. Ha reconocido, tras oír a varios testigos, que he procedido con arreglo a la Ley del Oeste y este asunto quedará tan muerto como Cliff.
—Está bien, Smoking. Eso era lo que más me preocupaba. En cuanto a la multa, yo la abonaré.
—De ninguna manera. Yo he sido quien provocó el incidente y debo pagarlo.
—No es verdad. Usted lo ha hecho en defensa de mis intereses y soy yo quien debo pagarla. No se hable más de este asunto si no quiere que me enfade.
"Ahora, lo importante es saber qué reacción será la de Sol cuando se entere de la muerte de su capataz. Temo de él lo peor.
—El sheriff no lo teme así. Reconoce que Sol es un retorcido, pero que hasta el presente nunca se ha salido de la Ley, aunque haya apelado a trucos vergonzosos.
—Es cierto. No acabo de comprender a ese hombre. Es ambicioso, egoísta, avasallador, y sin embargo,nunca apela al procedimiento que emplean otros muchos por estas latitudes, confiándolo todo a la fuerza.
"Es frío, inhumano y, sin embargo, a ratos presume de religioso y de místico. No hay más que verle como visita a diario la tumba de su madre y se postra de rodillas y reza con fervor, como si fuese el hombre más cristiano de la tierra.
"A veces me pregunto, si no habrá en él dos seres distintos. Uno, el que su duro padre le inculcó férreamente y otro, el que su madre pretendió llevar a su espíritu haciendo de él un hombre normal.
"Pero sea lo que sea, quizá porque aún existe en él algo de lo que su madre, que era una santa y una mártir, sembró en su espíritu, nunca se ha salido de la legalidad escrita, aunque haya exprimido hasta el límite su cerebro para llevar adelante sus planes egoístas.
—Sí, todas esas consideraciones están bien, pero no resuelven nada. Sol anuncia sus reses un dólar más baratas que nosotros y esto hará que se lleve la clientela y nos deje los astados en los pastos para que se mueran de viejos en ellos.
"Nos queda el recurso de visitar a los clientes que tenemos lejos de aquí y concertar con ellos alguna ventas que aligeren el hatajo, aunque esto supondrá tener que organizar algunas conducciones a larga distancia.
Pero Jane, que acababa de tomar una decisión drástica, sonrió irónicamente y repuso:
—No haremos nada de eso, Smoking. Lo que vamos a hacer es aplicar a Sol su misma medicina.
—¿Qué quiere decir?
—Algo de una lógica aplastante.
“El me compró las reses a veintitrés dólares. Rebajando un dólar por cabeza, pierde eso, un dólar.
"Yo gané ese dólar en la venta y, además, cinco en las reses adquiridas después. Por tanto, hay seis dólares a mi favor de ganancia sin pérdida alguna.
"Como me puedo desprender de parte de esa ganancia y hasta del total si es preciso sin perder nada, voy a clavar como él unas pancartas en la senda, anunciando que yo vendo mis reses a veinte dólares y no a veintiuno cómo él.
"Esto tendrá que escocerle, pues si sigue manteniendo la idea de perjudicarme, tendrá qué bajarlas aún más de precio, con mayor pérdida para él, aunque sea con menos ganancia para mí. Estoy dispuesta a llegar al límite de las concesiones, vendiéndolas incluso al precio que las he pagado. Perdería el exceso de ganancia, pero no el de la utilidad normal que he venido obteniendo hasta ahora.
"Dudo mucho que si me obliga a anunciarlas a diecisiete dólares, él sea capaz de bajarlas a dieciséis, pues le costaría muchos miles de dólares.
Los ojos de Smoking brillaron de alegría.
—¡Oh, ha tenido usted una idea genial, pero es una lástima que tras haber realizado, un buen negocio por cuenta de ese tipo, ahora lo tenga usted que perder!
—Estoy dispuesta a ello, pero no me dejaré avasallar sin defenderme hasta el límite.
—En ese caso, me permitirá que yo renuncie también a la parte que me ha regalado usted. Esa pertenece al negocio y yo entro en él.
—Si fuese preciso, aceptaría su ofrecimiento. Usted, se preocupará de hacer pintar unos carteles en los que se anuncie que yo vendo mis reses a veinte dólares.
—¡Un momento! ¿No comprende que en cuanto las coloque usted así, o más baratas si es preciso, él trate de aprovecharse, enviando otro hombre de paja que las compre y repita la jugada esta vez con beneficio suyo?
—No, porque hará usted constar en el anuncio que sólo venderé reses a ese precio, a mis compradores habituales. Con esto, conservaré mi clientela y él no podrá arrebatármela.
—Veo que está usted en todo. Me ocupare de ese asunto en seguida.
—¡Ah! Antes de clavar las pancartas, visite al sheriff y hágale saber que yo también voy a anunciar la venta de mis reses por ese procedimiento y que si alguna pancarta desaparece, tendrá que culpar a Sol por intentar eliminar la competencia.
—Descuide que así lo haré.
* * *
Entretanto, la noticia del trágico duelo y de la muerte de Cliff, había llegado al rancho de Sol, el cual, dominado por la cólera, montó a caballo y como una centella se encaminó al poblado.
Alguien le había informado de que el sheriff se había llevado a Smoking a sus oficinas y no sabía el resultado de la detención.
Cuando Sol llegó a las oficinas del sheriff, desmontó de un salto y como una tromba, penetró en el edificio, alcanzando el despacho donde el sheriff estaba redactando el correspondiente atestado.
Sol, sin siquiera saludar, bramó:
—¿Dónde está ese buitre, que le voy a destrozar a tiros?
El sheriff le miró fríamente y advirtió:
Señor, Delaney, esta es mi casa y no su rancho. Por tanto, aquí se entra con educación o no se entra.
—Oiga, sheriff, tengo motivos para proceder así. Me acaban de comunicar que Smoking ha matado a mi capataz y supongo que lo tendrá usted bien encerrado en sus jaulas.
—Pues supone usted muy mal, porque le he puesto en libertad después de comprobar dos cosas: Una, que su capataz le estuvo acechando a la salida de una taberna, para matarle a traición, y otra, que Smoking, avisado a tiempo, pudo evadir la trampa y retó a Cliff a un duelo legal, en el que la suerte fue adversa a Cliff. De no haber muerto, es posible que a estas horas el que estuviese encerrado en mis jaulas sería él.
"Y ahora, siéntese y escuche algo que le tengo que decir. Pero antes, quítese el sombrero, está usted sudando por esa mala costumbre que tiene de penetrar en todos los sitios como si hubiese nacido con el sombrero puesto y no pudiese despegarlo de su cráneo. Creí que en el ejército había aprendido algunas reglas de educación.
Sol, furioso por la reprimenda, que no era la primera que recibía, se quitó el sombrero arrojándole al suelo y exclamó:
Bien, ya le he dado gusto; ahora diga lo que tenga que decir.
—Podría decirle muchas cosas y todas desagradables para usted, pero me voy a ceñirme al asunto.
"Usted es un hombre de un egoísmo salvaje, que carece de justificación. Posee una hacienda extensa y muy valiosa, gana más de lo que pudiese gastar y nadie amenaza sus intereses. Sin embargo, es usted tan ambicioso, que no se conforma con lo que tiene de sobra, sino que ambiciona lo de los demás y apela a toda clase de recursos para apoderarse de ello.
Sol saltó como un muelle.
—¿Es que pretende acusarme de haberme salido dela Ley?
—No, no puedo en justicia, pero hay muchas maneras de volver a la ley moral, que a veces es tan sagrada o más que la legislada.
"Usted, sin compasión alguna para una pobre huérfana que sólo trata de vivir honestamente con el producto de su pequeña hacienda, pretende hacerla la vida imposible y arrojarla de aquí, apelando a trucos que debían sonrojarle, sobre todo por aplicarlos contra una mujer que no está en igualdad de condiciones para defenderse.
—¿Tiene eso algo que ver con este asunto?
—Si no tuviese que ver, no se lo diría así.
"Usted ha pretendido comprarla el rancho para que se vaya y al no conseguirlo, está apelando a procedimientos poco decentes, para salirse con la suya. Prueba de ello ha sido la maniobra empleada para dejarla sin ganado y hacerse el dueño de toda la clientela.
—En el negocio se puede pelear para vencer al contrario. Jane me hace una competencia poco menos que ruinosa. Vende sus reses a un precio que no es remunerable y yo lucho por sacar a mi ganado la ganancia que juzgo adecuada.
—Cuando ella lo vende a ese precio, no perderá, pues nadie realiza negocios con ventaja para el cliente.
—Ganará o no, no lo sé ni me importa, lo que sé, es que yo necesito venderlas a mejor precio, pues el ganado me produce gastos que no compensan con su venta y ella me lo impide. Es por esto por lo que trato de quitarme de encima esa competencia ruinosa.
—No hable de ruinas el hombre que posee más tierra y bienes que todos los demás juntos.
—Su opinión en este sentido no me interesa. ¿Qué más?
—Muy poco, señor Delaney. Hoy el capataz de Jane, se enteró de que su capataz Cliff estaba clavando unos pancartas en las que ofrecía sus reses aún a más bajo precio que el actual, eso que se queja usted de que no le producía ganancias y se indignó de tal forma, que salió a la senda y arrancándolas, las prendió fuego.
—¿Y usted aprueba eso? Creí que su estrella...
—Cállese y no prejuzgue por anticipado.
"Cliff tuvo noticias de ello y en lugar de venir a denunciarme el hecho para que yo restableciese las cosas como era debido, decidió cargarse a Smoking, pero de una manera cobarde, pues enterado de que estaba en una taberna con un amigo, se situó frente a ella para balearle cuando saliese.
"Gracias a que alguien se dio cuenta y le avisó con tiempo, no le asesinó cobardemente.
"En cambio, Smoking que pudo haberle devuelto la pelota, sorprendiéndole por la espalda, fue más noble y más hombre que su capataz y le avisó para que se pusiese en guardia y pelease con él cara a cara.
"Cliff tuvo que aceptar el duelo legal, un duelo con arreglo al Código del Oeste, aunque yo personalmente no apruebe esa legalidad aceptada por la costumbre y, más rápido y certero que Cliff, le eliminó de dos disparos.
"Tengo la declaración de varios testigos presenciales, lo cual exime a Smoking de todo castigo.
Sin embargo, quedaba el asunto de las pancartas y le hice ver que su acción era ilegal. Usted tenía derecho a anunciar la venta de su ganado al precio que le diese la gana y nadie podía impedírselo.
"Por esa acción, le impuse veinte dólares de multa y la obligación de hacer nuevas pancartas colocándolas en el mismo sitio, amenazándole con imponerle treinta dólares más de multa sí se negaba. Quince por desobedecer mi orden y quince como pago por la confección de otras nuevas. No quiso pasar por la humillación de confeccionarlas y pagó la multa.
“Y ahora, tras esta explicación, aquí tiene usted los quince dólares para que encargue unas nuevas y vuelva a clavarlas en el mismo sitio. Smoking está advertido de que debe respetarlas, si no quiere sufrir algo más serio que esas multas.
—¿Y la muerte de Cliff, debo encajarla?
—¡Cómo no! Si él, en lugar de proceder de esa manera poco noble hubiese venido a denunciarme a mí el hecho, yo hubiese puesto las cosas en su sitio y nada habría pasado. Se fue del seguro y pagó las consecuencias. Este es el resultado de desdeñar la Ley y tratar de proceder al margen de ella.
"Me alegro que haya usted venido para poder explicarle el caso tal y como sucedió. Ahora, sólo le diré que procure seguir manteniéndose dentro de la Ley, pues un atentado contra Smoking, serviría para que le acusase a usted como el inductor.
"En cuando al cadáver de Cliff, está en el cementerio y puede disponer de él como guste.
—Se lo puede usted quedar como recuerdo. A mí sólo me interesan los vivos y no los muertos.
—Es una forma piadosa de proceder en favor de los que se expusieron por servir sus intereses egoístas.
—¿No dice usted que sufrió el castigo por salirse de la ley? Pues si así fue, como yo no le autoricé a tomar tal decisión, me inhibo de sus despojos.
—Muy bien. Es usted, muy dueño de hacer lo que guste en ese sentido. Daré orden de que le entierren y en paz.
Sol, tenso, se puso en pie, diciendo:
—Pero no crea que por eso voy a dejar de seguir luchando por defender mis intereses. Ya sé que usted me odia y que está deseando que me deslice lo más mínimo para caer sobre mí como los coyotes sobre una carroña, pero no le daré ese gusto. Me sobran recursos sin salirme del Código, para vencer a mis enemigos.
—De acuerdo. Mientras, como asegura, no meta el pie fuera de la Ley, no puedo oponerme a sus artimañas y trucos retorcidos. Esos delitos morales sólo los puede juzgar la conciencia de la gente y si la suya carece de sensibilidad, peor para usted.
"Yo he cumplido con mi deber en la parte que me corresponde y aunque no lo crea, seguiré cumpliéndolo si usted fuese atacado por sus enemigos. Mis opiniones personales nada tienen que ver con mis obligaciones como sheriff.
Sol recogió su sombrero del suelo, lo mantuvo en la mano un momento y luego se lo encasquetó con rabia hasta las orejas, diciendo:
—Con su permiso.
Y abandonó las oficinas más rabioso aún que había ido a ella.
Pese a todo, se daba cuenta de que el sheriff tenía razón y que nada podía hacer contra Smoking, ya que éste había procedido con arreglo al Código de aquellas latitudes. De no tener demasiado amor a la vida, quizá se hubiese decidido a retarle a un duelo legal, pero no confiaba mucho en su destreza manejando un arma y no quería exponerse Inútilmente.
Hubiese sido un alivio para él suprimir al rudo capataz pues, suprimiéndole, Jane quedaría desarbolada al perder a su más áspero y fiel colaborador, pero Smoking era un tipo a quien había que echar de comer aparte a la hora de la violencia y resultaría muy peligroso atacarle en semejante terreno.
Cuando regresó al rancho, llamó a uno de sus más antiguos peones, al que consideraba más áspero, y le dijo:
—Desde este momento quedas nombrado capataz del equipo, Smoking ha matado a Cliff en duelo legal y tú vas a cubrir su puesto.
"Ahora te encargarás de que se vuelvan a repetir las pancartas, anunciando el precio del ganado y las clavarás en los mismos lugares. Harás que te acompañen dos peones.
—Si sucediese algo...
—No sucederá nada. El sheriff me lo aseguró.
"Tú te limitarás a clavarlas y, más tarde, te das una vuelta por los lugares donde las dejaste, a ver qué ha sucedido. Si alguien las vuelve a arrancar, te vas a ver al sheriff y le das cuenta del caso. Él se encargará de lo demás.
El peón se apresuró a cumplir la orden y a la mañana siguiente, cuando se había secado la pintura, el nuevo capataz, con dos peones de escolta, procedió a clavarlas donde estuvieran las anteriores.
Durante toda la mañana deambularon por el poblado y de vez en cuando salían a la senda a echar un vistazo, pero nadie se había atrevido a arrancarlas y más tarde, regresaban al rancho para dar cuenta a Sol del cumplimiento de su misión.